Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de S. Meyer y la autora es cupcakeriot, yo sólo traduzco.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of S. Meyer and the author is cupcakeriot, I just translate.


CAPÍTULO UNO

This isn't were I meant to lay down
But you dug this grave
Fits me perfectly

~Christina Perri

—No te estás concentrando.

Respiro profundamente por la nariz, escuchando el comentario solemne de mi mentora y concentro mi mente en la tarea que tengo enfrente. La verdad no me estaba concentrando tan vigilantemente como debía estar; lo que estoy intentando hacer es algo muy peligroso. El presionarme así.

Siempre presionándome.

La gruesa lamina de acero que flota a cuatro pies del piso polimerizado blanco se tambalea, cayendo unas pulgadas mientras vuelvo a concentrar mi mente en levantarla más alto. El acero es un reto particular para mí; es uno de los metales más pesados, más difíciles de manipular y parece ser muy tenaz con mis habilidades. En el pasado, nunca antes había alzado acero a más de tres pies y medio. Tan sólo levantarlo las últimas seis pulgadas había sido un desafío. Me había empezado a doler la cabeza, una punzada en el centro de mi cerebro que se expandía hasta mi frente en pequeñas descargas punzantes.

—Respira —me ordena suavemente Yvette.

Lleno mis pulmones de nuevo, aprieto los dientes cuando el acero se alza una o dos pulgadas más, pero parece estar atorado entre mi gravedad improvisada y la gravedad de la Tierra que empuja contra la mía. Un chorro de líquido baja por mi fosa nasal izquierda – un sangrado de nariz ocasionado por la presión en mi cabeza.

—Ya es suficiente por hoy —me dice firmemente, tocando mi hombro de una manera desconocidamente maternal mientras bajo el acero al piso y mis brazos hacia mis costados.

Cuando mi conexión con el metal se rompe, mi nariz comienza a sangrar con más fuerza. Las punzadas en mi cerebro se alzan hasta llegar a una explosión asombrosamente fuerte antes de que desvanezca hasta llegar a un pequeño dolor que apenas puedo detectar. Yvette me pasa una pequeña tela, diciéndome que me la ponga debajo de la nariz.

—Lo hiciste muy bien —me felicita cálidamente, unos ojos de un suave color caramelo me sonríen. Hace mucho que Yvette llenó el vacío que dejó mi madre al morir de una rara enfermedad que nuestros doctores no pudieron curar.

—Esperaba lograr cuatro y medio.

—Pacitos pequeños, Bella. —Me recuerda Yvette, mirando sobre mi hombro mientras sus ojos se nublan por un momento. Se obliga a salir de su visión, palmea mi hombro y me informa que puedo quitarme la tela de la cara. Camina hacia la entrada escondida, la puerta deslizante se abre automáticamente para ella, llevándola a la sala principal de entrenamiento.

Esta sala en el centro de pruebas y entrenamiento sólo la conocemos Yvette y yo. En cuanto ella descubrió mi habilidad para mover objetos de metal, me inició en un entrenamiento extra con la condición de que no le dijera a nadie de mi segunda habilidad.

Por muy raros que fueran ahora los psíquicos, psíquicos con dos talentos formidables eran todavía más raros – incluso peligrosos.

Sigo a Yvette y me siento en un cojín alto en forma de cubo, moviendo los hombros para liberar la tensión que sube por mi espalda a causa de sostener y hacer flotar el metal por tanto tiempo.

Últimamente una sensación de urgencia se me ha instalado en el estómago, hasta el punto de querer preguntarle a Yvette sobre un entrenamiento más frecuente. Algo monumental estaba a punto de cambiar mi vida, aunque no sabía qué podría ser.

Como si reafirmara mis pensamientos, Yvette me sonríe, una sonrisa llena de promesas y secretos.

—Habrá cambios muy grandes en tu futuro.

Yo no era una vidente; no sabía cómo funcionaban exactamente las visiones, pero una vez Yvette se tomó el tiempo para explicarme que el futuro, el futuro inmediato, siempre estaba definido. Ella veía los resultados de muchas decisiones y estaba segura de que, sin importar qué decisión tomara alguien, su futuro inmediato siempre permanecería igual.

—¿Qué pasará?

