Heeey!

Feliz cumpleaños a ti~ feliz cumpleaños a ti ~

¡Feliz cumpleaños Tenshi!

Bien, ya acá el primer capítulo xD, espero realmente que te guste y que te ayude a animarte, prometo hacerlo mejor y mejor hasta que llegue el 14 de diciembre del siguiente año, así que planeo subirlo el 14 de cada mes (menos este mes, me emocioné xD). Bueno, sé de sobra que lo pasaste bien, así que no me queda más que desearte un genial año nuevo, espero que esté lleno de nuevas experiencias y cosas geniales, que llegarán ¡ten por seguro que sí!

Pd. Este es un fic-regalo, pero a quien lo lea, muchas gracias!


Llegaré a ti.

Capítulo 1:

"Aun hay un largo camino"


— Honoka… ¿qué haces despierta a estas horas?

— Voy al dojo Sonoda.

— ¿Sigues con esa tontería?

— ¡No es una tontería!

— ¿Por qué más querrías volver al kendo entonces?

— Tú no lo entenderías.

— Sólo soy dos años menor que tú.

— ¡Ya me voy!

— ¡Honoka!

Los gritos de su hermana menor llegaban a sus oídos, pero la chica de cabello castaño no les hizo caso, estaba emocionada, y también un poco temerosa de lo que estaba por hacer.

¿Qué por qué quería volver al kendo?

La respuesta era sencilla, y no tenía nada que ver con el deporte, su objetivo era uno muy diferente, y tal, había comenzado cuando su compañera de clase, Sonoda Umi, había hablado con ella esa semana acerca de deberes y responsabilidad.

"— No me sorprende que no seas capaz de recordar tus deberes, pero no deberías dar problemas a los demás.

Ya me disculpé con You, ¿qué más quieres de mí?

No basta con una disculpa— la peliazulada apretó la mandíbula —. ¡No puedes seguir evitando tus días de limpieza!

No tiene nada de malo si se lo encargo antes a alguien más, ¿o sí?

Eres una persona imposible— los ojos ambarinos de la peliazulada la miraron con decepción.

¿Cuál es tu problema Umi?

Sonoda.

Antes no te molestaba que te llamara así.

No vuelvas a evitar tus deberes."

Y con eso dicho, la peliazulada abandonó el aula.

Honoka y Umi se conocían desde que eran pequeñas, pues sus padres eran grandes amigos, habían formado una amistad fuerte, pero eso había terminado abruptamente un día. La chica de ojos ambarinos no había dado razones, simplemente, aquella vez que Honoka se acercó a abrazarla como siempre lo hacía, Umi se alejó de ella abruptamente, notablemente molesta, casi como si la ojiazul fuera fuego y ella un débil pedazo de papel. La amante del pan había intentado por todos los medios entender la conducta de su amiga, y, si había hecho algo mal, disculparse, pero cada vez que intentaba buscarla, la reacción era la misma, sumado a un "no te me acerques de nuevo".

Pensó que, al entrar en la preparatoria, Umi buscaría una institución fuera del distrito, pero no, justo en la ceremonia de ingreso, dando el discurso de bienvenida como representante de los nuevos estudiantes, ahí estaba ella. Tan hermosa como siempre, pero con esa mirada perdida que tenía desde antes de entrar en preparatoria.

Honoka tenía que admitirlo, ver a Umi en Otonokizaka la aliviaba, a pesar de que sabía que era posible que su relación nunca volviera a ser la misma, le bastaba con estar es la misma escuela que la chica que amaba, incluso si tenían que fingir que no se conocían de toda la vida, incluso si dolía tener que guardar su amor bajo llave hasta que se olvidara de el.

Sin embargo, a pesar de sus sentimientos, algo que no soportaba era que, ahora, en lugar de que Umi la ignorara, le pusiera más atención que nunca. Aun con el dolor de su corazón la había dejado de buscar, sufría, le dolía, siempre era jodidamente doloroso estar así con Umi, pero aun así… aun así… ¡¿qué más quería de ella?! Simplemente no la entendía, aunque una ardiente punzada atravesaba su pecho al pensar que ahora, la peliazulada simplemente la odiaba y planeaba hacerle la vida imposible antes de entrar a la universidad, donde era cien por ciento seguro que se separarían.

