Tres.

Los ojos de Chara yacían perdidos mientras oculta en las sombras tan sólo escuchaba a la distancia los pesares de aquellos invitados al funeral de su madre adoptiva. Había oído suficientes lamentos de aquellos desconocidos sin rostro para ella y demasiados agradecimientos de su padre adoptivo hacia esos sujetos vestidos de negro que caminaban a sus espaldas al pie de la escalera. Chara permanecía recargada en el muro de la segunda planta, pupilas muertas que observaban todo y nada de la oscuridad que la abrazaba. Sólo recordar el llanto desconsolado de Frisk después de recibir tan devastadora noticia; era como una repetición de sus vivencias pasadas. Chara quería quedarse en completa soledad tratando de acuchillar esos recuerdos, pues pareciera que su existencia estaba condenada a perder el menor rastro de alegría, ser alimento de un circulo vicioso de muerte y polvo. Su familia anterior también había muerto y la pasada y la pasada. Una y otra vez. Había olvidado cómo debía sentirse cada vez que alguien a su alrededor fallecía y también cómo actuar ante las emociones de otros que observan su travesía. ¿Debía llorar? ¿Sentirse mal? A estas alturas ya no podía sentir nada, ni resignación. ¿En qué momento la muerte había dejado de afectarla?

—¿Chara? —Ni siquiera la sutil voz de Asriel consiguió reacción alguna de su parte. La niña se quedó quieta como una muñeca, lo rosado de sus mejillas luciendo más pálido que un copo de nieve. El cabrito se acomodó a su lado abrazando sus rodillas y tratando de controlar el llanto que hizo temblar su voz al hablar—. ¿Sabes? M-Mamá dice que llorar n-no es malo y... y que te hará bien hacerlo.

—... No tiene caso.

—¿P-Por qué no?

—Asriel, eres un niño. Jamás lo comprenderías... —Las lagrimas apresadas en los parpados inferiores del cabrito por fin fueron derramadas y un sollozo escapó de la aprehensión de sus labios. Chara lo miró de reojo antes de perder la vista nuevamente en las sombras sin expresión en el rostro—. Basta —recriminó con dureza—, te dije que no vale la pena. Ella no volverá por mucho que llores.

—¡Estoy llorando por ti! —replicó Asriel entre sollozos—. Porque yo sé... yo sé que tú...

Las palabras de Asriel terminaron siendo ahogadas por el dolor de su alma y Chara no acertó hacer más que suspirar antes de acercarse más a él con la intención de consolarlo. Su débil y sensible amigo necesitaba su ayuda, sólo ese pensamiento la ayudó emerger de las penumbras en que se había sumergido su mente, dispuesta atravesar senderos de espinas para olvidar su realidad y mejor aferrarse a ese inútil monstruo llorón. Y Asriel no se abstuvo de apoyar todo su dolor en la insensible niña humana. El mundo sabía cuánto le gustaría a Asriel ser fuerte por ella pero, por mucho que se esforzase, no lo conseguía porque él era el único ser vivo habitando ese solitario corredor.

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Cobijada tiernamente por su padre adoptivo, Frisk se quedó en su habitación observando el broche de corazón entre sus dedos una vez el adulto se retiró. Luego lo cubrió y miró al techo que la ocultaba de las tintineantes estrellas. El funeral había terminado y la verdad la golpeó más fuerte ahora que estaba completamente sola. Todo lo sucedido había sido tan difícil de asimilar para ella que se encontró sonriendo y atendiendo a todos los invitados con el broche en su vestido negro y el brillo de este parpadeando cada minuto, hasta que finalmente se daba cuenta que su madre adoptiva no estaría más en la casa, ya no jugaría con ella ni la felicitaría por sus dibujos hechos de pre-escolar. Quería llorar otra vez pero no le quedaran lagrimas, por ello el enojo fue el único sentimiento que se apoderó de su pequeño cuerpo al recordar la poca empatía de Chara hacia lo sucedido. Sin embargo, no tuvo el corazón para juzgarla, después de todo esta era la sexta familia que la adoptaba. Frisk no era consciente de lo que debió pasar tras ser devuelta al orfanato tantas veces y finalmente traerla consigo a esta nueva familia. ¿Fue un error convencerla de actuar como su hermana de sangre para que no se atrevieran a dejarla? Sólo había sido un impulso entonces, un lapsus bondadoso al que Frisk no se negó para arrastrarla consigo al salón y presentársela a quienes serían sus padres, por eso ahora se preguntaba si fue correcto prácticamente obligarla vivir esta nueva experiencia.