—No puedo decirte. Lo sabes, Bella.

Frunzo las cejas.

—¿Por qué? Entiendo que lo que sea que me digas no cambiará el futuro.

—Pero le quitaría la sorpresa a ese futuro. Eres demasiado joven para arruinarte tus propias sorpresas. —Me reprime Yvette, su lado maternal sale en su voz.

Soy joven; dieciséis años, pero nunca me gustaron las sorpresas de ningún tipo. Me gustaba saber lo que iba a pasar. Me gustaba estar preparada. En mi experiencia, las sorpresas te llevaban a perdidas inesperadas.

Sin embargo, accedo a la voluntad de Yvette; pronto lo descubriría y no tenía tiempo para desperdiciar en eso.

Mi padre me esperaba.

Eran raras las noches en que Charlie Swan estaba en su casa en la Tierra, lejos de su bien resguardada estación espacial. Sólo lo había visto tres veces en el último año. Padre era prácticamente un extraño.

—¿Te veré mañana?

Yvette sonríe tristemente.

—No. Estarás ocupada. Te veré un día después.

No me entretengo mucho con mis despedidas porque me ponen muy incómoda. Arrastro los pies entre la gruesa multitud de peatones vestidos con ropa limpia y simple mientras se dirigen a sus casas.

Habían pasado siglos desde que las casas estaban sobre la tierra; en lugar de eso, ahora la única parte de una casa que estaba sobre la tierra era una alcoba curvada que protegía la puerta con código.

La alcoba de mi propia casa era bastante grande, hecha de un suave mármol blanco y gris, la puerta deslizante hecha de un pesado acero reforzado con madera del siglo pasado. Tecleo cuidadosamente el código de nueve dígitos en el teclado de la puerta, entrando a la calidez del inclinado vestíbulo.

Una bajada hecha de escaleras de mármol lleva hacia la sala de estar, la decoración es mínima e impersonal con muebles en forma de cubo que iban con el estilo de ahora. Un largo pasillo que salía de la sala llevaba hacia la biblioteca en forma oval, una sala de deshechos, la cocina y otro juego de escaleras. El nivel que hay debajo de este piso es mi habitación y está protegida con un código que sólo yo sé. Debajo de mi piso está el de mi padre, al cual puede accederse a través de una entrada secreta. Mi casa es muchísimo más grande que la de la mayoría, eso se debe en parte al trabajo de mi padre como Presidente Mayor.

Me dirijo a la cocina, abro la alacena escondida en las paredes blancas y agarro tres recipientes; una pechuga de pollo, una ensalada y pasta con salsa blanca. Sacando un plato y un tazón, pongo la pequeña píldora redonda del recipiente del pollo y un rectángulo blanco de una pulgada de anchura en el plato; esparzo unas semillas verdes del recipiente de la ensalada en el tazón. Pongo el plato en el microondas hidratante mientras el tazón entra en el congelador hidratante. En poco tiempo ya estoy comiendo tres porciones perfectas de comida, el pollo está húmedo y caliente, la pasta cremosa y la ensalada fría y refrescante. Con estos avances en la tecnología, ya no es necesario pararse frente a estufas arcaicas para cocinar y el tiempo podía ser dedicado a otras tareas.

Pongo los trastes en el lavavajillas a vapor y me voy a la sala a sentarme, a esperar pacientemente a que llegue mi padre.

Se suponía que ya iba a estar esperándome, pero tan raro como era que él estuviera en casa, era incluso más raro que llegara a tiempo.

Me entretengo alzando varios metales ligeros sobre mi cabeza; baratijas pequeñas de decoración que están por la sala como un set de bolas huecas de metal y una figura de cobre. Comparados con el acero, estos metales no son más que clips y puedo suspenderlos fácilmente en el aire, haciéndolos girar por la habitación. Ya no necesito mover las manos para guiar los metales por la sala; perdí ese hábito cuando era más joven.

Pequeños sonidos cortos bajan por las escaleras, alertándome de la llegada de mi padre, lo que me da tiempo suficiente para regresar las baratijas a sus lugares antes de que pueda descubrir ese talento particular. No era difícil imaginar que él lo explotaría en la primera oportunidad que tuviera.

