Otro más... pero este he de decir que parte de la culpa de su existencia es de Procrastinacion (L) Échenle a ella culpa (?)

OS AVISO DE ENTRADA: Es un fic MUY confuso al principio.


Datos del fic:

Título: Letras sucias.

Parejas: Boruto x Himawari, Naruhina, SasuHina, SasuNaru, Boruto x Naruto, Boruto x Sasuke y tiene un poco de Sasuke x Himawari (Sasuke se los garcha a todos xD).

ADVERTENCIAS: Yaoi, Incesto, lenguaje soez, Lemon. OOC, AU.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. La loca historia sí (?)


Resumen:

En un mundo en el que el Fanfiction es monetario y tiene mucha más importancia, Boruto Uzumaki se quiere labrar un futuro dentro de esa plataforma. Hasta ahora, ha ganado una gran fama para alguien que recién va a entrar en la universidad. Especialmente, con su última obra. Lo que nadie sabe, excepto su novia, es que ese fic está basado en su padre a quien pilló en un momento íntimo...

Lo que tampoco esperaba, era que su vida fuera a cambiar drásticamente con la llegada, o más bien regreso, de Sasuke Uchiha.


ºLetras suciasº

El camino hacia la suciedad

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Boruto Uzumaki. Diecinueve años. Con novia desde los diecisiete. Ojos azules, cabellos rubios, altura de metro ochenta. Atractivo para muchas, repetitivo para otras. Escandaloso, de gran energía y una mente activa. No era un genio. Al menos no de los que se esperaba en el mundo, sin embargo, estaba subido en un estrado recogiendo el primero por su creación.

"El hombre secreto".

Observó el premio, apretó la mano del hombre que se lo entregaba. Inclinó la cabeza hacia el director de la universidad, un hombre canoso que sonreía orgulloso.

Lo vio, al volverse, casi subido encima de la silla del lugar que le había indicado que ocupara, sacudiendo la mano para llamar su atención. También rubio y de ojos azules. Ambos tenían las mismas marcas en la piel.

Ambos eran retorcidos.

Él era el hijo. Él, el padre.

Puede que para nadie esta historia tenga sentido. Para él menos y fue él mismo quien la escribió. Fue el mismo quien hiló los patrones. Fue él mismo quien descubrió la verdad. Fue él mismo quien pecó de hacer algo tan retorcido. Fue él mismo quien continuaba sin querer soltarlo.

Miró hacia otro lado de la sala. Otro premio se entregaba.

El hombre continuaba en pie, inmerso en sus pensamientos o sin pensar en nada.

Con sus ojos oscuros mirando hacia el presentador. Su boca tensa de labios masculinos y llenos. Sabían bien. Eran suaves.

Él lo sabía.

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Un año antes…

Verano

La primera vez que escribió fue como un subidón de adrenalina. Escribir algo en una pantalla tal y como lo pensabas, que tuviera sentido y organizado. Y que alguien lo leyera y le pidiera más, lo terminó de alentar. Había estado buscando desesperadamente a qué dedicarse y aquel día fue cuando lo encontró.

Quería ser escritor.

Hasta tal punto que buscó la mejor universidad dedicada a estos temas. La mejor que pudiera permitirse para cumplir su sueño.

—¿De verdad quieres estudiar para esto, Boruto?

Su padre había mirado el folleto con los ojos entrecerrados y ciertamente, dudoso. No podía juzgarle. Su padre era un alto empresario solitario al que nadie le había regalado las cosas, que años atrás había pagado el vientre de una mujer para engendrarle y al que no le había importado criarlo solo y pagar todos sus caprichos. Su relación no era la más adorable del mundo y tampoco la más lejana. Boruto podía decir que se respetaban hasta cierto punto.

—Sí —dijo—. Sé que es un mundo duro y que seguramente me cueste subir a lo alto, pero he estado moviéndome por lugares de internet y tengo cierta fama. Quiero mejorarlo y convertirme en un profesional.

