Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Recomiendo: This Light – Rose Cousins
Capítulo beteado por Melina Aragón: Beta del grupo Élite Fanfiction.
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Capítulo 37:
Culpa y verdad
Parte I
"En esta luz, renuncio a mi pelea
(…) Yo quería decir que, aunque el tiempo se interponga
Quiero que te quedes
Quiero quedarme
Aquí, en esta oscuridad
Hemos creado una chispa
Ha dejado una marca
Oh, mi corazón"
Edward POV
Las luces neón iluminaban desde la lejanía en casa de Tanya. Miré el vaso de vodka, plástico y rojo, sin saber cuál era el número total. Suspiré un buen rato, algo agobiado de tener que estar parado en medio de la podrida fiesta para salvarle el pellejo a la que suponía era mi novia pero ya no amaba. ¿Lo hice alguna vez? Ni siquiera tenía una respuesta concreta, la verdad, así como tampoco sabía por qué seguía permitiendo que me manipulara para mantenerme a su lado, presumiéndome ante todos.
—Oye —me llamó Quentin, uno de los chicos de la banda. Era muy amigo de Tanya—. ¿Qué pasa? ¿En qué estás? Tanya pregunta por ti allá adentro, la fiesta está bomba.
—Sabes que no me gustan sus fiestas —respondí.
Suspiró.
—Sí, lo sé, pero sabes cómo se pone cuando bebe, no quiero que arme pleitos.
Me pasé las manos por la cara. Ya no era una pequeña de cinco años, estaba harto de tener que cuidarla. Pero como había perdido la noción de mi propio respeto, fui hasta adelante, como si fuera impulsado por el miedo de que se hiciera daño si no lograba lo que quería.
La música sonaba a buen volumen y todos estaban reunidos en grupos dentro de la casa. Como era amplia, supuse que había cerca de doscientas personas esparcidas en distintos puntos de la noche. Ella estaba al fondo, bebiendo como condenada, rodeada de varios microtraficantes de familias acomodadas que reconocía gracias al maldito de Eleazar.
—¡Edward, cariño! —exclamó, dando giros mientras se dirigía a mí.
Quiso abrazarme pero la quité.
—No ahora —espeté.
Enarcó una ceja y se alejó, quitándole importancia. Sabía que no me gustaban sus muestras de amor, nunca eran genuinas. Estaba harto.
—Voy a dar una vuelta, no me esperes.
No me escuchó, pues siguió hablando con el grupo de hombres que parecían más interesados en su escote que en sus palabras. No me importó.
—Hey —exclamó Zafrina, viniendo hacia mí mientras me mostraba su vaso de vodka—, cambia la cara, hombre, que se nota lo mucho que odias estar aquí. Ya estás borracho.
Choqué su vaso con el mío y bebí tan rápido como pude.
—Oye. —Se rio y tomó mi mano, llevándome hacia un lugar más oscuro—. Bailemos, anda, como en los viejos tiempos.
—No tengo ganas —respondí.
Era un aguafiestas, lo sabía.
—¿No vas a hacerlo por tu amiga? También estoy aburrida, venga ya.
Me llevó hacia donde se encontraban más parejas, varias nada disimuladas en su necesidad por tener sexo. Me abrazó desde el cuello y aprovechó de tocarme.
—Zafrina…
—Solo tenemos confianza —respondió, siguiendo con la misma cercanía.
No estaba en mis cinco sentidos, pero sabía que no quería hacer nada comprometedor con ella, por más que hubiera sucedido en la universidad, años atrás.
Mirando por el rabillo del ojo, vi a un chico bastante conocido en la generación de Tanya de la carrera de periodismo, Greg Matthews, un chico afroamericano que solía vestir de manera muy diferente a la de los demás. No entendía qué hacía en la fiesta hasta que lo vi abrazado a uno de los chicos de Tanya, Joseph Fritz.
—¿A quién miras? —inquirió Zafrina.
Greg llevaba un turbante alto, luciendo sus labios dorados y los ojos maquillados con dedicación. Me pareció interesante. No entendía qué hacía un chico tan genuino y llevado a sus propios deseos de ser diferente y único, con un tipo como Joseph, que nunca se atrevía a revelar su homosexualidad, salvo cuando todos estaban borrachos y capaces de pasar por alto todo.
—Ah, Greg —se respondió a sí misma—. ¿Ahora qué sucede con él?
—No quiero que Joseph le haga daño.
—¿Desde cuándo eres defensor de los raros?
La miré de mala manera.
—¿Y tú desde cuándo haces comentarios de ese estilo? —pregunté, sacando sus manos de mí—. Cada vez te pareces más a Tanya.
—Edward, perdón —respondió, queriendo acercarse.
—Quiero estar solo, ¿sí?
—¿Por qué siempre tienes que defender a las personas que no conoces? Greg es solo un marica…
Dejé de escucharla. Definitivamente, Tanya le estaba lavando el cerebro.
Preferí ir a comer algo a la mesa que estaba en la sala, mirando a mi alrededor con algo de amargura. Todos parecían ser dignos invitados de Tanya y, en realidad, estaba un poco inquieto de ver a Greg jugueteando con Joseph, no quería que lo molestaran.
