Voltron: Legendary Defender es propiedad de Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


Bizarre love triangle

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Las estrellas

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Sheith

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Como para los antiguos navegantes, las estrellas eran el camino hacia la aventura, el hogar y los sueños. Esos destellos de luces, solían dar fuerza y esperanza a aquellos que se encontraban rodeados por la oscuridad.

Keith, quien desde muy pequeño fue desprovisto de una herramienta fundamental para supervivencia social de todo niño, gran parte de su vida estuvo sumergido en las más terribles sombras. Keith era huérfano, y por mucho tiempo pasó de hogar en hogar sin ser querido por nadie. Los adultos solían decir que era un niño incapaz de amar o que estaba dañado como lo sería un aparato. En esa época, él no entendía a que se referían, pero con el paso de los años se dio cuenta que en cierta forma las emociones y el afecto no era parte de él, así que tal vez había algo de razón en sus palabras después de todo.

Así como lo habían hecho miles de exploradores antes que él, Keith se había propuesto un objetivo enfocado en las guías del cielo: alcanzar las estrellas. Y solo fue cuestión de tiempo para que lograra su primer objetivo para conseguir aquella elusiva meta; se convirtió en cadete de la academia espacial Garrison. Había sido una lucha interminable y muchas veces en el camino tuvo sus dudas, pero definitivamente se encontraba dentro y estaba cada vez más cerca de estar ahí afuera, con las estrellas.

La vida no había sido piadosa con el joven Keith. Bueno, no suele serlo para nadie, pero para él había sido especialmente cruel. Durante la difícil y solitaria época de su infancia, Keith vivió en soledad, rodeada de gente que no entendía que pasaba por su cabeza. Su único consuelo eran las estrellas que solía mirar durante horas a través de vidrio opaco del orfanato o la bóveda celeste en la oscuridad de las calles de la ciudad.

Se imaginaba como sería volar a través de ellas a gran velocidad, sin miedo o preocupaciones, donde no existiera la duda de que comería el día siguiente, sin dolor y si las posibilidades fueran infinitas. Pero ya no era simples ensoñaciones de un niño solitario, Keith había crecido y por primera vez en su vida, la suerte le sonreía, y el talento que él mismo desconocía fue su llave de la puerta a su futuro.

Estaba en Garrison y nada le impediría alcanzar las estrellas.

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–Mucho gusto, tú debes ser Keith –fue lo primero que le dijo su instructor junior, tendiéndole la mano –. Seré tu tutor de primer año. Puedes llamarme Shiro.

Keith titubeó mirando con recelo, pasando sus ojos de la mano que le tendían a su larga sonrisa, solo preguntándose en el trasfondo de sus palabras. No tenía la culpa de ello, era un acto de supervivencia que había adquirido con el paso de los años, al caer en un hogar insufrible tras otro. No siempre las sonrisas simpáticas y la gente amable, indicaban precisamente eso.

Pero Shiro nunca perdió su expresión llana, que provocó en Keith un leve temblor por todo su cuerpo.

–No necesito un tutor – fue su respuesta evitado todo contacto visual directo con Shiro.

–No es algo que puedas elegir –le explicó él con calma aunque su sonrisa desvaneció levemente –. Los cadetes de primer año siempre son supervisado por los instructores… primerizos –agregó con un leve sonrojo en su mejillas, mientras se rascaba la nuca con su mano libre –. Es una práctica que ayuda a la retroalimentación de ambos lados.

Keith aún no se fiaba del todo. Estaba acostumbrado a trabajar solo o era la única forma que conocía, pero sí era una regla de Garrison que no podía evitar, obedecería por el momento con tal de no desperdiciar la oportunidad que se le había otorgado.

–Entonces, estaremos juntos Shiro –dijo de mala gana, mientras levantaba su mano con titubeo.

–Será perfecto –contestó éste estrechando su mano con energía.

Keith pudo sentir una extraña sensación en su palma al entrar en contacto con la mano de Shiro, como una fuerza que provenía de su cuerpo y entraba en él a través de los poros de su piel; una que continuó aún muchas horas después de que soltaran su mano. Aquella noche, Keith la pasó en vela contemplando la palma de su mano meditando en aquella curiosa sensación en su piel, y por primera vez en muchos años, no contempló las inspiradoras estrellas que brillaban en exterior.

