Crueles Intenciones

Aclaración: Ninguno de los personajes de Marvel me pertenece, tampoco la historia de la película Cruel Intentions, basada en el libro Relaciones Peligrosas. Esto es solo una adaptación.


El tráfico de Nueva York se había comportado bastante bien en ese día viernes, era casi un milagro que un comienzo de fin de semana la carretera estuviera relativamente normal, teniendo en cuenta que muchos estudiantes iniciaban las clases el lunes. Steve manejó detrás del auto de la familia Barnes, se maldecía internamente por no haber tomado un taxi hasta el Aeropuerto, quizás si lo hubiera hecho podría estar junto a su amigo en este momento en el mismo auto. Sonaba exagerado, pero ya había pasado los suficientes años sin él. Pareció un sueño el momento en el que entraron a su barrio casi residencial, dirigiéndose a la lujosa casa de Los Barnes. Steve sonrió y se hizo a un lado a la derecha pasando el auto de los mencionados, pisó el acelerador y se perdió de vista. Al doblar la esquina de su antigua casa, Bucky pudo ver a Steve sentado sobre su auto, esperándolo en la puerta. Sin dudas el Capitán era todo un imbécil al que le encantaba lucirse.

—Capitán América —le dijo Bucky saliendo del auto, Steve le extendió la mano y nuevamente se abrazaron, esta vez con más calma—, ahora si luces como un verdadero líder, ya no eres el imbécil de Brooklyn al que todos golpeaban.

—Como podrás ver, todos cambiamos Buck —al dirigirse al auto de la familia comenzó a ayudar con el equipaje, que era bastante—, ahora dime tú si ya perdiste tu virginidad.

Los presentes soltaron una carcajada, los padres de Bucky ya estaban acostumbrados a la personalidad de Steve. Gracias al ánimo de esos dos jóvenes la tarea de llevar las maletas de James hasta su habitación fue bastante amena. Una vez que el equipaje estuvo dentro, tuvieron la idea de ir a cenar, sin embargo decidieron ordenar una gran presentación de Sushi para que disfrutaran en familia, Steve lo era desde niño.

James aprovechó para contarles a sus padres de anécdotas y vivencias en Rumania, se sentía realmente feliz de estar ahí. El Capitán lo conocía, sabía que cuando estuvieran solos le contaría mil cosas más que obviamente no podía compartir con sus padres, ya que seguro era bastante ilegal. Llegó la una de la madrugada y los mayores decidieron irse a dormir, abrazaron a su hijo como nunca antes. El par de amigos subieron a la habitación del dueño de casa, al abrir la puerta de la misma ambos miraron con asombro el increíble cambio del lugar. La cama fue el objetivo principal de James, quien aprovechó para dejarse caer en ella con desgano.

—Eres realmente cómoda… —susurró cerrando sus ojos.

—No sé quién fue el que remodeló tu habitación, pero se ve excelente —Steve caminó dando vueltas por aquel lugar. Las paredes eran negras con detalles en blanco, como las puertas y las ventanas, todo era de esos colores—. La misma habitación de toda tu vida, pero totalmente diferente. Crecimiento, ahora ya subiste de nivel.

—¿Desde cuando haces un análisis exhaustivo de todo? —preguntó su mejor amigo incorporándose en la cama, mirándolo con gracia y una expresión de curiosidad.

—Bueno, se ve que mi psicóloga hizo muy bien su trabajo —sentenció sentándose a su lado.

—Amigo… necesitas contarme cómo demonios ocurrió todo eso.

—Pues no sé, por alguna razón tengo ese superpoder de convencer a la gente, debe ser que soy muy carismático como decía mi madre —bromeó.

—Tienes que ser honesto en esto —advirtió Bucky mirándolo fijamente, el otro asintió con seriedad—, ¿qué tal la chupaba?

—Puedo asegurarte que lo hacía incluso mejor que su hija, la maldita tenía experiencia —rieron al unísono—. La extrañaré, aunque seguro me odie ahora.

Bucky se puso de pie y se estiró cual gato en la mañana desperezándose, Steve lo miró curioso y subió una ceja.

—¿Acaso ya me vas a echar? —soltó Rogers al tiempo que mordía sus uñas.

