DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen. Todos los derechos están reservados por Craigt Bartlet y Nikelodeon.
Capítulo 6: ¿Por qué la elegiste?
Helga se removió entre las sábanas. Escuchó el pitido de una máquina de su lado izquierdo y la molestia de algo en su muñeca derecha la alertó. Cuando abrió los ojos descubrió que estaba en un cuarto de hospital. Arnold que estaba sentado en una silla frente a su cama la vio reaccionar y se acercó a ella.
— Al fin despiertas, preciosa —dijo alegre, acariciándole la mejilla.
— ¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?
— Layla, ella… te drogó —le soltó Arnold
— ¿QUÉ? Pero… ella me ayudó —recordó la chica. Layla se había ofrecido a llevarla a tomar aire para que se sintiera mejor.
— Lo sé, bonita. Tampoco podíamos creerlo, pero, al final se destapó todo.
Arnold le contó a detalle cómo habían sucedido las cosas: Layla había puesto una sustancia en su bebida y según el testimonio de Phoebe ella les había repartido las copas, cosa que Helga confirmó, lo recordaba. Luego él había llegado a la fiesta con Gerald y se habían ido a bailar. Layla se había quedado ahí cerca y cuando varios minutos después Helga se sintió mal ella la había seguido al baño. Como Arnold se entretuvo un poco con Rhonda, le dijo a Helga que no se dio cuenta de que la pelirroja la había seguido, pero de haber sido así tampoco era algo que lo hubiera alertado porque para él eran buenos amigos.
— ¿Qué pasó en el baño? ¿Te hizo algo ahí?
— No. Entró y le dije que te llamara porque me estaba sintiendo muy mal, estaba viéndola borroso. Ella dijo que ya te había avisado que me acompañaría y que deberíamos ir a tomar aire. Fue cuando me sacó del salón y llegamos a la parte trasera de las canchas. Después de eso me desmayé. Esa maldita…
— Y todo lo que falta…
— ¿Ahí no acabó? —Arnold negó con la cabeza. El rubio decidió acercar la silla en donde había estado esperando a que ella despertara. La puso al lado de la cama de Helga, le tomó la mano y prosiguió.
— Nadine hacía días que se había dado cuenta que faltaban ciertas sustancias nocivas en el laboratorio, que usaban para hacer experimentos y ya que esas sustancias son peligrosas, se alarmaron por el uso que pudieran darle. Como sabemos, toda la escuela tiene cámaras y aunque nosotros no tenemos acceso a ellas tan fácilmente, sabemos quién es la mejor amiga de la química.
— Rhonda —dijo Helga con una sonrisa.
— Y sabemos cómo es Rhonda cuando se propone algo. Su papá es amigo cercano del director y les permitieron revisar las cintas. Revisaron varios días, y en la mayoría aparecía Layla rondando el lugar. Cuando al fin dieron con el día en el que se robó las sustancias, no la distinguieron porque iba cubierta con una sudadera con capa y su cara nunca se pudo ver. Pero sospechaban de ella. Rhonda me contó que la estuvieron observando esa noche. Cuando tú y ella desaparecieron, fueron directo a las copas de las cuales habían bebido ustedes cuatro y les pusieron tiras reactivas. Así fue que descubrieron que le habían puesto algo a tu bebida.
— Pero me temo que hay más, ¿cierto?
— Cuando estábamos buscándote, Wolfgang iba llegando al salón. Estaba muy borracho, pero también muy asustado. Como pudo me dijo que Layla lo había citado en la bodega de deportes y que ahí estabas en muy mal estado. Se disculpó conmigo porque en un principio pensó en irse, para no tener problemas porque ella lo había amenazado pero me dijo que te respetaba a ti y a mí y que por eso había decidido avisarme. Pobre, creo que pensó que no iba a creerle. Estaba muy preocupado. Ya sabes su fama y la fama de Layla, bueno, él tenía las de perder.
— Pero, ¿qué tenía que ver Wolfgang conmigo? ¿Para qué lo necesitaba ella?
— Al parecer, Layla quería usar a Wolfgang para que… bueno te hiciera algo o hiciera parecer que te hizo algo.
— Maldita perra —de solo pensarlo se le revolvió el estómago.
— Corrimos a la bodega. Todos. Phoebe, Gerald, Harold, Peapod, Nadine, Rhonda y yo. La encontramos saliendo de ahí y de verdad que tenía unas ganas enormes de pegarle. No me siento orgulloso de decirlo, pero así fue, gracias a dios Phoebe lo hizo por mí, debías haberlo visto. Le volteó la cara.
— He entrenado bien a mi padawan —sonrió orgullosa. Sin embargo, su semblante cambió enseguida—. Esa maldita… me siento estúpida. Pensé que éramos amigas y resulta que todo este tiempo esperó su oportunidad… oye pero, entonces, ¡tengo razones suficientes para creer que ella fue la que hizo esos estúpidos panfletos! —la rubia se sentó en la cama sintiendo como aquella verdad encajaba perfectamente.
— Si, yo también lo pensé. Creo que conecta con todo lo que hizo.
