Título: When the Love Falls.

Resumen: Jabu no sabe por qué, pero quiere, de alguna forma, ayudar al caballero de Andrómeda.

Advertencias: Canon divergence, mucho canon divergence.

Pareja: Shun/Jabu.

Otras: Ikki/Esmeralda, Shun/June, Seiya/Saori unilateral.

Comentarios: Ni idea, sólo quería escribir esto. Enjoy~


When the Love Falls.

Capítulo 1.


La primera vez que Jabu vio a Andrómeda después de su infancia, truncada, fue en el Torneo Galáctico.

Y le dio ganas de ganar rápidamente el Torneo, por alguna extraña razón. Decidió no darle importancia, después de todo, cualquier cosa nueva lo motivaba a ganar más rápido el torneo. Observó a Saori para darse fuerzas, y continuar peleando.

La joven heredera había organizado este evento como una especie de tributo a su abuelo, recordando lo mucho que al hombre le gustaba la pelea y lo otro mucho que había descubierto sobre los caballeros. Jabu había aceptado participar de inmediato la ocasión en la que Saori lo había sugerido. Recuerda que se había encerrado tres días enteros en su habitación después del fallecimiento de su abuelo, y que ni siquiera Tatsumi podía hacerla salir. Se veía taciturna, y no parecía haber dormido nada. Seguía teniendo la ropa del funeral. A Jabu le había dolido verla así, era como ver a un ángel deprimido.

Había descendido un poco la vista, a los caballeros que veían la pelea desde debajo del ring. Ahí se encontró a Andrómeda, con la legendaria armadura puesta. El otro no parecía inmutarse por la violencia que se presenciaba frente de sus ojos, pero sus labios se torcían de tal forma que fácilmente pudo adivinar que intentaba morderse el labio.

Sonrió con sorna al ver aquello. Se dijo a sí mismo que ya había descansado mucho tiempo y decidió darle el golpe final a su contrincante.

El tablero había anunciado su victoria, y sonrió socarrón. Con una mano, se quitó los restos de sangre de la boca y saludó por todos lados al público. Había demasiada gente, y casi podía sentir cómo los otros caballeros pensaban en lo ridículo que se veía que se jactara de su victoria como si fuera un día común y corriente y le haya vencido en un concurso inofensivo, cuando su rostro contra el blanco suelo decía otra cosa claramente.

La verdad, es que no lo hacía. No se sentía en lo más mínimo atraído por la fama, ni por la gente que gritaba su nombre. Alzó la vista, y a leguas podía ver la mortificación en la mirada de Saori. Ese era quizá el primer combate que había en el Torneo, pero Saori había ido a buscarlo en su lugar de entrenamiento, y estuvo a punto de pedirle a su entrenador que parara de golpearlo. Aunque su abuelo siempre había sido fan de los deportes violentos, a Saori parecía no gustarle ver sangre, y de alguna forma, sentía que estaba siendo injusta con ella misma al obligarse a ver todo el transcurso del Torneo.

La verdad, es que estaba sonriendo para que Saori no se preocupara por él.

Y aun así, cuando su primera pelea finalizó, pudo notar cómo Saori pedía a su mayordomo que trajeran paramédicos inmediatamente, tanto para Jabu como para el caballero de León. Fue cuestión de minutos en que hombres vestidos de blanco entraran con una camilla y uno con un estetoscopio se acercara a él y le pedía que le siguiera para atenderle.

Durante todo el tiempo en el que estuvo ahí, no pudo evitar notar cómo Andrómeda parecía estar hecho de hielo. No podía rememorar al niño que antes ocupaba su lugar, al que no podía ver a alguien herido, o que podía imaginarse a alguien sufriendo. Aparentemente, su tiempo en la isla Andrómeda le cambió.

Cuando el doctor finalmente le dejó ir eran pasadas las siete de la noche. Jabu había insistido en que no era realmente necesario que el doctor lo mantuviese todo el rato ahí encerrado, monitoreando sus signos vitales. El hombre había admitido que él tampoco lo creía necesario, pero que la señorita Kido había pedido que se manejara con extrema precaución cada herida que cada caballero se realizara durante las peleas. Jabu sonrió y resignado le dio gracias al hombre, y dejó de insistir en querer irse hasta que el hombre le permitiera finalmente.

