N/A: Sé que existe cierta confusión respecto a los sentimientos de Sasuke por Sakura, pero deben ser pacientes y esperar los demás capítulos para saber a ciencia cierta qué es lo que el Uchiha siente por ella. Dije que no la ama, sí, pero también dije que la quiere a su manera. Ya veremos que ocurre entre ellos. No se desesperen mis amores.

Advertencia: OOC – Lime – Triángulo amoroso.

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Capítulo 7: Negocios

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Trabajaban juntos esa mañana como si en el día anterior no hubiesen tenido ciertas diferencias. Ambos habían decidido ignorar aquellos minúsculos detalles para concentrarse de lleno en la encomienda. Solo por eso.

—Es hora.

Sasuke guardó las llaves del auto en su pantalón y salió del vehículo, viendo hacia el frente. Como previno, la chica rubia estaba esperándolo en el sitio acordado. Karin bajó el periódico para contemplar la espalda del moreno alejarse, aburrida.

Le desagradaba no participar en esas clases de favores.

Pronto sería su turno.

Vio al azabache tomar asiento en una mesa que ya era ocupada por alguien más. Una mujer.

"Me pregunto qué técnicas usará ahora".

El Uchiha llamó al mesero y solicitó que le trajeran una cerveza bien fría, cosa que sorprendió a su acompañante, dadas las horas tempranas en que iba a comenzar a beber. La fémina puso su mano sobre la de Sasuke cuando éste la extendía para agarrar el menú que tenían encima de la mesa, sonriendo con suavidad. Aquel era un claro signo de coquetería, Sasuke lo sabía de sobra. Quizás por ello la dejó mimarlo unos segundos, entretanto volvía el mesero con la orden de ambos, interrumpiéndolos.

El joven comprendió que había llegado en un mal momento, de allí que colocara la cerveza y jugo cítrico enfrente de ellos, escapando de aquella íntima atmosfera. Sasuke eliminó el contacto al sujetar el frío envase con la misma mano que ella le sobó segundos antes, mirándola con seriedad. Siempre era así. Él no cambiaba esa pose de hombre formal en lo absoluto.

Todas caían a sus pies con solo dirigirles una profunda mirada.

La chica articuló una frase que Karin a distancia no pudo leer, pero sí intuir. Lo estaba invitando a que fueran a un hotel. Por inercia, Sasuke alzó una ceja con altanería y orgullo, manteniendo sus labios sellados. Ya no le sorprendía tener ese devastador efecto en ellas. No había una que no quisiese llevarlo a la cama.

Esto lo achacaba más que nada a su indiscutible rostro, que a pesar de no mostrar ninguna emoción, las conseguía engatusar a cada una. Solo era cuestión de verlas a los ojos por un corto lapso de tiempo para que cayeran en la trampa. En su red.

Karin bufó fastidiada y volvió la vista a la sección de espectáculos que presentaba el periódico, escondida dentro del auto. Lo más probable es que Sasuke fuese a demorar quince o treinta minutos. Nunca pasaba de ese límite. Montó los pies sobre el espaldar del asiento vacío del chofer, y continuó masticando su chicle, absorta de lo que acontecería ahí afuera.

Ya lo imaginaba. Sasuke siempre hacía lo mismo.

Jamás follaba con las clientas ni aunque de eso dependiera su trabajo.

"Creo que su novia lo está empezando a ablandar".

[...]

—Me gustaría que nos viéramos en un lugar más privado, si te parece bien.

Sasuke bebió el licor para entablar un poco de conversación, aun si ésta no excedía de cinco o seis frases a lo mucho, para comodidad propia. Le molestaba que lo trataran como a un juguete sexual atrae hembras, teniendo sus jefes en cuenta que, siendo él honesto, solo se cogía a una mujer.

Sakura.

Para él, la única que merecía tales privilegios era su actual novia, por ser ella la más decente que existía en la faz de la tierra.

