Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo me divierto un poco con ellos.
Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite fanfiction)
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Capítulo 42
—Vamos, nene, deja que mami coma aunque sea solo un poco de chocolate, ¿cómo es que, de todas las comidas del mundo, lo único que no me dejes comer sea chocolate? Eso es crueldad pura, y yo que te quiero tanto.
Bella sintió la fuerte patada en sus costillas.
»De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo, tú ganas —dijo mientras se sobaba el lugar en donde recibió el golpe—, no vuelvo a decir que eres cruel, pero vamos, deja que coma un poco de chocolate, llevo meses sin probarlo solo por ti.
Bella se giró cuando escuchó la risa detrás de ella, Edward estaba de pie en la entrada de la cocina con los pantalones del pijama colgándole de las caderas, mostrando la deliciosa V que conducía al camino de la felicidad, un camino que la había dejado embarazada, embarazada de un pequeño que la privaba del chocolate.
—¿Te he dicho que eres adorable cuando peleas con Sapito?
—Yo soy adorable todo el tiempo.
—Claro que lo eres —asintió entrando a la cocina y tomando una gran porción de Nutella del envase, Bella resistió las ganas de patearlo—. ¿Sigues intentando?
—Todo esto es tu culpa, solo tú puedes embarazarme de un niño que en lugar de darme la completa libertad de comer chocolate por montón, me provoca náuseas.
—El nene te quiere saludable —se burló de ella mientras la abrazaba—, además, tú ya eres lo suficientemente dulce.
—No uses esas tonterías conmigo en este momento, ¡quiero chocolate!
Bella hubiera pateado la espinilla de Edward por reírse si no fuera porque sus pies estaban hinchados y le dolería más a ella que a él.
—Regresemos a la cama.
—No, no me voy a ir de aquí hasta que este niño me deje comer chocolate. —Decidida a mostrarle a Sapito quién mandaba, tomó una cucharada de Nutella y se la llevó a la boca solo para escupirla y enjuagarse sintiendo como la conocida picazón en su garganta aparecía, lo último que quería era terminar con su cabeza dentro del escusado a las cuatro de la mañana.
Edward negó con la cabeza al mismo tiempo que se inclinaba y la levantaba en brazos.
—Esa es una pelea perdida, vamos a dormir.
—Bájame, Edward, estoy demasiado gorda.
—Boberías, sigues tan ligera como una pluma.
Bella hubiera tomado de buena manera su cumplido si no fuera porque se le fue el aire casi al final de la oración.
Llegaron a la habitación en donde Edward la acostó en la cama y se subió sobre ella, levantándole el camisón en el proceso.
Podía estar embarazada de siete meses de un bebé que le prohibía las delicias del chocolate, con seis niñas que demandaban su atención durante el día y una jornada laboral de medio tiempo, pero nada de eso evitaba que quisiera un poco de amor de Edward.
Después de todo, no podía embarazarla más de lo que ya estaba, además de que las hormonas y su sensibilidad habían aumentado, lo que la hacía disfrutar del sexo aún más.
Los orgasmos aparecían apenas Edward daba unas cuantas embestidas, a veces solo necesitaba un poco de masturbación para que estuviera jadeando por aire.
Siempre fue consciente de su sexualidad, buscando su placer, a veces los tipos terminaban antes que ella y, aun cuando estos se molestaban, ella se masturbaba para alcanzar el clímax, incluso a veces Edward la masturbaba mientras la penetraba, para que llegara al orgasmo, pero ahora con el embarazo sus puntos sensibles y su lujuria estaban aumentadas al mil.
Incluso el médico le había dicho que algunas mujeres llegaban a tener orgasmos durante el parto.
Pero, así como disfrutaba los cambios de su cuerpo —los cuales habían fascinado a Edward—, del nuevo nivel de cercanía que había alcanzado con las niñas a lo largo del embarazo, y de la sensación de saber que estaba creando una vida, a pesar de todo eso, Bella sabía que no volvería a pasar por otro embarazo.
Una de las razones era el miedo que le tenía al parto; el trabajo de parto, la dilatación, el expulsar a un niño, el reajuste de su cuerpo después del embarazo, cientos de cosas la hacían negarse a pasar por otro embarazo.
Otra razón, y la que más peso tenía, era el tener seis niñas y un niño, había siete menores en casa y solo dos adultos, una familia de nueve, definitivamente no pensaba alcanzar un numero de dos dígitos.
Por eso es que Edward se había hecho la vasectomía tan solo una semana después de revelar el sexo del bebé.
No más sorpresas.