Llegó a la mansión y le recibió una de las sirvientas. Su rostro lucía como el de cualquier joven japonesa: cabello lacio, negro, ojos alargados, mirada sumisa. Estaba seguro de que esta chica se llamaba Haruki. La chica le hizo una reverencia y le habló en un lenguaje tan innecesariamente formal (es decir, no es como que tuviera la clase que Saori tenía como para que se refiriera a él como "maestro" o algo así, era un invitado en la mansión Kido, mas no quería decir que estuviera ahí por nacer en una cuna alta); y Jabu tuvo que tragarse el decirle que dejara de hablar así y comenzó a preguntar si ya estaba servida la cena. Haruki le había contestado que la señorita Kido estuvo esperando a que regresara de con el médico para poder iniciar la cena, a lo que Jabu contestó "magnífico" sin estar seguro si era para la chica o para él mismo.

De momento, sólo se encontraban presentes los caballeros de Andrómeda, Dragón, Oso, y León además de él; lo que significaba que todavía faltaban el del Fénix, Cisne y Pegaso por llegar. Lo cual le parecía hasta cierto punto impuntual y falto de responsabilidad de su parte. A todos se les había asignado una misión, y deberían cumplirla; lo que era volver con las armaduras. No veía que estuviesen regresando pronto, sólo esperaba que al menos estuvieran a tiempo para sus combates, o de lo contrario él mismo se aseguraría de que lo desearan.

Saori se mostró alegre cuando entró en la habitación, y todos dejaron de conversar cuando Haruki le abrió la puerta y dejó que pasara. Todos le observaron expectantes, y aunque no tenían ojos depredadores como los de los políticos con los que Saori tenía que fingir cortesía (eran sus compañeros de armas, por todos los dioses), se sintió ligeramente incómodo al ser el centro de atención. En el ring podía fingir que lo único que hacía era hacer reverencias a las luces, las cuales no le permitían ver al rostro del público, pero aquí, sin iluminación que lo justificara simplemente deseaba que la gente no prestara atención a los recién llegados.

Hay un lema en alemán que cita: "Entre más tarde se llega, más bonito el invitado."

Observó que un asiento que antes estuvo utilizado ahora se encontraba vacío, y aunque lo intentó, no logró ubicar a Ban por ningún lado. Después de racionarlo por unos segundos, se dio cuenta de que su ausencia en esa cena no debía ser sorprendente. Después de todo, él se llevó la peor parte de la pelea. Eso, y que seguramente Saori se debió haber asegurado de que no lo dejaran salir hasta mediados del día siguiente.

Saludó medianamente cortés, y se sentó en el asiento que Saori ya tenía reservado a su lado. Detrás de ellos se encontraba Tatsumi, quien con un par de palmadas hizo que las sirvientas trajeran la comida. Casi de inmediato, las conversaciones volvieron a fluir y, aunque sabe que no todos los ojos están sobre él, no puede dejar de sentirse observado.

Durante todo el transcurso de la cena, agradece la conversación que Saori insiste en tener con él. Eso le ayuda a distraerse de lo que sea que le esté molestando. La comida también ayuda, por supuesto, y la sensación de pertenecer a algo le ayuda más. Él como huérfano sabía lo que se sentía ser abandonado, todos ahí lo hacían… incluso Saori, pero eso era algo más reciente que lo de todos ellos (es decir, toda su vida habían lidiado con ello, en cambio, ella había tenido al hombre toda su vida, y el perderlo tan repentinamente fue algo que le tomó bastante tiempo recuperarse de); así que al tener algo en común, debería formar un lazo que los uniera a todos. Minutos después de que el pensamiento cruzara su mente, se dio cuenta de que eso sería algo que el caballero de Andrómeda diría, demasiado… sentimental. Decidió que aquellos pensamientos los dejaría en algún rincón abandonado de su mente y los pospondría para analizarlos otro día. Sí, eso sonaba como un plan fantástico.