—Imbécil, tengo demasiado que contarte, y que mostrarte —se acercó a un bolso color negro que estaba colgado al lado de la puerta, al abrir metió la mano dentro y sacó un frasco de tamaño considerable, dentro de él había flores, las que a ellos les gustaba—, pero antes de esto, buscaré algo de cerveza. Espérame.

—Pero que… —Steve no pudo evitar separar sus labios en una clara expresión de sorpresa mientras el mayor le pasaba ese frasco— ¿Cómo mierda pasaste esto por el Aeropuerto? —cuestionó con una sonrisa mientras abría el frasco, respiró el aroma que aquello desprendía.

—Ese secreto morirá conmigo —aseguró su amigo saliendo rápidamente por la puerta.

—¡Si tuviste que metértelo dentro del culo, o chupársela a los de seguridad prometo que no diré nada! —la respuesta de su amigo, sonó tan lejos que fue inentendible para él. Se puso de pie y dejó aquel frasco sobre el escritorio y decidió continuar mirando los cambios de aquella habitación la cual por años también fue la suya. Todo estaba en orden, sin embargo una caja algo sucia y vieja yacía en un rincón, su curiosidad lo llevó directamente allí.

Se arrodilló y sopló la parte superior, pasó sus manos y no dudó en abrirla. Eran cosas viejas, algunas cosas que aparentemente no habían descartado de la habitación cuando su mejor amigo se fue. Había muchos papeles, libros de antaño y casi debajo de todo, un cuadro que por su tamaño no salía fácilmente. El presente allí metió ambas manos consiguiendo sacar aquel objeto. La foto en medio hizo que su garganta se volviera pequeña y apretada, la angustia lo recorrió completo. En aquel cuadro había seis fotos de solo dos personas: Bucky y Natasha a través de los años. En las primeras se veía una fuerte transición de ellos juntos sentados algo alejados siendo unos niños que apenas pasaban los once años, las siguientes eran ellos juntos, algunas compartiendo un beso, y en cada una la vista de Steve se fijaba en la en ese entonces rubia. La última foto llamó su atención haciéndole el trabajo de respirar algo dificultoso, ambos estaban compartiendo un profundo beso en alguna playa, quizás California. Ella estaba sentada en sus piernas y él la abrazaba colocando sus manos peligrosamente cerca de sus senos ligeramente cubiertos por una bikini blanca.

—Odio mi curiosidad… —susurró. El ruido de las escaleras lo alertó y rápidamente dejó el cuadro sobre la caja al revés, para así ocultar la foto. Limpió sus manos en su ropa y se sentó en la cama nuevamente.

—No te quedes ahí sentado y ayúdame —reprochó Bucky cargando a duras penas al menos cinco botellas grandes de cerveza Corona.

Ambos muchachos dejaron las botellas en el suelo de la habitación, precisamente junto a un ventanal enorme a través del cual podían ver la hermosa noche Neoyorquina. Se sentaron en el suelo de forma desprolija y Buck abrió una botella dando un largo sorbo, se la pasó a Steve quien repitió la misma acción.

Sin que pasara mucho ya habían bebido la mitad de alcohol, ya comenzaban a reírse con más fuerza de cosas estúpidas como la sombra gigante de un mosquito que se posaba sobre la lámpara de dormir. Steve se puso de pie y tomó el frasco del escritorio y antes de sentarse nuevamente, sacó su billetera del bolsillo trasero de su jean, de allí tomó unos cuantos papeles delgados y casi transparentes.

—¿El gran Steven Rogers me hará el favor? Este servicio no existía en Rumania.

—Eso te pasa justamente por haberte ido a un lugar tan espantoso.

Bucky miraba con curiosidad como su mejor amigo comenzaba a hacer pedacitos el contenido del frasco, la cantidad suficiente. Steve colocó la hierba en medio de aquel fino papel, lamió un costado del mismo y lo hizo cilindro con ayuda de sus dedos expertos, coronó aquella rápida jugada enrollando los extremos para que nada se saliera. Se lo ofreció a James junto con un encendedor.

—Steve, eres mi maldito héroe —no podía creerse lo que había visto. No es como si nunca hubieran fumado antes, sino que eran dos imbéciles que no podían hacerlo bien, y mucho menos con tanta rapidez—, este es el Capitán que necesito.

