Lista de canciones (escúchenlas después del recuerdo) para que lloren a gusto:
• My Lovely Kim Sam Soon OST / 10. Gravity - Lim Soon Bum. (Una mujer embarazada)
• Sonido ambiental de viento... (Ese no es Kanon)
• Black Blood Brothers OST / 30. Kokou Soshite Unmei. (No eres tú)
• Black Blood Brothers OST / 37. Mimiko. (¿Puedo...?)
• My Lovely Kim Sam Soon OST / 13. She Is [Inst.]. (¿Estás molesto?)
• Ji Sun / Loveholic. (Intentarlo una vez más)
• Kim Jung Eun / Inside My Heart [versión piano]. (Hay cosas que un "lo siento" no repara)
• Kim Jung Eun / Inside My Heart. (Te equivocaste)
• My Lovely Kim Sam Soon OST / 12. Be My Love [Inst.]. (Del alivio al desconcierto)
• Black Blood Brothers OST / 32. Spirit. (No puedo mentirte y decirte que...)
Todas y cada una de las canciones me inspiraron a escribir este capítulo. Además, eso que ven al lado de los nombres de las canciones es una frase clave del fic que los llevará al momento preciso donde podrían empezar a escucharlas.
Es opcional.
Yo sólo lo comparto la lista porque quería hacerlo jejeje.
Disfruten del capítulo más esperado del fic.
•
XVI
Sentimientos Humanos
.
Era apenas medio día en el Santuario de Athena, cuando la espalda de Milo de Escorpio se estrelló violentamente contra uno de los pilares del coliseo de entrenamiento. La estructura no se vino abajo, encima de él, por pura suerte. El santo, el cual había dejado atrás de sí un pequeño cráter en el pilar, cayó adolorido con una rodilla sobre el piso. Parecía luchar para recuperarse de ese golpe, el cual afectó no sólo su espalda, sino también su abdomen entero.
Aioria de Leo, su compañero de entrenamiento, se apresuró hacia Milo para saber si se encontraba bien.
«Ese golpe, debió evadirlo» pensó extrañado.
Milo era bastante rápido. No más que él, por supuesto. Pero era difícil darle un golpe como aquel de esa forma tan directa.
Esquivar aquella patada, debió haber sido bastante fácil para Milo.
¿Qué le pasaba? Se le veía poco concentrado últimamente, ahora también durante los entrenamientos.
—¿Estás bien, amigo? —le preguntó Aioria, ayudándolo a pararse.
—Sí —inhaló adolorido, se incorporó derecho poco después, sosteniéndose el estómago—. Me distraje.
—Eso es lo que no entiendo, tú nunca te distraes… menos cuando nos enfrentamos —señaló Aioria pensativo.
Milo no respondió a eso, pero se le notó un poco dispuesto a debatir. ¿Desde cuándo Milo no defendía su desempeño en los entrenamientos? Quizás porque sabía que Aioria tenía razón y nada de lo que estaba haciendo era lo acostumbrado.
Ambos hombres se sentaron en las gradas mientras veían como poco a poco, más aspirantes y santos (en su mayoría, de plata) iban llegando para ponerse a entrenar. Hasta entonces, ellos habían sido los únicos en el coliseo.
—¿Ocurre algo malo? —le preguntó Aioria, luego de que él y Milo hablasen un poco de cosas triviales como el cambiante clima o lo tranquilas que habían estado las cosas desde que Hades y Poseidón fueron puestos a dormir.
—¿Por qué intuyes que hay algo mal? —le devolvió la pregunta como quien batea una pelota de béisbol.
Ante los ojos de Aioria, Milo estaba ocultando algo. Algo que, en definitiva, no debía ser de su incumbencia, pero ese lado fraternal que él sentía por sus compañeros, no pudo evitar salir a flote y meter sus narices en el asunto.
—Bueno, has actuado extraño últimamente.
—¿Extraño? ¿De qué hablas? —Milo lo miró curioso.
—Sueles llegar tarde a las reuniones y a los entrenamientos…
—Ya les dije que a veces me quedo dormido —contestó riéndose.
—La mayor parte del día estás de pie en alguna aparte mirando hacia la nada…
—¿Acaso pensar en mis asuntos es un crimen ahora? —así como vino la risa, así desapareció cuando entrecerró sus ojos.
—Tienes cambios de humor como ese —señaló.
—Soy un ser humano, claro que cambio de humor —alzó los hombros con despreocupación.
—¿Y qué dices de la inmensa cantidad de flores de hace dos semanas? —Aioria frunció el ceño.
—Me apetecía tenerlas —siendo esquivo, Milo desvió sus ojos hacia un grupo pequeño de aspirantes que se golpeaban como niños asustados, qué vergüenza daban.
Sabiendo bien que Milo estaba haciendo todo por no responder a sus preguntas, Aioria suspiró un poco impaciente.
—Tú también compraste flores, y no veo a nadie recriminándote eso —el Santo de Escorpio masculló aquello y frunció el ceño; más por la pena ajena que le daba ver a esos mocosos jugando, que por Aioria tratando de averiguar sobre ese algo que "aparentemente" le tenía distraído.
Pero… ¿sería eso cierto?
—Yo compré un florero, no toda la florería —enfatizó Aioria, arqueando las cejas hacia arriba.
—No la compré toda…
—Sólo la venta de ese día. ¿Cuánto fue? Veinte floreros, siete adornos y… ¿cuántos ramos?
Negando con la cabeza, Milo no dijo nada por un rato, luego decidió contraatacar.
—Todo eso se quedó en mi casa. ¿Y tú? ¿Qué le hiciste a tu florero? —preguntó Milo notando como Aioria se tensaba por un segundo.
—La puse en mi cuarto.
—Ajá —masculló sin creerle media palabra—, ¿y qué? ¿Acaso comprar flores es un crimen? Quise tenerlas, punto. Además, hice una obra de caridad ayudando a nuestro florista. Le pagué cada centavo por esas malditas flores.
—Ese no es el punto —Aioria chasqueó la lengua—, el punto es que… tus acciones… son para nada normales. Jamás has comprado flores, no solías llegar tarde a ninguna parte y eso sin mencionar que cada vez que nombramos a Seiya… tienes… esa mirada, justamente.
—¿Cuál mirada?
—Esa —espetó Aioria.
No encontrando sentido a lo que su compañero de armas decía, Milo puso los ojos en blanco.
—Perdona si no todo el tiempo estoy de humor para oír de Seiya o de quien sea. Y no tengo más miradas —fue lo único que respondió, levantándose, dando por terminada esa charla.
