Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS ALTAMENTE SEXUALES +18


Recomiendo: Love Me – Yiruma

Capítulo beteado por Melina Aragón: Beta del grupo Élite Fanfiction.

Link del grupo:

www. facebook groups / elite . fanfiction /

.

Capítulo 59:

Renacer

PARTE II

"Somos tú y yo

Enloquece, haz de lo mío lo tuyo

Hagamos que los años que tardamos en encontrarnos sean solo un sueño

Porque contigo estoy donde siempre debí…"

Baisers Ardents

El amor que sentía por mi hija era único. La verdadera pesadilla había sido no poder tenerla en mis brazos durante todas esas semanas. En cuanto la olí, sentía que volaba de amor, más aún cuando me di cuenta que Lizzie había aprendido a dar besos y que sin pensarlo me llenó de ellos, sacándome otro llanto intenso.

—Mi pequeña Florecilla —susurré, acunándola con delicadeza.

—Ma-ma —dijo, restregando su rostro en mi pecho.

A nuestra conexión se unió mi esposo, que me besó el cuello con suavidad.

—Estabas aquí —le dije.

—Esperaba sorprenderte, ¿creíste que iba a permitir que volvieras a tu realidad sin mí?

Sonreí.

—Quería abrazarte de esta manera desde que entraste a ese hospital y ahora parece un sueño —me susurró, separándose para tomarme las mejillas con sus manos. Me miraba a los ojos de una manera tan intensa que me sonrojé—. Creí que no volvería a ver ese color.

Vi su mirada al borde del llanto como cada vez que recordaba aquellos momentos de terror.

—Estoy aquí —fue lo único que pude responder—, no me moveré, no lo haré nunca.

Volvió a abrazarme, esta vez con más fuerza, con más ganas y anhelo. Yo sentí el recomponer de mis huesos, el movimiento de mi sangre y el calor en todo mi cuerpo. Estaba viva y llena de ganas de seguir, con todo mi amor para él y mi hija.

—Estás hermosa, más que nunca —destacó.

—Te amo muchísimo —le dije con toda convicción.

—Te amo, mi Flor de Colores —me contestó y luego me besó.

Era nuestro primer beso libre, cargado de proyectos y con el sol sobre nosotros, se sentía como el primero, como si elevara cada célula de mi organismo.

Sonreí al sentir cómo todos aplaudían y reían, trayéndome devuelta a la realidad. Edward se unió a las sonrisas y entonces subió sus labios a mi frente y me cobijó con su brazo en mi cintura, mientras nuestra nena lo hacía entre nosotros. Todos a quienes amaba estaban rodeándome, observando mi felicidad y mi nueva vida, porque sí, esta sí era una nueva vida, un nuevo aliento que se me había dado para comenzar otra vez. Papá miró a Sue y entonces sonrieron, despreocupados, conscientes de mi felicidad, Alice y Jasper estaban juntos, muy alegres y profundamente tranquilos, al igual que Trace, que no daba de felicidad por mí junto a Francis. Me sentía querida y no podía estar más agradecida del mensaje que la vida estaba dándome en este momento: "todo pasa por algo".

De pronto, sentí un ladrido que venía acercándose y cuando lo vi casi me echo a llorar.

—Mi bebé —exclamé, agachándome para recibir a mi bola de pelos. Su única respuesta fue echarse a mis brazos y lamerme, poseso y lleno de amor.

.

Todd jugaba con Edward en medio del pasto. Mi cobrizo se había convertido en un pequeño más, como si no temiera serlo, dejando esa seriedad absoluta que todos conocían.

Estaba sentada sobre una banquita acolchada, mirando entusiasta a todos. No había dejado de dar las gracias por recibirme y por haber venido y tampoco había dejado de recibir amor, ¡me sentía tan querida! Mientras, sostenía a Elizabeth conmigo, que no quería dejarme en ningún momento. Cuando alguien quería tomarla, ella lloraba y me abrazaba, como si temiera perderme otra vez.

—No puedo creer que ya tengas nueve meses, cariño. Mírate, un diente afuera y otro por salir.

Parecía un verdadero ratón de mejillas regordetas y sonrojadas. Sus ojos brillaban, idénticos a los de Edward, mirándome con amor. Llevé una de sus manos a mis labios y se las besé mientras la acunaba para que se durmiera, Lizzie bostezó y me olió, hundiendo su rostro en mi pecho.

—Estás preciosa —me comentó Trace, chocando su refresco con el mío.

—Creo que la pérdida de sangre me quitó unos años de encima —bromeé.

Él miró hacia el cielo y luego se rio de mi extraño humor, el que ya todos conocían.

—Hablando en serio, tuve miedo, Bella, mucho.

Suspiré.

—Yo también. Pero estoy aquí, con dos cicatrices a cuestas. —Puse mala cara y se volvió a reír—. Aún así, me siento como nueva.

Me besó la coronilla con cariño y en ese momento Edward me miró y sonrió desde nuestra pequeña lejanía.

—Ese hombre te adora —me susurró mi amigo.

—No estaría aquí si no fuera por él.

—Lo sé, cuando todos nos enteramos fue… increíble, ¿sabes? A veces no nos imaginamos a los ángeles que el camino nos pone, quizá a eso se refieren cuando dicen que siempre tenemos uno dispuestos a protegernos, en tu caso, el hombre al que amas.

—Es cierto —respondí—, él tiene a su hermana…

—Yo creo que tú.

—¿Yo?

Asintió.

—Tú lo protegiste de sí mismo y el miedo, tendríamos que ser ciegos para no darnos cuenta de lo mucho que le has dado. Ámense, ¿sí?

Iba a responderle pero vi que Edward venía hacia nosotros.

—Hola, Trace —saludó con tranquilidad.

—Hola, Edward —le contestó mi amigo.

En medio de la calidez de la atmósfera y la música alegre, vi que se nos acercaban Carlisle y Esme. Quise levantarme y mi esposo me ayudó, sosteniéndome con suavidad mientras Lizzie dormía profundamente.

—Me hace muy feliz verte tan recuperada, Bella. —Carlisle se veía genuinamente en paz y también feliz de notar cómo su hijo y yo podíamos expresarnos con tal libertad.

Yo le sonreí.

—¿Cómo va todo? ¿La empresa…?

Él se rio y Edward también.

—Todo va de maravillas, a pesar de todo, sin ti, habríamos perdido años de esfuerzo, aún no dejo de sentirme muy afortunado de mi nuera.

—Se escucha muy bien de sus labios —le dije entre risas.

—Creo lo mismo —señaló mi cobrizo con sinceridad.

Vi que Esme estaba en silencio y yo arqueé las cejas, incómoda de ver cómo sufría en silencio. Sabía que iba a costarle reponerse de lo que sucedió con Ethan o quizá nunca lo haría.

—Bella, me gustaría hablar contigo —exclamó ella.

Edward no dijo nada, porque sabía que era mi decisión.

—Papá y yo iremos a bebernos algo, ¿quieres? —dijo él, mirándolo.

—Por supuesto. Nos buscan allá.

Cuando nos quedamos a solas, le pedí que nos metiéramos dentro para tener más silencio y tranquilidad. Nos acomodamos en el sofá, mirándonos frente a frente y yo esperé paciente a que ella tomara la palabra mientras mecía a mi hija con suavidad.

—No pude verte —fue lo primero que dijo.

La miré sin entender.

—No pude verte en el hospital, se me partía el corazón de tan solo imaginarlo.

Tragué.

—Durante todo el tiempo que estuviste internada en la UCI no pude dormir, me daba vueltas y vueltas en la cama, pensando en la posibilidad de que no pudiera decirte lo mucho que siento cómo me comporté al inicio. Sé que te pedí perdón en su momento pero… yo no lo olvido. Y peor aún, imaginar el dolor de mi hijo… ¿Sabes? Nunca vi a Edward sufrir tanto desde que su hermana se fue, mi hija dejó un vacío profundo que no creímos volver a ver en él hasta que tú te debatías la vida. Si nos dejabas, no sabía qué iba a ser de su cordura, Edward te ama tanto y… —Apretó los labios—. Sé que viví muy ciega, años jugando a ser la madre tirana porque no podía controlar las cosas que me rodeaban. Controlar era buscar la forma de no perder a mi hijo, sin pensar que dejar a un lado a Ethan haría que se convirtiera en lo que es hoy. —Respiró hondo—. No sé si alguna vez te lo dije pero estoy muy orgullosa de Edward. Es lo que es gracias a su esfuerzo y no tengo palabras para decir cuánto lo amo.

