Twilight pertenece a Stephenie Meyer y The Keepsake a Windchymes, quien me ha dado el permiso de traducir su historia.
Capítulo beteado por Erica Castelo. Muchas Gracias.
.
.
TRES AÑOS DESPUÉS...
Esto nunca dejará de gustarme.
Jamás.
La velocidad es increíble, inhumana y sin esfuerzo —más cerca de volar que de correr. Mi cabello fluye detrás de mí en una ola caoba. Mis pies apenas tocan el suelo, no dejan huellas, ninguna señal de que he estado aquí. Mientras corro por el bosque el mundo debería ser un borrón, pero puedo ver cada vena de cada hoja de cada árbol que paso. Algunos kilómetros más adelante, hay un arroyo. Puedo oírlo. Y olerlo. Por el sonido puedo juzgar su profundidad y anchura. Es de unos dieciocho pies de ancho, tal vez veinte, pero lo saltaré como si estuviera pasando sobre la manguera del jardín.
No, esto nunca dejará de gustarme.
Detrás de mí, el bosque está en silencio. El sonido de las pisadas de Edward ha desaparecido y sonrío. Si me mantengo en mi plan, entonces hoy voy a ganar. Mi primera victoria. Y no la traeré a colación después, cuando él tenga que hacer valer nuestra apuesta.
Respiro profundamente, adentrando el aire frío de Alaska en mis pulmones. El aroma de principios de primavera me hace sonreír, y junto con las flores silvestres y pino, mi nariz me dice que hay un par de caribúes a un par de millas al este. Pero no los molestaré. Estoy llena por ahora. Puedo probar el bisonte y el oso en mi lengua.
Mis pies me llevan hacia adelante y ahora el arroyo está a la vista – agua cristalina chapoteando contra las rocas cubiertas de musgo. Un segundo más tarde, lo dejo atrás, y mis pies ni siquiera están mojados.
La ciudad ahora no está lejos. Puedo oír el estruendo lejano de un autobús, y el tintineo débil de la campana sobre la puerta de la oficina de correos. Hay murmullos de conversación y el ruido sordo de algo que cargan en una camioneta. La ciudad está tomando vida y el día comienza para la gente de Healy. Juzgando por la pálida luz de un sol cubierto por las nubes, deben ser las nueve de la mañana. Edward y yo hemos estado cazando desde la medianoche. Bueno, no sólo cazando. Se me eriza la piel ante el recuerdo de él desnudo a la luz de la luna, de su cuerpo duro contra el mío…
—¡Maldita sea!
Mi pie tambalea sobre una roca y cierro rápidamente el recuerdo porque no puedo distraerme ahora. Miro rápido por encima del hombro, con el pelo azotándome la cara para ver si Edward viene, aunque sé que no está allí. Aun así, cuando veo el bosque vacío detrás de mí, una nueva sonrisa se extiende en mi cara. Creo que realmente lo tengo esta vez.
Esta carrera es mía.
Hacemos esto a veces; separarnos después de una cacería y correr de vuelta al auto. En los dos años desde mi transformación, ha habido once carreras y Edward ha ganado cada una de ellas; las velocidades que puede alcanzar son increíbles. Incluso durante mi fase de recién nacido, cuando mi fuerza y velocidad estaban en su apogeo, él era mucho más rápido. Nunca lo vencería a menos que utilizara la astucia. Y eso es lo que estoy haciendo ahora. Cambié el curso que él esperaba que tomara, pareciendo como si hubiese tomado el atajo menos pensado, llegando al otro lado de la ciudad y caminar por la avenida en donde estaba estacionado el auto, en el inicio de una ruta turística. No es una ruta directa, pero el bosque por este camino es menos denso. Tendré el camino más despejado, menos que esquivar. No ganaré por mucho, pero voy a ganar.
El primer vistazo de edificios aparece entre las ramas. Un segundo después, traspaso la línea de árboles y freno a una caminata rápida, riéndome para mí misma. A la distancia está nuestro Jeep gris acero, sólo en el pequeño estacionamiento bajo el letrero que dice "Zona Turística por este lado", y no hay Edward regodeándose a la vista. ¡Sí!
La mañana es fría, así que me abrocho la chaqueta y meto las manos en los bolsillos, como un humano haría. Con propósito, paso Daisy´s Diner y la oficina de correos, luego cruzo la calle haciendo una constante línea recta hacia el Jeep. Recogeremos el correo mientras estamos en la ciudad; y conseguiremos algunos suministros de la tienda, pero no me atrevo a parar ahora, por si acaso. Edward y yo podemos hacer las compras juntos; rápidamente, después de haber ganado. Después nos apuraremos para llegar a la casa y Alexander nos recibirá con abrazos y risas tras pasar la noche con la tía Rose y el tío Em. Mi corazón se hincha y casi me abrazo a mí misma al pensar en tener a mi hijo en los brazos.
Del bolsillo delantero de los jeans, el timbre de Edward suena al mismo tiempo que escucho el sonido sordo de mi nombre.
Una mujer se apresura en salir del comedor, envuelta en una chaqueta gruesa, con un gorro y una bufanda sobre la mitad de la cara – como si estuviera lista para un invierno ártico en vez de la primavera de Alaska. El teléfono no para de sonar. La mujer saluda con la mano y grita. Mientras mi mente baraja rápidamente entre los pocos residentes y comerciantes de Healy que he visto o conocido, buscando uno que calce, su bufanda cae y abro mucho la boca.
—Dios mío —una devastadora mezcla de pánico y alegría me recorren. Siento como si hubiera tomado un cable de alta tensión y mis rodillas casi flaquean—. ¿Mamá?
Se supone que esto no debe pasar. Nunca debería volver a verla. Después de esa última visita hace dos navidades, se suponía que todo sería correos electrónicos, textos y fotos borrosas antes de mi muerte fingida el próximo año. Pensamos que era mejor quedarnos en Alaska hasta entonces. Renee siempre odió el frío.
Había llorado una semana después de la última visita. Edward había llorado conmigo. Ahora, mis ojos pican y arden, parpadeo rápido, y aunque no hay lágrimas siento mi labio inferior temblar.
—¡Bella!
Mi teléfono deja de sonar. Edward no puede estar lejos y ahora entiendo que él probablemente escuchó los pensamientos de Renee. O tal vez Alice lo ha llamado. Pero la advertencia llegó demasiado tarde.
—¡Bella! —ella se acerca. Su corazón está zumbando en un latido excitado, la sangre canta en sus venas. Sus ojos brillan, llenos de amor.
Amor de madre.
Sé exactamente cómo se siente.
