Advertencia: Fanfic con temática aventurera, pero ante todo, romántica, si este tipo de relatos no te agradan, te recomiendo humildemente leer otra historia.

N/A: Hola, traigo nueva historia Romanogers, WinterWidow y Winterwitch entre manos. Antes de empezar quiero aclarar que no soy una autora que junte a las parejas en el primer capítulo, me gusta que los sucesos tengan coherencia y que todo se vaya dando a su debido tiempo.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Marvel & Disney © No tengo fines de lucro.


Uniones Inevitables

Capítulo l: ¿Lo haces por Rogers o por Barnes?


—Hazlo...

«No puedo»

El pulso de Natalia Romanova sufrió un remezón ligero, trató de conservar la calma, pero apenas notó que su puntería titubeó y su blanco se desvió, supo inmediatamente que sus emociones estaban dominándola por entero.

Es que simplemente no podía hacer eso, no podía matar a ese hombre. Apartó su dedo del gatillo y al instante bajó la pistola, aquello la superaba por completo.

La estancia se sumió en un silencio incómodo y perturbador. Lo que la muchacha acababa de hacer podía ser severamente sancionado, desobedecer las indicaciones de un superior era sinónimo de cometer una falta grave. Ninguna de las presentes se atrevió a decir algo, nadie quería recibir el castigo de la señorita Eleni, la temida y siniestra instructora de entrenamiento de la K.G.B. Las jóvenes aspirantes a convertirse en espías habían presenciado en primera fila los abusos que cometía esa horrenda mujer. Cada vez que alguna de ellas se negaba a cumplir una orden, Eleni simplemente las golpeaba hasta cansarse.

La temida instructora de entrenamiento le lanzó una mirada cargada de severidad y advertencia, la pelirroja sabía perfectamente bien lo que significaba aquello. Si no jalaba el gatillo, Eleni iba a deshacerse de ese hombre de manera cruel y despiadada, lo haría sufrir hasta que clamase piedad y si eso llegaba a ocurrir, la culpa sería únicamente de ella.

Ya le había sucedido antes, y por nada del mundo quisiera tener la desgracia de revivir esa experiencia.

—¡Por favor que alguien me ayude! —bramó la víctima.

Natalia sintió un vuelco en el estómago, nunca antes había visto tanto pánico en un ser humano, ese pobre hombre temblaba en su totalidad, tenía el rostro cubierto con una bolsa de género negro, sus piernas y manos estaban atadas con unas sogas bastante gruesas, permanecía sentado frente a ella y el resto de las ocupantes de aquella estancia. Estaba ahí, como si fuese un simple objeto carente de emociones y sentidos. Como si su vida no valiera nada.

—¡Hazlo, Romanova! —volvió a insistir la instructora. La pelirroja le miró suplicante, en verdad no quería asesinar a ese hombre, no quería manchar sus manos con más sangre de personas inocentes. Sabía que eso era parte de su entrenamiento para convertirse en espía, pero aquello la estaba perturbando en demasía—. No voy a volver a repetírtelo, sabes que le haré daño si no lo haces tú misma.

Ella tenía razón. Debía hacerlo por sí misma.

La joven rusa procuró ignorar los gritos de misericordia que continuaba emitiendo el hombre, volvió a levantar la pistola y apuntó con decisión hacia su cabeza, sus ojos verdes se cristalizaron y lentamente comenzó a bajar una lágrima por su mejilla. El fantasma de ese individuo iba a perseguirla hasta el final de sus días, jamás podría quitarse de la mente lo que estaba a segundos de hacerle.

Quitó el seguro del arma y posó su dedo en el gatillo. Los latidos de su corazón resonaban pesadamente en el interior de su cerebro, sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento.

«Hazlo, solo hazlo».

Jaló el gatillo y la bala no tardó en impactar el cráneo de aquel hombre, la pared se tiñó de una siniestra mancha roja, la sangre de su víctima junto a algunos restos de su masa encefálica comenzaron a escurrirse lentamente por el muro. Natalia sintió deseos de correr y vomitar todo lo que estaba en su estómago, pero su asco no se debía a que sintiera repulsión de la imagen que sus ojos le estaban mostrando, lo que la mantenía así de asqueaba, era asimilar la horrible persona en la cual se estaba convirtiendo.