—Esto no es como escribir un libro. Esto va a ser muy largo de estudiar y quizás no todo el mundo te apoye al tener que pagar por leer lo que vayas a hacer —sopesó Naruto rascándose el mentón donde un principio de barba rubia empezaba a asomar. ¿Entiendes a donde quiero llegar?

—Sí, si no funciona, iré a trabajar contigo —propuso—. Como segunda opción.

Naruto lo estudió esta vez a él, echándose hacia atrás y tirándose de la corbata. Suspiró. Boruto esperó un sermón. Su padre sabía que él odiaba su trabajo y que nunca querría entrar en él a menos que no le quedara otra opción. Que se lo propusiera, ya era algo sumamente importante.

—Está bien —aceptó—. No hay límite, pero tu cuenta bancaria para la universidad no es infinita. Recuerda eso.

Boruto asintió y recogió los papeles para que él los firmara.

Días más tarde, su padre y él acudieron a la universidad tras ser admitido. En realidad, ya tenía una recomendación de parte un ilustrador de libros llamado Sai y que era amigo de su padre. Por entonces, ninguno de los dos lo sabía, hasta que se lo encontraron.

—Cuánto tiempo, Naruto —saludó Sai tras estrecharle la mano—. Nunca pensé que Boruto fuera tu hijo. Uzumaki no es un apellido tan raro.

Naruto se encogió de hombros como respuesta y frotó los cabellos de su retoño.

—No, no lo es. Pero te agradezco que hayas sido el padrino. Estoy más tranquilo.

—Sé dónde hay talento.

Boruto sonrió orgulloso. No es que se le subiera todo a la cabeza, conocía sus limitaciones, pero cualquier cosa que hiciera que su padre se quedara con la boca abierta o le mirara con orgullo, era como colgarse una medalla en el pecho.

—Bueno, os haré un tour por la universidad. Imagino que no te quedarás a dormir.

—No —negó—. Vivimos cerca y puedo ahorrarme el dinero del alquiler.

Sai asintió. Igualmente, señaló hacia el edificio de los dormitorios.

—Por ahí está el área de las hermandades y demás. Pero si quieres concentrarte en lo tuyo, no tienes necesidad de involucrarte. Aunque siempre se puede sacar un buen material.

Boruto asintió, pero no era un tema que le interesara.

—El aula donde pasaras muchas horas, está en la segunda planta entrando por ese edificio. Las taquillas están en la primera planta. La sala de profesores y la cafetería en la planta baja.

Sai continuó dictando los lugares de interés y les entregó un calendario y varios panfletos con opciones a otras clases.

—Aunque te recomiendo que te enfoques en tus clases, también te diré que sin cosas que sucedan a tu alrededor, no podrás tener para siempre inspiración.

Boruto conocía ese detalle. Muy bien.

Hubo un tiempo en que dejó de escribir precisamente por eso. Las ideas no llegaban a su mente, no fluían por sus dedos y tampoco acompañaban a sus sueños. Por aquel tiempo, las cosas tampoco iban bien en su casa.

Su padre había perdido un negocio que le estaba pasando factura y la soledad lo estaba marcando. Nunca había imaginado que un adulto necesitara de otra persona tanto como comprendió que su progenitor sí lo hacía.

Unos días después, descubrió que su padre lo necesitaba más que nunca. Fue una de las pocas veces que despertó durante la noche y descubrió la forma en que su padre solía mitigar la necesidad de esta soledad por las noches.

Le sorprendió muchísimo más de lo que esperaba. Generalmente, muchos niños cuando descubrían a sus padres, o tendían a tener traumas en los que preferían no pensar, se marchaban e intentaban dormir o simplemente pensaban que ya eran lo suficiente mayores como para notar esas cosas y eran naturales.

—Espero que disfrutes de tu estadía aquí —dijo Sai regresándolo al presente.

