CCS y sus personajes son obra de CLAMP y esta historia es por mera diversión.

Capítulo 1

Si hay algo que aprendí apunta de porrazos y golpes, es que detesto la impuntualidad de la gente. Muchos podrían burlarse de mí por decir algo como eso, lo sé, incluso yo misma me sorprendo, porque cuando era más pequeña, específicamente cuando iba a la escuela y luego a la universidad, siempre, pero créanme que siempre fue una batalla el tener que llegar a la hora.

Todo cambió cuando comencé a trabajar en el estudio de fotografía Heaven's Studio.

Esto del amor a la carrera la adquirí gracias a mi buena y gran amiga ―y prima― Tomoyo Daidouji. Ella siempre tuvo una seria obsesión conmigo en hacerme modelar sus diseños y a la vez grabarme o sacarme fotos con susodichos trajes. La verdad, es que pensaba que era una locura, pero una vez que veía el resultado final plasmada en una imagen, encontraba que todo era demasiado hermoso. Como explicarle a la gente lo que una fotografía o el ojo de una persona podía captar de otra, resaltando no solo la belleza de la persona, sino que va más allá de eso, en captar un momento específico: tristeza, alegría, enojo… explicar qué es para mí la fotografía sería una larga charla de todo un día quizás.

Después de todo, mi prima sí se convirtió en Diseñadora de Moda y gracias a ella es que yo me fui por el camino ya antes mencionado.

―Bien, estamos listos con la sesión ―le dije a la mujer mientras miraba una vez más las últimas fotografías sacadas en la cámara―. Los detalles los puedes ver después con la encargada.

―Muchas gracias ―dijo ella y yo sonreí.

―La sesión quedó preciosa. Te va a encantar.

Coloqué la correa de la cámara por mi hombro y salí de la habitación para caminar hasta el cuarto de la sesión de los diseñadores, donde descargaría las fotos en los mac para luego proceder a mostrárselas a la clienta y que ella, con mi ayuda o la de una asistente capacitada, eligiera las mejores para el álbum. Esa era la rutina que siempre se hacía con los clientes.

Al cabo de unos minutos, miraba el reloj con ansias porque ya quedaba poco para poder retirarme a mi casa, aunque ya de por si salía más tarde de lo normal. Y en realidad no había mucho que hacer, quizás ponerme al día con la serie de Netflix que he estado viendo últimamente, o tal vez me pondría a jugar un rato por el computador. Eran mis métodos para despejarme de la realidad.

Suelo ser una persona bastante nerd y no me avergüenza reconocerlo a esta edad, aunque tampoco rayo en la exageración, pero estas cosas me gustan y me hacen tener momentos felices conmigo misma.

De un momento a otro, me percato de que mi jefa se acerca hasta mi persona, e intuyo que algo va a suceder, porque veo en su rostro una cara de algo así como ¿súplica? Y sé precisamente qué es lo que significa, pero trato de hacerme la desentendida, sólo por jugar un poco.

―¡Sakura! ―me habló la mujer―. Hay una pareja que tenía sesión programada para hoy. Y… ¿Adivina qué?

Lo supuse, porque ambas revoleamos los ojos para decir sin duda:

―Viene atrasada ―dijimos al unísono.

―¿Puedes quedarte más tarde? ―me preguntó con algo de incomodidad. Sabía que a ella a veces no le convenía pagar horas extras a sus trabajadores, porque la responsabilidad de cada uno era cumplir las horas estipuladas en el contrato de trabajo. Además, por mucho amor que le tengas a tu empleo, a nadie le gusta pasar más tiempo trabajando de lo que es debido. Pero si aceptaba, podía llegar a un acuerdo y podría entrar más tarde un día en que no tuvieran clientes asignados para fotografiar, porque, no lo mencioné antes, pero somos cuatro personas encargadas de eso. Yo llevo un poco más de dos años trabajando con Satsuki Neiko, la mujer que me miraba esperando una respuesta para lo propuesto.

Observé el reloj de mi celular, eran pasadas las 19:30 y se supone que a las 20:00 yo me retiro.

―Está bien ―dije con algo de pesar.

Ella me sonrió y me dio unos leves golpecitos en el hombro para animarme. Era una mujer bastante comprometida con su labor, además era buena persona y buena líder, por algo el estudio fotográfico ha salido adelante.

Decidí entonces caminar hasta la cocina con la intención de esperar que llegaran los clientes. Me preparé un café para poder despertar de todo, ya que el cansancio del día se estaba acumulando en mis hombros y mi espalda. Me estiré dentro de lo posible, desearía que mis huesos sonaran y así sentirme menos estresada. Aunque un masaje de pies a cabeza no me vendría nada mal.