Aioria no lo siguió, y fue mejor así.
Milo quería pensar en lo que acababa de oír.
¿Había cambiado tanto que hasta Aioria se estaba preocupando?
Aunque…
Milo detuvo sus pasos en el inicio de las escaleras que llevaban a Aries.
En algo Aioria no se equivocó, y es que nunca en su vida había comprado flores. Ni para sí mismo, ni mucho menos para alguien más.
Tampoco, nunca en su vida había comprado joyería.
Mucho menos había dejado que ninguna mujer durmiese en su cama posterior al coito. Después de tan malas experiencias con algunas examantes que se creían sus dueñas, Milo había sido muy cuidadoso con eso… hasta ahora.
Nunca había entrenado con una mujer guerrera, con la que poco después tendría sexo.
Nunca se había acercado a una mujer que lloraba para luego no dejar de pensar en ella.
¿Cuántas habían sido las ocasiones en las que él había intentado aclarar a alguna amante que ella era exclusiva desde que la primera vez que estuvieron juntos?
¿Cuántas veces había sido él el que se había entregado a una amante?
Milo bajó la cabeza, mirando el piso fijamente.
«El cambio es inevitable» pensó tratando de darle sentido a sus acciones sin tener que llegar a afirmar algo que no debía, «¿qué más da unas estúpidas flores? Yo puedo regalárselas a quien yo quiera».
Mmm, no, eso no era del todo cierto. A cualquiera… excepto a Helena, quien tenía como pareja al dragón lanzallamas a Death Mask; el cual tenía un carácter de los mil diablos y seguramente creería que Milo trataba de conquistarla si le daba un presente como ese así sin más. Además, ellos dos no eran tan cercanos como para que Milo de pronto llegase con flores para ella. Sería demasiado incómodo para ambos.
Marin de Águila, la maestra de Seiya, no parecía ser del tipo de mujeres que aceptasen flores con buen agrado. Al igual que Shaina, seguramente las aceptaría más por educación y respeto que por de verdad quererlas.
Y darle flores a cualquiera de sus compañeros… sería algo extremadamente raro.
Podría darle flores a Athena, pero ella estaba en Japón.
Bien, bien, no podía darle flores a cualquiera…
»Gracias por… las flores.
Milo podría jurar que la había escuchado diciendo eso cuando él se quedó un rato con la espalda pegada a la puerta, creyendo que había hecho el ridículo.
¿O había sido su imaginación?
No. Él la había oído. Estaba seguro.
"Has cambiado".
Milo sonrió desanimado bajo la realidad. El problema aquí era, ¿y Shaina?
¿Ella también había cambiado de la misma forma que él?
No quería admitirlo, pero le daba miedo conocer esa respuesta.
.
.
Podría ser tedioso y algo aterrador al principio, pero al cabo de un rato, una mujer embarazada se acostumbraba a pasar un buen rato sentada en una silla incómoda en medio de una sala enorme blanca, esperando su cita con el doctor. Incluso para Shaina, esa rutina llegó a serle normal. Todo mientras no sintiese que algo no andaba bien o tuviese prisa por volver a la mansión.
La compañía le servía de mucho a la hora de aguantar aproximadamente una hora o más hasta que llegase su torno. Ya sea Marin o Seika, Shaina no se aburría demasiado teniendo a alguna de ellas a su lado.
El día de hoy fue bastante agradable, acostada en la camilla, pudo ver que su embarazo iba bien.
La ducha que se acababa de dar, le había caído de maravilla. Además, en una cafetería cercana al centro médico, Shaina pudo charlar tranquilamente con Marin sobre ciertas cosas que nada tuvieron que ver con el entrenamiento o el Santuario. Bueno, casi nada, pues Marin decía extrañar mucho a Aioria.
Luego de que Shaina descubriese el romance entre ambos, Marin ya no se esforzaba en negar que entre ella y Aioria había un lazo extremadamente fuerte uniéndolos.
La amazona japonesa fue bastante parlanchina en esta ocasión, diciéndole a Shaina qué era lo que más le gustaba de él. Lo mejor durante la charla, fue que Marin en ningún momento quiso hacerla hablar sobre Milo, cosa que Shaina agradeció en silencio.
Después de lo que Shaina había dicho en medio de su colapso emocional, hace unas noches, la amazona meditó mucho en lo que llevaba por dentro. Pensó en todo lo que había pasado al lado de Milo de Escorpio sólo para darse cuenta que, poco a poco, ese hombre se había grabado a fuego sobre su corazón.
Quizás a Marin también le quedaba bastante claro lo que sentía la Amazona de Ofiuco por el Santo Dorado y por eso prefería darle su tiempo para pensar.
El asunto era que Shaina no sabía qué podría sentir Milo por ella, o si sentía algo por lo menos durante todo ese tiempo que estuvieron juntos.
Shaina tampoco qué podría saber qué iba a sentir él cuando supiese lo estaba pasando a sus espaldas. Porque en lo que a Shaina respectaba, Milo no tenía idea de nada. Ni de su embarazo, ni de su verdadero motivo para viajar a Japón donde estaba Athena. Y aunque, por fin, la mente de la dura y orgullosa guerrera se hallaba clara sobre sus sentimientos por él, las dudas sobre qué haría Milo, todavía le martillaban la cabeza.
Muchas cosas drásticas se le ocurrían para cuando llegase el momento, pero como si fuese un calmante necesario que su racionalidad usaba, su charla pasada con el maestro Dohko salía a flote para calmar sus nervios y decirle a su "Shaina dramática" que Milo de Escorpio no era un animal salvaje. Podría a veces tener un carácter impulsivo y arrogante, pero no era un mal hombre.
Lamentablemente, en esta historia, ella se sentía como una bestia sin alma.
Odiaba pensar que posiblemente esta situación pudo ser diferente, más amena, si tan solo ella hubiese hecho caso a Marin y Helena, dejado de lado el orgullo y el miedo, para ir a buscar a Milo, justamente el día en el que se enteró de los resultados en las pruebas de embarazo.
Shaina se sostuvo el vientre abultado, pensando en eso.
Si él hubiese reaccionado como ella había temido que haría: desobligado, desinteresado, enojado y hasta despectivo o incluso grosero, entonces Shaina habría estado en todo su derecho de mandarlo al carajo.
El problema era que ella no le dio esa oportunidad sabiendo bien que Milo no era de los hombres que huían como cobardes o siquiera podrían darle la espalda a una mujer que estuviese esperando un hijo suyo.
De ser así, ¿cuántas mujeres no estarían vagando por Grecia, maldiciendo su nombre, arrastrando niños (parecidos a él) de las manos?
