Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES Y VIOLENCIA +18.


Capítulo dedicado a Vale y a Vania, porque ustedes lo quisieron y lo esperaron hasta el final

¡Gracias!


Epílogo

"El amor es la energía: ni se crea ni se destruye. Simplemente es y será siempre, dando sentido a la vida y dirección a la bondad. El amor no morirá jamás"

-Bryce Courtney

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PRESENTE

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Brooklyn, NY, 1965

Bella veía correr a su pequeño mientras Edward lo esperaba en una esquina con los brazos abiertos. Cuando lo retuvo entre sus brazos, él se echó a reír mientras el infante le besaba el rostro a su papá. Ella también lo acompañó entre risas y su esposo sonrió al sentirla. Ya tenía grabado su sonido y sentía que cada día se enamoraba más de Isabella, aunque ya no pudiera verla.

—Ven aquí —le dijo él, tendiéndole su mano mientras sostenía al pequeño Adrien junto a su brazo.

—¿Cómo esperas que lo haga si esta barriga apenas me deja caminar? —se rio ella, tocándosela.

Ya tenía treinta y siete semanas, el parto era inminente y solo quería conocer a su nuevo retoño. La incertidumbre respecto al sexo seguía siendo inminente, pero solo estaban felices de que fuera sano, tanto o más que su primer tesoro: Adrien Cullen.

—Yo sé que puedes, Mon Soleil —exclamó Edward, sintiendo los tiernos besos de Adrien, quien tenía los hermosos ojos de Edward y su cabello. Eran idénticos—. Dile a mami que venga con nosotros —instó, hundiendo su nariz en los cabellos cobrizos de su pequeño hijo.

—Mami, mami, mami —decía, estirando sus manitos hacia Bella, que se tomaba la barriga mientras cruzaba el gran campo de flores que conformaba su casa, aquella en la que siempre soñaron.

Bella lo retuvo entre sus brazos y el pequeño Adrien se acomodó en su pecho mientras cerraba sus ojitos, sintiendo el inconfundible olor de mamá. Ella lo miró y luego lo hizo con Edward, que a pesar de que no podía contemplarla como hace años, él lo hacía desde su alma, como si la conexión que llevaran fuera tan fuerte que sus sentidos se habían transportado a uno que ninguno de los dos podía expresar. Verlo cada día luego de años de martirio significaba una sonrisa, una que siempre expresaba felicidad. No había tiempo para discutir, tampoco para estar en desacuerdo en estupideces, ella bien sabía que el tiempo juntos ya había sido desperdiciado demasiado como para no demostrar amor, para no gritar sus sentimientos ni para seguir amándose tras las sábanas.

Eran increíblemente feliz.

Ella se puso de puntillas para él y Edward la sintió, rodeándola con sus brazos, protegiéndole de lo adverso, traspasando su calor junto al suyo. Aquel olor, siempre conocido, pero cada vez más adictivo, los hizo sonreír mientras sostenían a su pequeño Adrien entre los brazos.

—Te amo tanto, mi amor —susurró él, buscando sus labios.

—Y yo te amo inmensamente a ti también —le respondió ella, para luego besarlo con pasión y ternura.

Adrien, que tenía unos cortitos dos años, se metió entre su beso y quiso hacer lo mismo, pero a su manera y desde su visión. Para él solo existía amor y nada más, el propósito de ellos era ese, que sus pequeños nunca sufrieran lo que alguna vez pasaron ellos como padres.

—Adrien, ¿quieres un beso? —le preguntó Bella, jugando con su nariz, frotándola con la suya.

—¡Beso! —exclamó.

—Entonces te daremos uno.

—Papá primero, amorcito —le susurró Edward, dejándole uno tierno y lleno de amor, justo en la mejilla regordeta derecha.

—Oh no, yo quiero uno también.

Bella hizo lo mismo, haciéndolo en la izquierda. Adrien tocó a sus papás, sintiéndose seguro en su mundo, uno en donde sus padres lo amaban e iban a darle siempre lo mejor.

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Edward pasó sus manos por las teclas de su piano, sonriendo ante la manera en que su inspiración volvía a crecer. De pronto tocó, dejando volar su mente, manteniendo una melodía suave mientras Bella leía uno de sus libros de arte, algo liviano para preparar en la próxima clase de arte que impartiría en la universidad cuando regresara de la baja por maternidad. Aún quedaba tiempo, pero siempre le gustaba indagar un poco más.

—¿Y eso? —preguntó Bella, llamando la atención del pianista.

Él sonrió.

