N. A.

Saben cuál es el problema de escribir un SUBAT es intentar mantener la personalidad de Batman y no arrollar, demeritar y hasta menospreciar a los demás personajes que lo rodean.

Atte: Taylor Espurious.

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Capítulo 3

Bruce abrió los ojos lentamente, como cuando despiertas de un largo sueño y tu cuerpo aun esta tan cansado que se niega a salir de estado de reposo. De hecho cada miembro de su constitución pesaba más de lo que recordaba.

Las voces lejanas iban tomando fuerza, aunque no por ello eran más comprensibles. Si debía comparar diría que por la entonación fuerte y rasposa sonaba como… ruso.

Una burbuja de aire paso frente a sus ojos y sólo hasta ese momento noto el líquido rosa que lo rodeaba y era contenido dentro de la capsula de vidrio en que se hallaba y le permitía mirar lo que dedujo era una bahía médica.

Con un sonido de succión el líquido fue desapareciendo, luego la mascarilla que le proveía oxígeno y que noto en ese instante, cayo permitiéndole respirar libremente.

―Es totalmente natural que te sientas desubicado. El tratamiento regenerativo es un tanto agresivo, pero bastante eficaz ―dijo un hombrecito rechoncho de piel azul y cabello naranja que parecía estar esforzándose por trasmitirle confianza.

Bruce apretó los dientes sintiendo la basca subirle por el esófago. Un sonido mecánico se hizo presente y luego un leve zumbido le siguió.

―Estamos por retirar el soporte vital. Sentirás molestia en la base del cráneo, y cualquier otra zona cuyo desgaste fuera mayor, es decir lesiones o fracturas ―informo el rechoncho sujeto con voz tranquila y pausada.

Bruce jadeo ante tal información, él no recordaba haber tenido ningún accidente de gravedad, sin embargo su mente gritaba que apretara los dientes porque le iba a doler, y mucho.

De un tirón fue retirada la aguja en la base de su cráneo, una acción que comparable a sacar una astilla, y luego...

Bruce soltó un alarido, todos los músculos de su cuerpo se contrajeron de una manera tan dolorosa que incluso aquel grito desgarrador fue nada en comparación de lo que experimentaba. Sus boca se abrió hasta donde pudo mostrando sus dientes blancos y perfectos cubiertos de saliva. Sus fosas nasales también estaban abiertas, de hecho aleteaban como las alas de una mariposas, como si el aire que entraba por ellas fuera en realidad navajas al rojo vivo que le laceran cada conducto por donde pasaba.

Los presentes en la habitación comenzaron a correr, parecían seriamente preocupados y desconcertados del resultado.

Bruce convulsiono aun dentro de la capsula, hasta que arqueo la espalda de manera antinatural. Cada tendón se tensó como la cuerda de un violín a punto de reventar. Sus huesos parecían estar siendo triturados y hasta el último de sus folículos capilares ardían. No había ni un solo lugar en donde Bruce no sintiera dolor.

Y luego de lo que pareció una eternidad al fin aquel tormento llego a su fin. Con un suspiro nacido desde el fondo de su alma Bruce se dejó caer en los bondadosos brazos de la inconciencia.

―¿Pero qué rayos ha sucedido? ―demando saber Erel entrando a toda prisa a la sala de criogenia y colocándose de inmediato junto a Bruce sin ocultar su preocupación.

―Señor ―dijo el médico inclinando la cabeza, yo… no sé qué pudo haber…

―Altlan, lo puse en tu manos porque confié en ti y…

―Majestad ―intervino uno de los ayudantes de galeno, un sujeto larguirucho cuya cabeza no tenía ni un solo cabello ―el terrícola está bien. Le aseguro que…

―¿Cómo puedes decir eso después de lo que vi? ―interrumpió Erel con ira en la mirada.

―Excelencia, nosotros no sabíamos que el terrícola sufría de lesiones tan profundas ni cuantiosas. El proceso regenerativo trato cada célula, hasta las más antiguas, por ello el shock que sufrió al salir del estado inconsciente fue abrumador.