— ¿Qué va a pasar ahora con Layla?
— Para cuando estábamos llegando al hospital toda la escuela se había enterado. Rhonda se encargó de decirlo todo con el megáfono del club de comunicación. Creo que no era la forma pero, ella no quiso que nadie especulara y distorsionara las cosas, ya sabes cómo es. Los directivos se enteraron también. Tenemos un citatorio el lunes con el director. Cada uno.
— Lo más seguro es que la expulsen.
— Espero que lo hagan.
— Nunca pensé que dirías algo así, Arnoldo. Sí que estás enojado.
— Y no me viste ayer. Si no hubiéramos tenido que llamar a la ambulancia probablemente también hubiera hecho alguna tontería.
— ¿Cómo pegarle a Layla?
— No lo sé. Puede que sí. Lo que sí sé es que le debo la vida a todos. A Rhonda, Nadine, Harold, Peapod y por supuesto a Gerald y a Phoebe. Tenía miedo de que algo te pasara, pero los doctores dijeron que estarías bien y que te darán de alta mas tarde.
— Pues no te ibas a librar de mi tan fácil, corazón —dijo la rubia alzando coquetamente sus cejas.
— No quiero librarme de ti, nunca —Arnold se acercó a ella y la besó.
— Señorita Sawyer, por favor tome asiento —le indicó el director Simmons. Ella obedeció—. Seré breve. Este asunto es penoso en verdad. Estoy… asombrado y decepcionado de semejante actitud que mostró para con su compañera la señorita Pataki, el viernes pasado en la fiesta de la escuela. Me he reunido con todos los involucrados en dicha situación y les hice una serie de preguntas para poder conocer la historia. No le mentiré, tenía esperanzas de que todo se tratara de un mal entendido. Pensé que era algo que había surgido por el calor de… las bebidas alcohólicas, pero no fue así. He constatado las versiones de todos y todas coinciden, lamentablemente, en su contra. Layla Sawyer, ha deshonrado a esta escuela, a su compañera y peor aún, a usted misma. No puedo entender el porqué de esta situación, no después de que ha sido de nuestras mejores alumnas. Entiendo que la muerte de su padre ha sido un factor que vino a cambiar el rumbo de su vida, pero, precisamente por él es que pensé que saldría adelante. Evidentemente me equivoqué. Con profundo pesar debo informarle que el consejo estudiantil y la directiva han acordado expulsarla de nuestra institución de forma inmediata. Quiero que sepa que la señorita Pataki no quiso presentar cargos en su contra, aunque estaba en su derecho y pudo haber procedido, así que de gracias por eso —Layla lo miraba, sin reaccionar, cosa que hizo sentir más extraño aun al director—. ¿Hay algo que quisiera decir? —la chica se lo pensó por unos segundos, hasta que habló:
— Lo lamento, director Simmons, pero todo está hecho.
— No es lo que esperaba escuchar —ella se encogió de hombros—. Antes de que se retire, quisiera saber si actuó a la par con alguien. Es decir, ¿tuvo un cómplice? ¿Alguien la convenció, la chantajeó o la amenazó para hacer lo que hizo? —en la mente del director aun barajeaba esa opción. Le costaba mucho creer que aquella jovencita, dulce y tierna que había conocido en la primeria cuando fue su maestro, era capaz de hacer cosas tan espantosas.
— Sé que suena difícil de creer que una niña bien portada como yo haya hecho lo que hizo. Pero este plan fue totalmente de mi autoría, señor —el señor Simmons la miró unos minutos más en silencio, como tratando de encontrar la verdad en sus ojos, después suspiró con pesar.
— Bien, puedes retirarte Layla. Te deseo lo mejor. Y no me lo tomes a mal, busca ayuda. Eres una buena persona simplemente el dolor… —se detuvo, mientras ella lo miraba impasible—, no dejes que esos sentimientos negativos te consuman.
La chica asintió y salió de la oficina. Había estado tentada a delatar a Brainy, pero no lo hizo porque era una carta que quería guardarse. Quizás en algún punto de su vida lo necesitaría, o quizás llegaría a requerir un favor. La pelirroja se dirigió al pasillo de los casilleros. Los estudiantes estaban en clases, así que no encontró a nadie ahí. Abrió su casillero y comenzó a meter todas sus pertenencias en su mochila. Cuando terminó, enfiló a la salida.
Estaba molesta consigo misma por haber sido estúpida. El chiste le había salido demasiado caro. Al final de cuentas Arnold nunca sería suyo. La odiaba, la odiaba enserio. Además, estaba demasiado lejos de separar a los novios y ahora había sido expulsada. Sabía que sería señalada por el resto de sus días, así que el quedarse en Hillwood no era una opción. Ahora si estaba completamente sola. Lo mejor era irse a otra ciudad y empezar de nuevo. Tenía dinero ahorrado de un seguro de vida que su papá le había dejado debido a su fallecimiento así que no tendría problemas para continuar su vida en donde ella quisiera. Iba directo a la salida cuando la campana sonó. Por primera vez en mucho tiempo tuvo miedo cuando vio a los estudiantes salir de sus aulas y comenzar a circular por ahí. Todos la miraban. Con reproche, con asco… ella desviaba las miradas. Tratando de mirar hacia el frente, altiva, pero su confianza no duró ni un minuto. Estaba por llegar a la salida cuando una mirada que conocía bien, la asaltó.