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Every time I see you falling

I get down on my knees and pray

I'm waiting for that final moment

You say the words that I can't say

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Contrariamente a su impresión inicial, Keith pronto descubrió más de quien era realmente Takashi Shirogane. A un lado de su aspecto cordial, su profesionalismo y su sonrisa simpática, existía tal vez el más fantástico piloto que había visto Keith en su vida. La verdad, no había visto muchos pilotos en su miserable vida, pero no le cabía duda que Shiro era asombroso.

Keith podía atribuirse a sí mismo un talento natural por el que muchos maestros y su mismo tutor se mostraban interesados en él, el mismo que le había abiertos las puertas de la academia en primer lugar; pero Shiro claramente estaba a otro nivel, uno tan alto como las estrellas. No había forma de describir lo genial que era más que verlo uno mismo. Sus capacidades eran tan admirables que todos, cadetes e instructores en Garrison, prácticamente idolatraban el piso que camina, y eso lo convertían en el más posible candidato para una misión especial a la luna cerberos. Pero Shiro era tan sencillo y simple que nada de esto afectaba su personalidad y psique, y a pesar de todo, continuaba siendo el mismo hombre apacible que Keith conoció en su primer día en la academia. Algún quien se ganó casi de inmediato su admiración.

Claro que nunca se lo diría. No era parte de su naturaleza.

–¿Crees que algún día existirá la posibilidad para mí? – le preguntó a Shiro con algo de recelo mientras caminaban por un pasillo de la academia.

–Si continúas practicando –soltó él en broma dándole una leve sacudida al hombro de su protegido, quien se paralizó con el repentino contacto –. Se requiere más que talento para ser un buen piloto. Se necesita paciencia y concentración.

Keith desfragmentó su palabras como siempre y meditó en ellas por días como solía hacerlo cada vez que algo lo apasionaba, como alcázar su objetivo o las estrellas en el cielo. Pero curiosamente, en última instancia, toda su atención estaba dirigida solamente en Shiro.

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Shiro no era perfecto y mucho menos pecaría de falsa modestia, pero definitivamente no mentía con sus palabras; él realmente pensaba que Keith tenía el potencial para convertirse en un excelente piloto, quizás uno mucho mejor que él y solo requirió verlo una sola vez en un vuelo simulado para convérsense de ello. Pero llegar hasta ese punto, aún le faltaba mucho. Keith contaba con un talento que mucho deseaban, incluso el mismo Shiro, pero como un diamante en bruto, tenía un serio problema con su actitud y desconfianza.

En un principio, la sola idea de ser el supervisor de un cadete en especial, aterró con dudas a Shiro, y cuando le informaron que se trataría específicamente de un joven problemático como Keith casi entró en pánico.

El temperamento del joven era sumamente volátil y fácilmente se metía en problemas. No conocía el autocontrol, era pésimo para relacionarse y no tenía ni idea de cómo trabajar con otros. Shiro mucha veces se quebró la cabeza o se comió la uñas preguntándose porque su protegido era de esa manera. Todo mundo en su momento llegaba al a un punto de quiebre en especial ante la presión, pero nadie respondía como lo hacía Keith, con tanta pasión y fuego. En muchas ocasiones después del horror inicial, la vergüenza del llamado de atención y el castigo que le seguía ante la impertinencia del joven, Shiro debía admitir que Keith tenía agallas.

Y una vez que las aguas se calmaban, podía reírse de ello a sus anchas.

–Creo que te estás encariñando –le comentó en broma su mentor y superior, el comándate Holt, durante un almuerzo en el comedor –. Eso es bueno y malo a la vez.

–¿Ambos?

–Sí. Al importante tanto te será mucho más fácil comprometerte en ayudarlo a superarse a sí mismo, pero también te será difícil ponerlo en su lugar cuando lo necesite. Y vaya que él lo necesita.

Shiro lo miró pensativo, a lo que su mentor explicó:

–Es como yo con Matt. Quiero que logre grandes cosas en su vida, que alcance lo inimaginable y que tenga éxito, ya que el suyo es también el mío; pero debo separarme de mi orgullo parental a veces y decirle directamente cuando está equivocado como lo haría cualquier otro comandante, aunque eso me rompa el corazón. Eso es ser un buen líder y un buen maestro.