Pero había tenido suficiente, ¿Umi quería jugar a quién daba más? Entonces ella entraría en ese juego. Subiría sus calificaciones para que dejara de regañarla por hacer exámenes de recuperación, haría sus deberes correctamente para que dejara de perseguirla, se convertiría en su rival para que se viera obligada a reconocerla, aun si no quería, y ahora, ya que había mostrado tanto interés en ella, retomaría el kendo, pero no en cualquier dojo, iría directamente al dojo Sonoda para volver a practicar. Y entonces… antes de irse a la universidad, le confesaría sus sentimientos, para poder dejarla ir de una vez por todas para seguir su vida.

El plan de dos años.

— ¡Honoka! Hace mucho tiempo que no te veía por aquí.

— Buenos días señora Sonoda, ¿hay vacantes para práctica?

— ¿Eh? Seguro, pero… ¿estás bien con ello? Umi me ayuda a instruir.

— Ah… ¿en serio? — eso no figuraba en sus planes, pero si así podía estar cerca de la peliazulada entonces — Está bien, no se preocupe… Um… ¿Por qué me pregunta si está bien?

— Oh bueno… es que hace mucho que no venías, un día Umi llegó diciéndome que no quería que volviera a mencionarte, así que supuse que habrían peleado.

— No peleamos— susurró Honoka.

— Lamento si mi hija fue grosera contigo— la señora hizo una reverencia.

— No, no, no se preocupe, en verdad…

— Bueno, ¿qué te parece si entras al dojo de una vez? Ya sabes dónde están los equipos, dudo que tu equipo de hace dos años aun te quede, has crecido mucho.

— Está en lo correcto, entonces, con permiso— Honoka entró en aquella casa que tanto había frecuentado cuando era niña y una buena parte de su pre adolescencia.

Seguía tal y como lo recordaba, nada había cambiado, a excepción de aquella chica solitaria en el centro, que daba golpes al aire. Honoka por un momento dejó de respirar al mirar a Umi, no solía tener tal oportunidad en el instituto, pues, si no estaban peleando por cualquier cosa mínima, ella le daba la espalda la mayoría de las veces, así que claramente no dejaría pasar ese pequeño momento.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — la sorpresa se dejaba ver en esa pregunta. Honoka hizo una reverencia antes de entrar y fue directo a la peliazulada.

— Quedo a su cuidado, maestra.

— ¿Qué?

— Vendré a clases de kendo, llevémonos bien.

— ¿Es una broma?

— No— la castaña sonrió ampliamente, pero dejó de hacerlo cuando vio salir a Umi del dojo —. Quizá fui muy directa— susurró.

Avanzó al cesto donde descansaban las espadas de bambú, el olor del lugar, la sensación al tomar una espada, el equipo dispuesto, todo eso le traía recuerdos, pero aún más, recuerdos de Umi. Tenía que admitir que el primer año que se alejaron estaba terriblemente decaída, no tenía ganas de hacer nada, ni siquiera de continuar practicando; lloraba al no poder comprender a su amiga y se culpaba por cualquier cosa que hubiera hecho para ganarse su odio. Tardó un poco en comprender que no era su culpa, que, simplemente, Umi había decidido odiarla, o algo por el estilo. Pero entender eso no hacía que doliera menos, y en ese momento en que habían estado frente a frente, el corazón de Honoka latía, lastimando su pecho, ardiendo en su interior.


— ¡Kousaka! — la voz resonó en el dojo — ¡No estás levantando el talón!

— ¡Lo siento!


— ¡Kousaka! ¡No vas al tiempo!

— ¡Perdón!


— ¡Kousaka! ¡He dicho suri ashi, no que simplemente avances!

— ¡Eso hago!


— ¡Honoka!

— ¡Umi!

— ¡Que no me llames por mi nombre! ¡Y deja de quejarte!


Infernal.

Había sido completamente infernal.

Pensó que la ética de profesora de Umi le concedería tiempo para adaptarse de nuevo, pero la peliazulada había sido implacable, así que al final, ambas habían terminado gritándose, al menos, hasta que la profesora Sonoda decidió dejarla por su lado al notar la mirada de sus estudiantes.

— ¿Para qué viniste si no puedes seguir unas simples órdenes? — la regañó una vez que todos se habían ido.

— Em… ¿diversión?

— ¿Diversión? ¿Qué te hace pensar que el kendo es divertido?

— Lo era hasta hace unos años…

— El pasado es el pasado, ahora, a menos que quieras seguir llorando, no vuelvas a ve…

— ¿Por qué?

— ¿Qué?