Jasper había estado receloso de hacerlo, aun cuando Angela le pidió que también se hiciera la vasectomía, pero cuando la presión de Angela subió y la internaron de emergencia, Jasper se sometió a la cirugía apenas ella estuvo estable.
—No la volveré a poner en peligro, mis hijos necesitan a su madre y yo la necesito conmigo.
Angela había permanecido en reposo absoluto después de que la dieran de alta, las probabilidades de que el parto se adelantara eran muy altas, por lo cual estaban monitoreándola y llevándola al médico ante cualquier anomalía.
Sophie se quedaba en casa con ellos varias veces a la semana, otras lo hacía en casa de Carlisle y algunos fines de semana se iba para Forks.
Con Angela en reposo desde los cinco meses y Bella viviendo su propio embarazo con seis niñas demandando su continua atención, terminó por contratar a cuatro nuevas empleadas. Angela y ella siempre serían la imagen de la marca de su tienda, pero ahora con ésta creciendo gracias a la ayuda de Amun, con sus respectivos embarazos avanzando y su familia necesitando atención, ya no podían hacerse cargo de todo ellas solas, debían aprender a delegar responsabilidades y confiar en que las personas que contrataron estaban plenamente capacitadas para realizar el trabajo. Amaban su tienda, habían luchado por ella, trabajando horas extras, viviendo solo con lo justo en sus bolsillos, haciendo de todo para cumplir su sueño, les faltaba mucho por lo que seguir trabajando, pero aún tenían mucha vida para hacerlo.
Bien podían aplazarlo solo un poco y disfrutar plenamente de sus embarazos.
Bella lo disfrutaba aún más cuando tenía un esposo maravilloso que era su compañero de vida, quien la apoyaba en las buenas y en las malas, y seis niñas que la motivaban a levantarse cada mañana y ser mejor persona, mujer y madre.
¿Qué más podía pedir de la vida?
Quizás que Elizabeth dejara de molestar, pero por lo menos Esme y Sue la mantenían a raya, Sue reclamando su derecho como la abuelita favorita de las niñas y Esme marcando su territorio con su hombre.
Los celos y la posesividad de Esme solo aumentaron cuando Carlisle aceptó someterse a una minúscula cirugía de estiramiento facial, lo suficientemente discreta para que no fuera objeto de burlas por parte de sus amigos, pero con lo justo de notorio que lo hacía verse más joven.
El cambio de ropa y el retoque de canas en su cabello lo hacían verse aún más guapo.
Quizás era su suegro, pero Bella sabía reconocer a un hombre guapo, y si Edward había heredado los buenos genes de su padre, ella se veía siendo tan celosa como Esme, incluso un poco más.
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Edward terminó de acomodar la cuna en el rincón que Bella le señaló, la habitación del bebé había quedado lista tres días antes, él había pensado que terminaría siendo de color verde, debido al apodo con el que todos lo llamaban, pero al final había sido principalmente azul.
Él no lo había notado a primera vista, de hecho, le había agradado la habitación, tenía toques tanto de él como de Bella, aunque había más de Bella, pero fue hasta que Rosalie se presentó en casa para llevares unas prendas que al bebé Sam ya no le quedaban y que podía usarlas Sapito, que le dijo el tipo de habitación que era.
—¿Acaso nunca leyeron el cuento de La princesa y el sapo? —preguntó Bella con el pequeño Sam en brazos—. Él es mi sapito así que merece un cuarto a la altura, ¿no crees?, después de todo, será un príncipe luego de que la princesa lo bese.
—¿Y tú eres la princesa? —preguntó Rosalie rodando los ojos, aunque por la sonrisa en sus labios, daba a entender que no quería ser grosera en ningún sentido.
—Diría que sí, pero da la casualidad que acaban de llegar los disfraces para el cumpleaños de Tamara, y Hailey ha encontrado el suyo.
Justo en ese momento, la más pequeña de sus hijas apareció con una tiara y una varita, gritando en su propio idioma.
Le gustaba la habitación, tenía una cuna con dosel, una mecedora, los armarios y uno que otro juguete y peluche, además que en una de las paredes, Nessa junto con sus amigas, habían pintado un mural de Winnie Pooh.
La habitación del bebé estaba lista para su llegada, pero ambos habían acordado que, durante los primeros tres meses, Sapito dormiría en la habitación con ellos, de ese modo lo tendrían cerca y podrían controlarlo más fácilmente durante la noche.
Nunca había sido un hombre que esperara tener un hijo varón que siguiera sus pasos, amaba a sus hijas, las amó desde el primer minuto que supo de su existencia, nunca le molestó tener solo niñas, aun cuando sus amigos y colegas soltaban comentarios que insinuaban que no estaría completo hasta tener al niño, él no lo veía así, sus hijas eran su orgullo, sabía que llegarían lejos y serían incluso más grandes que él.
