Capítulo 46
Shizuka se paró bruscamente a unos pocos centímetros de Natsuki, con un rugido en las orejas y un torno alrededor del corazón. La culpa bordeaba su mente, pero se negó a aceptarla.
—Quiero salir. Sal de mi camino.
— ¿Adónde irías cuando el sol ya ha salido? —La pregunta fue emitida con voz templada, aunque llevaba el aguijón de un latigazo.
Estaba furiosa. Podía sentir la ira irradiando de Natsuki, aunque su expresión permanecía en blanco y su voz en calma.
Alzó el mentón.
—Tengo una habitación en la posada.
—Que está ocupada actualmente. Sería peligroso ir allí y eres muy consciente de ello. Además, la posada está a una gran distancia y te quemarías a la luz del sol. No puedes cambiar sin mí y arriesgar tu vida bajando de esta montaña, es ridículo cuando no hay razón para ello.
—Quiero salir de este lugar.
—Saldremos juntas por la tarde, cuando sea seguro hacerlo. Por ahora, te he traído comida y
bebida.
—Te he dicho que quiero salir.
La mano de Shizuka revoloteó hasta cuello, la palma protegió las marcas gemelas sobre su pulso.
Podía sentir su boca allí, el aliento tibio… no… caliente, el roce de los labios, suave y sensual contra la piel.
—Obviamente no piensas con claridad, Shizuka —contestó Natsuki—. Es peligroso que salgas. No puedo permitirte que te coloques en peligro.
—No es tu elección —dijo bruscamente Shizuka. Odiaba que Natsuki sonara racional mientras ella comenzaba a parecer histérica. Esto era una locura, pero Natsuki estaba allí, real y sólida, evitando que saliera de la cueva, justo como de niña. Luchó contra el pánico, decidida a intentar ser razonable en una situación irrazonable.
—No es sólo mi elección y mi derecho, sino mi deber como tu compañera.
Ella tocó su mente, más porque no pudo evitarlo que porque quisiera. Como antes, estaba
enteramente abierta a ella, permitiéndole ver tanto al depredador como a la mujer. Estaba enojada por su desafío, segura de tener razón y poco acostumbrada a que alguien cuestionara su autoridad. Era una mujer dominante, con siglos sobre la tierra, un cazador sumamente hábil y era un insulto para su orgullo que su compañera cuestionara no sólo su capacidad de protegerla y cuidarla, sino que se preocupara de sí ella podría hacerle daño de alguna manera.
No le gustaba que nadie desafiara sus órdenes, se lo permitía solo a su mujer, y no tenía intención de dejarla abandonar la cueva mientras ella lo creyera peligroso. Por preocupada que estuviera, Shizuka estaba ligeramente histérica y se mostraba completamente irracional.
Shizuka aplastó el pánico y respiró hondo. En algún lugar de su mente podía ver que Natsuki estaba intentando controlarla. Había algún alivio en eso, aunque estaba bastante segura, a menos que pudiera convencerla de lo contrario, que no tenía intención de dejarla salir.
—Creo que no nos comprendemos la una a la otra. Aprecio que trates de cuidar de mí, pero lo he estado haciendo completamente sola durante años. No necesito ni deseo que me digas lo que es bueno para mí.
—Obviamente no es el caso o no estaríamos aquí, en la entrada de una cueva en pleno día. —Se deslizó hacia adelante, un paso, dos, giró ligeramente y levantó las manos.
Shizuka sintió la oleada de poder, le vio levantar los brazos y supo que estaba sellando y poniendo salvaguardas en la cueva, lo que significaba que nadie entraría… o saldría de ella. El pánico la golpeó duramente y saltó hacia la luz que se derramaba en la caverna. Captó un vistazo de su cara, toda delicada, hermosamente tallada, muy femenina, la luz ponía de relieve los detalles y la ira que ardía en los oscuros ojos verdes.
La alarma se disparó a través de ella, pero no importaba, nada importaba, excepto salir de la cueva antes de que sellara la entrada. Corrió rápida, utilizando una explosión de velocidad cegadora, velocidad que ni siquiera sabía que podía alcanzar. La desesperación la hizo sobrepasar a Natsuki. Ella extendió la mano tan rápidamente que no pudo verla moverse, le enganchó la muñeca, dándole la vuelta y trayendo su cuerpo contra su cuerpo más firme.