Veo primero a sus guardaespaldas; dos hombres grandes vestidos con impecables trajes negros y miradas sólidas. Son tan familiares para mí como mi padre, aunque los veo a ellos – o a sus asociados – más de lo que veo al hombre que ayudó a crearme.

—Bella —me saluda padre, una calidez falsa sale de su boca. Hay algo distintivamente astuto sobre mi padre; cierta labia que todos los políticos tienen. No tengo esperanzas de que mi padre sea algo más que una máscara que podía transformarse dependiendo de la situación. Lo que sea que fuera eso que él quería hablar conmigo, seguramente estaba diseñado para beneficiarlo.

—Padre.

—¿Cómo has estado?

Lucho por mantener mi cara neutral, mi primera reacción es la incredulidad. Hasta donde sé, las comunicaciones en su estación espacial estaban hechas para contactar a quien sea a la hora que sea; y, aun así, yo tenía contacto con padre una vez cada par de meses e incluso entonces su interés estaba primordialmente en mi progreso en el Centro de Entrenamiento y Pruebas para Psíquicos.

—Bien —digo, sosteniendo el pesado suspiro que pesa sobre mi pecho. Ya me estaba cansando de sus formalidades.

—Te traje algo —dice padre gentilmente, señalándole a su guardaespaldas de la izquierda que me entregara un paquete envuelto en color plata.

Inmediatamente la sospecha se aviva en mi estómago, aunque no doy señales de ello y la aparto bruscamente. El último regalo que padre me dio fue el verano antes de que muriera mi madre. Yo tenía siete años.

Desenvolviendo el paquete, me sorprendo al encontrar un pequeño kit de artículos esenciales para viajes espaciales. Por supuesto, no había esperado nada que no fuera práctico, pero nunca había estado en el espacio.

Nunca había querido siquiera tener esa idea.

—¿Te gusta? —pregunta padre mientras se sienta tensamente lo más lejos al otro lado de la sala.

Al no tener palabras para describir la absoluta confusión llenándome la mente, asiento. Padre tampoco es de los que desperdician tiempo; pronto descubriría de qué se trataba esta locura.

—Como sabes, la República firmó tratados con los Siete —comienza padre.

Sí lo sabía; todos en la Tierra y en los siete planetas con vida que habían estado en contacto con la Tierra sabían sobre los tratados entre planetas. Una guerra fría de inteligencia y miedo acababa de ser luchada entre planetas, una batalla de un siglo de agudeza entre la vida alienígena y la arrogancia humana. La guerra había terminado con un complejo gobierno llamado la República y, como padre había dicho, recientemente la República había finalizado los tratados entre los Siete planetas.

Al parecer, la paz era una necesidad universal.

—Sí. —Respondo ya que él había pausado por un tiempo bastante largo. ¿Dudaba de mi interés en la paz entre los Siete y la República? ¿O creía que yo no seguía ese tipo de temas? En realidad, padre no había estado aquí lo suficiente para saber cómo me comportaba o qué me gustaba y qué no. Tampoco estaba segura de que le importara particularmente.

—Estoy seguro de que sabes que la población entre planetas ha empezado a mezclarse. —El tono de padre es tan condescendiente que tengo que morderme la lengua; asiento una vez, concentrándome cuando siento que el centro de mi cerebro comienza a moverse para acumular energía—. Me gustaría enviarte a visitar un planeta.

La forma en que padre dijo visitar aludía a algo más que un breve viaje para absorber la cultura del planeta. En esa única palabra, escuché que no tendría otra opción más que ir y que era muy posible que no fuera a regresar.

—Una visita —digo amargamente, juntando los labios y moviéndome en el sofá en forma de cubo sobre el que estaba sentada. Mi cuerpo se tensa cada vez más entre más tiempo permanezco sentada; entre más me mira mi padre con ojos calculadores.

—Sí. La República ha notado que el hijo del Rey Niall de Leumin está en edad de contraer esposa; err, pareja. El ADN humano es compatible con la raza Leumian.

Las palabras caen lentamente, desenvolviéndose y procesándose en todas las maneras; intento, en vano, ver otro ángulo de lo que está implicando padre, pero mi mente llega repetidamente a la misma conclusión.