Sabía del chico por ella, en realidad. Lo odiaba. ¿La razón? Ni idea, pero parecía que su felicidad la molestaba. Era un tipo simpático, alegre y divertido, a veces Tanya lo esperaba junto a sus amigas afuera de clases para decirle mierda. Solo quería enviarla al carajo, sin embargo, algo de mí me impedía hacerlo. ¿Por qué mierda? Me desconocía.
—Oye, ya basta. —Greg reía y tiraba de Joseph para que lo siguiera—. Quiero ver a mi amiga, no me gusta que esté sola.
Seguí bebiendo, contemplando desde cierta lejanía al estrafalario chico. Él siguió caminando y se encontró con una chica que se mantenía entre las sombras, intentando alejar a un baboso insípido de ingeniería. Había sido de mi generación, habiendo salido hacía cinco años junto conmigo. Cuando aquella mujer salió de las sombras, me quedé un momento hechizado de su peluca rosa, que le llegaba a la barbilla. Llevaba un vestido plateado que de seguro su amigo Greg había elegido para la noche. Pero no me quedé en aquellos detalles, sino en su rostro. Dejé de respirar cuando vi su sonrisa y sus ojos expresivos, dulces, nada comparados a lo que jamás vi alguna vez. De hecho, comencé a sonreír.
—Ven a bailar con nosotros, anda —instó Greg.
—¿Y si ella me ve? —preguntó, algo temerosa.
Tenía una voz tan linda.
—No te reconocerá con esa peluca. ¡Estás tan hermosa! —insistió el chico.
Tomó su mano y la hizo caminar. Fue ahí que quedé perdido. La miré de pies a cabeza, disfrutando de cada aspecto de su cuerpo menudo, pero acabando por perderme en su perfil. Era preciosa.
—¿De verdad lo crees?
—No te escapaste de ese imbécil para esto, ¿no? ¡Eres hermosa! —le recordó, acariciándole las mejillas y luego le besó la frente.
Sonreí. Eran amigos de verdad, como lo éramos Jonas y yo.
Lo extrañé.
Seguí el recorrido de Greg y la chica, mientras continuaba bebiendo vodka. Aun completamente borracho, era consciente de lo mucho que me gustaba. Quería acercarme, pero se veía algo tímida.
—¿Me prometes que bailarás conmigo? —preguntó el chico, dándole un abrazo.
—Lo prometo —respondió, riéndose con ganas.
Me metí entre la gente y me puse cerca, queriendo verla a más detalle. Fue un completo error, en realidad, porque a poca distancia me volvió loco. Dios, ¿cómo era que nunca la había visto?
—Debes divertirte, ¡vamos!
Se unieron a un divertido baile en el que Greg tomaba a la chica de la mano y le daba giros en torno a su eje. Ella seguía sonriendo y moviendo su peluca, viéndose tan feliz que no dejé de contemplarla en ningún segundo. Pronto comenzó a hacer movimientos atractivos con sus caderas, con sus manos y con sus piernas, movimientos que me mantuvieron expectante, más de lo debido.
—Oye, vamos, perdóname por lo que dije —exclamó Zafrina, hablando por sobre la música.
No la tomé en cuenta, quería seguir mirando a la chica de la peluca rosa.
—¿A quién estás mirando? —preguntó, dirigiendo la atención hacia quien la tenía.
Sus ojos se entrecerraron, como si la reconociera.
—¿Sabes quién es? —inquirí, deseoso de más información.
—No —respondió de inmediato—. ¿Por qué no te dejas de mirar tipejas y te dedicas a limpiarte el organismo de alcohol? Estás tan borracho.
—No eres mi madre ni mi novia, no me digas qué hacer —gruñí, alejándome de ella.
—Pero, Edward, vamos, ¿de verdad vas a preferir…?
No la seguí escuchando y me fui acercando, con una valentía propia de mi ebriedad. Greg reía aún con ella, incentivándola a sentirse tan atractiva como lo era. No dejé de mirarla de pies a cabeza, deteniéndome en sus tacones rosa, tal como su peluca. Noté que ambos también estaban como yo, enloquecidos por el alcohol. Cuando Joseph se unió al baile, Greg comenzó a besarlo y se alejaron un poco, dejándola a ella en medio del gentío, disfrutando con los ojos cerrados, manos arriba y el trasero ante los ojos indecorosos de todos, incluidos los míos. No aguanté más y toqué su hombro, chocando sin querer mi pecho con su espalda.
Fue cuando sentí su olor que perdí la noción completa de mi realidad.
Ella se giró asustada y se puso algo a la defensiva, mirándome a los ojos al instante. Era mucho más pequeña y menuda de lo que pensaba, tanto que seguía pareciéndome un dulce caramelo rosa, al que solo moría por tocar… y probar. Y aún así, sentía que quería saber más de ella. ¿Era posible que ante una primera impresión no quisiera dejarla ir nunca más? Debía estar loco o muy ebrio para pensarlo, pero aún así sabía que jamás iba a olvidarme de un rostro tan precioso.
—Lo siento, ¿te he asustado? —le pregunté.
Los demás bailaban y me empujaban, por lo que seguíamos acercándonos aún más.
Demoró en responder, solo me miraba a los ojos y pestañeaba a la vez que tragaba.
