Notas Iniciales: Volví con un proyecto algo corto, probablemente este y otro oneshot sean todo mi aporte al fandom. Sucede que tenía muchas ganas de trabajar más con estos personajes así que aquí me tienen. Constará de dos historias en una. Esta vez el género de Frisk y Chara será femenino.

Advertencias: Mentes rotas.


Uno.

Camino a la escuela cierta cría de monstruo tragaba saliva nerviosamente. Los rayos solares iluminaban el vecindario y a la actividad humana cercana. Algunas de esas criaturas sin pelo se detenían un momento para mirar de reojo al cabrillo que caminaba aferrado a las cuerdas de su mochila con insistencia, y todo porque aceptó el reto de caminar por aquella calle completamente solo. Era bien sabido que monstruos y humanos gozaban de áreas exclusivas -a excepción de la escolar/profesional-, una regla de sociedad tan simple y tan estricta que nadie se atrevía romper. Sin embargo, ahí estaba Asriel avanzando entre miradas recelosas y comentarios negativos con el objetivo de demostrarle a su amiga que no tenía miedo de los humanos adultos, con esta acción comprobaría la veracidad de sus palabras y podría contrarrestar los comentarios desconsiderados de esa niña burlona que tanto lo molestaba con el tema. El cabrillo suspiró de puro alivio cuando visualizó el final de la calle donde en una esquina le esperaban dos niñas contrastando a la lejanía únicamente por los colores de sus blusas holgadas, claro que cualquiera que las observara detenidamente se daría cuenta de que la niña más pequeña era de tez morena mientras la otra -además de ser más pálida- en sus mejillas se formaban dos círculos rosados que hacían juego con su personalidad traviesa; fue a ella a quien Asriel se dirigió apenas quedar de frente con una sonrisa triunfante plasmada en su rostro.

—Gané —declaró ante el gesto malhumorado de Chara—. Lo hice y no necesité tu ayuda.

—Felicidades, Asriel —elogió la pequeña Frisk con una sonrisa que empequeñecía más sus ojos alargados, mientras tanto Chara lo miraba fijamente todavía sin decir absolutamente nada. Asriel comenzó a incomodarse con la falta de respuesta que ofrecía la niña de su edad.

—Estabas asustado. —Estas palabras estaban lejos de ser un comentario; Chara estaba afirmando este hecho sin importarle que el cabrito se sobresaltara con indignación—. No cuenta, sigues siendo un tonto, miedoso y llorón.

—¡No lo soy! —exclamó Asriel ofendido.

—Lo eres. —Chara desvió la mirada como quien busca eludir una culpa incangeable. Asriel lloriqueó derrotado, pues la indiferencia de Chara siempre conseguía su objetivo de hacerlo resignarse a la última palabra de la niña sin importar cuántos argumentos espetara.

—¡Chara! —Frisk colocó ambas manos en sus ilegibles caderas, enfrentando a su hermana con el gesto más severo que podía aplicar sobre su adorable cuerpo infantil—. ¡Asriel merece reconocimiento por el difícil trabajo que realizó! —regañó—. Sea que haya completado o no todos tus requicitos, él cumplió su cometido cruzando la calle por su cuenta. ¡Como su instructora tienes la obligación de felicitarlo!

El gesto aburrido de Chara no cambió en lo más mínimo pese a las exigencias que su hermana impuso, ni siquiera sintió irritación por ser una vez más blanco de la personalidad justiciera y bondadosa con la que nació la menor. Ese día, Chara estaba más callada que de costumbre y Asriel lo había notado en el primer instante que se vieron reunidos frente al jardín de su casa. Chara y Frisk eran sus vecinas así que acostumbraba a jugar con ellas desde el alba hasta el anochecer los fines de semana, motivo también por el que acostumbraban caminar juntos a la escuela sin la supervisión de sus padres, después de todo la escuela primaria a la que asistían no quedaba lejos de su colonia ni del instituto pre-escolar donde dejaban a Frisk para tomar sus clases llenos de papel suelto y crayolas. Han sido amigos desde que tiene memoria, se conocen lo suficiente para considerarse familia, así que Asriel creía tener conocimiento absoluto sobre el estado de ánimo de alguien tan cercano a él como ella. Asriel quiere mucho a Chara, ella es su luz en medio de las sombras, sería capaz de hacer cualquier cosa por ella, por eso le inquieta que ella no esté reaccionando de manera usual. ¿Qué le sucedía a Chara? Se preguntaba.

