Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to KitsuShel. We just translate with her permission.
Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de KitsuShel, solo nos adjudicamos la traducción.
Rabbit Heart
By: KitsuShel
Traducción: luzalejatb
Beta: Melina Aragón
Capítulo 1: Rabbit heart
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Here I am, a rabbit hearted girl
Frozen in the headlights
It seems I've made the final sacrifice
I must become a lion hearted girl
Ready for a fight
Before I make the final sacrifice
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Rabbit Heartde Florence + the Machine
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Las calles estaban inquietantemente vacías mientras la chica se escabullía sigilosamente de su casa de Beverly Hills, aunque fácilmente se podría referir a ella como mansión. Tenía los hombros encorvados y se aseguraba de que la capucha le cubriera firmemente el pelo rubio, la espalda cargada con una mochila repleta de cosas y un estuche de guitarra. Ella necesitaba escapar rápidamente, sin ser vista, y hoy era el mejor momento para que eso sucediera. Eran pasadas las once de la noche, en Nochebuena y prácticamente no había movimiento en la calle Santa Monica. Caminó casi cuatro kilómetros y medio antes de encontrar un taxi que pasaba por las calles desoladas.
Rápidamente guardó sus escasas pertenencias en el asiento trasero antes de subir al interior.
—A la estación de autobuses más cercana, por favor —solicitó tan suavemente como pudo, pero aún dentro del alcance de audición del conductor.
El hombre mayor la miró por el espejo retrovisor. Si él pensaba que había algo extraño en la forma en que ella mantenía oculta su cara, no lo mencionó.
—¿De regreso a casa por las fiestas, cariño?
—Algo así —murmuró, mirando por la ventana y viendo pasar las luces. Llegaron a su destino en menos de quince minutos y ella le entregó un billete de cincuenta dólares.
Él iba a darle el cambio, pero ella lo rechazó.
—Quédeselo.
Sorprendido, él le sonrió.
—Feliz Navidad, cariño. Que tengas un buen viaje.
Ella le devolvió la sonrisa que pudo.
—Gracias. Felices fiestas.
Balanceando sus posesiones sobre su espalda una vez más, la chica se dirigió a la estación de autobuses. Un joven aburrido estaba de pie detrás del mostrador, leyendo una revista mientras ella caminaba hacia él.
—¿Puede darme un boleto para salir de aquí, por favor?
—¿A dónde? —preguntó el hombre, sin levantar la vista.
—A cualquier lugar entre aquí y Washington pero preferiblemente Seattle.
El tipo se movió y cerró la revista, haciendo que a la chica se le atascara el aliento en la garganta. Una cara demasiado familiar le devolvió la mirada desde la tapa con cabello platino y ojos azul zafiro. Ella tragó audiblemente y rezó para que el hombre no se diera cuenta mientras tecleaba su pedido en el computador.
—Hay un autobús que sale a medianoche y se detiene en Tacoma. Serían ciento cincuenta dólares.
—Bien, lo tomaré.
Ella buscó en su bolsillo, sacó dos billetes de cien dólares y los puso sobre el mostrador. El hombre no pestañeó ante los billetes de gran denominación y procedió a imprimir el boleto.
—Tendré que ver su identificación, señorita —le informó y el tono en su voz era aburrido. Ella sacó la identificación falsa de su bolsillo y rezó para que las habilidades de Jenks fueran tan buenas como él decía que eran. Ella solo la había usado una vez, cuando fue a un club disfrazada. Había sido reconocida en treinta minutos y nunca intentó hacer algo así nuevamente. El tipo echó un vistazo a la foto y se la devolvió, sin siquiera mirarla a la cara.
»Está bien, señorita Swan, está lista para irse. Los baños están allí y los autobuses embarcan desde esa puerta. —Hizo movimientos en ambas direcciones con los brazos pero su atención estaba claramente en la revista. Ella murmuró su agradecimiento y echó un último vistazo a la foto al pasar, poniendo los ojos en blanco ante el título.
¡Izzy Dwyer, la más querida de América!
—Querida, mi culo —murmuró mientras se abría paso hacia el baño de mujeres, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella. Puso sus cosas en el piso y se echó la capucha hacia atrás, consiguiendo una buena vista de sí misma en el espejo. Sabía que no llegaría lejos ya que su aspecto era demasiado reconocible.
Paso uno: recogió su largo cabello rubio en una coleta y rápidamente lo trenzó, antes de envolverlo en un moño. Tendría que funcionar por ahora.