—¿Te asustan los tatuajes? —quise bromear.
Su sonrisa no demoró en asomar.
—En realidad, me gustan. ¿Cuántos tienes?
Esta vez sonreí yo.
—No vamos a hablar de ellos, ¿o sí?
Rio, alterándome la respiración en un segundo.
—¿Qué quieres hacer? Porque creo que estás ante la chica equivocada —afirmó, levantando la barbilla.
—Creo que en realidad estoy ante la chica correcta.
¿Cómo dejarla ir? Demonios, no tenía escapatoria. De solo ver cómo se sonrojaba lo supe.
—En realidad, mi amigo…
—Déjalo que se divierta. ¿Te atreves a pasar un rato? —Le ofrecí mi mano y ella la miró con sus impresionantes ojos dulces—. Prometo que no soy un chico malo… aunque lo parezca.
Su sonrisa nuevamente… Ah, demonios.
—Primero dime cómo te llamas —ordenó, haciéndose desear.
Dios, qué chica. Me fascinaba cada vez más.
—Comienza tú.
Apretó los labios y luego se mordió uno.
—Soy… B.
—¿B? —inquirí entre risas—. Qué misteriosa. Entonces, yo soy E.
Le guiñé un ojo y dejó de sonreír, acercándose un poco más.
—¿Y adónde quieres llevarme?
—A dar un paseo. Por aquí está muy aburrido, ¿no crees?
—Estoy de acuerdo —respondió, volviendo a morderse el labio.
Me quedé callado y congelado en su posición, mirando su manera de torturar aquel pedazo de carne.
El jardín de la casa de Tanya era inmenso, por lo que no me detuve a mirar a mi alrededor, sabía que todos los que me conocían en realidad debían encontrarse con ella adentro. La chica se dedicó a mirar a su alrededor, pero no vi asombro por el imponente lugar, sino algo de rechazo. Me pregunté por qué.
—¿Siempre vienes a estas fiestas? —le pregunté mientras nos dirigíamos cerca de la piscina.
Negó.
—Lo supuse —añadí.
—¿Por qué?
—No eres de este ambiente, puedo verlo en tus ojos.
Si bien, parte del flequillo de la peluca tapaba su hermoso rostro, era inevitable quedarse prendado de esa mirada tan pura.
—¿Y qué ves en mis ojos? —inquirió, sonriendo con suavidad.
Preferí reírme y no responder.
—Hey.
—Si te digo lo que veo, creerás que soy un verdadero psicópata, ya es suficiente con que me creas un chico malo.
—¿Y no lo eres? —Su pregunta era genuina.
Volví a distraerme, esta vez en mis propios pensamientos porque, aunque debía responder, no me atrevía a decirle que sí lo era, había hecho tantas cosas de las que me arrepentía y aún no podía dejar atrás.
—Dejaré que saques tus propias conclusiones.
Tomé su mano y entrelacé mis dedos con los suyos, pidiéndole que continuara conmigo a pesar de mis implícitas llamadas a darse cuenta de quién era.
—Creo que no eres malo —susurró, apretando sus dedos con los míos—. He conocido muchos de ellos, malos de verdad, y ninguno tenía tu manera de mirar al mundo.
Arqueé las cejas mientras seguíamos caminando.
—¿Eres capaz de mirar a través de los ojos?
Se fue hacia adelante y se quitó los tacones, para luego sentarse a la orilla de la piscina. La seguí y me senté a su lado, mirando sus pequeños hombros y luego su perfil.
—Cuando has visto todo lo que yo vi, diría que sí.
—¿Y qué has visto?
—Eso es demasiado personal. —Acabó riéndose pero estaba nerviosa.
—Sí, está bien, lo siento.
—En realidad… —Suspiró—. Creo que he conocido hombres muy malos y ninguno se veía como tú.
Me preocupé genuinamente.
—¿Qué hombres? —inquirió.
Tragó.
—Uno del que… no puedo escapar.
Pestañeé y me acerqué aún más.
—De hecho, no debería estar aquí —añadió—. Pero olvídalo, por favor.
—Hey —llamé.
Finalmente, no quise seguir insistiendo, temía que fuera a asustarse ante mi insistencia.
—¿Puedo contarte algo? Ya que me has contado algo a mí.
Asintió.
—También siento algo parecido a ti. Aunque no lo creas, he conocido mujeres que no quisiera tener en mi vida. Verte ha sido un respiro. Creí que no podría sentir algo así, pero heme aquí.
Sus mejillas se ruborizaron.
—Eso lo dices porque estás borracho.
—Los dos lo estamos —le recordé, corriéndole algunos cabellos rosas de la cara.
Ambos nos miramos a los ojos por varios segundos, los que no fueron suficientes, estábamos demasiado cerca el uno con el otro, respirándonos. Era una atracción que me costaba disuadir, porque francamente era diferente a todas las que había sentido alguna vez. ¿Estaba loco? De todas maneras. ¿Iba a quedarme de brazos cruzados viendo a la chica que me había robado el aliento en menos de un segundo? Jamás.
—Supongo que como borrachos siempre decimos la verdad —musitó.
—Al menos yo no mentiría contigo. Nunca.