―¿Ha sido físicamente torturado? ―pregunto Erel con genuina agonía. Sus ojos violetas de inmediato se posaron sobre Bruce, su rostro apacible y demasiado hermoso como para no adorarlo. Era impensable considerar que alguien le hiciera daño, se atreviera a dañar a ese epitome de belleza.

―No podría asegurarlo, tendrá que preguntárselo directamente a él. Lo único que le puedo afirmar majestad es que, ha sufrido mucho y... es fuerte.

Ante esta última declaración Erel suavizo su mirada permitiéndose sonreír mientras acariciaba los cabellos azabaches del hombre inconsciente.

―Tienes razón, es fuerte, Bruce Wayne es muy fuerte.

Dick abrió de un empellón la puerta del salón de la JL, sus ojos flameaban de ira. Detrás de él, Jasón amartillo su arma mientras observaba de reojo a Red Robín ajustar los guantes. Demian se contentó con cruzarse de brazos y recargarse en la pared más cercana para observar la pelea que se aproximaba.

―Confiamos en ustedes ―gruño Dick casi escupiendo saliva. ―Cómo pudieron permitir que se lo llevaran de nuevo ―reclamo con tanta angustia que los seis superhéroes bajaron la cabeza.

Estaba furioso, más que eso, Dick no era de las personas que perdieran la cabeza con facilidad, pero la situación era demasiado para él. Se habían llevado a Bruce nuevamente, la diferencia era que la primera vez podía contar con Batman, ahora…

―Maldición, Bruce en este momento no pude, no sabe… ―gimió Dick intentando controlarse, una mano sobre su hombro le ayudo a recobrar algo de calma.

―Díganos que al menos saben a dónde se lo llevaron ―Red Hood tenía una postura intimidante que hizo a más de uno tragar en seco. Después de todo no se podía negar que fuera hijo del murciélago.

―Lo sabemos ―respondió contundente Superman.

―Entonces que esperamos, vamos por él ―exigió Red Robín.

―Lamentablemente ustedes no pueden ir chavales ―tajo Green Lantern.

―¿Y porque no? ―pregunto Demian colocándose recto. ―No pueden alegar que sea asunto de la Liga, porque Bruce es nuestro padre.

―Se lo preocupados que están, pero… ―intento razonar Barry.

―Ariant está ubicado a ocho galaxias de distancia y si queremos llegar lo más rápido posible... pues digamos que el viaje no saldrá barato ―acepta Clark rascándose la nuca antes de agregar, ―y supongo que entienden que no estoy hablando de dinero. Por eso… bueno entre menos seamos mejor.

Dick aprieta las manos y a pesar de que intenta disimularlo Jasón también tensa los músculos. Tim no disimula su frustración y Demian, Demian solo chasquea los labios antes de decir.

―Tráiganlo de vuelta rápido.

Y los siete presentes aprietan los labios al pensar que es la solicitud de un hijo temeroso de perder a su padre.

Bruce abre los ojos una vez más, esta vez no hay maquinas, ni líquidos extraños, solo un colchón suave y una habitación espaciosa con un enorme ventanal que permite entrar una corriente de aire fresco y agradable. El trozo de cielo que puede verse desde su posición es de un suave color lila. Dos lunas enormes de color plata brillan, además de las puntas de algunos edificios que apenas logran asomar.

Siente los labios resecos y un hambre atroz, pero teme moverse y que el dolor vuelva a atacarlo, el pánico gana terreno mientras lo recuerda. Así que prefiere postergarlo permitiendo que sus ojos recorran el techo abovedado de la habitación. En las paredes no hay cuadros o adornos y la cama sólo posee un dosel de tela translucida tan ligera como lo seria una medusa nadando en el mar. De hecho, puede ver pequeños puntos azul luminiscente que le dan un aire casi mágico.

―Es bueno ver que has despertado ― suspira Erel con alivio entrando a la habitación. Una acción que hace a Bruce casi jadear porque ha atravesado la pared.

Una parte de su astuto e inteligente cerebro grita "por eso no encontré como salir de mi celda", un pensamiento que se apaga sin llegar a trascender a la parte consiente en cuanto Erel eleva su mano para mostrarle una brillante pulsera de cristal ocre.

