Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.
AIR
Capitulo veinte – Furor
Futuretake – Sobre un mes o dos después del último capítulo
Velas y faroles.
Finalmente teníamos electricidad, y Bella quería velas y faroles en la fiesta de inauguración. Lo que no había comprado ella lo había traído mi hermana, ayudando feliz a saturar el lugar con todas las opciones de iluminación decorativas conocidas por el hombre. Las dos corrían a mi alrededor, iluminando cosas con las cerillas de seguridad que habían encontrado en la cocina.
Yo había dejado de fumar -lo había dejado en serio-, así que ya no había ninguno de mis mecheros.
Tampoco es que no sintiera que necesitaba un cigarro en ese momento. No me maravillaba la idea de tener nuestra casa invadida por gente, incluso aunque fuera gente a la que queríamos.
Quería silencio, tal vez una pequeña cena. Tal vez un poco de Bella.
Pero ella quería aquello, así que ahí estábamos.
Ella pasó a mi lado, mirando a su alrededor. ―Creo que ya está.
―Sip. Las tienes todas.
Cortándome con la mirada, suspiró. ―Al menos podrías fingir un poco de entusiasmo.
―¿Fingir? ―bromeé en voz baja―. Debes de confundirme con otra persona.
―Eso debe ser, ―dijo de acuerdo, besándome lo suficiente para que yo empezara a devolverle el beso, aunque un golpecito en la puerta le puso fin―. Gracias, ―susurró, con la palma de su mano apoyada en mi mejilla.
No dijo porqué. No tenía que hacerlo.
* . *
Un par de horas y con varias cervezas encima, estaba bien. Vi como Bella le enseñaba el lugar a la gente, con las mejillas rojas de orgullo. Y felicidad.
Eso me hizo sentir orgulloso. Y feliz.
―El lugar tiene buen aspecto, tío. ―Marcus estaba a mi lado, asintiendo mientras miraba a su alrededor.
―Gracias.
―Ya era hora. ―Tomó un trago de su bebida―. Llevas años hablando de construir.
―Estaba esperando, ―admití―. Al momento correcto.
―Y a la chica correcta, ―dijo, sonriendo satisfecho mientras seguía a Bella con la mirada―. Di las cosas como son.
Le miré mirarla, sabiendo exactamente lo que veía. Él no escondió su aprobación y, aunque yo no podía decir que me gustara, sabía que así eran las cosas.
―Puede, ―dije un momento después.
―Definitivamente. ―Chocó su copa contra mi botella y se fue, directo a otra chica que no conocía.
Bella había querido poner comida para picar, pero yo me había negado a ello. Si íbamos a comer, quería comer. En el exterior nos relajábamos al viejo estilo, con una barbacoa y una hoguera de obra con bancos alrededor. Hamburguesas, filetes y brochetas de verduras. Patatas y salmón fresco.
Riley sonrió ampliamente al verme. ―¿Qué hay, hombre de la casa?
Le eché una mirada y le aparté a un lado, cogiendo las pinzas para ver el progreso del filete. A Bella le gustaba el suyo poco hecho y no quería que se cocinara de más.
Riley me quitó las pinzas, poniendo una cara. ―Lo tengo, lo tengo. Relájate. Ve a relacionarte.
―¿Parezco del tipo al que le gusta relacionarse?
―La verdad es que no, pero puedes fingir.
―¿Has estado hablando con Bella?
―¿Sobre qué?
―Da igual. ―Me terminé la cerveza y tiré la botella, planteándome si coger otra. Había una hielera cerca de la hoguera. Carmen y Kate estaban ahí, hablando y quemando nubes de azúcar.
―Disculpen, damas, ―dije, pasando por delante de ellas para llegar hasta la hielera.
―Hola, Edward, ―dijo Carmen, tocándome el brazo, a modo de saludo.
Abrí mi botella. ―Hola. ¿Cómo te va?
―Bien. ―Apartó la nube del fuego, soplando la llama―. Tu casa es increíble. Sabía que eras bueno, pero tengo que decir que estoy impresionada.
―Gracias, ―dije, y lo decía en serio. Tener mi propia casa había sido mi sueño durante años; construirla yo mismo había sido otro―. ¿Te han hecho el tour?
―Nop. ―Sonrió ampliamente, poniéndose de pie―. Deberías darme uno.
Kate me miró a los ojos mientras se ponía de pie. Nunca le había dicho nada del enamoramiento de Carmen, pero ella lo había notado. Lo sabía. Ella conocía a Carmen desde mucho antes que yo. ―¿Has visto a Garrett?
―En la cocina.
―Gracias, ―dijo, abrochándose la chaqueta.
Había llegado más gente y ahora la casa estaba un poco llena. Todo seguía bastante tranquilo, pero mentiría si dijera que no estaba deseando tener la casa vacía más tarde.