Al cabo de unos minutos después, los clientes habían llegado. Se trataba de una pareja de recién casados que esperaban a su primera hija. Ella con seis meses de embarazo. A pesar de todo, me encantaba fotografiarlas. Las mujeres embarazadas poseen una belleza extraordinaria. La sonrisa que ellas irradian al momento del flash siempre suelen ser demasiado natural.

Subimos al segundo piso del lugar y me asignaron a Maaya, una chica encargada de prestar ayuda a los padres, quien tenía todo preparado en el lugar: las telas para vestir a la mujer, las flores que adornarían su cabello y sus alrededores, los fondos de paisajes que iban variando según la pose y la toma que solíamos hacer, las luces para darle un juego especial a la madre. Además de eso, la habitación continua también estaba lista, que era la contraparte de esta, ya que poseía un fondo de color negro, por lo que cual se mostraba otro tipo de fotos.

Al terminar la sesión fotográfica, ya eran alrededor de las 21:30 de la noche, tuvimos que seguir el proceso de mostrar las fotos a la pareja, o de lo contrario podrían venir al día siguiente en el horario que más le acomodaban para seleccionar las fotos para el álbum. Ellos quisieron aprovechar el momento, así que nos dirigimos a la sala con una gran pantalla led y conecté la cámara a esta para así poder mostrar las fotos y hacer la selección según lo que la pareja escogiera y las que yo misma les iba sugiriendo.

Ya me sentía cansada, mi cuerpo no daba más. Además a eso le sumo que estoy muerta de hambre y sueño.

Me retiré de allí a eso de las 23 horas. Hubiera sido maravilloso que la semana acabase hoy, pero aún quedaban dos días más para el fin de semana y yo sentía que no daba más. Estaba agotada y lo que más deseaba en este momento era una ducha caliente y mi cama. Mañana llegaría un poco más tarde, ya lo había hablado con Satsuki, por lo que no puso mayor problema. Era una de las ventajas de este tipo de trabajo y de tener la confianza con ella.

Alcancé a tomar el bus y me coloqué los audífonos y busqué una de las playlist de spotify para poder hacer más grato y llevadero el viaje hacia casa. Por lo menos tenía unos treinta minutos de recorrido, era la ventaja de trabajar casi al extremo de Tomoeda, pero por suerte, seguía siendo en mi ciudad natal.

He vivido acá durante mis veintinueve años. Y recién cumplidos hace unos días. Con Tomoyo celebramos junto con otros amigos en mi casa, donde he vivido siempre. Y aunque todos llevamos una vida ajetreada, ese momento fue especial, porque era una de las tantas tradiciones que nos habíamos impuesto todos, para no perder la comunicación con aquellos que son tus amigos de toda la vida.

Mientras tanto, estaba sentada en el bus, comencé a revisar mis redes sociales. Sí, también tengo una leve adicción a ellas, pero bueno, suele ser informativo y divertido y otras veces desesperante. Pero lo que más llamó mi atención fue una noticia en facebook bastante comentada por mis contactos, sobre un artista proveniente de China, que quería expandir su trabajo hasta el país nipón. Cuando vi la foto de éste me llevé una gran sorpresa al ver de quien se trataba. Era un connotado compositor y pianista chino, conocido por sus trabajos en varias películas. Y él, era mi antiguo compañero de escuela.

―Shaoran… ―susurré.

Cuando me di cuenta de donde estábamos, tenía que haber bajado en la parada anterior, por lo que me apresuré a pedirle al chofer que se detuviera y bajé, sin antes darle las gracias. Me sentía abochornada. Tener que caminar unas cuantas cuadras más por andar pendiente del teléfono celular y no del viaje.

Caminé rápidamente por las calles. La noche estaba fresca y un escalofrío me recorría la espalda. Aunque fuese plena primavera, las temperaturas seguían siendo muy cambiantes.

Releí una vez más la noticia de mi amigo. Hace muchos años que no sé nada de él, con suerte sólo nos saludamos para los cumpleaños y he visto una que otra foto por facebook sobre su vida. Eso y unos cuantos likes a algunas fotos.

―Mierda… ―maldije al tropezarme mientras caminaba sin fijarme por donde iba. Bufé, estaba haciendo este día demasiado tedioso de lo que ya era, por lo que seguí caminando un poco más para llegar hasta casa. De verdad que necesitaba pronto acostarme a dormir.

Las luces de la casa amarilla, que toda la vida me ha resguardado, estaban encendidas. Mi padre siempre solía hacer eso cuando yo no llegaba a casa y él estaba presente. Sonreí, siempre mi ánimo mejoraba al encontrarme con él, después de todo, era la única que seguía viviendo con él, ya que mi hermano mayor se fue a vivir junto a su pareja. Por eso mismo es que me costaba enormemente dejar aquella casa, porque en el fondo de mi corazón no quería dejar solo a mi padre.

