INUYASHA NO ME PERTENECE, SOLO HAGO ESTO DE DIVERSIÓN

.

.

.

.

.

AMIGOS CON BENEFICIOS

.

.

.

.

CAPITULO 26 final

.

.

.

.

¿Pero que clase de broma era esta?

Tanto tiempo había estado configurando su mente, estableciendo a Bankotsu como un hijo de puta egocéntrico, incapaz de algún acto altruista y si, listo para engañar y traicionar.

Todos estos duros meses en Berlín, ella anidó la idea y ese concepto sobre él, según la horrible experiencia que había tenido.

También era cierto que antes de eso, recopiló recuerdos bonitos de cuando eran amigos y él la había cuidado y protegido como un hermano, más que un hermano. Él siempre fue algo más.

Inuyasha la miraba muy serio. Se le notaba que le costó quitarse de encima este secreto que lo abrumaba.

Kagome se sentó en la silla.

Los bocadillos que había estado preparando poco antes, yacían fríos sobre la mesada. Un silencio sepulcral se había instaurado en el ambiente

La joven se llevó las manos a la cara. Era consciente de que su reacción no era correcta, a tenor de todo lo que ese hombre le hizo. Pero no era menos cierto que antes de eso, Bankotsu había sido su más querido amigo y su primer protector cuando se mudó a Madrid, huyendo de su pasado.

Pero por, sobre todo, era algo involuntario y espontaneo. Por más que intentare durante todo este tiempo quitárselo de la cabeza, ella lo había querido. Fue su primer amante, luego del desastre de Naraku. Su primer interés romántico real, fuera de la atracción platónica hacia Inuyasha.

Ambos hombres tan diferentes.

Inuyasha era el prototipo de hombre ideal. Se había levantado de una mala relación toxica con Kikyo y había renacido. Lejos de esa mujer, se salió de los malos hábitos y las intrigas.

Y le había declarado su amor.

Ella justamente se daba a la idea de que debía darle una oportunidad porque sentía que se lo debía. Ese hombre hizo tanto por ella, incluido el haber salvado a Bankotsu a última hora con aquella oportuna llamada a esa editora alemana que movió el avispero.

Pero aun así…

Su cuerpo, su mente, su piel y sus huesos solo le exigían una sola cosa.

Tenía que ver a Bankotsu. Deseaba poder hablarle y que él supiera que ella sabía lo que había hecho por ella ¿sólo eso?

Kagome cerró los ojos. No tenía claro si solo deseaba eso, pero era lo que podía ofrecerle. Habia estado a punto de morir, sin ser perdonado por ella.

En ese momento, un halo de luz se atravesó en ella.

Levantó la cabeza hacia Inuyasha.

─ ¿Dónde está él?

.

.

.

.

Sango siempre fue una chica fuerte, acostumbrada a mantener el alma de fierro, y no mostrar debilidades en público.

Esa mañana Yura había presentado su renuncia, enviando una carta por un mensajero.

Y que Hiten la hubiera citado a una charla en un café cerca del trabajo, aprovechando que vino por unas horas a Madrid.

Sango no era tonta. Algo intuyó que no estaba bien, desde que Yura desapareciera del mapa, en tanto Hiten le había cancelado las citas que tenían.

Ambos no se dieron a encontrar o daban respuestas escuetas. Pero sabía que ahora las obtendría en este encuentro en el café.

Casi lo terminó de confirmar cuando vio ambos entrando al café, donde ella esperaba.

Se tragó el hipo y los vio sentarse frente a ella. Sango hizo uso de todo su autocontrol para no llorar mientras oía el relato de esos dos, quienes tenían el rostro descompuesto y culpable.

Le revelaron que se amaban, que no podían evitarlo porque era algo que llevaba tiempo sin resolverse. Yura le pidió perdón y le dijo que renunció, porque sería hipócrita de su parte presentarse al trabajo y compartir sitial, luego de lo que le había hecho.

Sango los oyó silenciosamente mientras ambos declaraban que la respetaban, pero que ni ellos mismos pudieron controlar sus sentimientos, porque fue algo que no pudieron manejar.

Como última salida, le dijeron que ellos no formalizarían si Sango no quería.

En ese momento, Sango tuvo un impulso de arrojarles las bebidas, pero se contuvo.

Lo que veía allí, en las miradas de Hiten y de Yura era amor.