Nessa había entrado al club de lucha, ganando sus últimos cinco encuentros, obteniendo el título de invicta, su primogénita era un hueso duro, había heredado la vena competitiva tanto de él como de Tanya, siempre queriendo sobresalir y demostrar que ella era la mejor.
Tamara estaba dando todo de sí en sus clases de ballet, su profesora solo tenía elogios y halagos para ella, les había dicho que si su nivel aumentaba pronto estaría lista para pertenecer al grupo de las avanzadas, convirtiéndose así en la más joven de la academia en estar en el grupo de elite, incluso Tanya le había dicho que verla bailar en el escenario era simplemente magnífico, su hija más rebelde terminó siendo la más delicada de todas.
Las gemelas eran dinamita pura, su energía parecía no acabarse nunca, por lo que Edward las motivó a unirse al equipo de triatlón de la escuela, ambas estaban felices hasta el momento y era lo que él buscaba. Sus gemelas habían sido las más reservadas de todas, sabiendo que su madre ni siquiera les llamaba en Navidad, por mucho tiempo se sintieron aisladas y por más que Edward había tratado de hacerles ver que fue Alice quien no supo entender el maravilloso regalo que eran, las gemelas no cooperaban, pero desde que Bella llegó a sus vidas, siendo la fan número dos —ya que él era el primero— de todas ellas, su confianza había aumentado y ahora eran un par de parlanchinas que raramente guardaban silencio.
Gretchen y Hailey, sus pequeñas bebés, aún tenían una vida por delante, pero sabía que con Bella y él a su lado, el cielo sería el límite para las dos. Gretchen estaba en la liga infantil de béisbol y le encantaba, y le gustaba aún más al saber que Sophie estaba junto con ella.
Sus hijas no habían tenido muchas amigas, solo las justas, pero, aunque aún mantenían su número de amigos bajo, les era más sencillo socializar y entablar conversaciones con las personas a su alrededor.
Sin embargo, eso no significaba que no le emocionara que Sapito viniera en camino, era el mismo tipo de emoción que sintió con sus hijas, era un niño más al que amar y atesorar. Una alegría más en casa.
Era plenamente consciente de la influencia que Bella había tenido en la vida de sus hijas para mejor, en cómo había hecho que sus cualidades resaltaran y se sintieran orgullosas de ellas, por eso es que sabía con certeza que Sapito sería un rayo de luz en la casa, una pequeña parte del espíritu loco, aventurero y valiente de Bella corriendo por el mundo, ese niño haría grandes cosas y Edward no podía esperar para verlo brillar como sus hermanas.
Aunque tampoco ignoraba que, si heredaba siquiera una cuarta parte del encanto de su madre, tendría una horda de noviecitas desde preescolar, solo esperaba que Bella no se alterara por eso, aunque conociéndola como lo hacía, quizás hasta se haría amiga de las madres y planearían su boda juntas.
Aún recordaba lo tristes que Angela y Bella habían estado cuando se dieron cuenta que sus hijos no podrían casarse y ellas no podrían ser consuegras.
A veces tenía curiosidad sobre qué tantas promesas y pactos se habían hecho esas dos a lo largo de su vida… pero también le daba un poco de miedo averiguarlo.
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Bella sintió al bebé moverse dentro de ella, con siete meses era un verdadero huracán, lo era aún más cuando Hailey y Gretchen estaban cerca.
Ambas estaban fascinadas con el cambio en su cuerpo, la primera vez que Gretchen notó la elevación en su vientre fue durante una noche en donde tuvo una pesadilla y Bella fue a consolarla, al acostarse junto a ella y abrazarla, Gretchen chocó contra la barriga notando la dureza y los leves movimientos.
Hailey lo había notado mientras la secaba después del baño, Bella acostumbraba a sentarla en su regazo mientras le embadurnaba de crema corporal, la niña siempre la abrazaba, recargando su cabeza contra sus pechos, pero en esa ocasión se vio detenida por la barriga que no le permitía estar tan cerca.
—Es tu hermanito, nena, está creciendo aquí, y él también quiere ser parte del abrazo.
—¿Uta ashos?
—Le encantan tanto como a ti y a mí.
Habían sido unos buenos meses, incluso la presión de Angela estuvo controlada, y Jasper estaba siempre a su lado cuidándola y siendo el papi que Sophie tanto quería, Ben había dejado de figurar en su vida.