»No soy tan estúpido ni lujurioso —le había dicho alguna vez—. Puedes pensar de mí lo que desees, pero sé cuidarme bien. Además, no es como si tomase amantes cada semana, así que ya deja de llamarme "mujeriego", ¿quieres?
Shaina lo sabía, hasta el día en el que ella lo sostuvo fuerte para que él no se apartase, Milo terminaba fuera de su cuerpo. Ya sea sobre su vientre o sus nalgas, pero nunca se había corrido en su interior.
En el pasado, una que otra mujer quiso hacerse la víctima con esa excusa, sin embargo, ningún caso se comprobó.
Dioses…
¿Cómo Shaina volvería a Grecia? ¿Cómo podría verlo a la cara? ¿Cómo le diría que, como le había dicho que haría, ella era madre lo quisiese él o no?
Mientras pensaba y pensaba en todo eso, Shaina comenzaba a arrepentirse de subir hasta el tejado cuando sus piernas y su panza le hicieron reconocer que ya no podía hacer ni siquiera el 5% del esfuerzo físico al que estaba acostumbrada. En esta ocasión, Shaina no se molestó en admitir sus límites, así que simplemente respiró profundo y subió las escaleras faltantes sin prisas, ya había subido demasiado como para arrepentirse y bajar.
Además, tampoco tenía ninguna intención de volver a su cuarto en 5 minutos.
En serio necesitaba aire. Estar un momento a solas y seguir pensando en lo que haría.
Por fin pudo abrir la puerta que le guiaba a la azotea. Lo primero que admiró fueron las estrellas en el cielo; aquellas que lucían distintas a las que veía en Grecia y sin embargo eran las mismas.
Sonrió soñadora sin parar su caminata lenta.
Luego, muy extrañada, pero sin dejar de caminar lento, Shaina vio una sombra.
¿Alguien estaba ahí?
La puerta que había abierto para salir, se cerró lentamente a sus espaldas debido al aire.
Shaina no se asustó por el golpe ni un poco ya que se encontraba acostumbrada a él. Lo que capturaba su atención era aquella sombra. La silueta le dijo que la otra persona se hallaba sentada en una de las sillas.
Shaina se preguntó si sería el señor Dohko.
¿Sería él?
Dohko no tiene cabello tan largo.
El cabello oscurecido por la noche que se esparcía por encima de la silla la dejó pensando.
¿Acaso sería Kanon?
Haciendo una ligera mueca, Shaina detuvo sus pasos, su relación con el gemelo de Saga no era la mejor, pero admitía que no solía charlar con él porque este era aún más reservado, frío y serio que su hermano. Era difícil estar en un solo sitio con Kanon mirándote sin decir nada.
La sombra, como si hubiese detectado sus movimientos giró su cabeza hacia ella y se levantó con calma.
El viento pareció silenciarse de pronto.
—¿Quién eres? —susurró Shaina sintiendo un conocido escalofrío recorriendo su espalda…
Ese cosmos…
—¿Quién eres? —espetó esta vez con fuerza, sosteniéndose la barriga, protegiéndola sin sentir realmente el deseo de hacerlo.
La garganta se le secó y su corazón se fue acelerando a medida que iba desechando opciones sobre quién era el que estaba en la azotea con ella.
Como Dohko, Ikki y Hyōga no tenían el cabello largo. Shun no se quedaba en la mansión por las noches dado a que, como Shiryū, tenía su propio apartamento.
Shaina se negó a dar más pasos al frente hasta que la sombra se dejase ver y revelase su identidad. Estaba inquieta, pero no temía por ella sino por…
La sombrilla que le había impedido que la luz de la luna mostrase la identidad del extraño dejó finalmente de cubrirlo cuando él mismo salió a la luz.
Por un segundo ella pensó que alucinaba (de nuevo) con aquel hombre.
Sus piernas se debilitaron y la necesidad de tallarse los ojos, con la finalidad de borrar a su milésimo Milo imaginario, vino con desesperación.
Su mirada verde brilló con diversas emociones en su interior, mezclándose lunáticamente en su corazón.
Sorpresa. Desconcierto.
Emoción. Miedo.
Shaina parpadeó esperando que esa figura se desvaneciese como las otras que usualmente se invocaban solas en su habitación, más esta pareció ser bastante resistente a sus intentos por recuperar la cordura.
—No eres tú —musitó viéndolo acercarse, mirándola a los ojos—. No puedes ser… tú…
Ella tuvo que esperar tortuosos segundos que le parecieron horas hasta que Milo finalmente la tuvo enfrente de él.
Este Milo, a diferencia de los otros, no sólo no desapareció, sino también habló de forma fluida y profunda.
Habló como sólo el verdadero podía hacer.
—¿Y por qué no puedo ser yo? —le preguntó con una voz tan sensual como severa.
Eso quería decir que… por los dioses…
¡Es él!
Tragando saliva, pesadamente, dando un paso atrás, Shaina trató de no perder la compostura cuando hace no mucho, no hizo más que llorar por no tenerlo con ella.
Tenerlo cerca para hacerla reír contando chistes estúpidos como por ejemplo el "miedo" que decía tener hacia su fuerza amazónica.
Cerca para abrazarlo furtivamente cuando dormían juntos "por accidente". O para regañarlo por no pelear en serio durante sus entrenamientos.
Tenerlo cerca para admirar sus lindos ojos y masculino perfil.
Tenerlo cerca para sentir que, con él, no tenía que endurecer su alma ni reforzar una armadura emocional que durante muchos años le lastimó al obligarla a retener todas sus emociones, sólo por pelear al lado de Athena.
Hecha piedra, Shaina no supo si sentirse mal o peor cuando lo vio desviar la una, muy triste mirada a su vientre abultado.
¿Lo sabía? ¿Acababa de darse cuenta?
¿Qué era lo que pasaba por su cabeza?
Shaina sintió un hueco demasiado grande en su corazón, hacerse todavía más inmenso, al verlo… no enfadado… no alterado. No decepcionado. Sólo triste.
Un deseo ferviente de abrazarlo la envolvió. Ansiaba verlo sonreír, pero sabía que no tenía derecho de rogar siquiera por ello.
Ahora que lo notaba bien, Milo se veía cansado, con unas notables ojeras bajo sus ojos, algo opacos. El cabello descuidado y… dioses… ¿qué tanto sabía de esto? ¿Cómo o por quién se había enterado si es que algo sabía? ¿Habría sido Athena o el Patriarca? ¿Y desde cuándo Milo sabía de su estado?
¿Por qué estaba él aquí?