Ella no se pondría en plan de atar a Hiten con promesas o pruebas, siendo que sus sentimientos hacia Hiten no se igualaban con los de Yura.

Veía lo ojos de esa atormentada mujer y estaban en un estado de amor puro. Allí fue que Sango la envidió, no por quedarse con el hombre con quien ella estaba saliendo, sino porque alguna vez también le gustaría tener esos mismos ojos, henchidos de un fuerte sentimiento.

El café acabó cuando Sango les dijo que ella no se opondría a su relación, pero que por el momento no quería verlos. Que le tomaría un tiempo poder darse a la idea, que no les guardaba rencor, pero que por el momento prefería tomar distancia.

Que no cerraba a la idea de volver a ser amigos.

Hiten y Yura la abrazaron como despedida y se marcharon como vinieron.

Sango quedó sola en aquel café, viendo a esa pareja de enamorados irse.

No los odiaba, pero sí que los envidiaba por tener algo que ella no tenía.

Quizá un viaje le vendría bien.

Adelantar las vacaciones tal vez.

.

.

.

.

.

El enorme coche negro estacionó en uno de los sitios de estacionamiento que ofrecía el enorme hospital de la Infanta Sofía.

Una atribulada Kagome bajó del mismo. Inuyasha se quedó a esperarla en el coche.

Kagome fue veloz hacia la zona de recepción, y preguntó por el paciente Bankotsu Maxwells.

Allí recibió la información de que el referido paciente había sido dado de alta hace como tres días, que ya no se encontraba en el sitio.

La joven no esperaba aquella noticia. Todo el camino de Torrelodones hasta aquí se había hecho la película de encontrarlo en este sitio. Pero él no estaba.

Respiró profundo y decidió llamar a Yura.

No quiso hacerlo antes, porque entendía que Yura había estado agobiada por tanto secreto. No tenía interés en acosarla ni reprenderla por haber guardado el secreto.

El secreto no era de ella, era de Bankotsu.

Valoró la lealtad de Yura y eso hizo que la quisiera aún más.

El número de Yura daba apagado, y eso que intentó varias veces.

Kagome se dio por vencida.

El único otro sitio donde Bankotsu podía estar era uno que ella conocía muy bien.

Tampoco se atrevía a llamarlo en su móvil, él no tenía su número, pero ella había memorizado el suyo. Además, no sabía si Kikyo estaba cerca y no quería crearle problemas.

Kikyo.

Se había olvidado de ella.

Si esa mujer estaba, seguro le crearía alguna escena y Kagome estaba preparada.

No pensaba retroceder en su idea de hablar con Bankotsu y hacer las paces, aunque luego ya jamás volvieran a verse. Era algo loco e impulsivo, pero ese hombre, independientemente de su canallada con ella, había querido salvarla a costa de su propia vida.

Tenía que hablarle, cruzar palabras con él, darle a entender que lo sabía. Si no se despedía bien de él, sería algo que le pesaría el resto de su vida.

¿Era solo eso lo que quería?

No, es que también quería verlo. Llevaba tanto tiempo pensando en el exquisito dolor de amar a alguien tan inalcanzable y malvado, que ahora que había una limpia oportunidad, gracias al último acto altruista de él.

Quería verlo, y su vergüenza con Inuyasha no la detendría.

Iría a buscarlo a su casa.

.

.

.

.

.

Yura recogió la correspondencia, miró algunas alacenas y tomaba nota mental de algunos detalles en las puertas. Lo mejor era hacerla pintar para que el precio no bajara. El mercado inmobiliario madrileño podría ser muy particular por esos detalles.

La joven respiró profundo.

Las cosas habían sucedido tan pronto.

Lo suyo con Hiten, por ejemplo. Fue tan rápido, así como la conversación confesión con Sango.

Sabía que no volverían a ser amigas. Ese el precio que tenía que pagar por el hombre que amaba.

Lo pagaría con tristeza, porque sentía que había traicionado a Sango. Era cierto que no era íntima amiga suya como Kagome.

Este también era un tema que debía confesarle a Kagome. Se estaba dando mentalmente una idea de cuando coger un autobús e ir a Torrelodones, cuando escuchó que un coche estacionaba frente a la casa.

¿Tan pronto se detenía un comprador?, así que salió afuera para ver, vio un cochazo negro afuera, pero se asustó al ver a la persona que salía de allí.