A las demás, Sasuke las tachaba de putas y regaladas porque no valoraban ni siquiera su propia dignidad, puesto que se ofrecían como a él más le gustase tenerlas. Rameras.

—Sígueme. —ordenó el azabache.

Primero depositó el envase de la bebida en la mesa, tragando todo el líquido, luego echó la silla hacia atrás en silencio y caminó a donde supo que estaban los baños públicos, persiguiéndolo después ella. Todo con precaución y disimulo para que la gente no notara lo indecoroso del asunto. Ambos conservaban algo de distancia mientras iban al privado sitio reservado solo para clientes.

Sasuke miró de soslayo al encargado de la caja y preparación de pedidos, quien asintió con rapidez, indicando que no había peligro. El susodicho era un cómplice más al que le pagaban por su silencio.

Llegó al baño de hombres (que estaba por casualidad desocupado), tiró del brazo femenino para que la mujer entrase sin ser vista, cerrando él la puerta a penas ella ingresó. Hundió el seguro con el objeto de no ser interrumpido por nadie.

La vio al rostro.

—Eres un hombre de riesgos, eso me gusta. —piropeó, esbozando una sonrisa. Lo miró, traviesa.

Sasuke, yendo al grano como siempre, colocó la palma abierta en la nuca de la chica y la acercó a su cara, juntando ambos labios. Rara vez comenzaba siendo tan suave, pero por ese instante así lo prefería, no era agradable que las féminas lo mordieran cuando iniciaba con brusquedad. La mujer pegó su cuerpo al de él, lo abrazó por el cuello con sus brazos desnudos, respondió al beso con lentitud, separando los labios. Sasuke los abrió por completo y empezó a saborear su boca con ansias, con erotismo, uniendo su lengua a la de ella. Los dos comenzaron a devorarse entre sí, apretados contra la puerta del baño, él bajó las manos al firme trasero de la joven ladeando su cabeza, mientras ella contenía el gemido que le provocaba ese roce y saltaba sobre su amante, rodeándole la cadera con ambas piernas.

Sasuke la besó con más afán, hundiendo incluso la lengua hasta su garganta, entretanto empezaba a mover la pelvis para que a ella se estimulara al sentirlo apretado, y él terminara su trabajo pronto.

—Dios... que rico. —susurró la mujer contra sus labios mojados.

El azabache la sometió a un ósculo más apasionado, más fiero, más salvaje de los que solía dar. Restregó su hombría contra el ya húmedo sexo femenino, simuló embestirla por encima de la ropa, oprimió sus nalgas entre las palmas, robando el aliento a la fémina. Condujo una mano a su nuca por segunda vez y la presionó contra sus labios, haciendo que abriera mucho más la boca.

Sus comisuras ya tenían rastros de saliva.

Le succionó la lengua antes de iniciar otra ardiente batalla.

Detuvo el beso casi cuatro minutos después.

—Fóllame contra el muro, hazlo rápido —jadeó con desesperación, Sasuke la obligó a girarse y a estar pegada a la pared, le tocó el trasero—. Oh sí, dame duro ahí.

—Cállate.

—Y para variar eres rudo, esto sí que es una delicia.

El Uchiha le elevó el vestido notando que no traía ropa interior.

"Hmp. Clásica perra novata".

Pero entonces cuando planeaba penetrar su sexo y acabar con la racha de varios meses sin coger, la imagen de Sakura llegó a su mente, impidiendo que lo hiciera. No supo la razón, pero últimamente no lograba tener intimidad con nadie que no fuese ella, y con Karin, que a pesar de no haberla follado, sí una vez lo excitó mucho.

En ese momento quiso mandar a la mierda esas emociones que no traían nada bueno.

Joder, él era un hombre, no podía tomar en cuenta aquellas ideas de fidelidad y amor que a sus orejas sonaban ridículas. Debía romper con eso ya o empezaría a actuar como un pelele idiotizado.

—Cariño, ¿qué esperas?, ven y entiérrate hasta el fondo.

