-El blues de la gitana-
No era capaz de distinguir la noche del día, no podía recordar cuando fue la última vez que se llevó algo a la boca, o la última vez que había dormido.
No funcionaba nada, ni los motores, ni el aire, ni la gravedad artificial.
La Bebop crujía con cada paso, pero el silencio lo absorbía todo, aunque Jet caminaba de un lado a otro tratando de reparar algo, lo que fuese, tal vez lo hacía para mantenerse ocupado, para no pensar.
Recostada sobre la consola de mando observaba el basto desierto que desplegaba frente a sus ojos, millas y millas de tierra rojiza que no ofrecía mas que desolación, el cielo era rojo, la tierra era roja, Marte, el planeta del dios de la guerra, el planeta de sangre.
Escondió la cabeza entre sus brazos cuando escuchó que Jet se acercaba, no quería hablar con él, no quería hablar con nadie.
Llevaba cuatro días en silencio o tal vez eran cinco, ni lo sabía ni quería saberlo, Spike los había abandonado y probablemente estaba muerto, pero hasta que alguno de los dos lo pusiera en palabras, no sería una realidad.
Jet no cogía las llamadas de sus amigos de la ISSP colocándose en la misma posición de negación que ella, como si el desconocimiento pudiera salvarlos del dolor.
La vibración de su comunicador la sobresaltó y se quedó mirando el aparato durante minutos, dejándolo sonar, la vibración hacia cosquillas en sus brazos, cerró los ojos con fuerza, rogando que parara, como si tan solo con desearlo aquel maldito cacharro dejaría de funcionar.
Con la cabeza enterrada en ellos, mordió uno de sus brazos para ahogar un grito cargado de frustración, se hizo daño hasta sangrar, necesitaba sentir que aun vivía.
El teléfono volvió a vibrar, una vez más, dos... tres hasta siete veces, lo cogió para estrellarlo contra el cristal pero al leer la pantalla su sangre dejó de circular.
Spike.
El maldito Spike Spiegel había resucitado al cuarto día, un Jesucristo tardío, pues muy bien, ella misma iba mandarlo de vuelta a la tumba.
— Maldita sea tu estampa — siseó nada mas descolgar.
— No soy quien esperabas — contestó con toda la tranquilidad del mundo aquel viejo mecánico de la tierra de piel quemada por el sol.
— ¿Doohan? ¿Qué haces con el teléfono de Spike? — preguntó confusa
— Hace unos días recogí un montón de basura del cuartel de los Dragones Rojos — resopló moviendo el comunicador para enseñar la habitación.
Spike yacía sobre un viejo sofá de cuero, estaba cubierto de vendas y un cigarro colgaba de sus labios, sacudió la mano a modo de saludo desganado y volvió a cerrar los ojos.
— Lo tengo en el taller, no soy una hermanita de la caridad que recoge gatos apaleados, venid a buscarlo.
Colgó el teléfono antes de que ella pudiera reaccionar o decir algo.
Tragó saliva para pasar la sequedad de su garganta, no podía apartar la mirada de la pantalla, estaba vivo, el idiota estaba vivo y no sabía si llorar, si reír o si tan solo ponerse a gritar.
— ¿ Faye? — preguntó Jet detrás de ella.
— ¿ Podemos volar? ¿ La Bebop llegaría a la tierra?
— ¿ Qué quieres ahora Faye? Obviamente no, estamos jodidos — replicó enfadado.
— Está vivo — dijo caminando hacía él y empujando el comunicador contra su pecho. — Está en el taller de Doohan, volaremos hasta él, aunque este maldito cacharro se haga pedazos.
— ¿ Qué? ¿Como es posible? No es posible... es... ¿Como?
— Pregúntaselo tú mismo, pero que sea rápido, porque pienso golpearlo hasta matarlo.
— Faye... si la nave arranca puede que no vuele y si vuela puede que...
— Jet...— le interrumpió llenando sus pulmones de aire. — Arranca este puto artefacto del infierno y vamos a matar a ese desgraciado.
No quería escuchar mas estupideces, la Bebop volaría, quisiera Jet o no, aunque la nave se hiciese pedazos al atravesar la atmósfera de la tierra.
Spike estaba vivo y ella de pronto estaba muerta de hambre.
¡ Buenas!
Aquí estoy de nuevo, hacía mucho tiempo que no escribía nada de la Bebop, estaba sin ideas ( y sin inspiración para las que están empezadas)
Así que doy comienzo a una nueva aventura, espero que os guste.