It's on the house

—Si no te las comes, tu padre lo hará —advirtió Mebuki a Sakura, refiriéndose a la tarta de manzana que habían servido para acompañar el té.

Sakura levantó la vista con cierto aire ausente para luego mirar la rebanada sobre su plato, animándose a tomar el tenedor y cortar la punta, aunque ahí se quedó.

—Ya dímelo —repuso la mujer cruzando sus brazos por debajo de su pecho, con el mismo semblante autoritario con el que se refería a todo mundo y la hacía parecer perpetuamente malhumorada.

—¿Qué? —preguntó, fingiendo estar distraída. No le podía decir que le preocupaba la admisión de Ino en ANBU, si las leyendas negras sobre esa división le erizaba el vello a ella, no se imaginaba hasta donde podría llegar la imaginación de su madre.

La mirada de la mujer se aguzó, haciendo estremecer a su hija que temió que le gritara. Sin embargo, un chillido rompió la tensión, sin anunciarse más que con un estridente "buenas tarde", Ino entró al comedor completamente exaltada.

Kizashi Haruno tenía la boca abierta cuando la chica le reverenció fugazmente a modo de saludo, luego hizo lo mismo con su esposa, y al final tomó a Sakura de la mano para llevarla a rastras a la planta alta, a su habitación, cerrando la puerta inintencionalmente con fuerza desmedida.

—¿Qué te pasa? —preguntó, Sakura, consternada por lo que acababa de pasar.

Por respuesta, Ino agitó frente a ella un cilindro de bambú con un lazo de seda roja anudado en un intrincado nudo.

Sakura abrió los ojos exageradamente, y si no fuera por su conocimiento médico acerca de la imposibilidad de que su corazón se hubiese detenido y sus pulmones paralizado, hubiese creído que eso pasó. Pensó con horror en su solicitud para ingresar en ANBU, pero mirando detenidamente el cilindro, notó que no tenía el sello de lacre de la quinta maestra Hokage.

Ante la insistencia de la rubia, tomó el cilindro, lo giró y encontró en el interior un pergamino de fino papel blanco impoluto.

Tragó saliva, sin ser capaz de imaginar el contenido, así que solo quedaba leerlo para acabar con esa extraña escena.

De nuevo tuvo esa sensación de que su ritmo cardiaco se había detenido, que no respiraba y sumaba, además, el que la sangre de todo el cuerpo subía a su cabeza, arremolinándose hasta que incluso sus orejas estaban seguramente más rojas que un tomate maduro.

Ni siquiera supo cómo llegó al final, desde la segunda línea estaba más que avergonzada, y no entendía el motivo si las palabras eran todo lo decente que se podía esperar de alguien educado, pero en su conjunto, resultaban la más intensa, ardiente y…

—¿Neji Hyūga se te declaró? —preguntó.

Ino se cubrió la cara con ambas manos mientras se dejaba caer en la cama, haciendo un ruido parecido a un chillido que pasó a risa y volvió a chillar.

—¡Ino! ¡No puedes aceptarlo! ¡Tienes que decirle la verdad!

Sakura volvió a leer la carta que en realidad era una caligrafía, escrita a modo de kakemono vertical, si bien ella jamás en toda su vida se creía capaz de exponerlo como haría con una poesía. Era escandaloso, y eso que no usaba una sola palabra explícita. Quizás era la forma en la que había descrito el estremecimiento que le provocaba el rose de su piel, comparándolo con el de la seda.

Tragó saliva, sintió un escalofrío. Simplemente no imaginaba que Neji Hyūga, el estoico genio que recibía halagos allá por donde fuera, hubiese escrito eso, no solo de su puño y letra, sino de lo más profundo de su ser. Pero no le quedaba nada más que creerlo, porque acusarlo de plagiar era más imposible todavía.

Alguna vez había escuchado que el capitán Ibiki Morino se mostraba reacio a que se recomendara al chico para ANBU, debido a lo que consideraba "un espíritu demasiado apasionado".

En su momento, apenas pudo contener la risa.

¿Apasionado?

¿Quién en su juicio diría que Neji "no muestro más expresiones que mi sonrisa de suficiencia" Hyūga, era apasionado?

Desconocía el por qué el capitán lo había dicho, pero una prueba de su espíritu apasionado estaba en sus manos.

Decidió volver a enrollarlo para guardarlo en su cilindro, poniendo su atención en la chica en su cama, que había abrazado un cojín para tratar de esconderse en él.

—De verdad se lo tienes que decir —repitió —. Me lo prometiste.

Había algo molesto en todo eso, y era que el muchacho se había sincerado, lo que significaba que Ino había cumplido su cometido.