Entré evitando hacer mucho ruido. Seguramente mi papá debe estar durmiendo, como se tiene que levantar temprano todos los días, no compatibilizábamos mucho los horarios. Caminé hacia la cocina para encontrar una nota escrita con su caligrafía.

―Hay pastel en el refrigerador, y la cena está en el microondas. Te quiere, Fujitaka ―leí en voz alta.

Fui directamente a comer aquello dulce que me esperaba. Así que me serví una taza de té y degusté el trozo de pastel de lúcuma.

Y aunque era tarde, decidí hablarle a Tomoyo, sobre lo que había leído hace unos minutos atrás.

«¿Viste la noticia de Li?»

Esperaba que estuviera conectada. Aunque conociéndola bien, Tomoyo solía ser pájaro nocturno. Trabajaba mejor de noche que de día con sus diseños.

«Por supuesto, pensé en escribirte para que lo leyeras. Me llevé una gran sorpresa con la noticia.»

«¿Crees que se acuerde de nosotros?» Le envié a mi amiga.

Era cierto que con él tuvimos una muy bonita amistad cuando éramos niños. Pero crecimos, y él se fue a estudiar a China, a su ciudad natal; Hong Kong. Y la comunicación se hizo cada vez menos recurrente.

Di un par de bostezos que me dejaron con una pereza terrible. Ya era tarde, así que me apresuré en lavar lo que había utilizado, y subir hasta mi habitación. La ducha caliente la dejaría para cuando me levantara. Ahora solo necesitaba envolverme en mis sábanas y cerrar los ojos. Dormir, sólo quería dormir y ser feliz.

[…]

El sonido del despertador no sonó y para cuando abrí los ojos me percaté de que eran más de las 10 de la mañana. Di media vuelta en mi cama y traté de dormir los sagrados cinco minutos. Pero no me fue posible, porque tuve que levantarme con urgencia al baño. Agradecía eso, tener una buena digestión temprano, era la forma en que podía levantarme de una sola vez. Suena algo asqueroso, pero seamos sinceros, es algo ultra natural y hay personas que incluso envidian eso.

Y así fue como decidí meterme a la tina y darme una ducha caliente. El agua cubría mi cuerpo y se sentía exquisito. Mi mente comenzaba a divagar en ese entonces, era el lugar perfecto para cuando necesitaba tener mi mente en blanco o para pensar. Desde hace un tiempo hasta hoy me he sentido algo nostálgica. La verdad es que si bien tengo a mis amigos y me divierto con ellos, a veces me falta la compañía de ese ser especial. Y siendo sincera, es que veo a tanta gente de mi edad que ya está casada o formando familia, que verme aquí aun en casa con mi padre, no me deprime, pero sí me hace plantear que he llevado una vida bastante fácil. Y lo agradezco, pero quizás siento que necesito madurar. Las personas logran sobresalir cuando han pasado por circunstancias difíciles, y yo aún sigo en el regazo de mi papá. Pero, es que solo nos tenemos el uno al otro. Mi padre sufrió la pérdida de mi madre cuando apenas tenía yo tres años de vida. La verdad es que quiero, pero a la vez no, salir volando de este nido.

Unas tontas lágrimas quieren salir, pero lo evito a toda costa, no quiero tener esa expresión en mi cara por lo que me dejo acariciar por el agua, que cubra mi rostro y moje mi cabello.

En el momento en que llego a mi habitación, veo que encima de mi cama está mi ropa tendida. La tenida especial del día. Una blusa holgada de color blanco, shorts de mezclilla, unas medias que cubren mis piernas. Todo eso acompañado con un cinturón negro que coloco sobre mi cintura y en la planta baja de la casa, están las zapatillas de lona que usaré. Y por lo que veo a través de la ventana, parece ser que habrá mucho sol hoy. Así que decido sacar los anteojos que mi hermano Touya, me regaló hace un tiempo. Eran muy bonitos y solía usarlos siempre.

Bajo las escalas a toda velocidad. Giro hacia la cocina y ya que mis desayunos y mis almuerzos se han vuelto algo desordenados, opto por consumir la cena que mi padre había dejado la noche anterior en el microondas. Era algo sencillo que me llenaría la panza: Pechuga de pollo frito con arroz blanco. Me preparo un poco de ensalada y un tazón de té y listo. Todo perfecto.

―Hija ¿Qué haces de pie tan temprano un día sábado?

Me sobresalté al escuchar a mi padre. ¿Qué día es hoy?

―Pero si hoy es jueves ―dije con la boca llena.