Arnold la veía a lo lejos, su amable rostro le devolvía un ceño serio e inescrutable que le estrujó el corazón. De pronto Helga apareció también y se la quedó viendo. Layla se dio cuenta que avanzaba hacia ella. Estaba segura de que la golpearía sin embargo cuando llegó a ella la tomó del cuello de la playera y le dijo:
— Nunca te vuelvas a acercar a mí, a mi familia, a mis amigos y mucho menos a Arnold, provinciana. Ya no es mi estilo, pero ganas de darte una rastriza por el campo de futbol no me falta y agradece que no involucré a la policía, porque te hubiera ido muy mal. Lárgate y déjanos en paz.
— ¡Lárgate! —gritó alguien entre la multitud que observaba la escena.
— ¡Zorra! —se escuchó al fondo.
— ¡Mentirosa!
Los insultos llegaron de todos lados y ella salió corriendo de la escuela aguantando las lágrimas de coraje. Definitivamente tendría que marcharse de ese lugar. Si tenía suerte, cuando todo se hubiera olvidado, podría volver.
— Yo… quería…
— Está bien, no te preocupes. Fue el momento —dijo Helga poniéndose de pie y comenzando a caminar.
— No lo fue, en verdad quería hacerlo —
— Y ¿qué sentiste? No, déjalo, qué pregunta tan rara.
— ¿Puedo besarte de nuevo? Creo que, recordé algo, pero necesito… uno más, tu sabes para, ver si ese recuerdo llega completo —Helga rio. Arnold la tomó de la muñeca e hizo que regresara hacia él y la atrapó en un beso. Mientras sentía los cálidos labios de Helga sobre los suyos, volvió a sentir aquella electricidad que le recorría el cuerpo.
— ¿Y? ¿Qué recordaste?
— Bueno, realmente no fue que, recordara algo. Más bien es que sentí algo.
— ¿Y qué sentiste? —preguntó ella con curiosidad.
— Ha sido un día maravilloso. Me he divertido, he reído, me ha gustado mucho verte contenta y sobretodo, conmigo.
— ¿Pero? —se aventuró ella.
— Si hay un, pero, definitivamente, pero, no es el que imaginas. Quiero decirte que tenemos que aceptar que tal vez no recupere la memoria —Helga bajó la mirada hacia sus pies, su esposo le tomó el mentón e hizo que lo mirara—, pero, quiero que sepas que me gustas mucho y que quiero esto. Hoy me relajé y dejé de protegerme, hoy te disfruté, nos disfruté… y hay algo que quiero preguntarte.
— ¿Qué es?
— ¿Quieres ser mi novia? —Helga rio como hacía mucho no lo hacía.
— Si quiero Arnoldo, claro que quiero —admitió ella con lágrimas en los ojos y lanzándose a besarlo.
El regreso al departamento de la pareja fue más animado. Charlaron todo el tiempo del juego, del grandioso elemento que era Gerald para su equipo y de cuánto se divirtieron. Helga se sentía muy feliz, era como tener a Arnold de vuelta, aunque con ciertos detalles que él aún no recordaba, pero lo veía muy animado. A decir verdad, el rubio así se sentía. Aquella cita que habían tenido le había infundido muchas ganas de intentar con Helga. Cuando la había besado, descubrió que ella no le era nada indiferente, cosa que lo hizo sentir muy bien.
Arnold se estaba preparando para dormir poniéndose el pijama cuando vio que Helga salía del baño ya cambiada con su ropa de dormir, tomó un libro de su mesita de noche y avanzó hasta la puerta del dormitorio.
— Bueno, hasta mañana Arnold —se despidió ella sonriéndole.
— Espera, Helga… —la detuvo él—. Quédate —susurró él suavemente sintiendo su corazón desbocarse en ese mismo momento.
— ¿Estás seguro? No tienes que…
— Ven —le extendió una mano mientras él se sentaba en la cama, invitándola a hacerlo mismo—. Quiero que estemos más cerca e intentemos hacer cosas que solíamos. La cita creo que funcionó muy bien y creo que podríamos ir probando poco a poco. Lamento haber puesto algo de resistencia inicial, lamento si te hice sentir mal, bueno es obvio que lo hice ¿Podríamos intentarlo así? ¿Quieres…?
— No estás haciendo esto por complacerme ¿cierto? —indagó ella un poco temerosa, mirándolo a los ojos—. Arnold, no quiero obligarte o hacerte sentir presionado, o que hagas estas cosas porque quieres verme feliz o cosas así y lo digo porque te conozco, eres muy bueno, pero no quiero que hagas algo que no sientes genuino.
— Te aseguro que esta vez no es así —le acarició la mejilla tiernamente.