Se despidió de ambos y mientras Naruto lo despedía con una mano alzada y sonreía emocionado, Boruto se quedó observándole.

Su padre era apuesto, bastante marcado para ser un hombre ejecutivo. Estaba seguro de que más de una chica en el Campus le habría echado más de una mirada lasciva. No es que su padre fuera buscándolo o pavoneándose como un pavo, desde luego, era demasiado despistado más bien.

Era sólo que no podía comprender por qué su padre llevaba siendo soltero desde que él nació. No hubo ninguna mujer que metiera en su cama. Tampoco su madre biológica había hecho por ponerse en contacto con él.

Por eso, comprendía que necesitara buscar placer a solas.

—¿Volvemos? —cuestionó Naruto ajeno a sus pensamientos.

—Sí —aceptó—. Mañana ya indagaré más.

Mientras se subían en el coche de regreso a casa, recordó aquella torpe vez en que intentó darle una charla de sexualidad. Le había dicho que todos los padres hacían eso con sus hijos, aunque Naruto aseguraba que su padrino —ya que sus padres fallecieron cuando era un niño—, lo llevó a un puticlub y él no pensaba hacerlo con él. Boruto tampoco habría accedido a ir, así que tuvo que escuchar lo más pacientemente que le fue posible a su padre balbucear sobre el sexo femenino, el miembro masculino, las mamas y a saber qué diablos de cosas más.

Ahí pensó que era torpe, que se vedaba la sexualidad.

Hasta aquella noche, claro, cuando lo descubrió por primera pero no última vez.

Miró de reojo sus manos sobre el volante, masculinas, de uñas cortadas y dedos largos y huesudos. Una pulsera colgaba de su muñeca.

Le había tocado muchas veces con esa mano. Para cambiarle los pañales, acariciarle los cabellos, lavarle en el baño… pero jamás había pensado que su padre pudiera usar sus manos para tocarse a sí mismo. Quizás se debiera a un pensamiento que claramente los hijos no tenían hacia los padres.

Pero Boruto le había visto y no pudo sacárselo de la mente.

Incluso la última vez que estuvo con su novia, se preguntó si realmente era idóneo para ella.

—¿A qué viene esa pregunta? —había exclamado ella entre risas —. Para mí es perfecto.

—Tampoco has probado ningún otro —picó. Ella le pellizco las mejillas como respuesta.

Pero Boruto continuó con esa duda. Luego recordó que todavía tenía que crecer más. Al fin y al cabo, su padre era veinte años mayor que él.

—¿Sabes que ahora tendrás menos tiempo para ver a tu chica? —cuestionó Naruto haciéndolo regresar al presente—. ¿No quieres ir a verla?

Lo sopesó. Hacía días que no iba a verla y sólo conversar por internet no era suficiente.

—Puedo dejarte de camino. Hasta si quieres, podría conocer por fin a sus padres —dijo.

Boruto sabía las ganas que su padre tenía de que formalizaran su noviazgo. Había insistido muchísimo en conocer a su novia cuando comenzaron a salir, se lo concedió, peor lo que no se atrevía era a presentarle a la madre de Himawari. Incluso había obviado que, hasta donde él sabía, fuera una madre soltera.

—Déjame simplemente —respondió.

Naruto suspiró entre dientes.

—No necesitas ser tan frio y avergonzarte de mí.

—No es eso —respondió rápidamente—. Sólo…

—Llevas dos años con ella. En un año harán tres. Si eso no es amor, ya me dirás qué es —puntualizó Naruto mirándole al detenerse en la calle indicada—. Piénsalo bien.

—No me vayas a dar un sermón ahora con que tenga cuidado y use siempre precaución —advirtió abriendo la puerta.

—No, pero ten cuidado con llevar siempre condón.

—¡Es lo mismo, padre idiota! —exclamó hasta que se dio cuenta de que Naruto sonreía abiertamente—. Anda, lárgate.