Una Kagome que salía boquiabierta, que aún no reparaba en Yura por estar viendo el cartel afincado en la entrada, aquel que había puesto el agente de la inmobiliaria.

"Se vende este chalet"

La joven pestañeaba confundida, hasta que al fin pareció notar a Yura y se acercó a ella, quien le hizo una seña.

Inuyasha quedó en el coche y estaba sorprendido del dichoso cartel. ¿Cómo es que alguien podía tramitar la venta de su casa tan pronto? Pero se quedó dentro cuando notó a la amiga de Kagome. Ellas tenían mucho que hablar.

Ambas amigas se encontraron. Por la cara que cada una tenia, era evidente que tenían algo que contarse.

Yura quería pedirle perdón por haberle ocultado ese secreto, y que evidentemente Kagome ya sabía. O de lo contrario no estaría aquí.

Kagome, por su parte, deseaba que Yura se explayase un poco más sobre lo narrado por Inuyasha. Ella ignoraba hasta ese momento que Yura había vuelto a hacer las paces con Bankotsu, pero aparentemente era otra de las cosas que su amiga le ocultó.

Kagome no quería juzgarla. Yura estaba cargando con demasiados secretos ajenos. Debía liberarse de ellos.

.

.

.

.

─Eso fue lo que ocurrió, Kagome ─terminó de narrar Yura mirando el florero vacío que estaba sobre la mesada de la abandonada casa de Bankotsu ─. Él ha puesto a la venta esta casa y yo solo vine a recoger la correspondencia para mandársela.

Kagome bajó la cabeza.

─Me confirmas lo que me ha contado, Inuyasha

─Por dios, ese hombre es un ángel; es quien a fin de cuentas terminó salvando a Bankotsu de una muerte segura ─añadió Yura, rememorando aquellas horas tan oscuras

Kagome se limpió una lagrima.

─Me hubiera gustado poder hablar con Bankotsu, siento que nos debemos un cierre.

Yura suspiró.

─Yo también creo que deberías hacerlo, y lo digo por experiencia propia. Muchos años mantuve a mi corazón con miedo al amor, cuando éste se me ofrecía y tuve malas elecciones por ello. No digo que tu caso sea igual, pero hablar de estas cosas con la persona que nos hizo doler el corazón, ayuda ─aseveró Yura.

Kagome tomó una mano de su amiga.

─Me alegra tanto lo tuyo con Hiten, aunque me apena Sango, pero ella es una chica fuerte y podrá superarlo.

Sango se ensombreció al pensar en aquella pobre mujer.

─Y ahora que renunciaste ¿Qué harás? ─preguntó Kagome

Yura sonrió.

─Me iré a Tarifa con Hiten.

Kagome le devolvió la sonrisa, y luego de unos segundos decidió preguntar.

─ ¿Y sabes donde esta él? ─preguntó la joven, refiriéndose a Bankotsu

─Bankotsu se mudó a Tarifa, entiendo que va a asociarse con su primo. Las cosas fueron tan rápidas, y ha pedido su traslado para la fisioterapia que aún le resta, para hacerla en el hospital local ─confesó Yura

Permanecieron en silencio hasta que Yura acotó algo que ya no podía tragarse.

─Fueron semanas difíciles las posteriores a la golpiza. Lo trajeron de Valencia más muerto que vivo. Me rompió el alma verlo tan vulnerable y a su primo tan triste, pensamos que no iba a sobrevivir, pero Bankotsu se aferró. Quizá ahora parezca muy tranquilo, porque pasó las sesiones de fisioterapia con éxito, pero dolía verlo esos primeros quince días. Un hombre tan sano y fuerte, reducido a cenizas.

Yura relató esto, sin ninguna intención de hacer sentir mal a Kagome, pero ya que ella le había pedido antes que se explayase, creía correcto hablar de esto y con sus crudos detalles.

─No quería decírtelo, pero yo llevaba tiempo hablando con Bankotsu, desde antes de los incidentes. Me agobiaba al inicio, porque no dejaba de preguntar por ti y yo me negaba ─contó Yura, pero luego tomó una mano de Kagome y añadió ─. Supongo que me rendí cuando vi sus ojos y noté que no me estaba mintiendo. Con esto no quiero decir que lo perdones o vuelvas con él, lo que quiero decir es que él no es una mala persona, pero si un hombre que se dejó llevar por sus instintos.

Kagome correspondió la mano de su amiga.

Es como si de tirón vinieran a decirle cosas, que ella no había querido oír.