Sonreí.

—Edward es un hombre fantástico que ha creado la familia que yo siempre soñé que tuviera, una de verdad, una en la que reinara el amor. —Miró a Lizzie con el cariño genuino en sus ojos.

Esme respiró hondo.

—Edward me lo contó todo.

Me sorprendí.

—Sé quién es Renata realmente, todo lo que hizo y lo que provocó cuando llegó nuevamente. —Su barbilla tiritó de pesar—. Sé que eso no cambia las cosas, aún sin saberlo creí en ti. Sin embargo, ¿cómo no pensar en lo mucho que Edward evitó decirme? No confiaba en mí y yo fui la culpable. Ahora que conozco todo, incluso las cosas que te hizo de espaldas… —Negó—. Cariño, ahora solo tengo a Edward, Ethan es mi hijo pero… ya no puedo verlo como antes. Tenerte en el hospital fue como tener a mi hija ahí. —Sus ojos amenazaron con las lágrimas.

Ella se quedó mirándome y le fue imposible contener el llanto.

—Verte fue como ver a…

—A Elizabeth —respondí con suavidad.

Asintió.

—Cariño… —Me acarició la mejilla y luego el cabello—. Estoy tan feliz de verte bien —concluyó—, es todo lo que una madre quiere para su hija.

Me reí.

—Para mí eres una.

—Y usted una madre para mí —afirmé.

Suspiró y sonrió.

—Definitivamente eres una muchacha increíble, Edward será muy feliz a tu lado, más de lo que ya es. Y ni hablar de mi pequeñita —susurró, mirándola con amor de abuela.

Nos dimos un fuerte abrazo y me besó la mejilla con cariño. Justo en ese momento apareció Edward, que miraba en paz nuestro acercamiento.

—¿Todo bien? —inquirió, ayudándome a levantarme.

Me dio un beso suave y luego lo hizo con nuestra hija.

—Mejor que nunca —afirmó Esme.

Carlisle emergió a los segundos y me dio un abrazo paternal.

—Los dejaremos solos un momento, ¡que no se les olvide volver! —bromeó él.

Nos reímos y finalmente quedamos a solas.

—Ha mejorado mucho la relación entre ustedes, ¿no es así?

Mi esposo cerró sus ojos y puso su rostro en mi cuello.

—Muchísimo, cariño.

—La vida es tan hermosa, no desperdicies a tu madre ni a tu padre, los errores los cometimos todos. Te quieren tanto y te necesitan mucho.

Respiró hondo y me rodeó las mejillas con sus manos.

—Claro que sí, mi amor. Si algo aprendí es que la vida es corta y el amor suficiente para compartirlo.

Arqueé las cejas y lo miré con mis sentidos electrizados ante sus palabras. Sus ojos verdes parecían dos esferas llenas de calor, así como su sonrisa a medio exponer.

—No va a querer separarse nunca más de ti —afirmó, riéndose mientras miraba a Lizzie.

—Así como nosotras nunca querremos separarnos de ti —respondí—. Es nuestro para siempre.

—Nuestro para siempre —rectificó—. Antes que lo olvide, te debo algo hace mucho tiempo —dijo, sacándose algo del bolsillo.

Cuando me mostró la palma de su mano vi una cajita de terciopelo. La abrió para mí y jadeé al ver un hermoso brazalete con flores y barcos.

—Edward —gemí, arqueando las cejas.

—Es algo bobo, lo sé. —Sonrió—. Quería dártelo el día en que todo pasó… —Apretó los labios—. Pero aquí estamos.

Sentí mucha emoción de verlo y lo tomé con suavidad. Lo giré y lo leí, sorprendida de ver lo que decía.

—¿Le agregaste…?

—Sí. Refleja lo mucho que te amo, aunque es muy sencillo…

Reí y lo apreté con cariño.

—Edward, es hermoso —susurré con lágrimas en mis ojos.

Me la puso con cuidado.

—No volveré a quitármela nunca.

—Es ahí adónde pertenece.

Me puse de puntillas y lo besé.

—Espera, falta la otra —aseguró.

Pestañeé, sin entender. Pero cuando sacó una caja más pequeña y me mostró su contenido, lo comprendí todo. Era un brazalete igual para nuestra hija. Se la puso con cuidado para no despertarla y finalmente volvió a poner su rostro en mi cuello.

—Gracias, mi amor —le dije.

—Oigan par de tórtolos, ¿quieren regresar? Ya están preguntando por ustedes —nos comentó Alice desde el umbral de la puerta del jardín.

Nos sonreímos y volvimos a la realidad. Mi cobrizo me tomó desde la cintura y me guio hacia el jardín, mientras Alice nos observaba en paz y muy feliz.

.

.

.

Edward POV

Ella dormía con su mejilla pegada a mi pecho, respirando muy en paz, lo que se había convertido en uno de mis sonidos favoritos. Sentir su piel junto a la mía luego de todo este último tiempo sin poder hacerlo era impagable, especialmente ahora que su desnudez volvía a provocar cada espacio de mi cuerpo. Aún sentía algo de sudor producto de una noche juntos, al fin de haber disfrutado de nuestra conexión; extrañaba hacerle el amor, escuchar su placer y el mío, y por supuesto, ver su desnudez, mi paisaje favorito.

Mi mano le daba caricias a su cabello mientras yo repasaba su pequeña espalda y sentía la unión de sus piernas junto a las mías bajo las sábanas de la cama. Cada cierto minuto, topaba con la cicatriz de la bala, un pequeño círculo cargado de recuerdos. Todo parecía muy lejano y por consiguiente la abracé más y le besé la coronilla, afortunado de tenerla conmigo.

Ya había pasado un mes y algo más desde que ella estaba en casa y los recuerdos se habían convertido en una simple anécdota para recordarme lo mucho que la amaba día a día. Mis ojos comenzaron a pesar y con eso la tranquilidad de otra noche juntos me hizo sonreír. Era impagable poder amar de esta manera. Miré el reloj y noté lo tarde que ya era. Me acomodé para dormir y Bella se removió, suspirando con satisfacción y se apegó más a mí. Yo la abracé y cerré los ojos, tranquilo y muy feliz.

Entonces escuché el llanto de Lizzie. Volví a sonreír. Mi pequeña Florecilla necesitaba atención. Noté que Bella comenzaba a removerse por lo que me levanté rápido para que siguiera descansando. Al llegar a la habitación, vi cómo Señor Calabaza cuidaba de mi hija, bajo la cuna, lugar del que nadie podía sacarlo cuando ella dormía.

—Hey, cariño, ya estoy aquí —le susurré, conteniéndola.

Busqué el biberón mientras la mecía como le gustaba y esperé a que estuviera a buena temperatura.

—Mamá está durmiendo. Shh… —dije—. Merece descansar, ¿no crees?

Lizzie pestañeaba y movía los labios como lo hacía Bella cuando no estaba de acuerdo pero tenía que aceptar. No me contuve y reí.

—De acuerdo, sé que quieres comer pero hay que tener paciencia.

A medida que esperaba, nosotros nos mirábamos.

—Nos hacía mucha falta, ¿no crees?

Lizzie no respondió pero sabía que estaba de acuerdo.

.

Entre sueños sentí que me tocaban el cabello y luego me depositaban un beso inconfundible. Mi sonrisa fue imposible de ocultar.

—Buenos días, dormilón —me susurraron al oído.

Abrí un ojo primero y vi su precioso rostro junto al mío, mirándome con alegría y un dejo de travesura.

—Buenos días, cariño —le dije, acomodándome al inmenso sol de la mañana. Cuando la miré mejor me di cuenta de que ya se había vestido—. ¿Qué hora es?

