N/a: Después de una exhaustiva revisión y corrección, traigo un omegaverse. El único que he escrito y que me está dejando unas enseñanzas tremendas.
Espero les guste, lo disfruten y le tengan paciencia. Al inicio, me han dicho, no acaban de salir preguntas y dudas. Pero todas serán respondidas...a su debido tiempo.
Advertencias: Diferencia de edades, evidentemente, y es de 22 años.
Hay Thorki porque el buen Thorki no le hace daño a nadie.
Disclaimer: Ningún personaje de Marvel me pertenece, pero Loki es de Thor y eso no está a discusión. Ni tampoco tiene que ver porque este fanfic es Starker :)
Prólogo
En algún año, en alguna parte de la oscura ciudad.
Edward no puede disimular la sonrisa torcida de sus labios, una mueca dolorosa que se perfila en su rostro al ver la calle sin un alma, tan sola y apenas iluminada por las farolas públicas. Una punzada en el pecho le duele tanto que se ve obligado a recargarse contra la pared en un intento, aparentemente eficaz, para evitar su colapso contra el suelo.
A tropezones avanza apoyándose sobre los ladrillos, la fuerte lluvia le dificulta enfocar bien con la mirada y, solo por un segundo, agradece los constantes relámpagos creados por el Dios Thor como muestra de su furia, porque alumbran mejor su camino.
Sube las escaleras torpemente mientras lidia sin éxito con la erección que punza en su pantalón con más fuerza de la esperada. Son dos toques suaves, le falta el aire.
Cuando la puerta se abre Tony solo ve oscuridad, el hombre al otro lado le recibe en sus brazos con un grito de sorpresa, le pone la mano en la frente y le arrastra por el recibidor hasta dejarle caer sobre un mullido sillón.
— ¡Estás en celo, Stark!
La sonrisa torcida vuelve a aparecer, las gotas que resbalan por su rostro han dejado de ser cristalina lluvia, para convertirse en saladas lágrimas. El dorso de su mano viaja inconsciente hasta sus ojos e intenta cubrirse como si eso fuese a detener el llanto que no hace más que incrementar y acompañarse de sollozos lastimeros.
— Excelente deducción, Sherlock.
Su cuerpo se estremece ante el involuntario corto circuito de su alta temperatura con sus empapadas ropas. Una toalla impacta en su rostro con agresividad, él la toma para abrazarla.
— Estás abusando de tu cuerpo, Tony. Tienes que parar.
— Me detendré, pero necesito tu ayuda. Esto es insano, es grotesco... es imperdonable.
Tony se sienta, apoya sus codos contra sus rodillas y mira a su amigo, sus ojos verdes reflejan preocupación, sus labios apretados también reflejan ira.
— Tiene que haber otra manera, no tienes que sufrir así.
— ¡No la hay!
El hombre se pone de pie, arroja la toalla contra el suelo y escucha cómo los truenos se vuelven más estridentes en el exterior.
— Esto es una locura, tú mismo dijiste que él era tu alfa, que era el destino y todas esas estupideces de las que me reí ¿Y ahora piensas que simplemente puedes acabar con esto?
— Tú no entiendes, Loki. Eres un Dios al que le dio igual meterse con su hermano mayor, ni el incesto ni ningún tabú puede ponerte freno cuando tu alfa te elige.
Loki hace una mueca y se acerca para recoger la toalla, la extiende y atrapa sus cabellos para revolverlos frenéticamente en un ademán inadecuado para secarle.
— No confundas, Stark. Thor no me eligió a mí, yo elegí ser su omega.
— Al menos tú pudiste elegir... él y yo podremos ser almas destinadas, pero definitivamente no hay un capítulo en nuestra historia para estar juntos.
Los rayos cesan, la oscuridad cubre el departamento y el olor a madera y libros viejos que emana del pelinegro ayudan a que Edward vuelva a respirar con normalidad, aunque las lágrimas no quieren detenerse y su cuerpo arde tan fuerte que se odia por sentir.
— Eres un omega de 30 años, encontrarás a alguien más.
Anthony no cree ni una sola palabra, aprieta tanto la mandíbula que escucha sus dientes tronar, las piernas le flaquean y entierra su rostro en el pecho de Loki.
— Siempre será él, no importa qué.
— ¿Y estás seguro de esto? Thor me encontrará y luego me arrastrará a Asgard, no habrá vuelta atrás.
El hijo prodigio, dueño de una compañía internacional, alza la mirada, un nuevo destello en el cielo se cuela por la ventana e ilumina la clara sentencia del Hechicero. Su cuerpo tiembla y la mordida de su cuello, aún fresca, palpita con dolor, el castaño se lleva la mano hacia la herida de amor y cierra los ojos.
— Desde el momento en que le conocí, no había forma de retroceder.
Y Tony lo sabe, a partir de ahora siempre estará roto.