La suplica de su clienta lo devolvió a la realidad.

El plan consistía en tener sexo salvaje con ella y luego citarla para una segunda ronda, retenerla en algún lugar lejos de terceros, para que el vehículo llegara y la trasladase al punto de encuentro. Ese era su oficio.

Secuestro premeditado.

La primera fase de la estrategia que seguía un objetivo mucho peor.

—¿Porque no te mueves? —inquirió la joven, viendo al chico por encima del hombro.

—Olvidé el condón. —mintió. En realidad ocultaba varios paquetes en el bolsillo de su pantalón.

—¿Lo dices en serio? —Por su tono de voz, se notaba que no le gustó saberlo.

Sasuke no contestó y creó espacio de por medio, acomodándose la ropa, vio que ella se reincorporaba algo disgustada, por ello, él decidió tentar a la suerte.

—En cuatro días a las ocho treinta, hotel Glamour. No tardes.

—¿Es una cita?

Y entonces él alzó una ceja, preguntando en su mente si aquella mujer era de plano una idiota o sorda. Estuvo a punto de cuestionárselo.

—Tómalo como quieras.

—Te tomaré a ti, que es lo importante.

Contuvo el impulso de rodar los ojos.

Sin decir palabra, salió del baño y fue caminando a donde estaba estacionado su auto negro, mirando a los lados. Nadie debía reconocerlo.

Nadie.

Entró en el vehículo luego de abrir la puerta, hallando ocupada a Karin. Ésta tecleaba con prisa y concentración un mensaje de texto que, gracias al espacio de en medio, él no pudo ver. Parecía muy entretenida en ese momento, pensó, pero después cambió de idea al ver que ella lo observó de refilón y apuntaba su boca con el dedo índice, sin girar a mirar.

—¿Qué? —preguntó seco.

—Límpiate el lápiz labial que te dejó regado. Luces horrible.

De inmediato Sasuke extrajo una servilleta que traía guardada en un lugar del auto y la pasó duro por sus labios, deseando eliminar cualquier rastro. En el fondo reconocía que esa mujer sí lo había besado como a él le encantaba; intenso, profundo, con hambre. Pero si algo detestaba es que lo mancharan de labial, sobre todo en público. Lo hacía ver como un imbécil payaso que no tenía experiencia en esos placeres. Principiante. Karin terminó de escribir el último texto en su celular y lo envió a su destinario, apagó la pantalla, volteando hacia la ventana. No lo miró más.

—Abróchate el cinturón —ordenó Sasuke, manteniendo la vista al frente—. Conduciré rápido.

—¿Inconvenientes con el mandado?

—No.

—Perfecto. —susurró al obedecer la exigencia antes dada. Acomodó unas hebras de su cabello rojo tras la oreja, echando la cabeza hacia atrás. Le obstinaba que Sasuke fuera el líder del grupo.

El Uchiha aventó la servilleta arrugada por la ventana y encendió el vehículo. Subió el vidrio para que el interior se enfriara gracias al aire que traía el auto, emprendiendo la marcha. Ya era hora.

Debía ir por la segunda víctima del día.

[...]

Por fortuna, un vecino lo atrapó del hombro cuando él descendía por varios escalones que conducían al alto edificio, evitando la caída. Naruto giró el rostro a donde aquel individuo lo tocaba, desconcertado.

Era un adolescente de algunos veinte años.

—Debes tener una buena razón para andar distraído, chico. Ibas a tropezar con un peldaño.

Le sonrió en agradecimiento y asintió.

—Agradezco mucho tu ayuda.

—Si yo fuera tú me quitaría esas gafas, hoy no es un día soleado para usarlas.

—Créeme que eso es lo de menos.

El joven aflojó su agarre en el hombro de Naruto, regresando el brazo a su costado izquierdo. Parpadeó confundido.

—Estoy ciego —agregó el rubio—. Por ese motivo las uso.

—Oh, lo lamento.

