Desventuras

—Hay que ir a otro sitio —dijo Izumi levantándose de la mesa, rebuscando en el bolso que llevaba cruzado.

—Espera —interrumpió Milo, sacando la cartera —. Yo pago esto.

—No, descuida —repuso Lianne, también abriendo su bolso.

—De verdad —insistió Milo. No quería dar detalles de cómo, pese al desastre con las palabras de más de Shaka, encontrarse con esas chicas le estaba ayudando a cumplir con la misión de pasar una noche social.

—Es temprano, hay que ir a Shibuya —dijo Heather agitando las manos animosamente, como si estuviese aplaudiendo, pero sin llegar a chocar realmente las palmas.

—Quizás no quieran —interrumpió Lianne —, es decir, hay que tomar el tren, y regresaríamos demasiado tarde.

Milo estiró los brazos hacia arriba. Habían pasado todo el rato sentados y se sentía entumecido.

—¿Qué hay allá? —preguntó.

Heather se apresuró a responder.

—¡Es la capital del entretenimiento! Este es un sitio excelente para las hamburguesas, y por supuesto, la cerveza, pero en Shibuya encontraremos un montón de lugares para seguir la fiesta.

—¿Quieres ir? —preguntó Milo a Camus en francés —¿O te irás a esconder a Siberia?

—¿Por qué me preguntas solo a mí?

—Yo voy a ir, y Shaka irá quiera o no, me lo voy a llevar.

—Que amable —repuso con sarcasmo —. Me ofreces el privilegio de negarme.

Shaka frunció el ceño, había escuchado su nombre perfectamente, pero de nuevo no sabía lo que decían y eso empezaba a parecerle molesto. Se preguntó por qué Camus no había elegido el griego, quizás habría querido excluir a la desertora, pero era evidente que no resultó así.

El consenso fue breve, y al cabo de un rato, el grupo ya estaba en camino a la estación del tren.

Salir a la calle resultó en un golpe de viento contra sus rostros calientes. Era primavera, pero la diferencia de temperaturas lo había hecho parecer como ventisca de invierno.

—Hazte cargo de los boletos —le dijo Milo a Lianne entre dientes, pero ella parecía no estar en ese lugar y momento, tenía un aire ausente, de modo que solo cuando Shaka la movía, con la mano en su hombro, conseguía apartarse del camino de otros transeúntes.

Confundido por su súbito cambio de personalidad, lejos de la chica gritona y malhumorada, convertida en una veleta llena de suspiros, sintió cierta inseguridad al respecto de la transacción que los ocuparía. Sin embargo, sus temores no llegaron más allá de eso, Izumi se había adelantado, y el resto fue simplemente seguir el comportamiento de los demás al abordaje.

Llegaron a la estación adecuada, y los tres caballeros trataron de no demostrar el asombro que les causaba la intensidad del movimiento en la ciudad pese a la hora. Si bien Atenas tenía cierta actividad nocturna, se le notaba ciertamente modesta en comparación a lo que estaban viendo.

—¡Hay que entrar aquí!

Heather empujó a todo mundo dentro, aunque antes debieron dejar que les pusiesen un sello en la mano derecha que daba la impresión de tratarse de la cabeza de un gato.

El ruido fue estridente desde el principio, la música era como un bombeo constante que opacaba sus propias voces, la luz cambiaba de azul a rojo y luego a violeta. En algún momento una densa cortina de humo descendió desde la estructura del techo, y aunque era claro que no se trataba de un incendio, tampoco era más cómodo.

Las personas estaban excesivamente cerca unas de otras, se trataba de una verdadera explosión de estímulos, por lo que fue cuestión de poco menos de media hora, y otras rondas de tragos, que Camus amenazó con marcharse solo, de vuelta a la casa, si no se iban a otro sitio. Milo lo tomó en serio, sobre todo porque Shaka también parecía apabullado.

—Quizás debemos ir un poco más despacio con los ermitaños —le dijo a Heather al oído.

La muchacha encontró demasiado divertido el comentario, pero le dio la razón, así que salieron para poder acordar el tipo de lugar al que preferirían ir.

