Holi a Todos!

Por fin les traigo el epílogo, disfruten!

DISCLAIMER: HEY ARNOLD! No me pertenece.

EPÍLOGO.

Arnold estaba vestido muy elegantemente para la cita con su pequeña novia. Su familia estaba realmente muy entusiasmada, en especial su madre. Stella aun no podía creer lo mucho que había crecido su pequeño bebé, sintió sus ojos humedecerse pero respiro profundamente para poder seguir sacando fotos al niño.

—uhm ¿Mamá?

— ¿Si, Arnold?

— ¿No crees que ya son suficientes fotos? —él preadolescente estaba avergonzado de tanta atención, miró a su padre pidiendo ayuda pero este simplemente se rió de su vergüenza.

Miles no podían culpar a su esposa por querer tener inmortalizados todos los preciosos recuerdos que estaban creando con su hijo pero cuando noto que ya se hacía tarde no le quedó de otra que intervenir.

—Querida, ya se hace tarde. Es hora de ir a dejar a Arnold.

— ¿Irme a dejar?

—claro, a tu cita.

Arnold negó rápidamente con la cabeza.

—No, es necesario. Realmente me puedo ir solo, no se preocupen.

—Sabemos que no es necesario… —Empezó su padre.

—Pero queremos hacerlo. —Termino Stella.

Al ver los rostros esperanzados de sus padres, el chico no pudo decir que no.


Helga por su parte, estaba terminando de alistarse, se había decidido por llevar su cabello en un peinado de medio recogido para que este cayera por su espalda pero que a la vez no le tapara el rostro. Se cambió de ropa cuidadosamente, se maquilló, busco lo único que le había faltado hasta la mañana y nuevamente le dio las gracias mentalmente a la madre de su amado.

Se calzó la sandalia faltante para mirarse en el gran espejo, que estaba en su habitación, se sintió bastante satisfecha con el resultado porque a pesar de que la ropa era vieja le sentaba bien aunque curiosamente le apretaba un poco en algunas partes. Tomó una larga gabardina para poder abrigarse y ocultar su pequeña sorpresa. La niña no lo noto, pero una sonrisa soñadora iluminó su rostro mientras salía al exterior.

Mientras caminaba con destino a su rumbo, Cheez Paris, pensó en el acontecimiento que sucedió ahí mismo hace un año donde nuevamente las cosas fueron un poco locas pero finalmente todo salió bien y esperaba que hoy las cosas fueran menos locas pero que de igual manera salieran bien. Ella se preocupó de llevar suficiente dinero, ya sabía que no debía pedir cosas extrañas, personalmente se encargó de la reserva con anticipación y además prometió que se comportaría.

Con todo eso en mente la preadolescente apresuró el paso para llegar antes que Arnold y no arruinar la sorpresa.


Mientras veía las calles iluminarse, Arnold pensó en la última vez que estuvo en Cheez París, el año pasado con Cécile o la falsa Cecile quien finalmente nunca le había revelado su verdadero nombre.

Cecile era una chica agradable, sensata y muy madura, recordaba su expresión insegura al dejar que se llevara nuevamente su sandalia con la promesa de volverse a encontrar. Le hubiese gustado verla una vez más para poder contarle que al final todo había salido bien con la chica que, en ese entonces, lo estaba volviendo loco.

Lo que el chico no noto, fue que mientras divagaba sus padres habían pasado de largo en la calle que debían doblar para poder llegar a su destino.


Helga entró en la recepción de Cheez París, unos diez minutos antes que se cumpliera la hora prometida. Vio al pomposo garzón leer el nombre de los clientes, que le anteceden, antes de dejarlos pasar.

Cuando llego el turno de Helga, el hombre miro a la niña con la ceja enarcada reconociendo a la pequeña. Pensó por un momento ignorarla, pero de alguna manera había logrado engañarlos para poder obtener una reserva.

—Apellido madeimoselle.

—Pataki. — Helga, sabía que cualquier paso en falso la dejaría fuera. Así que ignoro el tono claramente antipático del adulto.

Después de rebuscar falsamente por unos largos minutos, en el libro de reservas, el hombre por fin dejo pasar a la jovencita.

