Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to Elise de Sallier. We just translate with her permission.
Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de Elise de Sallier, solo nos adjudicamos la traducción.
Restoration
By: Elise de Sallier
Traducción: Emotica G. W
Beta: Yanina Barboza
Futuretake. Parte 2
Dando zancadas por el pasillo, Edward resistió el impulso de echar a correr. Había colgado a su preciosa mujer sobre sus hombros como si fuera un saco de papas, y aunque ella no parecía demasiado ofendida por sus acciones, lo último que quería hacer era causarle daño.
Normalmente no se comportaba de una manera tan agresiva, prefiriendo ser suave con Bella, tierno y considerado con sus necesidades. Su manera con ella levantaba cejas, algunos de los hombres continuaban preguntándose si era lo suficientemente fuerte para un día gobernar la nación en lugar de su padre. Emmett, el hermano más sociable y popular lo había adelantado en un papel real, uno que Edward había dejado pasar con mucho gusto. Pero eso no quería decir que fuera débil, y ya no dudaba de su capacidad. Eso se lo tenía que agradecer a Bella, su amor y apoyo incondicional haciendo más por su confianza que cualquier número de victorias en el campo de batalla. La batalla pronto estaría sobre ellos, y pobre el tonto que subestimara la determinación de Edward cuando se trataba de proteger a la mujer que amaba y la gente por la que era responsable.
Demetri era un buen ejemplo, su una vez mentor ahora pudriéndose en una celda de prisión, lamentando el día que hubo pensado en manipular al hijo mayor de Carlisle y con ello hacerse con el control del trono. La traición había sido dolorosa, la falta de confianza de su propio padre aún más, pero había ocasionado un fortalecimiento en el carácter de Edward, uno reforzado por la creencia de su mujer en él. También había aprendido una lección vital... grandilocuencia no era igual que valor, y la consideración cuidadosa de un problema no era similar a cobardía. Por supuesto que hubo momentos en los que la acción superó a la deliberación, en los que el tiempo para reflexionar sobre los pros y los contras estaba de más.
Como ahora.
El privilegio de ver a su mujer desnuda era uno que para siempre consideraría sagrado. Pero la vista de ella vestida con pantalones de muchacho, saltando y lanzándose mientras había seguido sus instrucciones y se había defendido de su ataque, había movido algo primitivo en Edward... una reacción casi salvaje y decididamente lujuriosa por su duelo simulado. Él había buscado mostrarle la imposibilidad de su petición, de su inutilidad. Ningún daño caería sobre ella con él como su protector. Puede que hubiera probado su punto, pero ella le había recordado, una vez más, no subestimarla... despertando sus pasiones a alturas dolorosas en el proceso.
Ya fuera vestida como una criada humilde, como una princesa usando el mejor vestido, o como una joven escudera ágil, no hacía ninguna diferencia. Ella era espléndida, y la deseaba como ninguna otra. Pero a pesar de su prisa de enterrarse en su dulce cuerpo lo más rápido posible, sus sentimientos por ella eran más fuertes que el mero deseo, más profundos que la lujuria, más poderosos que cualquier atracción fugaz.
La amaba.
Amaba su compañía, amaba su naturaleza dulce, solidaria.
También admiraba su fuerza, estaba asombrado por su valor, y respetaba su inteligencia. No que ella no suscitara su ira de vez en cuando, tal como él lo hacía. Pero eso era arte y parte de aprender a vivir juntos en armonía como marido y mujer. Él era el jefe de su hogar y se suponía que ella debía obedecerle en todas las cosas, pero después de todo lo que ella había sufrido, someterla tenía poco atractivo. Afortunadamente, no había necesidad, ya que una disposición de su parte para comprometerse ―como lo demostraba su toma del paso insólito de estar de acuerdo con tutorarla en defensa propia― causaba resultados mucho más beneficiosos. Había soñado con encontrar una esposa y había sido recompensado con una amiga y amante.
Y tenía la intención de amarla muy cuidadosamente en el momento en que llegaran a la intimidad de su dormitorio.
Tan pronto como la puerta tallada y pesada se cerró detrás de ellos, cortesía de su bota con tacón, Edward bajó a Bella de su hombro. En lugar de dejar que su cuerpo se deslizara por completo al piso, él presionó su espalda contra la puerta.