Pero también sé exactamente lo que tengo que hacer aquí. Tengo que volver la cabeza y caminar rápido. Desaparecer rápidamente, cambiar mi postura tan completamente mientras camino, con tal que Renee esté segura de que ha cometido un error. Pero no me puedo mover. Mis pies, tan rápidos hace un momento, de pronto se arraigan en el pavimento. Mi teléfono suena de nuevo, de alguna manera U2 suena más frenético esta vez. Renee me está sonriendo, mi corazón lucha con mi cerebro y mis pies no se mueven.
—¡Bella! ¡Cariño, soy yo!
Un sollozo roto se me escapa. —¡Mamá!
Ahora muevo los pies. Rápido. Hacia ella. Renee abre los brazos y en tan sólo unos pocos pasos cruzo el camino y me hundo en su abrazo.
Me abraza con fuerza y pierdo las palabras. Termino por envolverla con mis brazos, absorbiendo su calor, su amor, y su olor, que arde en mi garganta, aunque apenas lo noto. Estoy envuelta en recuerdos desvaídos de ella y míos, y de pronto tengo nueve y estoy llegando a casa del campamento de verano. La he extrañado mucho. Mi cuerpo tiembla mientras lloro en silencio contra su hombro y ella nos mece adelante y atrás.
—Bella —canturrea cuando tomo respiraciones agudas y temblorosas.
—¿Qué… qué estas… cómo…? —no puedo pensar con claridad. Estoy tan abrumada que apenas puedo formar una frase. Las palabras que logro encontrar vienen directamente desde mi corazón—. Oh, mamá, qué bueno es verte. Muy bueno.
Ella rie. —También me alegro de verte. Y ha sido mucho tiempo. Sé que nos mandamos textos y correos electrónicos, pero yo te he extrañado y he estado viendo fotos viejas y no podía esperar otro año para que terminaras tu proyecto de investigación, y sé que para ti es difícil escaparte de eso, así que pensé en venir hasta ti —se aleja, me sostiene con los brazos extendidos, paradas en la vereda—. ¡Sorpresa! —rie—. He reservado tres noches en el Healy Welcome Inn —tiene lágrimas en los ojos, pero cuando se las limpia, su risa decae y su amplia sonrisa se transforma lentamente en un ceño fruncido. Hay un incremento en el ritmo de su pulso, ahora que me estudia de cerca. Mi alegría se desvanece y siento una punzada de pánico fresco cuando me pregunto cómo explicarle que no me veo exactamente igual; por qué mis rasgos son más nítidos, más refinados.
—Oh, Bella —susurra Renee, acercándose—. Cariño, ¿te has puesto bótox?
-0-
Mi madre siempre ha sido un poco despistada. Impulsiva y errática. Pero sus instintos siempre han sido agudos. Como cuando en nuestra boda me dijo en voz baja que Alice era casi de otro mundo, y que Esme parecía de otra época. Había dicho cosas similares de Edward y Carlisle… —Es como si no llegasen a pertenecer a este lugar como nosotros, meros mortales —había reído al decirlo, pero en sus ojos había curiosidad.
—No —murmura ahora, buscando mi cara—. Esto es más que bótox.
Bajo la mirada, dejando que mi cabello se convierta en una cortina. Tal vez debería decirle que me hice algo – cirugía plástica después de un accidente sobre el que no quería preocuparla. ¿Funcionaría eso?
Ahora puedo oír a Edward en la distancia cuando se estrella con tres árboles a unos cinco kilómetros al sur.
—Y tus ojos…
—Contactos —miento rápidamente—. El año pasado supe que necesitaba anteojos, así que conseguí lentes de contacto. Me decidí por un color diferente. Es divertido. Ya sabes…
Mi risa es inestable. La sonrisa de Renee es indecisa.
Me toca la cara suavemente. Al hacer el primer contacto, su ceño se profundiza, su voz es inestable cuando continúa. —Um, así que hace un par de noches vi un anuncio en televisión sobre vuelos baratos a Alaska. Fue casi como una señal de universo, Bella, ¿estás bien? Pareces un poco distraída —con el pulgar acaricia con ternura mi mejilla, y aunque me cuesta saber qué hacer, me inclino a su toque.
—Estoy bien. Sólo sorprendida, ya sabes.
Ella asiente lentamente, su pulgar continúa la suave caricia. —Bueno, está bien entonces —dice—. Así que, de todos modos, el autobús del aeropuerto me dejó aquí hace un rato. Iba a llamarte mientras pedía un café y no lo podía creer cuando te vi por la ventana. Oh, cariño, estás tan fría. Más que el clima.
Mi mente de vampiro, normalmente muy clara y tranquila, es todo un caos. Quiero contarle todo a mi mamá; sobre mí, de su nieto, pero todo lo que puedo ofrecerle es una mentira. Pero, ¿qué mentira exactamente? ¿Cómo se juega a esto? ¿Y dónde está Edward? Siento que se me va a romper el corazón. Pero armo una sonrisa en mi cara y sigo mintiendo.
—Es porque he estado afuera mucho tiempo —Renee deja caer la mano, a la vez que froto las mías y las llevo a mi boca para soplar en ellas. —Es por el viento frío. Hace que todo se sienta más frío, eso es todo —Soplo de nuevo en mis manos, la manga de mi chaqueta se levanta y el brazalete en mi muñeca queda a la vista, distrayendo a Renee. Sonríe, y siento un débil sentido de alivio.
—Oh, eso me lleva como a veinte años atrás—dice, tocado la banda de brillantes colores—. Sarah Black… ¿recuerdas a la madre de Jacob? Ella tenía una igual y pensaba que era muy bonita. ¿Es de La Push?
—Um… —asiento vagamente. El brazalete de tejido intrincado y con delicadas mostacillas, al estilo tradicional Quileute, había sido hecho por Kim. Representa la familia y fue un regalo de ella y Jared cuando nació Alexander.
—Tienes que entrar, salir del frío —Renee cambia de nuevo de tema, y toma mi mano entre las suyas. Sus ojos de pronto están especulativos una vez más, con mi pulsera olvidada y sus ojos enfocados en mi cara, luego la baja a nuestras manos. Vuelve a levantar la vista, mirándome a los ojos, y su corazón inicia un rápido y asustado latido justo cuando su boca suelta un jadeo. No sé de dónde viene, pero veo la verdad comenzar a mostrarse en sus ojos. El color deja su cara. Mi pecho se contrae y arde de temor. Deja caer mi mano y da un rápido paso hacia atrás, y la pequeña distancia entre nosotras se siente como kilómetros. Cada segundo es un siglo. Se lleva la mano a la boca, mientras sus ojos me dan una larga mirada de pies a cabeza y de regreso —como si me estuviera viendo por primera vez, y le asustara lo que ve. Su expresión es dolorosa de ver y puedo saborear su miedo. Es agrio y fuerte en mi lengua. No sé qué decir, o qué hacer. Retuerzo las manos cuando el corazón de mi madre pareciera romperle las costillas.
