Howling.
ADV: se mencionan condiciones, posteriormente habrá lemon.
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I
Uno, dos, tres… Contó calladamente en su mente, tratando de mirar algún punto fijo, pero todo se movía rápidamente, todo pasaba rápidamente y sus ojos se perdían. Giró en su lugar, tratando de divisar a alguien, algo conocido, pero nada, todo estaba oscuro y simples destellos se veían a lo lejos. Tapó sus orejas con ambas manos y se tiró al piso, soltando un chillido.
Cuatro, cinco. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Por qué comenzó a contar en ese momento cuando debería estar corriendo? Su cuerpo se paralizó al sentir cómo algo chocaba contra sí, sus labios se partieron levemente y sintió como algo helado lo traspasaba. Y de momento a otro todo murió.
Seis, siete… Repitió varias veces ese número ¿Qué fue lo que pasó? Abrió sus ojos pero todo estaba oscuro, algo en su interior le advirtió que algo estaba mal. Trató de levantarse pero unas correas tenían amarrado su cuerpo, sintió pasos y una suave mano acarició su mejilla.
—No te preocupes. Ya todo estará bien. —era una voz femenina, sintió como esa delicada mano agarró su brazo y luego un agudo dolor recorrió su cuerpo, quedando dormido nuevamente.
Siete… Sus labios se movieron pronunciando aquel número ¿Por qué estaba todo oscuro? Nunca le gustó la oscuridad, desde pequeño le tenía un miedo especial a la oscuridad, pero esta vez el miedo que comenzó a producirse en su cuerpo era peor. No era la típica oscuridad en la noche donde después de un tiempo tus ojos se acostumbraban y podías diferenciar cosas, esta vez era distinto, todo estaba pintado de negro, negro profundo, no podía diferenciar nada.
—¿Estás despierto?
¿De dónde provenía esa voz? Pestañeó un par de veces y luego asintió con la cabeza.
—¿Por qué esta todo tan oscuro?
Un pequeño suspiro escapó de aquella persona, sintió dos pasos y luego un peso se añadió a la cama, lo más probable es que se sentara. —Hubo un accidente. —una mano áspera se posó en su brazo—. Un tiroteo.
De a poco todo comenzó a volver a su mente. Recordaba estar caminando bien de madrugada cerca de un centro comercial y de repente escuchó un disparo, un grito de una mujer desesperada se escuchó a lo lejos y luego la gente que estaba por esos lugares comenzó a correr y de alguna forma sus pies no se movieron por estar aterrorizado, otro disparo tras otro y de repente…
—¡Siete!
—¿Qué?
Trató de levantarse de nuevo pero seguía amarrado a esa cama gemebunda, movió sus manos tratando de agarrar esas correas que lo amarraban pero nada daba resultado, la persona que estaba sentada a su lado pareció haberse levantado porque ya no sentía su mano en su brazo.
—¿Dónde estoy?
—En un hospital. —contestó fríamente.
—¿Por qué estoy amarrado? ¿Por qué no veo nada? ¿Es de noche? ¿Qué pasó? ¿Por qué no me dejan mover?
Pero no recibió respuesta a cambio ni tampoco escucho nada ¿Se había ido? Cerró su puño apretándolo fuertemente, rasguñándose su propia palma y mordió su labio inferior, de alguna forma estar ahí, sin ninguna respuesta y en tanta oscuridad era como estar muerto, y tenía miedo. Tenía miedo porque estaba indefenso, aunque estuviera en un hospital no se le podía quitar ese miedo, no podía ver nada y así tampoco podía comprobar si es que realmente estaba en un hospital, quizás el que estaba frente suyo era un asaltante, el causante del tiroteo y era un rehén y lo más probable es que estaba tratando de sacarle conversación para tener información y así poder estafar a su familia, lo más probable…
De repente todo se aclaró y vio un hermoso parque, un gato grande y unos columpios enredados con flores y él estaba ahí, sentado en una banca hecha de dulces. Rió fuertemente y comenzó a correr por las calles, encontrándose con amigos de su infancia y luego todo se quebraba, como si un espejo fuera golpeado con una piedra fuertemente, cayeron todos los pedazos de su imaginación, dando acceso a la oscuridad, una infinita oscuridad.