Lo que más deseaba Naruto es que la gente no mostrara lastima o compasión por su situación como ahora lo hacía aquel muchacho, quien viendo lo tenso que estaba a raíz de su comentario, decidió palmearle la espalda como si fueran viejos amigos.

Naruto suspiró.

—Supongo que te debo una por salvarme.

—Yo solo cumplí mi deber como ser humano y vecino, no fue nada del otro mundo.

—Gracias de todas formas.

Bajó el resto de los escalones con la mano aferrada a la baranda, puso los pies en suelo firme, avanzando hacia la salida. El ruido de carros circulando por la calle lo hizo detenerse un momento. ¿Quién lo ayudaría a comprar la comida?

Volteó a donde el chico lo había auxiliado, esperando que siguiera ahí.

—Eh, ¿todavía andas acá?

—Sí. —contestó viéndolo.

—¿Te molestaría venir conmigo al supermercado? Prometo brindarte una pizza si me acompañas.

—¿A cambio de qué?

—De que escojas lo que yo te ordenaré meter en el carrito de compras, es... difícil hacerlo en mi estado. ¿Qué dices?

El muchacho sonrió, saltó a suelo plano y lo observó a la cara.

—Trato hecho.

—Vayamos entonces, dattebayo.

Ambos emprendieron el camino a la pequeña tienda de comida que estaba a seis cuadras del departamento de Naruto, charlando con fluidez, comentando trivialidades y anécdotas de aspectos que no consideraban muy personales, sino sociales. Naruto le platicaba sobre cosas que en un futuro necesitaría saber, su acompañante aun no cursaba la universidad, por ello, la conversación se trató de logros académicos.

—¿Tuviste muchas novias?

Y también sobre mujeres, claro.

—Eh, los caballeros no tenemos memoria, así que háblame de otra cosa.

—¿En que trabajas?

Naruto metió las manos en los bolsillos del pantalón, respondiendo con honestidad. Puede que lo tomase a broma como sucedía con la mayoría de adolescentes que oían su contestación, pero al fin y al cabo, él siempre decía la verdad.

Siempre.

—Artista.

—¿Artista? ¿Que acaso eres bailarín o actor?

Una risa suave escapó de los labios de Naruto, sin él pretenderlo. Volteó hacia el joven que caminaba a su lado.

—No, ninguna de esas, 'ttebayo. Soy dibujante.

Konohamaru, como decía llamarse el muchacho, alzó las cejas en un gesto inocente pero cómico, viendo al hombre rubio.

—¿Enserio? —preguntó.

—Sí.

—Ah.

—¿En qué sitio vives?

—A dos casas del edificio, ¿tu cuánto tiempo llevas hospedado ahí?

Naruto se rascó la nuca intentando recordar.

—Unos dos o tres meses, creo.

—¿Tienes hermanos?

—No. Fui hijo único.

—¿Qué onda con tus padres? ¿Porque no te ayudan con tu problema?

—Están muertos —murmuró, frenando sus pasos—. Dime cuanto falta para llegar.

Konohamaru vio al frente y notó que estaban cerca, casi podía leer el aviso de publicidad que el supermercado lucía desde lo alto, entonces giró para mirar a Naruto y responderle, moviendo la cabeza.

—Muy poco.

—Me sujetaré de tu hombro, si no te importa. No me adapto a esta discapacidad.

—No es una discapacidad.

—Para mí sí lo es. No sabes la agonía que provoca esto.

Naruto, oyendo un suspiro del chico que le daba la espalda para continuar, puso la mano sobre su hombro y comenzó la caminata, siguiendo a Konohamaru. Ambos cruzaron la avenida cuando el semáforo cambió a luz roja, retomaron la ruta, guardando silencio. Konohamaru no deseaba incomodar a su nuevo amigo-vecino, tampoco ocasionar disgustos en él ni perder la oportunidad de comer pizza caliente. Sí, Konohamaru todavía recordaba el motivo por el que lo acompañaba a la tienda. Naruto presionó la piel del castaño, sonriendo leve.