—Mamá…
—No —jadea—. No puede ser…
Entiendo una mano temblorosa. —Mamá, yo… sigo siendo yo.
Gracias a dios, ahora Edward está cerca del borde del bosque, en la ruta turística. Atrapo su olor y sé que en qué momento está a la vista, a pesar de que estoy de espaldas a él.
—¡Hey! —grita alegre.
Renee gira bruscamente la cabeza en su dirección y sigo su mirada. Él está corriendo a la mitad del camino, con una sonrisa bien practicada en su rostro. Para cualquier otra persona parecería que la imprevista aparición de mi madre le ha alegrado el día. Pero puedo ver la tensión en sus ojos, en la postura de sus hombros, en la forma en que sus pies tocan la calle, y estoy desesperada por saber lo que ha visto en la mente de mi madre. Cuando llega donde nosotras, pasa el brazo alrededor de mi cintura y me abraza.
—Renee… —dice en voz baja, aunque hay un sutil temblor en su voz. Sus ojos recorren su cuerpo, de cabeza a los pies—. ¿Por qué no vamos a un lugar…? —comienza, pero ella sacude la cabeza, levanta la mano para que se detenga. Luego me enfrenta una vez más, mirándome profundamente a los ojos.
—¿Mamá?
Hay un cambio en su expresión, un cambio en su postura. Toma una respiración profunda, Edward exhala, y su cuerpo casi descansa en el mío.
—¿Qué? —miro entre los dos – Edward mira a Renee, Renne me mira a mí. Y no puedo dejar de temblar.
Sorprendentemente, su corazón comienza a ralentizar y calmarse. Su miedo se desvanece y su olor cambia. Me ofrece una sonrisa incrédula e inestable. Luego, abre los brazos y me toma en un feroz, feroz abrazo. —Está bien, cariño —susurra—. No tengas miedo.
-0-
La mano de Edward está en mi muslo, apretando para tranquilízame, sentados en un reservado en la esquina del Daisy's Diner. Somos los únicos clientes y mientras el personal está ocupado con una orden equivocada de trozos de atún enlatados, Renee bebe café fuerte y habla. Pensaba que seríamos nosotros quienes diéramos las explicaciones mientras ella escuchaba, pero después de una breve explicación sobre nuestra dieta amistosa con los humanos y por qué podíamos andar bajo la luz del día, hemos estado mayormente en silencio mientras mi madre habla sobre el cuadro de un lobo que colgaba en la sala de estar de los Black, su curiosidad sobre las tradiciones de las tribus y la historia, su coqueteo con los espíritus animales y las historias de Sarah sobre los fríos y los lobos.
—Fue tu pulsera lo que me lo recordó —dice, señalando mi muñeca, donde las teníamos tomadas sobre la mesa—. Sarah decía que eran sólo leyendas, pero las leyendas tienen que comenzar en alguna parte, ¿no? Siempre he pensado eso. Y hoy, cuando vi el brazalete… ya sabes, a veces las cosas más pequeñas cuentan las historias más grandes —me da un apretón—. Estabas tan asustada por mi reacción, pude ver el miedo en tus ojos —una lágrima se le escapa y cae por su mejilla—. Te amo, sin importar lo que comas o el color de tus ojos. Nunca deberías estar asustada de mí, Bella.
La dulce ironía. El humano diciéndole al vampiro que no tenga miedo. Así es mi madre.
Renee se acomoda en su asiento. —Así que, ¿supongo que esto significa que los hombros lobos también son reales?
Edward y yo intercambiamos una mirada, y eso es suficiente para Renee. Ella asiente. —Por supuesto que sí. ¿Cómo podría una mitad de la leyenda ser verdad sin la otra? No tendría sentido. Entonces, ¿supongo que Charlie sabe? Debería, si ahora está casado con Sue.
—Él sabe —Edward confirma en voz baja.
—Pero no fue que decidiéramos decirle a él y no a ti —agrego rápidamente—. Después de se casó con alguien de la tribu, fue casi inevitable —especialmente cuando uno de los hombres lobos es su hijastro.
—¿Cómo se lo ha tomado? —pregunta Renee.
—No estábamos allí cuando se enteró —digo—. Pero según Jake, sólo dijo que eso explicaba algunas cosas, luego se quedó callado por un rato. Más de lo de costumbre.
—Procesándolo —Renee asiente—. Es lo que hace.
Y cuando lo hubo procesado, había venido directamente a Alaska, conduciendo toda la noche para verme y asegurarse de que estaba bien, y que mi transformación había sido mi elección. Él y Sue ahora son visitas regulares, y Alexander ya tiene su propia caña de pescar.
Renee exhala y sacude la cabeza un poco, como limpiando sus pensamientos. —Entiendo cómo se enteró Charlie, y obviamente sé que esto no es algo para anunciar por Facebook, pero, sinceramente, Bella, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Qué ibas a hacer? ¿Ibas a desaparecer para siempre? ¿Crees que te olvidaría? Fingir una muerte… oh… —hace una pausa y bajo los ojos—. Ese era el plan, ¿no? —su rostro palidece.
—Lo siento mucho —mi susurro se quiebra, mi voz desaparece.
—¿Comprendes lo que me haría eso?
Pienso en Alex, y sí, sé exactamente lo que le haría. Mira hacia otro lado y cierra los ojos. Y mientras yo quiero colapsar y contarle todo, no estoy segura de cuánto puede saber. Con Edward no hemos tenido la oportunidad de hablar y no estoy segura de cuánto del protocolo puedo romper. Con esto, no sólo Edward y yo somos los afectados, después de todo.
—Sólo la idea de recibir esa llamada… —se estremece y me lanza una mirada acusadora—. Ya sabes, si alguien puede aceptar lo sobrenatural, soy yo. He abrazado lo extraño y lo maravilloso toda mi vida.
—Lo sé.
—¿Quién te enseñó a leer las hojas de té?
—Tú.
—¿Hicimos excursiones por el desierto buscando signos de aterrizajes de ovnis?
—Sí.
—¿Y qué fue lo que dije esa vez sobre la casa con las persianas azules?
Filtro rápidamente a través de los nublados recuerdos humanos… persianas azules, persianas azules… no lo recuerdo, pero puedo adivinar.
—¿Creías que estaba embrujada?
—¡Exactamente! —Renee cruza los brazos sobre el pecho, como si se tratara de la prueba final de que debería haberle confiado mi transformación—. Es por eso que no la arrendé, a pesar de que me gustaban los mosaicos en el baño —voltea hacia Edward—. Tenía unos rayos de sol detrás del lavamanos. Pero la energía estaba mal. Todo mal.