—No importa —espetó claramente ignorando a su hermana mientras la tomaba de la mano para girarse y continuar el recorrido—. ¿Nos vamos ya?

—¡S-Si! —Asriel asintió precipitándose a su paso después de notar que se había abstraído observando esa linda cara desanimada para volver avergonzado a caminar cerca.

—¡Chara! ¡No escucho que lo estés felicitando! —insistió Frisk imitando un tono molesto en su voz, esto al cabrito le causó gracia.

—Ella tiene razón, Frisk —dijo con el fin de tranquilizar la actitud protestante de la pequeña. Chara lo miró de reojo con suma atención—. Yo tenía miedo mientras caminaba solo por esa calle, fue mi error no tener el valor suficiente para hacerlo sin acobardarme. En verdad todavía soy un miedoso y llorón —agregó casi apenado. Chara mantuvo el silencio latente.

—¡Eso no es cierto, Asriel! —Frisk se mantuvo necia, en completo desacuerdo.

El debate se extendió hasta su llegada al instituto donde dejaron a Frisk enfurecida con la sumisión que el cabrito siempre mostraba junto a su hermana mayor. Fue así como, con los brazos cruzados y dando fuertes pasos sobre el asfalto, la pequeña se perdió entre el mar de niños mientras los otros dos continuaban su camino hacia el edificio contiguo.

—¿En verdad estás aceptando que eres un llorón? —cuestionó Chara repentinamente sin llegar a volverse para mirar a quien caminaba un paso detrás. Asriel se sobresaltó sorprendido antes de mirar en otra dirección con las mejillas bajo su pelo albino ardiendo.

—Por supuesto, Chara. Eres alguien brillante, mucho más que cualquiera que haya conocido y nunca te equivocas. —Asriel cerró los ojos en una sonrisa triste—. Sería tonto de mi parte pensar lo contrario cuando siempre dices la verdad.

Chara lo miró esta vez sin abstenerse. Confundida creyó comprobar algo que había estado pensando desde hacía tiempo sobre la naturaleza de su querido amigo. Tan ingenuo, dulce y comprometido, Asriel el que jamas se enojaba con ella a pesar de todas sus bromas, el que siempre le acompañaba y apoyaba en todo. Asriel, el monstruo que no asustaba ni lastimaba a nadie. Chara devolvió la mirada al frente, terca a conservar un semblante duro y falto de empatía. —Está bien mientras lo entiendas —concluyó con frialdad.

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Ambos se internaron en la escuela justo cuando sonaba la primer campana de entrada a clases. Asriel se dedicó a prestar atención al profesor de turno. Chara se enfocó a dibujar garabatos en su cuaderno o -en el mejor de los casos- dormir plácidamente. Por su comportamiento era una de los alumnos que más castigaban, Asriel estaba acostumbrado a verla en la esquina del aula de espaldas seguramente estructurando en su cabeza alguna fea travesura contra el estudiante que la delató. Más tarde la vería excusarse con el profesor con una mentira piadosa para recibir el doble de tarea, siendo perdonada por entregarlos al día siguiente. En el receso, Asriel seguiría a Chara hasta los confines donde sus compañeros de salón acostumbraban almorzar y sería participe de la broma pesada que ella les jugaría mientras se ocultaban tras los arbustos cercanos. Asriel, asustado querría entregarse a la directiva cuando viera a los niños monstruos y humanos llorar frente a los adultos pero Chara lo detendría antes de que delatara su posición secreta. La vida escolar siempre había sido la misma pero sus huidas de las autoridades y los juegos malvados habían ido en aumento, cada vez más meticulosos, cada vez más grandes, cada vez más siniestros.

Asriel muchas veces se preguntó por qué la seguía en estos juegos si él mismo no lo disfrutaba en lo absoluto pero disipaba sus dudas cuando la veía sonreír abiertamente, extasiada por sentimientos que parecían estar apresados en lo profundo de su alma cuando no había nadie alrededor que recibiera sus ataques, ya fueran insultos o esas horribles bromas que tanto había perfeccionado hasta el actual tercer año para ambos. Su sonrisa era tan genuina que olvidaba sus inseguridades, e incluso reía con ella sin comentar nada al respecto ni recriminarle por lo que hacía. Después de todo habían cobrado venganza cada vez que a él lo molestaron otros estudiantes de grados superiores.

Si ella era feliz, decidió que él también lo sería.

