Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo me divierto un poco con ellos.


Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite fanfiction)


Capítulo 1

Bella sonrió contra los labios de Edward, era raro que él terminara el beso, por lo regular era entusiasta cuando la besaba, no es que se quejara, pero después de acostumbrarla a ser ella quien parara las cosas, le parecía raro que él lo hiciera por voluntad propia.

—¿Ocurre algo? —preguntó jugando con los rizos de su nuca—. Creí que pensabas llevarme a la cama, no parar de besarme.

—Bueno… tengo que hablar contigo, primero.

—¿Hablar?, la última vez que escuché esas palabras fue de mi ex y terminó conmigo.

—No voy a terminar contigo, nena —aseguró descansando sus manos en la parte baja de su espalda—, quiero que formalicemos, hemos estado juntos por casi seis meses y creo que eres la indicada para mí.

—¿Lo crees? —preguntó sin poder esconder la sonrisa en su rostro.

—Estoy completamente seguro de que eres la mujer indicada para mí, eres tan hermosa, carismática y única, estoy tan enamorado de ti que no puedo imaginar pasar un día más alejado de tu lado.

Bella sonrió encantada por las palabras de Edward, nunca se había sentido de la manera que él la hacía sentir, en sus anteriores noviazgos nunca se imaginó hablar de formalizarlo, pero con Edward era distinto, él era tan centrado, atento, recordaba las fechas importantes y sobre todo era tan masculino, le encantaba, lo amaba, estaba loquita por él.

—¿Me quieres decir lo que creo que quieres decirme, amor?

Edward se rio besando su mejilla suavemente, Bella giró su rostro para capturar sus labios, no había necesidad de que él expresara en palabras sus deseos de que se mudara con él —sabía que había estado revisando camiones de mudanza y le había preguntado cuándo terminaba su contrato del departamento unas noches atrás—, eran adultos, sabían lo que querían y Bella estaba completamente segura de que quería estar con Edward.

Vivir juntos era el próximo paso en su relación.

¿Alguna vez dejaría de amarlo?

La respuesta era clara, jamás dejaría de hacerlo.

Comenzó a tirar de él para que la llevara a la habitación, pero Edward de nuevo la detuvo, esta vez separándola de su cuerpo sin importar su dura erección con la que Bella se había estado restregando.

—Espera, amor, tengo que decírtelo antes.

—Está bien, lo haremos a tu modo —suspiró—. ¿Qué quieres decirme, amorcito?

Edward parecía nervioso, casi como si estuviera a punto de vomitar, su rostro pálido y sus labios resecos la llenaron de temor.

¿Estaría sufriendo un paro cardíaco? Solo tenía cuarenta años, once más que ella, era un hombre sano que comía saludable e iba al gimnasio, y hasta donde sabía no tenía ninguna insuficiencia cardíaca o algo parecido.

Tal vez solo estaba nervioso, después de todo, que le pidiera mudarse con él cuando normalmente pasaban las noches en el departamento de ella, era para estar nervioso, tal vez tenía un departamento varonil el cual sin duda necesitaría un toque femenino.

Bella estaba preparada para ello, desde la primera cita con Edward supo que era un hombre al que le gustaba tomar cerveza y gritarle al televisor viendo a una bola de hombres sudorosos jugando algún estúpido juego que ella no entendía ni se molestaba por entender, pero le atraía lo suficiente como para tolerarlo, ahora lo amaba y podía con un departamento varonil lleno de cerveza y comida chatarra.

—Quiero que te mudes conmigo y mis hijas.

La sonrisa de Bella se congeló, posiblemente había escuchado mal, lo más seguro era que los vecinos de al lado, los cuales tenían dos hijas, hablaron lo suficientemente alto como para amortiguar las palabras de Edward.

Eso debía ser, pero y si...

—Nene… creo que no te escuché bien. —Se alejó sintiendo como su cuerpo temblaba—. Creo que te escuché decir que quieres que me mude contigo, lo cual quiero hacer, pero creo que escuché algo de... ¿hijas?