—No es que pensáramos que no fueras a aceptar la transformación de Bella —dice Edward, con suavidad—. No te lo podíamos decir por tu propia seguridad.
—¿Mi seguridad? —mira a Edward y a mí, con el ceño fruncido—. Estoy confundida.
—No corres peligro con nosotros, pero hay algunos de nuestra especie que te matarían para mantener en secreto nuestra existencia.
—Oh… —Renee se sacude en su silla, mientras Edward continúa.
—Y debes entender que otros humanos no son tolerantes como tú.
—No —murmura—. No es así. Pero no le diría a nadie. Ni siquiera a Phill.
—Las personas tienen deslices a veces, sin darse cuenta.
Parpadea ante nosotros, y veo una nueva comprensión en sus ojos. —Si muchas personas lo saben, se corre la voz y llega a esos otros que ustedes dicen…
Edward asiente, leyendo claramente el resto de la oración en sus pensamientos. —Bella también estaría en peligro, sí.
—¿Y el resto de tu familia?
Edward asiente.
Renee inhala con fuerza. Abre mucho los ojos. Edward ladea la cabeza ligeramente para hablarme en voz baja. —El instinto de protección de tu madre es increíblemente fuerte —dice—. Como su resolución. Ella no va decir nada —rie bajito—. En realidad, no creo que Aro tenga posibilidades si trata de meterse contigo, o cualquiera de su familia.
Dulce alivio fluye a través de mí y me inclino hacia él, acomodándome contra su hombro. Me besa en la cabeza. Renee toma un largo trago de su café, y con Edward seguimos nuestra rápida conversación bajo el aliento, al estilo vampiro.
—Escuchaste sus pensamientos cuando estabas en bosque, ¿no? Es por eso que estabas tratando de llamarme.
Hace un imperceptible movimiento con la cabeza. —Pero no contestaste y entonces recibí una llamada de Alice —con Jared lejos en una de sus visitas de un par de semanas a La Push, las visiones de Alice le estaban dando bastante qué hacer—. Había visto que estabas como un ciervo frente a las luces y no sabía por qué.
—¿Qué le dijiste?
—Que tu madre estaba en la ciudad buscándote, sí. Ellos querrán saber qué pasó después —y como el teléfono de Edward se ha mantenido en silencio, supongo que Alice no ha visto nada.
Renee deja su tazón en la mesa y nos sonríe.
—Se ven muy bien juntos. Siempre supe que el universo tenía algo más planeado para ti, Bella. Algo extraordinario —suspira—. ¿Hay algo más que necesite saber?
Edward y yo intercambiamos una mirada. No estoy segura sobre qué más él querría revelar, así que me sorprende un poco cuando se inclina hacia adelante y le dice en voz baja, sin ningún preámbulo, que puede leer mentes.
Las cejas de Renee casi tocan el techo. Lo mira y sonríe. —Cuarenta y dos —dice—. Pamela Anderson… Yellow Submarine… pescado y papas fritas… eh, no, no es algo de los vampiros, sólo soy yo… no se puede aprender, no —Los ojos de Renee van hacia mí y Edward rie—. Sí, excepto la suya, que es la única que no puedo leer… no, no sé por qué… —rie de nuevo—. Antes me frustraba, pero creo que ahora me gusta que sea así.
—Disculpen, estoy aquí —agito la mano en el aire—. Hola.
Edward me da una sonrisa tímida. Renee se ve algo avergonzada.
—Lo siento, cariño. Eso fue grosero de mi parte, hablar con Edward en su cabeza delante de ti. Pero es increíble. Siempre pensé que la PES (1) era una posibilidad si una persona estaba realmente sintonizada. He leído libros sobre el tema. Incluso fui a ese seminario una vez. ¿Recuerdas Bella? ¿Ese curso sobre PES y TÚ? —hace una pausa para tomar una respiración rápida—. Supongo que significa que ahora debo tener cuidado con lo que pienso a tu alrededor, Edward —luego cierra los ojos y hace un gesto con la mano mientras rie—. Qué estoy diciendo; todo lo que pienso sale directo por mi boca, de todos modos.
Siempre he sospechado que era verdad.
La discusión sobre el atún enlatado es cada vez más intensa. Una camarera escapa de la tensión, camina con fuerza hacia nuestra mesa y exige saber si alguien quiere pedir más café. Renee apura su taza, la de Edward y mía están intactas. Todos declinamos y la camarera se va pisando fuerte—. Bueno, ella es un pequeño rayo de sol —murmura Renee—. Puedo quedarme sin una taza de su ira, sinceramente. ¿Dime que están pensando, Edward?
—¡Mamá!
—¿Qué?
—No puedes hacer eso —siseo, inclinándome sobre la mesa—. Es como leer su correo.
—Oh, no lo es —ella contesta—. Y estoy segura de que él, a veces, te ha mantenido al tanto de los pensamientos de las personas. No me digas que nunca le pediste lo mismo.
Me acomodo en mi asiento y doblo los brazos. Edward intenta no reírse. Renee empuja mi pie bajo la mesa y de pronto estoy sonriendo.
—Esto es como en los viejos tiempos, ¿no es así? —dice.
—Sí.
Ella se estira sobre la mesa y pone mi mano en la suya. —Te he extrañado —dice.
—También te extrañé —y no me di cuenta de cuánto hasta que la vi en la calle hace media hora. O tal vez no admitiría cuánto.
—Renee, Bella y yo queremos que te quedes con nosotros mientras estés aquí —Edward me sonríe mientras se dirige a mi madre, y una burbuja de felicidad se hincha en mi pecho.
—Me quiero quedar con mi mamá —susurro para que sólo Edward pueda oír. Se inclina, besa mi frente y voltea hacia Renee.
—No quiero molestar —dice ella—. Es por eso que reservé el hotel.
Edward sacude la cabeza. —No va a pasar. Nuestra casa no es grande, pero hay un estudio que se convierte en una habitación de invitados. Te quedarás con nosotros. Y, además, hay alguien que queremos que conozcas.
-0-
En el asiento trasero del Jeep, Renee todavía está sorprendida.
—Un nieto —murmura por octava vez—. ¿Cuántos años? Sé que me dijiste, pero… un nieto.
—Él tiene dos —sentada de lado en el asiento del pasajero, la veo a ella y luego a Edward.
—Alexander —dice ella—. Alexander Masen. Alex Masen. Es un buen nombre.
—Pensamos lo mismo.
—Un nieto —susurra de nuevo—. ¡Oh! Detén el auto. ¡Debo llevarle algo!