El broche en sus manos brilló intensamente, incitándola mirarle con sorpresa. Al ver la luz deslizarse como motas de polvo entre sus dedos y volver a regenerarse se le ocurrió una idea así que, sonriendo, se levantó de la cama.

Andando por los pasillos oscuros, Frisk siguió su destino hasta alcanzar con sus manos la puerta de Chara. Sujetó el pomo y lo giró para adentrarse a la desordenada habitación de su llamada hermana mayor para descubrir con decepción que no había nadie adentro. Estuvo a punto de pronunciar su nombre cuando notó la ventana abierta y el espacio sin rastro alguno de la traviesa niña, y avanzando se asomó por el marco de la ventana encontrándola sobre la rama del árbol que golpeaba su cristal. Sus ojos distantes sin brillo en sus pupilas le recordaron a Frisk su primer encuentro; aterrador como un espectro vengativo ansiando vidas que devorar. Sin embargo, siempre fue sólo una figura incomprendida por otros niños. Frisk se sintió apenada por compararla todas esas veces con el monstruo malvado que habitaba bajo la cama.

—Elegiste al peor candidato para compartir penas —espetó Chara, adelantándose al llamado de su supuesta hermana menor—, no tengo humor de conversar contigo, Frisk.

—Es que yo... es peligroso ahí donde estás. Mamá dijo-

—Esa mujer ya no podrá molestarse conmigo —interrumpió—. Está muerta.

—¡Chara! —exclamó la menor. La aludida al fin dejó de mirar a la nada, enfocándose en admirar el rostro lleno de lagrimas de la otra niña. Una sonrisa maliciosa se apoderó de su rostro antes serio. Adoraba presenciar las reacciones de su proclamado némesis.

—Deberías ver tu cara, es tan graciosa.

—De verdad... ¿no sientes nada? —cuestionó Frisk secándose las lagrimas que no creyó conservase después de todo—. ¿No te duele lo que acaba de suceder? Papá lloró mucho, la señora Toriel, el señor Asgore, y Asriel... todos lloraron, ¿por qué eres diferente?

—¿Qué cosas dices? Yo también lloré mucho.

—¡Mentirosa!

—Entonces, ¿quieres que te diga la verdad? —El acento de Chara fue burlón.

—No —Frisk sujetó el broche con fuerza, casi logrando que todo rastro de su luz fuera extinguido—. Quiero que dejes de ocultar cosas y dejes de sufrir por tu cuenta. Ahora somos hermanas, yo creí que eso podría ayudarte. Antes de que fuéramos adoptadas, tú dijiste-

—¿No te diste cuenta? —Chara se puso de pie sobre la rama, extendió sus brazos a los costados para mantener el equilibrio mientras caminaba hacia Frisk quien permaneció atenta, preocupada porque pudiera caer—. Mentí esa ocasión también... sólo quería reírme de tu ingenuidad. Quería que pensaras que soy una buena persona por dentro y que mi comportamiento es un disfraz que mantiene alejado el dolor que sufrí en el pasado. Eso no es cierto. —Inspirada por lo que escuchaba, Frisk creyó ver los ojos de Chara brillar de rojo, creando una imagen de horror gracias al ambiente nocturno y la sonrisa maniática estirándose en los labios ajenos—. Yo siempre he sido así, Frisk. No estoy rota.

—No...