Antes de que la pudiera dar otro paso más, la voz del hombre la hizo detenerse.

—pero antes, ¿la ayudo con su abrigo?

— ¿mi abrigo? —si se lo pasaba su sorpresa estaría arruinada.

—Sí, su abrigo. Hágame el favor de entregármelo para poder guardarlo.

—eh, no. Gracias.

—No es una opción.

—Mira, amigo. Pues tampoco es una opción quitármelo.

—Señorita, ya le dije que me pase su abrigo. —Insistió entre dientes, una vez más, el hombre.

—no se lo daré. — se negó rotundamente.

—prometió comportarse. —Elevo la voz Jack.

—sí y en ninguna parte dice que le tengo que pasar mi abrigo.

El camarero noto de reojo que los demás clientes estaban pendientes de lo que estaba pasando, se aclaró la garganta e intento razonar con la niña de la manera más amable posible.

—Está claramente informado en el código de etiqueta. —El hombre señalo un cuadro que indicaba el tipo de ropa con el que no se podía entrar al lugar.

La chica leyó:

· No ropa deportiva.

· No ropa de baño.

· No pies descalzos.

· No Abrigos en el interior.

Eran unas estúpidas reglas, pero ella sabía improvisar sobre la marcha.

—bueno, pues estoy resfriada. —la niña fingió un estruendoso estornudo. —y tengo frio. — se abrazó a sí misma y castañeo los dientes para hacer ver más realista sus palabras. —así que usted entenderá que no me lo puedo quitar.

Al ver la mirada retadora de la niña y escuchar los cuchicheos de los comensales. A él no le quedo de otra que dejarla pasar pero ella no ganaría.


Cuando Arnold se dio cuenta que estaban demasiado lejos, ya era muy tarde. Alertó a sus padres pero estos aún no estaban familiarizados con todas las calles de la ciudad, lamentablemente ninguno se preocupó de llevar sus pertenencias y el Packard no contaba con GPS. Arnold intento dar las indicaciones para poder devolverse pero estaban en una zona muy lejana de su vecindario.

— ¿Derecha o izquierda, Arnold? —Stella le pregunto a su hijo.

—No sé, no conozco esta parte de la ciudad.

—Miles. Disminuye la velocidad y pregúntales a esas personas de ahí. —Stella vio una oportunidad en un par de transeúntes que esperaban en la parada del autobús.

—No te preocupes. Ya lo tengo todo bajo control, sé por dónde es el camino. —Respondió, pasando de largo a las personas.

Unos metros más adelante, vieron a una pareja caminar por la acera. Stella intento, nuevamente, pedir indicaciones pero el hombre acelero la velocidad indicando que sabían dónde estaban solo para un kilómetro después estar más perdidos que antes.

Stella sabía lo despistado que podía ser su marido pero ¿qué problema tenían los hombres con preguntar las direcciones? Así que evitando perder una nueva oportunidad de pedir un poco de ayuda la mujer llamó su atención con una voz falsamente azucarada.

—Amor…

—Sí, cielo.

— ¿Qué opinas del sofá de la habitación de Arnold? —pregunto Stella.

—Es muy cómodo pero muy pequeño.

—y ¿del antiguo sofá verde?

—ese es más grande pero muy duro. —respondió con una mueca el hombre, sin despegar la vista del frente. — ¿Por qué me preguntas? ¿Quieres cambiar nuevamente los muebles?

—Porque si no preguntas la dirección o mínimo me pasas el volante, tendrás que elegir uno de los dos para dormir esta noche.

Ni a Miles ni a Arnold engañaba la falsa sonrisa en el rostro de Stella, ella estaba enojada y cumpliría su palabra. Y aunque el chico se sentía ciertamente aliviado que su madre condujera, ya que llegaría a su destino, no pudo evitar recordar que ya la habían multado dos veces.

Miles se detuvo en un espacio habilitado para estacionarse, se bajó con cuidado y dio la vuelta para poder sentarse en el lado del pasajero mientras que Stella se pasó de un asiento a otro. La mujer se ajustó el cinturón de seguridad, puso en marcha el motor y ajusto el espejo antes de ponerse en marcha.

—Sera mejor que se agarren.