—Mamá, no tienes que…
—¡Sí, tengo qué! No puedo reunirme con él con las manos vacías, ¿qué clase de abuela me hace? Ahora, ¿qué le gusta? Edward, da la vuelta.
—En serio, mamá, él no necesita…
—Le gusta la pintura —Edward interrumpe en voz baja—. Si te ofreces a pintar un cuadro con él, le encantará.
—Oh… —Renee pierde parte de su fanfarronería―. Ya sabes, es una idea encantadora. Solía pintar con Bella todo el tiempo.
Se apoya en su asiento de nuevo. ―Un nieto― murmura.
Todo está en silencio por un rato y me pregunto si Renee se está quedando dormida ya que se levantó temprano, el largo viaje, y la sobrecarga de revelaciones sobrenaturales. Pero no. Reordena sus pensamientos, porque a pocos kilómetros de la casa, las preguntas rápidas comienzan.
Contesto todos los clichés sobre crucifijos, colmillos y ajo. Queda fascinada con la velocidad y la fuerza, la visión y la audición. Luego le entrego información básica sobre el embarazo de vampiros y el nacimiento. Dejo fuera la agonía de mis tres días de transición. Y entonces ella tiene curiosidad sobre mi fase de recién nacido.
― ¿Hubo alguna… que tú… ya sabes…? Mueve la mano vagamente, sin tratar de explicar más las cosas―. ¿Desliz? Quiero decir, yo lo entendería si lo hiciste…
―No. Ningún desliz. Borrón y cuenta nueva ―aunque hubo un par de encuentros muy cercanos, y una que les tomó tanto a Edward como a Emmett contenerme de ir detrás de un excursionista que se había salido del sendero. Pero Edward mantuvo la promesa que me hizo cuando era humana, y se aseguró de que nunca hiciera algo de lo que me arrepintiera pudiera arrepentir.
La conversación avanza y Renee está contenta por mis planes de escribir libros para niños y por el reciente nombramiento de Edward, gracias a documentos falsificados, como coordinador de los cursos en línea del departamento de sicología del programa de educación a distancia de la Universidad de Chicago.
Mientras hablamos, Edward llama a Carlisle y le informa. Gracias a Dios por los cerebros vampiros. Una parte de mí se centra en Renee y en explicarle que los vampiros no necesitan dentistas, mientras que la otra parte escucha la llamada en susurros de Edward. Después de la visión de Alice y que llamara a Edward, había estado esperando saber el resultado. Estoy preocupada por la reacción que tendrá Carlisle ante nuestra decisión, pero después de una larga pausa, dice que entiende, y hay casi un tono de necesidad en su tono. ―Sería bueno para Alex que conozca a su abuela ―dice―. Les haré saber a todos aquí. Y dile a Renee que estamos deseando volver a verla ―Edward le da las gracias antes de cortar la llamada. Pasa su mano arriba y abajo por mi muslo.
El cambio en la relación entre Carlisle y Edward ha sido sutil y aunque sé que comenzó de nuevo cuando Edward perdió y luego recuperó sus recuerdos, la nueva dinámica ha quedado más clara después de nuestro matrimonio y del nacimiento de Alex. Carlisle siempre será como un padre para Edward. Su opinión siempre será valorada, y buscara a veces su consejo, pero ahora Edward es su propio hombre. Él es Edward Masen, jefe de su propia familia, protector y proveedor, y su relación con Carlisle es como de un hombre con otro, no como un padre con su hijo adolescente. Me inclino y beso la mejilla de Edward. De alguna manera, él está muy lejos del chico que conocí en Forks, apenas lo reconozco. Y no sólo porque mis recuerdos son borrosos.
―Sabes ―dice Renee, sacudiendo la cabeza y riendo―. Pensaba que yo sería la sorpresa, al venir sin previo aviso. ¿Pero todo esto? ―hace un gesto entre Edward y yo―. Todo esto realmente supera mi boleto barato de avión.
.
-0-
.
Cuando nos detenemos fuera de nuestra casa en medio del bosque, Renee es toda exclamaciones y suspiros. La casa de piedra original de los Cullen es grande y fue construida hace más de cien años, pero se ha añadido un ala separada para nosotros y Alex. Y otra para Kim y Jared. Emmett lo llama el Complejo Cullen.
Mientras Edward va al lado a buscar a Alex donde su tía y tío, llevo a Renee hacia el interior para darle un recorrido.
―Oh, es precioso ―se mueve con lentitud por la sala de estar con sus grandes sillones y estanterías empotradas, hasta detenerse al lado de la chimenea de piedra―. Muy lindo ―le da el visto bueno a la pequeña cocina que he diseñado con la ayuda de Esme y está llorosa para cuando nos detenemos frente a la puerta de la habitación de Alexander―. Qué lindo cubrecamas ―dice―. Me encantan los pequeños barcos de adorno ¿le gustan los barcos? ―mira las muestras de obras de arte de su nieto que hemos colgado en las paredes y rie―. Parece que le gustan.
―Está loco por ellos. Lo llevamos al puerto de Janeau apenas la semana pasada ―había sido un buen día, con las filas de barcos de todas formas y tamaños y Alex había estado muy emocionado. Las fotos resultantes ocupaban casi toda la memoria de mi cámara.
―Esto es… ¡lo es! Pintaste en la pared la casa del árbol de Winnie de Pooh. Y mira… ―se acerca a la cómoda y toma el Jack en la caja (2)―.No he visto uno de estos desde hace años. Se ve antiguo.
―Lo es. Era de Edward. Era su juguete favorito cuando era pequeño.
Me mira, sorprendido. ―Un vampiro sentimental ―sonríe.
―Conservó algunas cosas especiales. En una bodega. Cuando Alex sea algo mayor, heredará un conjunto completo de soldaditos de plomo y las obras completas de Julio Verne.
Vamos al estudio y juntas armamos el sofá cama tamaño King.
― ¿Aquí es donde siempre viven? ―Renee pregunta cuando tomamos un lado cada una y estiramos las sábanas.
―No. Todavía tenemos la casa en Bowery Lane y siempre la tendremos. Es como nuestra base y la heredaremos de nosotros mismo cada cincuenta años más o menos.
―Inteligente ―Renee asiente y no puedo creer que estoy teniendo esta conversación con mi madre.
―Y Edward todavía tiene su casa de infancia en Chicago. Los Cullen tienen otros lugares repartidos por todo el país ―y ahora que lo pienso, Renee sabiendo la verdad y sin tener que seguir escondiéndose aquí, probablemente podemos volver a Bowery Lane y su habitación verde lima antes de lo que pensábamos.
Cuando ponemos las almohadas en su lugar, llegan los sonidos de una risa desde el exterior, y los gritos excitados de un niño pequeño.