—¿Un matrimonio arreglado? —digo ahogadamente, levantándome del sofá y haciendo puño las manos a mis costados. Puedo sentir mi cara caliente con enojo y, sorprendentemente, con lágrimas. Cuando el agua sale de mis ojos, me toco la cara sorprendida.

No puedo recordar la última vez que lloré.

—Los Leumian no le llaman matrimonio —dice padre simplemente, levantándose de su asiento para caminar hacia las escaleras. Ya se está yendo, cementando su desinterés en mi vida—. Harás esto, Bella.

—¿Por qué? ¿Por qué debería hacerlo? —exijo con enojo, sintiendo mis dedos moverse. Si pudiera acercarme lo suficiente, me aseguraría de quitarle esa expresión de confianza de la cara.

—Si te niegas, haré que te encierren en un centro de corrección por esa otra habilidad anormal que has estado escondiendo.

Se me cae el alma a los pies y jadeo mientras más lágrimas caen por mi cara. ¿Cómo es posible que este hombre sea mi padre?

Trabajo en contener mis emociones, avergonzada por demostrar tanta debilidad frente a otros; trabajé muy duro para construir mi propia máscara para dejar que se derrumbe tan pronto.

Padre me ignora, sube por las escaleras que llevan afuera antes de detenerse de repente, se gira y me mira amenazadoramente. Sus ojos son tan penetrantes y fríos que casi puedo sentirlos pasar a través de mi alma.

—Confío en que no harás nada desesperado mientras Samuel está aquí. Tu nave se va pasado mañana. No la pierdas.

Con esas últimas palabras, Padre desaparece, un sólido golpe de madera y metal señala su partida.

Samuel está parado estoicamente cerca de las escaleras, prácticamente frente a ellas, cuidando no hacer contacto visual conmigo. Él es el más fuerte de los dos guardaespaldas que llegaron con padre, con un largo cabello negro y piel rojiza.

Presionó los labios y bajo dando pisadas hacia mi piso, golpeteó el código en el teclado y cierro mi puerta desde adentro. No me pierdo las pisadas sólidas de Samuel cuando me sigue bajando las escaleras a un paso mucho más lento.

Es inteligente al dejarme sola.

Me siento entumecida sobre la cama mientras proceso los eventos del día.

Cuando me desperté esta mañana con un vídeo mensaje en mi lap-pad de mi padre, nunca imaginé que este sería el resultado.

¿Qué tan arcaico era un matrimonio arreglado? Al menos en este planeta. Por todo lo que sabía, era una ocurrencia común en Leumin.

Pero no tenía una manera factible de evitar esto. Si huía, padre podría encontrarme. Y no pretendía estar encerrada en un centro mental; un lugar que de alguna manera permanecía funcionando a través de los siglos para miembros excéntricos de las familias, aunque el "tratamiento" ahí era horriblemente legendario.

No tenía opción en esto.

Tenía que hacer lo posible por sobrevivir.

El sueño no llego fácil ya que mi mente seguía dándole vueltas a las ideas. Nunca me había sentido tan completamente fuera de control en mi vida. Dormitaba y me despertaba con varias partes de metal de mi habitación flotando sobre mi cabeza; y la sorpresa de despertar con eso causaba que los objetos chocaran contra las paredes y el piso.

Luego de un choque particularmente ruidoso, Samuel había empezado a golpear mi puerta, amenazando con tirarla si no respondía sus alarmantes preguntas. Había estado tentada a retarlo a intentar atacar la puerta reforzada de titanio polimerizado; estoy segura de que hubiera sido muy entretenido presencia a un hombre de su talla perder contra un objeto inanimado diseñado para mantenerlo fuera.

Pero seguramente él reportaría el incidente – su falla – a mi padre y eso no me haría ningún favor. Así que me rendí, asomando la cabeza para asegurarle al lacayo de mi padre que estaba sin heridas y empacando.

Resulta que Samuel no es el byte más inteligente de la computadora. Quedó fácilmente satisfecho, asintiendo resueltamente antes de tirarse contra la pared junto a mi puerta y quedarse dormido en ese lugar.

Seguí moviéndome y girándome, mirando el techo e intentando aprender más sobre Leumian en mi lap-pad durante la noche. Virtualmente no había mucha información sobre Leumian o su planeta en ninguna de las bases de datos a las que entré.