Cerró la puerta y esperó a que el coche se perdiera para llamar. Himawari le abrió al instante, sonriéndole ampliamente. Le dio un casto beso y entró tras descalzarse.

—¿Está tu madre?

—No, tardará unas horas. Fue a visitar a mi tía Hanabi al hospital.

—¿Está bien? —cuestionó siguiéndola hacia su dormitorio.

La casa de Himawari no era un piso de lujo ni tampoco un departamento de tres dormitorios como el que su padre y él ocupaban. Más bien, ese piso parecía exclusivo para dos personas y nada más. Limpio, sí, pero pequeño.

—Sí, ha tenido un bebé sano. Mamá me envió una foto para que lo viera. ¿Quieres verle?

Asintió, sentándose en la cama.

Mientras Himawari buscaba entre las fotografías de su móvil, se tomó su tiempo en observar su pequeña habitación. Era de tonos alegres, puros, con muchos peluches y un gran corcho de fotos donde resaltaba una fotografía de ellos y otra con su madre.

Era una mujer muy hermosa. De ojos perlas y piel nívea. Llevaba los cabellos cortos y siempre aparecía sonriendo con algo de cansancio. Boruto no había indagado mucho, pero Himawari le había contado que no sabía quién era su padre y que conversarlo con su madre era enmudecerla por días.

Al menos, a él lo había tratado bien y no había juzgado el hecho de ser la pareja de su hija. No era la típica suegra entrometida que en su casa no quería puertas cerradas y más de una vez sabía que Himawari y él estaban el tiempo suficiente a solas como para hacer cosas de adultos. Imaginaba que, si durante esos años no había dejado a su hija embarazada, no debería de tener poca fe en él.

Más bien, hasta era agradable tener algo de calor maternal que nunca había experimentado. Y Himawari también se había llevado muy bien con su padre, como para que ella le dijera que había tenido suerte con él.

—Mira.

Miró la fotografía del pequeño niño. Tenía una cara redonda que se le antojó como la de un pan, los ojos hinchados y cerrados, la boca demasiado pequeña y un único mechón de pelo castaño en toda su cabeza.

Sí, precioso, pensó irónico.

—¿No es guapo mi primo?

—Sí —mintió echándose hacia atrás.

Himawari dejó el móvil a un lado para recostarse a su lado.

—¿Qué ocurre?

—He ido a la universidad. Empezaré las clases pronto —explicó—. Tendré menos tiempo para estar contigo.

Ella dudó.

—¿Quieres que lo…?

—¡No! —interrumpió. No podía permitirse pensar en eso—. No, ni hablar. Más bien es…

Se volvió de lado para quedar cara a cara. Himawari le miraba con el ceño fruncido y la boca abierta. Por un instante, la mente se le quedó en blanco y se movió hasta alcanzar sus labios. Mordisqueó el inferior y chupó el superior, separándose, con los brazos de ella rodeándole la cintura.

—Entre las clases, los exámenes y escribir, no sé cuándo podré verte —explicó poniéndose de rodillas. Levantó los brazos para que le quitara la camisa—. Es frustrante.

—La última cosa que escribiste fue muy llamativa para muchos. También la compartí.

Le besó el pecho, subiendo hasta ponerse también de rodillas, buscando su boca. Boruto la tomó de las mejillas.

—No deberías de leerlas.

—¿Por qué no? —cuestionó con una inocencia que no tenía nada que ver con sus siguientes palabras—. Describiste a un hombre masturbándose a la perfección. Fue… excitante.

Boruto jugó con el bajo de su camiseta, tirando para marcar la forma de sus senos, cuyos pezones rozaban contra el sujetador. Levantó finalmente la tela y se la quitó.

—¿Estabas usándote como referencia? —cuestionó ella levantando esa vez los brazos y dejando la tela a un lado.