―Sakura, creo que aun sigues dormida ―comentó amablemente posando una mano en mi hombro y mostrándome su celular con el día y la hora.

Abrí mis ojos y sentí mi cara arder. ¿En serio estaba tan perdida en los días? Porque ayer juraba a todos los cielos que hoy era jueves y no sábado. ¡Bendita sea la equivocación entonces! Reí sintiéndome algo torpe, pero mi padre me regalaba su clásica sonrisa, que sólo me hace sentir querida. Así que se sentó a mi lado y desayunó conmigo.

Pensé en mandarle un mensaje a Tomoyo entonces, para que pudiésemos salir a dar un paseo o hacer algo en especial. Pero para mí torpeza, el celular estaba descargado.

―Hija, iré a hacer unas compras a Tokio ¿Quieres acompañarme?

Miré a mi papá, y le respondí que sí. Era una buena idea salir de Tomoeda y de paso, tener tiempo con él.

Subimos al vehículo, y no recuerdo en que momento me habré quedado dormida, porque de un segundo a otro ya me veía con él bajando de éste para comenzar a recorrer a pie las calles tan transitadas.

―Debo ir a la librería a comprar algunos materiales para la investigación en la Universidad.

―Dale, te acompaño ―dije sin más y lo seguí.

Era algo extraño todo esto. No sé cómo explicarlo. Tokio siempre me pareció una ciudad increíble, llena de vida y ahora lucía tan tranquila. Las personas caminaban con una calma digna de admirar. Reían, conversaban. Otros caminaban tomados de la mano bajo una sombrilla para cubrirse del sol. Y me pareció ver que un hombre con camisa ingresaba justo detrás de mi padre, por lo que decidí seguirlo rápidamente.

Al entrar a la librería, me saqué los anteojos para poder observar mejor el lugar y los coloqué sobre mi cabeza. El lugar olía bien y había unas cuantas personas disfrutando de la lectura y otros leyendo las contraportadas de los libros. Yo no me considero una persona muy adicta a la lectura, podría decirse que con suerte he leído los tres primeros tomos de Harry Potter y leí las 50 sombras de Grey por mera curiosidad, aunque admito que me da vergüenza reconocerlo. He leído mejores historias en fanfics cachondos que las de esa cosa.

Vi nuevamente al sujeto y me fijé que leía tranquilamente. Y siendo sincera debo reconocer que tengo un placer culpable con los hombres que usan camisas negras. Es que… se ven malditamente sexys y guapos. Éste me miró directamente, como si hubiese leído mis pensamientos y eso ni siquiera me incomodó, sólo intenté no soltar una sonrisa jocosa que se formaba en mis labios. Pero fue él quien me dio una risa algo nerviosa, intuí y yo le respondí para no ser descortés. Luego de eso dejó el libro sobre el montón que estaba en la mesa, apiladas de forma ordenada y caminó hacia la sección de películas, porque obvio, en las librerías no sólo venden libros.

Lo seguí con la mirada pero con un par de pasos más, lo perdí de vista. Así que girando mi rostro hacia otro lado busqué a mi padre, pero no lo hallaba. Por eso mismo es que decidí caminar por todas las secciones del lugar, buscando algo entretenido que ver o leer mientras. Inconscientemente me dirigí a la sección de comics y busqué algún manga o historieta que pudiera llamar mi atención. Y nada.

El sujeto volvió a aparecer frente a mis ojos, con un par de libros en la mano. Se movió por todo el sector de la entrada de la librería con una soltura y elegancia que casi me hace suspirar. Ante esa idea, preferí tomar un comic para distraerme, y extrañamente sentía que él, por donde sea que caminara volteaba a verme de vez en cuando. Me percaté de eso porque nuevamente lo sorprendí mirándome disimuladamente. Era extraño que eso no me molestara, de hecho me parecía gracioso y casi familiar. Aun así no me atrevía a acercarme a él. Más que nada porque me estaba comenzando a dar vergüenza y no tenía tema para hablar con él. Los libros que el llevaba en la mano no se comparaban a los comics que yo encontraba más ameno para leer. Pero aun así me entretuve un rato leyendo a pesar de todo.

Mi padre no sé dónde se había metido, pero era comprensible cuando de esto se trataba, se perdía en la inmensidad de los conocimientos en los papeles y en las maravillas que allí podría encontrar, no por nada en la bodega de mi casa se encontraba su biblioteca personal. Solté un suspiro y de pronto voltee hacia mi derecha para percatarme que el sujeto se había puesto a mi lado.

Me quedé petrificada por su cercanía. Y fue inevitable pasear mi vista por toda su musculatura y como esa camisa se le veía exquisitamente bien. Debo dejar mis fetiches de lado cuando estoy en lugares concurridos.