Paso dos: se inclinó sobre el lavabo y suavemente se quitó un lente de contacto, y luego el otro. Dejándolos en el lavabo, abrió el grifo y observó el movimiento azul antinatural girar y luego caer por el desagüe. Parpadeó varias veces, se miró al espejo y una sensación extraña la recorrió mientras miraba sus desconocidos ojos chocolate.
Paso tres: Rebuscó en su mochila, haciendo caso omiso de los fajos de dinero puestos descuidadamente y sacó una vieja y maltratada gorra de béisbol de los Mariners de Seattle. Se la puso en la cabeza y sintió que las lágrimas picaban en sus ojos al recordar a su padre, el dueño anterior de la gorra. Ella cerró los ojos y suspiró.
—Cuídame, papá, y ayúdame a llegar con Mac a salvo —susurró en el silencio.
Se puso la capucha de su sudadera en la cabeza y recogió sus pertenencias, antes de regresar a la zona de espera. Se instaló en una incómoda silla de plástico y sacó un libro de su mochila, tratando de matar el tiempo y calmar sus nervios.
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Unas veinticuatro horas más tarde, el autobús llegó a Tacoma. La chica se levantó y estiró sus músculos tensionados, antes de recoger sus cosas y dirigirse a la salida del autobús. Encontró un rincón tranquilo y sacó su computadora portátil, volviendo a verificar sus opciones para llegar a Forks, que estaba a unas tres horas de distancia. Se había acostumbrado demasiado a Los Ángeles y a las ciudades metropolitanas circundantes. Sus únicas opciones eran intentar que alguien le diera un aventón hasta allí o alquilar un automóvil. Ella sopesó sus opciones seriamente. Si elegía la opción del aventón, posiblemente podría terminar muerta en alguna carretera. Pero si intentaba alquilar un automóvil, posiblemente podría llamar la atención sobre su identidad. Ella no estaba segura de cuál era más favorable en ese momento.
Había una mujer indígena de cabello oscuro, que atendía el mostrador en esa estación y la chica se dirigió hacia ella silenciosamente, manteniendo su cara oculta por su capucha.
—Disculpe, señora —habló en voz baja—. Estoy tratando de llegar a Forks. ¿Conoce la mejor forma de llegar allí?
La mujer levantó sus ojos casi negros y evaluó a la recién llegada. La simpatía se apoderó de la señora por la obviamente cansada chica que viajaba sola el día de Navidad.
—Forks está bastante lejos, querida. Si puedes esperar hasta mañana, mi esposo y yo vamos a ir a Port Angeles a visitar a mi familia. Estaremos encantados de llevarte hasta allá.
Las lágrimas picaron en los ojos de la joven. Ya no estaba acostumbrada a que alguien fuera bondadoso con ella.
—Gracias —susurró—. Apreciaría eso. ¿Hay algún motel o algo cerca?
La mujer asintió.
—Hay un hotel a cuatro cuadras de aquí. Puedo darte indicaciones. Solo ven a verme aquí mañana alrededor de las nueve, ¿de acuerdo?
La chica asintió con gratitud y pronto se puso en camino, respirando el aire fresco de la noche mientras caminaba hacia un refugio. Era completamente diferente del aire de L.A.; ligero y fresco.
Después de un sueño irregular, plagado de pesadillas de ser descubierta y arrastrada de vuelta a California, la joven se despertó antes del amanecer. Se quedó de pie en la ventana de su habitación, viendo salir el sol sobre la estación de Tacoma y el pequeño bosque al fondo. Sus pensamientos eran turbulentos y se preguntó, no por primera vez, si su plan era un error.
Robert "Mac" McCarty había sido el mejor amigo de su padre y como un segundo padre para ella. Su hijo, Emmett, era dos años mayor y había sido como su hermano desde el momento en que nació en esa pequeña ciudad de Washington. Mac era dueño de una taberna en medio de la soñolienta Forks, y su padre, Charlie, era el Jefe de Policía. Su madre, Renée, se divorció de Charlie y se escapó del pueblo, dejando a un padre soltero al cuidado de su niña de tres años. La esposa de Mac falleció durante el parto, por lo que él y Charlie formaron una especie de familia.
Cuando Charlie murió cumpliendo su deber, justo antes del decimotercer cumpleaños de Bella, su madre apareció, alejando a la niña de todo lo que conocía y amaba, llevándola a California con ella y su nuevo marido. De lo primero que se ocupó Renée fue de cambiar el nombre de su hija a Izzy Dwyer, borrando por completo cualquier rastro de Bella Swan y de la vida que había conocido antes. Al principio, Bella había sido desafiante, negándose a responder a su nuevo nombre y a la nueva forma en que debía actuar. Eventualmente, Renée usó el chantaje emocional y rompió la voluntad de su hija.
