Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía
Temas fuertes (violencia, violaciones, lenguaje, etc), que pueden fomentar pensamientos negativos a audiencias jóvenes. Se aconseja prudencia. Solo para mayores de 18.
Yani, gracias otra vez por todo tu apoyo y tu paciencia, ya sabes como soy de indecisa, un beso!
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Los colmillos eran impresionantes, pero duplicaban su tamaño si se encontraba cerca de Edward, haciéndolos terroríficos. La energía adicional, la velocidad y la fuerza que incluía convertirse en un vampiro, habían hecho que sus tontos tropiezos y caídas como humana desaparecieran por completo. Bella todavía no estaba acostumbrada a los ojos dorados, ni a recibir miradas furtivas de los hombres como si fuera una modelo, o a tener que llegar a casa muerta de hambre ansiando hincarle los colmillos a Edward… pero suponía que eso vendría con el tiempo.
Lo esperaba.
De verdad.
Estaba teniendo dificultades para aceptar el hecho de que la mera visión de Edward le hiciera la boca agua, y percibir su aroma la calentaba no importaba en dónde estuvieran… al menos los colmillos habían curado su mal hábito de morderse el labio.
—Yo creo que los niños son hermosos, Tanya —canturreó mirando a su nueva compañera y amiga que había hecho ahora que trabajaba en la preparatoria de Forks—. Tan solo…
Bella olió a Edward antes de verlo, y su corazón se detuvo en seco tan rápido junto con sus pasos que debió dejar marcas de derrape en el asfalto. Presa por la conmoción, sólo pudo observar boquiabierta mientras él daba vuelta en la esquina y se detenía justo fuera del colegio. Y que viniera caminando y no en el auto, solo significaba que había necesitado tiempo para controlarse. Su postura rígida y sus brazos cruzados no auguraban nada bueno.
—¿Tan solo...? —Tanya desvió la mirada—. Oh, por Dios. Tu hombre debería ser ilegal aquí y en cualquier condado. No importa que parezca un terrorífico asesino a sueldo con esas botas de cintas cruzadas, es… simplemente de otro mundo —aseguró la rubia, y el aroma del deseo que sentía hacia su macho, sublevó a Bella, quien tuvo que apelar a todo su autocontrol para tragarse un gruñido y no mostrar los colmillos a su compañera… o a las alumnas y demás personal que estaban mirándolo embelesadas—. Ay, Bella, ¿en serio?, solo estaba bromeando. —Rodó sus azules ojos, haciendo que la castaña parpadeara, ¿lo pensó o de verdad le gruñó?—. Te veré mañana.
Al volverse vampiro, también sus emociones se habían magnificado y si ella se sentía de esta manera, tan solo podía imaginar… Caminó tentativamente hacia Edward, y sí, la tormenta en sus ojos indicaba que había visto lo que dejó pegado en la nevera.
—¿Cuándo? —preguntó en una voz gutural al encontrarla a mitad de camino. Tenía los músculos de los brazos tensos al apretar las manos en puños—. ¿Desde cuándo lo sabes? —La castaña dio un respingo, pero se negó a detenerse y tener esta conversación afuera de su trabajo, así que pasó a su lado.
—Solo hace un par de noches…
—Puta mentira.
—Es cierto. —Se giró para enfrentarlo.
—Entonces, ¿por qué no dijiste nada? —El viento alborotó su cabello cobrizo y sus dedos se murieron de ganas de peinarlo.
—Porque sabía que te pondrías así.
—Así que preferiste pegar tu noticia en la nevera, y dejar que me volviera loco.
—Bueno —dijo ella, cruzándose de brazos—, así no es como me imaginaba que sería esto.
—¿Y qué mierda imaginabas?, ¿que te dijera que estoy feliz? —ladró estirando la mano para que la tomara—. Hablemos en casa, hace frío y está por caer una tormenta.
Bella tampoco esperaba que dieran vueltas de felicidad o algo, pero… en cuanto sus dedos se tocaron pudo sentir la furia y el temor que él sentía. Desde que Edward la había transformado, compartían un vínculo de sangre y era fácil detectar lo que el otro tenía y aquellos sentimientos eran tan marcados, que suprimieron el aire de sus pulmones mientras caminaban de regreso a casa. La castaña podía sentir la tensión en el cuerpo del vampiro fluyendo a raudales, por eso, realmente le extrañó que de pronto, él cambiara el rumbo llevándola ahora por el camino del bosque, ese que siempre le prohibía transitar sola, incluso aunque con eso llegara más rápido a casa, y de la misma forma inesperada, se giró hacia ella, su mirada era feroz cuando estrelló los labios en los suyos. El vampiro no perdió el tiempo y la empujó hacia el suelo robándole un grito de sorpresa que silenció rápidamente besándola de forma voraz.