James colocó el cigarro de marihuana en sus labios y frunció el ceño al momento de encenderlo. Fumó conteniendo lo más que pudo en sus pulmones, soltó aquel humo lentamente por la boca para finalizar tosiendo un poco. Steve se rió tomando entre sus dedos el preciado objeto.

—¿Qué ocurre amigo, está picante? —se burló copiando su acción.

—Mejor cállate, esto no es como la mierda que fumas aquí maldito imbécil —soltó una carcajada, la cual se intensificó al ver a su amigo toser mucho más que él—. Eso te pasa por presumido.


Ese mismo sábado en la madrugada, mansión Rogers, Nueva York, Manhattan.

Natasha se encontraba sentada en su cama mirando su móvil fijamente, sus manos sostenían su rostro con impaciencia, necesitaba leer noticias que estuvo esperando durante todo el maldito día. Suspiró resignada apoyando su espalda en el marco de la cama, su ansiedad estaba en niveles enormes. Para su suerte, sus pensamientos se vieron interrumpidos con una llamada de su mejor amiga María Hill, con prisa respondió.

"Hill, hola, hola. ¿Pudiste verlo?"

"No, Nat, estaba bastante lejos cuando me llamaste, para cuando llegué a mi casa James ya estaba dentro de su casa con Steve y sus padres, y desde entonces no han salido."

"Demonios Hill, te la pasas encerrada en tu casa y cuando Bucky regresa se te ocurre irte."

"¿Disculpa? Tal vez si me hubieras avisado con anticipación hubiera estado esperando en la ventana de mi habitación con binoculares."

"Olvídalo. ¿Tus padres tampoco lo vieron?"

"Pues mi padre, estaba lavando su auto fuera cuando vió a James recibiendo a un muchacho del delivery. Se acercó a saludarlo, dice que está irreconocible."

Natasha sintió como su corazón se aceleraba.

"¿Irreconocible bien o mal?"

"¡Bien! Me dijo que ya no es un flacucho de lentes, me juró que incluso se ve atlético y hasta algo musculoso. Y que se viste mucho más cool… y que se ve sano."

"Algo es algo… Hill, te agradezco. Lo mejor es que vaya a dormir. Te quiero, te veré mañana."

"Nat, no deberías estar pensando en él. Te quiero, mañana hablaremos mejor en tu casa."

Al momento de colgar, sintió que no podía quedarse de brazos cruzados, no importaba que fuera de madrugada, no importaba nada. Debería verlo así sea de lejos. Nuevamente tomó su móvil y comenzó a llamar a Steve, lo intentó unas cuatro veces y apenas a la quinta contestó.

"¿Se puede saber qué quieres?"

"Tu papá está muy preocupado por ti… ¿Estás bien?" La pelirroja pudo notar que Steve no estaba sobrio por la soltura de sus palabras.

"¿Qué hora es? Dile que estoy bien, que ahora estoy muy drogado y ebrio para conducir pero que luego voy. Es decir, no le digas lo de que estoy drogado, solo dije que luego voy."

"Ay no, hermanito no puedo dejarte volver así. En diez minutos estaré allí para traerte."

"No, Natasha, te agradezco, estoy bien…"

"Me pongo zapatos y voy. Espérame."

Saltó de felicidad, salió rápidamente de su habitación con su móvil en mano.


Casa de Los Barnes, Nueva York, Manhattan.

Steve y Bucky se encontraban dormidos en suelo alfombrado junto a la ventana, a través de la misma entraban los primeros destellos de claridad. Alrededor de sus personas totalmente intoxicadas se encontraban varias botellas vacías de cerveza y cenizas, el frasco de la gloria sin tapa y algo de desastre.

Nuevamente el móvil de Steve comenzó a sonar, tenía que ser una maldita broma de mal gusto. Con confusión vió el mensaje de su hermanastra, estaba esperándolo en la puerta. Por suerte estaba demasiado ido como para entender de primera mano que su mejor amigo y la mujer que amaba estaban demasiado cerca.

—Eres tan, tan insoportable… —bufó al tiempo que comenzaba a gatear hasta la puerta. Su mejor amigo abrió un ojo con dificultad.

—¿A dónde vas? —preguntó girándose a un lado en un fallido intento de incorporarse.

—Tengo que irme —logró ponerse de pie con dificultad, sostenía el pomo de la puerta como si de ello dependiera su vida, con su mano restante trataba de aclarar su vista—. Dejaré mi auto, mañana lo buscaré.