No abrió la boca para nada, tuvo que tragarse la amargura de verlo dudando por primera vez desde que se conocían. Milo estaba extendiendo un poco su mano, esa que ella rememoraba acariciando sus mejillas cuando él creía que ella dormía, en dirección a su vientre.
—¿Puedo? —susurró más devastado de lo que Shaina hubiese podido imaginar.
El anhelo y el miedo en sus ojos azules provocaron en Shaina un nuevo odio hacia sí misma, en respuesta, no pudo hacer más que asentir con la cabeza.
Con cuidado y lentitud, él prosiguió.
Su mano abarcó el centro de su barriga, y como si alguien ahí adentro supiese quien era, se movió sobre los dedos de él ocasionando que Milo soltara un suspiro debido a la sorpresa, más no se alejó sino más bien sonrió tranquilamente, como si aquel movimiento le diese un nuevo sentido a su vida.
—Serás fuerte —le dijo Milo acariciando con el pulgar el estómago de Shaina, quien no pudo hacer más que cerrar la boca y mirar la primera interacción con admiración sin soltarse a llorar.
Este momento no le pertenecía a ella. Definitivamente no.
El corazón de Shaina latió fuerte mientras recordaba una vez más la anécdota del viejo maestro. El niño que, sin importarle las consecuencias, protegió a unos pequeños huevos de pájaro en un árbol durante horas. Ese niño que ahora podía sentir una parte suya siguiendo los movimientos de su mano con una emoción completamente nueva dibujada en su rostro.
Hasta que pareció cansarse, el bebé que estaba algo inquieto detuvo sus golpes, acomodándose para dormir de nuevo. Shaina lo supo, y aparentemente Milo también.
En ese momento él regresó a ella borrando todo rastro de felicidad e inocencia, intercambiándola por una máscara severa.
No estaba siendo agresivo, sino serio.
Él no veía a pelear.
Para esos entonces, el corazón de Shaina estaba retorciéndose de formas que ella no creyó posible. Aunque su rostro luciese en blanco, el interior de la amazona estaba siendo azotado brutalmente por un huracán descontrolado.
—¿No estás cansada? Debes sentarte —dijo Milo jalando la silla de una de las mesas más cercanas a ellos.
En silencio, ella hizo caso y se sentó ahí.
Él, siendo lento y cauteloso, se sentó en la otra silla que estaba enfrente y, puso su mentón sobre ambas manos, con los codos apoyados en la mesa y los dedos juntos.
No quería que se quedasen viendo a los ojos para ver quién se cansaba primero. Shaina por fin habló.
—¿Estás… molesto?
Como si no pudiese creer que eso era lo primero que ella le decía, Milo alzó una ceja.
—Estuve molesto —remarcó el tiempo pasado, aunque ella no pudo creer que él dejase de estarlo por el modo en el que la veía.
No. Ella no quería seguir suponiendo. Quería ver. Debía ver lo que él estaba haciendo y escuchar lo que le decía. Shaina ya había supuesto suficiente tratándose de Milo de Escorpio, en casi todo se había equivocado, para variar.
—¿Sabes? No imaginaba que volvería a verte… menos aquí —señaló con los ojos la mesa que los dividía—, tampoco creí que sería ahora, ni tan pronto. Sin embargo, los dioses así lo quisieron, por lo que no me queda más que decirte un par de cosas. Las cosas que estuve pensando desde que me enteré que te habías ido a Japón para tener a mi hijo lejos de mí.
Si antes, Shaina dudaba que Milo lo supiese todo, ahora ya no había dudas al respecto. A punto de decir algo muy estúpido en su defensa, Shaina abrió la boca de forma instintiva.
—¡Yo no…!
Sin alteración alguna, Milo alzó un dedo a su dirección, chitando para darle a entender que quería que se callara.
Shaina se sorprendió por haber hecho caso a su indicación mandona.
—Todavía no te estoy replicando nada, así que relájate —aclaró en un estado tan frío que a Shaina se le congeló la lengua. Él inhaló profundo—. Tuve tiempo para pensar en todos los porque, que pudieses decirme para… no dejarme enterar de nada. Y por raro que te parezca, y por crueles que me parezcan a mí… varios de ellos me sonaron lógicos, así que no lo arruines comenzando a gritar. No lo hagas.
Fijamente, Milo miró la mesa. No. Él no miraba a la mesa. Miraba lo que ésta ocultaba.
—Alterarte, no es bueno para tu condición —dijo volviendo sus ojos hacia los suyos—, y tampoco vine hasta acá para martirizarte si eso es lo que te preocupa.
—No es eso lo que… —él le chitó de nuevo.
Volviendo a su postura, Milo continuó.
—Te dejaré hablar cuando termine, ¿de acuerdo?
Ella asintió, tragando saliva, sintiéndose incómoda bajo su atento escrutinio.
—Sinceramente quería esperar hasta mañana cuando la señorita Athena pudiese darme luz verde para hablar contigo, y si era posible, que te dijese que… yo ya lo sé todo —vio en ella las intenciones de preguntar—. Y sí, ella tenía conocimiento de que yo vendría. Traje conmigo a Aioria y Aioros.
Captado bien que Shaina estaba muy nerviosa con su mirada sobre ella, él desvió sus ojos a la mesa.
—Durante todo ese tiempo… comprendí que, lo que pase por tu cabeza jamás lo podré entender. Eso ya me quedó claro —susurró roncamente—. Y sin embargo soy un idiota por querer intentarlo otra vez… otra vez y otra vez, las veces que sean necesarias… porque, ¿sabes? Nuestra relación podrá haber iniciado sin interacción real, pero… yo todavía sigo sin entender. Cómo algo así… pudo haberme hecho tanto daño cuando te marchaste.
Cuando él la miró a los ojos intensamente, ella fue quien desvió la vista.
Supo a qué se refería.
Shaina pasó por lo mismo, no supo si de la misma forma que él, pero lo hizo.
La vergüenza recorrió a Shaina desde la punta de los pies hasta la coronilla. Milo le hizo tanta falta, que Shaina se enfadaba constantemente consigo misma por haber huido de Grecia. Ahora se enfadaba consigo misma por no tener las agallas suficientes para decírselo.
—Pero no te confundas ni te ofendas, tampoco te estoy culpando por eso. Lo que yo sienta, es sólo asunto mío —de la forma más seria posible, él también dejó en claro lo último para evitarse futuros reclamos. Sin darse cuenta que a ella se le secó la garganta—. Sólo vine a intentarlo una vez más.
Sintiendo venir las lágrimas, ella esperó un poco antes de descubrir que él le estaba dando la palabra.