―Nos permite vibrar en… ―comienza a explicar, pero es casi innecesario toda vez que Bruce lo compara con la habilidad de Flash. Por eso prefiere intervenir.

―¿Por qué estoy aquí? ―cuestiona esperando que esa sola acción no desencadene, como la vez anterior una agónica tortura.

Erel suaviza su mirada, sus dedos apenas rozan la piel del brazo de Bruce, casi con adoración, antes de ofrecerle su ayuda para que pueda sentarse. El multimillonario la toma con cierto recato, un segundo después parpadea sin creer lo que esta sintiendo. Erel sonríe ampliamente y asiente con la cabeza como si hubiera leído el pensamiento.

De un salto Bruce esta sobre sus dos piernas y jadea de la impresión, se siente bien, más que bien. Es como si cada parte de su cuerpo fuera nueva. No hay dolor o debilidad solo una vitalidad que nunca antes experimento. No lo piensa, observa amplio espacio y calcula si es suficiente, sonríe y da lo que en gimnasia rítmica seria nombrado como un doble extendido hacia atrás.

Es el turno de Erel de contener el aliento ante semejante acto. Suelta el aliento cuando Bruce aterriza sin problemas y le sonríe tan ampliamente que el corazón casi le explota. Ya lo había pensado, y ahora lo confirma al percibir como todo su cuerpo vibra de emoción y alegría, su alma ha elegido a Bruce Wayne como su compañero de vida, y no podría estar más contento.

―Es fantástico ―menciona Bruce observándose las manos como si las mirara por primera vez.

―Después de lo sucedido con mi regente, me refiero a traerte y retenerte aquí… era lo menos que podía hacer. Además de ofrecerte una disculpa en nombre de Ariant.

Bruce negó levemente, su cabeza era un revoltijo de imágenes que emergían y luego volvían a desvanecerse sin que lograra retenerlas. Estaba seguro que su encierro fue insufrible, pero su cerebro se negaba a recordarlo.

Erel pareció entender su situación, con elegancia tomo asiento en el borde de la cama y le ofreció un puesto a su lado, luego comenzar a explicar.

―Hace veinte años estábamos en guerra, la amenaza de invasión de nuestros dos planetas vecinos prácticamente era un hecho. Muchos de nuestros dirigentes se dieron por vencidos, no así mi padre y su consejero, Loret Vash. Este último siendo uno los científicos más brillantes y respetados del planeta logro sintetizar un tipo de hormona que… fortaleció a nuestra gente. Es decir, no solo fue aplicada a los soldados, sino a todo ciudadano dispuesto a pelear.

Bruce no había participado en un guerra como tal, pero sin duda conocía muy bien las consecuencias de la misma. Los horres que atrae y la desesperación para el país bajo ataque.

―Ganamos, mantuvimos nuestra independencia, pero el precio fue muy alto. Vera señor Wayne. La hormona hizo a nuestras mujeres, más… más masculinas. Ellas… después de un par de años dejaron de ser fértiles. Así que ahora nos enfrentamos a la extinción.

Un silencio se extendió entre ellos solo interrumpido por la leve respiración de ambos. Ojos violetas escudriñaban el hermoso semblante de su compañero con hambrienta necesidad. Erel deseaba tener el derecho de tocar la piel de ese perfecto ser frente a él. Poder envolverlo entre sus brazos sabiendo de antemano el letal animal que anida muy dentro de Bruce y que es una razón más para amarlo. Saberse único ante sus ojos.

Erel bajo la mirada, sabedor de que primero debería ganarse su confianza.

―Una vez más Loret Vash tuvo una respuesta. Entre los miles de planetas en el universo solo la tierra albergaba un tipo de vida compatible con nuestra especie. Su código genético es muy similar al nuestro y la mayor ventaja sería que al fusionarlos los descendientes mantendría el 80% de nuestro linaje. Con base a eso, nuestro plan era… pues solicitar su ayuda. Enviaríamos a un delegado para exponer nuestra situación y alguna que otra ofrenda de paz. Siempre con la premisa de que aquellos individuos que se ofrecieran a nuestro favor serian tratados de la mejor manera y con todas las consideraciones.