Tanto padre como hijo, intercambiaron una mirada asustada por el retrovisor y tragaron nerviosos por el rugido del motor al arrancar.


Jack miro el restaurante lleno. El día de San Valentín eran muy provechoso, ahora lo que le molestaba era esa pequeña niña rubia que estaba sentada de espalda a la ventana. No permitiría que se saliera con la suya, si no quería seguir el protocolo por las buenas lo haría por las malas. El hombre se dirigió a buscar el control remoto del aire acondicionado que estaba justo encima de la chiquilla para poner en marcha su plan.

Helga, por su parte, miro su reloj y se dio cuenta que ya habían pasado más de veinte minutos de la hora acordada.

—Cheez, Arnoldo. ¿Por qué me haces esperar? —hablo a la nada, estaba nerviosa. No podía evitar sentirse así. Cada vez que le revelo algún secreto a Arnold su corazón se aceleraba de ansiedad y miedo aunque por suerte el chico se tomó cada confesión con tranquilidad pero aun así no podía evitar ese tumulto de emociones que la atacaban y amenazaban con ahogarla.

Desde su puesto en recepción, el hombre primero probó con subir un par de grados pero al ver que la niña no se inmutaba decidió otro par más. Nuevamente la acción no provoco que la niña cediera así que siguió insistiendo sin notar que los cambios también estaban afectando a otros dispositivos. Los comensales alrededor de la mesa de Helga, se empezaron a sentir sofocados y muy molestos informándoselos a sus propios camareros estos a su vez intentaron informárselo a Jack pero este solo insistía en subir y subir la temperatura.

Las altas temperaturas estaban haciendo que Helga se sintiera mareada. ¿Qué pasaba con la temperatura en ese lugar? Ya no pudiendo resistir más la chica se levantó para ir al baño.

El hombre que solo había estado concentrado en subir la temperatura, al ver que la preadolescente se retiraba de su mesa, sonrió satisfecho. No era lo que él esperaba pero si se marchaba igual servía, cuando volteo había un montón de personas furiosas, que notaron sus malas intenciones y estos no dudaron en darle su merecido por la jugarreta que les había arruinado la noche.

—Para la próxima vez que quiera caldear la temperatura de un lugar, vaya a prenderle la chimenea a su abuela. —Agrego una mujer furiosa, sacudiéndose las manos.


Los tres Shortman, siguieron su camino pero habían pasado un largo rato sin ver a nadie por las frías calles hasta que un movimiento alerto a Stella.

—Bien, veo a alguien por allá. — la mujer acerco el automóvil a la acera para poder preguntarle a un par de transeúntes que salieron desde un edificio.

Lo malo, que eran un par de adolecentes asustadizos. Los cuales al notar el auto que los perseguía, aumentaron la velocidad de sus pasos casi perdiéndolos. Los chicos, asustados, se metieron a un callejón para intentar perder a sus perseguidores. La mujer no queriendo perder más tiempo y calculando que el vehículo caería por el espacio se subió a la calzada para perseguirlos.

— Vamos, Solo quiero que me den una dirección. —murmuro para sí misma Stella.

—Cariño… —EL hombre intento llamar la atención de su esposa que estaba inclinada al volante.

—Ahora no, miles. ¿Qué no ves que intento concentrarme?

—pero cariño

—No, Miles. —lo único que tenía en mente la mujer era encontrar no perder a las personas que se alejaron corriendo por el callejón, lamentablemente al enfocar su objetivo no noto las luces azul y roja que la esperaban al final del camino.

— ¿Mamá?

— ¿Si, mi amor?

—La policía está frente a nosotros.


Cuando Helga volvió del baño la temperatura del lugar había vuelto a la normalidad. Caminó hasta su mesa sintiéndose aliviada de no tener que hacer tantos viajes al baño para poder refrescarse, antes de sentarse miro el reloj que estaba en una pared y ya había pasado una hora, sin que el chico apareciera.

La chica estaba reclinada sobre la mesa cuando una sombra le bloqueo la luz, se levantó ansiosa esperando ver a su amado pero era solamente el camarero, que ahora le cubría un filete de ternera la mitad del rostro.

