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Disclaimer: Los personajes de Magic Knight Rayearth son propiedad de las geniales CLAMP. El resto de los personajes son de mi autoría (con todo y sus fanarts XD). Muchas gracias por leer. Fic hecho sin fines de lucro por fans para fans.

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Uchikake

Lanzándome a la aventura

- Saudra es una loca. Eso está claro…

Luego de sus investigaciones había llegado a tan resumida y tan acertada conclusión.

- Pero hablamos de una locura clínica Marina –decía muy seria una pelirroja.

- Lo sé Lucy. No es sólo un decir. Esta joven tiene patrones de una autentica enfermedad mental, aunque no sé qué tan grave. Tampoco si es degenerativa pero de que algo anda de verdad muy mal con ella, sí.

Lucy y Marina, habían conseguido una invitación para comer en casa de los Arnauld, pretextando el desear comenzar de nuevo, ya que su primer encuentro había sido bastante desafortunado.

Al escuchar eso, la Donquira de Antelor había pedido explicaciones y al saber del comportamiento más que desatinado de su hija para con las legendarias heroínas, se aprestó a ofrecer las más amplias disculpas y a extender de inmediato la invitación a comer en el castillo de los Arnauld.

La comida había transcurrido serena, donde el Donquer de Antelor se había mostrado de lo más amable y cortés, expresando con sinceridad sentirse honrado con la presencia de tan ilustres invitadas en su mesa, mientras la donquira y la princesa, habían desplegado su más exagerado servilismo e hipocresía.

Antes de retirarse habían pedido se les permitiera ver a Lauril, para informarse sobre la salud de su padre y conocerle. Las habían dejado a solas en la miserable cabaña que servía de hogar para ambos sirvientes y luego de conversar un poco con el afable anciano, se retiraron a platicar a solas con Lauril.

La joven, ahora enterada de la identidad de las desconocidas que le habían salvado y ayudado a su padre, sintió pena por los pensamientos prejuiciosos que había tenido por las jóvenes y su vestimenta así como se sintió en la obligación moral y hasta nacional, de responder con sinceridad a las preguntas de aquellas que eran no sólo las salvadoras de su familia sino de todo su mundo.

Pronto se sintió en confianza y protección tal, que terminó por contar todas las penurias que la hacía pasar Saudra a ella y a su padre, patrocinada por la donquira quien se encargaba de evitar que el donquer, un hombre estricto y justo, se enterara. También habló de las extrañas manías de su señora Saudra, de cómo solía anotar de forma compulsiva nombres en una pequeña libreta, y les contó el cómo se solazaba de forma casi enfermiza con el sufrimiento que causaba a otros. Lauril no lo comprendía, pero las guerreras no tardaron en sacar sus propias conclusiones.

Saudra en realidad, parecía manifestar algún tipo de trastorno mental.

- Aparte de ser bipolar, parece ser una psicópata.

Caminaban por los jardines del castillo de Céfiro mientras charlaban.

- Por lo que ahora sabemos, no hay médicos de la mente en Céfiro, y al igual que en la antigüedad en la Tierra, las enfermedades mentales más severas, se consideran acto de posesión de espíritus. Creo que Saudra de verdad tiene un padecimiento crónico más allá de su natural arrogancia de niña consentida… ¿Viste como repetía la misma acción con los cubiertos antes de tocar cada bocado?

- Sí, me parece que es lo que se conoce como "ritual" en el mundo de la psiquiatría. Daba dos giros a la cuchara antes de montar bocado. Sus padres no lo hacían, así que supongo que no son modales de mesa.

- La locura debería ser razón suficiente para desestimarla como futura soberana. Pero… a falta de psiquiatras y una cultura de estudios médicos sobre la mente ¿Cómo vamos a probar eso?

- Su enfermedad no es tan severa como para alegar posesión…

- ¿Qué hacer?... Se nos acaba el tiempo Lucy… ¿Cuándo es la boda?

- En dos días…

- ¿Has hablado con An?

- No… no me contesta en teléfono ni los mensajes…

- Ah… suponía que estaría furiosa conmigo, pero no contigo.

- Bueno creo que siente que me puse de tu lado…

- Lo siento cerecita, no quería meterte en problemas con la rubia.

- No importa ya lo arreglaremos, ahora, lo que importa es impedir esta boda y que Anais se vaya al extranjero… Marina hablando en serio ¿Crees que An estaría dispuesta a radicar en Céfiro? Porque estamos haciendo todo esto por ella, pero ¿y si su decisión está en irse? ¿Si su felicidad está en otro lugar?

- No Lucy. Yo también veo que estamos jalando muchos hilos, y no lo haría si no estuviera segura que su futuro está aquí. Puedes estar segura de eso.

- Bueno… si tú lo dices… ¿Qué haremos ahora?

- Primero que nada hablar con Clef. He notado que comparte el rechazo por Saudra y esta boda, por ahora es nuestro más seguro aliado.


Castillo de Cefiro, establos reales…

- ¡RAYOS!

- ¡Qué ocurre? –el grito molesto y adolorido del soberano, sobresaltó al general quien cepillaba la crin de un corcel marrón.

- Nada… soy un idiota, me corte con la oz –Paris tomaba la palma de su mano sangrante que tenía un gran tajo.

- ¡Dioses! Eso se ve muy profundo. Vamos con los curanderos.

- Déjalo Ráfaga, no es tan grave… –dijo desanimado mientras usaba el agua del bebedero de los establos para enjuagar su mano.

- ¿Qué no es tan grave? ¡Paris eso se va a infectar! Vamos con los curanderos. Mira nada más. ¿Cómo pasó? –preguntó angustiado.

- Estaba distraído. No importa.

- Claro que importa vamos. En dos días te casas ¿no querrás llegar con una mano verde a tu boda verdad? –bromeó.