Terminada la cena, se fue a su habitación, y decidió que podría darle provecho y leer un rato. Salió rápidamente de ahí con dirección a la biblioteca. En el pasillo se encontró a Tatsumi haciendo guardia, el hombre le saludó con un gesto de la cabeza y se fue en otra dirección, para asegurarse de que el resto de la seguridad hiciese su trabajo y no se quedaran dormidos, como solía suceder al menos una vez por semana. Jabu no envidiaba al hombre, soltó un suspiro y se adentró a la habitación. Grande fue su sorpresa al encontrarse ahí dentro al caballero de Andrómeda. No parecía en lo absoluto sorprendido por su entrada, y las pisadas de Jabu habían sido camufladas por la alfombra, así que suponía que se debía a que había podido identificar su cosmo.

En sus manos tenía un pequeño cuento infantil. El príncipe feliz. Jabu parpadeó un par de veces, mientras se acercaba a uno de los anaqueles y cogía uno de historias varias. Después le sonrió a su compañero, quien apenas se dignaba a verle.

― ¿Los otros tienen demasiados kanjis que no los puedes leer? ―inquirió. Shun le alzó una ceja, pero no le respondió de inmediato. Sus ojos se devolvieron a la lectura, y Jabu rápidamente se dio cuenta de que el otro lo tachaba como no interesante.

―Puedo leer cualquiera de los libros bien, sean o no los kanjis difíciles ―musitó, y Jabu casi podía notar en su forma de hablar un puchero. Desapareció tan rápido como continuó hablando―; sin embargo, este libro tiene mucho contenido sentimental para mí.

Ahora era el turno de Jabu de alzar una ceja, y aunque no era en el mismo sentido de curiosidad que en el que Andrómeda lo había hecho, no le faltaban ganas de preguntar.

― ¿Te gustan los cuentos de Wilde?

Shun asintió. ―Mi hermano una vez me dijo que mamá adoraba leer literatura inglesa, literatura fantástica. Cuando comenzamos a entrenar aquí, Ikki se encontró con esta habitación, y logró reconocer los hiraganas del título. Le rogó de rodillas al señor Kido que le permitiera tomar libros de esta biblioteca, algo que nunca había hecho considerando lo mucho que odiaba al hombre y lo orgulloso que era, para leérmelos a mí en la noche.

Jabu casi sintió su nostalgia. Es cierto lo que decía. Recordaba que cuando eran niños, el otro le contestaba cada que podía al magnate. Por alguna extraña razón, el hombre nunca le había reprendido por haberle hecho eso, si algo, intentaba protegerle de Tatsumi, que parecía un perro rabioso cada que hablaban mal de su señor.

―Cuando Ikki se fue de aquí para ir hacia la Isla de la Reina Muerte ―continuó Shun al pensar que el otro esperaba que prosiguiera con su relato. A Jabu no le molestaba que lo hiciera, era una persona curiosa y Shun parecía estar lleno de historias con tintes melancólicos pero con finales semi felices, así que escuchar un poco de luz no vendría mal para él―; el hombre me trajo aquí. Yo no conocía toda la mansión, me daba miedo ir a lugares que no fueran el área de entrenamiento o mi habitación. Es una especie de… código de ética, ligada a las historias que contaba Nachi sobre los fantasmas que te visitaban en la noche y te quitaban el alma si ibas a lugares desiertos en la noche. El señor Kido me mostró este libro, y me dijo que le perteneció a mi madre. Dijo que… ―se paró un momento para negar con la cabeza―, no importa lo que dijo; el punto es que me instó a que me lo quedara. Yo sólo podía leer hiragana, a pesar de que confundía varios, pero le agradecí por el gesto y me fui a mi habitación por última vez antes de partir a la Isla Andrómeda.