Enarcó una ceja, como si no me creyera.
—Pues dame más razones para confiar en ti. —Rio, sacando los pies del agua.
Quise aguantar y no mirar su silueta que caminaba hacia adelante, pero no pude. Me quitó el aliento.
—¿No vas a venir?
La seguí como un demente, dejando a un lado todo por continuar mi camino hacia ella. Ni siquiera me reconocía con estos pensamientos.
Fue hasta la mesa de los alcoholes y le pidió a uno de los chicos que le diera un vaso de vodka. Me adelanté y preferí servirle yo, sabiendo que no era un ambiente en el que se pudiera confiar ciegamente en los demás, especialmente en los tipos.
—No aceptes tragos de desconocidos, B, ¿vale?
—Tú también eres un desconocido. —Sonreí.
—Pero puedes confiar en mí.
—¿De verdad?
Le di el vaso y retuve uno para mí.
—Salud.
—Salud.
Chocamos nuestros vasos y le dimos un sorbo, incrementando la sensación de ebriedad. ¿Qué importaba? Solo con ella tenía la valentía suficiente de ir tras sus pasos.
—Dime que bailarás conmigo.
—Convénceme.
Vaya, estaba siendo muy atrevida tras ese rostro tan dulce. Me fascinó.
—Puedo ser muy convincente cuando quiero.
Comenzó a carcajear.
—¿Estás riéndote de mí?
—Es que… —Siguió riéndose—. Estoy tan borracha, pero tan feliz. No lo había estado en mucho tiempo, ni siquiera al llegar a la fiesta.
—Creo que estoy contribuyendo a ello —afirmé, tomando su mano para que se acercara a mí.
—Totalmente —musitó, llevando la mano libre a mi pecho—. Lindos tatuajes.
—Puedes verlos todos si quieres.
—Qué atrevido.
—Lo siento.
Nos quedamos varios segundos en silencio, hasta que ella comenzó a moverse, subiendo sus brazos por mi cuello.
—¿Qué haces en esta fiesta? Nunca te había visto en la universidad.
Me demoré en contestar porque solo podía contemplarla, olvidándome del resto.
—Salí hace unos años.
—Oh, vaya, debes ser todo un adulto.
—Veintisiete.
—Veintidós.
—Periodismo.
—También.
Nos sonreímos y bailamos la suave música de Kings of Leon; no recordaba cómo se llamaba la canción.
—¿Conoces a alguien aquí? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—Quisiera que no, pero sí. ¿Tú?
Suspiró.
—Sí, pero no me quiere aquí.
¿Estaba hablando de…?
—Por eso la peluca.
Asintió.
—No quería venir, la sola idea de hacerlo me ponía nerviosa. —Sonrió con suavidad—. Pero me he escapado.
—¿De casa de tus padres?
Negó con los ojos brillantes.
—De otra persona.
Vi mucha tristeza en su mirada, así que no aguanté y puse mi mano en su barbilla, cobijando su rostro.
—Entonces hagamos que esta noche sea memorable y te haga feliz siempre, ¿qué dices?
—Que así sea.
Tomé su cintura y la acerqué más, no la quería más lejos, ya había sido demasiado tiempo de soportarlo. La música brindaba un buen ambiente, por lo que los demás no estaban pendientes de nosotros. Nos mantuvimos pendientes de bailar, rozándonos sin remedio. El sentir su aroma cada vez más cerca de mí lo hacía todo más difícil. ¿Cómo demonios me sosegaba? Peor aún, ¿cómo lo hacía si se giraba y pegaba su cuerpo al mío? Solo quería cerrar los ojos, mantenerme con el rostro pegado a sus cabellos y sentirla.
Fue entonces que le di la vuelta y junté mi frente con la suya, queriendo tocar más, pero también disfrutar de más.
—Es difícil controlar las ganas contigo, B.
Levantó las cejas y rio.
—¿Y si digo que no?
Me separé.
—Sería el primero en alejarse, lo prometo.
Rio.
—Entonces no lo hagas, E.
Era la respuesta que más esperaba.
Le quité nuevamente el cabello rosa de la cara y acaricié esas suaves mejillas a un ritmo lento. Sus jadeos fueron suficientes para que me atreviera a hacer lo que tanto deseaba, tomando su quijada y hundiendo mis labios en los suyos. Juré que no iba a olvidarme de sus besos, nunca.
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La contemplé como si mis ojos fueran imanes y ella los atrajera con fuerza. Mis caricias eran tan tenues, queriendo asegurarme una vez más de lo que acababa de decir. Porque hasta a mí me parecía una locura, porque lo era, ¿no?
—Eres tú —insistí, continuando con mis caricias en sus mejillas.
Fue inevitable seguir tocando su peluca, tal como aquella noche. Me costaba no emocionarme por la idea de haberla encontrado y que ella fuera el amor de mi vida, mi Bella.
—¿De qué hablas? —inquirió, aunque sabía que solo estaba intentando no caer en la emoción del momento, porque claro, ¿cómo podía ser tan inmensa coincidencia?
—La chica de la peluca rosa… eras tú —murmuré—. Ya es imposible olvidarlo, ahora lo recuerdo todo como si lo estuviera viviendo en estos instantes. B.