Parecía que mi nueva residencia era bastante reservada.

Lo que me hizo sospechar más de las motivaciones de padre; ¿me estaba mandando a Leumin para reunir información? ¿Y qué estaban escondiendo los Leumian? Todos los otros Siete tenían cada pedazo de historia guardada en bases de datos inter-universales.

Pero no los Leumian.

La única información que pude encontrar fue el clima del planeta, que parecía ser muchísimo más errático que en la Tierra. Al parecer, debido al oxigeno más denso, las nubes en Leumin guardaban otros gases, electricidad y fluidos que creaban tormentas de lluvia muy torrenciales. Las dos lunas que orbitaban el planeta también tiraban de los vastos océanos, creando más grietas en los patrones climáticos.

Cierro el programa en el que estaba leyendo, pongo el lap-pad sobre el piso y me pongo de costado, suspirando pesadamente en la oscuridad de mi habitación.

No aprecio las amenazas que padre me lanzó; y ciertamente no me gustaba ser obligada a un matrimonio de base política. Tampoco me gustaba que mi padre pareciera saber más sobre los Leumian que lo que decían las bases de datos.

Dijo que los Leumian no llamaban matrimonio a este arreglo; dijo pareja, no esposa. No sabía cómo interpretar eso.

Había demasiadas preguntas girando en mi cerebro. Me hacían saltar los repentinos ronquidos que Samuel emitía dormido desde el pasillo.

No me gustaba sentirme así de tensa.

Bajándome de mi colchón hecho de espuma, me meto al baño y busco en el gabinete sobre mi lavabo hasta que encuentro el pequeño envase de spray que pocas veces uso. Se supone que los contenidos del spray inducen el sueño.

Abro la boca y echo tres rocíos rápidos en mi lengua, trago varias veces mientras la dulzura de miel baja por mi garganta, poniéndome somnolienta al instante.

Caigo sobre mi cama y le doy la bienvenida a la paz completa que me trae el sueño. No me despierto hasta la tarde del siguiente día. No me molesto en prepararme una comida a pesar de que mi estómago protesta con ruidosos gruñidos. En lugar de eso, empiezo a empacar las telas suaves y brillantes de mi ropa y otras necesidades en una maleta de viaje junto con el kit que padre me dio anoche.

Debí haber sospechado más cuando me dio el regalo.

De todas formas, no habría significado ninguna diferencia.

Usando mi lap-pad, intento abrir comunicación con Yvette, pero ella no está disponible. Recuerdo que me dijo que no la vería hoy; esa debió ser otra razón para sospechar.

Al no tener nada más qué hacer, sigo buscando información sobre Leumin y los Leumian; mi mente está ansiosa por cualquier cosa que pueda encontrar, pero todas las fuentes están tan secas como anoche.

Padre dijo que fue el Rey Niall quien aceptó este matrimonio arreglado. ¿El gobierno en Leumin opera como una monarquía? La Tierra no apoyaba la monarquía desde que las placas tectónicas de Europa habían chocado con las de Norte América. ¿Y eso significaba que mi futuro marido sería el Príncipe de su planeta?

¿Por qué un Príncipe se sometería a un matrimonio arreglado?

Las preguntas que aparecían en mi cabeza sólo me estaban causando un dolor ya que todo lo que se quedaba sin respuesta sólo incrementaba mi curiosidad.

Ansiosa por escapar de mi propia mente, rocíe más del medicamento que induce el sueño en mi boca, decidiendo meter el recipiente en mi bolsa de viaje. Estoy segura de que lo necesitaré en alguna ocasión durante mis viajes a través del espacio.

La siguiente vez que despierto, ya es de mañana y Samuel está golpeando mi puerta, exigiendo que me levante y que comience a prepararme para irnos. Deja de hacer ruido cuando escucha mis movimientos a través de las paredes.

Me tomo mi tiempo en el baño, tallando cada pulgada de mi suave piel hasta que queda rosa por la fricción y el calor. Ductos de aire secan mi cuerpo y cabello con una esencia sutil, muy parecida a las del spray para cuerpos del pasado. En el espejo de cuerpo completo de mi baño, estudio mi cuerpo con ojo crítico, viendo defectos que antes no me habían molestado. Parece que este arreglo me está haciendo sentir insegura de mi cuerpo; un sentimiento con el que estoy muy incómoda.