─Haz sufrido mucho, Kagome y te mereces tomar la decisión que quieras y eso incluye perdonarlo o no ─refirió Yura ─. Pero él también ha sufrido, así que creo que ha cumplido parte de su penitencia, pero todo esto, es algo que tú debes sopesar.

─He pensado en Bankotsu siempre, pero cualquier recuerdo o idea bonita siempre lo he terminado bloqueando por causa de su engaño.

─ ¿Qué quieres hacer? ─preguntó Yura

Kagome lo pensó detenidamente.

Ya no podía luchar con aquello que la apremiaba. Era cierto que hubo el tiempo que lo odió, pero ahora al saber que él se habría sacrificado por ella, fue que sus sentimientos enterrados empezaron a aflorar en su sangre en forma ardiente.

No los podía detener.

─Quiero verlo ─confesó Kagome.

─Entonces ve junto a él ─apoyó Yura

.

.

.

.

.

Habia tenido que comprar un bastón. Menos mal no eran muletas, pero igual Bankotsu se sentía algo humillado de usar aquel artefacto.

Cada vez se sentía mejor y el clima de Tarifa le ayudaría para terminar de recuperarse.

Además, le entusiasmaba su nuevo proyecto.

Asociarse con su primo y explotar su propia cantina. Él sería su propio jefe y seguiría haciendo lo que más le gustaba: preparar increíbles cocteles.

Era cierto que había tenido que hacer grandes cambios, como poner en venta la casa del abuelo y mudarse temporalmente a casa de su primo, hasta que él pudiera diligenciarse un sitio propio, porque tenía claro que Tarifa seria su nuevo hogar, lejos de Madrid.

Habia sido tiempo de cambios, mudanzas y renovaciones.

Cierto que aún no estaba bien físicamente, pero era algo temporal, ya que pronto volvería a ser él de antes.

Aunque no tanto como antes, él se sentía diferente por las decisiones que había tomado. Y no estaba arrepentido. Sabía que la decisión de largarse de Madrid fue correcta, no sólo por su propia evolución profesional, sino porque esa ciudad siempre le traería recuerdos de los cuales no estaba orgulloso.

Nunca dejaría de pensar en la vergüenza que le producía sus acciones con Kagome. Ni siquiera recordaba a Kikyo, esa pobre infeliz, que había sido la causante de tanto alboroto.

La había llamado una vez para saber cómo estaba, pero no la pudo encontrar. El ex chofer de ella le había contado que la joven se había ido a Paris.

Por un lado, lo lamentó por su ex novia, porque él a su modo la había querido.

Pero no se comparaba con lo que había sentido y aun sentía hacia Kagome.

Esa mujer había sido su compañía y su amiga por años. Antes de cometer la tontería de testearse como amantes. Ahora eran extraños.

Bankotsu caminó despacio apoyado en su bastón. Le encantaba hacer estas caminatas en la arena y disfrutar del atardecer mirando la playa.

Todavía le quedaba tiempo mientras se preparaba para inaugurar su cantina. En su estado no podía trabajar bien, así que disfrutaba esto como unas vacaciones.

Pensaba en Inuyasha, ese hombre que tanto detestó en algún momento. Ahora ya no podía odiarlo, porque había aprendido a reconocer que era un buen hombre y se notaba que amaba a Kagome, a tenor de todo lo que había hecho por ella.

Se sentía celoso, pero ¿Qué más daba?

Inuyasha se merecía a Kagome y estaba seguro que ella era feliz con él. Él cuidaría de ella, como ya había demostrado que era capaz y como él nunca podría hacerlo.

Se sentía tan raro teniendo estas ideas, pero como Hiten y Yura le habían dicho, él estaba muy cambiado y diferente. De ser el hombre altamente egocéntrico y sardónico, había pasado a una conversión más humilde y calma.

Su primo y Yura se había cuidado de decírselo, pero ambos sabían que era por el amor y el arrepentimiento que sentía hacia Kagome. Como si hubiera aprendido la lección de su vida con ella.

Al recordar a esos dos, Bankotsu sonreía.

Hiten y Yura se merecían ser felices, luego de tantos años de desidia y miedo. Le alegraba que Yura se mudara también a Tarifa con Hiten. Eso daba que pensar a Bankotsu, quien debía apresurar su ida de la casa de su primo y dejar a esos tortolitos en paz.