—Eh, lamento lo de hace un momento.

Como no podía despegar la vista de enfrente, Konohamaru respondió sin girar a verlo. Parpadeó desconcertado.

—¿De qué hablas? —consultó.

—Yo... soy huérfano, mis padres fallecieron en un accidente automovilístico, quien me crió fue mi padrino, pero él también murió. No me agrada conversar de esto.

—Disculpa, no lo sabía.

—Nadie más lo sabe.

—¿Entonces porque me lo cuentas a mí?

—Me caes bien, eso es suficiente para que yo te tenga confianza, dattebayo.

Konohamaru se detuvo —Hemos llegado —dijo a Naruto, volteando a mirarlo—. Aquí es el supermercado, está casi vacío, supongo que esta es la hora de poca clientela.

—Entremos.

—De acuerdo.

El timbre de las puertas resonó en cuanto ellos ingresaron al local, notificando su intromisión. Konohamaru guió a Naruto hacia los estantes de enlatados, recogió diversos condimentos que Naruto dictaba desde su espalda, agarrado del hombro suyo, también introdujo carnes, pollos, verduras, cereales, lácteos, jugos, gaseosas, y como de costumbre, muchos tazones de ramen instantáneo. El joven no comprendía porque su acompañante rubio comía tanto de eso.

Quiso salir de dudas.

—Es mi alimento preferido —contestó Naruto a la pregunta, rascándose el cuero cabelludo—. Lo como desde niño, 'ttebayo. No lo dejaría por nada del mundo.

—Ya lo imagino.

—¿Metiste todo?

Vio el carrito de compras y clavó los ojos en Naruto, asintiendo.

—Todo.

—Bien, ahora llévame a la caja.

Los dos atravesaron el pasillo que ocupaban y aterrizaron delante de las empleadas que, al verlos acercarse, dejaron de comer para atenderlos, luciendo todas amables. Naruto sacó sus tarjetas de débito.

—Buenas tardes. —saludaron ellos.

Una de las trabajadoras le observó con fijeza, sin disimular en lo absoluto.

—¿Eres Uzumaki Naruto?

—Sí, ese mismo. —musitó él.

—¡Wow! —chilló la fémina, sus amigas la vieron como si estuviese poseída—. De veras que es una sorpresa tenerte por aquí, yo soy una de tus admiradoras. ¡Dibujas precioso!

Naruto sonrió y rascó su nuca, apenado.

—¿Eso crees?

—¡Sí! —exclamó con emoción, hasta movió las manos como fangirl traumatizada y volvió a chillar contenta, mirando a su artista número uno—. Siempre voy a tus exposiciones, no me pierdo ninguna de tus galerías. Eres un profesional en esto de la pintura.

Konohamaru y las demás chicas vieron a Naruto y luego a la adolescente, creyendo que exageraban al valorar tanto el trabajo de un simple y humilde dibujante; porque a pesar de ser las obras espectaculares, reconocidas y pagadas, Naruto no abusaba de ello ni alardeaba de poseer un inigualable talento, era sencillo con todo mundo, incluso hasta con él mismo.

El rubio negó con la cabeza.

—Hay mejores que yo, dattebayo.

—¡Pero si eres el más famoso de la ciudad! No hace falta que lo disimules.

—Naruto —nombró Konohamaru—. Debo regresar con mi abuelo.

—Ah, sí, es que lo olvidé —comentó, avergonzado—. Quisiera cancelar todo lo que está en el carrito. Tenga. —dijo extendiendo la tarjeta bancaria.

La joven que formó el alboroto por el simple hecho de conocerlo en persona fue la que tomó el delgado objeto, procediendo a registrar la adquisición de los artículos y exponer factura, todavía mirando a Naruto.

—Es más guapo que en fotos. —soltó sin pensar.

Y a él, por razones obvias, le enrojecieron las mejillas.

—Akari, te estás pasando. —regañó una de las que oían.