Paris suspiró con desgano y bajó la mirada. Sin decir más se dejó conducir por Ráfaga hacia el ala médica del castillo, mientras con su capa, Ráfaga enjugaba la sangre de la herida que sin ser mortal, sí que era escandalosa.

Paris cortaba el drefo para sus caballos, una especie de trigo de varas muy largas que servía de gran fuente de nutrición para los fuertes corceles reales, y debía ser troceado para la fácil ingesta del animal, pero estaba tan distraído…

Distraído pensando en… ¿Cómo era él? ¿Qué clase de hombre? ¿Viejo? ¿Joven? ¿Feo o buen mozo? ¿Amable o bárbaro? ¿Sabría tratarla como la delicada flor que era? ¿¡Que le había visto Anais?! ¿¡Qué tenía ese desdichado que él no?!.

¿Cómo la enamoro? Y… ¿La enamoró? O ¿Era un matrimonio arreglado como el suyo? ¿La estaban obligando a casarse o… era por su maldito gusto?!. Marina había dicho que Anais había sufrido mucho por la pérdida de un tal mojiro… o algo así, y que estaba feliz que hubiera vuelto a encontrar el amor… O sea que su Anais sí estaba enamorada del perro con el que se iba a casar!

Lo había olvidado… ¡A él! ¡Él que le había estado guardando fidelidad absoluta por todos estos años! ¡Él que se casaba obligado con otra, pero amándola como el primer día!

Y ella…. Su Anais se casaba por amor. Amor a otro… Todos estos pensamientos le habían hecho subir de apoco la sangre al cerebro hasta que perdió noción de su mundo real para centrarse en sus pensamientos y así cegando con más furia cada vez, fue acortando el tamaño de las varas de drefo hasta llegar a la mano que las sostenía sin darse cuenta.

El dolor punzante y el rojo de la sangre lo habían hecho volver a la realidad de forma abrupta para caer en cuenta de las estupideces que hacía con la oz, encontrándose con un drefo despedazado y desperdigado, que ahora se teñía de sangre que manaba en escandaloso chorro, echando a perder el alimento de su corcel.

Camino al ala médica se preguntaba, si dolía más la herida, o el olvido de su Anais…


Tokyo, barrio de San'ya

Anais cerraba el cierre de su maleta complacida. En estos días se le habían estado ocurriendo más cosas que agregar a su equipaje y justo ahora con los últimos accesorios, por fin creía tener todo listo.

- Bueno creo que no olvido nada. Ah… se me hace eterno que llegue el día de mi cita en la embajada…

Tenía todas sus esperanzas puestas en que le concedieran su visa de trabajo. Sólo esperaba de corazón que los chismes que había sobre ella no fueran a afectarle en eso.

- ¡Any! –le llamó su madre desde la cocina –ayúdame a preparar la comida. Papá y Lulu vendrán a comer dentro de poco y aun no termino con el puré.

- ¡Ya voy mamá! –colocó su maleta en el preciado rincón donde la mantenía a salvo y al hacerlo nuevamente una pila de ropa se le vino encima tirando todo bajo ella. -¡Otra vez! –Estaba harta de esos espacios abigarrados… -¡En un segundo voy mamá!

A prisa comenzó a colocar el montón de ropa como caía sobre la caja blanca donde la ponía y una vez acabo, miró con tristeza la caja que se había deformado un poco por el peso de la ropa.

- Mi Uchikake… Creo… -se dijo con gran pesar –creo que será mejor venderlo… Así dejaré algo de buen dinero para mi familia ahora que me vaya. Nunca lo usaré después de todo… y sí en un futuro me caso quizá… será con un traje de novia occidental.

Después de todo, se iba al extranjero con intenciones de no volver. En Japón no le quedaba nada y su sociedad tenía tan buena memoria que podrían pasar mil años y la vergüenza seguiría pesando sobre la familia Hououji. Si encontraba marido algún día, lo más probable es que fuera un occidental, y allá eso de casarse con un kimono pues… no se estilaba…

No había querido desprenderse de ese kimono, pero… ahora se iba, no podía ser egoísta, ese kimono bien ofertado le daría a su familia para mudarse a un lugar mejor y una casa mucho más grande en un barrio más decente. Los kimonos eran muy costosos, y los Uchikake de los más. Tenía todo el ajuar completo; la capa externa el uchikake, y todas las demás capas y accesorios que iban encima y debajo. Ese equipo completo de novia mínimo podría volver a venderse en más de 50 000 dólares. Le dolía mucho la idea de pensar en venderlo, pero era lo mejor para su familia.

- Mañana iré a ofrecerlo a alguna casa de novias, y si no consigo colocarlo ahí… pues, estoy segura que lograré venderlo por internet.

Con gran tristeza salió del cuarto y se dirigió a la cocina a ayudar a su madre. Últimamente solo a eso se dedicaba, cocinar, asear y ayudar en la casa. No era la vida con la que soñaba… No había estudiado una carrera para permanecer en cuatro paredes. Ah… entre más pronto se fuera, sería mejor para ella.


Castillo de Céfiro, sala privada de Gurú Clef…

Luego de hablar con el hechicero, parecía que el plan tomaba más cuerpo.

El gurú, tanto sorprendido como aliviado trataba de digerir la información recibida de sus niñas. Quién diría que unas chiquillas de esa edad le vendrían con conocimientos médicos tan avanzados, en especial en el área mental. Era verdad que eran ya todas unas hermosas señoritas, pero para él y los estándares de Céfiro, ellas eran demasiado jóvenes para tener tales conocimientos que se esperaban de hombres y mujeres que hubieran sobrepasado los cincuenta años.