— De acuerdo —ella se inclinó y le dio un beso en la frente a Arnold. Se puso de pie y rodeó la cama para ocupar el lugar donde dormía. Arnold abrió las sábanas y ambos se metieron en la cama.
Helga abrió su libro y se metió en su lectura. En realidad, estaba algo nerviosa porque no sabía que esperar, pero le gustaba mucho ese ánimo de su esposo de querer si no recuperar el tiempo, construir nuevos recuerdos juntos.
— Oye, hace unos días encontré unos poemas…
— ¿Te gustaron? —preguntó ella deteniendo su lectura y mirándolo, totalmente roja.
— Mucho. De hecho, me recordaron mucho a Cecile…
— Entonces ¿si recuerdas eso? ¿Recuerdas cuando te lo confesé? Porque eso fue después de hacernos novios.
— Tienes razón, no recuerdo eso, pero, no es necesario. Siempre lo supe, pero guardé el secreto hasta que tú quisieras decírmelo.
— ¿Qué? ¿Cómo lo descubriste? —preguntó totalmente sorprendida.
— Por el periódico escolar. En cada emisión había un poema publicado y firmabas como Cecile. Era demasiada coincidencia. Intenté que Rhonda me dijera la verdad, pero me dijo que no conocía a la tal "Cecile" porque mandaba sus poemas por medio de un mail y que evidentemente ese no era su nombre real. Y pues me pareció demasiado sospechoso que alguien quisiera mantener el anonimato. Siempre me gustaron tus poemas, pero fui muy tonto en ese entonces. Bueno, pero pienso que si las cosas no hubieran sido de esa forma entonces no hubiéramos terminado casados.
— Ahora si me dejaste sin palabras. Nunca me habías contado eso ¿Por qué no me lo dijiste?
— No lo sé, no lo recuerdo, pero me alegra ser esta vez yo el que te haya contado algo que no sabías —le guiñó el ojo y ella puso los ojos en blanco.
— Oye y ¿Cómo vas con el trabajo? ¿Todo bien con tus pacientes?
— Ha sido un poco difícil ponerse al día con cada uno porque varios llevan años conmigo, pero como he estudiado bastante sus expedientes y ellos están al tanto del accidente, han sido muy amables y comprensibles. Me siento muy bien de trabajar, me hace muy feliz.
— Me alegra escuchar eso —admitió ella regresando la vista hacia su libro.
— Estudiaré un poco antes de dormir si no te molesta —Arnold sacó su Tablet del cajón de su buró y se removió en la cama.
— Está bien Arnoldo, yo también quiero leer un poco —se acercó a él y con más confianza le dio un beso en la mejilla. Arnold se puso nervioso ante ese dulce contacto de parte de ella y le sonrió. Ambos regresaron a sus lecturas y se acompañaron en silencio.
Arnold apagó su Tablet y volteó a ver a Helga que ya tenía rato que le había dado las buenas noches y se había acurrucado en su lugar. Su esposa le daba la espalda, así que se acercó un poco y le acarició la frente con cuidado para no despertarla.
Había sido un buen día de un avance bastante sustancioso y se sentía feliz. Era psicólogo y aunque sabía que como profesional conocía herramientas, incluso para aplicarlas en su vida, era difícil llegar a hacerlo. Por supuesto tampoco quería caer en analizar a Helga, pero con lo que había estado viendo en esos días y sobretodo en la cita, su corazón comenzaba a llenarse de ese sentimiento que pensó no llegaría a sentir por ella. Quizás aún no tenía claro muchas cosas, muchas piezas que lo acercaban a ella se le escapaban en su memoria, pero veía a la rubia esforzándose, amándolo, siendo paciente y sobretodo siendo ella, y si físicamente no le fue indiferente desde el principio, ahora esas cualidades que estaba comenzando a identificar en la vida cotidiana, empezaban a llamarle la atención.
Arnold pensó en que se lo tomaría con calma pero que le gustaba sentirse menos incómodo y con más ganas de acercarse a ella porque en verdad eran cosas que le nacían hacer. No sabía que le deparaba el futuro con ella, pero tenía muchas ganas de averiguarlo y confiaba en que todo saliera bien. Se giró para apagar la lámpara de noche de su lado y cuando la habitación quedó a oscuras, se acercó a Helga y se pegó a su espalda. Ella lo sintió enseguida y adormilada, sin abrir los ojos se giró para acurrucarse en su pecho. Arnold la abrazó y le dio un beso en la frente. Cerró los ojos y minutos después el sueño lo alcanzó.
Cuando Arnold despertó, descubrió que Helga ya se había ido a trabajar. Se lamentó un poco por no haberse levantado para despedirse de ella, pero el cansancio lo había vencido. Se metió a la ducha enseguida. Después se cambió y cuando estuvo listo se dirigió a la cocina para prepararse algo ligero antes de irse a su consultorio. Se dirigió al refri y cuando iba a abrirlo se dio cuenta que había un papel pegado en la puerta. Era un poema de Helga. Arnold sonrió inevitablemente y lo leyó:
Si tú corazón tuviera voz,
¿Qué diría ahora?
¿No lo escuchas?