—¿Y te refieres a que…?
No pudo decir más, estaba confundida.
—Lo que yo sienta con respecto a ti es más que evidente que no te importa, y da igual, ya lo acepté por fin. Durante mi momento a solas… sin contar a Death Mask, Afrodita y el resto de metiches rodeándome las veinticuatro horas —murmuró aquello último por lo bajo—, comprendí… que no tienes por qué sentir nada por mí si no te nace hacerlo. Teníamos un trato que jamás rompimos o cambiamos, el cual decía estrictamente: nada sentimentalismos. Así que no puedo ni debo exigir tu afecto —dijo lo más serio posible, aferrándose a esa lógica—. Tú eres libre de mí, Shaina. Pero, lo único que te pido. Lo que te ruego… es que… por favor, no me alejes de él.
¿Shaina de Ofiuco alguna vez tuvo un corazón? Si lo tenía, acaba de romperse ante la frialdad con la que Milo había dicho esa oración. Cada una de esas palabras, aunque no venían con la intención de destruirla, lo hicieron.
En verdad…
Por los dioses.
Ella hubiese deseado que él llegase a verla enfadado, que le dijese todo eso en medio de gritos, arrojando sillas y mesas con el fin de estrangularla, entonces ella habría podido defender su miedo (actualmente) irracional a que Milo de Escorpio fuese la mitad de irresponsable e inmaduro que pensó que sería.
La amazona no se esperaba que él fuese el que diese nuevamente otro paso adelante, esperando a que ella lo hiciera también. Shaina no esperaba que él fuese a actuar de esa forma tan madura. Bueno, quizás ya debería acostumbrarse a que no todo lo que creía saber de Milo era cierto.
Él no llevaba la imponente armadura dorada encima, pero Shaina no pudo ver en él un hombre dudoso y cobarde, irresponsable, inmaduro o por lo menos furioso. Vio a un hombre tratando de negociar con ella, por la buena forma, sobre no quitarle los derechos paternales, claro, sin intentar obligarla a ella relacionarse directamente con él.
La dejaba libre y sólo le pedía una cosa.
Milo está haciendo esto por…
Él realmente quiere ser padre.
Eso sólo le hacía remarcar a Shaina lo poco que lo conocía.
¿Habría algo que salvar de su inidentificable relación?
Porque parece que él no tenía esperanzas en nada salvo poder tomar un lugar junto a…
El peso de su cabeza fue demasiado grande para su cuello. Shaina bajó la cara de modo que su cabello la cubriese en un intento patético, por sentirse ni la mitad de estúpida de lo que sabía que era.
Gran Zeus… ¿qué había hecho? ¿Cómo pudo…?
No… no llores. No ahora. No enfrente de él.
No lo hagas.
Con el completo conocimiento de que sus manos temblaban, Shaina se retuvo lo más que pudo para no soltarse a derramar una sola lágrima. Si él pudo hablar con claridad y poner sus cartas sobre la mesa, ella también podía.
Aunque dudaba tener la fuerza de verlo a la cara mientras lo hacía. No era tan dura como creía ser. Aunque ya bastante claro estaba que muchas de las cosas que creía saber, eran mentiras fabricadas por su incapacidad de aceptar la realidad.
—Me equivoqué… yo… yo de verdad lo siento —susurró luego de tragar saliva, sintiendo que por fin se estaba liberando de una pesada carga.
Había cosas que un "lo siento" no reparaba, pero Shaina quería intentarlo.
Además, dejar de estar a la defensiva ante el hombre que le había hecho sentir una mujer común de este mundo, era liberador.
Porque él había caído del cielo para ella.
Para empezar, la había ayudado (sin darse cuenta) a dejar ir a Seiya, desde el instante en el que le quitó la botella de alcohol.
Y aunque su relación se haya basado enteramente en satisfacerse carnalmente de forma mutua y gratuita, las veces en las que ella pudo dormir abrazada a él, hubiese sexo o no, Shaina pudo sentir que nada debía preocuparle.
Con él, Shaina sentía que nada la amenazaba a la hora de bajar la guardia y cerrar los ojos durante la noche.
Shaina sentía que, con él, cualquier cosa tenía solución. Desde ponerle un "alto" a los dioses dispuestos a destruir al mundo, hasta una simple discusión común.
A su lado, sus distintos e importantes roles adentro del Santuario, no eran un impedimento para sentir como un ser humano.
Milo no le respondió, así que Shaina tuvo que seguir.
Tuvo que sacarlo todo.
—Creí… que no lo aceptarías. Creí… —los labios le temblaron mucho, los remojó con la lengua. Suspiró tratando de enfriar su cerebro. Negó con la cabeza, reteniendo aquella tormenta emocional que sentía estallar en su interior—. Creí que… lo mejor sería… irme. No pensé… en qué haría después.
Pareciendo no molestarse con eso, Milo inhaló profundo otra vez.
Shaina no sabía ni se daba una idea de qué estaba pensando él ahora mismo, y si debía ser franca, estaba cansada de suponer.
—Pensé en eso también —dijo él con calma—, y si lo medito con cuidado… quizás sí, me hubiese sorprendido mucho saber del embarazo. Es decir, tú querías esto. Discutimos la primera y última vez que tocamos el tema. Yo ni siquiera lo había pensado. Y luego de nuestra última charla…
Ambos recordaban bien lo que habían dicho. Tanto la firme y sorpresiva decisión de Shaina, como la cuestión de Milo sobre si ella quería ser la madre de su hijo, o del hijo de Seiya.
Shaina tenía algo muy importante que decirle sobre eso último.
—Jamás te respondí, ¿cierto? —masculló ella sintiendo como las lágrimas silenciosas comenzaban a caer de sus ojos.
No quería que él la viese y se preocupase por su estado, así que mantuvo la cabeza abajo, aunque ya comenzaba a dolerle el cuello.
—¿El qué?
—Creo que no es una… una sorpresa para nadie saberlo, pero cuando Seiya vio mi rostro, decidí no matarlo.
Un minuto.
—Aunque al principio sí lo intenté —confesó siendo enteramente sincera—. Y, hubo una época… en la que me imaginé viviendo con él —respiró por la boca ya que por su nariz era imposible—, hasta que comprendí que… mis… sentimientos no debían ser manipulados tan fácilmente por una máscara. Ni por las órdenes de nadie.
Manteniendo su cara oculta, lo más posible, con su cabello, Shaina se incorporó un poco, desviando la mirada hacia un lado. Por el momento las lágrimas se habían detenido, pero no dudaba en que volviesen a salir pronto. Y es que, hablar de Seiya, a ella ya no le dolía. Ya no más. Lamentablemente su tormenta no giraba en torno al muchacho.