Definitivamente esa idea que le había asaltado desde que volviera a ver y platicar con sus niñas se hacía más fuerte: "Tengo que conocer Mundo Místico"

- Sin embargo dadas las circunstancias –decía Marina –no sé cómo haríamos para alegar locura cuando en tu mundo no se reconoce como una enfermedad.

- Siempre he abogado porque se investigue más en esa área pero el consejo suele hacer caso omiso creyéndolo innecesario.

- Creí que eras la máxima autoridad en… hem… bueno muchas cosas.

- Fui Marina. Y aún en mis mejores tiempos nunca tuve poder absoluto. Cuando el pilar vivía mis obligaciones eran para con ella y todo lo competente al mundo mágico. Sin embargo si hablamos de política… mi poder era limitado. Y ahora con esta nueva organización que tiene Céfiro, podemos decir que es nulo es muchas áreas. Sin embargo, es algo que cambiará en cuanto Paris acceda oficialmente al trono cuando se corone rey absoluto, en ese momento, tendrá poder incluso por sobre el consejo.

- ¿Por qué no lo tiene ahora?

- Pues verás mi pequeña Lucy-

- Ya no estoy tan pequeña –murmuró acongojada, cosa que alcanzó a escuchar el hechicero provocándole una sonrisa indulgente.

- Sí admito que creciste bastantes centímetros –ambas echaron una risilla –pero, para mí siempre serás mi querida niña de mundo místico. Aunque es evidente que ambas ya son todas unas mujeres.

- Pensé que no lo notarías –bromeó Marina.

- Lo noté. En especial con lo mucho que han madurado –Marina tomó la indirecta y sólo le sonrió –recuerdo que algunas solían ser muy impertinentes.

- Quizá porque las personas con las que fuimos impertinentes se lo merecían. -Ambos tomaron su indirecta y se sonrieron con complicidad.- Pero volviendo al tema. ¿Nos decías?

- Pues les comentaba que Paris obtendrá un poder absoluto hasta que suba al trono de manera oficial, de la mano de su reina… Porque Céfiro nunca había tenido este sistema de gobierno y el consejo es demasiado ortodoxo, quiere que las reglas se sigan al pie de la letra y hasta su final. Se fabricará una nueva constitución a partir de ese día y muchas cosas van a cambiar. Pero mientras Paris no sea el soberano oficialmente, el mayor poder lo tiene el consejo.

- Pero he oído que muchas personas se dirigen a él como el Rey París.

- Sí Lucy, están acostumbrados a llamarle de esa manera porque es después de todo lo que será. Pero oficialmente, el titulo actual de Paris es el de "Príncipe Regente". Aún no es un Rey de verdad, no en la política, pero sí en la práctica, porque le dan muchas responsabilidades.

- Ya veo. O sea que él está aún sometido a las órdenes del consejo real.

- Exacto. El primer ministro está por encima de Paris y es actualmente la mayor autoridad política de Céfiro, aunque depende en gran medida del consejo. Sin embargo existen otras personas que ahora mismo ostentan un mayor poder político ante el consejo y que no lo han hecho valer.

- ¿Y quiénes son? ¿Crees que nos pudieran ayudar?

- Sí –les sonrió enigmático –creo que estarán totalmente de nuestro lado.

- Pues que genial ¿Qué esperamos? Vayamos a ver a esa gente.

- La están viendo.

- … ¿Dónde? –Marina escudriño el salón con la mirada pero solamente estaban ellos tres.

- Ustedes tres… bueno, justo ahora, dos.

- ¿Nosotras?

- Así es Lucy.

- ¿Y nosotras cómo por qué?

- Lucy… ¿cómo "por qué"?… -el hechicero lucia contrariado –Ustedes son las Legendarias Guerreras Mágicas…

- Y…. ¿Eso qué?

El hechicero se fue de espaldas ante la respuesta y mirada confusa de la pelirroja.

- Estas niñas… me pregunto si es modestia o exceso de inocencia… creo que es la segunda…

- Clef… sí sabes que alcanzamos a escuchar tus balbuceos ¿verdad? –la mirada asesina de la de cabellos de cielo hizo a Clef recomponerse de su expresión estresada.

- Ejem… bueno, lo que pasa Lucy es que, las Guerreras Mágicas, como saben, son la leyenda más importante de todo Céfiro, y ahora que se ha materializado, tiene un importante peso en todas las áreas del planeta, incluyendo la política. Ustedes salvaron a este mundo, son heroínas de leyenda, todo lo que es y existe hoy por hoy es gracias a ustedes y el consejo no puede ignorarlo. La posición que ostentan ustedes ahora es sólo comparada a la que ostentaba el pilar, algo casi divino donde se funden los aspectos humanos y los mágicos, lo mortal y lo divino. Si ustedes testifican ante el consejo que Saudra es incapaz de convertirse en la adecuada soberana que Céfiro necesita, el consejo tomará su palabra como escrita por el fuego, y tendrán el indivisible apoyo del pueblo. Pero, se necesita de las tres para hacer valer tal afirmación.

- ¿De las tres?

- Sí, verán, el consejo, como ya dije, es demasiado ortodoxo, y quizá demasiado supersticioso. Les explicaré un poco. Los genios, sus genios, Windam, Ceres y Rayearth, han sido considerados desde la creación de este mundo como Dioses Guardianes del planeta. Y ustedes como sus portadoras son sus representantes directas ante el mundo mortal, son la conexión de lo mortal con lo divino. Los genios son las mayores divinidades del planeta, y como sus propios genios les habrán dicho al conocerlas, sólo las auténticas Guerreras Mágicas tienen derecho a posar sus manos en ellos. La conexión que comparten va más allá de la batalla. Cualquier palabra que ustedes expresen, se tomará como la voluntad directa de los Dioses Guardianes-

- Pero que patraña –se dijo Marina sin pensar, tan mundana y lógica como siempre, ganándose una mirada asesina del mago y pronto esta corrió a esconderse tras Lucy.