―Milo Manara es un buen dibujante de comics eróticos ―dijo de pronto él.

Y eso era lo que yo estaba leyendo precisamente. Sentí que el libro quemaba, la idea era pasar lo más desapercibida posible, pero él me habló y mencionó al autor en cuestión que de verdad me dio mucha vergüenza. Y sí, lo reconozco, me encanta el dibujo de las escenas eróticas.

―Ah… sí. El dibujo siempre es muy estético. No cae en lo grotesco ―decidí seguirle el juego―. Antes siempre me gustó dibujar mucho. Y siempre me gustó dibujar la figura humana, sobre todo el de la mujer.

―Es que el cuerpo de la mujer es sencillamente hermoso ―dijo de manera suave.

Me sonrojé antes sus palabras y su voz tan cargada de sentimientos.

―Bueno, sí. Aunque existan muchos prejuicios. Sobre todo en nosotras mismas ―y ahí me comenzaba a salir la profesión―. Soy fotógrafa, veo eso todos los días. Como nos odiamos por tener unos kilos de más, un poco más de piel por aquí o por allá. Nos han envenenado la cabeza con la imagen perfecta.

―En la antigüedad, las mujeres más rellenitas eran consideradas hermosas. La imagen perfecta para un retrato ―agregó él a mis palabras.

―Marylin Monroe era una mujer hermosa, y no usaba photoshop en su cuerpo ―siempre recordaba ese gran detalle de aquella preciosa mujer. Lo solían comentar mucho en el estudio de fotografía.

Él afirmaba con un movimiento de cabeza y con la sonrisa impregnada en el rostro. Y así nos quedamos en silencio. Volví a tomar el comic para seguir hojeándolo. Probablemente me lo compraría, después de todo, era un placer culpable que acabo de compartir con un extraño. Y se sintió genial, porque en ningún momento sentí que se burlara de mi. Porque si hubiera sido mi hermano, seguramente ya me estaría molestando sobre mis «gustos raros» y que era una inmadura por estar viendo libros con dibujitos, como le decía él. Bufé una vez más, adoraba mucho a Touya, pero seguía siendo un pesado conmigo, a pesar de que nos vemos por lo menos una vez a la semana.

De pronto me percaté de que él se quedó leyendo una historia de Hiromu Arakawa. Y reconocí inmediatamente la portada.

―Ella es la mangaka de Fullmetal Alchemist… ―dije despacio y él me miró.

―Así es ―respondió volviendo a sonreír.

―Pensé que leías cosas más… no se… ¿Intelectuales?

―¿Qué? Ah, lo dices por eso ―señaló unos libros clásicos como Don Quijote de la Mancha o Cien años de soledad―. No, la verdad, eran para impresionarte un poco, si te soy sincero… es que… aun me siguen gustando más los comics, desde pequeño que siempre los preferí ―dijo bajando su mirada.

¿Estaba sonrojado? Me sorprendí de eso y me pareció algo sin duda tierno. Me reí despacio de la situación y él me acompañó en la risa. Una extraña sensación se formó en mi pecho con eso. No lo entendía, pero me agradaba.

―La verdad, me sucede lo mismo. Me gusta leer comics y todo ese asunto ―reí―. Es que es la imagen, el dibujo, la pose que toma el personaje… hay mucho que admirar ahí, no sólo la historia…

―Sí, tienes razón ―comentaba él volteando una página―. A veces miran como una ridiculez distraerse con estas cosas, nos toman como gustos inmaduros… ―chasqueó la lengua.

―Yo lidio con un hermano que siempre me dice eso.

―Yo igual, pero dejo que discutan solos. Hago oídos sordos ante sus burlas.

Voltee mi rostro una vez más porque escuché como mi padre me llamaba. Y este me hacía señas de que demoraría un poco más. Le hice un movimiento de cabeza para que entendiera mi respuesta y me sonrió a lo lejos, ahí me percaté de cómo le hacía preguntas al personal encargado y este se subía a una pequeña escalera para entregarle unos cuantos libros gruesos a mi padre.

El extraño de pronto ya no estaba más a mi lado y lo busqué con mi mirada por todas partes, incluso miraba hacia la salida, pero no había rastro de él. Caminé un poco más, con la esperanza de verlo una vez más, pero no lo hallaba. Sentía un pequeño dolor en mi corazón, porque esos minutos que logramos conversar todo parecía tan natural y tan cálido.

Volví a tropezar, como de costumbre con algo y cuando miro hacia el piso para ver de qué se trataba, era él quien estaba sentado apoyado a la pared con sus piernas cruzadas, leyendo entusiasmado.