Bruce dio un pequeño bote en su lugar.

―Me estás diciendo que solicitarían… que nuestras mujeres…

Erel se retorció las manos, luego negó suavemente con la cabeza.

―Durante el periodo en que estuvimos estudiando la compatibilidad de especie, notamos que ustedes pueden relacionarse sexualmente con individuos de su mismo sexo.

Bruce asintió con la cabeza dándole parte de razón, luego elevo una ceja al comprender por donde iba el comentario, aun así lo dejo continuar.

―Lo que estaríamos solicitando serian varones, debido a que la simiente de nuestras mujeres no es fértil y la de nuestros varones es demasiado… agresiva para el cuerpo de una terrícola.

―Comprendo. Sin embargo tengo que aclarar que a pesar de que existen parejas hombre-hombre. No hay manera de que estos queden preñados. Nosotros no podemos concebir.

―Eso lo sabemos bien. Y ya lo tenemos cubierto. Durante los años en que buscábamos una solución otro de nuestros investigadores presento un tipo de matriz, al implantarlo fue como notamos que el problema eran nuestras mujeres, pues lo rechazaron y las que llegaron en su momento a lograr quedar en cinta, después su cuerpo se negaba a ceder nutrientes al producto provocando su muerte. Pero con los varones de su especie estamos casi seguros de que funcionaría.

―Supongo que tendrían que realizar pruebas ―acoto Bruce apretando las manos en puños.

Erel se mordió los labios y dejo salir un suspiro.

―Cuando mi regente te trajo aquí era para eso ―acepto tristemente. ―No porque así lo hubiéramos planeado ―aclaro rápidamente con pánico. ―Mi padre y yo habíamos estado abarajando con quien deberíamos hablar primero, sujetos influyentes y poderosos. Tu nombre estaba en esa lista porque eras el mejor candidato. Inteligente, ingenioso y muy abierto a nuevas ideas.

―¿Por qué no trataron directamente con el gobierno?

―No es por ofender, pero los dirigentes no siempre son adecuados, además de que temíamos miedo de que tomaran por rehén al nuestro embajador. Nuestro planeta no soportaría otra guerra, debíamos proceder con cautela.

―Comprendo.

― Loret Vash confundió nuestras intenciones, pensó que la lista era de posibles candidatos de prueba y…

―Y así termine aislado y bajo observación ―termino Bruce comprendiendo lo que había sucedido.

―Lamento eso. Y aún más el hecho de que no nos dimos cuenta de que estaban en peligro hasta que tus amigos entraron por la fuerza al laboratorio. Por supuesto que en cuanto nos enteramos, dejamos que se fueran sin oponer resistencia con la firme intención de pedir tu perdón y aclarar de la mejor manera posible lo sucedió en cuanto estuvieras a salvo y en recuperación, aun si eso significaba que nos negaran la ayuda que tan desesperadamente necesitamos.

Una vez más el mutismo se hizo presente. El viento soplaba meciendo el dosel y trayendo consigo el rumor de la gente, de animales y maquinas. Una paz amenazada por el miedo a la extinción.

―El error de uno no tiene que condenar a todos ―murmuro Bruce sin retirar sus ojos azul acero del balcón.

―Entonces… ―dijo esperanzado Erel.

―Solicitaría que primero me permitieran aprender más de ustedes, su cultura, su idioma y de ser posible un poco de su investigación. Datos que me serian de gran ayuda a la hora de responder las preguntas que seguramente muchos de nuestros políticos lanzaran con saña.

―Pero ¿vas a ayudarnos? ―presiono por una respuesta con el corazón en la garganta.

―Lo voy a intentar, no prometo…

Y Bruce tuvo que tragarse un grito de sorpresa cuando Erel lo tomo estilo nupcial para dar vueltas con él en brazos, su risa era sincera y profunda, su mirada brillante y llena de emoción.

―Gracias, gracias, te juro que no te arrepentirás ―decía apretando dulcemente el cuerpo de Bruce contra el suyo.

―Pues ya comienzo a hacerlo ―gruño Bruce afilando la mirada.