Soltó un jadeo y sus ojos se tornaron llorosos.
—E —añadió junto a un suspiro.
Llevé mi otra mano a su rostro y seguí acariciándola, grabándome su imagen tal como la recordaba. Dios mío, estaba temblando.
—No puedo creerlo —dijo, mirando mis tatuajes—. Las cosas que pasaron…
Tragó.
—Eras de la promoción. Periodismo. Estabas diciéndome que querías huir de Dimitri, estabas diciéndome que no habías sido feliz hasta ahí, que tú y yo… —Mi voz se perdió cuando comencé a comprender cada momento, los mensajes misteriosos, su mirada triste…
—Sí —susurró—. Tú eras el chico malo.
Sonreímos con algo de incredulidad. Aún costaba comprenderlo e interiorizarlo. ¿Cómo fue que…?
—Me enamoré de ti hace ocho años, Isabella.
Perdí el aliento y junté mi frente con la suya, retomando esos recuerdos que me comían la cabeza. Jamás pensé que podría pasar algo como esto.
—Y aunque al encontrarte supe que había dado con el amor de mi vida, nunca pensé que había sentido algo similar antes.
Su labio inferior tembló y sus manos se acercaron a mi cuello.
—Hiciste de mi mundo algo mucho mejor hace tanto… —gimió—. Oh, Edward.
Esa noche… Esa noche irrepetible… Esa chica…
Mierda, no podía estar con tantos sentimientos encontrados, no hasta ahora.
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Bella POV
Era el hombre más guapo que había visto alguna vez en mi vida. Cuando me besó, también supe que nunca iba a olvidar su manera de mover los labios, de tomarme con fuerza y tenerme a su merced. Eran los mejores besos que había probado. En el momento en el que sentí su lengua, mi cabeza voló por el aire hasta ir al cielo. Sabía a vodka y a él. Su barba incipiente, muy áspera y varonil, rascaba la piel de mi rostro a su gusto, sacándome rápidamente un gemido. Me tenía enloquecida.
—Dios —solté entre risas, buscando respirar.
—Lo siento —susurró, muy risueño—. No podía parar. Creo que no dejaré de besarte.
Lo recibí desesperada, buscando acariciar sus cabellos para que se mantuviera en su posición. Sus besos eran eróticos, varoniles y tersos a la vez, me hacían sentir placer y desesperación por más.
—Todo me da vueltas —añadió.
—Es el alcohol.
Nos reímos.
—No, eres tú.
Tiró de mi labio inferior con su pulgar mientras nos mirábamos a los ojos.
—Vamos a otro lado, esto comienza a llenarse —afirmó.
Asentí, ciegamente confiando en él. Quizá era muy inocente e ingenua, porque tenía el aspecto del hombre que podría romperme el corazón. Aún así, lo seguí sin pensarlo.
—¿Conoces este lugar?
—Algo así —respondió—. Pero más allá hay una laguna que pocos saben que existe.
—¿Has llevado más chicas? ¿Eh?
Me dio una vuelta en mi propio eje y me hizo chocar con su pecho.
—Creerás que miento, pero no, no he llevado más chicas.
Paré de juguetear.
—¿Y por qué yo?
Se encogió de hombros.
—Solo sigo mi instinto.
La laguna quedaba detrás de la casa de Tanya, en una zona no habitada, cerca de un amplio bosque. Él era muy ágil para trepar, mientras yo parecía una verdadera citadina en medio de la naturaleza. Aun así, él nunca perdió su toque encantador y todo el tiempo estuvo ayudándome, hasta que al menos estuvimos en un lugar seguro.
—Qué hermoso lugar —susurré, mirando a mi alrededor.
—Prefiero mirarte a ti.
Me estremecí al sentir su dedo curioso en mi espalda.
—¿Cómo se explica esto? —inquirió.
Me giré.
—Ya sabes, al mirarte… —Se puso nervioso.
—Descuida. —Lo tranquilicé, enternecida con el hombre rudo que tenía delante de mí y que cambiaba tan de pronto a un dulce chico de veintisiete—. Cada palabra que me dices me gusta.
Cuando le acaricié la mano y luego la quijada, él suspiró con agonía.
—Jamás me habían tocado así —afirmó.
—¿Siempre dices las palabras que todas las chicas queremos escuchar?
Se rio.
—La verdad, no.
—¿Vienes conmigo a ver la laguna? A veces, suelen haber cisnes.
—¡¿Cisnes?! ¿Estás seguro? Creo que estamos demasiado borrachos para saber que eso no es posible.
—¿Apuestas?
—Hecho.
—Un beso.
—Oh, entonces quiero perder.
—Yo también.
Nos largamos a reír y fuimos caminando por el césped hasta la laguna, que estaba muy calma, con la luna reflejándose a la perfección. Y sí, había dos malditos cisnes cerca el uno con el otro.
—¡Te lo dije!
—Diablos. ¡Perdí!
—Creo que me debes algo.
Sonreí.
—Al menos invítame a sentarme.
—Oh, de acuerdo. —Se aclaró la garganta, se quitó la chaqueta y la puso sobre el suelo—. ¿Me acompaña esta noche, señorita B?
Tenía su mano tendida para mí. La tomé.