—Bells…

—Sé que escuché mal, porque tenemos casi seis meses juntos y nunca, jamás, me mencionaste nada de hijas.

—Nena…

—Dime que escuché mal, Edward, realmente estoy a punto de entrar en una crisis.

—No es para tanto, Bella, tengo hijas y siento no haberte dicho antes, pero justamente no quería esta reacción tuya, me conoces, amor, sabes que te amo y no te lastimaría.

—Pues evidentemente lo has hecho —declaró Bella intentando controlar el temblor en su cuerpo, saber que su guapo novio, el cual había presumido a sus amigas, tenía hijas cambiaba todo lo que creía de él—. Ponte en mi lugar, Edward, creí que te conocía y ahora me sueltas que tienes hijas. ¿Cuántas hijas? ¿Dos, tres?

—Seis.

—¡Vete de mi casa!

—Nena…

—No, Edward —lo detuvo cuando dio un paso hacia ella—, esto es más de lo que puedo soportar, es malo que me lo hayas ocultado, lo es mucho más que sean seis niñas, me ocultaste gran parte de tu vida. ¿Qué más hay? ¿Aún estás casado?

—No, no estoy con ninguna de sus madres.

—¿Sus? ¿Quieres decir que no solo has tenido una mujer antes sino que has tenido varias con las que tuviste hijas?

—Hablas como si tú no hubieras tenido parejas antes de mí.

—Con ninguno tuve hijos —recalcó—, y si los hubiera tenido, sería lo primero que te hubiera dicho, además no es como si pudieras esconderlas en el armario, ¡son seis niñas!, no es poca cosa.

—Sé que es difícil de asimilar.

—Es más que simplemente asimilar, cuando me pediste vernos hoy pensé que me pedirías mudarme contigo, somos adultos, podemos formalizar cuando nosotros queramos, pensé que lo más preocupante sería conocer a tus padres, hermano y hermana, no que querías presentarme a unas niñas de las cuales no tenía ningún conocimiento.

—Lo siento…

—¡Debes sentirlo! Vete, Edward, necesito pensar sobre lo nuestro.

—Me amas, Bella, me amas tanto como yo te amo a ti —declaró tomándola de los brazos sin dejarla moverse, ejerciendo más presión de la necesaria—, no me pidas que te dé tiempo para pensar sobre nosotros, sé que te tendría que haber contado sobre mis niñas, pero tenía miedo, miedo de perderte cuando apenas te estaba conociendo.

—No puedo escucharte ahora, Edward —se zafó de su agarre, sabía que por la mañana tendría feos cardenales—, realmente no puedo, lo único que está en mi mente es que tienes seis hijas y nunca me lo dijiste, me duele que me lo ocultaras y que me dejaras ilusionarme con lo nuestro cuando ahora ni siquiera sé si quiero continuar, no estoy lista para un compromiso tan grande… Por favor, Edward, vete, necesito tiempo…

Se dejó caer en el sofá, sintiendo cómo su perfecta relación se destruía frente a sus ojos.

—Nena…

—Por favor, Edward… por favor, déjame sola, por favor.

Escuchó el suspiro de Edward seguido de los pasos alejándose de ella, la puerta cerrándose con más fuerza de la necesaria y el grito de frustración en el pasillo.

Era más de lo que podía soportar.

Seis hijas, su perfecto novio al que amaba con locura tenía seis hijas.

Definitivamente no estaba preparada para esa noticia.

—No puede ser, es un maldito imbécil.

Bella asintió a las palabras de su mejor amiga y socia, Angela, se conocían desde que eran unas crías que corrían en ropa interior a lo largo del patio trasero mojándose con los aspersores del jardín.