—Mañana lo llevaré a tu casa, así de paso puedo saludar a tu mamá...

—Mi madre está muerta, imbécil…

—Cierto, claro —logró subirse a su cama por milagro—. Tu padre, eso. Bueno ya vete, tengo sueño, y eres un marica por no quedarte.

—¿Por qué no te mueres? —rió el de ojos azules— te quiero, inútil.

—Que lindo, me tientas a besarte —soltó seriamente Bucky con su rostro en la almohada—, te quiero hermano.

—Para tu desgracia, no soy gay —dejó las llaves de su auto sobre el escritorio y con dificultad salió del lugar.

Sintió que fueron años los que tardó hasta alcanzar la puerta, agarrándose de todo a su paso para no caer. Intentó no hacer demasiado ruido para no despertar a nadie, salió y ya fuera no le importó hacer el ridículo caminando en zigzag hasta el auto gris que lo esperaba. Subió en el asiento de acompañante encontrándose con Natasha, quien miraba hacia todas las ventanas de la casa.

—¿Y James? —preguntó directamente.

—No me molestes y llévame a casa —respondió tajante.

—¡Steve! —soltó molesta.

—¡¿Acaso lo ves aquí?! —le gritó evidentemente molesto.

Natasha parpadeó y lo miró muy sorprendida, jamás en la vida Steve le había levantado la voz, menos de esa forma, sintió como si aquello la hubiera herido levemente. Sin decir nada más se limitó a poner el auto en marcha y conducir en silencio hasta su casa.


Nueva casa de la familia Maximoff, Nueva York, Manhattan.

Una chica de cabello caoba se encontraba sentada en el piso de una enorme habitación vacía pero repleta de cajas. Con paciencia sacaba cada objeto y lo limpiaba con una franela y un spray limpiador, su ritmo era hipnotizante. Al concluir con otra caja, tomó una algo más grande arrastrándola hasta su lugar, eran cuadros, el primero que tomó hizo que sus enormes ojos color agua se quedaran estáticos, una de las últimas fotos que se había tomado con su hermano gemelo, sonrió con nostalgia. Las yemas de sus dedos recorrieron lentamente el vidrio que cubría la imagen, deseaba que ese vidrio no existiera y que pudiera acariciar el rostro de su hermano, seguramente era tibio y no frío como el objeto en sus manos.

—Te prometo que volverás a verlo… —un hombre de acento inglés, rubio y de apariencia algo más adulta se sentó a su lado.

—Seguramente estaría ahora mismo desempacando con música, Coldplay a todo volumen, y yo... —suspiró terminando de limpiar el cuadro— estaría aquí sentada, pidiéndole que repitiera nuestra canción favorita.

—Hymn for the weekend —concluyó él.

Wanda lo miró con una sonrisa de medio lado, Vincent acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja de su adorada novia, y devolviéndole la sonrisa selló el momento con un beso en la mejilla. Se puso de pie y le extendió la mano para que hiciera lo mismo.

—Te mostraré algo que estuve practicando.

—¿Y qué es? —preguntó ya más animada.

—Es una canción que adoro —le explicaba animadamente mientras caminaban hasta una enorme sala de paredes blancas, solo había un piano junto a la ventana—, extrañamente no te la he enseñado aún, y es que esperaba estar en Nueva York para hacerlo.

Vis tomó lugar frente al piano y Wanda se sentó a su lado, observaba con la misma admiración de siempre como hacía una pequeña introducción instrumental deslizando sus dedos en las teclas. Comenzó con alguna obra clásica, lo sabía porque ya la había oído antes, hizo una pausa y le sonrió ampliamente tocando una melodía mucho más animada, dándole comienzo a la canción.

I don't drink coffee, I take tea, my dear

I like my toast done on one side

And you can hear it in my accent when I talk

I'm an Englishman in New York

Wanda estaba fascinada con su voz, con la facilidad con la que desarrollaba esa melodía en el piano, y a su vez él la miraba como si fuera su mejor inspiración.