―¿E-en que momento llegaste acá? ―pregunté como si nada.

―Parece que me sumí en la lectura de esto ―decía levantando su mirada hacia mí y sonriéndome, dejándome ver sus perfectos dientes―. Pensé que irías a ver a tu acompañante.

―N-no… aún le queda tiempo… Mi papá se sumerge en una librería y lo pierdo por un buen par de minutos ― sonreí y luego pregunté con seriedad―. ¿Puedo sentarme? ―apunté hacia su lado y esperé su respuesta.

Hizo amago de darme espacio así que me senté en el piso, al igual que él. Con mis piernas dobladas y mi espalda apoyada a la pared.

Iba a sacar mi celular, quizás podría atreverme a pedirle el número de teléfono y así mantener la comunicación, después de todo, estábamos teniendo una agradable plática, pero extrañamente este no había cargado nada, porque no quiso prender. Chasqué la lengua e hice un mohín, pero cuando sentí que tomaban y daban pequeñas caricias a mi mano izquierda, un montón de hormigas zapateaban en mi estómago.

Miré la acción de éste y me percaté que sus dedos eran largos y finos. Su mano era cálida y grande. Para cuando entrelazó sus dedos con los míos decidí mirarlo a su rostro, pero él seguía inmerso en la lectura del maldito comic. Y como si hubiese escuchado mis pensamientos, se despegó del libro y suspiró para luego dirigirse hacia mí.

Allí estábamos los dos, mirándonos a los ojos, con las manos tomadas. Mi respiración se tornó un poco pesada, y no podía moverme de mi lugar. Sentía que había algo que me atraía a él y a mirar sin culpa ni temor sus labios semiabiertos, como intentando soltar unas palabras, cuando mordió levemente su labio inferior me quedé hipnotizada por probarlos… Y luego vino la pregunta del millón, como si en verdad mis pensamientos estuvieran saliendo cual onomatopeya en un comic:

―¿Puedo besarte?

¿Qué puedo responder a eso? ¡Obviamente que sí! No me juzguen, el tipo hablaba bien, lucía bien con esa jodida camisa negra y sentía una extraña conexión a él. Su mirada me reflejaba tanto deseo y pasión que pensé, ¿por qué no? No todos los días entras a una librería y encuentras a alguien que quiera besarte. Quizás nunca más lo vuelvas a ver. Y la confianza que este me profesaba hacía que me acercara poco a poco a su rostro.

Tomé el valor entonces y con mi mano libre sujeté su rostro para acercarlo al mío, pero me detuve unos centímetros antes de tocar sus labios. Como si una leve duda asaltara mi acción. Él soltó mi mano y eso me arrebató el aliento, pensando en que se levantaría y se iría riéndose de mi, pero cuando depositó ambas manos suyas en mi rostro con la clara intención besarme, dejé escapar mis tontas suposiciones y me dejé llevar.

Entonces cerré mis ojos cuando él colocó sus labios sobre los míos en un suave roce que no sobrepasaba la línea de la intimidad.

―Sakura… ―escuché mi nombre.

No veía nada, todo estaba oscuro. Mis ojos no tenían la más mínima intención de abrirse. No quería despegarme de los labios de él. Su beso era tan suave. Había extrañado tanto esa sensación… Justo cuando comenzaba a separar un poco más mis labios, con la intención de aproximar levemente mi lengua hacia su boca, con grandes deseos de inspeccionar la suya, él comenzó a actuar de la misma forma, sintiendo aquel músculo pasearse por mis labios y descendiendo por mi cuello, obligándome a soltar uno que otro aliento de placer. Me dejé llevar y al parecer él también, sobre todo cuando sentí que sus manos comenzaban a aferrarse a mi cintura y a acercarme a su cuerpo cada vez más. Éste irradiaba mucho calor, o probablemente era yo quien se estaba incendiando interiormente, con la simple caricia que su boca me estaba dando. Así que aferré mis manos en su hombro y tiré del cuello de su camisa hasta llegar al primer botón que ya estaba desabrochado, invitándome tentadoramente a tocar esa parte de su piel.

―Sakura, se hace tarde.

Abrí mis ojos debido a la insistencia con la que me llamaban y costó que me diera cuenta de que estaba nuevamente en mi habitación.

―Sakura ¿A qué hora entras a trabajar? ―escuché la voz de mi padre.

Estaba desorientada. Y no podía moverme, sentía el cuerpo pesado, al igual que los párpados. Y el extraño anhelo de querer volver a sentir como jugueteaban con mis labios… ¡Dios mío, mi papá me acaba de despertar del sueño más bonito que he tenido en meses y que logro recordar a la perfección!

―¿Qué día es? ―pregunté disimuladamente y soltando un sonoro bostezo.