—Claro que sí, señor E.
Me abracé desde las piernas y miré el horizonte del bosque junto a la laguna, con ambos cisnes muy cerca entre sí. Cuando me giré a mirarlo y vi sus ojos brillantes, sentí el deseo imperante de darle su premio por ganar. Por eso le quité los cabellos de la frente, perdida en las finas hebras cobrizas que reflejaban la misma luz de la luna. Fui bajando por su rostro hasta ir a su quijada y a sus labios llenos, disfrutando de lo guapo que era. Lo abracé desde el cuello y me acerqué, queriendo respirar unos segundos solo para olerlo y grabarme las sensaciones que me generaba. Ya cuando fue insostenible la separación, volví a besarlo con pasión, para nuevamente caer en un espiral de efectos, los que provocaban sus besos y sus caricias. Él no toleró mucho y me tomó las caderas, acomodándome en el césped y poniéndose sobre mí.
—No pares —le pedí, valiente por el alcohol, sacando lo que mi cabeza pensó en un mero segundo, queriéndolo como ninguna.
Él no dijo nada y volvió a besarme, sacándome un fuerte suspiro. Sus manos eran tímidas, parecía no querer aventurarse ante una posible negativa, pero tomé las suyas y las acerqué a mi cuerpo. Cuando aquello ocurrió, E no tardó en tomar la iniciativa.
Sentía su lengua en mi boca, lo que me tenía en el aire otra vez. El roce de su barba junto a sus manos curiosas, buscando todo de mí, fue suficiente para que hiciera lo mismo, metiendo mis manos bajo su camiseta. Era duro, fuerte y muy grande, debajo de su cuerpo me sentía aún más pequeña y frágil. Le pedí que se la quitara y cuando lo hizo, vi su humanidad con varios tatuajes repartidos por su torso y abdomen. Lo abracé y me senté sobre él, quitándome rápidamente la ropa hasta acabar en sujetador. Sus dedos me recorrieron hasta acabar en mis senos, los que apretó con suavidad.
—Eres hermosa —murmuró.
Sonreí, sintiéndome tan viva.
—Quítame todo —supliqué.
Su respiración comenzaba a pesar.
Lo sentía reaccionar debajo de mí, por lo que busqué la cremallera de sus pantalones, dispuesta a liberarlo de la opresión. Cuando acabamos desnudos, mirándonos mutuamente, volvió a recostarme sobre el césped. Estuvimos varios segundos mirándonos, el rostro, el cuerpo y la excitación que brotaba de nosotros. Sus besos fueron recorriendo mi cuello, mis senos, mi vientre y mi intimidad, todo de ida y de vuelta. Apretaba el césped ante el placer de sus caricias, sin saber cómo sostener a mi propio cuerpo de lo que me provocaba. Jamás me habían tocado así, donde se respetaba mi propio deseo, mi excitación y mi integridad. Y fue cuando sentí su erección en la entrada de mí, que lo acerqué para besarlo, abrí mis piernas y se lo permití. Era una sensación indescriptible.
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Todas mis ilusiones fueron parte de ese chico por semanas. Pensarlo me llenaba de emociones tan indescriptibles. El paso del tiempo solo hizo que los recuerdos borrosos de esa borrachera lo hicieran más misterioso, como si nunca hubiera sucedido y solo hubiera sido parte de mis sueños. Pero no, era real, ese chico malo que me topé en esa fiesta que cambió mi vida por completo… existía y estaba frente a mí.
Me costaba pensar, no dejaba de preguntarme cómo fue que habíamos vuelto a encontrarnos, cómo pasó todo de esta manera.
Jadeé, volviéndome a sus ojos.
—Eras tú. —Arqueó las cejas y me apretó los muslos. Era como si no lo creyera—. Carajo.
Abracé su cuello, junté mi frente con la suya y cerré mis párpados por unos segundos. Él me agarró la barbilla y me besó, sacándome un suspiro largo. Nuestros labios comenzaron un movimiento apasionado, momento en el que Edward me tomó muy fuerte y me levantó entre sus brazos. Cuando necesitamos respirar, nos miramos a los ojos por enésima vez, situándonos en esos recuerdos llenos de intensidad e intimidad.
—No puedo creer que me enamoré de la misma mujer dos veces —susurró, subiéndome hasta la residencia de la capitanía de bomberos.
—Mi chico malo. —Sonreí, cayendo entre los edredones.
Se quitó rápidamente los pantalones y la camiseta, mostrándome su cuerpo tatuado. Vino hacia mí y me encarceló, dispuesto a todo por complacerme.
—Ya no tengo dudas, sé por qué causaste tanto impacto en mi vida. —Su barbilla temblaba y sus ojos seguían la trayectoria de todos mis movimientos—. Desde entonces te recordaba y luego aquellas memorias se fueron extinguiendo.
Me quitó el sujetador y hundió sus labios en mis senos, succionando, lamiendo y mordiendo a su paso. Me arqueé desesperada y tiré de sus cabellos, pidiéndole más.
—Pero siempre estuviste ahí… hasta que te conocí —añadió, recorriendo mi cuello.
Le apreté el culo con todas mis fuerzas.