En ese momento, Shiro se guardó para sí sus propias deducciones del consejo de su mentor, pero aquella noche no durmió pensando solamente en Keith y como ayudarlo a alcanzar lo inimaginable. En hacerlo brillar como la estrella que él lo veía.

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Every time I think of you

I feel shot right through with a bolt of blue

It's no problem of mine

But it's a problem I find

Living a life that I can't leave behind

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El pasado de Shiro era simple, algo que se reflejaba en su personalidad. Cualquiera podría decir que su vida había sido siempre perfecta, pero él joven instructor los desmentirían. Tal vez muchos lo idolatraban como un astro, un dios entre hombres, pero Shiro se consideraba un ser humano común y corriente. Aún así, había cosas que desconocía o se engañaba a sí mismo para no ver, y eso sería la crueldad del mundo.

Para comprender más a su protegido, Shiro investigó el pasado de Keith solo para descubrir una dolorosa realidad que le partía el corazón. Finalmente podría comprender porque era tan impulsivo, como su carácter chocaba constantemente con otras personas y era un completo inadaptado para interactuar con la gente. Keith había sido marcado por el rechazo y la negación, ignorado por la gente que debió amarlo y olvidado como una simple molestia.

Shiro no podía entender como alguien con tan pocos años en su haber, había visto una de las caras más feas de la humanidad y podía seguir adelante. Sin duda la mente y el corazón de Keith estaban afectados por tanto rechazo, pero su espíritu seguía siendo fuerte para continuar adelante ante la adversidad. Shiro admiraba eso e incluso, lo envidiaba.

El joven instructor tenía carácter, forjado sus padres para enfrentar las adversidades. Nadie le dio esa oportunidad Keith, fácilmente descartado como dañado y atribuyéndole la incapacidad de ser feliz. Pero en cambio ahora estaba ahí, siendo aclamando como el más talentoso de su grupo a pesar de su pésimo temperamento, su pésimo tacto al habla y casi impenetrable burbuja personal. Shiro trató de no sentir lástima, no porque quisiera desvincularse, sino porque Keith no lo merecía. Él era una persona con la fuerza de voluntad más admirable, un espíritu inquebrantable y un deseo de superación que había conocido en su vida. Shiro valoró aún más cada una de esas características en él, al comprender porque era de en aquella peculiar forma, y sin darse cuenta, se estaba convirtiendo en una persona muy importante en su vida.

Y no tenía ni idea de cuánto.

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But there's no sense in telling me

The wisdom of the fool won't set you free

But that's the way that it goes

And it's what nobody knows

well every day my confusion grows

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Ahora sí que Keith estaba confundido.

No tenía la menor idea que le estaba pasando, pero no era un tonto para no darse cuenta. De alguna manera su vida había girado trescientos sesenta grados y orbitaba alrededor de una sola estrella llamada Shiro.

Su tutor se había convertido en su primer pensamiento en las mañanas y el último en las noches. Su presencia lo calmaba y solo escuchar su voz lo alegraba. Nunca antes en su vida se había sentido así por alguien, que tal sensación lo tenía tan confundido y perdido que comenzó a temer que estaba enfermo.

Trató de generar espacio entre ellos, pero solo provocaba discrepancia en su ser. Deseaba estar junto a Shiro el mayor tiempo posible en un día, escuchar su voz, disfrutar de su compañía y relajarse con esa simple sonrisa. Al contemplarlo ante las estrellas, Keith dejo de preguntarse qué le estaba pasado y solo abrazar la idea que Shiro lo hacía feliz, tal vez más que las mismas las luces en el cielo que solían ser lo único que lo consolaba en el pasado. Ahora solo era Shiro.

Todo iba bien con el nuevo orden de su vida a pesar de la confusión, hasta esos días en que Shiro planeó para ellos un campamento en la soledad del desierto que rodaba a la academia Garrison con la intensión de alcanzar un autodescubrimiento.

–Es la idea más estu… –comenzó a quejarse Keith quien nunca había acampado en su vida.

–Vamos, será divertido –insistió Shiro con su hermosa pero maldita sonrisa, mientras lo conducía por un camino desolado.

Tenían unos días libres de las clases y Shiro lo guió hasta una pequeña choza en el desierto que solía pertenecerle a un antiguo maestro retirado. El lugar era un asco, pero eso no molestó a Keith quien había vivido en lugares mucho peores.

