Disclaimer: Puella Magi Madoka Mágica no me pertenece; todo lo que aquí se escribe es sin fines de lucro.
Nota de Autor: La presente pieza fue hecha para el reto semanal de la comunidad de facebook "Retos Randoms de randoms fandoms". En este caso, un drabble de 500 palabras de tu personaje preferido (por si les apetece tomar el reto).
Qué disfruten del angst y la lectura.
«Señal de gran demencia es perseguir lo imposible.» Sofócles
«IMPOSIBILIDAD»
Un Drabble de Akemi Homura
por
Esplandián
Por enloquecedor que parezca recorrer el mismo laberinto infinidad de veces, Homura sabe que es uno de su propia hechura: no hubo engaño en el trato, quizá únicamente el oportunismo depredador —porque sí algo sabe, es que el Incubador carece de cualquier semblanza que se acerque a un sentimiento—.
No hubo promesas de amor ni magia, de "y vivieron felices por siempre": fue tonto asumirlo.
La vida misma no es un cuento: la línea que divide a princesas inocentes, a brujas malvadas, y sacrificados héroes se desdibuja; hasta que no quedan contornos visibles que ella pueda reconocer, incluso con las gafas puestas.
A cada regreso al mes interminable del fracaso, en cada repetición, se quita la venda de la ingenuidad que cubrió sus ojos miopes. Donde hubo ideales, amistad, fortaleza, quedan sólo cascajos y osamentas imberbes en un mundo podrido. Nadie podría tragar la verdad, mucho menos digerirla:
Mami: pierde la cabeza, de una forma u otra.
Sayaka: se desmorona, junto con su ficción de justicieros.
Kyoko: se sacrifica, para acompañar a otra.
Madoka: en cada ocasión, sus lágrimas se derraman.
Debe haber ríos, como los caudales del tiempo, por cada lágrima llorada por Madoka Kaname: en esta realidad y en todas, atadas por ella, que es el hilo conductor de todos sus destinos. Si existiera un altar para Madoka, su diosa de gentileza, de amistad, de dulzura otorgada sin jamás ser rogada, pero eternamente necesitada: Akemi Homura se arrastraría como una penitente, como un alma condenada, a tocar con dedos ensangrentados esos pies a los que no tiene derecho a acercarse.
Akemi se prefiere manchada, antes que contaminar con su oscuridad aquella luz eterna que es Madoka.
Tomaría mil balas por ella, subiría cualquier colina, ¡si tan sólo pudiera!: su error fue querer salvarla, regresar el favor en otra realidad. Pidió su deseo sin pensar, con su voz débil asomando entre sus trenzas y su llanto, con esos ojos miopes detrás de gruesas gafas. A veces, Homura se pregunta, en la oscuridad, ¿si debió morir aquel día en que conoció a Madoka y a Mami? ¿el destino hubiera cambiado, si ella no se hubiera deslumbrado por listones, heroísmo y pompones de diamantina?
Homura ha creado tantos hubieras que no lleva cuenta; ha caminado el mismo sendero, traspasado el mismo río: y todas las veces, los detalles varían, pero el final es siempre el mismo. Incluso si cambian las circunstancias, si rectifica la estrategia, hay un desenlace ineludible…
Uno constante: la imposibilidad de salvar a Kaname Madoka.
Abrumada por la oscuridad del mes repetido hasta el hartazgo, ella se desconecta. Tal vez es locura lo que la tienta, cuando revisa cada dato reunido de Walpurgis, cada fragmento, cada nota tomada de su propio descubrimiento en cada enfrentamiento. ¡Ya no puede sentir! ¡Es un engranaje roto! ¡Un gramófono atascado! ¡Una inútil! La misma inútil enfermiza, de gafas y trenzas, desalentada sin haber corrido siquiera media pista.
De nuevo, es Madoka quien la salva: de ella le basta una frase, una caricia…