Sonrió sinceramente, se sostuvo por el bastón y giró para irse de allí.

Pero al hacerlo, se quedó petrificado al ver emerger a una persona inesperada viniendo como una aparición.

Por un segundo, Bankotsu creyó estar enloqueciendo con alguna ilusión.

Una mujer que portaba un vestido blanco y descalza, porque llevaba sus sandalias en la mano venia hacia él.

Bankotsu comenzó a temblar.

─Definitivamente los medicamente me están jugando una mala pasada…

La muchacha se paró y lo miraba.

Bankotsu pestañeó nervioso.

─Tienes que ser una ilusión ¿verdad?

Kagome estaba parada junto a él. La mujer meneó la cabeza.

─Soy yo, Kagome.

Bankotsu se sintió un completo estúpido, no sabía que hacer ni que decir. Dijo lo primero que se le ocurrió.

─No sabía que estabas por Tarifa. Si vienes por Hiten, no está en el bar ni en su casa, dijo que saldría afuera por provisiones para el negocio ─se apresuró él en aclarar, consciente de que quizá ella hubiera venido a visitar a su primo.

Era lo único que tenía sentido.

La muchacha también estaba nerviosa, se apretaba las manos, pero, de todos modos, consiguió hablar.

─Sé lo que hiciste por mí en Valencia. Lo sé todo…

Bankotsu se sorprendió con la revelación. Entonces ella sabía.

Verla allí tan hermosa e inocente como siempre le removió la mente a él. Tenía que hacer algo y no sabía qué ni cómo. No estaba seguro por qué ella estaba en este lugar, así que hizo caso a sus impulsos que lo llamaban a implorar su perdón y se dejó caer frente a ella, arrodillándose, y soltando su bastón.

Ella se asustó y quiso sostenerlo, pero no pudo. Bankotsu no se animaba a alzar la cabeza.

─Por favor, no te vayas. No sin antes oírme

─Bankotsu, no hagas esto, levántate por favor…

Él no pudo controlar un par de lágrimas que se le escaparon.

─Quiero pedirte perdón por todo lo que te he hecho. Sé que estas aquí para ver a mi primo y yo estoy abusando de tu tiempo, pero no sé si te vuelva a ver alguna vez…

─No es necesario que hagas esto…

Pero él puso una mano en el pie de ella, como si estuviera pidiendo clemencia o tiempo.

─Me faltará la vida para pedirte perdón. He sido un imbécil y un desgraciado; nunca más volveremos a ser amigos y es lo mínimo que merezco por ser un cretino ─en ese lapso pareció pensar en algo y añadió ─. Morir por ti en Valencia hubiera compensado un poco lo que te hice. Solo quiero que sepas que en parte estoy feliz por ti y por Inuyasha. Deseo que sean muy felices juntos, más de lo que ya son. Saber eso es lo único que podría ponerme contento.

Kagome estaba pasmada, nunca había visto llorar a Bankotsu de ese modo. No correspondía en absoluto con la imagen mental que ella tenía de él.

Ella había venido porque quería verlo y darle a saber que estaba al tanto del sacrificio que hizo por ella. Estaba anonadada por la declaración, aunque no entendía porque él suponía que ella tenía una relación con Inuyasha diferente a lo amistoso.

Ella no puede evitar que dos lagrimas también se le cayeran del rostro.

Él se levantó dificultosamente, sosteniéndose por el bastón, pero sin apartar la mirada de ella.

─Ya me voy, te dejaré tranquila. Pero antes de eso, quiero decirte que siempre te voy a amar, Kagome. Eras mi mejor amiga y siempre atesoraré nuestros recuerdos. No sé si planees volver a Berlín, pero sabes que te deseo lo mejor con Inuyasha.

Él hizo entonces un gesto atrevido, pasándole la mano.

Él no esperaba que ella lo tomara, así que se asustó cuando vio que ella si le correspondía.

─No sé de donde sacas esto, pero no estoy con Inuyasha ni nunca lo he estado.

Bankotsu levantó la mirada sorprendida hacia ella.

Igual no quería hacerse ilusiones e hizo otro gesto atrevido, así que volvió a tomar esa mano que correspondía la suya y los llevó a sus labios, para darle un corto beso.

─Yo lo único que quiero es que seas feliz. No importa si no me perdonas.

La mano de ella comenzó a temblar como si luchara con lo que quería decir y no debía.