Ahí acurrucado descansa y susurra.
Habla de magia y de los encuentros del día,
Habla de los secretos
Y habla de lo que yo no me atrevería.
Terminó de leer y sintió una cosquilla que le inundaba el pecho. En verdad Helga tenía un don para escribir. Arnold sintió que quería hacer algo por ella, pero él no escribía y no tenía talento en otra cosa. Entonces se le ocurrió otra cosa. Fue hasta la habitación y buscó en el cajón de su cómoda. Tomo aquella bolsita en donde estaba guardado su anillo de matrimonio y se lo puso. Sonrió, sintiéndose un poco tonto. Ya quería ver la cara de Helga cuando lo descubriera usándolo.
Helga tarareaba una canción y se movía mientras caminaba hacia su oficina. Sus empleados asomaban sus cabezas por sus cubículos, viéndola pasar bastante asombrados. Hacía tiempo que no se le veía de esa forma y aunque su jefa no era una persona mal humorada, si era seria la mayoría del tiempo. La rubia, no acostumbraba a ser tan suelta con nadie, excepto con el gerente de ventas, Brainy quién de hecho hacía su aparición detrás de ella y la miraba bailar y canturrear entrando a su oficina.
El joven de lentes suspiró, ¿y ahora qué había pasado? Se acercó a la oficina de su jefa y tocó.
— Adelanteeeeee —dijo ella melódicamente.
— Buenos días —saludó él—. ¿Y esa sonrisita? —le preguntó Brainy entrando y sentándose en la silla frente al escritorio de Helga.
— Ten, te traje un café, señor gerente de ventas —le pasó un vaso térmico y luego comenzó a encender su computadora.
— Gracias, jefa. ¿A qué se debe esa inesperada felicidad? —se aventuró. Tenía que saberlo.
— ¿Por qué inesperada? ¿No quieres que sea feliz o qué?
— No, no es eso. Es sólo que no es común verte así y quisiera los por menores ya que has tenido unos días muy difíciles y me alegraría conocer el motivo de la felicidad de mi mejor amiga.
— Pues, después de que te fuiste y dejaste de estorbarme en mi cita romántica con Arnold todo fue muy bien —Brainy se la quedó viendo como esperando a que le dijera qué había sucedido exactamente—. No te voy a dar detalles, no te interesan. Sólo voy a decirte que Arnold y yo estamos felices y comprometidos en nuestro matrimonio y sí, eso me hace muy feliz.
— Pensé que teníamos confianza… pensé que sabías que podías contarme lo que sea.
— Eres muy sentido, Brainy, era una broma. No aguantas nada —el muchacho relajó su semblante—. Fuimos al parque en donde él y yo nos hicimos novios y bueno, digamos que nos hicimos novios otra vez.
— ¿Tú se lo pediste?
— Aunque te sorprenda, no. Él me lo pidió, además me robó un beso —Helga soltó una carcajada—. En serio se siente muy extraño decirte todo esto, me siento como una adolescente. Dijo que quería intentarlo y eso me hace muy feliz. Sé que todo saldrá bien Brainy, lo puedo sentir.
— Me alegra, Helga. Después de estos días tan horribles, creo que al fin se están acomodando las cosas —el chico la miró detenidamente. Los ojos iluminados de la rubia lo cautivaron por un momento y una pelea campal comenzó en su interior.
— Gracias. Y ahora si, después de este chisme es hora de ponernos a trabajar. Dame esa carpeta que tienes para mí y regresa a tu lugar a hacer magia —Helga le extendió la mano y él le pasó la carpeta que contenía sus reportes.
— De acuerdo, nos veremos más tarde —él se puso de pie y se dirigió a la puerta. De reojo vio que Helga sacaba su teléfono y tecleaba.
— Phoebs, necesito contarte… Sí, todo fue maravilloso. Estoy muy contenta
Brainy salió de ahí sin decir más, enojado. Se quedó un momento afuera de la oficina de Helga esperando escuchar un poco acerca de su conversación con su mejor amiga.
— Si, bueno nos besamos en la banca del parque, si esa misma donde nos hicimos novios… ¡Ya sé! La verdad pensé que él lo había hecho por impulso, pero luego volvimos a besarnos y ¿sabes qué hizo? Me preguntó si quería ser su novia —Helga soltó una carcajada—. De verdad la cita de ayer fue algo que no esperaba. Platicamos mucho, nos divertimos y Arnold me preguntó si quería seguir intentándolo, pero ahora siendo conscientes de que quizás no podría recuperar sus recuerdos, pero dijo que quería estar conmigo y que se había sentido muy bien. Es genial ¿no?
El chico se dirigió a su oficina. Se tiró en su silla y miró su computadora. Tenía mucho trabajo, pero no podía pensar con claridad. Se sintió estúpido y por primera vez en mucho tiempo dudó de lo que quería hacer. Ver a Helga así de feliz lo remontó años atrás cuando ella sufría por Shortman y él sufría por ella en silencio.