—Es más, ¿qué te parece esta altura? —Chara -todavía sonriente- miró la distancia bajo sus pies—. ¿Crees que pueda morir si caigo desde aquí? O tal vez, ¿me romperé un brazo o una pierna? ¿Qué opinas? A mi me gustaría comprobarlo.

—No, Chara. Por favor vuelve aquí. Esto no es divertido.

—¿Entonces me muero?

—¡Chara, por favor!

—Shhh, ese hombre va escucharte —recriminó juguetona, su sonrisa aún presente—. Si levantas más la voz me dejaré caer ahora mismo

—¡No lo hagas! —suplicó. Unos segundos el sonido del viento fue lo único que gobernó el ambiente hasta que un crujido bajo los pies de Chara alertaron a Frisk.

—... Tú lo pediste —declaró dejándose caer con un movimiento sutil, casi involuntario, rumbo a su muerte.

Frisk se subió al marco de la ventana gritando su nombre desesperadamente. Por un momento todo pareció avanzar lentamente como si el tiempo se detuviese mientras estiraba un brazo en dirección a su hermana y la luz del broche en su mano se disparaba para crear un lazo de arena brillante que rápidamente les rodeó a ambas. Chara apenas consiguió asimilar lo que estaba ocurriendo. El lazo de polvo mágico giró a su alrededor como un remolino, concentrándose tras su espalda con el objetivo de amortiguar su caída contra el suelo y finalmente desvanecerse como si nunca hubiese estado ahí. Anonadada, Frisk se miró las manos, percatándose de que todo su cuerpo destellaba cual estrella en la noche, luz que la abandonó para depositarse una vez más dentro del broche que la acompañaba y -desde el pasto del jardín delantero- Chara se reconocía igual de sorprendida de que su cuerpo no sufriese ninguna clase de daño.

—Chara, ¿estás bien? —cuestionó Frisk por fin.

—Estoy bien... —evidenció antes de que la expresión asombrada de su rostro fuera reemplazada por el enojo que no tardó en atacarla—. Lo sabía... hay algo raro contigo.

Un sonido a sus espaldas incitaron a Frisk inquietarse. Su padre adoptivo estaba subiendo las escaleras, seguramente con la intención de revisar ambas habitaciones. Presa del pánico, se giró para informarle sobre esto a la mayor quien no dudó avanzar hacia el arbol para comenzar a escalarlo apresuradamente mientras la pequeña morena vigilaba la cercanía del adulto. Chara resbaló varias veces en el trayecto, aferrándose obstinadamente a las ramas crujientes bajos sus dedos. En plena tensión, ambas temieron que Chara terminara cayendo de vuelta al suelo pero finalmente entró en su recamara ayudándose de la mediana fuerza de Frisk para cruzar el marco de la ventana, la cual cerraron casi con violencia antes de que la puerta fuera abierta por su padre adoptivo, quien exigió explicaciones inmediatas -que Frisk y Chara sincronizaron- para proceder enviarlas a dormir cuanto antes.

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Aquella noche, Frisk se mantuvo despierta hasta la madrugada, temiendo que Chara cruzara la puerta de un momento a otro e intentara arrebatarle el objeto mágico que había adquirido en Snowdin. Sin embargo, aquello no ocurrió y a la mañana siguiente se encontraron desayunando en el comedor en compañía de Asriel y Toriel, quien había sido enviada ahí por el ocupado hombre que debía presentarse en su oficina más temprano de lo usual. Ninguna de las dos niñas se quejó por esto, después de todo antes había sucedido que Toriel y su difunta madre adoptiva quedaban para preparar meriendas juntas a cualquier hora del día antes de marchar a sus respectivos trabajos, y pese a lo solitaria que parecía la cocina sin la mujer humana, Toriel continuo igual de alegre para las pequeñas niñas. Chara no pareció darle importancia alguna mientras Frisk se sentía mucho más segura con la sonrisa de Toriel que surgía como una flor curativa en esos momentos de ausencia; no era un secreto para ningún humano en ese barrio que Frisk la consideraba una segunda madre.