- Como les decía… El consejo tomará sus palabras como si de la voluntad del cielo se tratara, un mensaje divino por así decir.

- Pero eso nos deja a nosotras en un estatus casi celestial.

- Sí querida Lucy, doncellas divinas. O más adecuadamente, Guerreras Divinas, lo que les da más peso en todo esto.

- Una vez presea dijo… –comentó Marina con una mano en su mentón y en actitud pensativa –que teníamos que despertar a los genios, para que así, pudiéramos convertirnos en las "divinas Guerreras Mágicas" pero pensé que sólo era un decir.

- No Marina, se consideran divinas porque se unen con las divinidades guardianas en un solo ser en batalla. Aquí en Céfiro se creé que todo debe ir a la par con su igual.

- O sea que somos casi… ¿Deidades?

- Sí Lucy, para la gente sí. Y pueden hacer uso de su posición que también está respaldada no sólo ante el consejo político, sino ante el alto consejo de magia de Céfiro, que desde ahora les digo tienen todo su apoyo. Porque ustedes también son seres mágicos.

- Pero ni magia tenemos.

- Te equivocas Marina sus poderes mágicos han estado latentes desde que volvieron… ¿No me digan que no se habían dado cuenta –pregunto muy contrariado -¿Acaso no los sienten fluir dentro de ustedes?

- Pues… No –corearon ambas al final.

- Por los tres Dioses… ustedes sí que son imposibles…

- Perdón señor hechicero con 700 años de experiencia, pero de donde nosotras venimos, la magia no se usa a diario. Además qué íbamos a saber que nos habías devuelto nuestros poderes –la joven se cruzo de brazos fingiéndose ofendida.

- Yo no les devolví nada-

- ¿Entonces?

- Marina, sus poderes han estado con ustedes desde la última vez que vinieron, les pertenecen por derecho y así como la segunda vez que vinieron recibieron las autenticas armaduras de las guerreras mágicas, también, despertaron sus poderes interiores, ya no hubo necesidad que yo inflamara la chispa esta vez.

- ¿Estás diciendo que todo este tiempo hemos podido hacer magia?

- Sí Lucy. ¿No me digas que no la usaban en su mundo?

- ¡Pues claro que no! –se exaltó Marina. –Clef en casa uno no simplemente puede andarle lanzado Dagas de Hielo a todo el mundo porque… un momento… no es mala idea…

La joven quedo pensativa recordando los malos ratos que había pasado con ciertas personas pesadas…. ¡Y pensar que podía haberles dado una lección que jamás olivarían!

- Clef… me estás diciendo que puedo usar mi magia del agua así como así?

- Pues básicamente, sí.

Marina miró una de sus manos y sin meditarlo mucho agitó su mano en una dirección aleatoria y pensó en un chorro de agua potente. Al acto sorprendiéndola a ella misma, un poderoso chorro de agua digno de una manguera profesional para apagar incendios salió disparado en la dirección aleatoria… que sin querer era justo contra Gurú Clef.

El hombre salió disparado hacia la pared más próxima estampándose con un sonido húmedo, como pescado chocando con pared.

- ¡Clef! –Lucy se paró alarmada del descansa brazos del sillón donde se había posado y corrió a donde Clef, seguida de una sorprendida y muy apenada Marina.

- ¡Clef estás bien? –la pelirroja se arrodilló a su lado para revisarlo. Por suerte sólo parecía estar empapado y algo adolorido pero nada de gravedad.

- Perdón… de verdad no fue mi intención –la joven cubría la mitad de su rostro con las manos, en parte por la pena, y en parte porque, al percatarse que Clef no había recibido daño severo, una sonrisa traviesa se negaba a dejar sus labios al ver lo que le había hecho al gurú.

- Dame la mano, te ayudo a levantarte –ofreció la pelirroja ayudando al hechicero a ponerse en pie.

- Caray Marina –dijo sobando su espalda –cualquiera diría que lo hiciste a propósito…

- Te juro que no –la mirada de la joven, lo único visible de su rostro, traslucía autentica congoja. Clef le creyó, lo que no alcanzó a ver, fue esa sonrisa que llegaba casi a cada oreja.

- Bueno… ¿te es prueba suficiente? –le preguntó abriendo los brazos y mostrando su empapada figura.

- Creo… -se sonrió traviesa mirando para otro lado.

- Al menos no fue Lucy quien lo intentó, no quiero ni imaginar lo que me hubiera pasado.

La pelirroja sólo hecho a reír inocentemente y el hechicero no pudo evitar sonreír también. Como le gustaba verlas así…

El hechicero salió un momento para cambiarse y al volver, encontró a sus dos niñas conversando.

- Finalmente seco. –comentó Marina.

- No gracias a ti mi niña –le sonrió.

- Clef, Marina y yo nos quedamos pensando en lo que nos dijiste, y queríamos saber ¿Por qué es tan importante que estemos las tres ante el consejo? ¿No basta con nosotras dos?

- Lo que ocurre Lucy… -el hechicero fue a tomar asiento y luego de un suspiro, continuó -… es que como les mencioné, el consejo es demasiado cerrado y supersticioso, y en un caso tan severo, como el romper los compromisos hechos con los Arnaul y destituir a la futura reina, es necesaria la palabra de las tres. De lo contrario se podría pensar que uno de los Dioses está en desacuerdo al no enviar a su representante, cosa que no dudo ni por un segundo la Donquira usaría para apelar ante el consejo la decisión. La muchacha elegida para ser la futura reina es muy importante, no podemos ir contra ella sólo nosotros tres, se necesita también la participación de Anais. Aunque creo que eso no será problema.

El hechicero les sonrió pero su expresión cambió a una de duda al ver como las jóvenes se volteaban a ver como si eso representara un gran problema.