Fue hasta la primera noche en aquel lugar cuando Keith entendió porque Shiro lo había llevado hasta ese lugar en particular en medio de la nada. Y era por las estrellas. Una vez lejos de las luces de la ciudad y las construcciones, el cielo nocturno del desierto brillaba con intensidad ante los reflejos penetrantes de las estrellas. Keith nunca en su vida las había admirado de aquella manera hasta como en esa noche, y eso que había desperdiciado muchas horas de su vida contemplándolas. Era el espectáculo increíble que emocionó como nunca. Fue cuando lo supo, ese sentimiento era amor. Keith amaba las estrellas.

–Tengo tiempo un tiempo viniendo a este lugar –escuchó la voz de Shiro a su lado mientras permanecían sentados uno junto al otro en la oscuridad de la noche, con los ojos clavados en el cielo –. Me encanta contemplarlas y maravillarme con ellas. Desde que era muy pequeño, miraba las estrellas imaginándome volar entre ellas y descubrir mundos vastos y perdidos. Llegar hasta donde nadie había llegado y aventurarme a lo desconocido.

Shiro soltó un gran suspiro en lo que una sonrisa involuntaria se dibujó en sus labios.

–El espacio es tan increíble y tan misterioso a la vez –agregó dejando que sus emociones afloraran en su voz –. Fue por lo que me decidí en convertirme en piloto, en llegar hasta la cima y alcanzar las estrellas. Siempre supe que no sería fácil y tal vez puedo considerarme afortunado por cómo han resultado las cosas. Pero no había nada que quisiera más que eso en mi vida. Hasta hora…

Las palabras de Shiro provocaron que Keith apartara sus ojos del cielo y los enfocara solo en él. Él le sonreía como nunca lo había hecho antes y la mirada de su rostro resultaba irresistible. Keith no pudo evitar sonrojarse en lo que su corazón acelerado mandó más sangre por sus vasos sanguíneos.

Por unos segundos que parecieron eternos y en lo que sus miradas se conectaron, guardaron silencio hasta el punto que se podía escuchar la respiración del otro. A Keith le aterró la idea que Shiro alcanzara a escuchar lo rápido y fuerte que estaba latiendo su corazón dentro de su pecho.

–El compartir mi pasión con alguien más es lo más importante para mí ahora –dijo Shiro uno segundos después desviando levemente la mirada como si contuviera de decir algo más –. Es por eso que te traje aquí. Quiero que te conviertas en un piloto mucho mejor de lo que soy, Keith. Quiero que logres mucho más de lo que yo he alcanzado en mi vida. Quiero que cumplas tus sueños.

Cada palabra, cada mirada, cada latido de su corazón se lo dijo a gritos. Al estar ahí, en medio de la nada, al escuchar la descripción que tan bien conocía de lo que le apasionaba, de darse cuenta de lo mucho que le importaba; Keith vio a Shiro como la persona más maravillosa que había en su vida o tal vez la única, o que quería que solo existiera. Al comprender finalmente sus propios sentimientos ante las estrellas que siempre consolaron su vida, pudo percatarse que había algo más intenso que sentía por Shiro.

Keith se maldijo para sus adentros cuando finalmente admitió que estaba enamorado.

–Me lleva…

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No había más confusión en Keith, estaba enamorado de su tutor, Takashi Shirogane, y no tenía la menor idea de que podía hacer al respecto.

En primer lugar, no podía decir nada. Principalmente porque no tenía las palabras para hacerlo; segundo porque no era lo correcto. Un instructor y cadete estaba prohibido, no como si fuera algo que le importara a Keith, pero lo excusaba para no afrontar la tercera razón; que tenía miedo… miedo a que su sentimiento no fuera reciproco.

No era un tonto para no ver que Shiro le tenía afecto, pero sí el sentimiento era el mismo que el suyo era una situación completamente diferente. Keith pasaba días, mañanas, tardes y noches lamentándose y sufriendo de agonía ante los mismos sentimientos que nunca creyó poseer o ser capaz de sentir. Y como los maldecía.

–Keith, no estás enfocado –le insistió por decima vez Shiro mientras recitaba una y otra vez la misma pregunta del cuestionario de su próximo examen.