Jabu se quedó callado. Nunca esperó que el caballero de Andrómeda fuese a contarle algo, deja de lado contarle todo eso. Se recordó que el otro siempre había sido una persona muy sensible; pero de cierta forma, aquella sensibilidad que estaba mostrando no era la de un niño pequeño, no lloriqueaba. Esa clase de sensibilidad era parecida a la de un adulto crecido, la de alguien que ya ha peleado mil batallas. Con su armadura lucía mucho menos adulto que como lo hacía ahora, esta le quedaba grande, y el casco hacía a su cabeza verse todavía más pequeña.

― ¿Y tú, Jabu? ¿Has leído el Príncipe Feliz?

Se encogió de hombros. ―Vagamente. Es, si no mal recuerdo, sobre una estatua y una golondrina, ¿no?

Shun asintió. ―Esa golondrina se alejó de su parvada y se encontró con la estatua del Príncipe Feliz. Este le pide que le despedace y le deje sin las joyas que tenía, ni el oro que lo recubría, para repartirlo a la gente del pueblo. La golondrina le decía que no podía, que debía regresar con su parvada, pues el invierno pronto llegaría. A pesar de eso, siempre terminaba cumpliendo lo que el Príncipe le pedía, pues lucía tan triste, que aquellos pequeños gestos parecían iluminarlo. Cuando no le quedaba ni la recubierta de oro, el invierno llegó. La golondrina le había confesado que estaba enamorada de él, y le dio un beso antes de caer a los pies de la estatua.

Jabu asintió medio ido, recordando a medias todo lo que el otro le decía. Era una historia hecha para niñas, se recordó decir la primera vez que la había leído, puesto que era demasiado sentimental y dramática. Pero ahora que se ponía a pensarlo, ¿acaso no lo eran ellos también?

― ¿No ibas a tomar ese libro de historias antes de hablarme? ―inquirió el menor señalando un libro en la estantería. Jabu pareció salir de su ensoñación, y rápidamente se disculpó con el otro, tomó el libro y lo volvió a observar.

― ¿Te quedarás aquí toda la noche? ―no pudo evitar que saliera de su boca.

―No tengo sueño, y no tengo combates programados para mañana. Además, estoy seguro de que mi hermano llegará pronto.

― ¿Cómo puedes estar seguro de eso? ―su ceja se alzó una vez más, y Andrómeda se encogió de hombros.

―Sólo lo… sé. Conozco a mi hermano, y de la misma forma, tengo la certeza, de que no querrá participar en este evento… si todavía es como el hermano que solía ver, eso es. Tatsumi dijo que los que se iban a la Isla de la Reina Muerte no regresaban siendo los mismos… ―Jabu por primera vez veía que estaba preocupado. Obviamente debía estarlo, especialmente aquellos seis años en los que creyó que su hermano moriría desde el primer día en el que fue enviado en aquél barco carguero. Nadie podía culparle si estaba preocupado.

Antes de darse cuenta de que lo estaba haciendo, le dio palmaditas en la cabeza. Andrómeda alzó la cabeza, sorprendido, cauteloso, y después de unos cuantos segundos le observó curioso.

―Tu hermano es fuerte. Si fue lo suficientemente valiente como para ofrecerse a ir, aún a pesar de todo lo que Tatsumi nos había dicho, estoy seguro de que el sitio no es más que un parque de juegos para él.

Shun no pareció muy convencido, sin embargo, le sonrió.

―Gracias por escucharme, Jabu de Unicornio.

―Gracias por darme una plática interesante, Andrómeda.

Salió de la habitación y se regresó a su cuarto. Al final no pudo leer nada, no se estaba concentrando en lo absoluto. Después de quince minutos de releer el mismo párrafo soltó un suspiro, se masajeó la sien y dejó el libro en su mesa de noche, con la promesa mental de que en la mañana lo llevaría de vuelta a su anaquel.

Al día siguiente, la predicción de Shun se hizo realidad. Junto a un Tatsumi gritando, un Nachi intentando tranquilizar al mayordomo, una chica rubia que intentaba apaciguar al Fénix, y a un Andrómeda ayudándole. Jabu se despertó con el escándalo, y sobresaltado acudió al Hall donde se encontró a aquella pequeña multitud. Detrás de él venía el caballero de Dragón, quien también estaba extrañado por todo ese revuelo, pero a diferencia suya, no estaba vestido en sus ropas para dormir.