—Yo… realmente lamento esto —dijo Lianne con un hilo de voz mientras sus amigas se encargaban de descartar las opciones disponibles con Milo, riendo escandalosamente.

Shaka la miró tratando de controlar el sutil mareo que empezaba a apoderarse de él.

—¿Por qué? —le preguntó.

—Bueno, seguro que esto no es lo que tenían en mente cuando decidieron salir a la ciudad. Todo es tan diferente al Santuario, y no de un modo gradual o solemne.

El caballero levantó la vista al cielo. No podía ver ninguna estrella, solo las luces de los edificios, con sus anuncios en movimiento y los reflectores. Aún tenía la sensación palpitante en los oídos por el volumen de la música que, de hecho, desde la calle podía escuchar todavía.

—Athena creció en este mundo —dijo —. Y los caballeros de bronce también.

Recordó las palabras de Seiya, sobre lo mucho que había para ver en la ciudad, y que a la vez era diferente a lo que ya habían conocido durante las visitas de Athena a sus empleados.

—Es el mundo que realmente han protegido, y no conozco nada de él.

Lianne no dijo nada, no conocía ni a Athena ni a Saori Kido, nada más allá de sus imágenes en los templos, y las fotografías de la prensa respectivamente.

Sobre la primera, durante el tiempo que estuvo bajo la tutela de su tía en el Santuario, realmente llegó a dudar incluso de su existencia; la concebía como un concepto abstracto sobre la justicia, no como una persona.

Y sobre la segunda, no le había importado en absoluto. Cuando aplicó para una beca del Fondo para el intercambio académico internacional de la Fundación Graad, jamás le pasó por la cabeza siquiera ahondar en más información que la que acreditaba el fondo como legítimo y legal, en un país cuya cultura no la relacionaría ni por accidente con esa parte de su vida que había decidido dejar atrás.

Aunque lo cierto fue, que así sucedió.

Recordó el día en que decidió terminar su entrenamiento en el Santuario.

*Realmente no se sorprendió mientras caía al suelo derrotada por su oponente. Su mente no dejaba de traicionarla, obligando a su cuerpo a desviar la mirada hacia donde se encontraban los santos dorados y, entre ellos, la razón de su nula concentración en lo que debió de haber sido el momento en el que demostraría el fruto de su trabajo.

—Parece que no tienes madera para esto —irrumpió su maestra, ingresando al cuarto donde estaba descansando luego de que tuvo que ser retirada de la arena—. En los entrenamientos habías vencido a oponentes más hábiles que ella.

—Lo siento —fue lo único que atinó a decir.

—No te vez tan desilusionada.

—Yo… no creo que deba seguir aquí —respondió con la vista hacia abajo, hasta que los pasos de su maestra acercándose más hicieron que levantara la mirada.

—Tú eres una tonta —señaló la mujer retirando la máscara que cubría el rostro de la menor—, y no por haber perdido sino por haber dejado que él te distrajera —añadió retirando los mechones de cabellos castaño oscuro del rostro de una muchacha bastante sorprendida—. Aunque honestamente no entiendo que fue lo que viste en un muchacho así.

—¿Cómo…? —logró articular sumamente avergonzada.

—Hay cosas que se notan con facilidad si sabes observar bien —contestó dejando salir un suspiro—. ¿Qué planeas hacer ahora? Aún estás bajo mi tutela, aunque decidas abandonar el Santuario.

—No lo sé —contestó dejando salir una leve sonrisa.

Azure de Grulla la había tomado como aprendiz luego de que sus padres fallecieran. Tuvo algunos problemas considerando la edad en que comenzaría a entrenarla, un año más de lo que usualmente se tomaban aprendices, pero al ser su sobrina y ahijada, insistió hasta que se le permitió llevarla al Santuario.

Para suerte de ella, su hermano, el padre de la muchacha, se ganaba la vida impartiendo clases de artes marciales y había hecho atender a su hija a las mismas desde pequeña, así que la diferencia con sus pares cuando recién llegó, no era tan grande como para considerar imposible su nivelación.

—Ahora sólo quiero descansar.