–Me cago en… –musitó débilmente cubriéndose el rostro con las manos para ocultar el sonrojo de sus mejillas por estar contemplando con detenimiento los labios de Shiro.

–Definitivamente eso va a pasar, sino apruebas este examen –dijo Shiro sin percatarse del verdadero sufrimiento de su protegido.

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Finalmente el cerebro de Shiro hizo click durante la hora del almuerzo. Se encontraba sentado en una mesa del comedor de instructores, meditando en la última práctica de Keith y de cómo mejorar las pequeñas fallas que pudo detectar en su vuelo. Mientras lo hacía, su mirada se perdió en la nada al recordar lo intensidad reflejada en los ojos de Keith, la gracias y fuerza de su movimientos, y lo suave en que se movían sus labios al detallar sus acciones…

–¿Qué tanto piensas? –lo sacó de sus ensoñaciones Matt Holt sentándose a su lado.

–¿Qué? –contestó Shiro algo perdido, sin darse cuenta del leve sonrojo que se delató en sus mejillas.

–Por tu cara podría pensar que estás enamorado de alguien –soltó su amigo casi burlándose de él.

Shiro abrió levemente sus labios para replicar cuando sus palabras murieron en su garganta. Su cerebro quedo en blanco al instante y su corazón dio una sacudida al asociar las dos ideas juntas. Keith y estar enamorado.

¿Acaso…?

–Bueno, dejemos ya de tonterías –dijo Matt descartando la misma idea que provocó –. Hay muy buenas noticas…

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Every time I see you falling

I get down on my knees and pray

I'm waiting for that final moment

You say the words that I can't say

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Keith no estaba feliz. Bueno, estaba feliz por Shiro, pero eso no lo hacía feliz a él.

La noticia se espació más rápido que el fuego por la academia, Shiro, el comandante Holt y el hijo de éste habían sido seleccionados para el viaje de exploración a la luna cerberos.

Shiro estaba entusiasmado que prácticamente brillaba ante los ojos de Keith. Todo el mundo lo admiraba y felicitaba por el gran logro. Pero Keith no era capaz de ocultar sus emociones o fingir felicidad por él cuando en realidad se estaba muriendo por dentro. Aquel viaje implicaba largos meses de separación, que Keith no estaba seguro de poder afrontar solo.

El joven pupilo sentía un fuego que lo carcomía desde el pecho hasta la garganta, que lo motivaba a gritar hasta desgarrarse las cuerdas vocales. En más de una ocasión huyó de la presencia de Shiro, para no delatar las emociones que le resultaban imposibles de ocultar. Pero que más podía hacer, en unos meses lo iban alejar, aunque fuera solo por un tiempo, de la única persona que había amado de su vida.

–Keith ¿Qué es lo que estás haciendo? –le preguntó Shiro claramente irritado. El tutor había logrado acorralar su pupilo en uno de los pasillos desiertos de la academia. Pasaba más de la hora del toque de queda, así que ni un alma aparte de ellos recorría esos pasillos.

–Marchando a mi habitación ¿qué es lo que parece? –contestó éste desafiante sin siquiera volverse a mirarlo mientras caminaba por el largo corredor.

–Keith, espera –le ordenó Shiro con voz autoritaria acelerando el paso.

Pero el joven lo ignoró descaradamente.

–¡Keith, detente! –insistió tomándolo de codo y forzándolo a volverse.

El joven reaccionó inmediatamente liberándose de su agarre y adoptando posición defensiva. Keith sabía defensa persona, Shiro era consciente de ellos, pero nunca lo había visto utilizarla, por lo cual dio un paso hacia atrás cuando contempló su postura amenazante.

–No. Me. Toques –dijo Keith casi con dolor en sus palabras. Su mirada era tan intensa que consternó a tutor.

–Keith ¿qué es lo que sucede? –insistió Shiro suavizando su semblante. Le dolía verlo así… lo dolía el no verlo siquiera –. Has estado actuando raro desde que dio la noticia de cerbero. Y podría jurar que hasta me has estado evitando.

Le tomó unos segundos a Keith relajarse, cambiar de posición a una más indiferente, para solo decir con calma:

–No sé a lo que te refieres –antes de intentar nuevamente escapar de Shiro.

