Último capítulo POR FIN. Por los reviews sé que muchas están decepcionadas, otras entre enfadadas y tristes... hay de todo, pero gracias por dejarme vuestros comentarios y vuestra más sincera opinión. A las que esperaban algo distinto, lo siento. A quienes les ha gustado aunque las haya hecho sufrir, mil gracias. Y si esperabais una explicación de los atacantes, etc. siento decepcionaros, porque decidí que me centraría en los personajes principales y dejaría el resto a vuestra imaginación.

Sobre el capítulo: Está dividido tres escenas, cada una relacionada con una parte de la primera cita del capítulo, correspondiente al poema de Miguel Hernández. Como adivinaréis muy pronto, la vida, la muerte y el amor son los ejes centrales. Además, he añadido una cita en cada parte, que también está relacionada con el contenido de la misma. Empecé a escribir el final de este fic a principios de septiembre de 2017, así que lo tengo todo bien pensado.

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La dedicatoria de este epílogo se divide en ocho partes:

para Ginny, porque no se merecía esto;

para Draco, que sí se lo merecía;

para Will, que fue creado con la finalidad de sufrir;

para Camille, que fue creada con la finalidad de hacer sufrir;

para Lady, que se alegrará con este epílogo (más o menos);

para Gizz, por la paciencia y comprensión infinitas;

para Nira, por haberme apoyado en el proceso creativo/asesino;

y para , porque he llegado más lejos de lo que nunca habría imaginado.

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«Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte y la de la vida».

Miguel Hernández


PRESCINDIBLE


Epílogo: Me abro al cierre

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«La desesperación infunde valor al cobarde»

Thomas Fuller

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El día era bonito y soleado. Los pájaros trinaban, el viento soplaba y la vida no hacía mella en aquel sacro lugar. Draco había tenido que reprimir el impulso de vomitar ante tanta calma. ¿Qué tipo de insulto era aquel? ¿Por qué todo parecía indemne? El mundo debería de estar acompañándolo en su desesperación, no brillando como si ella no hubiera muerto.

Recorrió el sendero de piedra que trascurría entre los pinos. ¿Por qué siempre había pinos en los cementerios? ¿Por qué los condenaban a esa lacra? No se encontró con nadie en su solitaria viacrucis, pero tampoco se habría dado cuenta de ello. Llevaba meses sintiéndose vacío. Subsistía porque su cuerpo seguía luchando por sobrevivir, pero su mente hacía tiempo que había pasado al modo automático. «Draco, come». «Draco, dúchate».

No, no había podido superar la muerte de Hermione. Por eso estaba allí.

Llegó a su objetivo, una lápida blanca igual a muchas otras lápidas a su alrededor. Pero para quien lloraba, la suya era totalmente distinta, como si un halo de luz la iluminara y distinguiera de entre todas las demás hileras de cadáveres.

Draco se acercó a paso lento, como si retrasar lo inevitable fuera a borrar todo lo sucedido. La verdad era que no había estado allí desde el funeral, e incluso entonces presenció la ceremonia desde lejos, así que no sabía cómo habrían dispuesto la lápida.

Pero no decepcionaba: era de mármol blanco, con el nombre de Hermione, su fecha de nacimiento y la de su muerte gravados en letras doradas. Eso era todo, no habían añadido nada más. Draco pensó que a ella le hubiera gustado.

Depositó el ramo de rosas al lado del jarrón con flores semi marchitas que era muy posible que su madre reemplazara cada semana y se sentó en el suelo. Quien pasara por allí pensaría que era una falta de respeto, pero Draco sabía que a Hermione no le hubiera importado. Al fin y al cabo, los muertos estaban muertos, no podían quejarse. Y tampoco tenía fuerzas para permanecer de pie.

―Hola ―musitó. Como si fuera a recibir respuesta.

Contuvo el aliento durante un segundo, esperando que algo pasara. La parte más hija de puta de su mente esperaba oír su voz desde atrás, preguntándole qué hacía allí. Luego él se giraría, vería a Hermione con las mejillas sonrosadas y los ojos llenos de vida, y se reiría de sí mismo por haber tenido la idea tan estúpida de acudir a su tumba.

No pasó nada de eso.

