Llamó al timbre de la casa, aunque sabía que no iba a servir de mucho porque el ruido de la música se escuchaba a kilómetros a la redonda, así que, con la habilidad que le daban los años de experiencia, cargó las dice pizzas con su mano izquierda, mientras con la otra aporreaba la puerta como si fuera un Auror en una redada anti-droga.

Poco después, un chico le abrió la puerta.

— Hola —murmuró tambaleándose, mirándole apreciativamente—, ¿qué puedo hacer por ti, guapo?

Draco rodó los ojos. Que Merlín le diera paciencia.

— Su pedido.

— ¡Las pizzas están aquí! —chillo alguien, para un segundo después ver cómo le arrebataban las cajas.

Mejor, ahora tenía ambas manos libres para hechizar a alguien de ser necesario.

— Son cinco galeones.

Al chico frente a él le llevo quince minutos recorrer toda la casa en busca de dinero. Cuando lo hizo, traía seis galeones. Supuso que podía quedar con el cambio por las molestias.

— Soy Erik Kendrick.

— Buenas noches —respondió Draco. En esas circunstancias, la política de atención al cliente de la empresa le desquiciaba.

— Mi ventana va a estar abierta para ti, por si quieres enviarme una lechuza.

— Pues cierra la que refresca.

Emprendió el vuelo, sacando de su túnica la nota con el siguiente encargo. Frunció el ceño, sin poder evitar negar con la cabeza mientras se le escapaba una sonrisa.

Llegó a Grimmauld Place después de unos minutos. Abrió la puerta con naturalidad, dejando su escoba en la entrada, yendo hacia el despacho de Harry, donde sabría que estaba.

— Servicio de comida a domicilio —canturreó al entrar.

Harry le sonrió desde su escritorio, su rostro era cansado y feliz al mismo tiempo.

— Cada vez contratan a repartidores más atractivos.

— Sí, eso es lo que ha dicho el cliente anterior.

Observó cómo su novio arqueaba una ceja, entornando los ojos.

— ¿En serio? —preguntó. Había una chispa de molestia en su voz.

Draco sonrió inocentemente, dejando la bolsa de comida en la mesa, y apoyándose en ella, quedando frente a Harry.

— ¿Cómo te ha ido el día? — cambio de tema, antes de que el otro pronunciase su discurso ya muy ensayado de "motivos por los que debes dejar ese trabajo"

— Bien.

Se cruzó de brazos, estudiando lo que había detrás de esa escueta respuesta.

— Y si ha ido bien, ¿porque sigues despierto?

El moreno dejó caer un gran suspiro, inclinándose hacia atrás en su silla. Se quitó las gafas frotándose los ojos con cansancio.

— Los Philips han decidido adoptar a Emily.

Draco torció la boca.

Emily era una niña de cuatro años que vivía en el orfanato. Él apenas la había visto un par de veces, pero sabía que era una niña muy dulce, inteligente, con el cabello castaño y lleno de bucles y una sonrisa encantadora. Era consciente también que Harry se había encariñado con ella, aunque le había advertido que no lo hiciera.

— Estará bien con ellos.

— Lo sé.

Alzó una mano, enredándola en las hebras azabaches del otro.

— No te los puedes quedar a todos —riñó en tono cariñoso.

— Eso también lo sé —Harry sonrió levemente.

— Es mejor que crezca en una familia adecuada que en un orfanato.

— Pero Emily es una niña especial, y no quiero que se olvide de mi.

— Eso mismo dijiste de Dani cuando lo adoptaron. Y te preocupaste por nada porque el niño pasa más tiempo en esta casa que en la suya.

— En realidad creo que viene más para ver a Teddy que a mi.

Draco se encogió de hombros divertido.

— No puedes culparle por tener sus prioridades.

El moreno soltó una pequeña carcajada.

— ¿Cómo ha ido tu día?

— Igual que todos los viernes. Ya sabes cómo es —soltó un resoplido, irguiéndose—. Debería irme ya.

Harry asintió, irguiéndose para dejarle un pequeño beso en los labios.

— Ten cuidado —le dijo el moreno mientras él se dirigía a la salida.

— No te duermas tarde.

— Te amo.

— Y yo a ti —respondió, antes de cerrar la puerta.

A veces era difícil poder compaginar una vida en pareja, porque Harry habitualmente estaba ocupado en el orfanato durante el día, mientras Draco descansaba para poder trabajar de noche. Normalmente siempre intentaban pasar al menos las tardes juntos y se encargaban de aprovechar sus días libres. También había días en los que apenas coincidían y no tenían tiempo de verse.

Afortunadamente, Harry tenía la solución perfecta en esos días: encargar comida para llevar.

Fin.


Ais, siempre me da nostalgia terminar una historia, pero es un momento que tiene que llegar tarde o temprano.

¡Muchas gracias a todos por leer y por acompañarme en esta semana con este mini-fic! Espero que hayáis disfrutado de la historia.

¡Nos leemos pronto!