―¿Apurado? ―preguntó ella, envolviendo las piernas alrededor de su cintura y cruzando los tobillos detrás de él.
―No tienes ni idea. ―Él chupó la piel desnuda de su hombro mientras acunaba su trasero y apretaba contra ella. Las manos ansiosas de ella sacaron la túnica de la pretina de sus pantalones, un siseo escapándose de sus labios cuando sus dedos fríos alcanzaron su carne caliente. Con agilidad, ella soltó los lazos y botones que permitirían a su miembro endurecido saltar libre. Pero cuando él habría levantado la falda para acceder al tesoro dulzón debajo, ¡se vio obstaculizado por un par de pantalones de muchacho y botas hasta la rodilla!
―Dios en el cielo ―murmuró él, liberándola para que sus pies tocaran el suelo. Desesperado en su deseo, él tiró de sus pantalones, bajándolos para mostrar sus caderas curvilíneas, nalgas redondeadas y muslos suaves. Tratando de ayudarlo, sus manos igual de frenéticas siguieron estorbando por lo que él tuvo que apartarlas suavemente a un lado. Ella accedió con un resoplido y centró su atención en besar cualquier zona de su piel desnuda que podía alcanzar con sus labios hábiles. Distraído y cada vez más falto de aire, él continuó con su tarea. Pero trágicamente, cuando trató de arrancar las piernas de los pantalones más allá de sus botas, se negaron a ceder, enredándose alrededor de sus tobillos.
―¡Infierno y condenación! ―Perdiendo el equilibrio, cayó al suelo, llevándola con él en una maraña de miembros entrelazados y bocas buscadoras―. No me pregunto por qué las mujeres tienen prohibido usar ropa de hombre. Son irritantemente difíciles de sacar.
Bella se sacudió de risa.
―Oh, ¿esa es la razón? ―Su trasero desnudo presionado contra su ingle, haciendo que su miembro palpitante temblara en consternación. Él había imaginado estar dentro de ella ya, no tumbado en una pila en la alfombra.
―Bueno, debería serlo. ―La miró con remordimiento―. Aunque es probable que nos prevengan a nosotros compañeros de mente débil de ser enloquecidos de deseo ante la vista de traseros femeninos deliciosos.
El retorcimiento de Bella cesó.
―¿Estás diciendo que estarías afectado de manera similar mediante la visualización del trasero de cualquier mujer?
―¡No! ―Sus ojos se abrieron en estado de alarma―. ¡Solo el tuyo! ―Ella arqueó una ceja, y se precipitó a añadir―: No tengo ningún interés, en absoluto, en cualquier otra mujer, independientemente de cómo esté vestida.
Aparentemente apaciguada, Bella lo recompensó con una sonrisa sensual y comenzó a luchar con sus botas. Las ataduras de su túnica se habían deshecho, permitiéndole deslizarse hacia abajo y mostrar la curva cremosa de su pecho y un pezón perfecto y rosado. Momentáneamente distraído, Edward miró fijamente, saliva formando un charco en su boca mientras anhelaba una probada.
«Primero lo primero», se recordó él.
Dándole a su cabeza una sacudida, él puso toda su atención en ayudarla a liberarse de sus botas de un tirón. Una vez que estuvieron fuera, él se centró en sacar sus pantalones, una oleada de alivio surgiendo a través de él cuando ella se deshizo de las malditas cosas. Finalmente, capaz de ponerse de pie, la levantó de nuevo en sus brazos.
―¿Todavía quieres que te tome contra la puerta? ―preguntó él, gimiendo mientras ella acariciaba su longitud dolorida desde la base hinchada hasta la punta humedecida.
―Oh, sí. ―Ella lo posicionó contra sus pliegues resbaladizos, su cabeza cayendo hacia atrás mientras él empujaba dentro de ella en un movimiento suave―. ¡Oh, sí! ―gritó ella de nuevo, cuando él empezó a moverse, deslizándose dentro y fuera de su calor aterciopelado.
Gimiendo, él la montó tan duro como pudo, desesperado porque ambos encontraran liberación, pero sin querer golpearla contra la superficie rugosa de la puerta. Bella tenía otras ideas, animándolo con las manos en su espalda y la presión de sus piernas envueltas alrededor de su cintura. Pero se negó a tomarla muy salvajemente. Nunca se perdonaría si ella se rasguñaba o golpeaba, su túnica ofreciendo solo escasa protección para su delicada piel.
