Capítulo 4

Tokio estaba devastado, Kazuhito empezaba a reconocer los edificios, pero la confirmación definitiva fue cuando el hayo un cartel de Featherman anunciando el estreno de una nueva serie…en 2010.

—¿¡Pero ¿¡qué es esto!?—pensó Kazuhito al leer el cartel abandonado antes de ser interrumpido por un mensaje en su celular.

Kazu contesto el mensaje preguntándose quien podría saber su número en aquel lugar devastado y abandonado.

-Hola –decía el mensaje—Yo soy Stephen, creador del Demon Summon Program, el programa que usa tu Devilizer. No tuve tiempo para explicarte nada cuando nos conocimos, o mejor dicho, no quise dártelo. No creas que te dare la información de golpe, sino que te la dare de forma gradual dependiendo de la situación.

Al acabar de leer ese mensaje, el celular de Kazuhito recibió otro, al cual abrió inmediatamente.

—Sé que esto es súbito, pero el mundo en donde tu estas ahora están muerto. Todos los humanos de este mundo fueron golpeados por una plaga que los forzó a huir a búnkeres donde murieron. Además, este mundo ha estado muerto por más de cincuenta años. Y si te lo preguntas; Si, estas a salvo para respirar, los demonios son la nueva forma de vida dominante en el planeta. Tus amigas pronto te sacarán de aquí y te darán un poco más información. Solo espera.

Después de leer eso, Kazuhito observo su alrededor, todos en aquel mundo igual al suyo estaban muertos. Incluso una versión de el mismo. De sus padres, de sus amigos y de incluso la gente que veía en la calle.

¿Sus padres estarían vivos en su mundo natal? ¿Que estarían pensando si es que lo estaban?

Kazuhito se perdió en esos pensamientos hasta que oyo una voz familiar seguida de otra. -Hey, Kazu!—Gritaban las dos voces.

Chicas... –pensó Kazuhito—Naomi, Jun…

Las dos chicas vieron un cuerpo desde la distancia, ellas lo habían hallado. Afortunadamente, Kazuhito Ichijou todavía estaba vivo.

Sin embargo, las chicas sabían perfectamente que ahora, ellas habían metido a un inocente en un conflicto que no era suyo.

El cielo rojo de aquel Tokio devastado era un mal augurio.