EL hombre la miro molesto, con su ojo bueno, antes de sacar su lápiz y libreta para tomar la orden de la niña.

—Madeimoselle. ¿Qué ordenara?

—uhm, nada. Espero a mi cita. —Helga miro el reloj, nuevamente, habiendo pasado diez minutos desde que lo miro por última vez.

— madeimoselle, si no pide nada le tendré que pedir que se retire del restaurante. —el camarero volvió a insistir.

— Lumiere, te dije que esperáramos un poco más.

—Mi nombre es Jack. —Rodo los ojos, molesto. — pero puede pedir un vaso de agua o una gaseosa, igual serviría.

—Si con eso dejas de molestarme. —suspiro rendida. — Tomare una soda Yahoo.

—se la traeré.

—mph. —Helga no sabía si sentirse molesta o triste por la tardanza de su novio, el no solía llegar tarde y si… ¿se había arrepentido?

XXX

Miles, Stella y Arnold, estaban detenidos en la estación de policía, porque los adolescentes creyeron que eran unos acosadores. Lamentablemente ninguno recordó traer sus documentos para comprobar su identidad así que estarían ahí hasta que llegara Phil y pagara la fianza.

El chico miro el reloj, angustiado, ya eran las nueve menos veinticinco.

—oh no, ya es demasiado tarde de seguro Helga se fue a su casa.

—Lo siento, Cariño.

—lo sentimos, hijo.

—Es nuestra culpa. —volvieron a repetir abrumados ambos adultos.

—Solo lo hicieron porque querían ayudar… —Intento señalar la buena intención de sus padres.

La mujer llamo la atención del policía, golpeando la reja con el zapato. El hombre que había estado recostado con las piernas en el escritorio, mientras comía una dona y bebía de su café, dirigió su mirada a los recién llegados que estaban haciendo ruido.

—Por favor, no somos delincuentes tan solo queríamos llevar a nuestro hijo a una cita con su pequeña novia. —Hablo Stella cuando noto que el hombre por fin despegaba la vista de la vieja televisión.

—Sí, si eso guárdenselo al juez. —el hombre apenas le prestó atención a los presuntos delincuentes

—No es mentira, hoy tenía una cita con mi novia Helga. — El chico intento explicar afligido.

El policía se levantó las gafas negras curioso.

— ¿hablas de una Helga?

— ¿Si?

— podría ser… ¿Helga Pataki?

—Si. Ella misma.

— ¿Hablas de Helga G. Pataki?

—Si. ¿La conoce?

— ¿Te refieres a Helga G. Pataki de la publica 118?

—Si. —Los tres Shortman gritaron exasperados.

—Ah, haber lo dicho antes nosotros los llevaremos a donde necesiten ir.

Mientras el hombre se ponía en pie y buscaba la llave para poder sacarlos, Arnold miro a sus padres con una gran sonrisa, la cual ambos le devolvieron.


Jack aún estaba adolorido. Se froto el ojo con cuidado mirándose al espejo, estaba algo hinchado y negro pero eso no lo detendría. En algún momento de la noche, el hombre, se había tomado las cosas demasiado personal quizás por malentendidos pasados, quizás por su necesidad de demostrar que podía cumplir su tarea perfectamente o simplemente era un poco de ambas.

El hombre se acercó a su objetivo llevando en perfecto equilibrio, la bandeja que contenía la botella de gaseosa. Lista para ser arrojada sobre su objetivo. Lo que nunca se imaginó, que tropezaría con una cuchara que había quedado olvidada en el piso haciendo que el bebestible cayera sobre una mujer, lamentablemente no la que esperaba, sino una que le había dado una clara advertencia.

La mujer, se levantó de su silla, con la soda goteando desde su cabello a su cara. Se sacó el fino guante celeste y lo último que pudo ver, el camarero, fue la cara de la mujer con el maquillaje corrido y un montón de estrellas.

Cuando la mujer volvió a su lugar, le paso una soda a la niña, diciendo algo de cortesía de la casa. Helga, que no se había percatado de toda la escena, simplemente asintió dando las gracias a la señora.