―Edward, ¡más duro! ―demandó ella, y su voluntad flaqueó. Decidiéndose por un compromiso, se dio la vuelta para que él estuviera apoyado contra la puerta. Ella se agarró de sus hombros, levantándose y bajándose en su eje mientras él soportaba su peso con las manos. En cuestión de segundos, su respiración jadeante se convirtió en gemidos los cuales se volvieron gritos, su nombre arrancado de sus labios cuando ella se vino. Ella se dejó caer en sus brazos, y él se dio la vuelta de nuevo, apretándola contra la puerta. Embistiendo profundo, una, dos, tres veces, él bombeó en ella mientras encontraba su liberación propia, feliz.
―Bueno, eso fue emocionante ―dijo ella con un suspiro de satisfacción cuando ambos habían recuperado el aliento―. Tendré que vestirme como un muchacho más a menudo.
Edward se rio entre dientes, demasiado relajado por las consecuencias de su acoplamiento para ofenderse. Con el borde llevándose su deseo, se desvistieron totalmente, cayendo desnudos sobre su cama. Descansaron un rato, acurrucados en los brazos del otro. Entonces mejillas acariciadas con narices, dedos acariciando suavemente, y miembros inquietos y entrelazados condujeron a un encuentro igual de apasionado, pero más suave. Sosteniendo su peso en un codo mientras su mano libre acariciaba la cadera de Bella y a lo largo de su muslo, Edward bajó la vista sobre su mujer y sonrió.
En las cuatro semanas desde que se habían casado, él prácticamente había memorizado sus hermosas curvas, pero nunca se cansaría de explorar su cuerpo. Mientras se mecían juntos, la sensación de su piel suave y sedosa deslizándose contra la suya lo hizo gemir de placer una vez más.
―¿Te gusta eso? ―susurró ella, entre dar mordisquitos al lóbulo de su oreja.
―Me gusta todo lo que haces ―gimió él y empujó más profundo.
―¿Quieres más? ―Ella ladeó sus caderas para recibirlo hasta el fondo.
Edward siempre querría más, su deseo por ella una sed que no podía ser saciada. No que él no gritaría de triunfo cuando ella pulsara alrededor de él, su liberación conduciendo su propio clímax estremecedor. Pero sin importar cuán debilitado era dejado por el encuentro, cuán felizmente repleto, su hambre de Bella siempre regresaba. Si el sueño se apoderaba de él, siempre la buscaba al despertar, incluso antes de que la conciencia se hubiera apoderado.
¿Y por qué no lo haría, cuando tal deleite se encontraba en sus brazos?
Gimiendo ante la idea de la saciedad profunda en el alma por venir, Edward resistió el impulso de moverse más rápido, recordándose que había impuesto un ritmo lento y lánguido por una razón, queriendo que ella se sintiera apreciada.
Para apreciarla lo hacía.
Con el corazón henchido, Edward bajó la vista hacia su bella mujer. Había aflojado su cabello largo y oscuro de su trenza, y los mechones arrugados se extendían sobre la almohada alrededor de su cabeza. Era un espectáculo del que nunca se cansaría. Ni alguna vez tendría suficiente de ver sus pestañas apoyada en sus mejillas enrojecidas o sus labios, rosas e hinchados por sus besos. Saboreó el sonido de sus gritos entrecortados, los gemidos suaves que le aseguraban que ella recibía placer de ser llenada por él, de ser besada, acariciada y adorada por él.
Y cómo la adoraba.
Su preciosa mujer.
Su Bella.
Un gemido profundo retumbó en su pecho, y sus párpados se abrieron revelando ojos marrones cálidos glaseados con pasión. Sus manos acariciaban su espalda, arrastrándose de arriba abajo de su columna vertebral. Sus rodillas abrazaron sus caderas, sus piernas preciosas envolviéndose alrededor de sus muslos.
―Mi amor. ―Él acarició con la nariz su cuello mientras la reclamaba con movimientos lentos y con propósito.
Ella gimió en respuesta, el movimiento de sus caderas instándole a acelerar el ritmo. Él empujó con más fuerza, y su cuerpo palpitó en torno a él, haciéndole saber que ella estaba cerca. Doblándose con el fin de asegurarse que tocaba los lugares que a ella le producirían el mayor placer, se maravilló de lo bien que habían llegado a conocer sus cuerpos mutuamente en un tiempo tan relativamente corto.