—Es una pieza que estoy creando.

—¿Ahora?

—Sí. —Se rio.

—Siempre tan inteligente, mi amor —dijo ella, caminando como pudo hacia su esposo, tomándose la inmensa barriga con algo de dificultad.

Ella posó su barbilla en su hombro y comenzó a darle suaves besos en el cuello.

—¿Puedo saber qué te ha inspirado? —preguntó mientras Edward cerraba los ojos, aquejado por la emoción de sentir el calor de su esposa.

—Vivo inspirado, mi amor.

—¿Y eso? ¿Por qué?

—Por ti, siempre te lo he dicho.

Edward se giró y le palpó la barriga, en donde su segundo pequeño se movía sin parar.

—Cómo le gusta cuando estás conmigo —dijo Bella, haciendo mohines mientras su hijo revoloteaba en la barriga.

Edward se rio y acercó su mejilla mientras Bella le acariciaba los cabellos.

—¿Crees que ame a papá tanto como ya ama a mamá?

Bella no pudo ocultar su carcajada.

—Te amará tanto o más que yo, mi amor.

Edward dejó a un lado el piano y tomó su esposa entre sus brazos, poniendo su rostro entre sus senos, sintiendo su calor. Bella le abrazó desde los cabellos y le regó besos suaves en ellos.

—No hay día en el que no agradezca el haberte conocido —susurró.

Ella sintió que sus ojos se tornaban acuosos, pero de llana felicidad. Aún recordaba aquel que los embargaba cuando estaban separados, esa agonía sin fin que los perseguía de tal manera que nada podía sostenerlos. Si ella hubiera perdido la vida en esos intentos vanos por no querer existir, se habría muerto con la idea equivocada, con el dolor de no haber visto que su amor, su gran y profundo pedazo de su corazón, estaba pensándola muerta, tal como ella. Ahora tenían dos hijos, uno de dos años y otro en su vientre, vivían en una casa preciosa en medio del bosque, tenían sus trabajos de ensueño, pero lo mejor era que estaban juntos y que el gran amor que inició de jóvenes, seguía más grande que hasta entonces.

—Tócame algo —le pidió ella.

Edward asintió y se dirigió al piano, dispuesto a dejar ir las melodías que su corazón gritaba: ya no eran de tristeza, eran de una felicidad tan abrumadora que no dejaba de sonreír, porque sí, era profundamente feliz.

Bella, acomodada en el sofá con sus manos en la barriga, se quedó rápidamente dormida. Cuando su esposo se dio cuenta de aquello, dado a que no había sonido proveniente de ella, se levantó, guiado por sus instintos y se acomodó junto a su cuerpo, abrazándola y cobijándola para no dejarla ir.

—Te amo, mi amor —le susurró al oído—. Gracias a Dios por ponerte en mi camino y por devolverte en mi vida.

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Bella le cortaba la fruta en pedacitos para que Adrien comiera con gusto. El verano estaba muy intenso, así que lo mejor era pasar en el jardín, con la brisa y los árboles sirviendo de refresco.

—Hola —saludó Tanya, caminando hacia la zona de la terraza.

Adrien la miró y ella sonrió al ver el gran parecido que seguía teniendo con su papá, a quien seguía queriendo con mucho fervor.

—Hola, Tanya —le respondió Bella con una sonrisa—. Qué sorpresa verte por aquí.

Ella le acarició el cabello a Adrien y se sentó delante de Bella.

—¿Cómo va el libro? —le preguntó.

Tanya suspiró, muy alegre.

—Mejor de lo que imaginé.

—Vaya, ¡eso es grandioso!

—¿Y tú? Ya debes estar a punto de tener a tu bebé.

—Ni te imaginas las ansias que tengo.

La mujer sonrió de profunda alegría. Esto era lo que ella quería, que dos enamorados pudieran ser felices como ellos transmitían.

—Edward debe estar a punto de explotar de alegría.

—Ni te lo imaginas.

En un momento sintieron el sonido del coche, lo que significaba que él ya estaba aquí, y como cada vez, a Bella se le aceleraba el corazón.

—Hey, mira quién está aquí —exclamó Mike, caminando con Edward.

Tanya se levantó de la silla y dio brincos hasta él para abrazarlo y darle un profundo beso.

Bella sonrió, contenta de ver a dos personas como ellos ser felices. Nunca había sido suficiente con todo lo que les había agradecido, sentía que había dos ángeles que Dios había puesto en el camino suyo y en el de Edward.

