Notas Iniciales: No me pude contener más tiempo así que vuelvo al fandom de Super Smash Bross.
Parte 1. "No Molestar"
Una mañana normal en la Mansión. Era demasiado temprano para que cualquiera de sus habitantes estuviera despierto, exceptuando a ciertos seres antropomorfos que se encontraban curioseando la habitación de herramientas para combate. Fox y Falco no habían querido abrir sus ojos ni casi chocar con las cajas -que contenían los artefactos que les concedían oportunidades de victoria- en su camino, pero cierto lobo terminó obligandolos a seguirle el juego de husmear cuando nadie podía reprenderlos. Master Hand y Crazy Hand debían estar dormidos para hacer de las suyas, así que Wolf había estado igual que un niño en juguetería abriendo y cerrando cajas de izquierda a derecha sin cesar, archivando en su memoria cada pequeño objeto que podría ser usado en su contra durante una pelea oficial hasta que encontró algo que llamó su atención por completo. Wolf hizo una seña a los dos que se estaban cayendo de sueño a un metro de él, logrando que se acercaran de mala gana hasta su posición. Falco juraba que mataría a ese infeliz mientras estuviera durmiendo si no se trataba de nada interesante.
—¿Qué encontraste? —cuestionó el líder de Star Fox restregándose los ojos con los puños.
—Esto. Parece disfraz de astronauta, ¿a qué si? —se burló Wolf sosteniendo el susodicho objeto. Falco bostezó y se limpió la baba que se le escapó de la comisura derecha de su pico. Fox finalmente se percató de lo que era aquella rara vestimenta—. ¿Qué opinan sobre hacerla pedazos y llevarla a un bote de basura? Si lo hacemos no podrá ser usado para vencernos.
—No te conviene dañar ese traje, harás que Samus se moleste mucho. —señaló Fox.
—¿Quién mierda es Samus?
—La mujer rubia.
—Hay tantas rubias que no distingo a ninguna.
—La humana mercenaria que usa una rara versión de nuestro blaster. —explicó.
—Ah, si. —Wolf recordó la apariencia de la susodicha con una sonrisa picara—. He visto mucho porno galáctico de ella.
—Wolf, eso es asqueroso. —espetó Falco gestando una marcada mueca de disgusto.
—No es mi culpa que seas asexual, pajarito.
—A mi tampoco me parece que denigres a una digna adversaria como ella de esta manera.
—Tu caso es especial, punk. —dijo el canino desinteresadamente y continuo observando el traje con casquillos que mantenía entre sus garras.
—¿Qué?
—Si, Fox. Mejor cállate. Ni a mi me importa tu opinión. —apoyó el faisán.
—¡Eso es discriminación!
—En todo caso, ¿qué quieren hacer con esto? —insistió Wolf.
Fox se incomodó, temía que los tres cayeran muertos si alguno se atrevía hacer cualquier cosa en contra del traje en cuestión. Iba a señalar el problema en que se meterían si no se largaban de ahí. Sin embargo, antes de que cualquiera de los tres pudiese siquiera pronunciar palabra una voz de infratumba hizo que el plumaje de Falco y el pelo de Wolf y Fox se erizaran, pues aquella voz pertenecía a Master Hand quien finalmente había despertado y ahora estaba temblando de rabia en la entrada, debido a que fueron ignoradas sus ordenes. El vulpino chilló tratando de dar una explicación que los salvara de ser lanzados al abismo mientras Falco repetía una y otra vez que era culpa de los otros dos. Wolf, por el contrario, sonrió con desfachatez antes de firmar su sentencia de muerte con lo que dijo.
—Oye, ¿por qué no dijiste que podíamos vestir de astronautas? Pude haberle pedido a Miyamoto-sama que me confeccionara uno en lugar de mi traje actual. —Fox y Falco se escandalizaron y Master Hand gritó de rabia. Cuenta la leyenda que desde entonces sus almas vagan en los almacenes gritando de agonía y desolación, producto de los despiadados castigos a los que fueron sometidos antes de morir. O esa fue la idea.