El hombre casi calvo no conforme con tener los dos ojos amoratados, frustrado por su plan fallido. Tomo lo más cercano a su mano, curiosamente un budín de chocolate y lo arrojo en dirección a una distraída Helga.


—Entonces eres el novio de esa pequeña picara.

—Sí, Señor.

—La recuerdo bien, me toco ser su mentor para el día de las profesiones. — El hombre espero que la luz roja cambiara a verde antes de continuar. — ¿Sabías que ella me ayudo a atrapar a cuatro maleantes en el robo de un asalto?

— No. Eso es increíble. —Cada día se asombraba más de lo sorprendente que era Helga.

—Exacto, pero ella lo dijo como si nada y tiene un muy buen estilo, me recuerda a mi querida esposa. — El hombre tomo una pausa antes de continuar —Elegiste bien, muchacho. Una chica bonita, inteligente y con garras.

—Lo mismo pensamos nosotros. —Arnold miro a sus padres por el espejo retrovisor.

— ¿Ahora falta mucho por llegar? —pregunto Miles.

—Es algo embarazoso estar acá atrás. —agrego Stella, incomoda. Al ir por una concurrida calle principal muchas personas los miraban curiosos.

Arnold se esbozó una mueca divertida pero estaba muy preocupado por la hora y no podía evitar delatarse al mirar constantemente el reloj.

— ¿Qué pasa muchacho?

— Yo…—Arnold, se avergonzó de haber sido pillado infraganti pero no era el momento de ser tímido. Él necesitaba llegar lo antes posible. — solo… ¿podría ir un poco más rápido? ya casi son las nueve y Helga debe llevar mucho tiempo esperando. Si es que aún está ahí… —murmuro lo último para sí mismo.

—Entonces, será mejor que se afirmen de donde puedan porque utilizaremos esto. —Así fue como el hombre encendió la sirena de su patrulla haciendo que todo el tráfico se hiciera a un lado para dejarlo pasar.


Después de haber cruzado, prácticamente, toda la ciudad por fin Arnold llego al Cheez Paris. Entro y miro la espalda de la chica en la ventana y por un leve momento creyó ver a otra persona pero sacudió la cabeza en negación, respiro hondo y entro.

—Helga, cuanto lo siento. —Se acercó a la rubia, que él conocía.

—llegaste… pensé que ya no vendrías. —

— ¿Qué? ¡No! no. Yo solo…—el chico intento calmar a su alocado corazón, antes de continuar. — no creerías todos los problemas que pase para llegar hasta aquí. — se sentó frente a la chica, con las mejillas sonrojadas, Helga realmente se veía muy bonita.

Y así oficialmente comenzó la cita de los pequeños rubios. Arnold le conto de todos los inconvenientes que había tenido antes de llegar al restaurant mientras Helga agregaba alguno de sus ingeniosos comentarios en algunas ocasiones y en otros simplemente reía. Tomaron una pausa para poder ordenar la cena y luego continuaron hablando de distintas cosas en un ambiente muy ameno.

Los comensales, alrededor de la mesa, no podían evitar ver lo adorable que era la pareja de niños los cuales se notaban muy cómodos el uno con el otro, era toda una escena digna de admirar.

Esta vez, Jack, quien era su camarero llego en son de paz, trayendo las cartas para ambos. Al terminar de ordenar su cena, el hombre estaba a punto de irse cuando se detuvo para agregar.

—La cena va por parte de la casa. — guiñando su ojo libre.

— ¿Helga? — Arnold, noto la curiosa acción del hombre que antes solía odiar a Helga.

— ¿Si, Arnold?

— ¿Paso algo antes que yo llegara?

—No, nada en particular. —Sonrió misteriosa, la chica. Mientras bebía de su copa.

—Ahm. —Arnold curioso como siempre no pudo evitar agregar. — ¿Por qué el camarero lleva un filete crudo en la mitad de su cara?


Después de una satisfactoria cena. A Helga aún le quedaba una cosa por hacer, aunque sentía el agitado golpeteo de su corazón en su pecho y podía sentir los latidos en su garganta y oídos. Se animó a revelar uno de los últimos secretos a su cita.

—Arnold ¿Recuerdas este chico con el que tuve una cita?

El chico que había estado terminando tranquilamente su postre, casi se atraganta.