—Ocho años —susurré, sintiendo las lágrimas acumuladas en mis ojos.
—Sht… —siseaba, sonriendo con dulzura—. Ya estamos aquí, volvimos a estar juntos.
Lo abracé y abrí mis piernas. Quería que me hiciera el amor, recordar esa noche, la noche en la que Fred…
Jadeé y busqué su rostro, necesitaba mirarlo mientras me hacía suya.
—Te amo, E.
—Y yo te amo a ti, B.
Apreté los músculos de su espalda cuando lo sentí entrar con calculada lentitud, pulgada tras pulgada invadiéndome hasta llenarme las entrañas. Edward sujetaba mis caderas y mis muslos, arañando mi piel con cuidado. Sus movimientos fueron lentos, profundos, desesperantes y deliciosos, esa manera de mover las caderas me estaba enloqueciendo, apenas podía gemir, estaba ahogada en grito tras grito, disfrutando de cómo mis paredes lo envolvían. En un segundo tiró de mis piercings, disfrutando de la visual. El placer fue aún más desesperante.
—Más rápido, E —le susurré al oído.
Sabía que iba a recordarlo. Cuando noté el brillo aún más intenso de sus ojos, lo comprobé.
Agarró mi quijada para besarme, pegando su nariz a la mía. Seguíamos mirándonos, íntimos, cerca, solo siendo uno.
—Dime que no escaparás como lo hiciste esa noche —susurró con las cejas arqueadas.
Estaba bañado en sudor, el cabello se le pegaba a la frente.
—Sabes por qué lo hice —jadeé, pasando mis manos por su pecho.
—No quiero recordarlo —gruñó, hundiéndose hasta el fondo.
Grité, incapaz de seguir hablando. Su fuerza en las caderas era desbordante y solo podía apretar los músculos de sus brazos para calmar la desesperación de sentir cómo mis nervios vibraban, uno tras uno, dispuestos a culminar en mi interior hasta explotar en distintos puntos de mí misma. Cuando llegué al punto exacto y volvió a hundirse hasta el interior, mezclando ese dolor placentero con la locura de nuestra unión, disfruté de uno de los orgasmos más vivos de toda mi vida, como si hubiera vuelto hacia atrás, cuando apenas tenía veintidós, siendo inexperta, nerviosa y llena de temores, pero que se sentía increíblemente capaz de todo, mirando al hombre que la había tratado con tanto cuidado, haciéndola disfrutar por primera vez. Ahora era una mujer algo diferente, porque sí, era toda una mujer. Había pasado por tantas cosas y, aún así, Edward había regresado a mi vida.
Él acabó en mi interior y mientras sentía que me mareaba ante todas las sensaciones y emociones, nos besamos, siempre unidos. Intentamos respirar a medida que lo hacíamos, calmando la desesperación del ejercicio y la locura misma de todo lo que estábamos pasando. Se acomodó a mi lado y me tapó a la vez que me acostaba sobre su pecho, corriéndome la peluca de la cara y mirando mis facciones.
—¿Por qué te fuiste? —me preguntó.
Parecía tan dolido.
—Porque tenía miedo.
—¿Dimitri?
Solté el aire y asentí con cuidado.
—Si tan solo lo hubiera sabido —gimió, muy molesto, o quizá desesperado al no poder retroceder el tiempo—. Tenía la posibilidad de quitarte todo ese dolor de encima, todo…
—Tranquilo. —Pasé el dorso de mis manos por su rostro, calmando ese repentino desesperar en su expresión.
Todo habría sido perfecto esa noche si Greg…
Preferí no recordar o acabaría llorando.
—Esta noche no me iré, recuerda que seré tu esposa.
Aquello le permitió respirar mejor y me abrazó con tanta fuerza que perdí el aire por unos segundos.
—Hay cosas que debemos hablar —susurró y me besó la frente.
Asentí y seguí permitiendo que me abrazara.
—Dime que en ninguna te irás —insistió.
—En ninguna, cariño, el destino me trajo a ti nuevamente.
Besó mis manos y buscó mis bragas para que me las pusiera. Ya cómodos los dos, sentía que mis ojos pesaban. Iba a quedarme dormida, pero quería hacerlo mirándolo, por lo que así nos quedamos, uno al otro muy juntos.
Finalmente, ¿no era un sueño hecho realidad?
.
Edward POV
No podía dormir. Por más que la mirara, recordaba todo como si hubiera sucedido ayer, como si mi cerebro comenzara a vomitar la información tan rápido como podía. Lo único que me tranquilizaba era contemplarla, mirar esas mejillas rojas, sus labios de fresa y sentir su aroma. Pero todo seguía en mi cabeza, tanto que pronto comenzó a amanecer y yo no había podido pegar ojo.
Bella era la chica de la peluca, la mejor amiga de Greg, aquel chico…
Tragué el nudo en mi garganta y besé sus mejillas, no queriendo soltarla.
—Eras tú. Dime que no le cagué la vida a ese chico, por favor —supliqué, casi desbordándome en las lágrimas que querían salir.
Era su mejor amigo, era él.
¡Diablos!