—No —negó mirándola a los ojos. Acarició el labio con su pulgar—. No sé cómo expresarlo, pero digamos que me inspiré en algo que vi.

Himawari hizo un mohín.

—Viste porno.

—Claro que no —bufó echándose hacia atrás en la cama y llevándosela consigo—. Ya te dije que, viviendo con mi padre, ver ciertas cosas no es raro. ¿Nunca has visto a tu madre…?

—¡No! —negó ella ruborizándose—. Mamá no es de las que hacen esas cosas.

—No es de piedra, Hima. Yo también pensaba que mi padre nunca las haría y mira.

Himawari chasqueó la lengua.

—Entonces… lo que leí fue lo que viste de tu padre —dedujo echándose los cabellos hacia un lado para permitirle buscar el cierre del sujetador.

Boruto asintió. No entendía por qué con ella era todo más sencillo. A nadie nunca podría habérselo contado. Muchos de sus subscriptores, que le habían apoyado para llegar a hacerse profesional, en sus mensajes le habían dicho que se inspiraba en ver porno. Claro que algunos pensaban que quien escribía esas historias subidas de tono era una mujer.

¿Cómo iba a un chico de dieciocho años inspirarse en una noche de captar a su padre haciéndose tal cosa íntima y plasmarla con tanta pasión en letras?

—¿No te parezco asqueroso?

Himawari se apoyó sobre su pecho para incorporarse y mirarle fijamente.

—No. Creo que no habrá nada en este mundo que pueda evitar que te vea como realmente eres.

Le acarició la mejilla, inclinándose para besarle.

—Te amo.

Boruto entrecerró los ojos.

—Te amo —correspondió antes de caer en sus brazos.

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—Bienvenidos a un nuevo semestre en la universidad. A los que sean nuevos, prepararos para un tiempo de desgaste supremo, porque, aunque hace años esta rama con resultados profesional no eran tan preciada, ahora es un camino de espinas. Espero que sean conscientes de que entrar en el lado profesional conlleva un gran esfuerzo. Soy Mirai Sarutobi y seré vuestra tutora y profesora principal. Conmigo aprenderán "El arte de no caer en el hiatus" y "historia del Fanfiction". Aprovechando esto, os comentaré que dentro de poco estará abierta la lista para inscribirse en el concurso más importante de toda la ciudad y al que espero que muchos de ustedes obtén para conseguir vuestros sueños.

Boruto miró por la ventana, distraído, mientras que la profesora continuaba hablando. Era el primer día y ya estaba deseando salir de allí. Su mente estaba rellena de las mil y una cosa que había hecho con Himawari el día anterior.

Miró la pantalla del ordenador que le habían asignado con la página de fanfiction en ella. La profesora estaba explicándoles cómo crearse una cuenta y cómo adentrarse en la zona en que les daría beneficios, —en este caso, puntos para la asignatura—, y también, otras opciones que no había conocido hasta ese momento.

Añadió su cuenta de usuario principal, añadiéndola y sintió que alguien dejaba escapar un gemido de sorpresa tras él.

Se volvió, sorprendido.

Un chico de cabellos extraños y mirada semejante a la de una serpiente, le sonrió.

—Así que eres tú —dijo.

Boruto enarcó una ceja, cerrando la pestaña.

—Ah, tranquilo, no lo diré a nadie. Soy Mitsuki, encantado. Soy uno de tus mayores fans. Hasta ahora, mi obra favorita tuya es la de "El soldado nocturno".

Rodó los ojos.

Claro. Escribir sobre tu padre masturbándose tenía mucho éxito en las redes.

—Aunque ahora que sé que eres un hombre… no sé qué pensar.

—No me importa —zanjó.

Una de las personas que no debía de odiarle no lo hacía. Su padre no lo sabía. Y desde luego, habría disfrutado más de un poco de anonimato.

El chico volvió a abordarlo a la hora de la comida.