Mi altura está en el lado bajito de la escala, mi cuerpo es una masa que apenas pasa las cien libras. Mis extremidades son largas para mi estatura corta y delgadas, dándole a mi cuerpo una apariencia de cimbreño, el cual es enfatizado por la curva apenas existente de mis caderas y pecho. Una piel cremosa y translucida cubre mi cuerpo, el resultado de horas infinitas afilando mis talentos adentro, en secreto. Un cabello caoba oscuro, casi ébano, cubre mi cabeza, el copete está cortado bruscamente en lo alto de mi frente y las puntas de las capas reposan justo debajo de mi barbilla. Mi cara es interesante con una mandíbula suave, una nariz que se curva hacia arriba al final, pómulos altos y definidos, y unos grandes ojos azul hielo debajo de cejas rectas y oscuras.

No creo ser particularmente atractiva en el sentido actual – parece que los hombres humanos nunca dejarán de ansiar a mujeres rubias con grandes pechos – pero sé que soy lo suficientemente linda para mirar. De otra forma, estoy segura de que padre no hubiera ofrecido mi vida para un matrimonio arreglado con una raza lejana de extraterrestres. Al menos no requiero de la pintura para cara para realzar que las mujeres tanto aman.

Cepillo los pequeños nudos en mi cabello hasta que se seca y me pongo unas medias de rayón negro y un suave vestido blanco con gruesas rayas negras, de ceda y con capas que me llega a medio muslo. Mis botas son gruesas y negras con varios cierres decorativos y cintas que suben a lo largo del zapato hasta el último cierre que queda justo debajo de mi rodilla. A diferencia de muchas chicas de mi edad, yo sólo uso una pieza de joyería; un viejo pendiente de turmalina que cuelga de mi ombligo en una cadena de platino. La gema que cambia de color una vez perteneció a mi madre y es el único recuerdo que me importa para llevar conmigo a Leumin.

No me quedo mucho tiempo en mi casa, pero le exijo a Samuel que se detenga en casa de Yvette en nuestro camino hacia la salida de la ciudad.

Yvette no está sorprendida por el giro de eventos – después de todo, ella ya lo había visto pasar – y no ofrece ningún vistazo del futuro, aunque estoy a punto de rogarle. Sé que ella tiene razón y me encuentro maravillada ante su infinita sabiduría.

—Te extrañaré —me dice tristemente, tocando el costado de mi cara.

Me permito abrazar a Yvette, la mujer que me acompañó a través de la pubertad y me consoló en las noches en que padre se perdió de los logros de mi vida. No estaba segura de cómo lidiar con la pérdida de su compañía y, antes de salir de su casa, empiezo a enterrar esos confusos sentimientos en lo profundo de mi corazón.

Estoy más callada de lo normal mientras Samuel maneja fuera de la ciudad y hacia el aislado puerto espacial que contiene las naves que salen de la Tierra y se aventuran hacia el universo.

Las naves están hechas de varios materiales que soportan el abuso que el espacio pone en ellas. La tecnología dentro de la nave es casi tan impenetrable como la nave en sí, guarda los secretos de escudos, rejillas espaciales y una especie de manto de velocidad que avergüenza a los escritores de ciencia ficción del pasado.

Samuel me deja en la entrada de la nave, entregándome a un igualmente grande asistente de capitán de la nave, cuyos ojos analizaron mi persona con un interés apenas escondido. Tendría que mantener un ojo en el Asistente de Capitán Jared.

El capitán de la nave fue toda una historia diferente; Paul estaba extremadamente complacido de tener a la hija del Presidente Mayor de la Tierra como pasajera en su nave. Muy complacido. Insistió en que mis cuartos estuvieran a no más de diez pies de distancia de los suyos.

La esposa de Paul, una mujer felizmente embarazada llamada Rebeka, me dio un orgulloso tour por la nave. Para mi sorpresa, descubrí que la nave cargaba más que pasajeros humanos; había al menos uno o dos ciudadanos de cada uno de los siete planetas a bordo, aunque estaban un poco recelosos con mi presencia.