Shizuka luchó instintivamente, intentando liberarse de su garra, pero Natsuki era enormemente fuerte, su cuerpo era duro como un roble. La luz se desvaneció mientras la entrada se sellaba, hundiéndolas en la oscuridad. Con la luz, el aire que les rodeaba pareció disminuir, así que renovó sus esfuerzos, sacudiéndose contra su pecho, golpeando hasta que se sintió magullada.
Natsuki fortaleció su apretón sobre Shizuka, teniendo cuidado de no herirla, pero ella estaba como loca, luchando con los puños y procurando utilizar la magia. Podía sentir la energía latiendo, intentando escapar, igual que ella. La rodeó con calma tranquilizadora, abrazándola, inundándola de tranquilidad.
—Shizuka, basta —siseó suavemente—. Te vas a hacer daño.
Ella quería herirle. Moverle. Hacerle entender lo que estaba haciendo. La energía crepitó en el aire.
Su cabello resplandeció con bandas de brillante rojo, crujiendo y crepitando con la electricidad. El suelo se sacudió y onduló bajo sus pies. La montaña gimió, retumbó. El polvo caía de las paredes y varias piedras pequeñas cayeron rodando.
Natsuki envolvió el brazo alrededor de su cabeza para protegerla, escudando el cuerpo de ella con el suyo.
—Respira conmigo.
Su voz era tranquila. Odiaba que estuviera tranquila cuando ella estaba llena de caos y pánico.
Sintió su aliento caliente contra la mejilla cuando inclinó la cabeza hacia ella.
—Tenemos que salir de aquí antes de que la montaña caiga sobre nosotros —dijo Shizuka, sin
comprender por qué Natsuki no sentía el mismo pánico cuando por todas partes la montaña crujía y gemía , y los escombros caían—. Esto es un terremoto.
—No es natural. Tú lo estás causando —dijo Natsuki—. Mírame, Shizuka.
No pudo evitar obedecer, levantó la cara, sus miradas retorciéndose… luego centrándose en la de Natsuki.
—Tus ojos han cambiado de color. Estás generando una corriente eléctrica tremenda. Incluso tu cabello tiene bandas de color, todos signos del poder. Tienes que calmarte.
—Abre la entrada. —Porque soy capaz de hacer que la montaña caiga sobre nosotros y lo preferiría antes que estar prisionera.
Natsuki sacudió la cabeza.
—No me fuerces a protegerte de ti misma. —Soy muy capaz de hacer cualquier cosa para evitarte cualquier daño.
Parecía tan despiadada como sonaba. No había rendición en ella… ninguna compasión. Ni en sus ojos, ni en su cara y desde luego no en su mente. Forzaría su conformidad sin contemplaciones. Shizuka había
jurado que nunca jamás se sentiría impotente y vulnerable, como cuando era una niña pequeña, pero no tenía objeto comparar su fuerza física contra Natsuki ni desafiarla con poder.
— ¿Crees realmente que tienes derecho a darme ordenes?
Natsuki negó con la cabeza.
—No. Pero tengo el derecho de protegerte. No te estoy amenazando. Tú eres la única que nos está poniendo a ambas en peligro. Es mi deber protegerte. Tus temores son infundados. Has mirado en mi mente y no has encontrado nada que pudiera alarmarte…
Ella dejó escapar un sonido burlón e intentó una vez más soltarse. Natsuki retuvo la posesión de sus brazos, sosteniendo su cuerpo cerca para evitar que alguna piedra la golpeara.
—Encontré muchas causas de alarma. Eres tan oscura como un vampiro.
Esperaba que negara el cargo, deseaba que lo negara, pero Natsuki simplemente asintió con la cabeza,
su mirada todavía sosteniéndola cautiva.
—Así es. Todas las mujeres Cárpatos que cazan llegan a ser finalmente tan oscuras como un
vampiro. ¿Cómo podríamos no serlo cuando tomamos la vida de amigos y familiares? Cuándo nosotros somos jueces, jurado y verdugo. ¿Creías que no habría un precio que pagar por lo que hacemos?
Siempre hay un precio, Shizuka, y nosotros lo aceptamos cuando asumimos la carga.
Ella dejó escapar el aliento lentamente, obligándose a controlar la mente.
—Por favor suéltame. —Respirando profundamente, logró retener el poder que se desprendía de ella, conteniendo las ondas que causaban el alboroto en la cueva.
—Puedo llevarte de vuelta a la cámara mucho más rápido.