―¡Oh! Lo siento ―se disculpó Erel sin borrar su enorme sonrisa y dejando que Bruce se alejara de él. ―Es solo que… de verdad temía que nos odiaras, y…

―Los seres humanos no somos una especia pacifica, casi toda nuestra historia está plagada de conflictos bélicos que en su mayoría son resultado de la falta de tolerancia y uno que otro mal entendido ―conto Bruce cruzándose de bazos. ―Además de que tras lo ocurrido he podido replantear mi forma de vida y… mejorar en muchos aspectos, así que sería hipócrita de mi parte solo ver las cosas malas.

―Aun así, te agradezco la oportunidad y vuelvo a reiterar mi promesa de no hacer que te arrepientas.

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Erel le proporciono ropas apropiadas, o lo que en ese planeta se consideraba apropiado, porque sinceramente Bruce se sentía un poco expuesto. Los pantalones eran de algo parecido a la seda, amplios y cómodos a la cadera, en donde una cadena con piedras azul Prusia acentuaban la "V" de esa zona. Sobre los hombros y pecho descansaba una túnica muy similar a lo que él describiría como un chaleco holgado que apenas cubría lo estrictamente necesario. Por último y para marcar su estatus VIP un brazalete tipo egipcio cortado de manera primorosa asemejando un tipo de enredadera del cristal tan azulino del cinturón, y por supuesto la pulsera ocre para poder atravesar las paredes.

Si no fuera porque se trataba de mundo distintos Bruce diría que lo habían vestido como a una bailarina árabe.

No había visto a su anfitrión llevando ese tipo de vestimenta, de hecho la primera vez que lo vio, cuando se presentó la sala sin previo aviso, y en su conversación de hace algunas horas había llevado puesto una túnica bastante grande que le cubría todo el cuerpo. Pero era de esperarse que hubiera tenido que adaptarse al sentido de "moda" de la tierra para acercase de manera menos intrusiva, sin embargo ahora que Bruce había cedido y solicitado conocer su mundo, era él quien debía dejar de lado su vestimenta en favor de encajar mejor.

Aun así no se sentía a gusto estando tan expuesto.

―Luces radiante ―elogio Erel apenas entrar y contemplarlo. ―Simplemente sublime.

Bruce apretó los labios, no pensaba ni quería ruborizarse por el cumplido, mas no pudo evitar que su corazón acelerara un poco la marcha al notar que Erel estaba vestido a juego, llevan el mismo brazalete azul, como si fueran… pareja.

Y ante ese pensamiento las mejillas del multimillonario adquirieron un tenue rubor.

―Vamos mi padre se encuentra ansioso por cocerte ―comento tomándolo de la muñeca para tirar de él.

Bruce apretó los labios y con la mayor delicadeza que pudo deshizo el agarre.

Los pasillos eran un tipo de túnel de piedra blanca excelsamente pulida, casi hasta asemejar la cascara de un huevo, porosa pero suave al tacto. Cada cierto tiempo una rudimentaria marca aparecía dibujada, suponía que era su manera de señalar las entradas a cada habitación. Una leve inclinación le hizo saber que estaban descendiendo para al fin topar con pared.

Erel tomo aire lo miro con orgullo y esperanza, esa clase de mirada de cuando muestras algo por lo que has trabajado duro y esperas que te feliciten.

Y sin mayores ceremonias simplemente el Aranteano desapareció a través de la sólida roca.

Bruce se tomó un momento para respirar y contenerla antes de seguirlo. Era una sensación peculiar como pasar a por una barrera hecha de espuma, sus ojos podían distinguir las moléculas por las que se abría paso y luego una enorme estancia le dio la bienvenida.

Simplemente aquel salón era imponente, y justo al frente una escalinata de tal vez diez escalones ascendían hasta un trono aguamarina desde donde el Rey lo observaba impávido. El techo que parecía difuminarse debido a la luz que desprendía como si en realidad se tratara de un cielo exclusivo cuyo centro desprendiera su propia luz, pero luego cuando al fin sus ojos se acostumbraron a la luminosidad pudo distinguir que el centro de aquel enorme faro era un gigantesco diamante en forma de rosa con los pétalos excelsamente detallados. Una pieza que en la tierra valdría lo mismo o más que su compañía.