—Las doce.

Me reincorporé con rapidez y ella se largó a reír y comenzó a peinarme con cariño.

—Demonios, me quedé dormido, teníamos que ir al médico, lo siento tanto.

Ella me miraba con ternura.

—No te preocupes, llegué hace un rato —me comentó.

Me toqué la frente, muy culpable.

—Debiste despertarme —insistí—, quería ir contigo.

—Pero te veías tan lindo durmiendo. —Hizo un puchero delicioso del cual no pude resistirme y la besé de inmediato.

—Al menos dime cómo te fue, qué ocurrió, Bells, ¡de verdad quería ir! —exclamé, reincorporándome para mirarla mejor.

Junto a ella había una cajita de regalo color bronce y un listón inmenso. Levanté las cejas y entonces caí en cuenta del día en el que nos encontrábamos.

—Hoy es veinte de junio —señaló, corriéndose el cabello castaño de su níveo hombro. Sus ojos dieron un fulgor precioso tras sus largas pestañas y se le escapó una sonrisa traviesa y muy feliz.

—Sí —susurré.

Acortó la distancia entre ambos y me acarició la quijada mientras nos mirábamos.

—Feliz cumpleaños, mi gruñón —señaló, mordiéndose el labio inferior.

Sonreí también, maravillado con el mejor regalo que ya tenía conmigo: nuestra familia.

La rodeé con mis brazos y la dejé caer sobre mí mientras rompía entre risas adorables y llenas de vida.

—¡Hey! Te tengo un regalo.

—¿Tú?

Me tocó los labios para que me sosegara y yo intenté mordérselos.

—Bobo —dijo divertida.

La solté para que pudiera acomodarse y alcanzar la pequeña cajita. Sus mejillas rosadas y sus labios llenos y carmesí fueron suficientes para perderme otra vez.

—Ten. —Sonrió mientras me lo entregaba—. Espero que te guste.

Fruncí el ceño y con mucho entusiasmo la abrí. Dentro aguardaba un sobre. Lo tomé con algo de incertidumbre y me encontré primero con una carta escrita con su mano.

—Léela —me pidió.

No lo dudé ningún segundo y la desdoblé frente a sus ojos.

"Edward, mi Bombón Maduro, gruñón y guapo como ninguno. Te escribo esto desde el fondo de mi corazón, en estas cuatro paredes que podrían ser frías, dolorosas y aterradoras, sí, el hospital. Tú estás durmiendo ahora, junto a mí, ignorando cómo te miro y cómo me pierdo en lo guapo que te ves con esa camisa negra. Sí, todo esto podría ser difícil. Pero estás tú.

Cariño, ¿qué sería sin ti? Probablemente la Bella alegre y huidora de siempre pero con una parte de su corazón sin ocupar. Todo este tiempo me has enseñado a querer sin darte cuenta, me has entregado tu voluntad, tu amor y tu dedicación de la manera más pura que conozco, incluso me ofreciste parte de ti para seguir. Insisto, ¿qué sería yo sin ti?

Una vez me dijiste que no sabías amar y estoy segura que eso es mentira, porque todo este tiempo junto a ti he sido la mujer más feliz del mundo, con lágrimas incluidas y sí, una inseguridad que ambos alimentamos por miedo a las repercusiones, ¿qué importa?, sí que fui, soy y seré feliz contigo, no tengo adjetivos para explicarte todas las emociones que he conocido gracias a ti, todas las aventuras a las que me he atrevido, y por supuesto, a todas estas ilusiones que crecen en mi corazón y solo existes tú. Sí que soy afortunada, no dejo de decírmelo ni menos de pensarlo.

¿Sabes algo? Mientras duermes, con una mano hacia mí, tan incómodo en esa silla pero negándote rotundamente a irte a otro lugar, me prometo de manera incansable a hacerte feliz de la misma forma, a ser tu familia, tu calor y tu constante recuerdo a conseguir tus sueños, porque te quiero alegre, te quiero sonriendo y te quiero como a ese pequeño que dejaste ir producto del dolor.

Te amo y creo que nunca me cansaré de decirlo, quiero ser todo lo que la vida nos disponga, solo toma mi mano y jamás la sueltes.

Tuya, siempre.

Isabella Swan".

Cuando dejé de leer no supe qué decirle, solo me puse a mirarla, grabándome sus expresiones dulces y algo tímidas.

—Bella, yo… —Mi voz se quebró en el instante.

—Es todo lo que pude escribir, aún no puedo verbalizar completamente lo mucho que significas para mí pero lo hice con toda sinceridad. —Suspiró—. Y como no eres un hombre muy material, quiero darte una experiencia que te recuerde a esos momentos que dejaste atrás.

Del sobre saqué dos boletos, los que eran para un concierto que se daría en unos meses. Casi me caí de bruces al ver que se trataba de Duran Duran, en una posición privilegiada para verlos cómodamente los dos.

—Bella, por Dios, es magnífico —señalé, tomándome la cabeza—. No asisto a un concierto hace más de veinte años y menos de mi grupo favorito.

Apretó las manos de pura felicidad.

—Sabía que te gustarían.

—¿Que me gustaría? ¡Me fascina! —exclamé, levantándome para tomarla entre mis brazos y girarla conmigo—. Es increíble, Bella, gracias, iremos tú y yo y no tienes otra excusa más que cantar conmigo a todo pulmón.

—Ni lo dudes, solo debo conocer un par de canciones más.

—Tenemos mucho tiempo para eso, sé que te encantará.

—Edward —me susurró—, tengo otra cosa más que decirte, tómalo como… mi segundo regalo, aunque diría que es para los dos.

Fruncí el ceño a medio sonreír y me calmé.

—Ten. —Me entregó otro sobre que sacó rápidamente de su bolso.

Vi que se trataba de los últimos exámenes y mi corazón comenzó a alterarse en mi pecho. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando vi que los resultados arrojaban lo que esperábamos y anhelábamos con tanto fervor.

—Esto significa que…

—Estoy bien —dijo en un hilo de voz—, podremos tener otro hijo a futuro, ¿te das cuenta de eso?

Tragué y dejé a un lado el papel para mirarla.

—Estoy bien —repitió con el llanto escapándose de sus ojos—, todo mi cuerpo está bien.

La cobijé de inmediato y yo también dejé escapar toda mi vulnerabilidad, emocionado hasta los huesos.

—Podemos intentarlo tal como queríamos, solo debemos esperar a que mi cuerpo descanse y entonces podemos hacerlo, ya sin miedo, juntos.

—Claro que sí, esperaremos, tenemos tiempo aún para disfrutar juntos, esa ilusión se convertirá en realidad, solo debemos querernos tal como seguimos haciéndolo siempre.

Le besé la coronilla y ahí me quedé, respirando su aroma a fresas.

—Sin querer me has dado el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida —le confesé.

—¿Estás seguro que no habrán mejores a cuestas? —me indicó, limpiándose las mejillas para mirarme.

Sonreí con todas mis ganas.

—Corrijo: es el mejor regalo de cumpleaños hasta ahora.

Se mordió el labio inferior.

—¿Quieres que se vuelva mejor?

—Me encantaría.

—Te haré el desayuno, tu favorito.

—Creo que debo cumplir años más seguido.

—¿No crees que es suficiente con cuarenta y tres esta vez? —me preguntó.

—Vaya, es cierto, ya son cuarenta y tres. Demonios, me estoy haciendo viejo.

Bella solo se puso a reír y siguió moviéndose en la cocina mientras se disponía a cocinarme.

—¿Y Lizzie? Quiero a mi pequeña —dije.

—Pues está con Rachel allá afuera, ya sabes cuánto le gusta mirar las flores.

—Es tan idéntica a ti.

Me mostró la lengua.

En ese momento oí que llamaban a mi móvil y lo tomé con rapidez, pensando que podría ser algún saludo de cumpleaños, sin embargo, vi que se trataba de mi madre.

—Es mamá —le conté antes de contestar.

Bella se sorprendió y me instó a hablar.