Aunque su presión estaba controlada, le recomendaron hacer reposo, por esa razón es que Bella había ido de compras sin ella, aun cuando Angela le arrojó el cojín y le gritó lo mala amiga que era para después decirle que le trajera helado de yogur.
Le gustaba ir de compras, aunque lo que le agradaba aún más era el tiempo de calidad que pasaba junto con Angela, y dado que ella no podía y Edward planeaba llevar a las niñas a la piscina, decidió ir al centro comercial a comprar unas cuantas cosas para Sapito.
Sin embargo, las gemelas se negaron a ir a la piscina y ahora Bella las tenía con ella como sus ayudantes.
Les había pedido que eligieran algunos mamelucos que les agradaran, no les había puesto restricciones, si ellas querían vestir al niño con estampado de leopardo, medias verdes y un gorrito rojo, entonces Sapito se vestiría de esa manera.
Bella tomó del perchero un juego de tres pañaleros con estampados de ositos, conejos y patitos, agarró un segundo juego para el pequeño August, además de uno en rosado, la pequeña Elle también merecía un obsequió de su tía favorita.
Siguió viendo el resto de las prendas, mirando cada dos minutos a las gemelas, quienes se mantenían juntas, sonrió al notar a Kailani tomar una manta de un verde fosforescente solo para que Mila negara con la cabeza y la hiciera regresar la manta a su lugar.
Amaba a sus gemelas.
—Así que por fin alguien pudo ponerte un bollo en el horno.
Bella frunció el ceño y se giró para ver al tipo rubio con traje, solo su estúpido exnovio aparecería justo cuando estaba de compras.
Los treinta no le habían sentado mal a Riley, pero teniendo el marido que tenía, quien la llevaba en brazos a la cama cuando se quedaba dormida, el mismo que no se quejaba de su peso cuando lo montaba durante la noche, su ex parecía un pequeñín que usaba la ropa pegada para que notaran sus diminutos músculos.
Y aunque quería gritarle que se alejara de ella, puso su mejor sonrisa hipócrita y lo saludó con la mayor amabilidad de la que era capaz.
—Hola, Riley. Qué sorpresa encontrarte aquí, ¿comprando cosas para tu bebé?, porque bueno, ya ves que yo sí.
Se acarició la barriga con toda la intención de hacer molestar al idiota frente a ella, no era tan amable después de todo.
—No tengo hijos.
—¿No me digas que solo entraste a la tienda porque me viste? —se burló—, porque eso sí es tener un problema.
—Solo quería ver si la perra que abortó a mi bebé sería capaz de estar embarazada.
No era la primera vez que se lo echaba en cara, Bella recordaba que la vieja bruja de su madre había ido con Charlie a contarle que era una asesina, su papi no le había creído ni un poco y le advirtió que, si no se alejaba de Bella, la arrestaría por alteración del orden público.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no estaba embarazada? Tú querías embarazarme, perforaste el puto condón para conseguirlo, que no funcionara tu estúpido y misógino plan porque estaba con los anticonceptivos, no es mi jodido problema.
—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó el guardia que había estado en la puerta de la tienda.
—¿Mamá?
Bella les sonrió a las gemelas que se acercaban con un par de mamelucos para el bebé.
—¿Eso es lo que han escogido? Porque creo que es hora de ir a casa.
—Tú no te vas de aquí hasta que yo diga. —Le tomó del brazo tirando de ella, el guardia se acercó al mismo tiempo que las gemelas daban un paso atrás sorprendidas por la acción y Bella estrellaba su puño contra la nariz operada del rubio, la misma que ella había cuidado y besado tiempo atrás.
Podía estar embarazada, con las gemelas a unos cuantos pasos, pero había sido educada por un policía que le enseñó a ella y a Angela cómo dar un jodido puñetazo para defenderse.
Era bonita pero no indefensa.
—Nueve años y por fin puedo golpearte como quería hacerlo —dijo mientras se sobaba los nudillos—, Angela estará celosa por no haberlo visto.
Riley se quejaba mientras sostenía su nariz que sangraba.
—Perra.
—Me han llamado de formas peores —se encogió de hombros—, no te me vuelvas a acercar, pequeña escoria humana, o la siguiente vez tendrás que regresar con tu cirujano para que vuelva a alargar tu pequeño maní.
Bella pudo ver la risa que el oficial intentó ocultar, pero fue lo suficientemente rápido para detener a Riley y evitar que se acercara a ella.
Sabía que el oficial también la detendría por golpear al rubio idiota, pero realmente estaba esperando que Edward llegara, podía cuidarse sola, había sido educada para ser lo más independiente posible, sin embargo la intimidación que su esposo causaba, le vendría muy bien.