- ¿Qué pasa mis niñas? No me digan que nuestra querida Anais nos dejaría solos en esto. Sé que debe estar ocupada con su boda, pero sólo le tomaría un día, un par de horas y-

- No es eso Clef, es que… -Lucy y Marina intercambiaron miradas

- Clef, podemos… podemos confiar en tu discreción?

- Por supuesto mis niñas –aseguró el hombre poniéndose serio.

Marina y Lucy intercambiaron inseguras miradas de nuevo y luego Lucy hundió su rostro en las manos muy acongojada –Anais nos va a matar…

Luego de una larga conversación en la que al final decidieron omitir ciertos detalles que competían sólo a Anais el contar o no, Clef se enteró que Anais no sólo no se casaría sino que su vida estaba siendo demasiado caótica en sentidos que a Clef le era imposible comprender, pero que por esas razones la rubia estaba por dejar su país de origen para irse muy lejos, y el mayor problema con esto es que se iba amando a Paris y abandonado así un posible mejor futuro.

Clef estaba sorprendido. Mundo Místico parecía ser un lugar muy complicado, hasta daba miedo… Pero lo importante era que su niña estaba sufriendo, y parte de ese sufrimiento era el amor.

Tenía ahora tanto buenas como malas noticias. Las buenas eran que había una gran posibilidad de deshacerse de Saudra, porque él mismo nunca había estado de acuerdo con tener a esa mujer en el trono, ni como esposa de Paris, además su querida Anais aún amaba a ese rebelde sin causa, o sea que Paris ya no tendría que desgarrase las vestiduras (o las cortinas de su cuarto) nunca más. Pero las malas eran que, Anais parecía bastante dolida con todo y probablemente no querría cooperar a menos que las cosas se aclararan entre ese par. El problema era que Anais no tenía intenciones de volver a poner un pie en Céfiro. ¿Cómo iban a aclarar las cosas así?

- ¿Y si Paris va?

- Negativo –sentenció Marina.

- Lo siento Clef pero no creo que Paris o ninguno otro esté ni medianamente listo para poner un pie en nuestro mundo, menos en una ciudad como Tokio. Serían demasiadas impresiones para un cerebro tan… virgen.

- Entonces… ¿qué sugieren?

- Pues… traer a Anais por la fuerza ¿qué más? –dijo Marina en un suspiro depresivo.

- ¿Por la fuerza?

- Sí. El problema es cómo. Hace unos días se peleó con nosotras y no quiere ni vernos.

- Lamento escuchar eso Lucy. ¿Puedo ayudar en algo?

- Me temo que no... Si tú pudieras hablar con ella y decirle lo que sabes sobre Paris, estoy segura que te escucharía. Pero… Anais no querrá venir estoy segura y… Momento… Clef, Paris y los demás quizá no están aptos para vivir la odisea de visitar nuestro mundo pero… ¿Tú… aceptarías el reto?

- Pero acabas de decir que ninguno-

- Ninguno salvo quizá, tú.

- ¿Yo?

- Sí, tienes temple y sabiduría y has vivido más que una tortuga de Galápagos, seguro que has visto de todo… Creo que pese a todo, serías un gran candidato!

- Será una experiencia alucinante –comenzó Lucy.

- Caótica –Le secundó Marina.

- Quizá terrorífica.

- Puede causarte pesadillas…

- Por el resto de tu vida.

- Verás cosas que tal vez no comprendas.

- Y gente que definitivamente no entiendas.

- Pero… nada que no puedas superar –le sonrió Marina –aprenderás a vivir con eso.

El hechicero las veía con congoja ¿estaban jugando, o iba en serio?

- ¡Creo que es la mejor de las ideas! –Sentenció Marina poniéndose de pie –Clef prepárate, mañana a primera hora vendremos por ti. No tenemos tiempo que perder.

- Pero tú dijiste-

- Nada. Prepárate –. La joven se levantó sin dar tiempo a nada y tomando a la pelirroja de un brazo la hizo levantar de un tirón conduciéndola fuera de la habitación –Lucy tenemos cosas que hacer.

- Eh-eh sí.

A la mañana siguiente Clef estaba listo esperando la llegada de sus niñas. No había sabido que ponerse así que… se había puesto su indumentaria de siempre. ¿Sería demasiado formal? ¿O demasiado casual? ¿Cómo era mundo místico? ¿Tenía que vestirse muy formal para ir a visitar a una de las guerreras? ¿Vivía ella en un castillo? ¿En una cabaña?

- ¿Ya listo Clef? –sin tocar, Marina entró al despacho del hechicero sobresaltándolo.

- Pues… no sé. ¿Es-está bien esta ropa?

- No. –la angustia se reflejó de inmediato en los ojos del hechicero.

- ¿Demasiado informal?

- No, demasiado cosplay, por decir lo menos.

- ¿Cos… qué?

- No importa. Lucy.

- Te trajimos algo Clef –dijo la pelirroja saliendo de atrás de Marina.

- ¿A-algo?

- De ropa, son de mi hermano Masiel, creo será de tu talla –dijo pegando las ropas al hechicero para comprobar la talla.

- Pero…

- Lo que pasa Clef, es que tu ropa no es adecuada para ir a nuestro mundo. La túnica te resultaría muy estorbosa en el tren y el metro, y tus zapatos tampoco serían adecuados para las calles de Tokio.

-Y ni hablar de un pisotón, hay mucha gente donde vivimos. Te dejaremos a solas para que puedas cambiarte. –Marina dio la vuelta para salir y sin más Lucy le entregó las cosas a Clef para salir también.

Clef tomó la playera de manga larga que le diera Lucy, era blanca de algodón, una fibra que Clef jamás había visto o tocado. Parecía suave y fresca. Tenía un pantalón gris claro de corte recto y… ancho, bueno al menos se parecía en eso a los que el usaba pero… este tenía muchas bolsas.