—Asriel, come lentamente —reprendió el monstruo hembra a su hijo, tomando una servilleta con la cual no se restringió limpiar el rostro empapado de miel en el hocico del cabrito quien arrugó el rostro como primer reacción—, mira este desastre.

—Así estoy bien, mamá —replicó Asriel avergonzado, apenas reteniendo el impulso de liberar espacio apartando el brazo de su madre.

—No está bien. Sabes que te enviaré a lavarte la cara si no estás presentable después de terminar con el desayuno. ¿De esta manera es como terminas en el almuerzo?

—¡No!

—Si, su cara siempre queda sucia y con muchas migajas —respondió Chara terminando de comer lo que faltaba de su desayuno—, siempre estoy arrastrándolo al baño para que se lave antes de entrar a clases.

—¡No es cierto, Chara! —exclamó Asriel con la piel bajo su pelaje ardiendo de vergüenza, Frisk observó la escena con una sonrisa; las expresiones de Asriel eran tan tiernas que se preguntó si era debido a ello que su hermana lo molestaba tanto. Quizás sus métodos no fueran aceptables pero por esta ocasión agradeció que el ambiente fuera tan ameno; sin Toriel y Asriel presentes el ambiente en casa seguro hubiera sido oscuro y deprimente como lo fue todo el día pasado.

—Cuando terminen lleven los trastos al fregadero. —Asriel y Chara asintieron inmediatamente para enseguida levantarse de la mesa e introducir sus útiles escolares dentro de sus mochilas, las cuales reposaban junto a sus sillas. A Frisk le tomó un rato más terminar de comer, pero una vez lo hizo se apuró a seguir el ritmo de los otros niños, pues detestaba la idea de quedarse atrás. Toriel, por su parte, los observó prepararse con un gesto angustiado adornando su rostro—. ¿Quieren que los lleve? —cuestionó de golpe, inevitablemente preocupada por el estado emocional de las dos niñas humanas.

—No es necesario, mamá —contestó Asriel con cierta severidad sin sospechar los motivos de su madre al formularles tan repentina pregunta. Sin embargo, Chara fue capaz de leerlo en la expresión aún presente en ese rostro así que no dudó echarse la mochila al hombro y darle la espalda para responder con indiferencia.

—No se preocupe, estaremos aquí después de clases como siempre. No es la primera vez que vamos solos. La escuela no está lejos, ¿cierto?

—Es verdad —Toriel asintió, casi apenada por hacer la sugerencia—. Cuídense mucho.

—¡Lo haremos! —exclamó Asriel sonriente, corriendo tras Chara rumbo a la sala. Frisk tuvo la intención de seguirlos también pero terminó por arrepentirse y regresar corriendo hasta los brazos de Toriel quien recibió el abrazo un poco contrariada, mas aceptando el gesto al siguiente instante; se daba cuenta que Frisk era una niña muy sensible, capaz de percibir las emociones de otros sin mucho esfuerzo. En verdad le provocaba una inmensa ternura que su fortaleza fuera reflejada por estos gestos tan cálidos y no en mecanicidad o indiferencia como ocurría con Chara, pues esto denotaba lo sana que era la mente de Frisk.

—Pase lo que pase siempre serán bienvenidas conmigo, mi niña. Cuando tengas una petición no dudes acercarte, haré todo lo posible por mantenerlas a salvo —prometió y Frisk asintió silenciosamente, no queriendo soltarse de esos brazos suaves y esponjosos como un peluche de gran calidad—. Ahora vete, mi niña. No olviden mirar ambos lados al cruzar la calle, ¿está bien?

Frisk se retiró después de mover la cabeza de forma afirmativa, corriendo a la salida de la casa y dejando a una complacida Toriel que, aún con esta muestra de afecto, no podía evitar seguir preocupándose por el futuro de tan adorables y solitarias niñas huérfanas.