Tuve que levantarme unos segundos para poder aclarar mi cabeza, pero a medida que caminaba, el accidente de aquella madrugada parecía volver a acribillarme los sesos. Todavía podía ver a Greg en el suelo, todavía podía escuchar cuando me ordenaban que no interviniera, aún volvía a recordar la culpa de haber sido tan cobarde como para hacer como si no aquello no existiera, como si…
—Carajo —gruñí en voz baja, pasándome las manos por los cabellos.
Era su mejor amigo, era un chico que la amaba y ella a él, eran inseparables, lo último que le escuché decir era que Bella estuviera bien.
Era mi culpa.
Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Las cosas entre Edward y Bella estuvieron marcadas por el destino, cada uno estuvo en la vida del otro sin saberlo, así como creció un fruto que, sin pensarlo, los unió después de años. Las cosas no fueron todo color de rosas y es Greg quien, lamentablemente, pone en jaque todo. ¿Qué es? ¿Qué sucedió? ¿Por qué Edward se siente tan culpable? ¿Bella va a contarle que después de su encuentro, se enteró que estaba embarazada? ¿Qué dirá él al respecto? ¿De qué manera debe darse una verdad tan dura y hermosa a la vez? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco los comentarios de Lau Riera, Miryluz, CCar, CelyJoe, Beatriz Gomes2, PielKnela, Jeli, PameHart, AndreaSL, sool21, roberouge, Tereyasha Mooz, Gibel, valem00, nicomartin, Bella-Nympha, Mela Masen, LUZ CC, alyssag19, Srita Cullen brandon, LicetSalvatore, Chiqui Covet, Leah De Call, Norellys, GabySS501, Angelus285, Jimena, monik, isbella cullen's swan, aliciagonzakezsalazar, Jenni98isa, YessyVL13, darkness1617, Flor Santana, Mayraargo25, lolitahn44, beatrizalejandrabecerraespinoza, Ceci Machin, LucyGomez , Schatzie0713, Vero Morales, Salve-el-atun chapter, Fallen Dark Angel07, esme575, Sandoval Violeta , VeroG, morenita88, Paty Limon, jupy, Techu, Aidee Bells , Gis Cullen, Karensiux, Iza, beakis, liduvina, Joa Castillo, amedina6887, DannyVasquezP, Jade HSos, Beth, Alexia Lopez, bbluelilas, Esal, Smedina, Cris, Marce Ortiz, Jocelyn, Karen, Idalia Cova, maidely34, Danny Ordaz, jackierys, MasenSwan, carlita16, Reva4, Elizabeth Marie Cullen, KRISS95, joabruno, Melany, Nancygov, alejandra1987, rosycanul10, danielapavezparedes, MaleCullen, Ivette marmolejo, LoreVab, Hanna D L, florcitacullen1, catableu, Lys92, Kamile Pattz-Cullen, Gaby Mar Cullen, Adriu, DarkMak31, anakarinasomoza, Nicole19961, lunadragneel15, guess 928, JULIANA ALDANA, Vanina Iliana, Damaris14, Car Cullen Stewart Pattinson, kaja0507, ROMINA19, llucena928, Twilight all my love 4 ever, Fernanda21, sheep0294, almacullenmasen, Belli swan dwyer, cary, BellsCullen8, Claribel Cabrera, caritofornasier, saraipineda44, Pameva, Claribel Cabrera, jhanulita , calia19, Abigail, Tata XOXO, Nat Cullen, Fernanda javiera, Lore562, Veronica, twilightter, Marxtin, SeguidoradeChile , cavendano13, adrianacarrera114, AnabellaCS, PatyMC , Valentina Paez, Bell Cullen Hall, Elmi, Anita4261, lalyrobsten, NarMaVeg, somas, FlorVillu, MariaL8, odi19, Ojitos, stella mio, debynoe12, nelithaa-bella, patymdn, Alexandra Nash, Lulugrimes98, Liliana Macias, camilitha cullen, Dinorah Murguia, Diana, lauritacullenswan, Luisa huiniguir, Monica1602, Gladys Nilda, Poppy, Raquel Adorno, valentinadelafuente, Santa, ELIZABETH, viridianaconticruz, freedom2604, Robaddict18, maribel hernandez cullen, krisr0405, sollpz1305, miop, Roxy de roca, barbya95, Liz Vidal, Berenice, CCar, Twilightsecretlove, maries24, JMMA, piligm, Brenda Cullenn, kathlenayala, PanchiiM, Fernanda Tovar, johanna22, Florencia, Beastyle, gesykag, Pam Malfoy Black, morales13roxy, mmavic81, Josi, Dominic Muoz Leiva, Domi, dayana ramirez, rjnavajas, natuchis2011b, Noa, Nitha Cross, Vero Grey Cullen, BreezeCullenSwan, ale173, Rero96, CazaDragones, Coni, Noriitha, Yoliki, Valevalverde57, ariyasy, fernyyuki, Mime Herondale, Ana, LadyRedScarlet, CeCiegarcia, jessnoeaquino20, elitkm11, selenne88, Milacaceres11039, Black Angel Lilith, valu03, DanitLuna, Wenday 14, NoeLiia y Guest, espero volver a leerlas a todas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, su cariño lo es todo y significa demasiado, no tienen idea de cuánto, de verdad les agradezco cada palabra que tienen para mí, gracias de verdad
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