— ¿Si? —a pesar de que hace tan solo dos días se había sentido extrañamente celoso, cuando Helga menciono al susodicho no sintió temor.

—Bueno, pues hoy también tengo una cita con él.

— ¿Qué? —olviden lo que había pensado anteriormente, se sentía muy celoso ¿Quién se creía ese tipo? Nadie más que él tendría citas de San Valentín o no San Valentín, con Helga.

—Sip, pero antes de decirte quien es. Yo quiero preguntarte ¿Qué es lo que hacías en este mismo lugar con una chica el año pasado?

Arnold no se esperaba esa pregunta, pero después de entender lo molesto que era estar celoso estaba decidido a aclararle a Helga que no había nada de qué preocuparse.

—No te preocupes, ella es solo una amiga. —Al ver el gesto que puso Helga, no sabía si había hecho bien o mal en decir eso.

—Con que solo una amiga… —Helga no sabía cómo sentirse. Porque por un lado estaba molesta ¿cómo se atrevía a decir que Cecile era solo una amiga? Y por el otro estaba feliz que no sintiera más que amistad por otra chica.

Arnold malinterpreto el silencio de su novia, en señal de enojo. Así que intento tranquilizarla.

—Helga, tienes que creerme. Realmente la única chica con la que quiero estar, es contigo.

—OH mi dulce ángel de mi corazón, que llenas cada instancia con tu hermosa presencia, eres tan tierno que te comería a besos. —Helga suspiro enamorada mientras apoyaba su cabeza entre sus manos.

De repente Arnold lucia extrañamente acalorado.

—uhm, Helga.

— ¿Sí?

—Estás hablando en voz alta, otra vez.

Helga, entendió el motivo por el cual Arnold se había sonrojado. Él estaba avergonzado. No es que se avergonzara de ella o de lo que decía, se lo había dejado claro con anterioridad, si no que aún le apenaba escuchárselo decir en voz alta.

Los demás clientes no podían evitar, de vez en cuando echarle un vistazo al par de niños. Los cuales se miraban extrañamente avergonzados, no recordaban si alguna vez habían visto algo más adorable que dos pequeños rubios cenar solos, en un día de San Valentín mientras se miraban sonrojados.

Helga se aclaró la garganta, para volver a lo anterior.

—Te creo, Arnold. Ese no era el punto. —Helga se armó de valor, para poder confesarse. Vamos, él ya sabía todo lo peor una confesión mas no lo asustaría o ¿Sí? —pues yo te tengo una sorpresa.

— ¿Sorpresa? —Arnold, ni se imaginaba que podría ser lo que tenía preparado Helga.

—Sí, mira. La cuestión es que yo conozco a esta chica.

— ¿La conoces? —miro sorprendido a Helga. ¿Cómo es que ella podría saber quién era Cecile? ¿Acaso de eso se trataba su sorpresa? Claro, quizás por eso había mencionado a su cita anterior. Con que de eso se trataba.

—Sí, y ella está aquí esta noche.

—Entiendo. —Arnold tomo la mano de Helga, la cual estaba encima de la mesa y le sonrió.

— ¿Lo entiendes? Y ¿No te sientes sorprendido?

—quizás un poco, pero me alegra que todos hayan tenido un final feliz.

—Espera un segundo ¿A quiénes te refieres con todos?

—A Cecile y al chico con el que saliste en el pasado. Los juntaste en una cita ¿No? Y Por cierto ¿Cuál es su nombre?

Helga miro estupefacta a su novio. Ella había pensado que él ya había superado la etapa de la densidad.

—Arnold.

— ¿Si Helga?

—Se llama Arnold.

—Oh. ¿Se llama como yo?

La niña rodo los ojos ¿En serio era tan denso?

—Lo que estoy intentando decir, es que tú fuiste mi cita.

Arnold, abrió los ojos sorprendidos. Si él fue el san Valentín de Helga, eso quería decir que Helga era…

La niña al ver la clara confusión en el rostro del chico, procedió a desabotonarse la larga gabardina…

— ¡Espera! ¿Helga, no crees que somos muy jóvenes para ese tipo de sorpresas?