See me walking down Fifth Avenue

A walking cane here at my side

I take it everywhere I walk

I'm an Englishman in New York

Oh, I'm an alien, I'm a legal alien

I'm an Englishman in New York

Oh, I'm an alien, I'm a legal alien

I'm an Englishman in New York

Las personas que estaban sentadas en mesas de madera bajo sombrillas elegantes fuera de Starbucks observaron como un camaro rojo que relucía, estacionó de forma rápida en la parte de la calle que estaba permitido. De aquel auto salió un muchacho bastante joven, traía el cabello húmedo y una camiseta blanca en conjunto con un pantalón jean negro al cuerpo.


Bucky guardó las llaves del auto de Steve en su bolsillo y del otro sacó su billetera entrando en aquel lugar, para su suerte aunque las mesas estaban repletas, no había nadie para ordenar. Observó la lista de opciones y se inclinó por un frappuccino de frutilla, no quería nada de cafeína por ahora. Miró a un lado al escuchar una voz femenina acercándose, una mujer algo mayor que él la cual parecía salir de una oficina, traía un café con hielo en la mano. La morena se resbaló a lo que nuestro caballero la ayudó rápido para que no cayera, aunque al instante se arrepintió al sentir un frío intenso en su pecho y brazo derecho.

—Lo siento —se apuró la mujer intentando remediar algo pasando su mano por la camiseta empapada de James—, de verdad cuanto lo siento. No debo andar con tacones cuando llevo tantas horas sin dormir.

—No, de verdad no te preocupes —se apresuró a decir él notando que la mujer se sintió mal.

—No, de verdad permíteme hacer algo por ti —le hizo un gesto con la mano y se dirigió a la mesa más cercana tomando algo de su bolso, ahora sí que se sentía confundido, aunque no pudo pensar mucho más ya que en la caja estaban llamándolo para que retirara su pedido.

—Toma —se acercó nuevamente aquella morena de ojos oscuros, le dio un papel doblado—. No dudes en escribirme si necesitas comprar otra camiseta, o lo que sea en que pueda ayudarte.

James no respondió, solamente sintió sus instintos de cazador activarse al escucharla. Su sonrisa encantadora no tardó en aparecer haciendo que la mujer copiara su acción antes de salir de aquel lugar.

Dio un sorbo a su bebida mientras salía de aquel lugar sintiendo las miradas fijarse en su persona, como si nadie hubiera tenido un accidente con una bebida antes, por favor. Se agradeció internamente por haber elegido un pantalón negro, de lo contrario tendría que estar regresando a su casa.

"¿Huh?"

"Estoy yendo a tu casa, tuve un pequeño accidente con una morena preciosa que llenó mi camiseta blanca de café."

"¿Seguro que no fue un sueño húmedo?" Cuestionó divertido y soñoliento Steve.

"No, pero lo será. Estaré en diez minutos allá, te quiero despierto, sobrio y duchado, tenemos mucho que hacer. Y por cierto, préstame una camiseta."

"Hecho, ya buscaré una. Te espero, y cuida mi auto, no quiero más accidentes con morenas."

Cortó la llamada, adoraba que su mejor amigo tuviera un especial buen humor hacia él incluso cuando interrumpía su sueño, sin dudas era el mejor.


Natasha observaba frente al enorme espejo que cubría completamente una de sus paredes como aquella bikini se adhería perfectamente a su cuerpo resaltando sus curvas, era simplemente color negro pero tenía algunas tiras extra que se cruzaban en su abdomen y espalda haciendo que se viera sensual. Se puso un poco de manteca de cacao en los labios y nada más, ¿quién usaría maquillaje en un día tan caluroso? En el que además estarían en la piscina.

María también estaba allí, quien estaba usando la misma bikini que su mejor amiga, pero en color blanco. Honestamente no se sentía de lo más cómoda usando algo tan sexy y que dejaba tanto de su cuerpo a la vista, pero que más daba, estaban solo ellas y sus móviles que registrarían bastante material para Instagram.

—¿Crees que debo dejar mi cabello así? —preguntó la pelirroja.

—Se ve bonito con tus ondas naturales —respondió mientras recogía su cabello—, pero lleva algo para recogértelo por si te hace calor, así como yo. Y por cierto, adoro que tu piscina esté en tu jardín trasero, así puedo sentirme más cómoda con este atuendo.

—Hill, no seas exagerada —rió Nat—. Si no enseñas ahora que eres joven, luego te arrepentirás.

—Tienes razón —sonrió mirándose al espejo—. Oye, ¿y el auto de Steve? No lo vi afuera.