—Preferiría andar. —Se echó para atrás, intentando poner un pequeño espacio entre ella y el calor del cuerpo de Natsuki. ella era demasiada sólida, demasiada grande y demasiada femenina, en su mayor parte demasiado poderosa, inundándola con su completa confianza.
La soltó en el momento en que la tierra bajo ellos y las paredes que los rodeaban dejaron de
sacudirse y la última piedra cayó al suelo.
Shizuka tomó otro aliento y miró al oscuro pasillo.
—Desearía que pudieras comprender que no creo que realmente pueda permanecer aquí todo el día. —Fue difícil pronunciar las palabras, intentar razonar lo irrazonable.
—Me doy cuenta de que tienes flashbacks, pero te ayudaré a pasar por esto.
Su arrogancia la hizo rechinar los dientes. Como si ella pudiera resolver sus problemas de poca
importancia cuando ella no podía hacerlo por sí misma. Shizuka dio un paso hacia Natsuki y comenzó a andar por el estrecho pasillo. Todas las velas saltaron a la vida en racimos encima de su cabeza, lanzando sombras sobre las paredes del túnel. La luz no disipó el temor de su mente. Era una prisionera, lo mirara como lo mirara, y se había prometido que nunca volvería a suceder… y no sucedería.
El pasillo estrecho se expandió pasado un velo de estalactitas finas, oscuros puñales marrón dorado afiladas en letales puntas. Las lanzas colgantes brillaban con tonos terrosos, tan largas y gruesas que pensó que cerraban el pasillo, haciéndolo impenetrable en ese lado, pero podía ver más pasillos, un laberinto que se introducía en diferentes direcciones bajo la montaña. Natsuki podría haber hecho que se
perdiera, pero había habido verdad en sus palabras, proporcionándole direcciones para salir, aunque no tuviera intención de dejarla ir.
—En la historia sobre compañeros que mis tías me contaron, la pareja parecía estar enamorada. Realmente no veo eso sucediendo entre nosotras —dijo Shizuka, con la espalda y los hombros tiesos—. ¿Y tú?
—Por supuesto. —Había absoluta confianza en su tono.
Natsuki caminaba fácilmente un paso por detrás de ella, su cuerpo tan cerca que podía sentir su calor. Le lanzó un pequeño ceño. El aliento de Natsuki estaba en su oreja, le apoyaba una mano en el hueco de la espalda. Intentó no sentir el tirón entre ellos, esa química física que persistía sin importar nada más. Quizá se sentía atraída por el peligro en ella que tan arduamente objetaba, pero de cualquier modo, cuando estaba cerca de ella, le era difícil pensar con claridad.
—Fue sólo una historia que mis tías me contaron. Quizá ni es verdadera.
—Es verdadera. No nos podría haber atado juntas si las palabras no hubieran estado impresas en mí antes de mi nacimiento. Nos "casamos" con nuestra mujer inmediatamente para proteger a la especie de la extinción.
—Cuán encantador para la mujer. —El sarcasmo goteaba de su voz. Mirando sobre el hombro,
captó la más tenue de las sonrisas en Natsuki. No le alcanzó los ojos, pero la enfureció—. ¿No crees que esté mal que puedas pronunciar unas pocas palabras y cambiar la vida de una mujer tanto si ella lo desea cómo sino?
—No. ¿Por qué querría una mujer estar con una mujer como yo? Por unos momentos la imagen de Shizuru vino a su mente, Es la única forma de proteger a nuestra especie de la extinción segura. Si no te hubiera atado a mí, no habrías venido tan fácilmente conmigo.
—Dijiste que no sería una prisionera —Caminó más rápido.
Natsuki le mantuvo el paso fácilmente. —Y no lo eres.
Ella sacudió la cabeza.
—Ni siquiera hablamos el mismo idioma.
Era imposible no respirarla en sus pulmones. Estaba demasiado cerca. Andaba tan silenciosamente que seguía girando la cabeza para ver si estaba allí y la veía. Real. Sólida. Dando miedo. Fascinando. Absolutamente guapa. Era casi demasiada guapa para ser real. Pero los ojos la delataban. Hambrienta. Astuta. Inteligente. Un depredador. Hacía que su pulso se acelerara y cada alarma en ella chillara. La hacía consciente de Natsuki como mujer y a ella misma como mujer. Y la hacía perder la concentración. No tenía ni idea de cómo tratar con Natsuki, pero sabía absolutamente que no le
permitiría manejarla como a una marioneta, como había querido hacer Tomoe.

128