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Más tarde, luego de forzados trabajos y malos tratos, Fox y Falco se encontraban en el jardín de la Mansión Smash en compañía de las princesas smasher quienes, sentadas ante una mesa -decorada al más puro estilo femenino- degustaban un delicioso té mientras los dos antropomorfos conversaban acerca de lo acontecido con Wolf aquella fatídica mañana.
—Me siento mal por Wolf. —comentó el vulpino. Falco rechazó la invitación de Rosalina para tomar una tasa de té -al igual como hacía Fox en esos momentos- antes de contestarle a su afligido líder con su usual tranquilidad.
—¿Ah, si? No comprendo el motivo. Yo no me siento responsable porque ya es hora de que consiga nuevos amigos, no siempre podrá depender de nosotros.
—Pero aún me siento culpable. —replicó Fox con pesadumbre—. Además fui yo quien le sugirió acompañarnos cuando lo dispusiera, después de todo somos parte del mismo universo, no quisiera fallarle en ese aspecto.
—No te presiones, Foxie. —Falco frotó una de sus alas contra el hombro del vulpino como gesto conciliador, llamando la atención de las chicas—. Ya le brindamos una oportunidad para comportarse y no quiso hacerlo, incluso se atrevió a involucrarnos en problemas. Tú lo experimentaste en carne propia. Siento que no podré volver a ver utensilios de limpieza sin sentir arcadas. —comentó estremeciéndose de terror pero recuperándose luego de frotarse el brazo—. No hay nada más que podamos hacer por él desde este punto.
—Supongo que tienes razón. —Fox asintió y levantó la mirada hacia su compañero de franquicia, quien le dedicó una sonrisa satisfecha antes de posar su mano sobre la cabeza del vulpino, alborotando su pelaje. Rosalina, Daisy, Zelda y Peach se tensaron.
—Te aseguro que él estará bien. —Falco se dio la vuelta, rozando ligeramente su plumaje con el hombro de Fox—. Me voy. Si no le explico lo sucedido a Didi y Donkey comenzarán a digerir el triple de bananas y no quiero seguir limpiando. Te veré a la hora de la merienda.
Fox se limitó a enfocarse en su bebida después de que su amigo ya se había marchado sin advertir todavía las miradas fijas e insistentes de las princesas sobre su silueta hasta que Peach se animó hablar. —Fox... —le llamó, sonrojada.
—¿No te diste cuenta? —cuestionó Zelda.
—¿De qué? —inquirió el vulpino confundido. Daisy se llevó ambas manos al rostro para cubrirse los labios, no concretando retener un acento plagado por la emoción del momento.
—¡Falco te estaba cortejando! —exclamó. Fox casi se atragantó con el té al escuchar tremenda declaración, por ello no dudó escupir el liquido que quedaba en su cavidad para enseguida toser estruendosamente y mirar escandalizado a sus amigas.
—¿Qué... ? Yo... ¿De qué están hablando?
—¡Nuestro Fox es tan inocente! —dijo Rosalina enternecida.
—Esperen, esperen. ¿Qué les hizo pensar que Falco estaba haciendo algo como eso?
—Falco es un ave. —explicó Zelda, y el joven zorro asintió con efusividad como si aquello no fuera un detalle demasiado obvio—. Y las aves acostumbran cortejar a su compañero de vida haciendo uso de sus plumas... justo como Falco hizo contigo hace un momento.
—¿Eso hizo? —Fox sintió un escalofrío descender por su espina dorsal, aterrado. No quería creer en las palabras de las chicas, pero aquella explicación cobraba sentido si lo pensaba con detenimiento, además nunca había sabido que Falco estuviese interesado en alguien ni tampoco sabía de qué manera su especie se relacionaba en el ámbito sexual. ¿Sería posible que él le interesaba?— ¡No! ¡No quiero ni pensarlo! ¡Debe ser un error!
—No lo creo, Fox. —dijo Peach—. Falco parece tan cariñoso contigo.
—¡Les digo que están equivocadas! —exclamó levantándose de un movimiento antes de salir corriendo sin importarle el desastre que había dejado a sus espaldas. Las princesas observaron a esa pequeña espalda desaparecer de su vista con inevitable sorpresa para después compartir risas, pues aquella reacción sólo había corroborado sus insanas sospechas.
—¡Pronto habrá boda! —declaró Peach emocionada.