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Las clases terminaron y los rayos solares de la tarde quemaban. Como todos los días, se dispusieron llegar a la entrada del jardín de niños donde una impaciente Frisk los esperaba. Con un saludo se reconocieron desde la lejanía y andaron juntos en su retorno a casa. El gesto aburrido de Chara había vuelto para quedarse en su rostro y Asriel se preocupó. Definitivamente algo extraño le sucedía a Chara, aquel día parecía tan ajena, pues incluso en sus travesuras no se había visto tan satisfecha como en otras ocasiones y esto ya no era normal. Quiso preguntarle pero la voz de Frisk se adelantó a sus inquietudes.

—Chara, quiero un helado —dijo Frisk, y ansiosa agitó la mano que la sujetaba.

—Me gasté todo lo que mamá me dio —mintió, pues en ningún momento ella y Asriel visitaron la tienda, Asriel abrió la boca dispuesto a decirlo pero se abstuvo al final.

—¡No es cierto! —espetó la pequeña—. ¡Lo que pasa es que no quieres comprarme nada! ¡Siempre haces lo mismo! ¿Cuándo dejarás de mentir? Mentir no es bueno.

—Puedo comprarlo yo, Chara... si quieres.

—No. —Chara lo miró—. Frisk es una hermana sosa, llorona, malcriada, chismosa y aburrida así que no merece un helado. —Con un gesto de completa furia, Frisk aprovechó la distracción de la mayor para soltarse de su mano, echando a correr hacia el lado opuesto de la calle, justo en la entrada de un callejón estrecho y mugriento. Dio un paso al interior sorprendiendo a los otros dos. Chara sintió a su furia crecer con el semblante retador que le dedicó Frisk desde la otra banqueta. —Frisk, ven acá.

—¡No! —exclamó.

—Escucha, no estoy jugando... vuelve aquí. —Los iris marrones de Chara parecieron adquirir una tonalidad rojiza a causa del sol mientras las facciones de su cara se hacían mucho más serias. Asriel estaba anonadado, nunca había visto a su amiga tan molesta—. Al otro lado de ese callejón hay un barrio repleto de monstruos grandes, los más terroríficos y malvados que jamás hayas visto en tu vida. ¿Recuerdas lo que te dije sobre la importancia de obedecerme? En este mundo hay monstruos buenos pero también hay unos muy malos. Si atreves a dar un paso más adentro lo descubrirás por tu cuenta.

Confundido, el cabrito miró a Chara quien parecía ignorar su presencia ahora que estaba tratando de convencer a su hermana de retornar por cuenta propia a donde yacían ellos. No entendía qué significaba todo esto. Chara jamás habló de los monstruos como algo peligroso y al ser esta la primera vez que lo escuchaba no estaba seguro de qué manera comenzar a sentirse.

—¡No! ¡Me niego! —El grito de Frisk pareció perforar la atmósfera—. ¡Los monstruos no son malos! ¡Siempre estás diciendo que debo cuidarme de ellos porque son diferentes a nosotros y yo no lo creo! ¡Mi maestra es un monstruo muy gentil! ¡Tengo muchos amigos monstruos y ninguno ha intentado lastimarme nunca! ¡Tampoco Asriel o sus padres a pesar de ser los únicos monstruos viviendo en nuestro vecindario!

—No todos son como Asriel, mocosa estúpida —replicó Chara inspirando un escalofrío en el cuerpo tenso del cabrito quien miró escandalizado a su amiga después de escucharla pronunciar semejante grosería con tanta naturalidad. Se suponía que ellos lo tenían prohibido, aunque no era como si Chara obedeciera ordenes.

—¡Tú eres quien es mala! Y te lo demostraré...

—No me desafíes —advirtió. Frisk retrocedió un paso y luego otro ante la mirada atenta de la chica quien lentamente iba perdiendo la luz que iluminaba sus pupilas hasta que sus ojos quedaron inundados por una oscura severidad. Cuando Frisk se dio cuenta de ello se giró y comenzó a correr sin detenerse, hecho que hizo a Chara y Asriel reaccionar—. ¡Frisk!

La pequeña niña corrió entre basureros y bolsas negras perdiéndose de la vista de Chara y Asriel con facilidad debido a los obstáculos que representaban estos para ellos. La chica gruñó fastidiada y no le importó dejar a su amigo atrás para salir fuera del callejón y observar cómo la silueta de su hermana giraba una esquina para finalmente desaparecer. Enfurecida se quedó quieta para observar a la lejanía, dándole tiempo al cabrito de emerger fuera del callejón también, completamente agitado.

