Naruto no me pertenece, a no ser…


Era casi obligatorio para todo jefe de clan presentar los respectivos respetos cuando un heredero de las casas líderes llegaba al mundo. La regla, por supuesto, no se veía limitada a la pequeña ciudad de Konoha y mucho menos al mundo shinobi, pero de alguna manera Fugaku Uchiha lamentaba su suerte en situaciones como estas, como si fuera el único obligado a atender. Ser el líder no sólo de uno de los clanes, sino del más poderoso de la región (y según Fugaku, del mundo) era una tarea que, más que presumbrosa, lo llenaba de orgullo. Su inflado ego no era más que el reflejo de aquel. Sin embargo, contrario al pensamiento de muchos de los ciudadanos civiles (gente fuera del mundo ninja, a los que el líder Uchiha consideraba inferiores, levemente más abajo que los shinobis sin clan), los jefes entre sí (o mejor dicho, las casas entre sí) no mantenían ninguna relación de amistad o fraternidad. Política, era todo política. Respeto por conveniencia, matrimonios sin amor, alianzas sin una pizca de confianza.

Claro que toda regla tiene una excepción y la misma parecía radicar en tres casas en particular: Akimichi, Nara y Yamanaka. La llamada formación secreta Ino-Shika-Cho, bajo la "estricta" supervisión del clan Sarutobi.

Bueno, tan estricta como ese clan pacifista de mala muerte puede llegar a ser, pensó Fugaku.

Pero ni siquiera la presunta amistad de aquellos se escapaba totalmente a la norma, puesto que su unión sólo comenzó porque se la consideraba provechosa militarmente para Konoha. Además sólo se permitía mantener ese tipo de formación a los líderes del clan y a sus primogénitos. La mal llamada amistad, supuso el líder Uchiha, provenía de la gran cantidad de tiempo que los shinobis de cada casa estaban obligados a compartir.

Fugaku dejó salir un pesado gruñido que llamó la atención del pequeño a su lado que levantó la cabeza para mirarlo. Lo acompañaba un poco más atrás en el camino de tierra que habían elegido para caminar ya que no se le permitía ir por delante del líder del clan. La ruta era bastante más larga y rústica que la otra opción, pero al menos atrasaría el momento en el que ambos Uchihas tendrían que fingir cortesía (o por lo menos que él tendría que fingir), dado que dudaba que Itachi considerara la tarea igual de pesada.

Cabezas de clan y primogénitos, todos unidos para celebrar el nacimiento de un nuevo heredero. Un maldito chiste, sencillamente era un maldito chiste que todas las casas hubieran decidido tener a sus hijos ese año. Todos el mismo maldito año, lo que implicaba viajes constantes de ida y vuelta hacia el hospital de Konoha o a distintos hogares a presentar sus respetos.

Al menos él había tenido la decencia de tener a su primogénito años antes, separándolo de la aparente avalancha de superdotados que sacudía la ciudad. También había tenido la decencia de tener al hace poco nacido Sasuke ese año, que no sólo metería un Uchiha en aquella generación, sino que serviría como un seguro en el caso de que, poco probablemente, Itachi falle como líder.

Fugaku volvió a resoplar pesadamente, no hacía dos días que había tenido que visitar a la familia Nara por el nacimiento de Shikamaru, que ahora debía dirigirse al lugar de los Yamanaka. Los niños habían nacido con un día de diferencia (lo que encontraba cómico tratándose de dos clanes con una fuerte relación). Quizás lo habían planeado con anticipación, el líder Uchiha no lo descartó como posibilidad y rió hacia sus adentros.

Eso no cambiaba lo tedioso de la situación.


Para sorpresa de muchos civiles y shinobis, el clan Yamanaka era el que -a los ojos de Fugaku- más curiosidad de entre todos los demás le producía (sin contar claro a los Hyüga y su kekkei genkai). Por supuesto, eso no quitaba su calidad de inferior.

En cuanto a los Chöza, por más impresionante a la vista que su técnica fuera (algo que jamás admitiría en voz alta), dependen demasiado en el combate de rangos cercanos, en el taijutsu y, contra un usuario del sharingan perderían dado que un ataque con genjutsu los dejaría rápidamente fuera de juego.

Los Nara le resultaban un poco más amenazantes, dado que su técnica impedía el movimiento, si uno de ellos atrapa a un usuario del doujutsu a una distancia considerable, o incluso de espaldas, el ataque podría ser fatal. Pero, eso implica -justamente- sorprender a un Uchiha en combate, lo que consideraba poco probable a pesar de los Nara ser un clan básicamente compuesto por grandes estrategas.