—Puedo escuchar sus besos, por favor, tengan cuidado con Adrien —los molestó Edward, quien con el paso del tiempo se había convertido en aquel hombre joven que conoció Bella hace tantos años.

¿No era ese el amor?

Tanya y Mike se acercaron de la mano y se miraron, muy cómplices.

—En realidad, queríamos contarles algo —dijo el hombre, quien había dejado todo en Chicago por amor.

Edward tomó a Adrien y le dio besos, para luego instarle a que comiera las frutas.

—¿Qué sorpresa nos tienen?

Eran tan amigos que tenían mucha confianza.

Los dos se volvieron a contemplar y Bella los miró con los ojos entrecerrados.

—¡Estoy embarazada! —exclamó la mujer, haciendo que Mike comenzara a reír, sin poder creerlo aún.

Bella se levantó de la silla y fue a abrazarlos, mientras Edward sonreía.

—Eso es fantástico —dijo él.

—No pensé que fuera una noticia tan magnífica —señaló Bella.

—Nosotros tampoco, pero las pruebas fueron concluyentes. Ya tengo quince semanas.

—¡Qué alegría!

En medio de los abrazos y risas de felicitaciones, Bella sintió una punzada fuerte bajo el vientre. Abrió los ojos de sopetón, sabiendo lo que pasaba.

—Oh no —gimió.

Edward frunció el ceño.

—¿Qué ocurre, cariño?

—El bebé.

—¿Ya?

—¡Sí!

Tanya y Mike corrieron a buscar al médico para traerlo a casa, donde ellos habían decidido que, pasara lo que pasara, tendrían a su hijo. Edward le pidió a su gran amiga que sostuviera a Adrien para él poder ayudar a su esposa y cargarla hasta la cama. Bella sudaba, gritando de dolor, lo que volvía a asemejarse a los momentos en que Adrien iba a nacer.

—Ya llegará nuestro segundo tesoro —le decía Edward, besándole los cabellos.

—Sí… Ya vendrá —gimió.

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Había sido un parto doloroso, pero no menos feliz. Cuando Bella sintió su llanto, vivo y fuerte, lo primero que hizo fue buscarle para sostenerlo entre sus brazos. Edward escuchaba aquel grito de vitalidad y comenzó a llorar mientras abrazaba a su esposa. Su segundo hijo buscó el aroma de su madre y comenzó a tranquilizarse en su pecho. Bella no podía más de amor y Edward tampoco, eran felices.

—Es una niña —le dijo el médico, sonriéndole.

—¿Una niña? —expresaron los dos, como si no pudieran creerlo.

Era tan hermosa, como un cachorrito rosado con una matita castaña en la cabeza. Cuando sus ojos se abrieron, Bella pudo contemplar esos orbes marrones que iban a ser otro de sus tesoros.

—¿Cómo es? —preguntó Edward, tocándole la mejilla con mucho amor.

—Preciosa. Tiene cabello oscuro y unas mejillas tan gorditas —respondió Bella con los ojos llorosos—. Mi pequeño sol.

Edward buscó sus labios y la besó mientras su nueva niña vivía en la burbuja de felicidad que significaba un amor que había roto mil barreras a la vez y que ahora podía respirar de pureza, sin malos corazones que pudieran borrarles la sonrisa que llevaban desde que se volvieron a encontrar.

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Los Angeles, California, 2001

—Bella y Edward tuvieron dos hijos que fueron felices tanto como pudieron. Cada momentos juntos fue inolvidable, tanto que hasta el día yo lo recuerdo como los mejores momentos de mi vida —siguió narrando Adrien, quien tenía los ojos bañados en lágrimas—. Son los mejores que alguna vez podría tener. El amor que expresan día a día he intentado demostrárselos a mi esposa y a mis hijos, esos nietos que podrán vivir lo que sus abuelos amaron con tanto fervor.

Adrien miró a sus padres, a Edward y a Bella, quienes estaban abrazados en medio de la gran cantidad de personas que lo escuchaban narrar el libro que había terminado de hacer con su madrina, Tanya Denali, la mujer que más allá también le escuchaba junto a Mike y sus hijos, grandes amigos que también se habían integrado a su familia.

—La lucha que dos sobrevivientes tuvieron hizo que dos hijos, Adrien, yo, un periodista que asumió documentar cada situación injusta en este mundo, y Fleur, mi tan inteligente hermana, que siguió los pasos de mis padres, siendo una reconocida artista. —La miró también, quien sonreía con los ojos bañados en lágrimas—. Y estamos aquí, leyendo mi libro, recordando cómo el amor puede durar todos estos años. Gracias mamá, gracias papá, por hacer de Fleur y Adrien, unos niños capaces de amar tanto como ustedes.