—Hola —saludé.

—Hola, hijo, ¡feliz cumpleaños!

—Gracias, mamá.

—No podía dejar pasar la oportunidad de decírtelo. Imagino que debes estar acompañado.

—Felizmente acompañado.

—Genial, yo… —Se puso nerviosa—. Bueno, quería invitarlos a venir, planeo que almorcemos, en familia, quiero estar contigo hoy, aunque sea un momento, por favor.

Me quedé mudo y noté que Bella me miraba con un baguette en la mano.

—¿Qué ocurre? —me preguntó, acercándose.

—No lo sé, mamá…

—Dile que sí —me instó Bells con los ojos brillantes—, solo será un momento, luego podemos ir juntos a cenar, tenemos todo el día, ¿sí?

Bufé, porque era imposible negarme a su mirada adorable.

—Bien, mamá, iremos.

Bells sonrió.

—¿De verdad? ¡Eso es fabuloso! Estaré esperándolos —exclamó mi madre—. Vengan a eso de las dos, los esperaré en el jardín, ¡Alice estará aquí junto a Jasper!

Sonreí, extrañamente contento con la idea.

.

—No me quedes mirando así, me pones nerviosa —me dijo, haciendo un lindo gesto con la nariz.

—Oye, ¿no puedo hacerlo? —inquirí mientras estacionaba mi coche en la entrada de la casa de mis padres.

No me contestó pero vi sus mejillas enrojecidas. Pero, ¿cómo me culpaba? Si se había puesto un vestido increíble de verano, verse hermosa era quedarse cortos.

—Cómo me gusta cuando te sonrojas —señalé, llevando mi mano a su muslo descubierto.

Ella enarcó una ceja y se acercó, poniendo su mano juguetona a la altura de mi pecho. Iba a decirme algo pero noté que ya habían abierto la puerta de entrada, como si estuvieran ansiosamente a la espera.

—Te ha salvado mi madre.

—¿De qué?

—De que te devore aquí mismo —le dije con sinceridad.

Me guiñó un ojo y abrió la puerta para ir a saludar a mi familia. Tuve que respirar hondo para calmarme y poder seguir adelante, porque estaba vuelto loco por ella cada vez más. Saqué a Lizzie de la silla y Bella esperó para ponérsela en el canguro, abrazándola con cariño mientras le daba suaves besos en la cabeza. Mis padres me saludaron con emoción, como si no pudieran creer que estuviera aquí el día de hoy. Bueno, yo tampoco. Alice se colgó de mí y luego de Bella, cada día más alegre, mientras que Jasper lo hizo con más calma, tendiéndome su mano y luego dándome un fuerte abrazo. Nos acercamos a la mesa de la terraza, donde vi a Rebecca sirviendo los refrescos. Cuando ella nos miró, levantó las cejas y apresuró su paso hacia nosotros para saludarnos con total alegría.

—Mis niños —repetía, muy emocionada—. He hecho tu postre favorito, ese que te gustaba cuando eras pequeño —me contó.

La mesa ya estaba puesta, decorada con esmero. Había globos por doquier, lo que también llamó mi atención, y por supuesto, me conmovió.

—¡Qué guapa te ves hoy, Bella! —le dijo mi madre con toda sinceridad.

—Tú no pierdes ni un segundo de vista a tu esposa —me comentó papá, parándose a mi lado.

Me reí.

—Solo estaba pensando.

—¿En qué? Claro, si puedo saberlo.

—En todo lo que me ha enseñado.

Asintió, mirándolas.

—Ya sé a qué te refieres. Bella es una mujer muy especial, nos ha dado lecciones a todos.

—Papá —lo llamé.

—¿Sí?

—No te había dado las gracias.

—¿Por qué?

—Por ayudarme con los especialistas. Hicieron un trabajo formidable y ni hablar de las enfermeras, sin todos ellos Bella no estaría aquí.

Apretó los labios y sonrió.

—Ella está sana, ¿no?

Respiré hondo y volví a mirarla. Bella se reía mientras Jasper hacía malabares con las frutas y Esme con Alice le lanzaban otras más.

—Completamente. Solo está más torpe que de costumbre. —Sonreí—. Y a veces despierta con los sonidos del disparo pero el médico nos dijo que podíamos estar tranquilos, eventualmente pasará.

Nos quedamos en silencio mientras oíamos las risas, hasta que sentí su mirada clavada en mí. Fui tras su encuentro y la tomé entre mis brazos, importándome una mierda que todos me vieran.

—¡Hey! —Rio—. ¿Qué ocurre?

—Nada, solo… acostúmbrate a esto.

Sonrió.

—La costumbre se vuelve aburrida, mejor sorpréndeme todos los días —dijo divertida.

—Tienes razón.

Alice tomó aire y pidió un momento para charlar, lo que a todos nos dejó un poco contrariados… Hasta que miré el rostro de todos, que parecían ansiosos de algo que yo no sabía. Jasper la abrazó y le besó la mejilla.

—Hoy es tu cumpleaños… Es un año más junto a ti, ahora viéndote mucho más feliz, con tu familia, siendo amado y amando sin cesar. —Suspiró—. Sé que vas a querer enojarte por esto porque eres el último de mi familia en enterarte pero quería hacerlo cuando tuviera una fotografía para dártela… Tío Edward, Jasper y yo estamos esperando un bebé.

Levanté mis cejas, preguntándome si había escuchado bien. ¿Embarazada? ¿Mi sobrina, la pequeña a la que cuidé de joven, estaba esperando un bebé?

—¿No vas a decirme nada? —inquirió.

Corrí a abrazarla, lo que la hizo reír.

—No puedo creer que era el único que no lo sabía.

—Quería darte un recuerdo, necesitaba hacerlo. Además, también requerías un espacio con tu familia luego de todo lo sucedido. —Me mostró la pequeña fotografía de la ecografía y yo sentía la inmensa emoción de saber que había contribuido a que fuera la enorme mujer llena de aprendizajes que era ahora—. ¿Me perdonas por haberte hecho esperar?

No le respondí. No tenía nada que perdonar. La abracé con todas mis fuerzas y le acaricié las mejillas como cuando era pequeña.

—Serás una gran madre, tal como Elizabeth.

Tragó y sus ojos se tornaron llorosos.

—Ustedes me enseñaron lo grandioso de la familia a pesar de las circunstancias. Mamá estaría muy feliz de ver en quién me he convertido porque fue gracias a ti y a mis abuelos. Te quiero.

—Y yo a ti, pequeña.

.

Mamá me llamó para poder acercarnos a la mesa y en el instante apareció papá con Rebecca, que venían con un pastel inmenso para mí. Me sorprendí totalmente, no esperaba algo como esto. Era de chocolate y tenía un montón de velas que emitían inmensos destellos junto a la llama de éstas. Miré a Bella de forma inmediata y ella lo hizo conmigo, maravillada. Entonces, todos comenzaron a cantarme cumpleaños feliz, una canción que no tenía el mismo efecto hasta ahora, en especial por quien cantaba a mi lado. Su rostro tras los brillantes explosivos de las velas y el fuego iluminándola fueron el imán perfecto y ahí me quedé, viéndola cantarme, con sus ojos achocolatados y sus labios carmesí.

Estaba enamorado de ella, como si fuera un verdadero jovenzuelo. Seguía sintiéndome el hombre más afortunado del mundo, ahora más, que la tenía conmigo luego de tanto sufrimiento.

Una vez que soplé las velas sentí los aplausos de todos con alegría. Bella se recargó en mi hombro, le pasó el dedo a la crema de chocolate y la depositó con ternura en mis labios. Todos nos pusimos a reír ante su travesura y yo la besé en ese mismo momento, nuevamente frente a todos.

Nuestra tarde transcurrió de maravilla, la verdad no creí que iba a sentirme tan cómodo. Si me lo hubieran contado hacía un tiempo, no lo habría creído ni en mis más profundos sueños.

—Rebecca, querida, ¿serías tan amable de traernos el champagne? —le dijo mi madre.

—Claro, traeré las copas primero.