—¿A dónde fue Frisk? —Chara señaló con un dedo la dirección en que había corrido su pequeña hermana—. ¡Debemos alcanzarla!

—No —dijo como única respuesta, esto desconcertó a Asriel.

—¿Qué... ? ¡No podemos dejarla sola!

—Ella eligió aprender de la realidad a las malas, ya no me importa.

Chara se dio la vuelta, dispuesta a cruzar el callejón por donde habían entrado a ese barrio. Sin embargo, Asriel no la siguió enseguida como pudo haberlo hecho en un principio, pues la duda que vibraba en su pecho le impedía mantenerse callado dentro del baúl de la ignorancia.

—Sobre eso... —Chara detuvo su andar. Asriel tragó saliva con dureza, inseguro sobre continuar hablando pero finalmente volvió armarse de valor—. Nunca me dijiste que no te agradaban los monstruos. Todo lo que le dijiste a Frisk... ¿eso es lo que realmente piensas de nosotros? ¿Realmente crees que somos malvados?

—Oh, Asriel... —La burla en el acento de Chara hizo que el monstruo se estremeciera, nervioso se obligó a mirarla en espera de cualquier palabra positiva al respecto—. No hablaba en serio, además no generalicé, ¿recuerdas? Sólo dije que no todos los monstruos eran como tú.

—Pero... aún piensas que somos peligrosos, ¿cierto?

—¿Quieres hablar de eso, Asriel? —El cabrito se congeló en el instante que Chara se volvió para enfrentarlo; había algo en el semblante de su amiga que lo hacía sentirse indefenso. Tomó la decisión de asentir. La mirada de Chara se volvió más fría—. Está bien, te lo diré. Lo que te diga puede que no sea muy bonito y probablemente te lastime. Nuestra amistad no seguirá siendo la misma y sin duda vas a terminar odiándome. ¿Aún así quieres saberlo?

Cuando Chara comenzó acercarse, el pánico total invadió el organismo del cabrito. La presión de perder a la única amiga que había tenido todo este tiempo, que no lo juzgó y protegió desde el inicio, hicieron que Asriel se dejase caer en el suelo y comenzara a negar frenéticamente con la cabeza mientras clamaba por piedad.

—¡No! ¡No quiero saberlo! ¡Soy feliz a tu lado ahora! Si por esto puedo llegar a perderte entonces no quiero saber lo que piensas de mi especie. ¡No quiero que nuestra amistad se destruya!

—No llores, Asriel. Estoy contigo. —Chara se colocó a la altura dedicándole un abrazo lleno de ternura a la cría de monstruo, inspirándole un fuerte sentimiento de sanación sin estar convencido de que este gesto se tratara de algo sincero. Ya no le importaba. Se sentía realmente bien.

—Seremos amigos por siempre, ¿verdad? —Asriel quiso saber— ...No te alejarás de mi lado, ¿verdad? Siempre estaremos juntos.

—Si, Asriel. Te lo prometo.

El alivio llenó el pecho del Asriel al escuchar aquellas palabras, pues no estaba interesado en ver la expresión que tenía su amiga mientras lo decía, con poder escucharlo de sus labios ya era lo suficiente feliz para aceptar cualquier cosa, incluso si esto fuera una cruel ilusión. Sollozó en su hombro ganándose ligeras palmadas sobre su espalda. Chara estaba tratando de consolarlo, o al menos eso era lo que quería creer. Entonces Asriel recordó algo.

—Frisk...

—Ahora iremos por él, pero sólo porque tú estás tan preocupado.

—Gracias, Chara.

Asriel no quería soltarla, era tan cálido permanecer de esta forma. Sin embargo, existiendo prioridades como la supervivencia de la menor, tuvo la obligación de resignarse y dejar ir la calidez de aquella alma que estuvo palpitando junto a su corazón en una sintonía que dudaba Chara lo hubiese notado, ya que parecía que los humanos eran completamente insensibles a las vibraciones que emitían sus propias almas al contacto con las cosas que los rodeaban. Asriel intentó ver la cara de su amiga antes de seguir sus pasos pero ella ya se había dado la vuelta para comenzar a caminar. Sin embargo, su actitud estoica bastó para ayudarlo a comprender que su felicidad no estaba siendo compartida.