También le dieron una… ¿túnica corta?. En realidad era un chaleco rojo con algunos detalles en gris y blanco, haciendo buen juego con el resto del conjunto, pero Clef nunca había visto una prenda así. ¿Qué iba primero? ¿La túnica blanca? O… ¿La roja?. Se encontraba tratando de comprender el orden de las cosas cuando unos trozos de tela cayeron al suelo. Los levantó y observó con curiosidad… ¿Qué era eso? Eran suaves y… viéndolos bien, parecían tener la forma de un pie de perfil. Miró el pantalón pero este no tenía cordones… ¿Cómo iba a amarrarlo a su cintura? La del pantalón era muy estrecha, jamás le pasaría por las piernas así.

Esto parecía un rompe cabezas… Definitivamente, tendría que preguntar.

Clef abrió la puerta de su despacho y encontró a las dos guerreras conversando.

- Eh… chicas… tengo un problemita…

- Claro cómo no se nos ocurrió explicarle las cosas –se decía Lucy entre risas luego de haberle enseñado el orden de las ropas, qué eran los calcetines y cómo se ponían, el mecanismo del cierre del pantalón… Marina creyó conveniente explicarle los peligros que representaba para un hombre de no tener cuidado con el cierre de un pantalón, cosa que sonrojó salvajemente al hechicero. Y para finalizar, Lucy cambió de inmediato la conversación para proteger la poca cara que le quedaba al hechicero, explicándole todo sobre cómo ponerse unos tenis.

Las jóvenes volvieron a salir, y ahora el hechicero ya se hacía una idea clara de cómo ponerse esas cosas, en especial el pantalón…

Una vez con los calcetines y la playera puesta, el hombre se probó el pantalón tal cual Lucy le había indicado, teniendo un cuidado casi milimétrico a la hora de subir esa cosa llamada cierre.

Que miedo, los segundos más terroríficos de su vida… ¿Por qué los hombres de mundo místico arriesgaban así su… virilidad?

Y es que tal vez las palabras que usara Marina para explicar, habían sido las más adecuadas para describir una masacre, y no un simple accidente, doloroso, pero accidente al fin, con un cierre.

El hechicero respiró hondo luego de tremenda odisea, y se dispuso a abrocharse los tenis, nada complicado a fin de cuentas, porque ya traía las agujetas pasadas, si se los hubieran entregado para que él las pusiera… habría perdido todo un día con eso. Para finalizar, vistió el chaleco y… bueno, al parecer estaba listo.

Se miró en el espejo del salón. Esa ropa era tan rara… pero… no se sentía mal. No era incomoda, y salvo la sensación del chaleco un poco acolchonado, esta le daba una sensación de mayor libertad que la que sus ropas normales le proporcionaban.

- Pues… es raro, pero… no me veo tan mal… -se sonrió al espejo. El juraría que iba a lucir peor pero, hasta le gustó ese extraño estilo. Es decir, para un día, no estaba mal.

Después de tantos y tantos siglos viendo y vistiendo lo mismo, este cambio tan radical le infundía nuevos ánimos.

- Creo que debería cambiar mi apariencia. Para variar…

El hombre abrió la puerta del lugar dejando ver su nuevo look temporal a las jóvenes quienes al verlo esbozaron un amplia y sincera sonrisa que le brindó más seguridad al hechicero respecto a su extraña imagen.

- Nada mal…-fue el veredicto de la ojiazul con una sonrisa y un complacido tono de voz.

- Hasta pareces un estudiante de nuestro mundo. Pasas por un universitario. Uno muy guapo por cierto –el inocente cumplido de la pelirroja hizo sonrojar al hechicero quien bajó la vista y sonrió con timidez.

- Ya estamos li… espera… –Marina se acercó para quitar con cuidado la corona que Clef llevaba siempre en su cabeza y despeinó al lado un poco los mechones de su cabello para que cayeran libres con su lacio natural. –Ahora sí. Estamos listos. El color de tu cabello no será problema, hay modas muy locas en nuestro mundo y en Tokio, estoy segura que ni llamará la atención.

- También dejaremos esto –Lucy tomó el báculo apartándolo de las manos del hechicero.

- ¡Pero-

- Nada. No puedes llevar esto a mundo místico.

- Pero qué tal si pasa algo, tendré mejor oportunidad de defenderlas si llevo mi báculo.

- Clef a donde vamos, no necesitas defendernos de nada. Al contrario, seremos nosotras quienes tendremos que defenderte a ti.

- ¿Iremos a una zona peligrosa? Con mayor razón debo-

- No, el peligro será sólo para ti jajajaja. –Clef le dedicó una mirada confusa -No iremos a un lugar peligroso. Para nosotras será completamente seguro –aseveró Marina.

- No te asustes Clef –dijo la pelirroja para infundir animo –es que tú no sabes andar en nuestro mundo. Eso es todo.

- Allá no hay monstruos si eso es lo que te preocupa. Quizá sólo unas cuantas fieras salvajes, pero no habitan en las ciudades, y son sólo parte de la fauna del planeta.

- No te olvides de las Gaijin Hunter Marina, esas sí que son fieras de ciudad. –bromeó Lucy.

Marina rodó los ojos pensando en esas desquiciadas –Cierto… esas locas. Bueno nada que no podamos manejar.

Clef las veía con congoja.

- No te apures sólo estamos jugando. ¡Bueno andando! –le animó Marina –se nos hará tarde.


Tokio, Japón 10:00 a.m. …

Luego de caminar hasta la entrada mística en la peña de Céfiro, el hechicero había salido a las grutas de Aokigahara, y caminado por el primer kilometro del bosque hasta la entrada del parque, enfrentándose a una cantidad de sensaciones y visiones completamente nuevas para él.