—Primero deben confesar sus sentimientos, querida. —señaló Zelda sosteniendo su tasa de té a la altura de sus labios con una sonrisa—. Estas cosas no pueden apresurarse, especialmente cuando podríamos estar arruinando la sorpresa. ¿Entiendes? —Zelda guiñó un ojo y Peach se sonrojó, comprendiendo al instante la indirecta.
—¿Ellos estarán bien? Quiero decir, son de especies diferentes —comentó Rosalina preocupada—. Los integrantes de esta mansión los repudiaran. ¿No deberíamos ayudarles?
—¡Combatir los perjuicios es mi especialidad! —declaró Daisy altruista.
—Apoyo lo que ha dicho Zelda —Peach volvió a intervenir. En ese momento, cierto erizo pasaba tranquilamente por la zona, perdiendo de forma instantánea su atención en la conversación que tenían las chicas—, si nos metemos en el camino de ellos podríamos cometer el error de echar los planes de Falco a perder. Ahora que hemos alertado a Fox sobre sus sentimientos, es sólo cuestión de esperar.
—Sólo imagínense: dos seres que han peleado juntos por el bien de un mismo universo, que han pasado por tantas adversidades y han convivido bajo un mismo techo, finalmente tienen la oportunidad de darse cuenta lo que verdaderamente sienten el uno por el otro a causa de un pequeño descuido. —Rosalina exhaló un suspiro ilusionado— ¡Que romántico!
—No me siento cómoda pensando en ellos como pareja dado que son animales en cierto modo. —replicó Daisy inconvencida—. No me considero furryfanática.
—No tiene que gustarte el furry para apoyar la relación de Falco y Fox. —espetó Zelda.
—¿Falco y Fox? —Curioso, Sonic no dudó acercarse un poco más para comprobar lo que escucharon sus oídos. Las chicas volvían a reír envueltas en su fantasía cuando el erizo se colocó frente a la mesa, alertándolas de su presencia—. ¿Pueden repetir lo que han dicho?—. Las princesas se miraron entre sí, confundidas.
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Wolf gruñó agitando la escoba entre sus garras con violencia sin importarle que desde hace rato ya hubiese mandado a volar varios papeles y latas de refresco vacías, no sintió culpa porque el polvo formara una nube a su alrededor y lo le importó hasta que lo hizo estornudar repetidamente en consecuencia. Cuando logró controlar su nariz, el suceso aumentó su furia y rompió la escoba en un arranque de ira. Wolf volvió a gruñir pero cuando fue consciente de sus acciones se sobresaltó en pánico, pues si Master Hand descubría este nuevo delito su sentencia empeoraría. Miró de izquierda a derecha en busca de algo que pudiese servir para solucionar este nuevo problema.
Finalmente terminó de barrer ese trozo de pasillo, así que dejó descansar la encintada escoba en el muro donde posó su espalda. Suspiró ruidosamente. Estaba harto de barrer y aún le quedaban muchos lugares por acear, después de todo Falco y Fox habían formado equipo en la tarea que Master Hand les asignó y apostaría que los muy malditos ya habían finalizado mientras él estaba ahí sufriendo con ese pasillo interminable. Además debía fregar loza una vez terminara de trapear el piso. Volvió a suspirar.
—Miren quién está aquí. —La voz del Rey Dedede tensó involuntariamente el cuerpo del lobo antropomorfo—. Eres la nueva sirvienta, ¿cierto? ¿Te importaría limpiar mi habitación? Hay un par de cositas desordenadas desde que iniciaron los combates de nuevo.
Wolf levantó la vista hacia el pengi. Lo último que le faltaba era ser molestado por un ave tonta. Luego -sin real interés- deslizó su mirada al resto de seres que se atrevían a hablarle, reconociéndolos enseguida como Bowser, Dedede, K. Rool y Ridley.
—¿Quién eres tú y por qué no estás lustrando mis botas, eh? —El cocodrilo le siguió el juego al pengi, haciendo un ademán que señalaba sus gruesas patas. Wolf se cruzó de brazos y siguió el señalamiento antes de volver la vista a los cuatro que obstruían el pasillo.