—Descuida, yo te daré una mano —respondió Bella, yendo con ella.

—Se ven muy lindos juntos —me comentó Alice, juntando su cabeza con mi brazo una vez que ella se había marchado.

—¿Eso crees?

Asintió.

—Es un poco loco todo pero estoy madurando, o bueno, todos al fin y al cabo, se ve que están felices y con eso estoy satisfecha.

Sonreí.

—Oye, Edward, ¿qué se siente tener cuarenta y tres? —me preguntó Jasper. Mi sobrina le dio una mala mirada.

—De maravillas, aunque estoy preocupado por las canas —bromeé.

—Bueno, ¡entonces a brindar! —exclamó mi madre, acercándose con total alegría.

Papá aprovechó de abrir la botella y madre en cuanto tuvo una copa llena para ella, nos hizo guardar silencio.

—Hoy somos menos —destacó—. En otra ocasión habría traído a mucha gente con nosotros, ya saben, soy una mujer preparada para las fiestas. —Sonrió—. Pero había olvidado la importancia de traer a nuestras celebraciones más íntimas el calor de quienes más amamos. Por años me dediqué a ser el alma de las fiestas, muchas veces trayendo conmigo a personas que no debían estar aquí. Miren a su alrededor, una casa inmensa llena de recuerdos y ¿saben qué?, por primera vez en mucho tiempo siento que al fin tengo un hogar al que quiero cuidar y no destruir. —Suspiró—. Veinte de junio, el día más feliz de mi vida. —Me miró y apretó los labios—. Naciste muy grande, tu padre dijo que serías muy alto y mírate.

Sonreí.

—Carlisle también dijo que serías mi mayor orgullo, el más inteligente, el más guapo, ¿lo ves?, mírate, eres todo eso y más, tu padre siempre tuvo razón, en todo, creo que tiene ese instinto que a veces yo suelo desobedecer, digamos que sin él habría cometido más errores. —Arqueó las cejas pero luego se recompuso—. Hoy estás aquí, hijo, luego de tantos años, de lágrimas, de discusiones y por sobre todo de mucho dolor. Eres el único hijo que me queda aquí, conmigo, si no fuera por ti… quizá me derrumbaría pero llegaste, lo hiciste. —Se quedó un momento en silencio y entonces clavó sus ojos verdes en Bella—. Todo comenzó a cambiar cuando tú llegaste, Bella, dime ¿cómo lo haces?

Yo entrelacé mis dedos con los suyos y Bella besó nuestra unión con cariño.

—Fue precisamente cuando Alice anunció que quería casarse y que ustedes fueran los padrinos. —Se rio, alejada de los prejuicios como antes—. O somos muy ingenuos o supieron ocultarlo, porque desde ese momento cambiaste, Edward. ¿Sabes cuándo me di cuenta? Cuando venías y reías, era mágico, surrealista, Bella estaba ahí, ocasionándolo, mostrándonos ese lado tan bello que soltaste de mi hijo. —Su barbilla comenzó a temblar al igual que sus labios, que se curvaron amenazados por el llanto.

Suspiré en medio del silencio y sin pensarlo mucho me acerqué a ella, con Bella de mi mano. La abracé con fuerza y mamá lo hizo con más intensidad, como si lo añorase como el aire, una necesidad imperante por sentir mi calor. Incluso, había olvidado su aroma, ese que en mi infancia significaba amor, consuelo y protección. Ahora estaba cerca, vivo, con muchos aprendizajes por delante.

—Sabes que yo ya soy un adulto, las cosas no pueden cambiarse desde hoy hacia atrás, pero sí a futuro, con nuestra relación, con Bella, que es quien más me importa ahora —le dije, mirando a mi castaña, quien sonrió—, con tu nieta…

Sus ojos se iluminaron.

Papá se acercó y me tomó la nuca para abrazarme, lo que selló por completo los años de distancia que había impuesto con ellos. Si bien, la relación no iba a cambiar de la noche a la mañana, al menos yo estaba dispuesto a dejar ir mis armaduras. No quería odiar, menos mantener rencor en mí, todos mis deseos estaban puestos en amar y nada más, desaprovechar el tiempo en base a sentimientos negativos eran ya una mala idea, necesitaba ser feliz por completo.

.

Esa misma tarde, a eso de las seis, nos fuimos juntos a cenar mientras mis padres se quedaban con Lizzie. Necesitábamos un momento a solas, poder mirarla solo yo, tocarla, escucharla y sentir su presencia. Qué mejor regalo, no dejaba de sentirlo ni pensarlo.

Regresamos muy tarde, no habíamos dejado de celebrar en todo el día, Bella estaba enérgica y entusiasta como nunca, parecía que la vida volvía cada vez más pero recargada, como si este nuevo nacimiento (como ella le llamaba), le brindase cada vez más energías para volverme loco.

Eran las dos de la madrugada y nosotros estábamos en medio de la tina, junto a la ventana de pared. Ella hacía caminos con sus dedos en mis brazos puestos en el filo del lavado, juntando burbujas y espuma en mi piel, mientras apoyaba su espalda y cabeza en mi pecho.

—¿Qué se siente tener cuarenta y tres años, Bombón? —me preguntó de pronto, girando un poquito su mirada hacia mí.

Suspiré.

—Maravilloso —sostuve—, espero mantenerme hasta dentro de unos años más antes que decidas que soy muy viejo —bromeé.

Hizo un mohín y yo me reí.

—Eso jamás —señaló, dándose media vuelta. Yo la cobijé, sujetándola con mis manos en su cintura—, no importa el tiempo que nos llevó coincidir en este mundo, menos lo que nos distancia, seguirás siendo mi bombón encantador siempre.

Sonreí.

—¿Con canas incluidas?

—¿Qué demonios tienes con ellas? —Se largó a reír.

—Las odio.

—A mí me parecen muy atractivas, sobre todo en ti.

Me quedé en silencio mientras la miraba, perdido por milésima vez en el día.

—Bella.

—¿Sí?

Suspiré.

—Hoy ha sido increíble.

—Lo sé, has estado tan feliz desde entonces. La verdad, yo también lo he estado, especialmente al ver como tú y tus padres han mejorado esas barreras.

—Gracias.

Me miró confundida y aproveché de jugar con su cabello mojado, mientras miraba su clavícula y el comienzo de sus senos descubiertos del agua.

—Tú me has orillado todo este tiempo a hacerlo, ni siquiera tomaste en cuenta todos los errores de mi madre. Me siento muy afortunado por tenerte a mi lado, ¿sabes?

Sonrió.

—Es lo que más he querido, no me importa lo que haya pasado, es tu madre, solo necesitaban sanar, nada más que eso.

—¿Cómo lo haces?

Se encogió de hombros y luego se mordió el labio inferior.

—Solo te amo, cuando ese sentimiento impera de esta manera, creo que siempre buscamos lo mejor para el otro, jamás me interpondría en tu felicidad, menos en tus sueños y en tus avances, quiero lo mejor para ti, siempre.

Besé su hombro con los ojos cerrados mientras me acariciaba la nuca con cariño.

—Te amo, Bella, no dimensionas cuanto —susurré.

No contestó pero buscó mis labios y antes de besarme se giró por completo, de manera que pudo ponerse sobre mí y mirarme a los ojos, llevándome al interior de sí misma, donde conectábamos, profundos y sólidos como uno solo.

.

.

.

Ella tecleaba enérgicamente en su laptop. Llevaba trabajando cerca de tres horas sin parar y le iba a tomar muchísimo más. Yo la miraba mientras esperaba por nuestro café, bastante enternecido por su ímpetu. Me gustaba mucho verla trabajar.

—Ten —le dije, pasándola la taza.

Ella pestañeó y sonrió, saliendo de su trance profesional.

—Gracias —contestó mientras el viento desde el balcón le aleonaba el cabello por la mañana.

—¿Todo va bien?

Suspiró, botando el aire muy despacito.