La chica que solo se había alcanzado a desabrochar la mitad de los botones,

— ¿De que estas hablando? — Miro al chico, con la cara aún más roja que antes y llego a la conclusión de que Gerald tenía razón. Arnold era un chico muy atrevido. Así que solo pudo rodar los ojos para aclarar el error. —No me refiero a ese tipo de sorpresa, burro. Si no a esta. — La chica se apresuró a sacarse el pesado abrigo, nuevo, para mostrar el mismo conjunto que utilizo anteriores y acomodarse el cabello sobre la mitad del rostro.

—Cecile… —pero ¿Cómo es que no se dio cuenta antes del parecido? Estudio a la chica de los pies a la cabeza y su reacción fue solo la que un chico como Arnold podía dar. Abrazo a Helga con una su ancha sonrisa, marca Arnold Philip Shortman que solo él podía dar.

—Sabes, ahora todo está completo. — Se separó un momento para poder mirarla nuevamente a los ojos —Me alegro mucho de saber que siempre fuiste tú.

— ¿Si?

—Si. Y creo que soy muy afortunado. —Se puso de puntillas para encontrarse con la boca de su novia, sin darse cuenta que todo el restaurant, incluyendo a sus trabajadores, a sus padres que miraban a través del cristal veían la escena emocionados con un pañuelo en la mano para limpiarse las lágrimas.


Después de la cena, los padres de Arnold, se devolvieron a la estación de policía para buscar su vehículo. Los chicos regresarían solos a la pensión. Como era tarde Helga no se molestó en volver a su casa y se quedaría con la familia Shortman y los huéspedes en la pensión.

Ambos caminaban de la mano, cuando Arnold, hizo acelerar el paso a la chica.

— ¿Qué pasa, Arnold? — Cuestiono Helga al verse casi arrastrada por las calles.

—Hay que apresurarse. Podemos aprovechar de ocupar el cuarto de juegos, antes que lleguen mis padres.

—Eso suena genial, le demostraremos quienes mandan. —Helga intento seguirle el paso pero su calzado se lo impedía. — Lo siento, Arnold. Estos estúpidos zapatos. —Helga se sacó ambos para poder continuar pero antes de dar un paso Arnold se puso de cuclillas ofreciéndole su espalda. — ¿Arnold que haces?

—Solo quiero que lleguemos antes y no quiero que te lastimes los pies. —Admitió sonrojado, cuando cayó en la cuenta de su acción.

—pero peso mucho. — LA chica miro la tentadora espalda del chico que amaba.

—Vamos, Helga. No sería la primera vez que te llevo ¿o sí? —la chica recordó, otros momentos, que el chico la había cargado. Así que puso sus manos en sus hombros y espero que el chico acomodara sus brazos bajos sus piernas. Cuando se sintió elevada, abrazo a Arnold por el cuello.

Después de avanzar unos cuantos metros, la chica expuso una falla en el plan del niño.

—Arnold, así no vamos más rápido.

—No, pero… ¿Vas cómoda?

—Si…

Un escalofrió recorrió el cuerpo del preadolescente cuando Helga suspiro su respuesta en su oído. Él ya sentía que empezaba a sudar, no es que la muchacha pesara mucho pero el esfuerzo por el camino recorrido con el peso adicional en su espalda más el calor del cuerpo de la chica en su espalda ya le estaba empezando a pasar la cuenta. De reojo observo ambas sandalias rojas en la mano de ella.

—Apropósito como conseguiste tener ambos zapatos.

—Tu madre me ayudo, es muy amable.

—Sí que lo es.

Ya podían ver la casa de huéspedes, cuando Helga volvió a hablar.

— Tus padres… ¿Aun están teniendo problemas con la ciudadanía? —Helga sabía que era un tema que últimamente había estado preocupando, a los Shortman ya que a pesar de todo el tiempo que había pasado aun no tenían respuesta por parte del registro civil.

—La verdad, aún no nos han contestado. — Arnold sabía que era un tema delicado que incluso les podía llegar a costar la permanencia en el país pero no valía la pena preocuparse si sus padres habían hecho todo bien. — pero no es motivo de preocupación, mientras no nos digan que no. todo está bien ¿no?