—Lianne —llamó la mujer deteniéndose en la puerta de la habitación luego de entregarle su máscara—. Yo tengo buena vista y por eso lo noté, pero, aunque él no abre los ojos, estoy segura de que se da cuenta de muchas más cosas de las que yo podría. Es sólo un año mayor que tú, y aunque sea un caballero, quizás no esté sea tan ajeno a estos temas —añadió riendo un poco antes de salir y dejar a la muchacha cubriéndose el rostro avergonzado con ambas manos.*

Tan solo de recordarlo, sintió ese impulso de cubrirse la cara de nuevo, en cambio, miró tímidamente a Shaka. Ya no era el muchacho de catorce años al que anhelaba desde la distancia. Era un hombre, estaba a su lado, y un febril deseo para creer en el destino, la obligó a armarse de valor, extendiendo su mano hasta el brazo del caballero, enganchándose a él, aunque completamente lejos de la efusividad de Heather.

Shaka reaccionó al tacto, pero no la rechazó, provocando que el corazón de la muchacha casi se desbocara.

Lianne tragó saliva.

—Hay que ir con ellos —le susurró justo cuando Milo y las chicas parecieron llegar a un acuerdo.

Se alejaron de la zona más bulliciosa por entre callejones estrechos, como los que habían visto a la hora de la comida.

—¿A dónde vamos? —preguntó Lianne a Heather.

—Izumi dijo que vino una vez con unos compañeros de la universidad.

Un gran tablón de madera los recibió con la caricatura de un mapache claramente ebrio.

—Que expectativa tan específica —dijo Shaka, lo que de alguna manera avergonzó más a Lianne.

—¡Al fin algo conocido! —exclamó Milo, bastante entusiasmado con la apariencia y ambiente de un bar en toda regla. Incluso detrás de la barra, la lista de bebidas se encontraba en inglés, aunque muchos de esos títulos se entendían bastante bien para casi cualquier idioma occidental.

—Oye, no te pregunté a ti a qué te dedicas —dijo Heather mientras se sentaban a la barra —¿También eres historiador?

—No… yo solo soy el guardaespaldas de la señorita.

—¡Eso es verdaderamente emocionante! ¿Y tu amigo?

Milo miró a Camus de soslayo.

—¿Qué le digo?

—Dile que asesoro a la señorita Kido en un proyecto para el desarrollo de una central hidroeléctrica, que soy especialista en termodinámica de fluidos.

—¿Una qué? ¿Por qué?

—Porque es un tema del que no va a querer seguir preguntando.

—Y lo peor, es que es casi verdad —murmuró, entornando los ojos.

Tal como Camus había anticipado, las muchachas no parecieron demasiado entusiasmadas y acabaron por bombardear con preguntas a Milo respecto a si era peligroso su trabajo o cuántos lugares había visitado.

—¿Shaka?

Camus miró con los ojos bien abiertos cómo Shaka tomaba, prácticamente de un trago, todo el contenido de un vaso largo.

—Mujer, ¿qué es lo que pidió?

Lianne tenía los labios entreabiertos, no menos sorprendida que Camus.

—Yo, no lo sé… yo solo fui al baño…

Shaka bajó el vaso, dejándolo sobre la barra y una expresión extraña, con el ceño levemente fruncido.

—Este no me gustó —dijo.

—¿Este? —preguntó Camus, levantándose de su sitio para ir con él.

Shaka había hablado en griego, y eso lo alarmó, más aún cuando lo ignoró completamente, dirigiéndose al encargado en la barra, pidiendo el sexto trago de la lista.

—Shaka ¿ya pasaste por los cinco primeros? —volvió a preguntar Camus, revisando la lista y confirmando que se trataba de alcoholes diferentes en cada uno —¿Y te los estás tomando así?

El sexto trago era un vaso pequeñito completamente cristalino, Camus sabía lo que era y aunque trató de quitárselo, Shaka fue más rápido, se escabulló de él y se lo bebió como había hecho con el otro.

El barman solo sonreía, plenamente consciente de lo que acababa de provocar.

—Necesito… —consiguió decir Shaka, pero no pudo completar.