Arqueó una ceja al darse cuenta de que los ojos azules de su amiga tenían una chispa de malicia.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó, si bien, no estaba realmente segura de querer saber.

—Quiero saber hasta dónde puede llegar.

Sakura gruñó.

—¿Qué tal si haces ese experimento planteándole que no vas a ser la madre de sus hijos?

—¡Oye! ¡Obviamente no está pensando en eso!

Por respuesta, Sakura extendió hacia ella con cierta brusquedad el cilindro de bambú, con la punta de su listón de seda meciéndose.

—¿Hay algo más formal que esto? ¿Qué te dijo cuando te lo dio?

—Nada —respondió Ino incorporándose en la cama —. Lo mandó con un mensajero del clan.

Era difícil no levantar una ceja ante esa respuesta.

—Llegó a la florería, preguntó por mí, se inclinó con toda reverencia y me informó que era de parte de Neji. Luego se fue.

—¿Qué se supone que suceda ahora? —preguntó Sakura sentándose a su lado.

—Pues… responder, supongo.

Sakura movió la cabeza de un lado a otro.

—Pídele verse —le dijo seriamente —. Dile la verdad.

—Tampoco es como si lleváramos tres años de relación. Ni siquiera hemos tenido una cita…

—Pues eso te está pidiendo, tonta —Insistió Sakura con el cilindro —. Aceptar esta declaración pasa del encuentro casual a una relación formal, y ya no podrás escusarte con que no era en serio.

Ino hizo un mohín.

—Pero sí quiero salir con él.

—¡Con mayor razón tienes que decirle la verdad! No conviertas esto en un episodio de Apuesta de amor; "al principio era así, pero ahora de verdad te amo".

Ino no pudo contener la risa ante la imitación de Sakura, más aún porque sabía que ella seguía viendo todas las temporadas de lo que se había convertido en el drama más largo (y ridículo) de la historia del País del Fuego.

—Puede que se moleste, pero será peor mientras más tiempo pase. Quién sabe, igual y lo acepta y quiere seguir, es decir, esto empezó después de una borrachera.

—Odio que te escuches tan sensata.

Sakura se encogió de hombros mientras sonreía, como un pavo real orgulloso.

—Alguien aquí tiene que ser sensata y madura.

Ino le arrojó el cojín, lo que la hizo enojar y se lo devolvió con más fuerza.

Mientras tanto, Mebuki se detuvo al pie de la escalera cuando escuchó las risas provenientes de la habitación de su hija. Llevaba la tarta de Sakura y una rebanada que había salvado de su marido para poder ofrecérsela a Ino.

Decidió esperar. Realmente se sentía feliz de poder escuchar eso de nuevo. Sakura no era demasiado de tener amigas, de hecho, ya había notado que le costaba relacionarse con otras personas, así que tampoco era asidua a las fiestas de cumpleaños o salir en general.

Cuando niñas, Ino la llevaba consigo a todos los sitios donde la invitaban, pero luego de su distanciamiento, Sakura se había dedicado a sus estudios. Su esposo estaba orgulloso de eso, pero ella siempre sintió que su hija necesitaba algo más.

Para cuando le fue asignado su equipo, los estudios cambiaron por el entrenamiento y al quedarse sola en la aldea, con Sasuke fugado y Naruto con el legendario Jiraiya, pensó que no se podría recuperar del ánimo sombrío que había adoptado. Sin embargo, Ino volvió a entrar a su vida. Quizás porque coincidían en algunos horarios, pero poco a poco el vínculo que alguna vez tuvieron, regresó.

Se había decidido a fregar los platos cuando alguien llamó a la puerta.

Afuera estaba un ninja que ya había visto antes en tareas de mensajería. Este le reverenció formalmente y preguntó por Sakura.

—Ahora mismo no puede atender —le dijo —. Soy su madre.

El chico dudó un poco y optó por entregarle un pergamino, volvió a reverenciar y desapareció.

Con un suspiro de resignación, la mujer cerró la puerta, rompiendo el sello para ver a dónde tendría que ir Sakura, y saber si tendría que prepararle algo.

De pronto, la mujer cayó de rodillas al suelo sintiendo que le faltaba el aire, y antes de darse cuenta, rompió a llorar: la quinta maestra Hokage, había solicitado a Sakura que se presentara para la prueba de admisión en la Fuerza Militar Especial Táctica de Eliminación, ANBU.


Comentarios y aclaraciones:

No se supone que Mebuki abra cosas que no son suyas, pero… parece mentira, pero es anécdota.

Así son algunas mamás.

¡Gracias por leer!