― ¿Qué está pasando aquí? ―inquirió después de que lograran separar tanto al mayordomo como al caballero. Shun intentó sonreírle, a pesar de que estaba muy concentrado intentando retener a su hermano. La chica rubia le observó curiosa, lo cual le incomodó los primeros veinte segundos. Había algo extraño con ella, y no fue sino hasta que volvió a observar a Shun que notó la razón del por qué la chica le incomodaba.

Eran iguales.

No pudo preguntarle nada a Shun al respecto, porque llegó Saori con una ceja arqueada desde el otro lado del pasillo. La chica rubia abrió sus ojos sorprendida, y después de esperar a que llegara la mujer hizo una reverencia con la cabeza. Jabu no esperaba que supiera quién era Saori, sin embargo, estaba agradecido de que al menos alguien cercano a los caballeros le mostrara el respeto que se merece.

―Minerva.

…o eso creía. Parpadeó un par de veces, sorprendido por lo que la chica había dicho. Su voz era dulce, y aunque sabía que la palabra que había salido de sus labios no era japonés, tenía en cuenta que lo que había dicho era un nombre. Ikki dejó de batallar con su hermano y la observó como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Después comenzó a hablar con ella en un idioma que nadie reconocía. Jabu se sorprendió de poder reconocer un par de palabras, y por un segundo creyó que estaban hablándole en árabe. Observó a Shun casi pidiéndole que le explicara qué es lo que estaba sucediendo entre el caballero y la chica. Este se encogió de hombros. Después se dedicó a observar a Saori, quien parecía igual de perdida que él.

―Hablan… ¿sobre una diosa? ―fue de las pocas palabras que alcanzó a comprender. El caballero del Fénix arqueó una ceja, pero no dejó de hablar con la chica que lo acompañaba. Después de soltar un suspiro exasperado, se dirigió a Saori, y habló como si no pudiese creerse lo que estaba a punto de decir.

―Esmeralda cree que eres Minerva, la diosa de la sabiduría. No sé qué cosa de tu apariencia le hizo creerlo, pero no creo que esté totalmente segura de lo que dice. Después de todo, fue un viaje largo, y se acaba de recuperar de una herida casi mortal.

Saori asintió lentamente con la cabeza, no del todo comprendiendo lo que el otro trataba de decir. Jabu no podía creerse que se atreviera a hablarle tan informalmente a la joven heredera, pero como no parecía molestarse por ello, no comento nada al respecto.

―Me alegra que hayas logrado regresar de lo que muchos creímos, era tu perdición. Si es posible, me gustaría que dejaras la armadura en una habitación contigua y…

―No vine aquí para participar en esa ridiculez que organizaste.

Saori parpadeó un par de veces. ―¿Disculpa?

―No vine a participar en ello. Vine aquí para ver a Shun, y cumplir la promesa que le hice a Tatsumi.

El mencionado pareció sorprendido por lo que le decían, pero no comentó nada de ello. Parecía casi asustado de comentar algo, Jabu pudo notar. Aparentemente lo que Saori dijo era cierto, y al menos una persona realmente creyó que lo había embarcado a su perdición.

―No te puedo permitir que mates a mi mayordomo, cuánto lo lamento ―fue la respuesta de la heredera, quien parecía más exasperada por su renuencia a participar en el torneo que por sus deseos homicidas dirigidos al otro hombre―. Acabo de venir de discutir con Seiya, y ahora vienes tú y me dices que no participarás en el Torneo. Le prometieron a mi abuelo que traerían las armaduras y ahora deben…

―Ese patán mujeriego no era tu abuelo ―interrumpió el caballero de Fénix con mucho veneno. Jabu se tuvo que morder la lengua para no decirle nada. Tatsumi pareció haberse recuperado de lo que sea que Ikki le haya hecho, puesto que se dirigió a atacar al caballero diciéndole cosas sobre el honor del señor Kido y que no se atreviera a insultarlo. Ikki lo evadió fácilmente, sin despegar su vista de Saori―. Además, tú y yo sabemos que él no esperaba que yo trajese nada.