Angela la había acompañado secretamente en la primera cita con Edward, sentándose varias mesas alejadas pero lo suficientemente cerca para intervenir si Edward resultaba ser desagradable, ese no fue el caso y ambas al final de la noche terminaron chillando de emoción por lo encantador que era Edward, por eso mismo la había llamado después de terminar de llorar. Ahora ambas estaban recostadas en el sofá del departamento de Angela, terminándose el helado y llorando sus penas por lo estúpidamente enamorada que estaba del tipo que tenía seis hijas y no le había contado nada acerca de ellas en los cinco meses y veinticinco días que tenían de relación.

Estaban a punto de mudarse juntos y él apenas le decía sobre seis partes importantes de su vida que no podía desaparecer como si nada.

—Me siento peor que cuando James me terminó porque creí estar embarazada.

—Edward es un idiota, pero al menos te lo dijo antes y no cuando estabas entrando a la casa con tus cosas y encontrándote con seis compañeras de casa. ¿Cuántos años tienen?

—No tengo idea, le pedí que se fuera, no quería escucharlo, no podía hacerlo.

Bella lloró sin poder evitarlo, lo extrañaba tanto, pero no podía evitar estar enojada con él. Tal vez estaba exagerando un poco, muchos hombres tenían hijos a los cuarenta, incluso Angela había salido con hombres con hijos, pero seis hijas era más de lo que podía soportar.

Había omitido deliberadamente una gran parte de su vida y temía que no fuera lo único que le ocultó.

¿Y si realmente no la amaba?

¿Y si solo quería una madre que se hiciera cargo de sus hijas?

¿Y si era de esos tipos raros que buscaban chicas para embarazarlas?

¿Y si tenía más chicas en ese momento?

Los brazos y el sollozo de Angela junto a ella le dijeron que había hablado sin pensar y ahora tenía a su amiga consolándola de sus grandes temores.

—Todo estará mejor, Bells, él es un estúpido que se está perdiendo el maravilloso placer que es tenerte a su lado, él y su estúpida omisión son los únicos culpables, nunca encontrará a una mujer que se iguale a ti, sus hijas hubieran tenido suerte de tenerte.

Bella lloró por la siguiente hora hasta que la pequeña niña de Angela apareció en la sala con su mantita en la mano y pidió ser arrullada por la tía Bella.

Bella se quedó dormida en el sofá con Sophie entre sus brazos, pensando en que no era una mujer que podría hacerse cargo de seis niñas.

Bella sentía su cabeza doler, habían pasado tres días desde la última vez que vio a Edward, había pasado las noches anteriores con Angela y Sophie, comiendo helado y bebiendo alcohol al por mayor, la tienda estuvo cerrada los días pasados, pero era un nuevo día y, aunque aún quería golpear a Edward por destruir su cuento de hadas, debía seguir con su vida y su tienda de maquillaje era lo más importante para ella en ese momento y donde debía concentrar todas sus emociones.

La mañana había pasado normal, con las clientas habituales, las chicas de la academia de ballet pasaron a comprar brillo labial y unos cuantos labiales de colores llamativos.

Angela entró a la tienda después de llevar a Sophie a su clase de gimnasia, la cual tenía lunes, miércoles y viernes, los mismos días en donde Bella se quedaba a cerrar y Edward pasaba por ella para llevarla a cenar o pasar el rato en su departamento, ahora tendría que ser ella quien condujera de regreso a su departamento y cenara sola sin ninguna compañía.

Te odio, te odio, te odio, te odio tanto porque me hiciste amarte, pedazo de idiota, cucaracha con patas, energúmeno, pedazo de idiota, bueno para nada, rena...

—¡Bella! —El grito de Angela la sacó de su palabrería interna, o al menos pensaba que era interna hasta que notó que las mujeres a las que atendía Angela estaban ruborizadas.

—Lo siento.

—No importa —le aseguró la rubia—, entiendo perfectamente, mi exmarido es un idiota y me encontrarás más veces de las necesarias insultándolo entre susurros.

—Es mi papá, mamá.