A los pocos años de vivir en Los Ángeles, Renée había vendido a su hija como la más nueva sensación adolescente, aclarando su cabello y forzándola a usar lentes de contacto en sus ojos, para hacerlos "más lindos". El público rápidamente se enamoró de la belleza y la voz llena de sentimiento de Izzy, catapultándola al estrellato. Cuando le suplicaba a su madre que volvieran a Forks para una visita, Renée la convencía de que allí nadie quería verla. Habían pasado más de tres años y no había recibido llamadas ni cartas de su "familia". Con su corazón roto, cada año que pasó desde su partida de casa causó que la grieta en el alma de Bella se hiciera más profunda.
Tres meses después de su décimo octavo cumpleaños, Renée y su esposo, Phil, murieron en un accidente automovilístico, dejando a Bella completamente sola. Sin saber qué más hacer, se quedó en la vida que a ella no le gustaba, porque era todo lo que conocía. Los únicos puntos de esperanza eran las dos personas a las que honestamente podía llamar amigos; su asistente personal, Tanya Denali, y su mejor amigo, James Tillman, quien era uno de los actores más populares de Hollywood. Izzy y James aparecían como pareja a menudo, sobre todo para cubrir que él era bisexual y con cierta frecuencia tenía aventuras discretas con otros actores. Después de conocerse en una fiesta una noche, James pudo ver que ella aún no estaba llena de acciones turbias que algunas personas empleaban para llegar a la fama. La tomó bajo su protección y la cuidó lo mejor que pudo, demostrando su lealtad y amistad en más de una ocasión. Lamentó no haber dejado una nota más detallada para él y para Tanya pero no podía correr el riesgo de que la siguieran. El resultado final de eso hubiera sido catastrófico.
La alarma en el teléfono prepago de Bella sonó y ella apartó la vista de la ventana para ducharse y cambiarse a su única ropa limpia. Su adorado iPhone se quedó en casa por temor a que lo rastrearan. Cuando el agua caliente golpeó su espalda tensa, se perdió en sus pensamientos, tratando de precisar el momento en que todo se fue al infierno. Tenía veintidós años y estaba en la cima del mundo, era adorada por millones. Tal vez era un poco demasiado.
Hacía unos meses, comenzó a recibir cartas amorosas de un admirador desconocido. Las notas comenzaron a llegar cada dos semanas, creciendo en frecuencia y en detalles personales. Pronto, incluyeron cosas que ella había estado haciendo o usando ese mismo día. Asustada y preocupada, terminó contratando seguridad adicional para mantenerla a salvo. Dos hombres corpulentos, llamados Bruno y Dillon, la seguían donde quiera que ella fuese y se turnaban para patrullar su casa pero las cartas seguían llegando. Después de asistir a una reunión con James en Nochebuena, llegó a casa solo para encontrar que una carta la esperaba, en medio de su cama. Su corazón martilleó en su pecho mientras la levantaba y desplegaba la nota. Una imagen de su propia cara dormida estaba en el interior.
"Pronto, mi querida Izzy. Pronto estaremos juntos".
Sabiendo que su acosador no solo había estado recientemente en su casa, sino que también había estado mientras ella estaba en su estado más vulnerable, hizo que el miedo creciera sin control. Ella llamó a Bruno y le informó lo que había sucedido y él entró en acción. Para el momento en que él había revisado cada centímetro de la casa, su decisión estaba tomada. Ella rechazó su consejo de ir a un hotel hasta que se estableciera más seguridad y una vez que él se fue de vuelta a su puesto de vigilancia, ella dio vueltas por la casa, decidiendo qué llevar y qué debía dejar atrás. Se puso ropa cómoda y corrió a la caja fuerte de su oficina, retirando los cinco mil dólares en efectivo que tenía para emergencias. Dejó atrás todas, menos una tarjeta de crédito, sabiendo que el efectivo tendría que durar todo el tiempo que estuviera huyendo. La tarjeta de crédito sería solo para alguna emergencia extrema, en caso de que alguien estuviera rastreando sus compras.
Ella garabateó una nota rápida para Tanya y para James, rezando para que las encontraran y no se molestaran demasiado con su decisión. Metió algunas cosas al azar en una mochila y se llevó su computador portátil en el último minuto, pensando que sería seguro, ya que nunca lo había usado para nada más que para música. Agarró una sudadera con capucha de gran tamaño que James había dejado en su casa anteriormente y se escabulló cuidadosamente de la casa por la puerta trasera, sabiendo que Bruno estaba cuidando el frente.