Un mes.
Un poco más de cuatro semanas.
No era mucho, pero se sentía como una vida de alegría, una que nunca quería que termine.
Otro pensamiento molestó en su conciencia, pero fue incapaz de alcanzarlo, teniendo cosas más importantes en su mente... tales como conducir a su mujer a la cima del éxtasis y luego seguirla mientras caía sobre el otro lado.
―Edward, por favor...
Bella se retorcía debajo de él, buscando la liberación que le traería casi tanto placer de verla alcanzarla como cuando experimentaba la suya propia. Sabiendo simplemente cómo ayudarla, se levantó un poco, haciendo un poco de espacio entre ellos. Acariciando su pecho, rodó y pellizcó el pezón hasta que ella gritó. Le habría gustado succionarlo con su boca, pero era demasiado alto para hacerlo en esta posición. En su lugar, él puso su boca para un buen uso, besando, lamiendo y mordiendo a lo largo de la curva de su cuello hasta que llegó al punto sensible debajo de su oreja. Era uno de sus lugares favoritos, seguro para inspirar un rubor delicioso que se extendió a través de su piel ya calentada cuando chupó la carne suave entre su lengua y labios. Como era de esperar, sus gemidos se hicieron más fuertes, más frenéticos. Cuando los temblores sacudieron su cuerpo, él abandonó su lugar en su cuello y besó un camino a lo largo de su mandíbula. Cuando llegó a su boca, ella la abrió para él inmediatamente, atrayendo la lengua de él adentro y chupándola contra su paladar.
Placer onduló a través de él... placer tan intenso que casi perdió el control.
«Pronto», se dijo él, decidido a no decepcionarla. Para su alivio, no pasó mucho tiempo antes de que ella se separara de su boca, su respiración llegando en jadeos bruscos.
―Estoy casi allí ―gimió ella, sus caderas elevándose para encontrarse con sus embestidas aceleradas.
Si él se contenía, podría hacer que su gratificación sexual durara incluso más tiempo, pero a partir de los gritos de Bella y la forma en que lo instó a continuar con sus manos y cuerpo, él sabía que su hambre igualaba el suyo.
Siempre podían tomar las cosas con calma la tercera vez.
Ella se tensó, sus músculos internos comprimiéndolo, y él apretó los dientes mientras placer corría por su espalda y se acumulaba en su ingle. El sonido de su gemido llenó el aire, una reverberación baja que contrastaba con el grito más agudo de Bella. Arqueándose como un arco, ella llegó a la cima, las contracciones produciéndose en lo profundo de su cuerpo enviándolos a ambos hacia el cielo por minutos largos y eufóricos. Cuando sus corazones finalmente dejaron de correr, y sus respiraciones se calmaron, regresaron a la conciencia acostados en sus costados, envueltos de forma segura en los brazos del otro.
Más minutos pasaron, solo interrumpidos por suspiros suaves y caricias dulces.
―¿Crees que alguna vez nos cansaremos de esto? ―Bella finalmente rompió el silencio. Su tono bromista le aseguró a Edward que no había preocupación real detrás de su pregunta, pero respondió con tanta fuerza como su ser saciado pudo reunir.
―Nunca. Siempre te querré, mi amor. Siempre.
―Del mismo modo que siempre te querré a ti.
Ella se acurrucó aún más cerca en su costado, pero en lugar de sucumbir a la tentación de quedarse dormido, él consideró su pregunta más.
Edward no había pensado encontrar una esposa que correspondiera su deseo; de hecho, había sido advertido a esperar exactamente lo contrario. Bella y él tenían relaciones con mucha más frecuencia y con mucha más creatividad de lo que era típico... o estrictamente permitido. Si fueran a seguir los decretos de la iglesia, no la tocaría más de dos veces por semana, tres veces a lo mucho... no tantas veces al día. Tendrían que abstenerse por completo una vez que ella estuviera embarazada y durante todo el tiempo en que cuidara al niño después de su nacimiento. De dos a tres años de abstinencia era la norma.
¿Bella querría eso?