Desde que comenzó a recuperarse, Bella se dedicó a avanzar en su trabajo. Trace y sus socios habían decidido mantenerla cien por ciento dentro de su gran proyecto, el que ya llevaba inmensos frutos, pues los clientes habían llegado en gran masa, en especial los de grandes empresas y corporaciones. Mi organización también, por cierto, debido a las artimañas de Ethan, había sido imprescindible contratar a profesionales muy capaces de averiguarlo, y no confiaba en nadie más que Bella para hacerlo, pues era una excelente e increíble contadora.

Parecía lejano el momento en que vi por última vez a Ethan, justo en el momento en que me atreví a echarle en cara todo el dolor de lo sucedido con Bella. De eso habían pasado meses, por cierto, pero no me gustaba pensarlo, la verdad.

—Bien. ¡He acabado! —exclamó, mirando su reloj de pulsera—. Dios mío y eso que la fiesta de Lizzie aún no comienza. ¿Crees que estoy exagerando?

Me reí y besé su frente.

—Ambos estamos exagerando pero no me avergüenza —afirmé—. El primer cumpleaños jamás se olvida…

Mama, papa —exclamó nuestra hija, muy enojada porque habíamos dejado de prestarle atención.

Nos reímos.

Estaba grande, mucho. Ya intentaba levantarse y se quedaba de pie cuando lograba sostenerse con sus manos. Su cabello oscuro ya comenzaba a asemejarse al de su madre, lo que la hacía ver más y más hermosa, como ella. Era fascinante cuán parecidas eran. Me ofreció un beso y yo lo recibí gustoso, sosteniéndola en mis brazos y luego acercándola a su madre, que esperaba a abrazarla y a hacerle cosquillas para liberar sus tensiones.

La entendía. Hacía cerca de una semana había decidido retomar uno de sus grandes sueños, un máster en economía. No lo dudé ningún segundo y le ayudé a convencerse, especialmente ahora que nada podía detenerla. Ahora estaba preparando la carta de solicitud para la universidad, lo que la tenía francamente rígida.

—Estoy nerviosa —me confesó mientras Elizabeth intentaba jugar con los cubiertos.

Sonreí de forma tranquilizadora y me senté junto a ella en el sofá exterior. Ella se cobijó bajo mi brazo y me quedó mirando con los ojos brillantes. La búsqueda del saber era compleja, especialmente bajo la demanda altísima de las grandes universidades. Sin embargo, estaba seguro de que iba a lograrlo, era una mujer muy inteligente y tenía un registro magnífico.

—Lo lograrás, lo sé —afirmé.

—Me dices eso porque me amas.

—No, que te ame no afecta que te vea como la excelente profesional que eres. No dudes de ti, mira lo que has logrado, esto es solo el comienzo de lo que vendrá.

Se mordió el labio inferior y luego se quedó mirando a la pantalla otra vez.

—¿Cómo lidiaste con las tuyas? ¿Estabas tan nervioso como yo? —me preguntó.

Levanté las cejas.

—¿Bromeas? Claro que sí, en los dos —exclamé—. La espera fue caótica, dudé mucho de mí. Ya sabes lo que te dije, estaré apoyándote en todo lo que quieras, este es un camino que conozco y sé que lo lograrás, lo veo ya.

Botó nuevamente el aire pero con más tranquilidad.

—Puedo leer tu carta de admisión esta noche, así estás más segura, ¿bien?

—¿Harías eso por mí?

—Y muchísimo más. —Le besé la frente.

Bella POV

Ah, la vida. ¿Había algo más hermoso que eso? No había un día en que no despertara por la mañana sin que no agradeciera esta nueva oportunidad. Parecía mágico poder disfrutar de los aromas, de los colores, del calor, del frío y de quienes me rodeaban, especialmente de ellos. Cada mañana, así como agradecía todas estas nuevas oportunidades que tenía en frente.

Entré a las oficinas, mirando a Zafrina. Parecía estar ocupada con alguien muy insistente porque no pudo venir a saludarme.

—El Sr. Cullen no puede recibirlo ahora, lo siento mucho —expresó.

—¿Sabe cuándo podré verlo? Es de suma urgencia y no puedo permitir más evasiones —espetó.

—Puedo agendar una cita para la otra semana. Lamento si es urgente pero el Sr. Cullen no podrá recibir a nadie durante los próximos días, necesita terminar algunos asuntos personales y nadie puede molestarlo en el día de hoy.

—Con permiso —dije, un poco inquieta de escucharla—. Hola, Zafrina.

Zafrina centró su atención en mí y de inmediato me sonrió.

—Señora, el Sr. Edward está adentro, ¿quiere que le avise que usted está aquí?

El hombre que esperaba a mi cobrizo me miró de mala manera y no fue muy agradable.

—Espero que no tenga inconvenientes para verme a mí también —dije con la ceja enarcada.

—En lo absoluto, Sra. Cullen —dijo enseguida—. Pase, usted puede entrar sin siquiera notificar, ya lo sabe.

Tomé mi bolso y le di una mala mirada al hombre, que parecía entender quién era yo.

—Disculpe, ¿usted es…?

Tragó, sabiendo que no podía tratarme de la misma manera que había tratado a Zafrina.

—Baltazar Vulturi, mucho gusto.

Me quedé en blanco por unos segundos al escuchar su apellido.

—Abogado del Sr. Ethan Cullen.

Me alejé de él.

—Buenas tardes, con permiso —dije.

Zafrina notó lo incómoda que me puse y me siguió para dirigirme hacia la puerta de la oficina aun cuando sabía el camino correcto.

—No me gusta ese hombre —le hice saber.

—Lo sé, el Sr. Cullen no tiene intención alguna de verle la cara.

Respiré hondo.

—Ningún Vulturi es bienvenido aquí, ¿Edward te lo ha dicho?

—En el instante en que permití dejar entrar a esa tal Renata, especialmente cuando usted estaba aquí, supe que no debía aceptar a ningún Vulturi. Por poco el Sr. Cullen me despide —confesó con la mirada culpable.

—¿De verdad?

Él nunca me lo había dicho.

—Sí. —Suspiró—. El Sr. Cullen me prohibió tajantemente que volviera a permitir a alguien con un nombre siquiera parecido aquí. Supuse que… desaté alguna discusión entre ustedes, porque él luego de eso estuvo bastante irritable, cabizbajo y más serio que de costumbre.

—Pero estoy aquí y tú también. ¿Qué importan los Vulturi?

Miré a la puerta de Edward, y como era mi costumbre cada vez que llegaba sin avisar, volví a revivir los retorcijones de entusiasmo y ansiedad.

—Permiso, cariño, ¿puedo entrar? —dije con voz suave al abrir.

Lo vi concentrado en su laptop y en cuanto vio que había llegado, dejó a un lado lo que hacía.

—Cariño —exclamó, levantándose—. Qué sorpresa.

—Solo vine a verte, salí antes y me pareció buena idea venir a saludar. Espero no haberte interrumpido.

Sonrió, quitándole importancia.

—Asuntos de trabajo, nada importante —afirmó.

Levanté mi ceja.

—No me mires así, ¿crees que estoy mintiéndote? Porque aunque estuviera con mucho que hacer, sabes que mi familia es mi prioridad.

Caminó hacia mí y me agarró de la cintura con fuerza.

—No lo sé, dímelo tú.

Se puso a reír y en el mismo momento me hizo chocar con él.

—Te ves extraña, ¿qué ocurre?

Suspiré.

—Un tal Baltazar Vulturi te estaba buscando.

Apretó la mandíbula pero se mantuvo quieto, manteniéndome entre sus brazos.

—Ya veo. Baltazar es un gran amigo de Ethan. Es sobrino de Renata, para ser exactos. Es un abogado, el que lo defiende, por cierto.

—¿Qué tienes que ver tú con eso?

—Quiere que retire la demanda que interpuse contra él.

—No creí que fuese tan desvergonzado de tener a un Vulturi defendiéndolo y menos pedirle que venga a por ti para que quites una demanda legítima.

—Lo sé, pero lo sucedido con mi hermano ya dejó de afectarme, es momento de que comience a pagar por sus errores y eso lo sabes bien.