El dolor en el pecho de Bella ya no era por pensar que él de alguna manera quisiera distanciarse, o dejarla, pero sí de estar al tanto de lo mucho que lo amaba. Edward serpenteó un brazo alrededor de su cintura y gruñendo la empujó más duro en la fría hierba. No separó sus labios mientras hacía un rápido trabajo desabotonando sus vaqueros y empujando su vestido hacia arriba, y pronto sus fríos dedos rozaron su entrada mojada y lista, como siempre para él, haciéndola gemir por la necesidad de más contacto.
Bella pudo sentir que incluso en su urgencia, él realmente sentía dolor. En el cuerpo. En el alma. En el corazón. Sus labios la castigaban con su ataque y su verga estaba caliente y dura contra su abertura, solo un segundo antes de que empujara sin contemplaciones robándole un graznido mientras él gruñía contra su boca, comenzando a moverse. Duro. Rápido. Frenético. Fue entonces cuando Bella se dio cuenta de lo que Edward estaba haciendo. Cada empuje era para descargar su enojo en ella. Diciendo cosas con su cuerpo que aún no había expresado con palabras. Edward habló con sus labios contra su cuello mientras siseaba, cada empuje era más duro que el anterior robándoles a ambos gruñidos. Bella sintió que podría desmayarse al manejar tanto placer e ira... y miedo.
—No vas a morirte. No vas a dejarme. Nunca más. ¿Lo entiendes, Isabella? Tener una familia es algo que no necesito, tú eres mi familia, eres mi jodido todo, solo tú —enfatizó la última observación con un fuerte empuje que hizo que la cabeza de Bella se estrellara con rudeza contra uno de los árboles, de alguna manera se habían desplazado entre la maleza hasta llegar a ese punto.
—Puedo sentir tu temor. —Ella lo besó suavemente en los labios, tratando de calmarlo—. Pero por favor no te preocupes, Carlisle nos ayudará…
—Di que no vas a arriesgar tu vida por una cría —exigió sujetándole la garganta con una mano, robándole parcialmente el aire—. Quiero oírte decir las jodidas palabras.
—Yo… —suspiró cuando él se retiró, friccionando contra las terminaciones nerviosas que acababa de estimular, antes de empujar nuevamente en una profunda invasión a su interior—. Encontraremos un camino… no va a pasarme nada.
—Aún eres mía.
—Y nunca nadie va a cambiar eso, Edward, también tú eres jodidamente mío —gruñó encontrando sus embates a mitad de camino, le enterró las uñas en la carne, marcándolo, reclamándolo a su vez, volviendo todo más duro y más violento—. Mío.
Y cuando se miraron a los ojos, algo pasó entre ellos. Una expresión de alivio cruzó el semblante de Edward, y la emoción se apoderó de su bello rostro junto con el aspecto de párpados pesados por el deseo. Empezó de nuevo a castigar su cuerpo de una manera que la hizo ver estrellas y clamar su nombre en un rugido, mientras que su verga encendía chispas de absoluto placer dentro de ella lanzándola a un orgasmo que la dejó mareada y flotando con los ojos firmemente cerrados. Sin embargo Edward no había acabado, bramó sujetando su muslo, doblándole la pierna de manera que sus embestidas fueron más profundas, más duras, llegando a puntos que nadie nunca había alcanzado. Fue doloroso, pero esto es lo que era exactamente Edward.
Un depredador. Este ser magnífico del que estaba irrevocablemente enamorada.
—¡Abre los putos ojos y mírame! —exigió, empujando más y más rápido—. Promete que vamos a estar bien.
—Yo... —Bella gimió abriendo los ojos, no podía pronunciar las palabras.
La forma en que la estaba mirando a través de sus dorados ojos ardiendo, la forma en que sus abdominales se contraían mientras la tomaba, era todo lo que su cuerpo necesitaba, cerró los ojos teniendo otro orgasmo que la hizo clavar los talones en sus nalgas. Poseída por la lujuria y el instinto de imprimación, Bella se alzó y sin pensarlo dos veces lo mordió con fuerza en el hombro cuando otro orgasmo se apoderó de ella en oleadas dejándola sin aliento. Edward rugió en la noche, siguiéndola en su culminación, los músculos de su cuello estaban tensos, mostrando los colmillos mientras se venía. Bella se alimentó de él mientras ambos llegaban, y lo sintió desde los dedos de los pies a hasta su centro. Edward estaba convulsionando entre sus piernas tan duro, que lanzó un alarido absolutamente terrorífico por su fuerza. A Bella no le importó y siguió alimentándose de él, sin disminuir ni un poco el agarre de muerte que sus uñas estaban haciendo contra los músculos de su espalda.