Se vio a sí mismo ahí parado, sólo su rostro se podía ver y miró aterrado a todos lados, giró su rostro precipitadamente hacia la derecha, sintiendo como si alguien estuviera ahí, luego al lado izquierdo, nada… Simplemente nada.
—¿Yuri? —escuchó a lo lejos, de a poco dejó de ver su rostro, de a poco todo fue absorbido por esa oscuridad—. ¿Yuri?
—¿Sí? —susurró.
—¿Puedes ver algo?
Soltó una risa ¿Que si podía ver algo? ¡Mierda! ¿Acaso estaban jugando con él?
—Nada. ¿Qué pasó?
—Hubo un tiroteo… —tragó saliva, de algún modo sus oídos se habían agudizado más.
—¿Y? —respondió cortadamente, quería saber la explicación a todo esto.
—Hubieron dos muerto y tres gravemente heridos, tú eres uno de ellos. —de nuevo aquella pausa molesta—. Una bala te llegó y afectó a tu visión, haz estado por más de un mes en coma.
No le sorprendió ni tampoco dijo nada, escuchó cómo se cerró la puerta dejándolo solo. ¿Así que estaba ciego? ¿Qué iba a hacer? Su futuro había sido arruinado por un estúpido que decidió hacerse el malo y asaltar, todos sus sueños parecían ahora lejanos. Casarse y tener familia ahora se veía como un hermoso sueño que nunca se haría realidad ¿Qué mujer desearía casarse con un ciego? Trató de recordar cosas, noticias sobre universidades para ciegos y proyectos para que tuvieran una vida más fácil. Gente que los iba a ayudar a su casa para que no les sucediera nada malo.
Sinceramente, ahora su vida iba a ser un asco. No tenía con nadie con que apoyarse, sus padres lo habían un poco más desterrado de la familia por los miles de problemas que causaba Yuri, una deshonra según su padre y un sinvergüenza según su madre. Tampoco tenía amigos muy cercanos, sólo Mila, que era como su hermana mayor, pero ella se había ido de viaje por dos meses. ¿Estaría de vuelta ya? Quizás le iba a pedir a alguna enfermera que la llamara para saber.
Siete… Era el único número que daba vueltas en su cabeza, a veces se preguntaba porque tenía una fijación por contar hasta siete, siempre lo hacía, para cualquier cosa que hacía contaba hasta siete y luego su cuerpo avanzaba. Si no hubiera sido por eso, quizás ahora estaría en la escuela, practicando para la siguiente competencia de patinaje, y después iría a casa de Mila a tomar chocolate caliente.
Se levantó de la cama y sonrió levemente, agradeció al cielo que ya le habían sacado los amarres. Tocó la cama y bajó sus pies levemente, y cuando sus pies bajaron de la cama sintió como si estuviera cayendo de un precipicio, sus pies no tocaban el piso y tampoco sabía cuán lejos estaba el piso de sus pies. De un momento a otro una náusea invadió su cuerpo y mordió su labio inferior.
Contó hasta siete y trató de apoyar sus pies contra las heladas baldosas que estaban en el hospital, perdió el equilibrio y azotó su cuerpo contra el piso, mordiéndose su propio labio, de a poco sintió la sangre en su boca, apoyó su mano en sus labios, sintiendo la saliva y sangre en sus falanges.
—¡Yuri! —esa voz tan conocida lo agarraba de los brazos y lo levantaba— ¿Qué tratabas de hacer, es verdad lo que dicen?
Asintió levemente con la cabeza, Mila acarició suavemente sus cabellos y de a poco la nostalgia comenzó a invadir el cuerpo de Yuri. ¿Cómo estaba ella ahora? ¿Había cambiado? Siempre iba a quedar con la misma imagen de su amiga, desde la última vez que la vio. Y no quería, odiaba el hecho de no poder ver más, porque se estaba perdiendo la belleza de la vida, hubiera preferido haberse quedado sordo en vez de quedarse ciego, porque ahora iba a desconfiar de todo, no iba a saber qué hacer. Silenciosas lágrimas comenzaron a emanar, resbalando por sus mejillas y perdiéndose en el suelo. Su cuerpo comenzó a tiritar fuertemente y se aferró a los brazos de Mila, llorando desesperadamente, hubiera preferido que esa bala lo hubiera matado.
Hubiera preferido morir en vez de quedarse ciego.