Brainy se estiró en su silla, sintiendo como su columna tronaba y se relajaba un poco. Se cuestionó ¿Quería eso? ¿Quería destruir esa felicidad de Helga? ¿En verdad quería ayudar a Layla en todo eso? No estaba seguro y ya estaba cansado. ¿Por qué tener que forzar todo a que se rompiera? ¿Por qué tenía que ser como la loca de Layla? Él no tenía una razón para odiar a Arnold, de hecho, le caía bien y mucho menos podía odiar a Helga o querer buscar su mal. Él mejor que nadie sabía que ella lo había amado desde siempre y de todo lo que había tenido que pasar para tratar de olvidarlo y luego para descubrir que finalmente si había ganado el corazón de Arnold.
La vez en la que ellos se habían hecho novios había estado presente espiando entre los arbustos de ese parque. El corazón se le había roto en mil pedazos, pero había aceptado que él nunca podría ocupar un lugar en el corazón de Helga. En ese entonces son había podido evitar desarrollar sentimientos por la rubia. Cuando eran niños la espiaba por esa razón y cuando entraron en la universidad, el cambio físico y en actitud de ella hizo que lo que sentía fuera más profundo.
Cuando se graduaron, y ella había heredado la compañía Pataki, supo que podía desempeñar su carrera en esa empresa y al lado de ella, sin pretender nada más. Después Arnold y Helga se habían casado y él se alegró por ambos.
— ¿Por qué diablos estoy haciendo esto? —susurró para sí. Se sentía como un enfermo. Igual que Layla. No tenía motivos para querer colaborar con ella y sin embargo ahí había estado el día en que ella lo había buscado para que le diera información secreta que Helga una vez le confió. Y él se la había dado. Aquello era su secreto mejor guardado, uno que compartía con la pelirroja y que sabía que en cuanto él se retractase de ayudarla, lo sacaría a la luz. Se arrepentía mucho de haber hecho eso, sobre todo por cómo habían terminado las cosas. Helga en verdad había estado en peligro… ¿Qué le garantizaba que esta vez fuera diferente? El chico se llevó las manos a la cabeza. Ya no sabía lo qué hacer o pensar, sin embargo, por donde lo viera era parte de un gran embrollo y no había forma de que saliera bien librado si el plan de Layla salía mal.
Arnold escuchó el timbre la sunset arms. Que recordara no tenía ninguna cita agendada a esa hora. Extrañado salió de su consultorio y bajó las escaleras hasta llegar al recibidor. Al abrir la puerta la cara de Layla lo saludó efusiva.
— ¡Hola, Arnold! —exclamó con una gran sonrisa.
— Vaya, qué sorpresa Layla.
— ¿Estás ocupado? Perdona, no avisé que venía. Andaba por aqupi y quise pasar a saludarte y ver cómo estabas.
— No estoy ocupado, pasa por favor.
— Vaya, sí que está cambiado este lugar… han pasado muchos años.
— Asi es… no lo recordaba así yo tampoco, hasta hace poco, pero, me alegra haber hecho uso de este lugar para mi consultorio. Algunos inquilinos aún viven en la parte de arriba. Ven, sígueme el consultorio está arriba.
Arnold fue al frente mientras Layla miraba a todos lados, descubriendo el lugar. Cuando entraron al consultorio ella sonrió. Era como se lo había imaginado. El chico tenía muchos libreros repletos, su escritorio, su sofá y un diván. Layla enseguida se acostó en él.
— Analíceme por favor, doctor.
— No soy doctor, pero de acuerdo ¿A qué debo tan grata sorpresa? —le preguntó sentándose frente a ella en su sillón.
— Sólo quería saludar, ya te dije. ¿Cómo has estado? ¿Todo bien?
— Si, ha sido algo difícil retomar algunos casos de los pacientes, pero me he puesto a estudiar bastante y ha marchado bien. Es extraño, porque no tengo varios recuerdos y no sé cómo es que llegué aquí a tener todo esto. Parece ser que ya estaba en un momento bastante estable en mi carrera, pero bueno, no me quejo —sonrió el rubio. Layla se sentó en el diván porque quería ver a Arnold a los ojos cuando le hiciera la siguiente pregunta:
— ¿Y con Helga? ¿Cómo va todo? Imagino que es un poco difícil para los dos… digo no tener recuerdos de algo tan importante como lo es un matrimonio… ha de ser duro ¿Cómo te sientes con ella? —Layla vio como Arnold ensanchaba una enorme sonrisa y miraba hacia su escritorio. Ahí ella divisó una fotografía. Arnold se puso de pie y fue hasta ella para tomarla y susurró:
— Es de cuando nos comprometimos —recordó.
Arnold esperaba un poco impaciente en el restaurante. Helga estaba retrasada pero ya le había avisado. Una de sus juntas se había alargado y por más que quiso no pudo zafarse, aunque era la presidente, a su novia le gustaba ser demasiado responsable en su trabajo, cosa que entendía y apoyaba. Y a decir verdad no tenían prisa y tampoco estaba retrasada por tanto tiempo. A parte de que ella no sabía lo que él planeaba para esa noche y no quiso insistirle en que procurara no retrasarse porque no quería que sospechara nada.