—¿Cómo es que escribes sobre relaciones de hombres?

—¿Supone un problema? —cuestionó antes de morder su preciado bocadillo.

—No —negó Mitsuki—. ¿Expones tu sexualidad?

Boruto lo estudio con la mirada. No parecía haber maldad en sus preguntas, pero tampoco eran de las que deseabas hablar con alguien que acabaras de conocer. Sin embargo, se descubrió a sí mismo contestando.

—No realmente —explicó—. Y, por las dudas, tengo novia.

—Oh —reaccionó Mitsuki—. Es entonces una forma de ver que existiría una posibilidad de que fueras Gay.

Boruto bufó.

—No —negó.

Pero ni siquiera a él le pareció convincente esa respuesta.

Mitsuki y él intercambiaron correos y cuentas de redes sociales. Su padre siempre le había enseñado que los contactos eran importantes, aunque fueran muy molestos.

Se dio cuenta de que aquel comienzo había sido confuso, extraño y completamente el pronóstico de lo que iba a cambiar en el futuro. Claro que, por entonces, nadie le había dicho que podía ser tan complicado.

Él pensaba que su vida era perfecta así, algo retorcida, debía de admitir.

Por entonces, tenía dieciocho años. Con novia. Un padre soltero escandaloso al que, por alguna razón ilógica y corrompida utilizaba como musa para sus escritos subidos de tono de porno gay. Escritor mediocre de Fanfiction. Acababa de empezar en la universidad.

Y todavía, no conocía al desencadenante de todo el lado más oscuro que iba a desarrollar.

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Hinata Hyûga levantó la mirada cuando escuchó su nombre. Formó una tímida sonrisa y avanzó algo más rápido hasta detenerse frente a sus pies. El hombre se mantuvo a la espera, con las manos en los bolsillos y la oscura mirada posada sobre ella. Era tan atractivo que hasta los hombres se detenían para mirarle y a veces le parecía completamente un sueño que fuera, en ese momento, su pareja.

—¡Sasuke-kun! —saludó—. ¿Llevas esperando mucho tiempo?

—No —respondió él inclinándose para que pudiera darle un beso en la mejilla. Incluso así, tuvo que ponerse de puntillas para ello—. ¿Cómo está tu hermana?

—Bien. Por suerte, lograron detener el sangrado y ya está estable —explicó sonriente—. ¿Por qué no me dijiste antes que volvías de viaje? Podría haberme puesto otra cosa —farfulló mirando su traje de empresa—. Estoy horrible.

—No es cierto.

Levantó los ojos hacia él, sonrojándose al notar su mirada recorrerla de arriba abajo.

Sonrió con timidez, con el corazón latiéndole a mil por hora. Echó las manos hacia atrás, inclinándose hacia delante.

—Pues, bienvenido de nuevo.

—Gracias —dijo simplemente.

Hinata sabía que había mucho más en esas simples palabras. Tomó la mano que le ofreció y caminó a su lado.

—Le he estado hablando mucho de ti a Hima. Estoy segura de que le encantará conocerte —manifestó emocionada.

Si era sincera, la primera vez que le habló de Sasuke a su hija pensó que iba a enfadarse y montarle un holocausto típico de un adolescente. Sin embargo, Himawari siempre le había demostrado una parte muy dulce y firme de su personalidad. Además, de una gran responsabilidad.

Ella misma se había asustado cuando descubrió que tenía novio, pensado que era demasiado joven y, sin embargo, hasta ahora las cosas habían sido tan maduras entre ambos muchachos, que casi sentía ganas de llorar por preocuparse tanto.

Cuando la besó, echándole en cara de que ya era hora de que encontrara el amor, Hinata no pudo evitar echarse a llorar y recordarse que tenía la mejor hija del mundo.

Más bien, no comprendía cómo Himawari podía seguir amándola de ese modo. Quizás, si descubría el oscuro secreto que había tras ellas, sí lo hiciera.