Saori le miró herida, y Jabu podía fácilmente notar cómo sus palabras le habían afectado gravemente.

―Haz lo que te plazca en ese caso, caballero de Fénix. Buenos días ―y se fue de la estancia.

Esmeralda pareció alarmarse por eso, y un poco infantil golpeó un brazo del caballero de Fénix. A Jabu le sorprendía lo suave que era el otro con la chica, dado la forma grosera en la que hablaba con la señorita Saori. Le dijo algo que seguía sin comprender (ahora que lo pensaba, Ikki había sido enviado a entrenar cerca del Ecuador, lo que quería decir que lo que hablaban era español, y en algún sitio escuchó decir que este se parecía al árabe estándar), y tomándolo de la mano lo obligó a que persiguiera a la heredera a lo que Jabu especulara fuera una disculpa. Se acercó a Tatsumi y lo ayudó a ponerse de pie, después se acercó al caballero de Andrómeda.

― ¿Sabes qué es lo que le sucede?

―No.

Jabu pudo notar cómo estaba mintiendo con esa respuesta, pero decidió no preguntarle más.

― ¿Y sabes quién es esa tal Esmeralda?

―Creo que es la razón por la cual sigue con vida ―musitó, y Jabu de cierta forma estaba de acuerdo con eso. Después de unos cuantos segundos, soltó un suspiro―. ¿Escuchaste a Seiya llegar?

Jabu negó. ―Acabo de despertar. Si lo que dice la señorita Saori es cierto, entonces lo que pasa es que se negó debido a Seika.

― ¿Seika? ¿Su hermana mayor?

―Ella. Te lo explicaré algún día, si logramos resolver lo del caballero de Fénix primero.

Se dirigieron por el pasillo en el cual se había ido Saori, y alcanzaron a escuchar a Esmeralda hablar.

―Minerva significa Athena. Usted es Athena ―Jabu arqueó una ceja frente aquello. La gramática era muy sencilla, y su acento era demasiado visible, sin embargo, el manejo de palabras fue lo que le intrigó. ¿Athena? ¿A quien debían proteger? ¿La chica Esmeralda creía eso?

Shun se vio igual de intrigado que él, puesto que arqueó una ceja, y se acercó más al sitio donde conversaban. Notaron que Ikki estaba fungiendo (muy reluctantemente) de intérprete para ambos idiomas. No parecía comprender del todo lo que la chica estaba diciendo, al menos en el contexto, dado que no dudaba sus palabras.

― ¿Y qué te hace creer que soy Athena? ―susurró Saori. Esta vez Esmeralda intentó hablar en vez de que Ikki lo hiciera por ella.

―Sus ojos son de Athena. Dentro de ellos hay… su alma ―Jabu debió imaginar que Ikki intentó enseñarle en algún punto de su vida japonés (si es que llevaban conociéndose tanto tiempo como lo parecían), dado que la forma en la que buscaba las palabras es como si fueran de una memoria lejana. Incluso hacía gesticulación, en caso de que no se entendiera del todo lo que había dicho.

―No comprendo… ―Saori dijo, aún más intrigada, preguntó―; ¿quién eres?

―Soy Esmeralda. Hija de Guilty. Lo único útil de mí es un cosmo para mejorar.

Jabu se sorprendió que usara 'Benri'(útil) para referirse a sí misma, dado que la palabra sólo se usaba para objetos. También estaba seguro de que lo que quiso decir la chica era 'Sanar' pero la palabra se acercaba a lo que quiso decir. Jabu casi podía ver lo difícil que era para Esmeralda decir lo que estaba diciendo. Entonces Shun estuvo correcto todo ese tiempo, y aquella chica había curado las heridas del mayor de los caballeros. También parecía casi acostumbrada a su actitud huraña. Jabu no se podía imaginar el lazo que había entre ambos.