—No tengo idea, probablemente el imbécil estaba tan ebrio que ni siquiera él sabe dónde lo dejó —suspiró—. Cuando llegue una multa por estacionar mal probablemente sepamos.

Sin más dejaron la habitación de Nat, lo único que llevaban consigo era sus móviles. Un defecto que tenían el par de amigas era que hablaban muy fuerte, gritaban mucho y se reían de forma estruendosa, cosa que solo ocurría cuando estaban juntas, tal vez por eso tuvieron que callarse al bajar la escalera, ya que no sabían con certeza si el timbre de la casa estaba sonando. María caminó por el living hasta llegar a la puerta, miró por la ventana y su expresión era confusa.

—Alguien trajo el auto de Steve, pero no sé quién es, no puedo verlo.

—Dios santísimo… —Natasha blanqueó los ojos ante la posibilidad de que sea un extraño reclamando algo, o algún desastre que haya causado su hermanastro.

—Déjame ver, les diré que no están —la pelirroja asintió y esperó dentro mientras la de ojos verdes salía, no tardó nada en volver a entrar—. Creo que se regresó al auto.

—Lo que sea que es, lo enfrentaré yo hasta que mi mamá regrese —dijo molesta acomodándose la bikini—. Mientras tanto, por favor ve a llamar al inútil de Steve.

Natasha se dirigió hasta la puerta y vio un muchacho de espaldas que estaba quitándose la camiseta, el mismo se dio la vuelta en un segundo al notar que había alguien detrás. Bucky y Natasha se vieron por primera vez en probablemente cuatro años, se miraron a los ojos instintivamente. Así pasaron unos segundos en los cuales la chica no pudo disimular su eterna sorpresa, desvió su mirada por su entero ser, se veía un millón de años luz diferente. Su torso estaba marcado, sus brazos, incluso juraba que antes no era tan alto. Se veía bien, su corazón empezó a moverse fuerte en cuanto recordó que debía latir.

Por su parte James la observó teniendo el pensamiento reflejo e inconsciente de que seguramente no existía una mujer más hermosa en la tierra que ella, el color rojo en el cabello acentuaba toda la belleza natural que poseía, no pudo evitar sonreír al tener su vista en ella, ella hizo lo mismo. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido con ellos dos mirándose con una sonrisa.

—Hola James —soltó con naturalidad y una sonrisa.

La voz de Natasha atravesó su cabeza como si fuera una lanza, los flashbacks de la última vez que se vieron llegaron a su mente como recuerdos del horror más grande que había vivido en su vida. Aquel pensamiento de la mujer hermosa que tenía frente a él se desvanecía lentamente con cada recuerdo del día más doloroso de su vida, día que la tenía como protagonista.

—Natasha —le dijo con la misma sonrisa aún luego de aquella explosión de recuerdos, si algo había aprendido en sus años en Rumania fue a dominar sus emociones, que lo que pasara en su cabeza fuera imperceptible para los demás. Tanto así que la mencionada, no pudo notar que detrás de esa sonrisa y esa expresión serena, los sentimientos de rechazo hacia su ser estaban en su nivel más alto.

Bucky desvió su mirada hacia la otra chica que cruzaba la puerta, se trataba de su vecina de casi toda la vida, María Hill. Su sonrisa y expresión de felicidad si fueron evidentes, abrió su boca y subió ambas cejas pasando por el lado de Natasha como si no existiera, para así poder abrazar a su vecina. El rostro de Natasha se desfiguró.

—María, que gusto verte —aseguró soltándola para luego sostenerla por los hombros sin ocultar su evidente felicidad—. Casi no te reconocí.

—Mi papá me dijo que te vio cuando llegaste y que te veías diferente, pero nunca imaginé que tanto.

—Tu papá se ve exactamente igual, los años nunca corrieron para él —James se vio interrumpido en cuanto una prenda chocó contra su rostro.

—Toma Romeo —le dijo Steve apareciendo—, quizás te haga falta.

Bucky se colocó la camiseta ante la vista poco disimulada de las féminas presentes. Steve había llegado exactamente en el momento en que su mejor amigo pasó por el lado de su hermanastra ignorándola para luego abrazar cálidamente a María. Eso significaba solo una cosa: a él ya no le importaba. Eso aliviaba todos los pensamientos que lo acechaban.