―Lo he intentado, Hermione ―dijo. La única respuesta que obtuvo fue el trinar melodioso de los pájaros. Draco torció el gesto―. Vale, es mentira: no puedo. No soy capaz de hacerme a la idea de que no estás aquí. ―Se pasó las manos por el pelo y luego las apoyó en las rodillas―. Y estoy cansado. Mi madre dice que algún día seré capaz de recordarte sin sufrir, que las heridas se cierran, pero es mentira. Ha pasado medio año, y sigo viéndote en cada esquina, en cada sueño. Y tú me miras con los ojos cargados de rencor. No lo soporto. ―A aquellas alturas, tenía la voz quebrada. Llevaba tanto tiempo queriendo soltar lo que lo atormentaba por las noches que ahora las palabras querían salir en tropel y lo asfixiaban.

»Lo siento mucho, Hermione. ―Sonrió de forma sarcástica, pensando en la mirada que ella le dedicaría si pudiera oírlo―. No, de verdad. Esta vez no lo digo para que me perdones y poder sentirme mejor con la mierda que soy. Lamento mucho haberte hecho daño. Tal vez… ―Inspiró hondo, intentando evitar que las lágrimas le quitaran la voz―. Tal vez si no hubiera hecho lo que hice, ahora tú estarías viva. O yo muerto. Cualquier alternativa era mejor a esta ―añadió con aspereza―. Pero no he venido a pedir perdón; ¿de qué sirve hablarle a un trozo de piedra, verdad? ―rio amargamente.

Se metió la mano en el bolsillo y sacó un frasco no más grande que su dedo índice. Le había costado mucho de conseguir, más le valía tratarlo como si fuera su posesión más preciada. Y de hecho, lo era.

»He venido a despedirme. No sé cómo funciona la muerte, pero si consigo encontrarte en la otra vida, ya me parece mucho más una opción mucho más atrayente que esta.

Sí, Draco Malfoy estaba a punto de suicidarse. Su vida ya no tenía ningún valor para él ahora que ya no encontraba motivos para seguir allí. Observó el líquido dorado; se había asegurado de que le proporcionaran un veneno rápido e indoloro. Sonrió con desprecio hacia él mismo. Hasta para eso era un cobarde. No había sabido cuidar lo que más amaba en el mundo, y ahora tampoco soportaba la idea de morir con dolor.

Era Hermione quien siempre había sido valiente. Él no. A la vista estaban los hechos.

Le dedicó una última sonrisa triste a las letras doradas antes de destapar el frasco y beberse todo el contenido de un trago. Al menos la descripción del veneno había sido acertada: murió sin darse cuenta de que la vida abandonaba sus labios.

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«No se puede descender dos veces por el mismo río, pues cuando desciendo el río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos».

Heráclito

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Cuando Draco abrió los ojos, una luz blanquecina lo cegó. Parpadeó varias veces, intentando vislumbrar algo. Tenía la sensación de que flotaba en el espacio, pero solo tuvo que concentrarse para que sus pies tocaran el suelo.

Poco a poco, el blanco de su alrededor fue tomando distintas tonalidades: verde, marrón, azul oscuro…

«Hogwarts», pensó con asombro cuando sus ojos volvieron a la normalidad. Estaba en el patio central de Hogwarts, el que había justo enfrente de la entrada principal.

Pero eso era imposible: él había muerto.

Y aun así, allí estaba.

Era de noche, y no se oía nada. Ni el sonido de un grillo, ni el roce de las hojas contra el viento que las mecía.

Sin embargo, no se sentía extraño. Era como si debiera estar allí en aquel momento. Pensó que tampoco tenía nada que perder, así que se acercó a paso lento a las puertas de madera, que se abrieron ante su presencia.

El pasillo de la planta baja también estaba desierto.

¿Qué hacía allí?

De pronto, tuvo el presentimiento de que no estaba solo. Solo tenía que ir al lugar indicado. Dejó que su memoria lo guiara, recorriendo pasillos y subiendo escaleras hasta que llegó a la Torre de Premios Anuales, aquella que había ocupado cuando volvió a Hogwarts después de la guerra.

Subió las escaleras a toda prisa (una de las ventajas de estar muerto era que no perdías el aliento) hasta llegar a la sala común. No le hizo falta contraseña para entrar a la sala de sillones mullidos y gran chimenea donde tanta paz encontró en el último año en Hogwarts.

Y entonces la vio. Estaba sentada en uno de los sillones, con las piernas pegadas al pecho y la mirada abstraída, clavada en el crepitar de las llamas. Tenía el pelo recogido en una coleta alta, con los mechones ondulados enmarcando su cara, y unos vaqueros con una blusa verde oscuro. Parecía mucho más joven y menos cansada que la última vez que se vieron. Rejuvenecida, si el universo le permitía la puta ironía de su comentario.