—Podrás creerme o no, pero en verdad llegué a sentir mucho aprecio por él. Aun cuando juré matarlo por vencer a Casios.
Milo no le preguntó sobre quién era Casios. Milo ya sabía muchas cosas respecto a ella, y la existencia de su fallecido alumno, era una de ellas.
—No hace mucho, Athena me permitió visitarlo en el hospital. Ahí, yo esperaba confundirme, esperaba… esperaba que me doliera saber que yo no sería la persona, a la que él más le alegría ver cuando despertara. Pero, cuando volví a tenerlo enfrente, sólo pude sentir respeto hacia lo que él y los otros santos de bronce habían hecho contra Hades. Eso, y mucha tristeza hacia su hermana, quien es una buena mujer —tragando saliva, Shaina se armó de valor para continuar, no era común que ella fuese sincera con alguien, pero la amazona supo que debía hacerlo.
Este era el momento de aclararlo todo.
—Pensé que también él debería ser libre de esto —continuó—. Y aunque él no me haya escuchado, le dije que no estaría atado a la máscara nunca más. Ni él, ni yo.
—Ya veo —masculló Milo.
—En mi locura, y en mi soledad, pensé que un hijo iba a poder hacerme sentir como una mujer ordinaria. Te seré sincera —y Shaina esperó que Milo estuviese preparado para oírlo—, la primera vez que me planteé ese deseo, no me importaba sobre quién sería el padre. No me importaba si mi hijo le conocería o no.
Pausó su confesión. Necesitó tiempo para seguir. Para rejuntar saliva y agallas.
—Y es que… yo sabía que Seiya jamás me amaría. Y creía que a ti no te importaría que…
Ay no, ay no.
Vamos, vamos. Reten las malditas lágrimas. No era momento para eso. Shaina apretó los puños y la garganta dispuesta a seguir. Pero esta vez fue él quien la interrumpió.
—¿Creíste que iba a darme igual si te embarazabas de mí? ¿Qué iba simplemente a darme vuelta e ignorarlo todo como si lo hubiese hecho otras veces?
Sabiendo que no tenía perdón sobre eso, Shaina supo que él estaba en todo su derecho a enojarse y ofenderse, así que ella no se enfadó por el tono despectivo hacia lo que, claramente, sí había creído.
—Sí.
Ella no necesitó ojos extra para saber que él había hecho una mueca.
—Te equivocaste.
—Lo sé —respirando fuerte, Shaina por fin se llevó una mano a la nariz cuando la sintió escurrir. Aprovechó para quitarse las lágrimas y un poco del sudor sobre sus labios—. Y lo siento… lo siento mucho.
Cada vez era más liberador decirlo, sin embargo, no estaba segura si disculparse iba a arreglar algo. Si es que todavía hubiese algo por arreglar.
Con la garganta apretada, Shaina quiso agregar que a su modo, y con mucha ayuda de terceros, ella también pudo reflexionar sobre sus acciones. Había querido volver a Grecia y enfrentarlo, pero por cobardía no lo hizo.
Milo volvió a tomar la palabra ante su incapacidad de seguir.
—Escucha, yo… yo realmente no creo que sea el momento para, ya sabes, hablar sobre lo que… nunca fue algo… oficial, entre nosotros —opinó Milo un poco incómodo—, ni siquiera nosotros sabíamos qué estaba pasando, y considero apropiado que, no digamos cosas que no hemos pensado bien.
Shaina se mordió la lengua.
Ella no quería eso. Ella ya lo había pensado. Él acababa de decir que también lo pensó y sus sentimientos podrían ser los mismos.
¡¿Qué más había que pensar?!
Pero él tenía razón en algo, quizás ahora estaban parados sobre escombros y todavía no estaban listos para conversar sobre eso.
¿Tendrían un poco más de tiempo para poner las cosas en orden entre ellos?
¿Milo querría intentarlo?
El débil puente construido a base de sexo y sentimientos confusos se había quebrado y venido abajo, tal vez, desde mucho antes de que Shaina le planteó sus intenciones a Milo sobre embarazarse.
¿Podrían construir otro? ¿Uno que resista vientos, terremotos y hasta una lluvia de asteroides?
¿Podrían?
Ante las dudas sobre si podrían o no, Shaina ya no pudo retener más el llanto, así que bajó de nuevo la cabeza, aunque sus hombros se mecían torpemente ante sus propios pulmones traicionándola, haciendo evidente su lastimero estado.
Negándose a soltar un solo chillido, ella apretó fuerte los labios. Sin embargo, su traidora garganta ignoró sus deseos.
Enfrascada en sus intentos de no mostrar que estaba llorando, Shaina no pudo prever el momento en el que Milo se levantó de su silla y caminó hasta ella para abrazar su cabeza, suavemente, contra su abdomen.
—Ya suéltalo —le dijo con ternura—. Te juro que no me reiré.
Maldito fuese por ser, literalmente, la línea directa entre Shaina de Ofiuco y sus emociones humanas.
—Si lo haces te mataré —dijo llorando, abrazándose a la cintura de él, soltando todos y cada uno de los gemidos que había estado soportando desde que comenzó a sincerarse.
A ella le sorprendió que él la acunase así, tan cuidadoso, cuando hace tan solo unos segundos dijo que debían darse más tiempo para aclarar lo que sentían hacia el otro. ¿Él en verdad había estado dispuesto a dejarla libre? ¿De verdad Milo de Escorpio quería padre cuando ella prácticamente le obligó a serlo?
—¿Tú de verdad quieres esto? —gimió insegura, todavía llorando sobre él—. ¿Todavía quieres ser… padre?
Milo peinó un poco el cabello verde que tenía a su alcance.
—Sí —dijo más seguro de lo que ella esperaba—. Quiero ser el padre de ese niño.
Shaina lo abrazó con más fuerza hasta que pudo calmarse.
—¿Estás seguro?
—Sí —insistió él.
—De acuerdo —dijo ella recordando que tenía que aclararle una última cosa—. Estoy seguro que a ellos les dará mucho gusto poder conocerte y ser educados también por ti.
Milo de Escorpio, desde su postura, pasó del alivio al completo desconcierto. Ella, notándose a sí misma ansiosa, lo sintió porque él se removió un poco bajo su mejilla.
—¿Ellos?
Sonriendo un poco nerviosa, ella inhaló profundo, alzando su rostro hacia él. Un rostro tan delicado e inocente que Milo sólo podía ver cuando Shaina dormía a su lado. Ella hizo una mueca, viéndolo desde abajo con nerviosismo, hizo que él se sintiese más confundido.