Helga no pudo evitar sonreír ante el positivismo del rubio.

—Eres un cabeza de balón optimista.

—Alguien tiene que serlo, además a ti te queda mejor el papel de pesimista.

Helga entrecerró los ojos molesta, y le dio un pequeño golpecito en el hombro.

— ¿Siempre tienes que tener la última palabra?

—Por supuesto. No escucho a nadie diciendo Oye Helga!

Helga estaba a punto de responder algo cuando, sintió que se iba hacia atrás y se agarró fuertemente al cuello de Arnold. Cuando abrió los ojos ya estaban frente a la puerta de la casa. El Chico se agacho para que ella pudiera bajar y se dirigió a abrir la puerta principal dejando escapar a un montón de animales. Una vez que la manada salió, le hizo un gesto a su novia para que pasara.

La chica entro, rodando los ojos, ante el exagerado gesto del muchacho. Se dirigió ante el famoso cuarto de juegos, Arnold quien la seguía de cerca prendió la consola, eligió una canción, se acomodaron los controles en las muñecas pero antes que pudieran comenzar a bailar cuatro adultos entraron desafiantes.


Después de una cansada competencia, en la que Phil y Gertie fueron los ganadores, era hora de dormir. Arnold, le cedió su cama a Helga y él se acomodó en el sofá de su habitación, estaba a punto de quedarse dormido, después de repasar los mejores momentos del día, cuando algo vino a su mente.

— ¿Helga?

—mph

— ¿Helga, estas despierta?

—No, por eso te estoy contestando. ¿Qué quieres? Ya es tarde y estoy cansada.

—Solo estaba pensando. —se sentó y encendió la luz con el control remoto.

— ¿Y qué quieres? ¿Qué te aplauda?

Arnold entrecerró los ojos, molesto. Ignorando el sarcasmo.

—Solo quería decirte que aparte de ser tu primer San Valentín también soy el primer chico con cabeza de balón que te confiesa su amor.

Helga que en algún momento se sentó en la cama para escuchar al chico, se congelo por unos minutos, estuvo tentada a decirle la verdad pero solo lo dejo ser feliz. Simplemente no podía con esa mirada de medio parpado.

—Claro, Arnold. Claro.

Por millonésima vez, el chico, esbozo una gran sonrisa. Conforme apago la luz y se acomodó en la improvisada cama.

Nuevamente estaba a punto de dormir cuando algo lo molesto lo suficiente para volver a encender las luces.

—Helga ¿Por qué siento que tu tono es ligeramente condescendiente?

—No sé de qué hablas, Arnold. Yo no sé nada. — la chica se envolvió con las sábanas y fingió dormir, ante los reclamos de su novio.

—Helga… — el chico arrastró el nombre de la chica.

La rubia no tenía el corazón para decirle a su amado, que el primer cabeza de balón en declararle su amor, no fue él si no su primo.

FIN

Lamento la demora, pero he estado complicada. He tenido muchos dolores en el brazo derecho que me han impedido escribir cómodamente. ayer ya me empecé a sentir mejor y hoy ya tienen la conclusión de esta historia. Por cierto estoy motivada con otra historia para el fandom, que tomara a esta como referencia, así que para que estén atentos.

Lo último antes de contestar los reviews, Este sería el tercer san valentín de Arnold y Helga, el segundo es una historia aparte que publicare para el san valentín del 2019.

Blue-Azul-Acero: perdón como actualice muy de madrugada, no me di cuenta. Tengo pensado un par de spin off que incluyan eso pero por el momento quedara hasta aqui porque estoy muy entusiasmada con otra historia. Gracias!

Angiecg: gracias! espero lo hayas disfrutado.

Sandra D: Me alegro que te gustara. y tu duda... no fue al dia siguiente pero puede ser que dentro de los spin off que tengo pensados los incluya.

Monvar: Gracias!

MissHillwooD: Gracias!, tengo muchas otras ideas entre mis apuntes pero no siempre hay tiempo. Aunque ahora que ya termine esta tengo espacio para publicar una más.

eli ventura: Gracias! espero que te haya gustado el epilogo.

Gracias a todos por sus favs, follow y principalmente por leer.

Nos leemos!