La aludida encogió los hombros —Solo estoy siendo sincera —opinó, después vio a Naruto y la curiosidad comenzó a picar—. Oye, ¿porque no te quitas las gafas de sol?

Puede que no lo haya notado, pero Naruto se tensó hasta el límite y borró la sonrisa que mostraban sus labios, adoptando una expresión seria. Le incomodó que alguien perteneciente a su club de seguidoras notara lo ocurrido con su vista, quizás porque no convenía que el resto de personas que apreciaban sus pinturas corrieran el rumor y empezara a bajar la cantidad de fanáticos. No es que fuese primordial, sino que de eso vivía.

El dinero que ofrecían por sus dibujos era la única fuente de ingreso que tenía. No trabajaba en nada más.

—No seas indiscreta, Akari —reprendió otra vez la otra—. Atiéndelo como debe ser o dejas que lo haga yo.

—Ya, perdón —susurró—. Enseguida te entrego el recibo de la compra y tu tarjeta, Naruto. —agregó viéndolo.

—Te lo agradecería mucho.

—¿Tienes prisa?

Konohamaru intervino —Sí, los dos la tenemos.

—¡Listo! —habló ella, extendiendo la factura y la tarjeta a su dueño, feliz—. Ojala vuelvas por aquí, fue genial conocerte.

Naruto relajó los hombros (porque los tensaba sin querer) y sonrió con levedad a la joven, que juró en su mente jamás haber visto un gesto tan lindo de alguien así. En sus ojos aparecieron dos corazones.

—Gracias. —murmuró él.

Konohamaru cargó las bolsas y ambos salieron del supermercado, yendo de nuevo al departamento del rubio. Éste palmeó la espalda del muchacho, aferrando la mano a su hombro.

—Te has ganado dos pizzas, me parece justo recompensarte por el favor.

—Entonces te llamas Naruto y eres dibujante.

—Sí.

—¿Porque no había escuchado tu nombre antes?

—La mayoría de mis pinturas llevan por firma U.N., muy pocos me conocen por mi nombre completo.

Pararon en una esquina a esperar que pasara el vehículo, descubrieron que no venían más a parte de ese y continuaron andando. Konohamaru mantenía la vista delante.

—¿Que dibujas?

—Diferentes cosas, dattebayo. Paisajes, animales, la naturaleza, bosques, plantas.

—¿Personas no?

Naruto frunció el ceño y apretó los dientes, la pregunta del chico le dio en la herida, en una cicatriz que a duras penas comenzaba a sanar, pero que dolía como el infierno.

—Una vez lo hice, pero ya no.

—¿No te gusta?

—Prefiero dedicarme a otros temas.

—Ah.

Siguió la ruta que conducía a la pequeña vivienda del joven artista, viendo que casi llegaban a la entrada. Tardaron dos minutos.

—Ya estamos aquí.

—Gracias-

—Konohamaru —aclaró el menor—. Mi nombre es Konohamaru.

—Bien, pues muchas gracias, Konohamaru —declaró el Uzumaki, sacando unos billetes de su bolsillo y estirándolos a donde supuso que estaba parado él—. Esto es para que te compres las pizzas.

—Eso es más de lo que cuestan.

—No importa. Tómalo —pidió con amabilidad, y el muchacho lo agarró luego de darle las bolsas—. Fuiste de gran ayuda. Disfrútalas.

Antes de que Konohamaru pudiese comentar algo, Naruto entró al edificio con todo el peso de la compra en las manos y pisó con cautela los peldaños de la escalera, subió al piso donde vivía, recordando cuanto debía andar. Durante el día anterior estuvo caminando para memorizar la cantidad de pasos y direcciones que era necesario seguir.

Solo esperaba no equivocarse.

[...]

Pasó la página del libro y continuó adquiriendo valiosa información del texto, sentada en el mueble de la sala. El reloj apuntaba las veinte horas con quince minutos exactos. Sus ojos recorrían letra a letra el contenido de aquel libro de oftalmología, sin ningún descanso más que parpadear. Llevaba una hora en ese plan.