―Es jueves hija. ¿No tienes que ir a trabajar?

―¿Y qué hora es? ―empecé a frotarme los ojos intentando con todas mis fuerzas lograr sacar un pie de la cama.

―Son las 10:30.

Me levanté con toda la pereza y con la añoranza aun latente del sueño que viví hace unos instantes.

Sentía una sensación extraña en mi interior, como si quisiera volver a repetir eso con alguien. Era una lástima no haber visto el rostro de la persona en todo el sueño, pero se sentía tan naturalmente familiar. A veces uno suele asociarlo a un padre, a un pariente o algún ex novio. Por fortuna, esto último no fue así, porque no quisiera recordar a alguno de mis dos ex, que de buenos recuerdos, no tienen nada.

Finalmente sí resultó ser día jueves y yo ya me estaba marchando rumbo hacia el trabajo. Aún con una extraño sentimiento en mis pensamientos.

Me tocó una sesión a eso de las 12:30 horas, por lo que me distraje notablemente. Era esos momentos en que todo pasaba rápidamente. Pero cuando la sesión terminó y la pareja iban con la encargada a revisar las fotos, me quedé con tiempo muerto. Así que decidí ir a almorzar.

Revisé nuevamente las redes sociales e inevitablemente busqué la noticia de mi amigo de la infancia. Releí la noticia y eso me sacó una gran sonrisa. Aunque, no entendía por qué. Pensé entonces que probablemente sea por los gratos recuerdos que se vienen a mi cabeza de la época escolar, cuando estuvimos en la primaria y hasta en la preparatoria, juntos.

Ahora, estaba algo indecisa en escribirle o no. Hace unos días recibí su saludo de cumpleaños como de costumbre, pero por lo general no hablábamos más allá de un «cómo has estado, bien y tú, me alegro.»

Pero no hallaba las palabras correctas. Escribía y borraba a cada instante. No quería sonar demasiado confianzuda a pesar de todo. Y a decir verdad ¿Qué esperaba de esto? Quizás podríamos juntarnos a recordar viejos tiempos, pero ¿Sería correcto? Es decir, siempre nos saludábamos para cumpleaños, año nuevo o alguna fecha en especial, y nada más.

«Me enteré de que estás en Japón. ¡Qué buena noticia! ¿Cuánto tiempo te quedarás?»

Creo que eso sonaba más correcto y no tan comprometedor, así que pulsé el botón táctil de enviar. De verdad me alegraba que estuviera en el país, pero quizás tampoco tenía la intención de reencontrarse con sus viejos amigos, al fin y al cabo, la noticia hablaba de expandir su trabajo para estos lugares y nada más.

Suspiré por enésima vez de lo que iba en este rato de break. Mi hora de colación ya estaba por finalizar así que como no tenía sesiones programadas para el día, me dirigí hacia la sala de los diseñadores y allí me puse a editar algunas fotografías para matar el tiempo. Y de paso, prefería ignorar por el resto del día mi celular, aunque moría de ansias saber si él me contestaría el mensaje de manera inmediata.

Una tonta sonrisa apareció en mi rostro cuando me respondió:

«En unas semanas me mudo definitivamente. Estaré residiendo en Tomoeda como en los viejos tiempos.»

Sin embargo, la felicidad de ese segundo pasó a otro plano, porque una de las encargadas de recepción estaba discutiendo con una clienta que venía a buscar su book listo. Todos quedamos preocupados por como discutían y vimos a la chica pasar rápidamente al baño, seguramente al no poder resistir la pena o la angustia. Yo en lo personal no era la encargada de lidiar con las peleas de clientes insatisfechos, que un día quieren algo, y al siguiente te piden otro, ese dicho de «el cliente tiene la razón» es una basura del porte de un buque. Por suerte, Satsuki estaba presente y fue a lidiar con la clienta para sosiego de todos en el estudio. Nadie quería terminar amargándose por situaciones como estas.

Una luz en mi celular pestañeaba, indicando que había quizás un mensaje o alguna notificación, así que me dispuse a leerlo y de paso para distraerme un poco de la situación reciente.

Un nuevo mensaje de Shaoran estaba allí esperando ser leído y rápidamente deslicé mi dedo por la pantalla para abrir éste y leer.

«Sigues viviendo allí ¿Cierto? Así podremos volver a vernos, tal como antes.»

«Sí, en la misma casita de siempre.» Respondí y envié. ¿Y ahora qué? Muchos recuerdos comenzaron a llegar a mi cabeza.