―¿Es él? ―Renee pregunta, levantando la cabeza. Asiento, nos apresuramos a la ventana de la sala y mi corazón se hincha con lo que veo. Alex está montado sobre los hombros de su padre mientras Edward trota por el jardín. Ambos ríen, con los rostros iluminados, brillando, como si este fuera el mejor juego del mundo.
―¡Más! ―grita Alex―. ¡Más papá!
Así que Edward le da más, cambia de dirección, en zigzag por el camino de entrada, dando algunos saltos aquí y allá, por lo que Alex rebota arriba y abajo.
―Oh, es precioso ―susurra Renee―. Tiene el color de cabello de Edward.
―Lo sé. Y sus ojos son color marrón. Edward dice que son mis ojos.
Renee toma mi mano y aprieta. ―Escúchalo ―dice ella―. Esa risa… nunca he oído algo sí… es como música ―comienza a sollozar y busca en su bolsillo un pañuelo de papel― Él es hermoso. Pero no puedo decir… ¿qué tiene diferente?
―No es obvio ―le digo, riendo mientras observo a mi marido convertirse en un caballo para su propia diversión yo pienso, tanto como para nuestro hijo―. Es un poco más avanzado que el promedio de los niños de dos años, pero no tanto como para parecer inusual.
―¿Estás diciendo que es inteligente? ―dice Renee y tengo que estar de acuerdo.
―Sí. Es inteligente. Y su ritmo cardiaco es más lento que el de un niño humano, y su temperatura corporal es menor. Come alimentos humanos, pero no necesita dormir tanto, seis horas en la noche para él está bien. Además de eso… ―me encojo de hombros―. Tendremos que esperar y ver.
―¿Él brilla?
―No.
―¿Edward también puede leer su mente?
Eso es algo de lo que no estamos seguros. ―Hasta ahora, no. Él nos hace llegar destellos de sus pensamientos aquí y allá, pero eso es todo. Si eso va a cambiar, no lo sabemos.
Renee asiente, con los ojos fijos en la escena que sucede en el camino de entrada.
―Debe haber sido un hermoso bebé.
En mi cuello tengo el antiguo relicario de planta que Edward me dio la mañana que Alexander nació. La saco suavemente de debajo de mi suéter y lo abro.
―Tenemos muchas fotos de cuando era bebé ―digo y mi mamá se acerca a mirar―. Pero este es Alex cuando tenía sólo un día de vida.
Sus ojos se humedecen de nuevo ―Adorable. Se puede ver la leve pelusa de pelo, ¿cierto?
Sonrío. Alex no tenía mucho pelo cuando nació, pero lo que sí tenía, sin duda, era de su padre. Fue lo primero que noté cuando Edward lo puso en mis brazos.
En el exterior, Edward baja a Alex de sus hombros y comienza un juego de pillarse alrededor del auto. Edward se deja atrapar y luego es su turno para atrapar a Alex, quien salta entre el Jeep y mi Honda con sus piernas gorditas.
―¿Tiene amigos? ―Renee pide― ¿Juega con otros niños?
―No mucho ―mi corazón se encoge un poco. Ninguna historia es perfecta y esta es lo malo de tener un bebé híbrido―. Vamos al parque y si allí hay niños de su edad, juegan. E irá a la escuela cuando sea el momento, pero ahora mismo, cuando es tan pequeño, es demasiado arriesgado para él interactuar con demasiados niños humanos.
―¿Porque podría decir algo que levente sospechas en la gente?
Asiento. ―Pero Jacob y Beth nos visitan con su hijo, Nicholas. Él tiene la misma edad y los chicos lo pasan bien juntos ―y sus tíos son como niños grandes. Jared entra en fase y así Alex puede montarse sobre su espalda. Kim y Alice pintan y dibujan con él. ¡Algunos días Edward y yo apenas tenemos la oportunidad de verlo! ―. Es muy amado. Y hay otros niños en el mundo como él, sólo tenemos que encontrarlos.
―¿Es muy difícil?
―Carlisle y Edward están haciendo averiguaciones discretas―le pongo a las palabras comillas en el aire y Renee sonríe.
Cuando por fin entran, Alex corre a mis brazos.
―¡Mamá! ―lo levanto, envuelve los brazos alrededor de mi cuello y aprieta tan fuerte como puede―. ¿Pillaste un oso?
―Pillé un oso ―le digo, acariciando su mejilla suavemente con la nariz y respiro en él―. Uno marrón grande. ¿Te has divertido con la tía Rose y el tío Em? ―asiente y abre sus manitos a lo ancho―. ¿Así de divertido, eh? ―asiente de nuevo, con más fuerza esta vez ―¿Qué comiste para el desayuno?
―Huevos revueltos.
―Huevos revueltos. ¡Yum!
Si lo pudiera cargar por siempre, lo haría, pero un segundo después se retuerce para bajarse, así que lo dejo en el suelo y se va en línea recta hacia su tren de madera de juguete que se guarda en la esquina cerca de las estanterías. Se ocupa con la corrida de carros, empujándolos adelante y atrás sobre las vías, en figura de ochos, haciendo sonidos de tren mientras avanza.
Renee está de pie atrás, casi escondida en la puerta de la sala, viendo. Está embelesada, al parecer, con una mirada de asombro en su rostro. Nunca antes la he visto sin palabras.
―Alexander ―Edward se agacha junto a él en el suelo―. Hay alguien aquí que quiere saludarte ―le hace un gesto para que Renee se acerque―. Ella es la abuela Renee.
―Ella es mi mamá ―agrego, para darle algún contexto.
Hay curiosidad en los ojos de Alex, pero también una sonrisa en sus labios, a la vez que Renee también se agacha, y lo saluda bajito. La sonrisa que tengo es tan amplia que casi duele.
―Estás en la foto ―Alex deja caer su tren y va a la estantería, tirando de un álbum del estante inferior donde guardamos su colección de Dr Seuss y Winnie The Pooh―. Mira, Renny.
―Renny ―susurra Renee, mirándome a través de las lágrimas― Me dice Renny. Me encanta ―se seca los ojos y luego le da toda su atención a Alex y a las fotos.
Los álbumes de fotos son una gran parte de nuestra vida. Cuentan historias, no sólo de grandes eventos como la boda o mi embarazo, sino que también momentos del día a día. Fue idea de Edward mantener un recuerdo visual de cuanto pudiera de mi vida humana, para ayudarme a mantener la mayor cantidad de recuerdos que pudiera, y compartirlos con Alex.
Edward sabe lo que es estar sin recuerdos.
Y ver las fotos es una de las cosas que más le gusta hacer a Alex; lo tiene fascinado el poder ver al mismo tiempo a una persona en la vida real y en la foto.