Bella rompió en llanto y Edward le besó la frente, con el amor intacto a pesar de los años.

—Te amo —le susurró él.

—Y yo te amo a ti —contestó ella, cobijada en su abrazo.

—Gracias a ustedes, sobrevivientes, por ser los mejores padres del mundo —finalizó, cerrando su libro, para entonces recibir los vítores de todos los asistentes.

A la salida, esperaban los asistentes para compartir con el escritor Adrien Cullen, quien prefirió ir con sus padres.

—Estoy tan orgulloso de ti —dijo Bella, besándole la mejilla.

Edward le besó los cabellos, siempre cariñoso, y entonces él sintió que Fleur, siempre excéntrica y con un brillo interior, lo abrazaba desde atrás.

—¡Ha sido maravilloso! —expresó la menor, para luego darle un beso adorable a su madre.

—Espero que les haya gustado —respondió Adrien, tomando su copa de champagne.

Edward y Bella, con todos esos años encima, seguían con el amor intacto, demostrándolo a como diera lugar. No había tiempo para desperdiciar, ya no.

—Nos ha fascinado —respondió Bella.

—Los amo —dijo Adrien, quien tenía una sensibilidad que no se había ido con su adultez—. Y los admiro mucho.

Fleur volvió a sentir sus ojos escocidos y asintió, con aquella sensación compartida por su hermano.

Edward y Bella sabían que habían hecho las cosas bien y que aún quedaba tiempo para amarse, pero ¿no era mejor vivir como si todos los días eran los últimos?

Cuando Adrien y Fleur se separaron para saludar, Edward le susurró algo al oído de su esposa.

—¿Qué te parece si vamos a dar un paseo? —le preguntó él.

Ella se rio.

—¿Adónde?

—A la playa. ¿No crees que un chapuzón a los setenta es la nueva forma de ser felices?

Carcajearon y Bella le tomó la mano.

—Vamos.

Los dos se escabulleron con aquel impulso romántico que los caracterizaba y entonces se metieron a la playa, donde sintieron las olas chocando contra ellos. Edward la abrazó, oliéndola y sintiendo el mismo aroma que lo había acompañado todos estos años. La amaba como el mismo día, tanto que aquello era indestructible. Bella, por su parte, miró a su gran amor y a pesar de que todos estos años su visión jamás se recuperó, sabía que eso no pudo disminuir su felicidad y su gran amor por él. Ya tenía el cabello cano y los signos de la edad inevitables, pero vaya que seguía siendo un caballero guapo como ninguno. Ah, le amaba tanto que ni se imaginaba sin él.

—¿Sabes algo? —le preguntó Edward al oído—. Creo que volvería a pasar lo mismo con tal de llegar aquí.

Ella sonrió.

—Yo también. Fueron muchos años separados, pero aquí estamos, ¿no?

Los dos dejaron que el aire los bañara y finalmente se besaron con la misma pasión de antaño.

—Te amo, incluso a ojos cerrados —le susurró Edward.

—Te amo, incluso a ojos cerrados —le repitió Bella, juntando su frente con la de él.

Sí, todo había valido la pena.

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FIN


Buenas tardes, les traigo el capítulo final de esta historia. Finalmente pude terminar el epílogo. Créanme, fue de muchas emociones. Esta historia la pensé por primera vez ambientada en el golpe militar de Chile del año 1973, por obvias razones lo realicé en otro contexto, que creo que se asemejan bastante. Fue difícil, porque historias como estas fueron reales, solo que en muchas de ellas el amor acabó en lo peor. No quise darle ese mensaje, quise darle un mensaje hermoso en el que el amor es capaz, en el que nos sana y nos permite seguir. Ellos son felices, lo fueron de verdad, y a pesar de los años ese sentimiento nunca se destruyó. Siento mucho el haberme demorado en terminarlo, pero si ya esta historia cargaba con muchas emociones en mí, en el último tiempo, que las cosas han estado cuesta arriba en mi vida, fue aún peor. Pero aquí está y espero que les haya gustado

Agradezco enormemente el apoyo de todas las chicas, han sido un pilar fundamental para mí, porque a pesar de todo están y tienen una palabra de aliento para esta autora sensible y simplemente emocional

Gracias, de verdad, gracias

Espero sus reviews, ya saben todo lo que significan para mí, un gracias es más de lo que imaginan

Cariños para todas

Baisers!