En todo eso meses trabajando juntos, Shiro podía atribuirse que conocía a Keith mejor que nadie… tal vez único que podía entenderlo, por lo cual no le fue difícil darse cuenta que era pura mierda lo que salía de su boca justamente ese momento. Generalmente, Shiro era pacifico y tenía una paciencia casi divina, pero simplemente se estaba hartando de la actitud de su joven pupilo. Tenía el tiempo contado y no quería desperdiciarlo peleando con él.

Shiro estaba a unos meses de embarcarse en un viaje que le consumiría más de un año de su vida, un sueño que había estado esperando que se volviera realidad hacía mucho tiempo. Pero sobre todas las cosas quería compartirlo con las personas que a él le importaban… las que él amaba. Principalmente, porque estaría separadas de ellas por mucho tiempo.

Sabía que Keith era una persona que no se quebrara por nada en la vida, que enfrentarlo con rudeza no serviría de nada, pero sinceramente en ese momento, a Shiro le importó un carajo. Sujetó nuevamente a Keith de brazo en un movimiento rápido y sorpresivo, y en cuestión de segundos estampó su espalda contra una de las paredes del pasillo. Apoyando ambas manos a cada lado de su cabeza, Shiro le arrebató cualquier ruta de escape.

–Creo que sabes exactamente a lo que me refiero –le dijo mordazmente clavando sus ojos en los de él. La mirada de Keith pasó rápidamente de la sorpresa a la rabia ante el desplante de Shiro.

–¡No! ¡No tengo idea! –contestó él con necesidad apoyando sus manos contra los hombros de su tutor en un intento de alejarlo.

Keith trató de liberarse, pero Shiro forcejeó contra él aplastando su cuerpo contra el suyo y la pared a su espalda. De nuevo sus ojos se conectaron, en lo que el aliento de Shiro golpeaba contra su cara y sus mejillas brillaban con un leve rubor.

–Basta de tonterías, Keith –insistió Shiro sacudiéndolo levemente hasta casi estamparlo un par de veces contra la pared. Como ya estaba dicho, Shiro no solía perder la paciencia, pero eran unas palabras que necesitaba oír… unas que necesitaba oír de Keith.

Pero tal vez era mucho pedir para un joven dañado, uno que por mucho tiempo se creyó y él mismo pensó, incapaz de amar. La petición de Shiro resultaba sumamente descomunal para Keith, un joven quien se guardaba sus secretos y alejaba al mundo por protección. Un joven cuyo primer amor fueron unas silenciosas estrellas que nunca pidieron una palabra de su parte.

Keith sabía que tenía que decir.

Keith sentía que debía decir.

Pero Keith no lo podía decir.

Era bueno que las acciones contaran más que las palabras.

Antes de que cualquiera de los dos se diera cuenta de que estaba pasado, sus labios ya se encontrabas conectados al de otros. Como una corriente eléctrica que atravesó sus cuerpos, ambos se quedaron pegados uno al otro como la fuerza invisible que atrae los polos opuestos. En cuestión de segundo, y olvidado la sorpresa inicial, Keith se perdió en los labios de Shiro, en su delicioso aliento y el calor que despedía sus manos al pasar por su cabello. Mientras que Shiro succionaba sus suaves labios con pasión, tratando de no perder ni un solo milímetro de su carne y su intoxicante aroma.

Después de mortales minutos de falta de oxigeno en cerebros y poderosos latidos en sus pechos, ambos hombre se separaron para quedar casi sin aliento, sumamente sonrojados y con las miradas adormiladas perdidas en la maravillosa visión que tenían delante del otro.

Aún sin decir nada de lo que Shiro quería oír, Keith relajó su cuerpo en lo que poco a poco creció la distancia entre ellos. Al final solo sus manos seguían conectadas con sus dedos entrelazados.

¿Acaso era… la respuesta que estaba buscando? ¿Eran las palabras que no podían decir? ¿La razón de su desasosiego?

Shiro quería descubrirlo, así que antes de Keith pudiera recobrar su autocontrol, lo arrastró hasta su habitación.


Este es mi segundo FanFiction de VLD y diferencia del primero que era divertido y enfocado al Kidge, esta será más dramático y se enfocara en un triangulo amoroso Sheith vs Klance.

Espero que lo disfruten.

Basado en la canción de New Order : Bizzare love triangle.