Shaoran Li fue mi compañero de clases y aunque al principio su carácter y yo no nos llevábamos bien, siempre intenté ser una persona muy natural hacia su persona. Había algo que llamaba mi atención. Quizás fue como desafío personal el querer ser su amiga o quizás había una atracción que no sabía reconocer. Con el tiempo, su carácter se fue doblegando, solía ser más cordial y hasta trabajábamos juntos en clases. Junto con Tomoyo, los tres formamos un grupo de amistad bastante bonito. Con el tiempo también sentía algo especial hacia él, que claro, con los años y luego de que él se fue de Japón pude comprender de qué se trataba. Y aunque eso se fue apagando con los años, cuando iba conociendo a otras personas, cuando di mi primer beso, cuando tuve mi primera relación sexual, cuando me rompieron el corazón, y así sucesivamente. Y todo eso también fue suplantado por el amor a lo que hoy hago.

Pero si me preguntan, cómo me siento al saber que puedo volverlo a ver, mi panza se contrae de cosquillas que hace tiempo no sentía.

La tarde seguía tranquila, y yo seguía sentada frente al computador, por lo que decidí colocarme los auriculares y buscar en youtube algo del trabajo de Shaoran.

Cerré los ojos dejándome llevar por la melodía. El sonido del piano me envolvía y me tranquilizaba, era como que me transportaba a un mundo imaginario lleno de paz. Una melodía incluso inspiradora, tan tranquila, tan sentimental.

Una burla hizo acto de presencia cuando sentí las comisuras de mis labios curvarse. Y mi compañera, que estaba sentada a mi lado, me miraba con una ceja levantada.

―¿Qué? ―pregunté con recelo.

―Tienes una sonrisa extraña en tu rostro.

―Será porque ya queda poco para irme a casa ―mentí―. Y eso significa que mañana es viernes.

―Sí claro ―rió―. Mañana tenemos junta mensual en el karaoke.

Oh sí, claro que lo sabía. Era mi momento favorito.

Le mandé un mensaje a Tomoyo, preguntándole si mañana quería venir conmigo. Y es que esperando su respuesta, una vez más abrí el chat de facebook, leyendo la pequeña conversa que tuve con Shaoran. No había recibido otro mensaje de su parte y además aparecía desconectado. Apoyé mi cara sobre mi mano izquierda mientras con la otra seguía haciendo variados click a las fotos en photoshop corrigiendo una que otra cosita de las modelos mamás.

Y sí, miré una vez más mi celular. Me picaban los dedos con ganas de mandarle otro mensaje. O al menos saber algo más. O con la idea en mente de que el siguiera preguntándome algo más, pero quizás, la situación seguía siendo igual que antes, cuando sólo nos enviábamos un mensaje para netamente saludarnos.

Miré la hora en la pantalla y guardé todos los archivos para irme rápidamente a mi casa. Hoy no tenía intenciones de hacer horas extras.

[…]

Llegué a casa y caí rendida a mi cama. Estaba demasiado ansiosa y eso no era bueno, porque altera mi dieta y me obsesiono en comer cosas dulces. Antes de llegar había pasado a comprar unos cuantos chocolates. Y de nuevo ahí recordé, que este había sido un mal hábito que cierto castaño me inculcó cuando era pequeña y que había retomado siendo adulta.

Mañana definitivamente me voy a descontrolar bebiendo. Así que una vez lista, de haberme lavado los dientes y cepillado el cabello, me fui a acostar encendiendo el televisor, programando alguna película y así poco a poco, mis ojos se fueron cerrando. Estaba cansada y era una de las pocas veces en que me dormía de inmediato y temprano.


Hola a todos. ¿Qué tal? Como pueden ver, ¡Al fin subimos la historia! :D

Como bien saben algunos usuarios, esto nació netamente de una idea loca que tuvimos con la señorita Cerezo01 y con ayuda y un pequeño juego en mi fanpage personal, hicimos que ustedes participaran, eligiendo ciertas palabras como: lugar, objeto, prenda y profesión. Se entregó una lista de palabras y los usuarios debían elegir cada uno, luego se realizó un sorteo, donde cada cosa iba a ser para mi, y otras para mi compañera.

Y así pueden apreciar, que a mi me tocó las palabras: Librería, Anteojos, Camisa y Fotógrafa.

Les recomiendo ir a leer entonces, la historia de Cerezo01 quien escribió la versión de Shaoran de toda esta locura c:

¿Muy tedioso? Espero que no. Ya que nosotras nos divertimos y amamos hacer este trabajo en conjunto (L)

Bien, eso sería en resumidas cuentas.

Serán 3 capítulos, que actualizaremos una vez por semana. Así que léanos, entreténganse y esperamos sus hermosas y jugosas opiniones al respecto.

Gracias. Nos leemos c:

PD: Querida Cerezin, amé hacer esto jijiji