—Sí, cariño, pero eso no evita que sea un idiota en ocasiones.

Bella sonrió ante el apoyo de la mujer.

—¿En qué podemos ayudarlas?

—Necesito un labial personalizado, mi hija tendrá su primer baile en unos días y necesita lucir estupenda.

—Entiendo por completo, ¿cuántos años tiene?

—Doce, por eso quiero uno personalizado, que sea lo suficientemente suave para una niña pero que tenga un color llamativo.

Bella asintió viendo a la niña junto a ella, que miraba los pigmentos de colores oscuros.

—Puedo hacerlo, ¿qué color te agrada...?

—Marie.

—¿Qué color te agrada, Marie?

—El morado, pero mamá dice que es muy oscuro para mí.

—Lo es —intervino la mujer de inmediato.

—Estoy segura de que encontraremos el color que les guste a ambas.

Bella pasó la siguiente hora llegando al color adecuado que gustara tanto a Marie como a su madre, estaba tan acostumbrada a ese tipo de compras que sabía que con paciencia llegarían a un acuerdo, así como que terminarían comprando más de uno e incluso llevándose uno de los prefabricados.

—Pueden pasar en tres días por ellos, mi compañera les hará el recibo.

—Muchas gracias.

Madre e hija se marcharon felices por sus compras.

...

Fue una tarde tranquila, Angela se marchó a la hora de siempre dejándola sola. A pesar de que su amiga le dijo que por única ocasión podían cerrar temprano, Bella se negó y se quedó a seguir con su trabajo.

Estaba tan concentrada en la tabla de matices que se sobresaltó al escuchar el golpe de la puerta de un auto, rápidamente levantó la vista para ver quién había estacionado.

Lo vio del otro lado de la calle, se puso de pie inmediatamente y corrió a la puerta, pero antes de que pudiera llegar a cerrarla, Edward la abrió y entró a la tienda.

—Bella...

—Vete de aquí, Edward, te dije que no quiero verte.

—No me lo dijiste, además has ignorado mis llamadas y mensajes.

—Debiste entender las indirectas, no quiero verte.

—Bella, han pasado tres días, al menos déjame hablar contigo.

—No quiero.

—Estás siendo infantil.

—No es así, estoy molesta y no quiero hablar contigo, así que vete.

—No me voy hasta que me dejes hablar.

—Tienes que regresar a casa con tus hijas, Edward.

—Ellas están con la niñera como cada miércoles.

—Lo cual confirma que eres un idiota y no quiero verte.

—Isabella...

—No, ni creas que con ese tono sensual que hace que se me mojen las bragas caeré por ti, no importa que estés usando justamente la camisa con la que me amarraste las manos la primera vez y lleves esa corbata con la que me vendaste los ojos y me hiciste que…

Bella chilló al notar que Edward ni siquiera había movido un dedo para tocarla y ella ya estaba fantaseando con que la subiría al mostrador y…

»¡Vete, vete, vete, vete! —Se tapó la cara y se giró para no verlo.

—Está bien, por esta noche me iré, pero mañana vendré y no me iré tan fácilmente —susurró a escasos centímetros de ella—. Por cierto, estoy usando el mismo bóxer que usaste la mañana siguiente de nuestra primera vez.

—Te odio.

—Odias que no te tome en este momento.

Bella chilló exasperada y huyó detrás del mostrador, dejando que Edward se marchara.

Después, sola en la privacidad de su tienda, lloró sin que nadie la escuchara.

La vida era tan condenadamente injusta.


Hola!

Otra nueva historia, espero me acompañen en esta aventura.

Seis hijas, un paquete grande, ¿Bella le dará una oportunidad? ¿Edward se rendirá?

Yanina, muchas gracias por la ayuda con la revisión del capítulo, eres la mejor e infinitas gracias por acompañarme en una nueva aventura.

Déjenme sus comentarios opiniones críticas teorías o lo que quieran compartir conmigo en un review.


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