El chico suspiró. Estaba nervioso. No era su aniversario ni el cumpleaños de alguno de los dos, más bien, aquella era una cena que acostumbraban a hacer los viernes. Iban a algún restaurante lujoso o común. En esa ocasión había tocado el "Terranova" un lugar lujoso, con buenos cortes de carne y excelente vino. Arnold se ajustó su corbata azul y revisó el celular de nuevo. Jugueteó un rato por las redes sociales de sus amigos esperando matar el tiempo. Estuvo así unos diez minutos hasta que alzó la vista y a lo lejos vio a Helga que caminaba hacia él. La rubia usaba un vestido negro de tirantes, sencillo pero que la hacía ver hermosa y que se amoldaba perfectamente a su figura. Había dejado su cabello suelto. Arnold se puso de pie, embobado.
— Hola, mi amor —la saludó él. Helga se inclinó para besarlo.
— Estás guapísimo, deberíamos venir a restaurantes lujosos más seguido, ese traje azul te queda muy bien —concedió ella coqueta—. Perdona la demora…
— Estas hermosa, me encantas. Él se inclinó para depositar un beso en su hombro. No te preocupes, no esperé tanto. ¿Te parece si pedimos?
— Si porque estoy hambrienta —soltó ella sin tapujos. Arnold le hizo una seña al mesero que se acercó para darles las cartas.
Helga le hablaba de los planes que tenía a corto plazo con la compañía Pataki. Arnold se había colocado a su lado y la observaba con la mano apoyada en su barbilla. Le encantaba lo apasionada que podía llegar a ser cuando algo le gustaba o le importaba tanto. Llevaban ya dos años de noviazgo y aunque en alguna ocasión habían hablado de matrimonio, había quedado al aire para un futuro al que no le pusieron fecha. A Arnold le estaba yendo muy bien en su consultorio privado y sentía que ambos tenían estabilidad. Y por supuesto los dos estaban muy enamorados y comprometidos con su relación. El paso para él era natural, no porque así debía ser, sino porque así lo quería. Había días en los que se levantaba solo en su habitación extrañando la sonrisa de su novia. Entonces, un día de la nada lo había decidido. Phoebe le había ayudado consiguiendo la medida del dedo anular de Helga y Gerald lo había acompañado a comprar el anillo. Al principio le dio un poco de vueltas a la forma en la que le pediría matrimonio, Gerald y Phoebe lo aconsejaron: Viaje en un globo aerostático, un video, una ida al cine proyectando una película, etc, etc, etc. Pero la verdad era que aquello no era muy de su estilo ni de el de Helga. Así que decidió que podía ser algo más sencillo pero lindo.
Estaban en la plática cuando uno de los meseros se acercó con una caja de regalo. Helga se extrañó.
— Disculpe, pero han dejado esto para la Señora Shortman —dijo el mesero con una sonrisa, acercándole la caja para que ella la tomara. Ella sonrió.
— Disculpe, pero creo que se equivoca, no hay ninguna señora Shortman, aún así que… supongo que no es para mi —volteó a ver a Arnold—. ¿Esto es obra tuya?
— A mí no me mires —le dijo él haciéndose el sorprendido.
— Lo dejaron en el restaurante antes de que ustedes llegaran —Helga miró la caja con una mueca y la tomó. El mesero se retiró.
— Esto debe ser una broma de Gerald de seguro, ese zopenco sabía que vendríamos aquí porque le dije a Phoebe… —Helga tomó la caja y le retiró la tapa. Adentro había un montón de papel de china triturado y no se distinguía el contenido hasta que ella metió la mano y sacó una cajita. La rubia miraba aquel objeto sin entender y entonces fue el momento de Arnold. Su novio se acercó a su cuello y le dijo:
— Helga… ¿Quieres ser la señora Shortman? —le preguntó al oído. Ella se giró lentamente hacia su novio que temblaba al igual que ella—. ¿Quieres ser mi esposa? —Helga se llevó una mano a la boca, sorprendida. Sintió cómo se le arremolinaban unas lágrimas en las comisuras de los ojos. Le tomó la mano a Arnold y contestó:
— Sí, quiero ser la señora Shorman… —él la besó y después se abrazaron con fuerza. Helga aún estaba en shock cuando él comenzó a deslizar el anillo en su dedo, apenas pudo verlo, pero era un anillo de oro con un precioso diamante de corte irregular. El restaurante completo rompió en aplausos y los meseros se acercaron para servirles una copa de champaña a los dos. Helga sacó enseguida su celular y le pidió a uno de los que les tomaran una foto. Se limpió las lágrimas con toquecitos en sus ojos y después Arnold le tomó la mano para ponerla sobre la mesa y que su anillo de compromiso saliera en la foto. Los dos sonrieron felices y les tomaron la foto.
— ¿Arnold? —dijo la pelirroja desde el diván viendo que el rubio se había quedado viendo aquel portarretratos —. ¿Estás bien?