─ ¿Cómo puedes decir que amas a alguien cuando estas con otra? Kikyo no es santo de mi devoción, pero merece que le digas la verdad.

─Y se lo dije. Ella se fue de mi vida apenas se lo supo.

Kagome pestañeaba confusa, pero al oír aquello, menos quería y podía soltar esa mano.

Habia venido a Tarifa en avión, comprando el primer billete disponible. Inuyasha le había pedido traerla él, pero Kagome se le plantó.

─Agradezco lo que haces por mí. Pero este asunto es mío, nada más ¿entiendes? ─le había pedido ella.

Kagome estaba conmocionada por las palabras de Bankotsu. Habia venido para decirle que lo perdonaba, pero al estar aquí, oír su pedido de perdón, no podía evitar resquebrajarse, así que decidió marcharse, huir de allí.

─Tienes mi perdón…─y se soltó de la mano de Bankotsu. No deseaba que él viera su rostro aún más impactado. Era cierto lo que decían algunas personas. El amor era emocional y no objetivo.

Se giró sobre sus talones, luego de coger sus sandalias, dejando a Bankotsu boquiabierto, porque probablemente no esperaba su perdón.

Mientras se iba, miles de imágenes le venían a la mente, y no precisamente los tristes. Él le estaba dando un último adiós y ella se carcomía con pensar que no quería perder nada suyo y menos luego de saber lo que era capaz de hacer por ella.

Ningún recuerdo triste vino a apenarla. Y definitivamente no quería renunciar a ellos.

Penosos recuerdos de aquellas noches solitarias en Berlín vinieron a retumbar en su cabeza, cuando tenía el corazón roto y lloroso. Lo único que se preguntaba esos días si es que realmente amaba a Bankotsu o solo era una adicta al exquisito dolor de amar a alguien tan inalcanzable.

Habia oído que las mujeres tendían a pensar más por el lado izquierdo del cerebro, los que las llevaba a ser más impulsivas y emocionales que los hombres, que se manejaban más por el lado derecho, de forma más racional.

Pues bien, en este momento ella se encontraba revoloteando del derecho al izquierdo.

En ese momento perdió la cabeza. Al diablo las conveniencias y el sentido lógico que le decía que nunca debería intentar algo de nuevo con ese hombre.

Ella lo amaba, y eso no lo borraba ninguna sesión de psicoanálisis. Tampoco los múltiples consejos ni el sentido común, es que el amor actuaba de modos extraños.

Soltó las sandalias y corrió hacia él, para abrazarlo.

Cogiéndole de sorpresa, porque no se esperaba una reacción así de ella. El placer de un abrazo de ella, creía que era algo vedado para él.

─! ¿Cómo crees que pueda volver a Berlín después de saber lo que hiciste por mí?¡

─Es que yo…─quiso decir él, aun desconcertado por el arranque de ella, que no se esperaba.

Ella lo apretó aún mas, sin importar si eso pudiere hacerle daño.

─No puedo irme a ningún sitio, pensé que iba a poder. Pero luego de verte y saber la verdad, lo único que quiero es quedarme por aquí. No soportaría tenerte como una extraña, es cierto que has sido un miserable conmigo…pero también eres el único hombre que siempre quise. Saber que me amas me da valor de decir esto ─confesó ella entre lagrimas

─Oh, Kagome…─él no pudo decir más, no se le ocurrían las palabras, así que enterró su cabeza en los cabellos de ella, oliendo ese aroma exquisito y sintiéndose perdido.

─No Voy a ningún sitio ─murmuró ella

Él se separó un poco para ver la cara mojada de ella. Los ojos de él también estaban cristalizados.

─Si tú me lo permites, me quedaré contigo ─replicó él.

Ambos habían agotado sus recursos vocales, nunca fueron buenos con las palabras, asi que él decidió permitirse algo que jamás creía volvería a tener: los labios de ella.

Acercó su boca a la de ella y la besó, y ella se entregó al beso.

No podían evitar amarse, aun cuando ya no tenía sentido.

El amor era estúpido pero persistente, pero a ambos no les importaba.

Solo contaba cuanto se habían echado ambos de menos. Solo estaban dándose al arrebato que su piel, sus huesos y si sangre les llamaba a hacer.

Ya no eran necesarias las palabras ni los discursos.

En el suelo de la frondosa arena de la playa, quedaron el bastón y las sandalias.

Ya nada más importaba.

EPILOGO.

Tres años después.