Los Inuzuka y los Aburame, si bien también tenían un rango de ataque lejano como los Nara (más los Aburame que los Inuzuka) dependían de sus animales y, tanto ellos como sus dueños, eran susceptibles a caer bajo la influencia de un ataque con genjutsu... No creía que fueran lo suficientemente amenazantes.

Eso, por supuesto, no significaba que hubiera que subestimarlos, a ninguno de ellos.

Eso dejaba a los Yamanaka: si bien es cierto que su calidad como combatientes en taijutsu dejaba bastante que desear, siendo por lo general superados por casi cualquier otro clan, su especialidad en ataques de rangos especiales, es decir a distancia o semi-cercanía dependiendo de la situación, les permitía no preocuparse demasiado en combates cuerpo a cuerpo. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención era su técnica secreta.

Dado que el Sharingan consiste en un fuerte ataque de genjutsu que invade los sentidos de la víctima, la idea de un grupo de personas con la capacidad de separar la mente del cuerpo era -por lo menos- preocupante. No sólo eso, sino que la aptitud de los Yamanaka de invadir y tomar control no sólo de la mente, sino también de la figura del oponente complementaban bien los poderes de los Uchiha.

Pero, como si faltara más que agregar, la sensibilidad de aquel clan al chakra ajeno (es decir su demostrado talento como sensores), impedía casi siempre la posibilidad de sorprenderlos en algún encuentro.

La única ventaja que encontraba, era su extrema lentitud.

Pero no faltaba mucho, o por lo menos así lo consideraba él, para que alguien de esa familia conectara dos neuronas y mejorara la ejecución de aquel jutsu.

Por eso la idea de una alianza, o al menos una relación un poco más que meramente formal, con aquel clan le resultaba interesante. Pero de nuevo, eso no quitaba lo tedioso de la situación en la que se encontraba.


Las puertas de la casa del clan del líder Yamanaka se erguían ahora frente a él que sumido en sus pensamientos caminó un poco más lejos de lo que debía. Fue la voz de Itachi llamándolo lo que lo hizo frenar en seco y, dando vuelta su imperturbable rostro para mirar a su primogénito, gruñó,

"Itachi, a partir de ahora permanecerás en silencio y no hablarás a menos que se te pida, no debo recordarte tus modales ¿o sí?", el pequeño asintió sin apartar su vista de los ojos de su padre, "bien, será igual que hace dos días en la casa Nara. Ahora, toca la puerta".

Lo que más le repugnaba de la ciudad fuera de la zona de su clan era la tierra. Todo parecía estar cubierto por ella, sin importar la pulcritud de la superficie. Probablemente tuviera que ver con que las calles son de ese material, pero de alguna forma sentía que esa no era la única explicación de aquello. Por supuesto, en aquel salón, la idea de una pequeña capa de tierra cubriéndolo todo, por más limpio que estuviera, se hizo presente.

Frente a él, de rodillas en un cojín de color sangre oscuro, Inoichi Yamanaka cargaba un pequeño bulto atrapado en girones de una tela brillosa blanca, que creyó era seda, pero al no poder tocarla no sabía decir con exactitud.

Ese debe ser el niño, pensó como si fuera cualquier cosa y se arrodilló en el cojín predispuesto a sus pies, Itachi firmemente a su lado.

Inoichi fue el primero en hablar,

"Es un honor su visita, Uchiha-san, ante tan alegre ocasión como el nacimiento de mi primogénita."

¿Primogenita eh? Uchiha frunció el ceño internamente, una mujer siendo líder de un clan

Calló esas ideas rápidamente, recordando que leer las mentes no era imposible si se trataba de esta familia en particular. "Presento mis respetos y felicitaciones como es debido, Yamanaka-san, el nacimiento de un futuro líder de Konoha es siempre un acontecimiento importante. Tal como cuando nació Itachi, tú presentaste los tuyos, o incluso -aunque no debías- cuando llegó Sasuke."

"El nacimiento de un bebé es siempre un acontecimiento importante, se trate de un futuro líder o no. Sasuke es su segundo hijo Uchiha-san, no podía no presentar mis respetos."

La mirada de ambos era dura y fría, después de todo esto era un mero formalismo, ellos no eran, ni serían, amigos.

El bebé en las manos de Inoichi hizo un breve y bajo sonido que hizo ablandar la expresión de su padre cuando bajó la vista a verlo.

"Oh, Uchiha-kun, ¿te apetece conocerla?" Preguntó el rubio al muchacho sin apartar la vista de su hija.

Itachi no contestó y dirigió su mirada a su padre en tono interrogativo. Fugaku asintió con la cabeza y, recién entonces, el joven se levantó de su posición en cuclillas y se acercó despacio a la figura del otro hombre.