Los aromas mismos del bosque eran tan pero tan diferentes… la flora. Quién diría que unos pequeños detalles en las hojas y en el musgo harían todo tan diferente. Había visto unas cuantas ardillas en el camino y se había enfrentado a sonidos totalmente desconocidos, tanto de animales como de humanos.

Turistas… personas con características físicas tan diferentes entre sí, ropas tan distintas, que parecían no pertenecer todos al mismo planeta.

¿¡Esos sonidos tan raros?!

- Idiomas Clef –aclaró Marina cuando al hechicero se le ocurrió preguntar-. En nuestro mundo se hablan varios idiomas. Más de 1000.

- ¿¡Qué?! ¿Y cómo se entienden?

- Pues… nos las arreglamos.

- Pero… ¡No es lógico! No es lógico que en un mismo planeta se hable más de un idioma. ¡Mucho menos más de mil!

- Quizá para Céfiro no sea normal, pero sí para este mundo.

Mientras Clef y Marina debatían sobre el tema, caminando llegaron hasta la estación, donde mientras estos dos seguían con el tema, Lucy compró los tres boletos. Cinco minutos después Lucy vio aproximarse el tren por la vía, habían llegado justo a tiempo.

- Bueno chicos siguen con el tema después, aquí viene nuestro tren.

- ¿Tren? –por toda respuesta Lucy apuntó en dirección a las vías y Clef vio aproximarse a gran velocidad a una bestia chata de ojos brillantes que encima venía emitiendo un extraño rugido.

-¿¡Que es eso?!

- ¡Tranquilo, tranquilo! Es sólo un tren.

- ¡Pero… creí que habían dicho que no había monstruos aquí!

- No es un monstro Clef, es sólo una maquina.

Lucy lo tomó de un hombro para dirigirle una sonrisa tranquilizante y cuando el tren les pasó por un lado con su gran velocidad y su golpe de viento, ambas chicas lo tomaron suavemente para evitar que se asustara o corriera.

El hechicero vio con asombro el tamaño y la fuerza que parecía tener esa cosa. Lo tomó un poco por sorpresa la ráfaga de viento que revolvió sus cabellos cuando el tren pasó. Una vez se detuvo la gran serpiente de metal, unas puertas de metal se abrieron frente a él. Por sí solas… No es que no hubiera visto la tecnología de Autosam alguna vez, sólo que no estaba acostumbrado a esto. Estaba muy nervioso de sólo saber que se encontraba en el tan misterioso y legendario Mundo Místico, cuya cara había sido un enigma para todos desde el principio de los tiempos.

- Entremos-sin decir otra cosa entre Lucy y Marina le hicieron poner un pie dentro de la panza de esa bestia.

Dentro del vagón se percató que más personas entraban sin darle mayor importancia al asunto. Quizá debía relajarse un poco. Después de todo venía con expertas.

Lo guiaron a una fila de acojinados asientos y lo sentaron a él en medio de las dos.

- Será más de hora y media hasta Tokio así que… Creo que podemos aprovechar para –sacó su celular –instruir a nuestro querido amigo en las cosas de nuestro mundo, para que no le cause tanto impacto la ciudad al llegar.

Clef miró con mucha curiosidad el espejo rectangular que Lucy había sacado de su bolsa. Era un espejo negro. ¿Eso usaban las chicas para retocar su apariencia en mundo místico?. Los espejos de Céfiro eran plateados… Para sorpresa del hechicero, el espejo negro emitió una luz blanca muy fuerte y mostro una imagen. La pelirroja pasó un dedo sobre este y la imagen cambio a otra, había un mar cristalino al fondo y sobre este muchos cuadritos.

- ¿Es un espejo mágico Lucy? –preguntó muy sorprendido.

- ¿Eh? ¿Esto? Jajaja no, es un Celular. Es un… dispositivo electrónico multiusos. Para resumir. Puede tomar fotos, o sea capturar imágenes, navegar por internet, comunicarnos con otras personas, tocar música, tiene GPS, estado del tiempo, calculadora-

Clef la escuchaba con atención, pero no comprendía nada. Lucy lo notó y le sonrió.

- Mira, sólo diré que es una cosa muy útil y que nos va a ayudar a explicarte unas cositas. Por ejemplo…

Así, luego de responder a Clef varias dudas sobre el mismo celular, comenzaron a hablarle de las grandes ciudades, como Tokio, que había en mundo místico, sobre los medios de transporte, y muchas cosas más para las cuales el celular fue el aliado perfecto mostrando imágenes y ejemplos de lo que decían las chicas.

Hora y cuarenta y cinco minutos después, arribaban a la gran urbe de Tokio…

- Bueno, llegamos. Bienvenido a nuestro hogar.

Al salir de la estación Clef se topó con una urbe impresionante con edificios casi tan altos como las torres del castillo, grandes construcciones, y un montón de esas cosas que le habían mencionado se usaban para trasportarse en lugar de los caballos: Los automóviles.

- Habrá que tomar el subterráneo hasta el barrio donde vive An.

- ¿Un túnel subterráneo?

- No, es un tren subterráneo. Pero sí, sí viaja por túneles. Es como la "serpiente" en que veníamos, pero más pequeño y viaja por debajo de la ciudad, no por encima como el tren. Pero hay que caminar unas cuadras hacia allá para llegar a la estación.

Las pocas cuadras que caminaron tuvieron que obligar a Clef a enfocarse, pues se distraía con todo lo nuevo a cada instante y perdía los pasos.

Clef vio con asombro como en medio de la ciudad, y sin más, había escaleras que no subían, sino que bajaban… ¿Por qué la gente se metía al fondo de la tierra? Nadie parecía inmutarse con el hecho y había gente que bajaba y otra que subía saliendo del fondo.