—Hermano esta camiseta me queda excelente, lamentaré mucho si algún día ya no regresa —se trataba de una color blanca con el logo de Gucci en la espalda.

—Te conviene que regrese, es una de mis favoritas —se acercó abrazando a su amigo con una palmada, como si no se hubieran visto hacía tan solo unas horas.

Natasha estaba más que dolida, James abrazó a María y su emoción fue evidente, había estado con Steve todo el día de ayer y aún así lo abrazaba. Aparentemente solo fue distante con ella, y eso no podía quedarse así. Notó que Steve traía en una de sus manos su diario, eso le dio una gran idea.

—¿Ese es tu diario? —preguntó la rojiza.

—Sí, es que debo anotar algunas cosas importantes.

—Claro, aprovechando que tu novio ahora está aquí seguramente pueden organizar bien la fiesta, ¿no? —soltó con una risa y ese tono de maldad que todos conocían allí.

—¡Natasha! —soltó enojado Steve.

—¿De que fiesta hablan? —preguntó el recién llegado.

—Steve está preparando una fiesta a lo grande para celebrar que llegaste —dijo como si fuera lo más obvio del mundo, Hill colocó una mano en su rostro intentando disimular la incomodad que sentía.

—Te dolió mucho no estar invitada al parecer —se acercó Steve con mucha molestia.

James entendió todo, su mejor amigo estaba organizando una fiesta sorpresa para celebrar su llegada, y Natasha estaba intentando arruinarlo, como siempre y como había pensado, nada había cambiado en esa mujer.

—Espera, ¿de verdad estabas planeando eso por mí? —Steve subió los hombros en claro gesto de resignación.

—Era sorpresa —dijo mirando fijamente a su hermanastra.

—Cuanto lo siento, nunca mencionaste que fuera sorpresa —su tono fingido era de lo más detestable.

—Steve, esto es bueno, esto es muy bueno —aseguró tomando a su mejor amigo por los hombros—. Ahora que yo sé, digo que podríamos posponer la fiesta un poco así cuando haga amigos en la universidad, pueden ir —le guiñó un ojo—. Más chicas hermosas, más gente, puede ser una fiesta épica.

—Y de paso puedes contribuir con dinero —añadió Steve con complicidad, recuperando todo su ánimo—, y no es por el alcohol y las cosas ilegales, es que seguramente tendré que reforzar el presupuesto que iba destinado a condones y esas cosas.

—Definitivamente hay que mejorar ese presupuesto amigo—respondió Bucky intentando contener su risa.

Ambos amigos comenzaron a reír a lo que Hill se sumó, Natasha estaba seria e indignada. Steve divisó a lo lejos un BMW color negro con detalles en naranja que se acercaba.

—Estoy seguro que a mi socio contribuyente le encantará la idea de mejorar el presupuesto e invitar más gente.

—¿De verdad? Me encantaría saber quién es ese socio —preguntó el rumano.

—Pues allá viene —Steve levantó el brazo saludando a alguien a lo lejos, los tres restantes voltearon hacia la calle.

Se aceraba con AC/DC a todo volumen, precisamente se encontraba casi terminando la canción Shoot To Thrill. El auto estacionó frente a la casa y bajó la ventanilla polarizada dejando escuchar los acordes finales de la canción. Un muchacho con algo de barba, el cabello algo desordenado y lentes negros sonrió.

Natasha se quejó molesta dándose la vuelta y adentrándose en su casa al notar de quien se trataba, no podía ser que su día estuviera tornándose tan complicado.

—Buenas tardes —dijo quitándose los lentes—, veo que llegué a tiempo para la reunión.


¡Holaaa! Si llegaste hasta acá, quiero decirte que gracias.

Voy a comenzar esto disculpándome por no haber podido actualizar antes, estuve haciendo una mudanza de habitación la cual queda en otro piso, así que estuve ocupada en eso, y para agregarle estuve sin lentes, hace poco pude recuperarlos y ahora estoy más que lista para escribir con más frecuencia. Me gustaría decirles que si en algún momento quisieran decirme algo, ya sea una sugerencia o lo que sea, en mi información dejé unas redes sociales que hice con el fin de poner algo de material extra a medida que vaya subiendo más historias, pueden hablarme ahí. Nos leeremos pronto.