"Todos los primogénitos se verán obligados a atender a reuniones concernientes a asuntos internos de Konoha, por lo que deben saber tratarse desde el principio." Agregó el líder Yamanaka que lo miraba con expresión blanda en el rostro, probablemente debido a su hija, o a que Itachi se tratara de un infante.

Los ojos negros del muchacho se posaron en el diminuto rostro de la bebé con rasgos distintivamente femeninos que parecía dormida, a través de la manta, pequeños atisbos de pelo rubio se presentaban sobre la piel inmaculada y nueva de la recién nacida. El pequeño pensó que era algo muy tierno de ver pero se mantuvo impasible. Cuando la pequeña abrió los ojos, despertando lentamente de su ensoñación, posó su mirada en la de él. Ojos verdes atraparon los suyos azabache y él no pudo evitar sonreír levemente, la niña abrió la boca sin dientes y dejó salir un sonido ininteligible.

"Oh, parece que a Ino le caíste bien."

"¿Ino?" Preguntó el pequeño, casi lamentándose al instante porque había hablado sin permiso.

"Ino es su nombre, Yamanaka Ino."

Itachi asintió y, luego de inclinarse para presentar sus respetos, volvió a su lugar sin responder.


Volvieron luego de unos minutos, en silencio como siempre. La conversación entre padre e hijo nunca fue fluida y no había motivo aparente por el cual esa sería la ocasión en que las cosas serían diferentes.

Por unos breves segundos cruzó por la mente de Fugaku la idea de un matrimonio entre la recién nacida Ino y algún integrante del clan que él dirigía. Debido a su técnica de separar la mente del cuerpo y el poder del genjutsu Uchiha, el bebé producto de aquella unión tendría habilidades superiores en muchos aspectos. Si bien no sería poseedor del Sharingan en sí (dado que para obtenerlo tenía que heredarlo de ambos padres) son conocidos los casos en los que, cuando un Uchiha tiene hijos con gente fuera del clan, la habilidad en genjutsu de éstos es sumamente superior a la media, y su predisposición para caer en ese tipo de técnica es casi nula.

Sin embargo, la idea de matrimonio entre ambas casas presentaba varios inconvenientes: Primero, Fugaku jamás permitiría que su heredero, Itachi, tenga hijos con gente que no fuera de su propio clan, como jefe del mismo, debía tener un matrimonio dentro de él y, por consiguiente, hijos que poseyeran los ojos característicos. Segundo, incluso si le presentaba la posibilidad a Inoichi de un matrimonio entre Ino y Sasuke, su segundo hijo varón, cabía la no tan remota posibilidad del rechazo del primero, puesto que él estaría entregando a la primogénita, ergo futura jefa y se estaría conformando con el segundo al mando de los Uchiha. Pero además, fuera de los clanes Hyüga y Uchiha que debían casarse con gente de su propia estirpe para traspasar su Kekkei Genkai, la gente de los demás clanes suele contraer matrimonios con shinobis sin facción o con civiles, para que sus genes (por lo general dominantes) pasen de generación en generación sin complicaciones.

Lo que significaba, básicamente, que un bebé entre un heredero de clan y un poseedor de Kekkei Genkai podría, al final, no sólo no tener la llamada barrera sanguínea sino además no heredar la predisposición para realizar la técnica característica de su familia.

La idea de un matrimonio arreglado entre ambas facciones le resultó de repente poco apetecible.

El bebé sería sumamente bello de ver, sin embargo. Porque a pesar de su fuerte carácter y mal genio, él también podía pensar en este tipo de cosas. Fugaku frunció el ceño ante la imagen, después de todo, un bebé con sangre Uchiha y cabello rubio le parecía -como mínimo- repugnante.

Más allá de lo estético, dado que el cabello oscuro a su parecer era de mayor belleza, el rubio era impráctico. Como shinobis atraer la atención del enemigo con ropa o accesorios llamativos podría significar la muerte o el fallo en una misión de importancia, y tener la cabellera de ese color, sobre todo en situaciones de espionaje, donde el camuflaje es esencial, es como gritar a todo pulmón que los encuentren.

La superioridad de los Uchiha es abismal, pensó casi en voz alta, mientras observaba a su hijo caminar.

Por poco sonríe.

Lo trágico resultaría ser que la idea de la superioridad Uchiha se resquebrajaría de golpe, sin aviso y violentamente ante sus ojos, mientras el ardor le recorrería las pupilas que querrán soltar furiosas lágrimas ante los -futuros- escombros de su clan, mientras Itachi le rebana la garganta entre sollozos.

Y sería la culpa de Inoichi.


A/N: Críticas constructivas son muy bienvenidas.