Acomodó los lentes de lectura que reposaban sobre el puente de su nariz, sosteniendo el tomo en la otra mano. Bostezó por el cansancio.

Sinceramente estaba considerando posponer eso para después, pero la frustración de fracasar con algún paciente no la dejaba hacerlo, Sakura siempre quería mejorar y ayudar a quien pudiese, de ahí venía su necedad de no abandonar la investigación que llevaba a cabo desde días anteriores. No deseaba cometer errores. Pretendía devolverle la vista a aquel joven que por motivos aún desconocidos no podía y le había dado las gracias. Sakura Haruno nunca hacía las cosas a medias o se rendía sin dar pelea. Jamás. Quizás esa era la causa del porque la comparaban tanto con su superiora Tsunade Senju, o de porque muchos murmuraban y aseguraban que tenía el temperamento y carácter de su madre, Mebuki Haruno. Porque su padre, siendo honesta consigo misma, no poseía ni una pizca de orgullo o temple en las venas, puesto que para la dichosa labor Mebuki era suficiente.

De cualquier manera, fuesen como fuesen, Sakura a ambos los amaba, y mucho. Aunque para todos era obvio que su ejemplo a seguir laboraba en el Hospital como directora, y no como ama de casa (entiéndase su madre). Tsunade Senju era un perfecto modelo de mujer guerrera, dedicada a su profesión y fuerte, omitiendo por supuesto, su genio de los mil y un diablos reencarnados. Sakura parecía ir por el mismo camino (pero sin empeorar tanto).

A sus veintitantos años, ella gozaba de felicidad (si nos referimos al ámbito familiar), pero aun así tenía cierto problemita que la atormenta a veces. Sasuke Uchiha. Sí, siempre él. Si bien era verdad que mantenían una relación de novios, pues ésta misma no avanzaba como las demás, supuso Sakura. Compartían mínimos detalles que definía a una pareja como formal, sí, pero la palabra 'matrimonio' o 'compromiso pre conyugal' no encajaba ahí, al menos no como ella quería. Sasuke escasas veces lucía relajado, en la mayoría de las ocasiones parecía cargar con un peso tan grande como el mundo mismo, le veía agotado, atormentado, muy agobiado, incluso enfadado. Él quizás guardaba rencor contra la vida por haber presenciado la muerte de sus padres, quienes fueron asesinados por mano de su hermano mayor, a solo años de Sasuke nacer. Era un niño en ese entonces. Uno que no debió ver aquella masacre.

Sakura todavía recordaba los días en que lo miró aguantar las lágrimas, en que él no lloró por fingir dureza y determinación, haciéndole creer a todos que estaba bien y que era invulnerable a eso. Pero nada más lejos de la realidad. Sasuke creaba un muro entre su dolor y el exterior, una barrera que lo marcó para siempre y convirtió en lo que hoy es. En un chico serio, callado y frío.

Solo alguien podía leer sus pensamientos, comprenderlo y ablandar un poco esa coraza de hierro que cubría el corazón de Sasuke. Sakura.

Ella misma disponía de ese diminuto poder, aunque no lo pareciera. Años y años de noviazgo en que aprendió a conocer al chico, a saber que lo inquietaba, a consolarlo de una forma más efectiva. No hablando ni articulando vanas palabras que el viento se llevaría, sino mostrando que lo quería. Sakura aprovechaba algunos momentos para acariciarle la melena, abrazarlo y guardar silencio, sabiendo que en eso consistía la terapia necesitada por Sasuke. Su manera de curar aquella herida.

La joven denegó suavemente con la cabeza, intentado ahuyentar los malos pensamientos. Sasuke iba a mejorar, estaba segura. Su novio lograría superar ese horroroso episodio.

Ella lo ayudaría.

"Concéntrate Sakura, concéntrate", pensó para sí misma, reanudando la lectura.