Mirando hacia la sonrisa satisfecha somnolienta en su cara, no creía que tuviera algo que temer. Su encantadora esposa disfrutaba el cumplimiento de sus deberes maritales tanto como él lo hacía... gracias al cielo. Por supuesto, ella podría no sentirse en condiciones de complacerlo con frecuencia y desde luego no tan enérgicamente una vez que llevara a su hijo, y él tendría cuidado de no cargar su cuerpo con demasiados partos muy juntos. Perderla no era una opción.
Mientras acariciaba su brazo suavemente con la mano, Edward se comprometió a ser paciente. Se aseguraría de que ella supiera lo increíblemente agradecido que estaba por las migajas de afecto que eligiera concederle. Incluso un casto beso o abrazo reconfortante de la mujer que amaba lo mantendría feliz.
Aunque sí esperaba que ella siguiera queriendo más.
Una risa entre dientes sacudió su pecho al recordar el temor con el cual había visto una vez el matrimonio. Se preguntó cómo le estaba yendo a Emmett, de ninguna manera envidiando a su novia. Un estremecimiento recorrió su cuerpo ante la idea de tratar con las actitudes frías y el mal humor de Rosalie a diario. Bella no tenía miedo de expresar su opinión, incluso dejándole saber a Edward cuando consideraba que estaba equivocado. Pero ella no sentía la necesidad de menospreciarlo en el proceso, su actitud amable y su temperamento calmado.
Sorprendentemente.
La sonrisa que tenía un lugar casi permanente en el rostro de Edward se desvaneció, mientras el pensamiento que había molestado los bordes de su conciencia antes regresó completamente formado.
La otra advertencia que había recibido en lo que respectaba a los retos inherentes en el matrimonio era que su esposa estaría sujeta a estados de ánimo irascibles en ocasiones, especialmente en la época de sus ciclos mensuales.
―¿Bella? ―Mantuvo su voz baja, en caso de que ella estuviera durmiendo... y para ocultar su preocupación creciente.
―¿Hmmm? ―Ella se meció contra su costado.
―Hemos estado casados desde hace un mes.
Él sintió su sonrisa contra su pecho, mientras ella tarareaba una vez más en acuerdo.
―Sobre eso... ―vaciló Edward. Su vergüenza era obviamente ridícula teniendo en cuenta las intimidades que habían compartido, pero no detuvo al calor de sonrojar sus mejillas.
Bella levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de sus orejas brillantes.
―¿Qué es?
―Bien… ―Inhaló una respiración y "se agarró de su virilidad", como diría Emmett, no literalmente, pero en sentido figurado, aunque se imaginaba que incluso su hermano fanfarrón encontraría este tema un reto―. Es solo que han pasado cuatro semanas, casi cuatro y media, desde que nos casamos, y no ha habido, eh... impedimento para estar juntos durante ese tiempo.
Bella rodó los ojos.
―Aparte de los criados merodeadores, audiencias repetidas con tus padres, cumplir nuestros deberes reales, lo cuales toman sorprendentemente mucho tiempo. Ah, y no olvides ignorar las miradas mordaces y comentarios de esos que tienen muchas ganas de juzgarnos basados únicamente en los rumores que han sido difundidos sobre que somos excesivamente amorosos... rumores basados en la verdad ―agregó con timidez.
Edward logró una débil risa entre dientes.
―A lo que en realidad estaba refiriéndome era el, ah... asunto de tus ciclos, o la falta de ellos. ¿Tu ciclo femenino es irregular?
Bella lo miró por un momento, una sonrisa secreta curvando sus labios.
―Mi ciclo es bastante regular.
―Oh. ―Edward pensó en eso por un momento―. ¿Así que cuándo lo esperas, esperabas?
―Hace aproximadamente tres semanas. ―Su sonrisa se ensanchó.
―Tres semanas ―repitió él en silencio antes de que sus cejas se dispararan en lo alto de su frente. Incorporándose, atrajo a Bella con él―. Pero eso significa que ya podrías estar esperando un hijo. ¡Mi hijo!
―Bueno, ciertamente no es de ninguna otra persona ―murmuró ella con sequedad.
―¿Por qué no me lo dijiste?
―Porque quería estar segura. He experimentado algunos signos tempranos, pero es un poco pronto para saber con certeza. ―La sonrisa de Bella vaciló ante el ceño fruncido ensombrecido de Edward―. ¿Estás molesto? ¿No quieres un hijo?