Bruce se obligó a desviar la vista de tan exquisita talla para centrarse en el hombre de edad madura que descendía para hablar con él.

―Señor Wayne ―dijo con voz aterciopelada. ―Es un placer conocerlo, y es aún mayor es al saber de boca de mi hijo que ha consentido prestarnos su ayuda. Como soberano, me siento obligado de reiterarle nuestro agradecimiento ―e hizo una reverencia que incomodo un poco a Bruce.

―Padre, Bruce es un hombre increíble; estoy seguro que con su apoyo lograremos llegar a un acuerdo con la tierra ―presumió Erel con alegría.

Bruce apretó los labios, bajo la mirada y con tono medido dijo.

―Quizás están esperando resultados favorables a corto plazo, pero me temo que será más complicado de lo que piensan. Los términos de un tratado a veces duran años en litigio antes de que lleguen a un acuerdo mutuo. No estoy diciendo vaya a ser el caso, solo quiero que sus expectativas no superen la realidad y sobre todo tengan paciencia.

El Rey asintió con la cabeza al comprender como veterano político que el terrícola hablaba con sabiduría y mesura.

Con una sonrisa discreta a su hijo le dio el visto bueno a su posible pareja. Sinceramente estaba muy complacido con su elección. El hombre frente a él mostraba un porte orgulloso a pesar de estar en tierra ajena, sus movimientos eran agraciados y su constitución se mostraba fuerte, un guerrero hábil e inteligente, sabedor de normas diplomáticas y… apenas llevaba de conocerlo un par de minutos. En su defensa diría que se consideraba un buen observador y la experiencia de su larga vida le había dado la facilidad e juzgar bien los caracteres.

La sinceridad de su mirada le mostraba al Rey la bondad de su alma, les había perdonado la afrenta a su persona utilizando un razonamiento lógico. Cualquier otro se hubiera negado a escuchar incluso razones, cuanto menos concederían su ayuda.

No era sólo una necedad de dejar de lado la injuria, no, Bruce Wayne había comprendido lo sucedido, lo analizo y tomo una decisión con total y plena conciencia en tiempo record. Si no fuera porque el nivel de inteligencia, hasta ahora analizados, mostró ser menores a los suyos en casi un 70% diría que Bruce estaba al mismo nivel emocional e intelectual que uno de su especie, algo completamente imposible. Los separan siglos de evolución.

―Entonces padre, ¿estás de acuerdo? ―pregunto Erel mirándolo con ese brillo en la mirada que hacía mucho no veía en él. Y aunque debía admitir que debido a su profundo escrutinio al terrícola no había prestado atención, no tuvo reparo en consentir, confiaba en su hijo y quería hacerlo en Bruce Wayne.

―Procura no delegar demasías cosas Erel ―respondió y fue suficiente para que su hijo comprendiera.

―No lo hare padre ―concedió tomando la mano de Bruce para tirar de él hacía la salida.

Una vez fuera del salón del trono Erel casi jadeo, en los ojos tenía dos estrellas resplandecientes de dicha y sus dedos adoraban sentir el contacto de la piel calidad y sedosa de Bruce.

―¿Qué quieres aprender primero? Te lo mostrare todo. Tú sólo pide, no hay nada que no ponga a tus pies ―ofreció efusivo.

Bruce ladeo la cabeza antes de recobrar su mano evitando en lo posible que el movimiento ofendiera a su anfitrión. En ese momento le mostraba una faceta muy diferente, un lado de su personalidad que no encajaba con la primera impresión que tuvo de él y que en este momento le hizo elevar un poco la comisura de sus labios en un comienzo de sonrisa.

―Enséñame tu idioma ―solicito muy consiente que para conocer una nueva cultura se necesita leer y participar de las costumbres de los nativos y esos se logra mucho mejor cuando las barreras del dialecto son derribadas.

Erel sonrió complacido con la petición y antes de que Bruce pudiera siquiera negarse ya se había lanzado a abrazarlo enérgica y amorosamente.

Bruce gruño y rodo los ojos, este iba a ser un periodo muy molesto.

Continuara…