Su teléfono sonó.

—¿Quién será?

Lo agarró de inmediato y presionó la tecla de contestar, pegando el móvil a su oreja. Depositó el libro a un lado de su pierna izquierda.

—Hola.

—Sakura —pronunciaron desde la otra línea—. ¿Cómo estás?

—Bien, Tenten, ¿y tú? —consultó amable.

—Arreglando los preparativos de la fiesta, pero bien. Oye, ¿si vendrás con Ino?

Sakura pasó la mano por su cabello, echándolo hacia atrás. Varias hebras resbalaron hasta su frente.

—Lo dudo. La verdad es que ando full con el trabajo.

—Me gustaría que vinieras, todos nuestros conocidos vendrán a visitarme, ¿enserio no puedes?

—No estoy segura.

—Te aseguro que solo será un rato, luego tú decides si irte o no.

Sakura cerró los ojos suspirando.

—De acuerdo, haré lo que está a mi alcance para ir, lo prometo —Del otro lado, Tenten agradeció la consideración—. Dime, ¿si pudiste hacerme el favor que te pedí?

—Sí, por supuesto. ¿Porque?

—Es que el chico tiene cita pautada para mañana, lo atenderé y después le hago unos exámenes.

Tenten sujetó el celular entre su hombro y oreja mientras abría el envase de helado marca Efe, con la cuchara metida en la boca. Frunció las cejas sin comprender.

—Amiga, ¿eso no pertenece al área de oftalmología? —preguntó, viendo una película.

—Sí, pero yo quiero supervisar y controlar ese caso. Ya te lo dije.

—¿Conoces a ese hombre o qué?

—No, pero es mi paciente.

—¿Y?

Sakura levantó ambas cejas, creyendo oír mal —¿Como que y? Tenten, tu sabes que no pierdo cuando-

—Sí, sí —interrumpió la castaña—. Tu no pierdes chance de salvar o ayudar a quién tengas bajo tu control, ¿pero no te resulta agotador todo esto?, es decir, ¿porque no lo remites a la zona de oftalmólogos? Conozco unos muy buenos allí.

—Nunca me he rendido, Tenten, mucho menos ahora.

—Pero es que tú no sabes esa rama de la medicina.

La de pelo rosado rodó los ojos y bufó. De verdad esperaba recibir palabras de apoyo, no de regaño o pesimismo. Acomodó unas hebras por detrás de su oreja, resoplando.

Negó en un movimiento de cabeza.

—No importa, de cualquier manera aprenderé. Yo seré quien le devuelva la vista a ese chico.

—De acuerdo, si tú lo quieres así yo no puedo hacer nada para impedírtelo.

—Pero sí para echarme una mano. —susurró ella.

Del otro lado, Tenten suspiró.

—Eres mundial, pink. ¿Ya lo sabías?

—Algo he escuchado —dijo con una sonrisa—. Te agradezco que me auxilies con esto, es la primera vez que me enfrento a un caso tan complejo, supongo que sucedió por atender en horas extras.

—Solo quiero pedirte una cosa, amiga.

—¿Cuál?

—No te obsesiones. Si ocurre que nada puedes hacer para ayudar a ese paciente... lo mejor es que desistas. Todos fracasamos alguna vez, Sakura.

—Lo entiendo.

—Bien, ya tengo que colgar. Lee me espera. Felices sueños.

—Igual para ti. Nos vemos mañana.

Sakura cortó la llamada, lanzó con suavidad el móvil a la cama y volvió la mirada al pequeño libro que antes leía. No iba a perder. Sakura Haruno, una de las médicos más talentosas de la ciudad, aprendiz de la eminencia Tsunade Senju, no podía renunciar a la idea de obtener una victoria más. Nunca cedía ante la derrota. Todos los casos que atendía acababan con un resultado muy favorable, exitoso. Este en particular no sería la excepción.

Le regresaría la visión sí o sí.

Esa era su nueva misión.