24 de diciembre y el reloj en mi muñeca derecha indica que ya casi son las 00.00.

Estoy solo en mi penumbra de departamento. Mi padre ya no está más en este mundo, mi madre en Japón y Mimi no quiere saber nada de mí.

¿Debería sentir melancolía? Hoy la gente sale temprano del trabajo, incluso algunos tienen el día libre para pasar tiempo en familia o hacer las compras de última hora. Encienden las luces de navidad, colocan la estrella en el árbol. Hacen cenas exquisitas para compartir y los que tienen hijos deben madrugar para esconder regalos a nombre de Santa.

Ahora mismo podría estar en Japón acompañando a mi madre, tomando una copa en memoria de mi padre. O bien Mimi podría estar haciendo la cena y podríamos disfrutar de un buen postre. Haríamos el amor sin preocuparnos por el despertador, desayunaríamos en la cama y nos quedaríamos en pijama hasta la hora que quisiéramos. Tal vez daríamos un paseo por la noche, viendo caer la nieve y tomar chocolate caliente.

Pero lo único que veo es la pantalla de mi computador.

No siento absolutamente nada.

No percibo la nostalgia, ni la distancia. No hay tristeza, no hay alegría.

No hay emoción, tampoco botellas llenas ni vacías.

¿Esto es lo que la gente llama soledad?

Padre, madre, Mimi…

No los extraño, no me duele su ausencia.

Pero sé que si en este mismo momento los viera, correría a abrazarlos.

Les diría cuánto los quiero y les pediría perdón por todo lo que he hecho y no he hecho.

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Hey, les deseo felices fiestas. O al menos, que tengan tranquilidad.

Los quiero.