Se deja caer sobre su trasero, cambiando las páginas, pasando por mi graduación, y la de Edward, de las fotos del día en que nos mudamos a Bowery Lane, hasta que llega una imagen de nuestra boda. Señala triunfalmente a la imagen de Edward y mía, junto a Renee y Phill.
―Sí, esa soy yo ―dice Renee, encantada―. ¿Y quién es ella?
―Mamá.
―¿Y él?
―Papá
―Y este hombre ―Renee apunta a Phill―. Es amigo mío
―Phill ―Alex dice claramente. Renee parpadea y me mira.
―Le hemos hablado de los dos ―le digo. Ella sonríe, amplia y cálidamente, y vuelve al álbum.
―Jacob. Beff ―Alex señala en otra foto―. Abu Charlie. Sue. Billy.
―Muchos amigos y familiares ―sonríe Renee―. Y mira ese árbol detrás de todos nosotros. Es un árbol grande, ¿no?
Alex asiente y extiende de nuevo los brazos. ―Gande. Gande como papá.
―Es más grande que papá, tienes razón. ¿Y mamá no luce hermosa?
Alex asiente de nuevo. ―Sostiene las fores. Le gustan las fores. Recogimos unas ayed.
Lo hicimos. Mientras caminábamos por el bosque. El jarrón con las pequeñas flores silvestres amarillas de primavera está en la mesa de café. Junto con un par de rocas y un pedazo de palo que atrajo la atención de Alex y que no podía quedarse atrás.
Edward frota con suavidad la cabeza cobriza de su hijo, luego se endereza y se para detrás de mí. Envuelve mi cintura con los brazos y apoya la barbilla en mi hombro. ―Es buena con los niños ―dice.
―Lo es. Siempre lo ha sido.
Alex empuja el álbum a un lado y se levanta. ―Tengo columpios. Ven y te muestro, Renny.
Renee nos da una sonrisa radiante cuando toma su mano y juntos traspasan las puertas correderas, atraviesan el patio y más allá, al columpio más elaborado del mundo. Alex se remueve en su asiento y Renee los empuja suavemente.
―Esto se siente tan surrealista ―susurro.
―¿Más surrealista que convertirse en vampiro?
Una suave risa me recorre. ―Casi igual.
Edward me hace sentarme junto a él en el blando sofá de cuero. Me acomoda sobre su regazo, y luego alcanza el álbum de fotos dejado de lado.
―Te veías hermosa ―dice.
―Fue una boda hermosa.
―Sí.
El anochecer en el jardín trasero de nuestra casa en Bowery Lane. Luces de colores en los árboles. Una pista de baile de madera bajo las estrellas. Jasper había tocado la guitarra mientras Rosalie cantaba y bailé el vals con Edward a la luz de la luna. El amor en sus ojos esa noche es un recuerdo humano claro como el cristal.
―La luna de miel también fue muy buena―Edward se inclina y me besa en el cuello.
―Mm, no puedo recordar ―bromeo.
Gruñe y su voz retumba desde lo más profundo de su pecho. ―Me aseguraré de recordártelo más tarde.
Rio y paso la página. ―Oh, mira, Isla Esme, ahora recuerdo ―Fotos de mí sentada en la playa. Remando en una laguna. Comiendo mango. Hay una de Edward en el borde de un acantilado. Otra de él tumbado en una hamaca―. No tendrás que recordármelo después de todo.
―Mm, estaba pensando que te haría recordar con las otras fotos. Las del álbum privado.
―¿En las que uso el bikini azul?
Traza un lento círculo sobre mi cadera. ―Uh huh.
De pronto hace calor aquí y cambio la página rápidamente, recordando que mamá y Alex están a sólo cincuenta metros de distancia. Han dejado el columpio y él está mostrándole cómo se puede colgar de cabeza desde las barras mientras ella permanece debajo con los brazos extendido.
―Me encanta está foto tuya ―dice Edward.
―Estaba enorme.
―Estabas preciosa.
A excepción de unos pocos, breves y forzados viaje de caza, él no había dejado mi lado ningún segundo del embarazo. Y había tomado una foto casi todos los días. En este álbum sólo había una selección.
―Se me hinchaban los pies. Y las manos.
―Resplandecías.
―¿Estamos hablando del mismo embarazo, Edward? ―rie bajito―. Quiero decir, estabas allí, a mi lado, cada segundo ¿seguro no notaste la hinchazón?
Sacude la cabeza, sonriendo. ―Sólo en tu vientre.
Le ruedo los ojos de forma deliberada y rie.
―Aunque disfrutaba los masajes en los pies. Y que me frotaras los hombros. Y también la barriga; ambos eran buenos. Y los baños juntos; eran una dicha.
Edward me guiña el ojo. ―Todavía lo son ―y aunque no me sonrojo, se me eriza la piel. Miro el álbum.
―Ah, esta es una foto que me encanta ―había sido tomada por Esme, no mucho tiempo después del nacimiento de Alex. Su pequeño cuerpo estaba envuelto en una manta azul, en brazos de su padre. La mirada de suave incredulidad, la inmensa alegría y amor, en el rostro de Edward hacen que me hormiguee la piel.
―Estaba eufórico. Y aterrorizado ―susurra, mirando la foto―. Nunca había conocido una alegría así, sostener a mi hijo en brazos, y luego acostarlo en tus brazos, pero también sabía lo que venía después. Y eso me aterraba.
Toco su cara y la mueve contra mi palma. ―Es todo algo confuso, pero creo que… estabas temblando cuando me mordiste.
―Estaba temblando tanto que apenas podía ver la yugular.
―Pero tu voz era firme cuando me dijiste que tomara con fuerza tu mano y la sostuviera. Y cuando me dijiste que me amabas. Lo recuerdo con claridad. Es mi último recuerdo humano.
Sonríe y me besa con suavidad, con dulzura. Del exterior se oyen risitas y carcajadas mientras Renee gira a Alex gentilmente una pequeña rueda giratoria y Edward y yo reimos al verlos.
―¿El resto de la familia está de acuerdo con que Renee lo sepa? ―le pregunto―. ¿Qué dijeron cundo fuiste a buscar a Alex?
―No hay ningún problema con Renee ―dice Edward―. Todos la quieren, ya los sabes. Y se alegran por ti y por Alex, de que ella esté en nuestras vidas. Pero siempre habrá preocupaciones cuando un humano sabe que existimos. No sólo por nosotros, sino que por ella ―enreda un mechón de su cabello alrededor de su dedo lentamente―. Pero les conté lo que veía en sus pensamientos. Lo fuerte que era su instinto de protección, y Jasper había analizado su esencia en la boda y él está de acuerdo, ella es errática para muchas cosas, pero una vez que pone su mente en algo, eso es todo.