Se llevó una mano al vientre, angustiada por un instante.

—¿Hinata?

Levantó la cabeza al ver que se había sumido demasiado en sus pensamientos. Sasuke estaba demasiado cerca, provocando que de la sorpresa se le subieran los colores. Incluso cuando sus labios se posaron sobre los suyos se estremeció de pies a cabeza.

Al separarse, las piernas le temblaban y tuvo que recostarse contra él.

—Lo siento… me puse a pensar en cosas del pasado.

—No tiene importancia —aseguró él sujetándola de la cadera—. Sabes que yo mismo soy un pozo oscuro.

Hinata se perdió en sus ojos, brillantes, profundos. Le rodeó los hombros con sus brazos y suspiró su aroma.

Hacía mucho tiempo que había caído ya en esa oscuridad de él.

Más tarde, desnuda en la cama del hombre, con su dedo rodeando su pezón distraídamente, levantó los ojos hacia él.

—¿Vas a dar clases en la universidad?

—Sí, me han aceptado. Daré dos clases. ¿Por qué?

—Oh. Es que Himawari me dijo que Boruto había entrado en la misma rama que vas a tomar tú —explicó—. Es un buen chico.

—¿Boruto? —cuestionó.

—Sí, Boruto Uzumaki —recordó—. Tiene la misma edad que Himawari. Ya te hablé de él.

Sasuke se incorporó y la sábana resbaló de sus caderas. Aún sin estar erecto, siempre le había parecido grande y poderoso, muy masculino.

—¿Ocurre algo?

—¿Su padre lleva una empresa?

—Creo que sí —respondió llevándose un dedo a la barbilla—. No le conozco en persona. Por alguna razón, Boruto dice que su padre no tiene tiempo nunca para que podamos cenar y conocernos. Pero Himawari dijo que es un buen hombre. ¿Le conoces?

Sasuke asintió lentamente, antes de volver a mirarla.

—Es mi ex compañero de clases y mi primer…

Cerró la boca, suspirando.

Hinata lo terminó por él.

—¿Amor?

Sasuke asintió. Podía ser un hombre intelectual, profesor de universidad, relaciones públicas de una empresa para futuros escritores y director de una empresa de marketing para Fanfiction. Pero seguía siendo un hombre con un pasado, un mundo a sus espaldas.

Le acarició la mejilla, sonriéndole tiernamente.

—Está bien. Lo sé. No pongas esa cara.

Le besó y él se invitó de nuevo entre las sábanas.

.

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Naruto Uzumaki miró hacia el dormitorio con cierto pesar. Boruto estaba en clases y él tenía el día demasiado libre. Odiaba cuando eso pasaba porque era cuando más echaba en falta tener vida social. Al menos, con alguien libre.

Miró su móvil mientras se recostaba contra el sofá y se rascaba el vientre. Quizás sería buena idea mirar algo de porno y darse un rato de privacidad. Desde que Boruto pasaba más noches despierto por sus trabajos o por escribir, le era difícil encontrar momentos en los que aliviarse.

—Ah, Sakura-chan está conectada —se percató.

Abrió la burbujita correspondiente de la mujer y saludó. Ella no tardó en llamarle.

—¿Naruto? ¿Ocurre algo?

—No realmente. ¿Estás libre? —cuestionó.

—Sí, justo iba a ir a comer.

—Ven a comer a mi casa —invitó—. Boruto no está.

Sakura pareció dudar por un instante y él imaginó por qué.

—Está bien. Iré.

Colgó y se levantó para ir a preparar algo de comer. Acaba de poner la mesa cuando el timbre llamó su atención y nada más abrir la puerta, se encontró con la mujer frente a él. Una mujer atractiva, si te gustaban las mujeres flacas, de piel blanca, labios rosados y cabellos rosas con una mirada penetrante y verde.