—Te amo —susurró Bella unos segundos después de sellar las punciones con la lengua—. Todo va a estar bien, Edward, estaremos bien. Nos pertenecemos.
Pero dado lo tenso de los músculos del vampiro, sospechó que se iba a necesitar más que su palabra para hacerlo creer, y ella sabía justamente a quién acudir.
…
—El embarazo entre vampiros es complicado porque la placenta es casi inmune a los instrumentos de los humanos —dijo Carlisle—, pero como médico y vampiro, encontré una forma de perforar a través de ella, Bella no es la primera de nuestra especie en estas circunstancias, de esa forma pudimos ver la ecografía, estarán bien, Edward. Ya lo verás.
—¿Y todas las complicaciones? —gruñó Edward—. No me vengas con que son mitos.
—En efecto, no lo son, siempre existe el riesgo, pero estamos más avanzados en esto que antes cuando dependíamos de las parteras.
—Felicidades, hermano —interrumpió Jasper—. No te andas con medias tintas, ¿eh? Apenas la convertiste, y ya vas a agrandar aún más la familia.
Alice gritó de alegría entrando en la recepción y se fundió en ella junto con Esme. La castaña vio a través de los cuerpos que la estrechaban con cariño, como la preocupación que Edward sentía por su nueva condición era más que patente, pero confiaba ciegamente en Carlisle, él llevaría adecuadamente su embarazo y aunque en los vampiros era sumamente peligroso dar a luz, esperaba que todo saliera bien.
—Eso sí, no me pidas que haga de niñera con tu cría. —Sonrió Jasper de oreja a oreja—. Suponiendo que solo sea una.
Edward soltó un suspiro ahogado, antes de gruñir y retirarse del lugar haciendo reír a Jasper pero Bella se disculpó al seguirlo. Lo encontró caminando de un lado a otro en la cocina, y no perdió el tiempo caminando hacia él, para acunar el rostro del vampiro entre sus manos.
—No estés preocupado, ya escuchaste lo que dijo Carlisle. —Él la miró lleno de culpa.
—¿Estás de acuerdo con esto? ¿Con todo lo que vas a tener que pasar por mi culpa? —Bella frunció el ceño.
—Estoy más que de acuerdo, Edward. Me haces tan feliz. Por primera vez en mi vida me siento viva, y todo es gracias a ti. —Recorrió con un dedo su cuello—. Aunque no sé cómo será para ti, últimamente me siento más hambrienta a cada hora, ¿podrás manejarlo?
—Puedo vivir con ello —susurró con voz ronca, antes de atraerla a sus brazos.
—¿Puedo entonces ver una sonrisa porque vamos a ser papás? —Él suspiró, el leve indicio de una sonrisa curvando sus labios.
—Has sacado lo mejor de mí, cuando ni siquiera pensaba que hubiera algo bueno en mi interior… ahora me darás una cría. A mí, que no me lo merezco, que juré jamás reproducirme… —sacudió la cabeza—, por todo lo sagrado, no creo que sea posible amarte más de lo que lo hago en estos momentos. —La estrechó entre sus brazos, hundiendo el rostro en su cuello—. Estoy asustado como la mierda, pero sé que eres una hembra fuerte y traerás a mi hijo a esta vida, y te quedarás con nosotros para verlo crecer.
—Por supuesto que lo haré, soy tu maldición, ¿recuerdas? No podrás deshacerte de mí tan fácilmente, te buscaría en esta vida o en cualquier otra.
Edward asintió, y el olor que desplegaba su cuerpo, a confianza y amor, hinchó el pecho de Bella antes de que él sujetara su garganta, acariciándola suavemente con el pulgar.
—Supongo que el amor enfermizo es el nuevo cliché —murmuró inclinándose, y entonces la besó como el hambriento de ella que siempre era.
Sin duda, para ellos esto solo era el comienzo, no el final.
Ahora si mis queridas hembras, hemos llegado al final, mil gracias por acompañarme en esta historia, a las chicas que vienen acompañandome desde hace años, no tengo palabras para darles todo mi afecto, mil gracias por cada comentario, por su tiempo, ¿me dicen que les pareció la historia en general? y bueno, no me resta más que decirles ¡hasta pronto!