Las chicas lo encaminaron hacia ese lugar y bajaron, el las siguió con mucha duda pero confiado a que ellas sabrían lo que hacían.

El Hechicero esperaba encontrarse con antorchas para iluminar el camino y con raíces de árboles y plantas colgando del techo terregoso así como con un piso de tierra y quizá con algo de fango. Pero para su sorpresa, el lugar estaba tan iluminado como la superficie, como si el mismo sol brindara sus rayos ahí abajo, o incluso más. El piso era pulido y blanco, y alcanzaba a reflejar sutilmente su silueta. No había ni sensación ni olor a humedad, el aire se percibía fresco, no estaba viciado como esperaría de algún lugar subterráneo. Y del techo blanco y bien iluminado lo único que colgaba, eran unos rectángulos luminosos que tenían símbolos y dibujos en ellos. Esos rectángulos parecían emitir luz propia. En las paredes del lugar había enormes pinturas demasiado realistas de jovencitas demasiado hermosas, algunos más tenían unos dibujos de personajes raros y algunos tenían otros dibujos de cosas… aleatorias como tarros, o tubos.

En el centro había un socavón recto y muy largo que seguía y seguía hasta dar con un túnel en ambos lados, al cual no se le veía fin. Y de la serpiente que mencionara Marina, no había rastro.

Mientras esperaban que el metro llegará, las chicas le explicaron a Clef que los colgantes eran letreros de la estación, que los dibujos en las paredes eran anuncios de productos y caricaturas, y que las pinturas realistas eran fotografías. Algo que les tomaría más de una explicación para hacerle comprender. También dijeron que la "serpiente" de metal entraría por ese "socavón" cuando le tocara esa estación.

Las chicas también le explicaron las reglas de cortesía que había que seguir dentro del metro, y justo a tiempo le quedó claro, pues chirriando las vías y sonando su bocina veía el metro por el túnel.

Las chicas se levantaron de la banca en la que estaban y el hechicero las siguió, se pararon justo tras una línea amarilla que todo mundo parecía respetar, y el hechicero nuevamente se vio sorprendido por la ráfaga de aire y el imponente paso del metro al llegar. Ya sabía que no debía moverse, mucho menos aproximarse al bicho metálico hasta que este estuviera totalmente detenido, de lo contrario podría salir gravemente lastimado, así que se mantuvo quieto y rígido hasta que el bichejo se quedó completamente quieto.

Las puertas se abrieron solas y las chicas lo guiaron dentro, más a prisa esta vez porque de no hacerlo la vorágine lo atraparía en la multitud de gente.

Esta vez no pudieron sentarse, así que lo llevaron a asir uno de los tubos que en el metro había para eso. Cuando el metro arrancó de nuevo casi se cae, pero las chicas alcanzaron a sostenerlo.

No fue un trayecto fácil por muchos aspectos. Para comenzar, pese a que la velocidad con que viajaba el primer tren no era despreciable, se sentía mucho más estable que este, no sabía si eso se debía a que en el otro artefacto él había ido sentado y en este estaba parado, o a que este bicho parecía correr mucho más rápido. Además visualmente todo era una explosión de sensaciones. Todo tipo de gente rara había subido. Desde amas de casa y Salary Man, hasta lolitas, cosplayers, y diversas tribus urbanas de rarísimos aspectos. Todo lleno de extraños sonidos, unos provenientes del metro, otros de los celulares de la gente, un caos de sensaciones que lo distraían bastante y que provocaban que perdiera el equilibro cada dos por tres con los bruscos giros del tren. En la primera parada al ver a la gente bajar estuvo a punto de hacerlo también, pero las chicas se lo impidieron, pues según le habían dicho, está no era su estación.

¿Estación?...

Se sentía bastante torpe. Él, el hechicero con más experiencia de todo Céfiro, una de las personas más sabías de su planeta, se sentía como un neófito, un chiquillo tonto que necesita ir de la mano de su madre para no perderse.

Al menos todo esto tenía un buen propósito, y para ser sinceros, salvo a sentirse bastante torpe aquí, la experiencia era muy agradable, y la podría disfrutar de verdad… si sus nervios no estuvieran ahí moliéndole la vida.


Bueno gracias gracias mil por sus reviews.

Kuu de Céfiro: Que gusto verte por acá otra vez, gracias por seguir mis historias, deseo que te siga gustando.

Luna: Querida Luna, sí eso es lo malo, a la mujer siempre se le juzga. Pero no te apures el bien siempre gana. Muchas gracias por seguir esta historia. Pues bueno ya sabes que me gusta meterle trasfondo a mis historias y hacerlas a detalle. Y sí, como las malas de las novelas existen muchas en la vida real, pero también se llevan su merecido. Deseo que te siga gustando mi historia

Yuzurika: Bienvenida muchas gracias por leer mi fic. Sí, de hecho veremos más de esa explosividad, y como pudiste ver, Clef está siendo abiertamente honesto en querer echar a Saudra de la corte. No por nada ha vivido tanto, no lo puede engañar. Y claro son amigas de An van a complotar hasta donde sea necesario XD. Respecto a Clef sí, me encanta ponerlo en aprietos, a alguien tan serio creo que esas situaciones lo estresarían mucho. Me alegra que te guste mi forma de escribir y narrar, me das ánimo. Espero hayas disfrutado este capitulo.

Maru-Chan: Muchas gracias por leer que bueno que te esté gustando la historia, actualizaré tan pronto pueda!

Princesa Ana: Hola Princesa Ana. Feliz Navidad para ti también! Aunque sea atrasada. Me causó mucha gracia tu comentario. Sí, ya ves, me gusta poner a Clef en aprietos por seriecito como dices tú. Me halaga tu comentario de verdad y no te apures no voy a abandonar el fic… No actualicé antes de año nuevo pero (rascando mi cabeza)… aquí está un cap nuevo!