James había sido agradable una vez que su atención estuvo centrada en Tanya, pero estaba segura de que Riley solo sería un dolor en el culo y no precisamente un dolor placentero.
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—No es bueno que alteres a Bella.
—¿Alterarla? Golpeó a un tipo, ¡lo golpeó! Si el oficial no hubiera intervenido, ¿qué carajo hubiera pasado?
—Pero no pasó.
—Pero pudo haber…
—Pero no fue así —le interrumpió Carlisle—, Bella está bien, las niñas están bien.
—Y encontré la dirección del idiota —dijo Esme apareciendo con tablet en mano—, solo necesito un martillo, pintura y cinta adhesiva, y Riley nunca olvidará que lo peor que pudo hacer fue acercarse a Bella, así que, opino que deberíamos ir a medianoche a hacerle una visita, pero acepto sugerencias.
—¿¡Qué!? Esme, no vas a hacer nada ilegal.
—Es ilegal si me atrapan, y no lo harán, nunca lo han hecho.
Edward se rio sin poder evitarlo, siempre podía cortar con Esme para un plan maquiavélico, hubiera preguntado más acerca de su plan, pero por el ceño fruncido de su padre, quizás no era buena idea.
—Regresa a casa con Bella y las niñas, yo me encargaré de Esme...
—¿Encargarte de mí? A no ser que me ates en la cama y me des unos cuantos azotes, no creo que puedas detenerme, y hablando de azotes, ¿qué te parece si salimos esta noche y vamos a aquel motel en donde...?
Edward corrió lejos de la casa de su padre mientras este se ponía colorado.
…
—No me dejaste romperle la cara —protestó viendo cómo Bella doblaba la ropa del bebé después de haberla lavado, la habitación completa olía a suavizante de bebé.
—Se hizo en los pantalones cuando te vio, cariño, además lo último que necesitábamos es que te detuvieran a ti también, ¿qué clase de ejemplo le daríamos a las niñas?
Edward se encogió de hombros de solo recordar a las gemelas contándoles a sus hermanas cómo es que Bella hizo sangrar la nariz del tipo rubio.
—Podrías pagar mi fianza, además de ese modo las niñas sabrían que su padre las defendería cuando lo necesiten.
—Y lo saben, así como ellas solas saben defenderse.
—No dudo de tu capacidad, pero estás embarazada.
—Lo sé, Edward —suspiró dejando de acomodar la ropa del bebé—, no planeaba golpearlo pero, lo odio tanto, es un maldito imbécil.
—No me has contado mucho de él —dijo sentándose en la cama—, solo que fuiste su prometida.
—No hay mucho que contar, era boba y enamoradiza, pensaba que era el indicado, pero cuando le dije que iba a renunciar a mi trabajo en el laboratorio y abrir la tienda junto con Angela, él enfureció diciendo que era una estupidez dejar un buen trabajo y una paga segura por un sueño que posiblemente ni fuera a funcionar. Me peleé con él esa noche y lo corrí de mi departamento, pero era estúpida y su prometida, así que le di otra oportunidad.
—Supongo que las cosas no funcionaron.
—Ni un poco, intentó embarazarme pero no le funcionó. Ya había pensado en terminar lo nuestro, pero cuando descubrí que pinchó los condones ni siquiera dudé, terminé nuestro compromiso y no volví a verlo.
—Idiota.
—Lo es, él siempre pensó que aborté al bebé, incluso enfureció aún más cuando se enteró del embarazo de Angela, no importa cuánto le dije que nunca estuve embarazada.
—Voy a golpear a ese imbécil.
Bella lo detuvo cuando intentó levantarse de la cama.
—No, no lo harás, Riley no vale la pena.
—Le rompiste la nariz.
—Eso sí valía la pena.
—Bella…
—Edward, es solo un imbécil enojado, lo golpeé porque es algo que quería hacer desde hace mucho, puede ser un idiota pero no sé acercará después de verte, incluso puedo decir que temerá de seguir en la ciudad.
—No me convences.
—Tengo mis maneras —le sonrió antes de quitarse la blusa—. Espero esto sea suficiente para convencerte por las siguientes horas, hasta que llegue mi hora de dormir.
A Edward no le pasó desapercibido el énfasis que hizo.
Muchas horas después, con ayuda de Esme y Jasper, quien había asistido en lugar de Angela, pintaban la fachada de la casa de Riley junto con su jeep.
No podía romperle la cara, pero sí vengar a su esposa.
hola!
Agradezco infinitamente su paciencia, son las mejores.
Yanina, muchas gracias por la ayuda con la revisión del capítulo, eres la mejor en el mundo entero.
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