Kagome cerró la laptop, satisfecha.

Su negocio al fin, había despegado y no podía terminar de creerlo, luego de tanto esfuerzo.

Varios supermercados y tiendas mayoristas de la costa le habían pedido productos, así que estaría bastante ocupada supervisando la producción y las entregas.

Habia automatizado el empaque, pero los productos seguían elaborándose de forma artesanal.

Kagome era dueña de una pequeña fábrica de dulces y mermeladas de diferentes sabores, pero cuyo producto estrella era el dulce de melón que se vendía en diferentes presentaciones.

Recordaba con una sonrisa como había sido el inicio de su emprendimiento, con la única ayuda de Yura y Bankotsu. Al final Bankotsu ya no pudo seguir ayudándola por estar abarrotado en el bar, asi que ella y Yura se apañaron. Ahora por fin estaba saboreando las mieles del éxito y disfrutando sus ganancias de tanto trabajo.

Hubo un momento que Kagome creyó que acabaría sus días en Alemania, ese país que tanto le dio de forma profesional. Pero eso no era lo que ella quería en verdad.

Ahora tenía algo mejor. Era la dueña de su propio negocio, que amenazaba con crecer cada dia más. Y se había asociado con Yura formalmente. Miroku también les había ayudado con cuestiones fiscales, ya que Kagome lo arrastró a vivir en Tarifa.

Por ahora Miroku, ya se había liberado de sus sesiones de terapia y alquilaba un piso en el pueblo, donde trabajaba en una oficina de contabilidad. Habia superado sus problemas y era un hombre feliz, lejos de la amargura que lo carcomió por años.

Kagome y Bankotsu se habían casado hace menos de un año, luego de haber vivido juntos y vivían en Tarifa, en la costa en un coqueto chalet no lejos de la playa y del bar que Bankotsu tenía en sociedad con su primo Hiten.

Era el bar más famoso de Tarifa, por los platos de Hiten y los cocteles de él. Y Kagome iba a ayudarlos algunas noches, orgullosa de su hombre.

Pero más orgulloso estaba él de ella, viéndola triunfar y recoger los frutos de su negocio.

Habían iniciado su relación cuando ella aprendió a perdonarlo por completo.

Kagome tuvo que desprenderse de la dependencia hacia Inuyasha. Él, al inicio se había enfadado con ella por haber vuelto con Bankotsu, pero con el tiempo regresó a pedirle perdón.

Volvieron a ser amigos. Y asistió a su boda como invitado especial.

Hasta Bankotsu fue amable con él, y Kagome presenció el momento en el cual ambos hombres se estrecharon las manos. Inuyasha vivía en Alemania y solía venir cada año a visitarlos, una vez superado su amor hacia ella, transformado ya en una profunda amistad.

Sango también venía a visitarlos en las vacaciones. Lo había empezado a hacer desde que se recuperara de las heridas y cicatrizara sus penas. Kagome sonreía al saber de qué Sango venia mucho por la costa, no porque tuviera alguna ínfima intención de espiar a Hiten, sino porque había empezado una amistad muy interesante con Miroku.

No tenía tampoco que preocuparse por Hiten y Yura, ya que una vez que ambos desataron sus sentimientos, nada los separaría. Aunque no tenían planes de boda, porque Yura no era amante de esas cuestiones, así que Hiten se había quedado con las ganas de hacerla su esposa, pero creía poder convencerla en algún momento. Las defensas de Yura iban a ceder.

En eso, sonó el móvil de Kagome que anunciaba la llegada de un mensaje.

La joven lo miró y notó que era un mensaje de su marido que le avisaba que la esperaba para tomarse un café de molinillo que él mismo había hecho y que por favor trajera uno de los dulces de melón que ya tenía hechos.

La muchacha sonrió y se acarició el vientre.

Aprovecharía el café, para revelarle a su marido que pronto serian tres.


FINAL.

MUCHAS GRACIAS A TODOS POR SU VOTOS Y COMENTARIOS.

Para quien estaba al corriente de mi cirugía, se ha suspendido por 4ta vez, así que espero que la siguiente que me internen, ya me puedan operar.

Nos leemos en la siguiente historia, que está en desarrollo.

Los quiero mucho y

BESOTES A MIS BELLAS COMENTARISTAS DEL 25: FRAN GARRIDO, AZZULAPRINCESS, NITOCA, ARIA, Y GUEST.

Paola.