—Dudo que hayas usado calzado alguna vez en tu vida. —replicó con aburrimiento, pues si aquello se trataba de un insulto le faltaba mucho para ser ofensivo. El kremling hizo mala cara ante la respuesta del lobo quien se mantuvo indiferente.
—En todo caso, ¿se puede saber por qué estás haciendo esto? —cuestionó Bowser. En este punto Wolf agradeció que hubiese alguien sensato entre los sujetos como ellos, ya que la reputación de animales antropomorfos se encontraba por los suelos por culpa de descerebrados como Dedede o K. Rool. Ridley continuaba callado.
—Un castigo. Master Hand me sorprendió en el almacén y consideró que imponerme el trabajo de maid era la mejor forma de hacerme reflexionar sobre lo que hice.
—No veo que estés usando vestido.
—No seas imbécil, Dedede. El perro está hablando en sentido figurado —reprendió K. Rool al rey Dedede. Wolf no supo cómo fue que controló sus ansias de atacar al pingüino y al cocodrilo hasta la muerte, incluyendo al dragón negro que sonrió divertido con las palabras del kremling. Según Wolf, aquello que decían no tenía nada de gracia.
—¿Necesitas una garra? —retomó la tortuga, ignorando en su totalidad a sus dos ruidosos acompañantes. Ciertamente estaba muy acostumbrado a escucharlos hablar tonterías.
—Yo podría prestarte mi martillo. —exclamó Dedede alzando su arma.
—No, gracias. Antes prefiero ser calcinado vivo.
—Interesante —comentó Ridley, hablando por primera vez. Wolf sintió un extraño escalofrío al escucharlo, de alguna manera le recordó a su compañero Leon de Star Wolf.
—No te cohíbas, los antropomorfos debemos apoyarnos entre nosotros. —declaró Bowser tomando la escoba entre sus toscos dedos, se veía tan raro que una criatura de semejante tamaño sujetara un objeto básico de limpieza; para Wolf el suceso era bastante irreal pero lo que más llamó su atención fueron sus palabras.
—¿Acaso me estás ofreciendo tu amistad? —preguntó, sólo para asegurarse.
—¿Quieres seguir acompañándote del zorro y el ave azul*? Escuché que son la competencia dentro de tu universo.
Wolf sonrió con ironia. Aquel tipo tenía un punto y comenzaba a caerle bien. Nunca había intentado acercarse a muchos smasher integrando la mansión debido a una cuestión de orgullo -y miedo- pero, después de esto, confió que no le vendría mal hacerse de nuevas amistades. En todo caso, era como el mismo Bowser había dicho, sin mencionar que estaba harto de soportar las cursilerias de Fox McCloud y constantes quejas de Falco Lombardi. Usaría ese desafortunado castigo para formar potenciales subordinados.
—No te equivocas. Si, odio a Fox pero su compañía era conveniente. Si no te importa darme la bienvenida, entonces a mi tampoco me importaría darte la bienvenida a ti.
—Hemos llegado a un acuerdo entonces, Wolf.
—Por supuesto, Bowser.
—¿Y qué hay de mi? ¿Y yo qué?—Dedede se señaló a sí mismo para saltar con creciente excitación—. ¿También podemos aliar nuestras fuerzas?
—Desde luego... aunque dudo que me sirva de algo un cerebrodepajaro como tú. —Wolf estrechó su mano con el ala lisa del emocionado pingüino.
—Eso nos convierte en camaradas, perro. —K. Rool le tendió su mano escamosa al lobo.
—Supongo. Y, por cierto... lobo, ¡soy un maldito lobo! ¡No un perro! ¡Mi nombre está más que claro! —exclamó Wolf casi rozando la desesperación el tiempo que duró el apretón de garras, K. Rool rió con esto. Por eso -cuando Wolf se sintió libre de echarle un vistazo a su alrededor- le dedicó una mirada alerta al dragón galáctico quien había permanecido en silencio sin apartar la mirada de ellos, asechante—. ¿Y tú? —quiso saber. Ridley no hizo más que alargar su inquietante sonrisa.
*Bowser se refiere a Falco como "ave azul" precisamente porque -según mi headcannon- dentro de la Mansión Smash aún no se ha resuelto a qué raza pertenece.