— ¿Por qué no puedo venir, si quiero aprender?

— Tú ya practicabas kendo, no necesitas clases, no entiendo tu necedad.

— Entonces respóndeme de una vez por qué me odias.

Los ojos de Umi se abrieron en señal de sorpresa, Honoka la miró como pocas veces lo hacía, con seriedad, y eso era algo con lo que pocos podían luchar, en especial ella, que logró escuchar cómo su corazón se aceleraba.

— Yo… no te odio— respondió, bajando ligeramente la voz.

— ¿Entonces por qué te alejaste de mi de la nada?

— La clase terminó, es hora de que te vayas.

— ¡Umi!

— ¡He dicho que te vayas! — exigió.

Honoka pudo sentir de nuevo las lágrimas volver a sus ojos, pero no podía permitirse llorar. Estaban solas, no se permitiría dudar, ¡estaba en segundo de preparatoria!

— No.

— Entonces cierra cuando termines— sin más que querer decir, Umi comenzó a avanzar hasta la puerta.

— ¡Umi! ¡Voy a llegar a ti!

La peliazulada se detuvo, pero no volteó, pasaron segundos antes de que continuara su camino.

Los colores subieron a la cara de Honoka.

"¿Voy a llegar a ti?¡Qué demonios se supone que significa! Ahh~", pensó, mientras se golpeaba las mejillas con ambas manos.

Sin embargo, sentía sus esperanzas renovadas, ya que, por un momento, había visto en los ojos de Umi ese precioso brillo que creyó perdido, así que si Umi podía volver a sonreír como antes, no le importaría rasparse un poco en el camino, incluso sabiendo que no sucedería nada entre ellas. No desistiría, continuaría con su misión y nada ni nadie la detendría, ni siquiera la misma reina de sus desvelos.


— ¿Y cómo se supone que vas a hacer eso? — le preguntó la presidenta del consejo estudiantil, Eli Ayase.

— ¡Ni siquiera sé por qué se lo grité!

Ara ara, parece que tienes un gran problema entre manos, ahora quizá Umi tenga la guardia aún más arriba.

— Ya lo sé— Honoka suspiró —. En fin… no tengo tiempo para preocuparme por eso, ahora tengo que hacer un buen plan para subir mis notas.

— ¿Qué tienes pensado? — preguntó Nozomi.

— No lo sé, de hecho, por eso vine con ustedes— Eli y Nozomi se miraron mutuamente, sorprendidas —. Son las mejores de su clase, quisiera saber qué horario usan o si pueden darme algunos consejos.

— Eso es inesperado— sonrió la pelimorada —, pero supongo que puedo aconsejarte algunas cosas.

— De mi parte, sólo puedo decirte que tienes que dividir bien tu tiempo, no holgazanees si sabes que tienes algo que hacer.

— Pero tampoco te satures— completó Nozomi —. No eres del tipo de persona que soporta estar mucho tiempo en un mismo lugar, así que puedes tomar descansos cortos, tampoco se trata de que estés sentada durante horas al estudiar.

— Eso podría funcionar… Aunque ahora que lo pienso me da tanta pereza— Honoka recargó su barbilla en la superficie del mueble —. Pero… supongo que no hay de otra— se levantó, decidida.

— Buena suerte, eres muy inteligente, sólo hace falta que te centres— apoyó Eli.

— Si necesitas ayuda, cuenta con nosotras.

— Muchas gracias a ambas— Honoka salió de la sala del consejo estudiantil con el espíritu arriba, comenzó a correr por los pasillos, sentía una gran adrenalina en el cuerpo y necesitaba sacarla.

"Sólo espera, Umi", pensó mientras bajaba las escaleras.

— ¡Hey! — sintió que había chocado con alguien, levantó la vista y se encontró con un par de amatistas que la miraban con molestia claramente visible.

— Eh…

— ¡Quítate de encima!

Se levantó con un salto y extendió su mano para ayudar a su compañera a ponerse de pie, ésta, aunque dudosa, aceptó su gesto.

— Lo siento, no veía por dónde iba.

— ¡Tienes que fijarte por dónde vas! — los ojos de la pelirroja bajaron al moño a cuadros color rojo de su contraria — Senpai? ¿En serio eres mayor que yo?

— ¡Oye! Un momento, ¿eres menor que yo?

— Bueno… senpai— hizo énfasis en la palabra —, ¿qué hacías corriendo por los pasillos?