Es una evaluación bastante exacta de mi madre, de verdad.
―¿Alice vio algo más aparte de mí en estado de shock?
―Sólo que por la tarde ella y Esme van a ir a Fairkans contigo y Renee a ver una exposición de arte ―hay una sonrisa en los labios de Edward y echo la cabeza a hacia atrás para reír.
―No creo que eso sea una visión. Eso es un plan. Pero a Renee le gustaría. Que amable es Alice al pensar en eso.
―Todos vendrán mañana temprano para verla y saludarla, después de que ella pase el día contigo y Alex.
Edward se acomoda ligeramente, acercándome a él, pero frunce el ceño al hacerlo. ―¿Qué…? ―toca detrás de él, detrás del cojín del sofá, y saca dos piedras – una negra y áspera, la otra gris y lisa. Se las queda mirando, con las cejas ligeramente levantadas―. Al parecer ha encontrado un nuevo lugar para su escondite secreto― rie, y se inclina sobre mí para dejar las piedras junto a las otras en la mesa de café―. Al menos no están en el baño esta vez, gracias a Dios. No creo que la tubería pueda recibir más rocas.
Cuando Alex ha tenido suficiente de dar vueltas, tropieza, toma la mano de Renny y la lleva hasta las camas de flores de primavera que Esme ha cuidado tanto. Se sientan juntos en el banco de madera, señalando las plantas y conversando. Alex le estaba contando sobre la imagen de un barco que él y su papá pintaron ayer. ―Etá en mi pared ―dice―. Pegada con cinta.
―¿Sabes qué? Creo que deberíamos comprar un barco ―Edward dice pronto―. Lo amarramos en alguna parte y llevamos a Alex. Y a veces… ―me da una rápida sonrisa descarada―. Sólo tú y yo. Podemos tendernos en la cubierta a tomar sol. Ir lejos y nadar ―enreda sus dedos con los míos―. Podemos llevar a Alex a descubrir bahías escondidas en islas desiertas.
―¿Quedan islas desiertas en el mundo?
―Si las hay, las encontraremos.
Besa mis nudillos y se acurruca más cerca. Afuera, Alex le está mostrando a Renny qué tan alto puede saltar, mientras ella aplaude y vitorea. Él está tan lindo, con una enorme sonrisa, con el cabello flotando y moviendo los brazos cuando rebota arriba y abajo. Aunque ayer no pensábamos que fuera tan lindo cuando hizo un dibujo en la pared de nuestra habitación con su compota de avena. Esa cosa se pega como el cemento y arranca la pintura.
―No puedo imaginar la vida sin él ―susurro―. Edward, ¿alguna vez has pensado en lo cerca que estuvimos de no tener esto? ―me mira, desconcertado―. Todos los casi accidentes ―explico― Y todas las cosas que nos podrían haber separado. Quiero decir, ¿Cuántas son las probabilidades, de que después de dejar Forks, nos volviéramos a encontrar? ―no muchas, yo creo.
Edward niega rápidamente. ―Intento no pensar en eso. No quiero recordar lo… frágil, que eran las cosas ―me aprieta―. Suficiente con pensar en el ahora. En lo que tenemos y en lo lejos que hemos llegado.
―Pienso en eso todos los días y estoy más que agradecida, pero a veces, no puedo dejar de recordar, y me asusta lo cerca que estuvimos de…
―Toc, toc ―dice de pronto.
Subo la mirada, sorprendida, y veo la preocupación en sus ojos.
―Toc, toc ―dice de nuevo.
Mis labios se contraen con una sonrisa cuando vuelvo a un vago recuerdo sobre manchas de tinta y chistes malos. ―¿Quién es?
Edward sonríe. ―Vaca interrumpiendo.
La sonrisa se convierte en risa. ―Vaca interr…
Se abalanza con rapidez y me besa con tanta fuerza que cuando se aleja estoy sin aliento. Él también jadea, con los ojos oscuros y el pelo sobre los ojos mientras me sonríe.
―Moo ―dije bajito.
―Moo ―susurro de regreso.
Me besa de nuevo. Más suave esta vez.
―¡Papá! ¡Papá! ¡Avión! ¡Muéstrale a Renny el avión! ―Alex está saltando en la cama elástica, agitando los brazos mientras Renee lo mira como si él fuera Navidad y Año Nuevo, juntos.
―Te están llamando.
―Así es ―Edward presiona sus labios en mi frente―. Pero regresaré para terminar con esto después. Te lo prometo ―me baja de su regazo, camina por la habitación, pasa por encima de los bloques y el set de trenes―. ¡Aquí voy! ―grita trotando por las puertas francesas. Alex chilla y aplaude, se acerca a su padre, que lo carga y hace ruidos de avión mientras da grandes vueltas en círculo alrededor del columpio.
El calor del beso de Edward todavía está en mis labios.
Hemos recorrido un largo camino. Y cuando escucho a Edward ser un avión y los chillidos encantados de Alex, distingo The House At Pooh Corner,en la estantería. Mi marcador de cuero, el que me trajo a Edward de regreso a mi vida, sobresale del libro. Marca el lugar en donde quedaron anoche Edward y Alex. Y esta noche comenzaré el siguiente capítulo, en el cual Piglet hace una cosa muy grande. El marcador se ve algo gastado en estos días, con marcas de dientes en la esquina, cortesía del joven Alexander Edward Masen, pero sonrío cuando me doy cuenta de que mi madre tenía razón… a veces las cosas más pequeñas cuentan las historias más grandes.
FIN
.
.
PSE: Percepción extra sensorial, en ingles ESP, extra sensory perception
Jack en la caja: Caja sorpresa que en el interior tiene un payaso llamado Jack, y que al abrirla salta disparado hacia afuera de la caja.
.
.
Y con este capítulo, termina The Keepsake.
Muchas gracias a Érica por la revisión de estos últimos capítulos y a Noemí por la revisión de los primeros. Muchas gracias por sus comentarios, follows, favs, likes, etc. Muchas gracias a quienes estaban pendientes de las actualizaciones. Por favor, disculpen los retrasos de publicación en los últimos capítulos, la vida real, a veces, toma más tiempo de lo que todos quisiéramos.
Y, a razón de esto último, es que me despido de todos los lectores que han seguido estas historias, desde la adaptación Sus Ojos, hasta ahora, con las traducciones de la mayoría de los fanfic de Windchymes.
Quizás, cuando me gane la lotería y viva de los intereses, retome este lindo pasatiempo. Han sido unos hermosos 10 años en fanfiction en el fandom de Sailor Moon y Twilight. ¡He conocido un montón de gente y disfrutado muchas lecturas!
¡Nos leemos por ahí!
Karla, a.k.a. Blueskys.