Carmen me siguió de una habitación a otra. Ella hizo preguntas sobre cosas banales y, cuando llegamos al dormitorio, se abrió camino al interior. Me detuve en el umbral de la puerta, mirando a mi alrededor mientras accionaba el interruptor. La verdad es que no había planeado enseñar aquella habitación; era algo privado, mío... nuestro. La cama estaba hecha solo porque Bella había insistido en ello -ella siempre hacía la cama.
―Este color es genial, ―dijo Carmen, pasando el dedo por la pared.
Era agradable, un tono muy pálido entre el morado y el gris. ―Lo eligió Bella.
Se giró. ―¿Quién es Bella?
La miré con cautela, preguntándome si me estaba tomando el pelo. ¿Cómo era posible que estuviera allí aquella noche y no supiera quién era Bella? Entendía que, a pesar de conocernos desde hacía tiempo, ya no nos movíamos en los mismos círculos; pero, ¿en serio?
―Mi novia.
Sí, la sorpresa de Carmen era imposible fingirla. ―No sabía que salías con alguien, ―dijo, volviendo a la puerta.
―Llevamos un año, ―dije―. Vive aquí.
―No jodas. ―Parecía casi insultada―. No me parecías de ese tipo.
No me molesté en preguntarle a qué se refería. Cerrando la puerta del dormitorio, la llevé de vuelta por el pasillo.
* . *
Kate, Garrett y Riley se quedaron hasta tarde, ayudándonos a limpiar. Cuando la última bolsa de basura estuvo atada y el lavavajillas estuvo encendido, se marcharon, despidiéndose y prometiendo vernos pronto.
Estaba en la ducha cuando sentí movimiento. Sonriendo, esperé a que Bella me tocara. Ella siempre se unía a mí allí.
―Hola.
―Hola. ―Me tocó el pecho y arrastró los dedos por mi estómago.
―¿Te has divertido? ―pregunté, quitándome el agua de los ojos para poder abrirlos.
―Sí. ―Sonrió, mordiéndose el labio―. ¿Y tú?
―Sí. ―Estiré el brazo, acercándola a mí para poder besarla.
Y para poder sentirla contra mí.
* . *
Bella
Estaba agotada. Bostezaba. No podía esperar a meterme en la cama, acurrucarme y dormir. También era la mejor de las camas.
Pero había estado echándole miradas a Edward toda la noche, viéndole entrar y salir de la casa, estoico, siempre con una botella de cerveza en la mano. Le vi hablar con la gente y escuchar, llevando su mirada a la mía de vez en cuando. Su postura relajada solo me hizo desearle más y, cuando la gente empezó a marcharse, estaba hambrienta por tocarle, por probarle.
Sabía que él había hecho aquello solo por mí. No había estado entusiasmado cuando le hablé de mi deseo de hacer una reunión -yo no lo llamaría fiesta- de inauguración, pero cedió rápidamente, persuadido por un masaje y una mamada, y promesas de que yo me encargaría de todo.
Al final, él insistió en hacer barbacoa y eso, pero yo había planeado todo lo demás. No pude evitarlo. Además del apartamento compartido con Alice y Rose, nunca había tenido una casa como aquella. Al principio creí que siempre la sentiría de Edward, pero cuando mis cosas salieron de las cajas y la primera noche se convirtió en la primera semana, me di cuenta de que realmente la sentía como mi hogar. Nuestro hogar.
―Así que, ¿ya podemos encender las luces? ―bromeó, deslizando sus jabonosas manos hasta mis pechos.
―Tenemos las luces encendidas aquí, ¿no? ―dije, sonando un poco más susurrante de lo que había pretendido.
―Porque yo las he encendido.
―Me gustaban los faroles y las velas. Daban un agradable toque cálido.
Sonriendo débilmente, cerró los ojos y sus resbaladizos dedos me pellizcaron suavemente los pezones. ―Yo también puedo darte un agradable toque cálido.
Cansada e hipersensible, y muy de humor, me aparté de sus dobles sentidos. ―Apuesto a que sí. Déjame terminar aquí y podrás hacerlo.
Dejó un beso en mi boca y salió, dejándome sola. Di golpecitos con el bote casi vacio de gel en el palma de mi mano, impaciente por salir y unirme a Edward. Habíamos estado ocupados los últimos días, corriendo por ahí y terminando cosas de la escuela, el trabajo y la casa. Le echaba de menos.
Me enjaboné y aclaré, y peiné mi pelo. Me sequé, lavé los dientes y tragué un vaso de agua.
Y llegué a la cama justo a tiempo para ver a Edward profundamente dormido.
Suspirando, dejé mi teléfono en la cómoda y saqué una camiseta del cajón. Mi anticipación había dado lugar a un nervioso aburrimiento y, sintiéndome de repente completamente despierta, cogí un libro, apagué la luz y fui a la cocina.
* . *
El sofá de la sala de estar se había convertido en uno de mis lugares favoritos para leer. Me gustaba especialmente porque estaba junto a una ventana y, en noches como aquella, podía vez las luces de la ciudad brillando en la distancia.