—¿Shaina?
Ella meció, indecisa, sus ojos verdes por un lado al otro.
Shania supo que debía darle la cara cuando le dijese lo más importante de esta situación.
—Ellos —masculló parcialmente nerviosa—, son gemelos.
Sino fuese porque ella misma temía alguna reacción de decepción o fastidio de su parte, o ya de plano una cara que no le provocase reír, Shaina se habría echado sobre el suelo a patalear de lo divertida que le parecía la expresión en la cara de Milo.
Parecía un pez fuera del agua buscando su líquido vital para seguir existiendo.
Con esa boca tan abierta y esos ojos tan sacados de órbita, Milo lucía como un maniquí de circo.
—Es broma —musitó sin parpadear.
Soltándolo un poco, Shaina negó con la cabeza, desviando su mirada hacia su estómago.
Sabía que él había hecho lo mismo porque incluso lo escuchó arrodillarse, y más tarde lo sintió poniendo ambas manos sobre su vientre. Como si fuese un investigador de lo paranormal y buscase una segunda cabeza adentro de su vientre o algo así.
Shaina ya casi había olvidado que a veces, él podría parecer un niño. En este caso, un niño en serio sorprendido y curioso.
—Digamos que… —ella se explicó mientras él curioseaba sobre su estómago sin quitar esa ridícula cara—, uno de ellos es demasiado listo o tímido, y hasta entonces el doctor no había podido fotografiarlo… hasta hace poco —susurró acariciando su estómago, sin quitar las manos de Milo.
Como si los hubiese invocado a ambos, tanto Milo como Shaina sintieron un par de golpes. Aunque ella los sintió bastante más que él, incluso aguantó un quejido.
—No… —meció sus manos con más curiosidad.
Como si sus hijos quisieran darle de zapes a su padre por no aceptar de una buena vez que eran dos hermanos, los chicos se movieron al mismo tiempo haciendo que Shaina aguantase la incomodidad como mejor le fuese posible.
—Ay, ahí van… mi riñón y vejiga —se quejó.
—No —susurró él, pasmado, metido en su propia cabeza.
Al parecer alguno de sus hijos no iba a ser muy amoroso de esa palabra saliendo de los labios de su padre, ya que un intestino de Shaina recibió otro golpe. ¿O habría el hígado?
—Si no dejas de decir esa palabra… voy a cortarte el cuello —amenazó Shaina, borrando de su cara cualquier indicio de que había llorado por él.
Milo pareció haberse quedado sólo con aquella palabra.
—No —se rio él bastante nervioso.
Un golpe arriba. ¡Maldición!
—Ya, ya, despierta —cansada de su actitud, Shaina le dio un golpe en la nuca.
Milo parpadeó varias veces.
Shaina no pudo creer que eso funcionase, aunque entendía esa reacción. Cuando el doctor le dio la noticia, ella apenas pudo creerlo. De hecho, las hojas de esa ecografía estaban en su habitación, Seika acababa de ir por ellas desde la habitación de Marin.
Shaina se había descolocado tanto al saber la noticia, que apenas pudo mantenerse de pie. No le sorprendía que Milo, luego de saberlo también, no haya podido decir nada más que "no", después de caer al piso, para mecer sus manos de un lado al otro sobre su estómago. Sin embargo, Shaina acababa de darse cuenta también que, sus hijos no reaccionaban bien ante tanta negatoria por lo que si Milo volvía a repetirla, ella iba a arrancarle algo muy preciado para él de entre sus piernas.
—Dioses… ¿d-dos? ¿Y… es posible? Es decir… ¿acaso esas hojas negras no son…? ¿Estás segura que son dos? —lo gracioso es que no sonaba enojado, sino ansioso. Tal vez asustado, pero no irritado o desesperado.
—Sí. Son dos. Y los dos están bien. Aunque uno es más inquieto que el otro… —Shaina tragó saliva luego de haber llorado como una Magdalena. Al fin se sentía mucho mejor—. Desde antes de cumplir los tres meses ya me parecía que… era extraño que mi estómago creciese tanto, y ahora sé qué pasa.
Parpadeando lentamente y aún sin poder creérselo, Milo se pasó una mano por la cara, la otra la dejó sobre Shaina.
—Gemelos —suspiró alzando la vista a la sombrilla.
Aprovechando eso, Shaina se apresuró en quitarse las lágrimas restantes en su cara.
—Sí —musitó—, y están bien.
—¿Ambos? —preguntó sin salir del shock. Shaina hizo un sonido nasal de afirmación, asintiendo con la cabeza, aunque él no estuviese viéndola—. Wow… —se rio.
Por primera vez desde que lo dejó en Grecia, Shaina lo oyó reír, y fue bellísimo.
—Gemelos —susurró acalorado—. Bueno, supongo que ese par de Géminis no serán… los únicos que…
Tan pronto como la aparente alegría vino a él, se fue. Tanto así fue que separó su mano restante del vientre de Shaina y se levantó del suelo.
—¿Pasa algo malo?
—Dime —se agachó un poco para ver a Shaina a los ojos—. ¿Athena sabe que son gemelos?
—No entiendo, ¿qué hay de malo en ello?
Oh, oh. ¿Cuál era el problema ahora? ¿Acaso habría cambiado de opinión?
Por su parte, Milo de Escorpio jamás se retractaba de su palabra y no estaba pensando en huir de lo que él mismo había decidido, pero Shaina aparentemente lo había olvidado y Milo dudó en decírselo.
Él esperaba poder hablar con Athena antes de que sus hijos naciesen.
Wow, "hijos", sonaba raro e irreal… pero, ahora debía actuar con inteligencia y cautela si es que quería evitar que un segundo Saga y un segundo Kanon se uniesen al círculo maldito de los gemelos nacidos bajo el yugo de la batalla, no sólo en Grecia, sino en la mayor parte de los Panteones con guerreros humanos al servicio de sus dioses.
El Santo no estaba dispuesto en joder la vida del gemelo menor para que el mayor pudiese tener la gloria. Qué uno fuese exiliado o puesto en las sombras para que otro pelease sólo con una sombra tras sus espaldas como hermano… no… ¡primero muerto!
¡A la mierda esas estupideces! ¡A la mierda!
Nadie iba a tocar a sus hijos para hacerlos miserables.
—Ven, rápido —recuperó su seriedad, tomando la mano de Shaina olvidándose de que ambos apenas volvían a verse y… ¡no! Esto era importante—. Debemos hablar.