Cuando ella se dio cuenta de su presencia, se levantó y se cruzó de brazos.

―¡Por fin! ―Parecía tan viva que Draco quiso llorar de pura felicidad y frustración al mismo tiempo.

―¿Qué hacemos aquí? ―preguntó.

Hermione se encogió de hombros.

―A mí no me mires, es tu muerte: tu mente decide dónde estamos. Pero por lo que Harry me contó, cuando mueres vas a un lugar que te marcó en vida. ―Sonrió con melancolía―. Yo estaba en La Madriguera, con Fred. ―Miró a Draco con pesar―. Blaise también estaba allí. Y Pansy. Me han pedido que te diga que te vieron morir y que eres un llorón ―dijo, riéndose suavemente.

La opresión que había sentido Draco en el pecho se esfumó.

―Eso suena completamente a esos dos idiotas. Lo entiendo, pero ¿cuál es el propósito? ―Había tenido la esperanza de encontrar a Hermione en el Más Allá, si es que eso existía, pero no contaba con aparecer en un Hogwarts fantasma―. Es decir, Potter en realidad no murió, solo estaba en un lugar intermedio, porque luego volvió a la vida.

Hermione sonrió. Parecía aliviada.

―Pensé que nunca lo adivinarías. Creí que después de ver esto ―miró a su alrededor; las cosas seguían exactamente igual que cuando ellos vivían en la Torre― todo quedaría claro.

Los ojos de Draco se iluminaron (si es que eso era posible para un espíritu).

―¿Podemos volver? A la vida, me refiero.

Hermione puso los ojos en blanco y rio.

―Vale, retiro lo dicho. Yo creo que el rayo que me golpeó y el veneno que tomaste eran muy reales; muy shakesperiano, si me preguntas. Y a ninguno nos protegía ninguna barrera de amor maternal.

Draco suspiró. Se sentía como un tonto por haber sentido esperanza.

―No, nosotros no tenemos tanta suerte como Potter.

―Ven ―Hermione alargó una mano, ofreciéndosela. Él la miró con curiosidad―. Quiero mostrarte por qué estás aquí ―dijo.

Draco observó su mano pequeña y delicada y se preguntó si los muertos podían sentir. Cuando la rozó con la punta de los dedos, comprobó que a su tacto era tan cálida y estaba tan llena de vida como una mañana soleada de primavera.

Hermione lo guio escaleras arriba, hasta el piso superior. Una vez allí, giró hacia la derecha, a donde estaba la habitación que una vez había pertenecido a Draco.

De repente, sintió que estaba haciendo algo mal.

―Hermione. ―Draco se detuvo cuando ella tenía la mano en el pomo de la puerta―. Necesito saber una cosa.

Ella se giró. Clavó sus ojos marrones en él y lo miró con la seguridad de conocer la pregunta que lo atribulaba.

―¿Importa a estas alturas? ―inquirió.

Draco tragó saliva.

―A mí sí. Mucho. Si estamos aquí porque yo no puedo avanzar, necesito saberlo y quitarme ese peso de encima. Aunque la respuesta sea no, quiero intentar… Quiero poder dejarte marchar.

Ella negó con la cabeza y lo miró con tristeza.

―No se trata de eso ―respondió―. Pero si quieres saberlo ―se acercó a él y apoyó una mano en su mejilla; Draco agachó la cabeza hasta que sus frentes se rozaron―, la respuesta es sí. Cuando dije aquello, justo antes de morir ―solo alguien que había muerto sería capaz de hablar de su propia muerte con tanta ligereza―, significaba que te perdonaba, y lo decía de corazón. Estaba cansada de odiar.

Draco sonrió levemente. Nunca, ni en mil vidas, hubiera merecido a esa mujer. Ella, desde luego, no se había merecido a alguien como él.

Y sin embargo, allí estaban.

―Gracias ―musitó, abriendo los ojos―. ¿Crees que podrías haber vuelto a amarme? ―Contuvo el aliento.

Ella se separó un paso y lo miró con los hombros hundidos y cierta expresión de lástima.

―¿Importa? ―repitió―. Una parte de mí seguía queriéndote, pero otra no podía olvidar lo que hiciste. Y otra se había enamorado de otra persona. Te perdoné porque puse en orden mis sentimientos antes de decidir que iba a morir, y no quería llevarme esa carga conmigo, pero nunca sabremos qué hubiera pasado de seguir viva. ―Sonrió levemente―. Pero ¿quién sabe? Quizás ahora tengamos otra oportunidad.

Volvió a la puerta y la abrió. Se hizo a un lado, ofreciendo a Draco que se asomara.