―Algo en Grecia hizo a Guilty una mala persona. Casi me mata. Ikki logró ayudarme, pero mató a Guilty. Usted es Athena, tiene a Grecia dentro de sus ojos. No lo recuerda, su alma duerme. Tiene que despertar.

Saori parecía comprender, medianamente, lo que la chica le decía. Jabu no podía. Shun tampoco. Ikki difícilmente lo hacía. Después de unos cuantos segundos en silencio, la heredera se recuperó, y aunque todavía estaba sorprendida, tosió un par de veces y asintió con la cabeza.

―Lamento mi descortesía. Están cansados. El desayuno está por servirse, Tatsumi, te ruego que le des una habitación a Esmeralda, y Shun, dile a Ikki dónde está su habitación compartida. Discutiremos esto en la noche, ¿está eso bien, Esmeralda?

Aunque se notaba a leguas que Esmeralda sólo había captado lo de 'una habitación' y 'discutir el asunto en la noche' la chica asintió con la cabeza, y le dijo algo a Ikki que hizo que este rodara los ojos y soltara un sonido indignado.

―Gracias, señorita Athena.

Saori asintió con la cabeza, repentinamente seria.

―Jabu, si fueras tan amable, acompáñame por favor.

El castaño dejó de sentirse un espectador al ser nombrado y asintió con la cabeza. Shun se fue a hablar con su hermano, y guiarlo por el lugar. El mayor de ambos parecía todavía enojado, y seguía muy reticente a participar en el torneo, aunque no lo hayan mencionado de nuevo. Jabu estaba seguro de que lograría hacerlo acceder. Esperaba que lo lograra, aún más importante, esperaba que Seiya llegara ya, puesto que para el lunes estaba programada su batalla contra el caballero del Oso. No podía simplemente irse y ya.

.

Como lo había pensado, Shun había logrado que Ikki accediera a la batalla. De la misma forma, Seiya accedió también, pero rechazó la oferta de quedarse en su antigua habitación, diciendo que ya tenía donde quedarse. Saori insistió en pagar su departamento. Saori había ido al planetario aquella tarde, y parecía infinitamente más preocupada por los caballeros antes de que las palabras de Esmeralda llegaran. Jabu estaba infinitamente más preocupado por ella.

Al llegar la noche, se acercó a la biblioteca, y dejó el libro que se había prometido dejar la noche anterior. Ahí se encontró a Shun, lo cual en esta ocasión no le sorprendió. Ahora no estaba leyendo el Príncipe Feliz, tampoco ninguno de los libros pertenecientes a la biblioteca, estaba observando a un medallón que tenía en las manos. En esta ocasión parecía realmente que no hubiera notado su presencia, en vez de decidir ignorarlo.

―Jamás te lo había visto.

Shun se encogió de hombros, Jabu pudo notar ligeramente cómo se había asustado, pero no comentó nada.

―Nunca me lo había quitado. Ikki dice que es algo que me dio mamá al nacer.

― ¿Puedo?

El caballero de Andrómeda le observó un par de segundos antes de extender su brazo dubitante. Jabu tomó el colgante y observó a la estrella dentro de una circunferencia. Había una inscripción en letras que no reconocía.

―Es inglés. Yours Ever ―aclaró el otro, notando su obvia duda―. Significa "Tuya para siempre."

Jabu asintió, y después de admirar un par de segundos la cadena, asintió con la cabeza.

―Si es de tu madre, debe ser inmensamente valioso para ti.

―Esto, y el libro de Wilde son lo único que tengo de ella. No hay nada más. No recuerdo su rostro, o su voz. Ikki sí, pero dice que fue hace tanto tiempo que no puede describirlo.

― ¿Cómo está? ―inquirio Jabu, interesado por lo que sea que el caballero de Bronce pudiese decir respecto a su hermano. Shun se encogió de hombros.

―Esmeralda es la única capaz de tranquilizarlo. Al menos hay alguien capaz de sacar bondad dentro de él. ¿Has visto sus manos? Están llenas de yagas. Su rostro tiene cicatrices, y moratones. Sé que el entrenamiento es duro, pero ni siquiera la habilidad de Esmeralda, si lo que dice es cierto y es capaz de curar, pudo esconderlo; no me imagino lo duro que debió ser para Ikki la isla.