Ahora aquí estaba ella, subida en el asiento de atrás del auto de unos extraños, en un viaje de regreso a un lugar donde ni siquiera estaba segura de ser bienvenida. Miró por la ventana mientras la infinita extensión de verde y marrón pasaba, la familiaridad crecía en su pecho. La mujer, cuyo nombre había averiguado que era Sue Clearwater, se giró en el asiento del copiloto y le sonrió amablemente a Bella, mientras su esposo Harry entraba en una gasolinera.
—¿Tienes familia en Forks, querida?
Ella sacudió la cabeza lentamente.
—No realmente, no. Crecí allí, pero me mudé después de que mataran a mi padre.
Harry miró directamente a Bella en el espejo retrovisor con sus ojos buscando en su rostro algo. El corazón de ella comenzó a latir con fuerza cuando el rostro de Harry se iluminó. Estaba convencida de que su farsa se había descubierto cuando el hombre habló.
—Bella Swan, ¿eres tú? —preguntó él con asombro en su tono.
Ella parpadeó sorprendida.
—¿Sí? —respondió ella y sonó más como una pregunta que como una respuesta.
El hombre mayor sonrió y asintió.
—Probablemente no me recuerdas, pero Charlie era un buen amigo mío. Todo el pueblo estuvo de luto por su muerte.
Ella bajó la mirada, las lágrimas le escocían los ojos y murmuró un agradecimiento. Se acurrucó contra la puerta, apoyó la frente en el frío cristal y se quedó dormida en silencio.
—¿Bella? Bella, cariño —dijo una cálida voz, sacándola de su sueño. Se frotó los ojos y miró hacia afuera, sorprendida de ver un edificio familiar y desgastado cuyo letrero decía "Mac's Bar & Grille".
Ella miró a Sue, que estaba sonriendo suavemente.
—¿Cómo lo supo?
La mujer mayor se encogió de hombros ligeramente.
—Todos sabían que los McCarty eran tu familia tanto como Charlie. Supusimos que esta sería tu primera parada.
Bella agradeció a la pareja profusamente, no solo por haberse desviado de su camino, sino también por ser tan generosos.
—¿Necesitas algo más? ¿Estás bien de dinero? —preguntó Harry mientras la ayudaba a sacar sus escasas pertenencias del auto.
Ella sintió que su corazón se calentaba y, por primera vez, comenzó a sentir que había tomado la decisión correcta al venir aquí.
—Estoy bien de dinero, gracias. ¿Hay algo que yo pueda hacer para pagarles su bondad?
Harry sonrió y negó con la cabeza, antes de abrazarla con un solo brazo.
—No, cariño. No preocupes tu linda cabeza con eso. Tu papá habría hecho lo mismo.
Ella asintió y colgó su mochila sobre sus hombros, eligiendo llevar el estuche de la guitarra por el mango. Saludó con la mano cuando los Clearwater se alejaron y desaparecieron de vista antes de girar hacia el interior del bar de Mac.
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El interior de la taberna estaba oscuro y carente de vida humana. Una barra larga residía a lo largo del lado izquierdo del lugar y había un pequeño escenario a la derecha, así como un par de mesas de billar en la pared más alejada. Mesas y sillas llenaban los espacios intermedios. Oyó un ruido detrás de la barra y se acercó. Un hombre alto, de aproximadamente un metro noventa de altura, retrocedió para entrar en otra habitación, llevando algunas cajas de cerveza. Cuando se volvió y la vio, sus ojos azules se abrieron con sorpresa.
—Hola —dijo arrastrando las palabras con un ligero acento sureño—. Lamento haberte hecho esperar, cariño, no te oí entrar. ¿En qué puedo servirte?
Ella tragó nerviosamente y dejó sus cosas en el suelo, antes de tomar asiento.
—Voy a tomar un refresco por ahora, gracias. ¿Tienes un menú de comida?
Se apoyó contra la barra y sonrió ampliamente.
—Claro, señorita. La comida puede tardar unos minutos. Mi prima, Rose, es la cocinera y ahora está haciendo un recado, pero definitivamente puedo ayudarte con el refresco. ¿Cuál quieres?
Recorrió con sus dedos los viejos surcos familiares en la barra y sonrió distraídamente, recordando las incontables veces en que ella y Emmett se habían sentado en el mismo lugar.
—Cerveza de raíz —respondió sin pensar.