Ni en un millón de vidas hubiera podido imaginar lo que vio dentro.

Una versión más joven de él dormía en su cama, con una Hermione también más joven abrazada a él. Estaban cubiertos por sábanas, y sus ropas descansaban en el suelo, desperdigadas. Ambos lucían una sonrisa plácida en el rostro.

―¿Qué es esto?

Hermione, plantada a su lado, ladeó la cabeza y lo miró.

―El presente. ―Frunció el ceño―. O el pasado; no lo tengo claro. Puede que también sea el futuro ―añadió―. La muerte no es un estado definitivo, solo un pasillo entre múltiples realidades. Detrás de cada puerta, una opción. En casa, somos un cadáver bajo una tumba; aquí, dos adolescentes enamorados. ―A Draco le pareció que se ruborizaba suavemente―. ¿Te acuerdas de esto?

Él asintió.

―Nuestra primera vez, ¿verdad? ―Se giró de lado y la miró con atención―. ¿Qué estás intentando decirme?

Hermione volvió a poner los ojos en blanco.

―Desde luego, queda claro por qué no te mandaron a Ravenclaw. ―Sonrió―. Nos están dando una segunda oportunidad ―asintió.

Draco soltó un grito ahogado.

―¿Podemos volver a empezar? ―aventuró.

Hermione negó con la cabeza. Acercó una mano a la habitación; cuando esta traspasó el umbral, se difuminó. La Hermione de la cama se revolvió en sueños, inquieta.

―No sé cómo funciona esto exactamente ―admitió. Sonaba frustrada por no tener la respuesta―. Tal vez despertemos y no recordemos nada de lo que pasó. Tal vez dentro de unos años tú me engañes otra vez y esto ―señaló la habitación y luego a ellos mismos― haya sido para nada.

―¿Y estás dispuesta a volver a intentarlo? ―le preguntó él.

Hermione suspiró.

―Seamos sinceros: mi muerte fue una trágica tontería. Si hubiera esperado unos minutos más, Viktor y los demás nos habrían rescatado y yo no hubiera sentido la necesidad de suicidarme para salvaros. Si no supiera que tenía otra opción, podría seguir adelante en paz, pero… Siento que todavía me queda mucha vida por delante. ―Lo miró de repente, clavando en él sus ojos marrones llenos de determinación―. Yo voy. Tú puedes seguir adelante si quieres. No creo que este Hogwarts sea la última parada de tu viaje. Nadie te juzgará si no quieres arriesgarte.

Y Draco lo comprendió. Ella no lo necesitaba para vivir. No era tan débil: Hermione era una mujer fuerte, decidida, que no dejaba que los demás se interpusieran en su camino. Había hecho los sacrificios necesarios para salvar a la gente que amaba. Por mucho que Draco hubiera deseado ser una parte indispensable de su vida, ahora comprendía que no era así.

No le importaba. Pretendía aprovechar cada segundo que le dieran para intentar compensar lo que hizo.

―Yo también voy ―dijo―. Espero no cometer los mismos errores.

Hermione sonrió.

―Sabía que un buen Slytherin no desaprovecharía una oportunidad como esta. Yo también espero que no los cometas, Draco Malfoy. Pero eso depende de ti. Ya sabes eso que dicen: no nos bañamos dos veces en el mismo río.

Ella fue la primera en atravesar el umbral; Draco la vio desvanecerse.

Él también dio un paso adelante.

Y luego otro.

Y luego el Draco Malfoy que había sido desapareció.

Los dos jóvenes de la cama se despertaron al unísono, como sacudidos por un mal sueño, pero ninguno de los dos recordaría jamás de qué se trataba.

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«El fracaso es la oportunidad de comenzar de nuevo con más inteligencia».

Henry Ford

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El error de Draco había sido ir al baño y creer que cuando saliera podría encontrar a Blaise. Ni la cantidad de gente que se apiñaba en un intento por hacerse un hueco para bailar ni la tremenda borrachera que se había pillado el mago ayudaban en su pesquisa de encontrar a su mejor amigo, así que en vez de eso se resignó y decidió ir a la barra a pedir otra copa. Tenía una opinión muy reservada sobre los muggles, pero debía concederles que su variedad de alcohol era superior a la del mundo mágico.

Se abrió paso casi a empujones, sin importar las miradas de reproche que sembraba a su paso (era Draco Malfoy y el resto simples muggles, qué le importaban a él) y apoyó un codo en la barra. Pidió su bebida a gritos y señas y esperó a que el camarero le sirviera.