No podía culparlos; estaba siendo tratada de manera especial, a pesar de que estaba segura de que algunos de ellos eran embajadores de los Siete.

Incluso algunos de los pasajeros humanos fueron muy cortantes conmigo; varias mujeres me lanzaron dagas con la mirada por una u otra razón.

Nunca había sido particularmente popular con la gente, mayormente prefería mi propia compañía que la de otras personas. Por cualquier razón, nunca había encajado con alguien que no fuera un psíquico, pero tal vez eso era porque en cierto nivel podía relacionarme con otros psíquicos.

Aunque, algunos de los otros psíquicos habían sentido algo diferente a mí, a pesar de que ninguno supuso nunca de una segunda habilidad. La habilidad que todos conocían eran más desagradable que la que escondía, y suponía que eso tenía mucho que ver con la relativa soledad que siempre me había rodeado.

Aun así, no había anticipado la reacción de los otros pasajeros hacia mí y sabía que el viaje a Leumin, sin importar qué tan corto fuera, no sería placentero.

Rebeka notó la reacción que los otros pasajeros tenían hacia mí, me palmeo el hombro en lo que supuse fue un gesto tranquilizador.

—No te preocupes por ellos —sonríe, llevándome de regreso a mis cuartos—. Estarás en Leumin antes de que te des cuenta.

—¿Qué tanto tiempo?

Rebeka se sorprende por mi repentina pregunta, vacilando un momento.

—Oh, creo que poco menos de tres días. La nave tiene órdenes de llevarte primero.

Frunzo el ceño, pensando que esta podría ser otra razón de por qué los pasajeros parecen detestarme al instante.

—Seguramente eso es injusto —comienzo, haciendo un plan en mi mente de hablar con el Capitán.

Rebeka niega con la cabeza.

—No, Leumin es el planeta más cercano a la Tierra. De todas formas, tú hubieras sido la primera parada. —Pausa, parece pensar en algo por un momento—. De hecho, hay una chica Leumian de tu edad en este viaje. Tendré que presentártela luego de la zona de cero-gravedad. —Rebeka señala una luz parpadeante sobre la puerta de mi cuarto—. Es mejor que te agarres. Cero-gravedad llega rápido y se va incluso más rápido.

Rebeka se va a su cuarto y yo aseguro rápidamente mi maleta de viaje, y a mí misma a la silla acolchada con espuma que estaba pegada a una de las alcobas de las paredes.

El despegue es tan suave como puede ser, supongo, mientras la nave rompe a través de la atmosfera de la Tierra. El movimiento de la nave se detiene repentinamente cuando ésta entra en los campos de cero-gravedad alrededor de la Tierra.

Aunque estoy firmemente amarrada a mi asiento, siento mis órganos internos girar ante la ingravidez de mi cuerpo. Siento adrenalina cuando el aturdimiento es remplazado por la gravedad interna de la nave.

Lentamente desabrocho las cintas que me aseguran contra la alcoba y me paro sobre mis inestables pies, usando la pared junto a mí para apoyarme mientras mi cuerpo se acostumbra a la nueva gravedad.

Al recuperar mi estabilidad mental y física, tres golpes rápidos y la voz de Rebeka al otro lado de la puerta me señalan que mi brevísimo tiempo a solas terminó.

Y tan rápido como eso, mi último día en la tierra termina mientras mi primer día en el espacio comienza.


Traducción de la canción: Aquí no es dónde debía acostarme/Pero tú cavaste esta tumba/Me encaja perfectamente


¡Y empezamos de nuevo! Vengo con todas las ganas con esta nueva traducción, es cortita, sólo tiene 15 capítulos, así que es justamente lo que necesitaba en estos momentos.

Espero que les haya gustado y me digan en sus comentarios qué opinan de esta nueva historia. Supongo que ya sabrán quién es el príncipe con el que se tiene que casar Bella ;)

A las lectoras de GB, actualizaré este fin de semana, ya tengo el capítulo listo así que no se preocupen que no se quedarán con ganas de Edward, Chica Reed y Rainbow.

Nos leemos en el siguiente capítulo, de momento no tengo fechas de actualización.

¡No olviden dejar sus comentarios!