Jabu asintió con la cabeza. ―Es una chica linda. Me pareció muy valiente que intentara hablar japonés, no parece que del idioma que habla hubiera sido sencillo.

Shun no pareció escucharlo. Pasó una mano frente a él, y un par de segundos después estaba parpadeando.

―Para nadie es sencillo hablar otro idioma, pero si lo practicas, es posible llegar a hacerte entender ―respondió, aunque no parecía seguro de sus palabras. Jabu tampoco lo estaba, pero no comentó nada al respecto.

Como el castaño no le respondió, Shun no presionó la conversación, ni siquiera parecía que quisiese la compañía de Jabu esa noche. Parecía asustado. Jabu decidió quedarse. Le tenía respeto, y debía al menos demostrarlo de alguna forma.

― ¿Hay algo que te preocupe? Estás inusualmente taciturno.

Shun negó con la cabeza.

―Es sólo un sueño, nada grave.

―Me interesa ese sueño. ¿Te importa compartirlo?

Shun le observó durante un par de segundos en los que no pudo leer su mirada. Obviamente nunca pudo leer lo que pasaba por la mente del caballero y después de lo que Jabu sintió que fueron horas, negó con la cabeza. Arqueó una ceja, y antes de que pudiera reclamarle por qué no confiaba en él, el otro habló.

―No es necesaria la preocupación, soy un caballero, un sueño no es suficiente para acabar conmigo.

Abrió los ojos con sorpresa. Había pasado por tanto que ni siquiera parecía el niño que recurría a su hermano parar que le protegiera del mínimo raspón que le sucediera. Jabu no podía entender por qué ahora, cuando realmente parecía necesitarlo (había ojeras en sus ojos, no muy visibles, pero a él no podía engañarlo). Era casi ridículo, y le daba ganas de sacarle la verdad aunque tuviera que recurrir a golpes fuera del Torneo.

―Andrómeda…

―Buenas noches, Jabu.

Antes de que pudiera detenerlo, Shun se levantó de su asiento, abrió la puerta y salió de la biblioteca. Jabu no pudo ir detrás de él, había algo en la forma en la que había reaccionado Shun que le había evitado hacerlo. Ni siquiera porque sus deseos por ayudar en lo que sea que estuviese atormentando a su compañero era grande.

Se paró un momento a pensar en su actual situación. Hace una semana le importaba poco si alguno de los que habían estado con él y formaron parte de la fundación Graude estaban vivos o muertos, o si apoyarían a la señorita Saori o no. ¿Por qué un par de conversaciones le habían hecho cambiar de opinión respecto al caballero de Andrómeda? ¿Qué es lo que el otro hacía que lo había hecho preocuparse por él de tal forma que no podía dilucidar?

Después de estar minutos ahí encerrado, sólo quedándose parado y observando a la puerta, se dio cuenta de lo cansado que había sido el día (a pesar de ser un fin de semana, tuvo un entrenamiento y este fue bastante agotador), y decidió que se iría a dormir.

Total, que no debería ser malo lo que sea que estuviera atosigando al caballero de Andrómeda, ¿o sí?


Estuve intentando retratar cómo sería Ikki sin la muerte de Esmeralda. Obviamente no deja de ser huraño, pero tampoco sería una máquina motivada al 100% por el odio, eso no quita que no quiera participar en el Torneo Galáctico. También hay cambios en la forma en la que se maneja Saori, ya que la plática con su abuelo la tenía después de que comenzara el escándalo que hizo Ikki (lo cual no sucede la forma en la que lo hizo).

Ikki obviamente está resentido con Mitsumasa por... prácticamente todo. Desde el problema con Tatsumi, el que hubieran querido mandar a Shun a la DeathQueen Island, hasta lo de que fueran todos sus malditos hijos. Because Ikki lo sabe.

Y... es todo. Babye.
―gem―