No se tambaleó de ninguna manera, no dio pasos en falsos, y si Camus no tuviera la creciente sospecha de lo que estaba ocurriendo, seguramente lo habría engañado también.

Pero entonces, un hombre claramente no japonés; alto, fornido, con una barba larga que le llegaba al pecho y la cabeza afeitada, extendió la mano, alcanzando a Shaka.

Camus valoró las pocas opciones que le quedaban, sin embargo, la eventualidad para la que se estaba preparado, no fue en absoluto la que acabó ocurriendo: el hombre tomó a Shaka por la cintura, atrayéndolo hacia él, sentándolo en sus piernas. En todo caso, lo que terminó de anular el sentido de la realidad de Camus, no fue el hecho en sí, sino lo que hizo Shaka luego de que el hombre le dijese algo que, aunque no entendió, parecía una disculpa.

Girándose levemente, claramente acomodándose en las piernas del sujeto, le dirigió una mirada severa, levantó la mano derecha y con el dedo índice cerca de sus labios le dijo algo en inglés.

Heather prorrumpió en carcajadas, exclamando algo en el mismo idioma.

—¿Qué fue lo que dijo? —le preguntó Camus a Lianne, ella se giró hacia Heather y la chica lo tradujo al japonés.

El sujeto primeramente se había disculpado por haberle creído una chica, mientras que la respuesta de Shaka había sido un reproche sobre lo igualmente inapropiado que era su gesto, aunque fuera mujer.

Shaka, claramente seguía con el sermón que, según Heather, iba de la falta de respeto, la consideración y las normas sociales.

Camus consiguió disipar la confusión de su mente y fue hacia él, tomándolo de los hombros para levantarlo.

—Dile todo lo que quieras, pero levántate de sus piernas —le dijo al oído en griego.

Ni bien tenía aun sujeto a Shaka, cuando algo llamó su atención poderosamente.

Una canción.

El inicio con la "a" alargada.

It's all right!

El estribillo.

Ese estribillo que lo perseguía desde la boda de Giorgios Lykaios en playa Sarakiniko, y seguramente lo haría hasta que la muerte lo reclamara otra vez.

Feelin so good today,

Ain't nobody standing in my way.

Tomorrow it's gonna be a price to pay,

Feelin so good today.

Miró por sobre su hombro, Milo se apartaba de la rocola meciéndose suavemente, y entonces sucedió.

Simplemente sucedió de nuevo.

—¿Te sientes bien? —preguntó Shaka intercambiando posiciones, siendo él quien sostenía a Camus, pero este apenas reaccionó cuando la gente a su alrededor se percató de lo ocurrido.

Milo tomó a Heather e Izumi, levantándolas de la barra para llevarlas con él. Las dos empezaron a reírse de la situación, pero animosamente se unieron a él en el baile.

El detalle residía en la concepción de Milo sobre lo que era bailar.*

Movía los hombros, movía las caderas, y de pronto, un split que las hizo gritar de la impresión, tanto como a la demás concurrencia. Se levantó sin usar las manos, tan solo con la fuerza de sus piernas, dio un giro y siguió con lo que estaba.

—Dios mío —susurró Lianne en francés, colocando la palma de su mano en el brazo de Camus—. Está completamente ebrio.

—No —respondió, dejando escapar un jadeo —. Se necesita mucho más que unas cervezas y whiskey para embriagarlo. Él… tiene ese sentido del ritmo.

Shaka aguzó la vista, le estaba costando trabajo enfocar, era como si todo se sacudiera: el piso, el techo, las demás personas.

—Con lo que abre las piernas —dijo el hombre barbado poniéndose de pie y palmeando con brusquedad a Shaka —, seguro que no tiene bolas. ¿Sabes qué? A estas alturas de la noche lo único que quiero es meterla en caliente.

Parecía completamente decidido a ir por Milo, y eso hizo reaccionar a Shaka, que le detuvo tomándolo por la chaqueta.

Lianne y Camus no entendieron de momento lo que acaba de suceder, la "conversación" se había llevado a cabo en inglés y ninguno de los dos lo hablaba, pero Camus reconoció inmediatamente la posición de la mano derecha de Shaka así que intervino y le dio un puñetazo al hombre barbado, derribándolo sin más.