— Si, es solo que acabo de… —él se volteó a verla. Por alguna razón no quiso decirle que había recordado el momento en el que le había propuesto matrimonio a Helga—. Disculpa, recordé algo que tengo qué hacer más tarde. ¿Qué decías? —el psicólogo se apoyó en el filo de su escritorio y se volvió hacia ella.
— Helga y tu…
— Ah sí. Bueno, los primeros días fueron difíciles debo admitir. Eso de no recordarla y buscar los motivos por los cuales nos casamos fue un golpe muy grande y por supuesto fue bastante extraño. Pero ahora estamos bien, estamos…
— Siempre me pregunté yo también porqué se habían casado ustedes dos —dijo ella interrumpiéndolo—. En la primaria no te agradaba para nada, ni en la secundaria ni en la preparatoria… todo sucedió en la universidad… ¿No te parece curioso?
— ¿Por qué curioso? —le preguntó de vuelta él sin entender lo que Layla trataba de decirle y el cambio drástico de la conversación—. Se dio así porque así debía ser. Éramos muy chicos en la primaria y bueno, todos sabemos cómo era Helga en ese entonces…
— La verdad me sorprendió un poco que te inclinaras hacia ella en la universidad cuando tú y yo teníamos posibilidad de empezar algo en ese entonces —Arnold se quedó de piedra.
— ¿Qué estás diciendo? Yo no lo…
— Si, ya sé que no lo recuerdas, pero eso fue lo que pasó. Me confesé y me rechazaste y al otro día ya andabas con Pataki. Fue bastante, gracioso porque en la primaria siempre te moriste por mí. No sabes cuánto me arrepiento de haberte rechazado en ese entonces. Su hubiera sabido de que cuando creceríamos iba a ser yo la que se moría por ti, nunca hubiera sido indiferente a tus sentimientos—Arnold la miró contrariado y sus alarmas internas se encendieron.
— No sé a dónde va todo esto, Layla, pero te recuerdo que éramos unos niños cuando pasó lo nuestro. Tú me rechazaste porque no me veías más que como tu amigo y luego el tiempo pasó, crecimos y bueno, esos sentimientos que tenía hacia ti cambiaron y tú y yo quedamos como amigos, hasta donde recuerdo —Layla se puso de pie y acortó la distancia entre ella y Arnold.
— Y… no te preguntas a veces ¿por qué la elegiste como tu esposa? Aquella mujer ruda, grosera, poco elegante, amargada…
— Ella ya no es así…
— ¿Enserio? ¿Lo has comprobado estos días? —soltó la pelirroja retándolo.
— No sé a qué estás jugando, pero no me agrada que vengas aquí y pretendas hacerme dudar de mi esposa.
— Esposa y relación que no conoces. Mira, te voy a hacer un favor y te voy a decir algo, Arnie. ¿Sabías que Brainy ha estado enamorado toda la vida de Helga?
— ¿Por qué tendría que saber algo cómo eso? —el corazón le dio un vuelco al recordar la forma en la que Brainy y Helga se habían tratado, pero enseguida trató de desechar ese pensamiento. Podía ver que Layla trataba de hacer algo.
— Bueno yo creo que es importante que lo sepas, ellos trabajan juntos y son bastante cercanos. Pero bueno supongo que ni ella se ha dado cuenta de las intenciones que tiene Brainy con ella. Pero yo si lo sé porque él me lo ha dicho. Va a luchar por Helga aprovechando ahora que tú no recuerdas su relación.
— Pensé que sería una visita agradable, pero ya vi que no. Te voy a pedir que te retires y que no vuelvas a buscarme.
— No Arnie, el que va a buscarme después vas a ser tu… —le advirtió. Arnold tuvo que contenerse las ganas de reír—. Sé lo que van a decirte tus amigos y lo que va a decirte Helga de mí, de porqué me fui de Hillwood y si, tienen razón en todo, pero voy a decirte algo que nadie sabe Arnold… Brainy también estuvo involucrado en todo. Trabajamos juntos en eso…
Layla le guiño el ojo y salió del consultorio dejando a Arnold muy contrariado con lo que acababa de decirle. ¿Qué era eso que había hecho Layla para que se hubiera ido de la ciudad? ¿Qué tenía que ver Brainy? El rubio sacó su teléfono del pantalón y buscó el contacto de Gerald.
— Viejo, ¿Estas ocupado? ¿Podemos hablar?
Sigo con las actualizaciones! Hoy es mi festejo fanficker! 12 años en esta hermosa plataforma que me vio nacer y 17 años siendo escritora! Enserio estoy que reviento de la felicidad!
Y también soy feliz porque he encontrado claridad en este fic después de 2 años de dejarlo en hiatus. Como ya lo dije en la actulización pasada, me ha pasado de todo y he crecido horrores como persona en muchos aspectos y hoy, me siento plena y feliz y con ganas de soltarme y divertirme mucho más haciendo esto que me ha acompañado ya, más de la mitad de mi vida.
Gracias a todos por seguir esta historia, espero no decepcionarlos con esta actualización. Les mando un abrazote!
Princesa Saiyajin! #12AñosEnFFnet #17AñosFanficker y mi no cumpleaños también!