— Oh bueno… Nada en especial… Por cierto, me llamo Honoka, Kousaka Honoka, ¿y tú?

— Nishikino Maki.

— Maki, es un nombre muy bonito— halagó.

— L-Lo sé— la pelirroja desvió la mirada y comenzó a jugar con uno de sus mechones de cabello.

— Bueno, entonces nos veremos después, tengo que llegar a mi clase.

— Ah… Sí… Hasta luego.

Honoka se despidió, y casi al instante, sintió una pequeña sensación que le hizo mirar al lado contrario del pasillo, había sentido la mirada de alguien, pero no había nadie allí.


El día había transcurrido con relativa normalidad, y le siguió una semana pacífica. Demasiado pacífica para el gusto de Honoka, quien, a regañadientes, admitía que se había acostumbrado a tener a Umi encima, reprochándole por cualquier error mínimo que cometiera, pero no por ello daría su brazo a torcer, aunque varias veces había estado tentada a cometer un error para que Umi la mirara, aunque fuera para decirle: "¡Tienes que esforzarte más!".

En cambio, había encontrado una nueva amiga, aquella chica con la que había tropezado en las escaleras aquella vez.

Maki Nishikino… No había sido una sorpresa que le dijera que era rica, pues la niña se comportaba de un modo que no podían dar a entender lo contrario, aunque claro, tenía sus momentos, sobre todo con una chica de cabello negro que, increíblemente, estaba en tercero junto a Nozomi y Eli.

Se encontraba en su habitación haciendo sus deberes, de alguna manera se había acostumbrado a cierto ritmo, aunque de vez en cuando se permitía descansar mientras leía manga y comía algunos dulces que su madre le llevaba.

— Honoka.

— ¿Mm? ¿Qué sucede? — preguntó a su hermana.

— Alguien te busca abajo.

— ¿Alguien?

— No es Umi, antes de que me lo preguntes.

— No iba a hacerlo— infló una de sus mejillas, ligeramente avergonzada. Yukiho no sabía nada de sus sentimientos hacia la peliazulada, pero Honoka sabía que su hermana no era tonta, así que, si no sabía nada, al menos lo intuía, y no había mejor prueba que su apoyo durante la última semana, donde, fielmente, aunque con ganas de lanzarle un zapato a su hermana, escuchó todo su drama amoroso mientras comía frituras.

Honoka bajó las escaleras, y en cuanto vio una cabellera castaña en la entrada, corrió, para darle un fuerte abrazo a su amiga.

— ¡Honoka!

— ¡Kotori! — se alejó de ella, tomándola por los hombros — ¡Imposible!

— Has crecido mucho, Honoka— la chica de ojos color ámbar le sonrió con calidez. Kotori también había cambiado, pero esa candidez que siempre se notaba en su mirada no lo había hecho ni un poco.

— ¡Pasa, pasa! — la tomó de la mano, y, apenas dándole tiempo de quitarse los zapatos, la llevó a su habitación.

Kotori Minami.

Alguien más que había creído perdido, o al menos, lejano, pero ahí estaba… de nuevo a su lado.

Habían sido muy buenas amigas durante la primaria, sin embargo, el trabajo de los padres de Kotori era exigente, y habían tenido que ir al extranjero para un par de negocios que su madre debía supervisar y cerrar personalmente. La despedida había sido amarga, aun para unas niñas, después de todo, Umi la quería como a la hermana menor que nunca tuvo, al igual que Honoka, y eso sólo fue el anunciante de que, tarde o temprano, todas iban a separarse, aunque a la chica de ojos azules le hubiera gustado que ella y Umi terminaran en mejores condiciones que en las que estaban en ese momento.

Su tarde se fue en ponerse al día de la vida de una y otra, aunque a Kotori le llamó la atención la obvia ausencia de cierta peliazulada en las aventuras de Honoka, una chica llamada Eli, otra llamada Nozomi y la última que, contaba, recién había conocido, llamada Maki.

— ¿Y qué tal está Umi? — preguntó, Honoka dejó caer su mirada al plato de dango que estaban comiendo, y entonces, Kotori pudo confirmar una parte de sus sospechas.

— Bien, ella… está bien— respondió, notablemente desanimada.

— ¿Pasó algo?

— Yo… no lo sé— Honoka levantó la mirada a su amiga y sonrió, rascando su mejilla —. Supongo que lo he fastidiado todo.