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Ya habían recorrido por lo menos la mitad del camino hacia la institución cuando Chara se detuvo apretando la mano de Frisk entre sus dedos, hecho que incitó a la menor liberar un quejido adolorido que alertó al cabrito también. Los ojos de las niñas se encontraron en medio de las interrogantes preocupadas que Asriel formulaba desconociendo el origen de aquella mirada demoníaca que gobernaba los iris de la niña más alta y que tanto aterrorizaron a Frisk cuando se dio cuenta que no podía escapar.

—Ahora si me dirás que has estado ocultando de mi —espetó, Frisk intentó soltarse pero sus esfuerzos fueron en vano. En cambio tomó el broche que guardaba en su bolsillo como si lo defendiera de Chara quien no tardó en notar su reacción—. ¿Qué es lo que guardas en tu bolsillo, Frisk? ¿Y desde cuándo lo tienes en tu poder?

—Es una bendición —respondió con dificultad, el agarre en su mano le estaba haciendo daño—. Me la dio el esqueleto de Snowdin en el barrio de los monstruos tras el callejón.

—¿Bendición? —repitió Chara confundida. Asriel miró de una niña a otra sin comprender.

—Sé que suena raro pero él dijo que si lo tenía dejaría de sufrir...

—¿Acaso tu madre adoptiva no te enseñó a no aceptar obsequios de completos desconocidos? Especialmente proviniendo de monstruos. A mi me parece que debió quedarte suficiente claro con lo que ocurrió en el orfanato, ¿no?

—¡Sans no es un desconocido! —exclamó, sorprendiendo a los dos niños por la seguridad que había en su voz—. Cuando sabes el nombre de alguien ya no es un extraño, además él me sobornó con este objeto mágico, porque quería que volviera con ustedes. Se preocupó porque entré en su tienda completamente sola y me envió de vuelta para disculparme por escapar. No sé si es un monstruo, pero aún si lo es, no es malo.

—¿Objeto mágico? —repitió Chara de nuevo, mucho más intrigada. Frisk sacó el broche de su bolsillo y se lo mostró a su hermana y Asriel quien emitió un sonido de asombro al percatarse de cómo destellaba sin necesidad de ser golpeado por los rayos del sol.

—Con esto te salvé cuando caíste anoche —afirmó Frisk recuperándose del dolor sufrido, el rostro de Chara volvió a deformarse con enojo ante este gesto retador.

—¡Increíble! ¡Jamas había escuchado de un objeto que fuera capaz de contener la magia de un monstruo en su interior! —comentó Asriel maravillado—. Papá me dijo que incluso un cetro expulsa la energía que el monstruo que lo sujeta le transmite, en realidad no puede guardar la magia. Ese esqueleto que tú mencionas debe ser muy poderoso.

—Eso creo —Frisk asintió, contagiada con la emoción de Asriel.

—Entonces dime, hermanita. —El acento de Chara era sombrío y amenazante. Frisk se quejó por la nueva presión que fue implantada en su adolorida mano—. Cuéntame qué hiciste para merecer un objeto único en su clase. Dime cuáles son los requisitos para obtener una magia que seguramente desperdiciarás en justicia y bondad.

—¡Frisk! —aquel llamado interrumpió la tensión que comenzaba a formarse en la atmósfera, Chara siguió la mirada de su hermana menor hacia sus espaldas hasta detenerse en Monster Kid, un pequeño monstruo que formaba parte de la clase en pre-escolar de la pequeña. Este tropezó con sus propias piernas, impactó contra el suelo, pero se levantó para romper la distancia que le quedaba entre él y su amiga—. ¡Vamos! Los profesores no saben que salí de la escuela para venir por ti. ¡Las clases comenzarán pronto!

Chara se resignó soltar la mano de Frisk, lo cual ella no desaprovechó para correr junto a su amigo como si su vida dependiera de ello. Asriel y Chara los vieron alejarse y entrar al instituto mientras el cabrito hacía comentarios sobre lo genial que era el broche de Frisk, ignorando la sonrisa ansiosa que se dibujó en los labios de su mejor amiga.