―¡Por supuesto que quiero un hijo! Estoy muy contento ante la perspectiva, pero también estoy echando humo ante la idea de ti poniéndote en riesgo. El manejo de la espada es peligroso, incluso un simulacro de lucha. Podrías haber sido herida... O perdido al bebé. ¿En qué estabas pensando? ―Liberando uno de sus hombros, él se pasó la mano por el cabello rudamente―. ¿En qué estaba pensando yo? Incluso sin la posibilidad de ti estando encinta, algo que fui demasiado tonto para considerar, nunca debí haber prometido tutorarte. Pero simplemente eres tan convincente. Y cuando me miras con esos ojos marrones grandes, estaría de acuerdo con cualquier cosa... cualquier cosa. ¿Qué si hemos dañado al bebé? Nunca me lo perdonaré.
―¡Edward, detente! ―Ella agarró la mano que él había enredado en su cabello y la movió entre ellos, apoyándola contra su pecho―. Estoy bien. El bebé, si hay uno, está bien también. No estoy acostumbrada a una vida sedentaria, ya que siempre he sido muy activa. Podría tener algunos músculos doloridos en la mañana, pero nada peor que si hubiera estado fregando suelos o sacudiendo alfombras.
―Pero este será tu primer embarazo. No sabes cómo tu cuerpo responderá.
Un pliegue se formó entre las cejas de Bella.
―Sí, supongo que eso es cierto. ―Su confianza se sacudió y se acercó voluntariamente a su abrazo―. Es solo que he conocido un montón de mujeres del pueblo que trabajan todos los días de su embarazo y luego regresan a sus deberes a días de haber dado a luz.
―He oído ese tipo de historias, pero no a todas las mujeres les fue tan bien.
Ante las palabras sobrias de Edward, ella asintió con la cabeza contra su pecho, agarrándolo con más fuerza.
―No estoy tratando de asustarte, mi amor, pero eres muy valiosa para mí, y no podría soportar que cualquier cosa te suceda a ti o a nuestro bebé. ―Él dejó caer la mano en su vientre aún firme, su toque imbuido de un grado extra de reverencia.
―Lo siento ―susurró Bella―. Seré más precavida en el futuro. ¿Esto quiere decir que no me darás más lecciones de defensa propia?
Ella levantó la cabeza, y el corazón de él cayó al ver que sus ojos brillaban. Lo último que había querido hacer era molestarla.
―Una promesa es una promesa. ―Él limpió suavemente una lágrima de su mejilla―. Pero nos apegaremos a métodos menos extenuantes y ten por seguro, nunca tendrás que poner en práctica lo que sea que aprendas. No solo eres la persona más importante en mi mundo, Bella, podrías estar llevando a nuestro hijo, y él o ella tienen la posibilidad de heredar el reino algún día.
―¿Dejarías que nuestra hija ascienda al trono?
―Si solo somos bendecidos con niñas, no veo por qué no. ―Disfrutando la expresión sorprendida pero complacida en su rostro, él atrajo su cabeza para descansar contra su pecho―. Si ella es algo como tú, será más que capaz.
Pensar en sus potenciales hijas e hijos causaba un calor extensivo en el pecho de Edward. El futuro se extendía ante ellos, no sin obstáculos, pero sonrió en anticipación de las alegrías que seguramente experimentarían. Su confianza no era infundada, puesto que él ya había tenido una probada del cielo en la tierra... todo por la mujer hermosa, valiente, y amorosa en sus brazos.
Y llegamos al final de la historia... ¡Esperamos que la hayan disfrutado!
Queremos agradecer a la autora de esta historia, Elise de Sallier, por permitirnos traducirla y compartirla con ustedes.
Gracias a todas las personas que fueron parte de la traducción, que aportaron su granito de arena para llegar a este momento. A las traductoras: YaninaBarboza, Mónica Szpilman, littleshinyspark, Emotica G. W, luzalejatb, Flaca Paz y Florchi C. A las betas: Melina, Yanina y Flor.
Gracias a ustedes por acompañarnos en este camino. Esperamos que nos cuenten todas sus opiniones sobre este final y la historia en los comentarios.
Pueden pasar por nuestras otras traducciones: PARACHUTE que recién está comenzando, DELAY que ya estamos muy encaminadas y GETTING BLITZED que ya comenzamos con los nuevos capítulos.
¡Nos leemos en las próximas historias!