Moví la cabeza positivamente y jugué con su camisa. Me besó con hambre, sacándome un suspiro profundo.

—Nunca es inoportuno cuando se trata de ti —me susurró contra los labios—. Estaba agotando el tiempo para ir contigo.

Mientras me hablaba me besaba el hombro y el cuello, disfrutando de mi piel descubierta.

—Hey, cuidado, me estás provocando —jadeé.

Se rio.

—¿Hay algún impedimento para que antes de marchar ocupemos mi diván? Sabes que tengo control de lo que puede o no registrarse en mi cámara de seguridad.

—Eres un hambriento.

—Nunca he podido resistirme a ti, menos cuando vienes con estas faldas.

Rodé los ojos y entonces yo misma me empiné para comerme sus labios. Edward tomó la indirecta correcta y me agarró del trasero para elevarme y tomarme entre sus brazos, caminar conmigo mientras nos besábamos y aprovechar de cerrar la puerta con llave.

—¿Tendré que ponerte algo en la boca? —me preguntó con la respiración pesada.

—¿Por qué lo dices? —inquirí con la misma intensidad.

—Porque no quiero que grites.

Me mordí el labio inferior.

—Y no hay punto medio conmigo, sabes cómo te haré mía —susurró, comenzando a ponerse más ronco y bestial.

—Usa lo que sea, no te prometo que intentaré callarme, a veces es imposible —le hice notar.

Sus ojos se pusieron oscuros y entonces me llevó hasta el diván, donde me depositó. Yo abrí mis piernas de a poco, haciendo que subiera lentamente mi falda por mis muslos.

—Ligas —susurró con la voz rasposa.

—No estoy dispuesta a que me rompas más medias, ¿no crees que ya es suficiente?

Tiró del elástico y éste me golpeó la piel de forma deliciosa.

—¡Hey!

—Shh… —fue lo único que dijo antes de volver a besarme y comenzar a bajar mis bragas—. Ya sé con qué te callaré.

—¿Con qué? —le pregunté.

—Abre la boca.

Lo hice de forma obediente y él metió mi ropa interior en ella. Entonces, como si supiera que era el momento adecuado, bajó con sus labios hacia mi desnudez y yo cerré los ojos, entregándome al placer.

.

Me reincorporé para ponerme la ropa interior y él tiró de mí de manera juguetona para que me cobijara con sus brazos.

—No nos levantemos de inmediato, quedémonos aquí —ronroneó.

—Zafrina querrá entrar pronto —le recordé, riéndome por sus besos en mi cuello.

—¿Y qué importa? —me preguntó, chocando su nariz con la mía—. Esta es mi oficina y te quiero solo a ti aquí.

Arrugué la nariz y le mordí los labios.

—¿Señor Cullen? ¿Puedo entrar? —nos preguntó Zafrina detrás de la puerta.

Edward se pasó una mano por la cara, muy agobiado y yo carcajeé.

—Tú atrajiste a esa mujer.

—Deja de gruñir, Bombón y ponte la camisa, no quiero que nadie más te vea —señalé y lo besé.

—¡Dame un segundo! —exclamó mi cobrizo mientras se sentaba a mi lado y se acomodaba la ropa.

Yo me acerqué a su escritorio mientras me acomodaba el cabello y me volvía a retocar el labial. Edward ya estaba casi listo y antes de abrir se aseguró de que yo también lo estuviera. En respuesta le lancé un beso.

—¿He interrumpido algo? —nos preguntó ella.

—Para nada —respondió él—. ¿Qué ocurre?

Yo dejé de escucharlos pues me puse a revisar el New York Times que estaba sobre su escritorio. Mientras hojeaba, vi que en una de las noticias hablaban de cómo una mujer había sido detenida mientras prostituía a su hija con sus abusadores, unos narcotraficantes del Bronx. Me dio tanta tristeza que me quedé congelada leyendo. Fue casi automático que pensara en Renée.

—Bien, ya sabes que me tomaré el resto del mes, agenda las reuniones para posterior. Gracias, Zafrina.

—A propósito, Sr. Cullen… Han estado llamando de parte del hospital. Han querido contactarse con usted pero no ha contestado el teléfono.

Cuando escuché la palabra hospital fue casi de inmediato que miré, un poco confundida.

—¿Del hospital? ¿Por qué llamarían a mi oficina?

—Era personal médico, hablaban de… Renée Higginbotham.

Me quedé congelada y entonces volví a mirar el periódico, frunciendo el ceño de a poco.

—Bien, gracias, Zafrina —respondió mi cobrizo al notar que no reaccioné.

Sentí que caminó hacia mí y que me puso una mano en el hombro, algo curioso por lo que estaba haciendo.

—¿Por qué leías eso? —inquirió con voz suave.

Lo miré.

—Pensaba en ella justamente.

Sus ojos se abrieron tan preocupados que me enterneció.

—No me digas que eso…

—No —respondí de inmediato—, ella no hizo nada de esto si es lo que pensaste.

Él botó el aire, muy aliviado y de inmediato me besó la coronilla.

—Me asustaste.

—Lo siento. De todas formas, si esto habría ocurrido, te lo habría contado hace mucho tiempo.

La alegría en sus ojos de saber que nada más me había ocurrido tras todo lo que le había contado, me hizo abrazarlo con mucha fuerza.

—Solo pensaba en que… Renée pudo haber sido mucho peor y… De alguna forma quiso ayudarme en ese momento. Charlotte pudo seguir disparándome hasta matarme… Vi la noticia y caí en cuenta que, después de todo, hay peores madres. Al menos me tenía comida.

Él me instó a levantarme de la silla y se acomodó para que yo volviera a sentarme en sus piernas.

—Quiere verte.

—Sé que la última vez que hablaste con ella se veía diferente, tanto por fuera y por dentro, vio que estabas triste, que mi vida en ese momento estaba en juego… Pero tengo miedo.

—¿De qué, amor? ¿De conmoverte por ella? De todas formas, es tu madre.

Lo miré con los ojos escocidos y él me cobijó la mejilla con su mano.

—Sí, tengo miedo de conmoverme, de que verla consumida me entristezca, sé que ha estado muy mal en el hospital…

—Vamos, tenemos tiempo de sobra desde ahora, luego te puedes arrepentir, mi amor y no quiero verte aún peor por eso.

Respiré hondo.

—Si quieres comemos algo donde tú quieras y luego vamos. Solo llamo a Charlie y le digo que volveremos un poco más tarde, así disfrutan más con su nieta.

—¿No te irás? —inquirí en un hilo de voz.

Sonrió.

—Nunca.

.

Se sentía tan raro estar en una sala de hospitalización sin que fuese yo la receptora de los cuidados. Desde lejos oí el sonido de las alarmas activadas en el monitor y de los parámetros vitales. Fue estremecedor.

La cama de Renée estaba oculta tras una amplia pared y lo primero que vi fue a su mejor amiga, mujer a la que no veía hacía años. Por su expresión noté que esperaba encarecidamente que llegara. Se levantó de inmediato para saludar en cuanto nos vio.

—Bella, gracias a Dios estás aquí —dijo.

Tragué.

—Buscaron a Edward y aquí estoy.

Ella bajó la mirada.

—Fue la única manera de poder llamar tu atención, supuse que así podrías venir.

—Necesitaba mi tiempo.

—Lo sé pero tu madre necesita verte.

Respiré hondo y me acerqué a la cama. Cuando la vi jadeé, muy triste por su aspecto. Las cicatrices se veían en gran parte de su cuerpo y su semblante parecía marchito y desganado, como si esperase el final.

—Mamá —susurré.

De a poco abrió los ojos, alarmada por mi voz.

—¿Bella? —inquirió.

Su voz parecía apenas un susurro ahogado.

—Soy yo.

Respiró hondo, como si me hubiera esperado por mucho tiempo.

—Estuve todo este tiempo preguntándome si seguías bien.

Miré a Edward, que tenía su mano en mi hombro. Entonces me senté a su lado, algo dubitativa de qué decir.

—Eres la única que ha venido a verme. Sabía que podía pasar, no merezco compasión de mis hijos. Así es, y lo asumo.