El cantinero sonrió y caminó hacia el otro lado del bar. Regresó unos momentos después con un vaso de refresco helado. Se llevó el vaso a los labios y cerró los ojos cuando el dulce aroma le golpeó la nariz. Bebió un pequeño sorbo, saboreando un sabor que no había experimentado en casi diez años. Cuando dejó el vaso y abrió los ojos, se dio cuenta de que el barman la estaba mirando de cerca. Sorprendida por la rapidez con que había bajado la guardia, se inclinó hacia adelante sobre los codos, dejando que su capucha ocultara su rostro más discretamente.
—¿Estás de paso por estos lares, cariño? —preguntó él con su voz cargada de curiosidad.
Ella se encogió de hombros.
—No sé cuáles son mis planes en realidad. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo.
Él soltó una risita y extendió su mano.
—Mi nombre es Jasper.
Ella tímidamente extendió su mano y le estrechó la suya. Si Mac confiaba en él lo suficiente como para hacerse cargo del bar, entonces no podía ser tan malo. Al menos eso es de lo que desesperadamente trató de convencerse a sí misma.
A propósito, omitiendo su propia presentación, carraspeó.
—¿Sabes si Mac vendrá hoy?
Jasper entrecerró los ojos con sospecha. La cara de la chica le había parecido sorprendentemente familiar pero no podía determinar en dónde la había visto. Era obvio por su lenguaje corporal que estaba escondiendo algo.
—Mac ha estado retirado por unos tres años. Su hijo dirige el lugar.
Ella asintió, su corazón acelerado ante la esperanza de ver a su mejor amigo otra vez.
—Bueno, entonces, ¿sabes a qué hora llegará Emmett?
Jasper cruzó sus brazos sobre su pecho, preguntándose cuál era su historia. Estaba a punto de responder cuando se abrió la puerta. Él la miró y sonrió, notando que ella se había puesto rígida en su asiento.
—Parece que no tendrá que esperar mucho, señorita. Aquí está Em ahora.
—¿Qué está pasando, Jazz? ¿Alguien me busca?
Bella sintió una sacudida de nerviosismo dispararse a través de ella al escuchar el sonido de su voz. Era más profundo y más varonil de lo que había sido a los catorce años, pero definitivamente era Emmett. Se giró en su asiento lentamente y miró hacia los recién llegados. Cuatro personas estaban de pie justo al lado de la entrada: dos hombres y dos mujeres. Las mujeres eran polos opuestos: una de poco más de metro y medio con cabello corto y oscuro y la otra más cercana al metro ochenta con cabello largo y rubio. Detrás de las mujeres había un hombre alto y larguirucho con cabello broncíneo. Liderando al grupo, al frente y al centro, estaba su Emmett, ya no era el niño escuálido con frenillos. Ahora era alto y musculoso, parecido a un jugador de fútbol americano.
—Esta señorita estaba preguntando por ti o por tu padre, Em —respondió Jasper, viendo la escena desarrollarse con intensa fascinación.
La mujer alta y rubia se puso rígida y le lanzó una mirada amenazadora a la desconocida, como si tratara de marcar su territorio. Sin vacilación, Bella se deslizó fuera del taburete y se acercó a Emmett, quitándose la capucha y la gorra de béisbol.
«Esto es todo», pensó. «Todo o nada».
Ella llevó sus manos detrás de su cabeza y soltó su trenza, pasando una mano por su cabello y sacándolo. Las mujeres jadearon y se cubrieron la boca con sorpresa. Emmett entrecerró los ojos hasta que su cara se relajó.
—¿Izzy Dwyer? —preguntó en estado de shock—. ¿Por qué estás buscando a mi padre o a mí? No lo entiendo.
Ella tragó saliva y se mordió el labio antes de mirarlo directamente a los ojos. Ella vio el momento en que él comenzó a reconocer a su amiga perdida de hace mucho tiempo.
—No —susurró él—. No puede ser.
—Hola, Shaggy —respondió ella, con la voz temblorosa de emoción y las lágrimas picando en sus ojos.
—Scrappy —sollozó él con voz entrecortada, antes de llevar a Bella a su pecho.
Ella automáticamente envolvió sus brazos alrededor de su cintura, exprimiéndolo con todas sus fuerzas.
—Emmett —lloró ella—. Te he extrañado tanto.
Mientras se aferraba a su pseudo hermano como si fuera su propia vida, Bella Swan sintió que finalmente había llegado a casa después de todos estos años.
¡Hola!
¡Bienvenidas a nuestra nueva traducción!
¿Nos cuentan qué les pareció el primer capítulo?
¡Hasta el próximo capítulo!