—¿Sabes que tu casa queda lejos de la universidad? —cuestionó mientras suspiraba y le entrega el bolso y suspiraba agradecida por el frescor del aire acondicionado—. ¿Tanto te aburres?

—Sí —reconoció haciendo un mohín mientras dejaba las cosas sobre el mueble de la entrada—. Y eres la única con la que mantengo más contacto. Hasta Kiba está ausente estos días y sólo habla de animales rescatados.

—Porque es su trabajo —recordó la mujer cruzándose de brazos—. Hubo un tiempo en que tú también sólo hablabas de Boruto, por ejemplo, y de cómo comía, hacia la caca o hasta la cantidad de veces que te lo ponías en la teta con la loca idea de poder amamantarlo.

Naruto sonrió con cansancio.

—Ya no puedo hacer eso con él.

—¿Qué esperabas? ¿Qué siguiera chupándote la teta?

—Claro que no —bufó—. Pero me cuesta hacerme a la idea. Quizás debería de…

—No —interrumpió Sakura levantando una mano—. No vuelvas a hacerlo. Lo que necesitas es estabilidad amorosa o al menos, un amigo con quien compartir horas. ¿No has pensado en pedir una cita en un centro especializado?

—Claro que no. Eso te funcionó a ti, a mí no —reprochó ofreciéndole asiento—. Pero invitarte no ha sido para eso. La verdad es que lo pensé mucho, a cuenta de volver a pedir que me ayudaras a encontrar otra mujer dispuesta a tener un hijo mío sin que supiera quién soy, pero… a veces me pregunto si obré bien.

Sakura le miró sorprendida.

Por un instante, se vio en el pasado, con ella sentada enfrente de él en el sillón de su oficina y la cara sorprendida que no había cambiado.

"Sakura… quiero ser padre. ¿Cómo puedo hacerlo?"

Sakura le había gritado a cuenta de que sabía perfectamente cómo metérsela a una mujer, pero Naruto había dejado en claro que no quería vivir con una. Sólo quería ser padre. Y así, su amiga fue la que le buscó un vientre de alquiler. Jamás le contó quién era la madre. Tampoco había hecho por insistirle en que Boruto la conociera. Sólo estuvo contándole todo el proceso y un día, le llamó para que fuera a buscar el bebé. Se llevó el cheque con el dinero a su nombre y no volvieron a hablar del tema.

Cuando se lo contó a Boruto, este le había mirado dolorido, pero por algún motivo que no conseguía comprender del todo, jamás había querido saber quién era ella ni cómo fue.

—¿Por qué no ibas a obrar bien? —cuestionó Sakura—. Pagaste por un bebé al que has amado durante toda su vida.

Naruto se rascó la nuca, dudoso.

—No lo sé… siento que hay algo que se me escapa de todo.

—Lo que se te escapa es que se ha hecho mayor y ya no puedes enfocar las horas de soledad en él —regañó Sakura señalándolo mientras le servía el vino—. Has de madurar y dejar de depender de tu hijo o sí vas a crear algo enfermizo con él.

Naruto enarcó una ceja, sentándose frente a su plato.

—¿Qué tipo de relación enfermiza?

Sakura guiñó los ojos, estudiándole con la mirada.

—Nada, no importa. No creo que tú fueras capaz.

Naruto no le prestó mucha más atención al tema. Cambiaron a conversaciones más triviales relacionadas con el trabajo de ambos, hasta que Sakura recibió un mensaje que la hizo levantar la mirada hacia él.

—No te lo vas a creer. ¿Sabes quién ha regresado a la ciudad?

—No, no. Cuenta —animó interesado en el chisme.

—Sasuke Uchiha.

A Naruto se le cayó el tenedor al suelo.

Y estaba seguro de que también el corazón.

Continuará...

Sí, es Naruhina. Sí, es Sasuhina. Sí, es Boruto por todos. Y sí, Sasuke se los garcha a todos. Ya entenderán más tarde.