—¿Y qué hacíamos antes? —a pesar de eso, Shaina se puso de pie con cuidado sin soltarse de él.
Milo negó con la cabeza, mirándola fijamente.
—No, hablaremos de algo más allá de nosotros —miró su vientre con intensidad—, y es importante que te lo diga en privado y sin tanto aire. ¿Es que acaso quieres enfermar? —se preocupó porque ella no se veía bien abrigada.
Haciendo caso de sus palabras, únicamente porque parecía no tener intenciones malsanas con ella, Shaina siguió a Milo hasta que ella le dio indicaciones de cómo llegar a alcoba.
Milo encendió las luces dejándola pasar. Shaina tomó rápidamente el sobre con las hojas de la ecografía antes mencionada, y se lo llevó consigo a su pecho mientras lo veía cerrar la puerta, poniendo el seguro.
—Siéntate donde quieras —pidió él yendo al asiento de su tocador.
¿Cómo dijo?
Esa frase debería ser de ella.
En fin, después de llorar tanto lo último que Shaina quería era discutir. Así que se sentó en la cama con el sobre apretado sobre su pecho. Lo miró con atención.
—¿Y qué es eso que no puede oír nadie?
Él suspiró bastante pensativo.
—Lo último que quiero hacer es preocuparte, pero no puedo mentirte y decirte que todo estará bien si esto es algo que me preocupa y debes tener en mente también.
Dispuesta a oírlo, Shaina asintió.
—¿Acaso ya has olvidado la historia de Saga y Kanon? ¿Los gemelos de Géminis? ¿Y de los anteriores a ellos, Aspros y Defteros? —la miró con un poco de miedo llegando a la siguiente conclusión—: Los gemelos nacidos en el Santuario y en otros sitios que procrean guerreros suelen ser maldecidos.
Como si la hubiesen lanzado al abismo, Shaina se abrazó fuerte al sobre, apretando un poco su vientre con él.
El balde de agua fría ya había caído encima de ella. ¿Cómo es que no lo había pensado?
—Eso no pasará esta vez, no lo permitiré —espetó furiosa, sintiéndose como una leona viendo a un depredador planeando matar a sus cachorros.
Ella iba a defenderlos sin importar nada, usaría uñas y dientes de ser necesario. Contra dioses, contra demonios, o contra cualquier otro maldito imbécil que quisiera dañarlos.
Sólo sobre su cadáver sus hijos serían dañados de algún modo.
Milo quiso tener fe en el instinto protector que veía en Shaina, pero jamás se ha visto un caso en el que unos gemelos nacidos en el Santuario hayan tenido el camino fácil y libre con respecto a sus relaciones familiares.
Ya fuese que intentasen matarse, se ignorasen, o que uno de ellos tuviese que ocultarse para que el otro no sea comparado jamás, aún si eso significaba ocultar su existencia a su hermano, tomando al más fuerte y reduciendo al débil a una sombra.
El Santo de Escorpio no buscaba eso para sus vástagos, los cuales sentía que amaba con todo su corazón y apenas los había conocido.
Pero los hechos estaban ahí y eran preocupantes:
Kanon… Saga, Aspros… Defteros.
Milo también recordaba algo acerca del antiguo Patriarca, el que estuvo antes que Shion. Si mal no recordaba su nombre fue Sage y él también tuvo un gemelo… ¿era Haku… algo? ¿Hakura? ¿Hakunei? No lo recordaba bien y ese era el punto que le preocupaba.
Él no estaba dispuesto a arriesgar las vidas ni el futuro de sus hijos por supersticiones estúpidas.
—Shaina, debo hablar con Athena.
—¿Acerca de qué? —quiso saber rápidamente, recuperando algo de la dureza que Milo recordaba y admiraba de ella.
—No quiero que nuestros hijos sean caballeros.
Los ojos verdes de Shaina se agrandaron mientras veía todos sus planes y sueños de enseñarles a sus hijos el camino de los Santos de Athena, hacerse añicos.
—FIN DE CAPÍTULO—
De los pocos capítulos en los que he llorado y reído mientras escribía.
Espero que les haya gustado, qué el tan esperado reencuentro haya llenado sus expectativas jejeje.
.
.
Ahora una anécdota más real, y que necesitó sacarla de mi alma.
.
.
Quise subir este capítulo el 30 de abril, pero... pasó una tragedia.
Fue ayer, el 19 de abril de este año cuando mi hermano mayor, hermano menor y yo íbamos tranquilos en el auto cuando presenciamos la increíble frialdad de un maldito ser humano, de esos a los que Milo les rompería la cara con gusto.
Íbamos mis hermanos y yo en el auto de uno de ellos cuando notamos cómo una madre perrita con sus cachorros pasaban inocentemente la calle. El muy bastardo que iba delante de nosotros, no le importó, no se frenó, le pasó encima a uno de ellos. Una pequeña cachorra. Las dos llantas le aplastaron el cuerpecito. El sujeto ni se inmutó y se largó.
Quizás debimos tomarle una foto a la placa del auto, pero yo insistí en que nos detuviésemos para auxiliar a la pequeña criatura, que fue lo único que me importó. Me bajé del auto para tomar a la pequeña y subirla con nosotros. Pero era domingo, casi las 7 de la tarde y ninguna veterinaria estaba abierta.
Dimos vueltas y vueltas cuando dejé de sentir a la pequeña respirar. Le moví la cabeza, la llamé, pero no sentía su corazoncito latir... ni sus pulmones expandirse. Sus ojos no respondían ante nada.
Me duele decirlo, pero fui una inútil porque no pude hacer nada más por ella.
No pude hacer nada más... me hubiese gustado poder salvarla... hacer más... dios me perdone.
La dejamos en un sitio apartado cuando pensamos que había fallecido. Teníamos cosas que hacer, mi hermano mayor vive lejos, y ya estaba oscureciendo... ¡maldición! ¡En serio me aterra pensar que pudimos dejarla cuando todavía tenía esperanzas...! Pero mis hermanos tampoco notaron reacción en ella.
En honor a esa pequeña alma, sólo puedo dedicar esto a su memoria.
.
.
Gracias a todos por sus reviews.
.
.
Muchas gracias por leer y comentar a:
Jungirl8, camilo navas, ShainaCobra, agusagus, Monse, Nyan-mx, Tatiana avila, Guest, Touru Souma, Sandra, SeleneKou13, Dama de los hielos, Angeles.
Reviews?
Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)
Para más mini-escritos y leer mis fics en facebook de Saint Seiya, por favor pasen a mi página Êlýsia Pedía - Fanfics de Adilay Fanficker ¡y denle like! XD