De pronto, su codo resbaló sobre la barra y se dio con el hombro contra la persona que estaba a su espalda. Puso los ojos en blanco intentando adivinar qué tipo de persona le reclamaría una disculpa, pero cuando se dio la vuelta, vio que una chica con el pelo negro y un top escotadísimo del mismo color lo miraba. Puede que Draco estuviera borracho, pero la chica no parecía enfadada.

Levantó una mano a modo de disculpa, pero la desconocida se acercó a él.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó, pegando sus labios a una oreja de él.

—Draco —respondió el mago, apoyando una mano en la cintura de ella para no desestabilizarse.

—Yo soy… —La música no le permitió a Draco escuchar su nombre, pero no le importaba—. Encantada. ¿Quieres bailar?

Él se quedó mirando esa sonrisa pintada de rosa y sintió una mano de ella en su hombro, y su primer impulso fue devolverle la sonrisa. Pero entonces algo le hizo fruncir el ceño y dar un paso atrás como pudo. Volvió a mirar a la desconocida y se dio cuenta de una cosa: no era Hermione.

Se inclinó hacia delante para que la chica pudiera escuchar sus palabras:

—Lo siento, tengo novia. —Por el rabillo del ojo vio una figura oscura: Blaise—. Pero aquel es mi amigo Blaise, y se siente muy solo desde que él y su novia cortaron. —La chica parecía decepcionada por su rechazo, pero al posar un ojo en Blaise volvió a sonreír con aire calculador—. Ve y preséntate. Seguro que está encantado de conocerte. Ah, y dile que Draco se va a casa.

Salió de la discoteca, agradeciendo la súbita ráfaga de aire fresco, y fue dando tumbos hasta un lugar donde pudiera desaparecerse. Cuando llegó a su ático, se quitó los zapatos en la entrada, con mucho cuidado de no hacer ruido y despertar a Hermione y fue al baño a lavarse los dientes.

En su habitación, sonrió al verla profundamente dormida en el lado izquierdo de la cama, su favorito, y procedió a quitarse los pantalones y la camisa con cuidado.

—¿Ya has vuelto? —murmuró una Hermione todavía medio dormida. Al parecer no era tan sigiloso como él creía.

—La vida me da vueltas, necesito dormir —dijo él, y sonrió como un bobo ante su propio estado de embriaguez.

Hermione sonrió desde la almohada.

—¿Qué pasa, ninguna otra chica ha querido acogerte durante una noche? —bromeó.

Draco se metió en la cama y buscó su cuerpo para abrazarla.

—¿Para qué querría yo a otra chica si te tengo a ti?


FIN.


Quiero que sepáis una cosa: este no es mi final. Para mí, el fic acaba en el capítulo anterior: con Hermione muerta y Draco sufriendo por toda la eternidad. Pero esta historia no es mía, era un regalo para Gizz, y no quería terminarla sin darle lo que ella quería: un final feliz. Como habréis supuesto después de conocerme desde hace tanto, «feliz» es un concepto muy amplio y, sobre todo, subjetivo. No podía hacer que volvieran juntos, era imposible. Habría ido contra mis principios, así que esta es la solución que se me ocurrió. Muchas me diréis que el fic es mío, que no debería intentar contentar a todo el mundo, pero lo hablé con la segunda persona más importante en este fic después de mí misma, Gizz, y acordamos que las dos seríamos felices con este final. Hasta aquí la explicación de mis razones.

Vosotras decidís qué pasa después. Mi trabajo aquí ha terminado.

Como siempre, quiero animar a todas las personas que nunca han dejado un review a que lo hagan ahora, solo para saber qué les ha parecido la historia. Y a las que me han seguido desde siempre y han sufrido conmigo (y por mi culpa), MUCHAS GRACIAS.

Y ahora, una pequeña reflexión. Sé la opinión de muchas: si no van a quedar juntos, para qué escribir un dramione; si vas a matarlos al final, haber avisado. Bueno, es mi historia, y vosotras tomáis el riesgo de que estas cosas pasen cuando leéis. Al fin y al cabo, la vida está llena de sorpresas, decepciones y desengaños; también de alegrías y segundas oportunidades. Cada cual se adapta a las circunstancias como quiere. Pero no me negaréis que este epílogo es una grata sorpresa; debemos darle las gracias a Gizz porque Draco y Hermione tengan una segunda oportunidad.

En fin, espero que os haya gustado. Nos vemos en mis otros fics.

MrsDarfoy


Sic tibi Complete levis.