—Entonces, ¿por qué llamar a Edward? No es fácil para mí estar aquí, aún tengo mucho dolor, todo lo que pasó hace unos meses será muy difícil de olvidar. Quizá no lo haga nunca, la verdad, me hiciste daño, mamá, mucho, dudo de que merecía eso —susurré.

Edward, en ese momento me besó la coronilla y se marchó, al igual que la mejor amiga de mi madre.

—No lo merecías, Bella pero… no hay nada que yo pueda hacer para borrar el pasado.

Asentí.

—No, no lo hay, solo que… a veces me gustaría saber por qué me odiaste tanto. —Fruncí el ceño—.¿Por qué me hiciste tanto daño? —Respiré hondo—. Me hice cargo de mi hermano desde que era muy pequeño y a pesar de eso, también tengo a mi hija y todos los días lucho para no parecerme a ti y demostrarle lo mucho que la amo. Miro hacia mi futuro, mis mayores deseos y algo en mí necesita, clama, desea tener otro pequeño con el hombre que amo —sostuve—. Estoy enamorada, cada día más, y temo hacerle daño a Edward porque no quiero parecerme a ti. Sé que a futuro nuestra ilusión de poder tener a otro hijo será la cereza de nuestro inmenso pastel pero… simplemente no quiero ser como tú.

Ella tragó mientras miraba al techo, oyéndome con atención.

—No nos parecemos en absoluto si eso es a lo que temes. Todd es el mayor reflejo de eso, lo sabes, los demás también. Nunca seremos iguales porque… nos separa una vida completa. —Sentí que me miraba y yo me atreví a hacerlo también—. Sé que tienes miedo, Bella, no fui el mejor ejemplo pero tú misma sabes que nunca podrás repetir mis acciones, eres muy buena para eso, demasiado.

—Entonces, dime ¿tú no lo eres?

Negó.

—No, porque una buena persona no habría usado sus lamentos para destrozarle la niñez a sus propios hijos, jamás habría dejado llevarse por lo que otro hombre dictaminaba en su vida, jamás… habría sentido envidia de ti.

—¿Qué lamentos, mamá? ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Envidia de qué?

—Edward no te lo dijo.

Negué.

—Él siempre quiso que viniera a escucharlo de tus labios.

Suspiró.

—Te mereces la verdad, no como una justificación, sino como una escapada a mi realidad.

—Estoy preparada.

Renée fue sincera, cruda y directa. ¿Para qué adornos? No negó mi existencia como un error, tampoco todos los recuerdos que yo le llevaba a su cabeza. Era eso y nada más, ¿para qué mentirnos? Bueno, no iba a negarlo, las lágrimas seguían siendo incontrolables, porque mi madre me hacía vulnerable. Saber que fui concebida por la violación de mi propio abuelo, un miserable ex convicto, hacía que sintiera especial atención a lo que ocurrió con Phil en un pasado. Incluso, saber que había sido obligada a casarse cuando amaba a otro hombre y él era su medio de escape, me hizo sentir lástima.

No había nada peor que no poder estar con quién amas.

—Cada vez que te miraba veía al hombre que me hizo tanto daño —susurró—, por eso contigo era diferente. Nunca debí ser madre, nunca.

Respiré hondo, porque estaba de acuerdo.

—Cuando supe lo que Phil te hizo, entré en pánico, nada justifica lo que hice pero… no supe reaccionar, ese hombre me tenía asustada y… y… constantemente me amenazaba con hacerles daño… —Apretó los labios—. Te envidié cuando pudiste hacer lo que hiciste, deshacerte de algo que no querías y era fruto de lo mismo que había sufrido por ti, por eso seguí sintiendo odio y rencor.

Vi cómo mis lágrimas caían por mis manos. Supe que serían las últimas con recuerdos de mi pasado.

—Intenté darte lo mejor pero nunca fui capaz. Lo siento, Bella, de verdad lo siento.

La miré, un poco sorprendida de que me dijera esas dos palabras.

—Tú nunca serás como yo, nunca, eres capaz de amar, lo hiciste durante muchos años mientras te hacía trizas la vida, lo veía en tus ojos cuando ansiabas que fuera a tu cama para hacerte dormir. Lo hice pocas veces porque… me resultaba imposible.

Me limpié la nariz con el antebrazo y con ello intenté calmar el dolor de tantos recuerdos.

—Hice lo que pude con Phil, no merecías ser infeliz, ya no más. Siento si no fue suficiente, siento si eso te llevó al hospital. No fue hasta que supe lo que te había pasado que me di cuenta de todo lo que perdí. Protegí a… a mi niet… A Elizabeth porque era mi deber.

Su descargo de lágrimas me hizo estremecer, porque Renée jamás mostraba debilidad real delante de mí.

—Fue cuando supe que tu vida estaba en peligro que caí en cuenta de lo mucho que había desperdiciado el tiempo, de todo el daño que le hice a una niña, a mi propia hija… —Cerró los ojos—. Solo quiero que seas feliz, yo estaré bien mientras me prometas que me enviarás al olvido pronto, como si yo nunca hubiera existido. No pediré tu perdón, no quiero hacerlo, no lo merezco, ni el tuyo ni el de tus hermanos, solo… sé feliz por favor y… cuando tengas a tus hijos entre tus brazos, por favor, quiérelos, no dudes de ti, porque, como te dije, nos separa un corazón de distancia.

Me quedé presa del llanto en cuanto la oí pero acepté su petición en el mismo instante. Iba a ser inmensamente feliz, tal como llevaba siéndolo desde hacía un tiempo.

—Bella. Quiero decirte algo más.

Asentí.

—Cuida de Todd, quiérelo, sigue haciéndolo tan bien como siempre, él merece todo lo que no pude y quise darle pero por favor… haz que no se olvide de mí.

Sus palabras me daban escalofríos, porque ella sí tenía la posibilidad de verlo. La última audiencia así lo quiso. Papá con la custodia pero con visitas regulares de su madre.

—Por supuesto que eso no ocurrirá, él te quiere.

—Y yo a él.

Me levanté de la silla con la cabeza revuelta y antes de marchar Renée tomó mi mano.

—Adiós, Bella —fue lo último que dijo.

Apreté los labios.

—Adiós… mamá.

Cuando salí, vi que Edward me estaba esperando muy serio y preocupado. Al verme lista me abrió los brazos y yo me acurruqué junto a él.

—Todo es difícil pero sé que pasará —me susurró.

—Me siento débil, como si fuera a quebrarme.

—No lo permitiré, me tienes aquí, mi amor.

Cerré los ojos para recomponerme, junto con su aroma y su calor.

—Ella se irá pronto —dijo la mujer detrás de nosotros, su amiga.

Yo me separé, sin saber a qué se refería.

—No ha podido mejorar de un edema pulmonar, ella tampoco quiere hacerlo, es como si quisiera morir.

Bajé la mirada, comprendiendo por qué me había dicho tantas cosas.

—Entonces… ¿habrá que esperar?

Se encogió de hombros.

—Es sola cosa de tiempo.

Edward frunció el ceño y me volvió a abrazar, mientras yo pensaba en eso, como una constante y dolorosa tensión en mi cuerpo.


Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, ya la segunda parte y final del penúltimo para entrar al capítulo final. No tengo muchas palabras que decir, porque quiero guardarlas para el final, que estará muy pronto, las emociones mezcladas que tengo con respecto a este adiós es, sin duda, muchas para mí

Agradezco sus comentarios, en el final estarán todos sus nombres como muestra de total gratitud por cada palabra que ustedes me dejan a mí, cada gracias que me dan es invaluable, más de lo que podría explicar con palabras, han hecho de mí una autora completamente agradecida, y aunque a veces tengo crisis existenciales, a veces estoy triste y la ansiedad me gana, sé que ustedes estarán ahí para darme ese aliento, gracias infinitas por todo

Recuerden que quienes dejen un review recibirán un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben dejar su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá

Pueden unirse a mi grupo de facebook llamado "Fanfiction: Baisers Ardents", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar

Cariños para todas

Baisers!