Claramente no había usado toda su fuerza, pero se le pasó la mano a lo que tenía planeado originalmente ya que le rompió la nariz.

La música no se detuvo, pero el resto del mundo sí.

—¿Camus? —preguntó Milo.

Camus volvió a suspirar. Los amigos del hombre barbado, igual de altos, fornidos y borrachos, se pusieron de pie bruscamente, uno de ellos rompió una botella de cerveza contra la mesa y se dispuso a usarla de arma.

—Shaka —le dijo en griego —. Cuando esto pase, se resuelve directamente con los puños, no con el cosmos.

—¿Cosmos? —preguntó Shaka, confundido.

—Ibas a usar el Tesoro del cielo ¿no?

—No —respondió, aún más confundido —. Solo iba a alterar su memoria a corto plazo, he hecho eso muchas veces, ni siquiera se iba a acordar de lo que estaba haciendo.

Camus lo apartó cuando el de la botella pensaba atacarlo por la espalda, lo desarmó de un movimiento y le dio un golpe en el pecho para derribarlo, luego inmovilizó a los otros dos doblegándolos con sus brazos pegados a la espalda.

—¿Qué haces? —preguntó Shaka —¿Por qué empezaste una pelea?

—Esto no es propio de ti —secundó Milo, acercándose para ver el incidente.

Camus soltó a los sujetos, movió la cabeza de un lado a otro y se dispuso a salir del lugar, pero alguien le bloqueó el paso.

Medía bastante más de dos metros, tan amplio de espalda que seguramente competiría con Aldebarán. Le dijo algo, sospechó que un insulto.

—Hey, Camus —le gritó Milo en francés, aun desde la barra, tomándose lo que quedaba de su bebida —. Deja que te de al menos uno, o vas a llamar mucho la atención.

Camus salió despedido de regreso, cayendo de espaldas a los pies de sus acompañantes.

Las chicas chillaron, Heather e Izumi se arrodillaron a su lado, él se incorporó, pasándose el dorso de la mano por la boca. No le había hecho sangrar, pero le dio la sensación de que sí.

—¿No le vas a ayudar? —preguntó angustiada, Lianne a Milo.

—¿A Camus? Él empezó esta pelea, que la termine él.

Camus lo miró con ceño fruncido, se sacudió la chaqueta y fue de nuevo al encuentro con aquel coloso extranjero. Este tronó sus nudillos, de una mano y otra. Tronó su cuello, sacudió los brazos y se preparó para dar el siguiente golpe.

—¡Acaba con él! —gritó de pronto Izumi, completamente intensa.

Camus levantó la guardia, aquel hombre sintió que había estrellado su brazo contra una loza de concreto, pero no dio a demostrar su dolor, inmediatamente precipitó el otro puño, sin embargo, lo detuvo con la mano. Luego intentó usar todo su peso para derribarlo, si lo ponía contra el piso, podría molerlo a golpes… pero ni siquiera lo movió, y no había pensado el siguiente movimiento cuando Camus ya le había pateado en el costado, sacándole el aire, y haciéndole perder el equilibrio.

Aquél gigante lo miró desde el piso. Era imposible.

No era pequeño o enclenque, pero no debería tener esa fuerza.

Camus se giró hacia los demás sin prestarle atención, pero no pudo decir palabra: al final de la barra reconoció a Ikki de Fénix.


Comentarios y aclaraciones:

Quiero recordarles que este fic nació de la idea de Ellistriel y lo que puse entre asteriscos, pertenece al capítulo piloto original que detonó esta locura, ese capítulo que nunca vio la luz por su parte.

Pero más importante aún, Milo bailando es una de las escenas más viejas que tenemos planeadas. Definitivamente no logré plasmar lo gloriosa de la escena, pero para fines ilustrativos, ¿recuerdan que ya habíamos hablado de Kickboxer?

¿Recuerdan que Jean-Claude Van Damme tiene una escena en la que baila con dos chicas?

La canción, por cierto, es Feelin so good today de Beau Williams.

¡Gracias por leer!