Metiéndome el último trozo de un brownie en la boca, pasé otra página de mi libro. Era bueno y estaba muy absorbida, pero cuando una familiar mano me apartó el pelo del cuello, lo dejé y levanté la mirada.
Edward se cernía sobre mí, vestido solo con sus bóxer. Lo inesperado de la visita hizo que mi corazón se acelerase y se saltase un latido. Rodeó el sofá, sentándose en la esquina y ahuecando la mano en mi tobillo.
Se mantuvo un rato en silencio, pasándose la otra mano por la cara. Le miré, admirando los ángulos, planos y curvas de su cuerpo.
―¿Sin bragas? ―preguntó un momento después, y me di cuenta de que él había llevado su atención al lugar en que el borde de mi camiseta rozaba mi piel.
Sacudí la cabeza. ―No después de la ducha.
―¿Cuánto llevo dormido?
Miré al reloj. ―Una hora o así.
―Lo siento. ―Su mano se deslizó arriba y abajo por mi pantorrilla―. ¿Por qué no me has despertado?
―Estabas agotado. ―Me encogí de hombros―. No quería molestarte.
―El sexo nunca es una molestia.
―Tampoco lo es dormir.
―Te molesta, ―dijo, su mirada era perezosa y sus dedos me hacían cosquillas.
Dios, que buen aspecto tenía. Siempre lo tenía. Siempre desearía aquello, a él.
―Solo porque quería estar contigo, ―dije, mirando su mano.
Él asintió, separándome las piernas con las manos. Me sentí expuesta. Sabía que él podía verme y que le gustaba. Empecé a enderezarme, pero él tiró un poco de mis piernas para acercarme a él y luego se movió para quedar entre ellas. Me tocó, deslizando su dedo en mi interior, pero no estaba tan mojada. Todavía no.
―Ven aquí, ―murmuró, bajándose del sofá. Arrodillándose en el suelo, colocó mis piernas en sus hombros y subió besando por mis muslos hasta su unión.
Gemí cuando llegó ahí, cerrando los ojos ante el furor de la sensación. Se le daba bien aquello, se le daba bien hacerme sentir bien con rapidez, y pude sentir como cada vez me mojaba más. Cuando añadió los dedos me agarré al sofá, apartando los cojines.
Nunca volvería a mirar aquel sofá de la misma manera, eso seguro.
Me corrí con fuerza, agarrándole las orejas mientras me dejaba ir. Habían pasado días, pero la espera había merecido la pena. Él se sentó, limpiándose la boca con una sonrisita satisfecha. ―¿Acabas de agarrarme las orejas?
―Sí, ―dije sin timidez, uniendo los tobillos tras su espalda para poder acercarle. Él me lo permitió, colocándose para que estuviéramos alineados.
Ahí.
Amaba ese segundo.
Ese segundo que pasaba entre que estaba junto a mí y dentro de mí.
Era mi favorito.
Embistió tan concienzudamente que solté un gritito -no había esperado que entrara tan fuerte tan rápido.
―¿Estás bien? ―preguntó, estirando los brazos para apoyarse.
―Sí, ―jadeé con voz temblorosa.
Y lo estaba. Muy bien.
Redujo la velocidad un minuto después. ―No quiero correrme, ―susurró, inclinándose para besarme. Deslicé la lengua en su boca, sin querer tampoco que se corriese ya.
Sin embargo, no duramos mucho. Nunca lo hacíamos cuando esperábamos.
Aquél.
Aquel segundo: otro favorito. Verle correrse, la expresión de su cara al dejar caer las murallas y quedar completamente vulnerable. Gimió con los ojos fuertemente cerrados y pareció que estaba al borde de sentir dolor -se sentía tan bien.
Pasé los dedos por su pelo, besándole la cara cuando la apoyó contra la mía. Mi postura en el sofá se había hecho incómoda, pero le di un minuto -sabía que si antes había estado cansado, aquello acababa de terminar con él.
Me miró con una sonrisa torcida. ―Ahora puedes volver a tu libro.
―Nah, iré a la cama, ―dije, sacudiendo la cabeza.
Sus bonitos ojos verdes buscaron en los míos y entonces, como si hubiera encontrado lo que fuera que buscase, los cerró de nuevo con una sonrisa pacífica.
Un momento después, salió de mí y se puso de pie, cogiéndome la mano para que le siguiera.
Tiré de él hasta detenerle, apagando la lámpara y mirando fuera a la oscura noche, a las estrellas y el brillo de una ciudad junto a la bahía.
Listo, hemos llegado al final y, una última vez, estoy deseando leer qué os ha parecido el capítulo.
Muchisimas gracias a tod s por leer, comentar y añadir la historia a alertas y favoritos. Espero veros en mi próxima traducción, que verá la luz el lunes 2 de octubre.
Os dejo el summary.
-Bells :)
CURTAINS
Summary: A veces no importa cuánto ames a alguien, ese amor no es correspondido. O a lo mejor esa persona no puede... en este momento. TH. Rated M. Romance/Angst. Edward/Bella. 25 capítulos.