— Honoka…

— Es un poco complicado, pero todo se solucionará— el fuego azul en los ojos de su amiga hizo sonreír a Kotori, pero no se tragaba ni una palabra. Ya había hecho sus conclusiones las veces que habían hablado por mensaje de texto, siempre que le preguntaba por Umi, sus respuestas eran vagas, y lo mismo ocurría de lado de la peliazulada; ambas tenían algo que parecían querer esconder, y la castaña sabía que desde Francia no podría obtener información, así que cuando su madre le ofreció volver a Japón, no lo pensó dos veces para decir que sí.

Umi era un caso un tanto diferente al de Honoka, hablaba con ella, pero evadía el tema completa y descaradamente, en cambio, le pedía que le contara de sus días, de lo que le ocurría a ella, sin llegar a compartir realmente algo personal en esos cinco años que se habían dejado de ver.

Kotori se acercó a abrazar a Honoka, y cuando sintió que su amiga se aferraba a sus mangas, como si quisiera reprimirse, supo que no, nada estaba bien, y esas dos necesitaban ayuda, por lo que fuera que había ocurrido. Pero tenía que ser silenciosa y no actuar más allá, después de todo, ese par de tontas tenían que tomar el camino correcto por su cuenta, o no serviría de nada.


— Buenas noches señora Sonoda, disculpe las molestias— dijo Kotori mientras entraba en la casa.

— No, para nada, ¿no quieres quedarte a cenar? Hice pan de elote— la señora parecía genuinamente alegre de la visita de la castaña, aunque también, se podía notar un poco de alivio en su mirada.

— Oh, seguro, me imagino que el señor Sonoda no va a llegar entonces, recuerdo que no le gusta— sonrió, pero esa sonrisa desapareció, vio a la mujer crisparse —. ¿Ocurre algo?

— U-Umi no te contó que… que nos divorciamos, ¿verdad? Hace dos años y medio…

Kotori abrió los ojos con sorpresa, no se esperaba eso, o bueno, sí se esperaba que en algún momento se separaran, el señor Sonoda no era el epítome del ejemplo de la buena pareja, pero no esperaba que pasara con Umi aun en la preparatoria. Eso podía explicar muchas cosas, como la actitud evasiva de la peliazulada cuando tenía que hablar de ella misma, pero… ¿qué tenía que ver Honoka en eso? ¿Era algún daño colateral?

— Oh… lo lamento mucho, señora…

— Está bien, no me sorprende que Umi no haya querido decirte.

— Al menos, veo que está bien, y eso me…

— Kotori— la voz de la chica de ojos ambarinos resonó en el pasillo, la sorpresa en su rostro era indescriptible —… ¿qué haces aquí?

— He regresado hoy, y pensé en hacer visitas— sonrió y comenzó a acercarse a ella.

La peliazulada parecía analizarla, pensando en si era un sueño o no, pero no, no lo era…

Joder… no lo era.

— Es tarde, ¿qué haces fuera de tu casa?

— Tan responsable como siempre— sonrió.

— Hablo en serio, te llevaré a tu casa— la tomó de la muñeca y comenzó a caminar con ella.

Las protestas de su madre no fueron escuchadas, Umi mantuvo su camino.

— Umi.

— ¿Qué pasa?

— Me estás lastimando— se quejó Kotori mientras hacía una mueca de dolor, Umi la soltó al instante, notablemente arrepentida.

— Lo siento— dijo antes de seguir caminando. Kotori la alcanzó al cabo de segundos, siguieron su recorrido en silencio hasta llegar a su casa.

— Buenas noches— dijo, dándose media vuelta.

— ¿Honoka te hizo algo? — esto la hizo detenerse.

— ¿Te ha contado algo? — Kotori se encogió de hombros, ambos pares de ojos miel se encontraron; en unos había calma, pero en los otros, una tormenta se estaba desatando. No era sencillo, y nadie iba a entenderlo… No quería que nadie lo entendiera, tenía sus razones, era todo. O al menos, eso quería pensar Umi.

— Ella siempre te ha querido mucho, ¿sabes?

Lo sabía.

— ¿Entonces? — fingió desinterés, pero realmente, eso hizo que su corazón se estrujara.

— ¿Qué ocurrió?

— Buenas noches— sentenció antes de seguir su camino.

Kotori intentó llamarla de nuevo, pero no hubo respuesta. La castaña suspiró con pesadez y miró la luna, cerró los ojos.

— Umi tonta.