Negó con la cabeza. Ni siquiera merecía autodenominarse como «persona». Lo que había hecho era despreciable. No era más que una maldita asesina, una maquina de matar que solo servía para hacer daño.

—Felicidades, lo hiciste muy bien... —le dijo la instructora.

Natalia ni se inmutó ante la aprobación de su superior, tampoco se molestó en mirarla o responderle con algún gesto, lo que acababa de hacer merecía una sentencia de muerte y un pase directo al infierno, no unas estúpidas y superficiales felicitaciones. Limpió sus lágrimas con rapidez y se limitó a guardar silencio, no quería decir nada, solo deseaba salir de ese lugar, necesitaba marcharse de ahí cuanto antes.

—No te sientas culpable, esa basura que acabas de eliminar estuvo infiltrado en el gobierno soviético durante dos años. Mientras nosotros le dábamos comida y un techo donde vivir, este imbécil les proporcionaba información privada a los malditos estadounidenses.

Para la pelirroja esos argumentos solo fueron palabras vacías y sin sentido. Que ese hombre hubiese hecho tal cosa no cambiaba en lo absoluto la atrocidad que ella acababa de cometer.

—¿Puedo retirarme? —fue todo lo que la joven mencionó.

—Sí, puedes hacerlo, pero... debes dirigirte al cuarto de entrenamiento.

La chica liberó un suspiro, pero no precisamente de alivio. Odiaba esa maldita habitación roja.

—Estoy agotada, necesito descansar, entrenaré mañana.

La mayor le dedicó una sonrisa irónica.

—Tú no decides eso —replicó—, ve a ponerte el traje de entrenamiento.

La muchacha gesticuló una mueca de notorio fastidio, detestaba recibir órdenes de esa mujer, detestaba no poder plantarle un puñetazo en ese maldito rostro cínico y petulante. ¿Es que acaso no había tenido suficiente durante ese día? ¡Por Dios, acababan de obligarla a asesinar a un hombre!

Con pesadez soltó el aire, no tenía más alternativas que resignarse.

—Estaré ahí en unos minutos. —Comenzó a caminar hacia la salida de la estancia, pero la instructora le interrumpió en tanto la cogía por el antebrazo.

—Suerte... la necesitarás.

—¿A qué se refiere? —inquirió, ladeando ligeramente el rostro.

—Madame B, quiere que entrenes con un soldado superior a los demás, ya sabes, alguien con habilidades un tanto especiales. —Natalia le miró interrogante, no comprendía por qué tanta exageración, siempre entrenaba con soldados altamente capacitados y jamás le habían dicho que necesitaría suerte—. Con lo que te he enseñado al menos deberías poder darle unos cuantos golpes.

—¿Tan solo unos cuantos golpes? —preguntó con desconcierto. ¿Con quién diablos pretendían ponerla a entrenar?—. Por favor... sé que no soy la mujer más fuerte del mundo, pero he neutralizado a muchísimos soldados, no veo por qué ahora tendría que ser diferente.

—Lo sé y me consta, eres la mejor viuda negra de la división, por eso te he elegido para que entrenes con este soldado del cual te estoy hablando. —De pronto una extraña sensación de angustia se apoderó de la chica, la instructora parecía estar hablando en serio—. Cuídate de su brazo.

.


.

En el interior del cuarto rojo no había nadie más que ella y aquel cuadrilátero en donde se llevaban a cabo las prácticas de entrenamiento. Se preguntó en dónde rayos estaba ese famoso soldado del que tanto presumían todos, aún no entendía por qué la instructora le había dado tantas advertencias.

Con gesto pensativo y mientras echaba un amplio vistazo a su alrededor, la chica arqueó una ceja, ¿por qué no había nadie más ahí dentro? Sus entrenamientos siempre eran vigilados y monitoreados por agentes soviéticos, ¿qué diablos estaba pasando?

La puerta se abrió de forma repentina, Natalia dio un respingo e inmediatamente guió sus pupilas hacia dicho sitio. Un hombre alto, de cabellera relativamente larga y oscura se adentró a la estancia, cruzó el umbral de la puerta y sin siquiera prestarle atención se dirigió hacia una pequeña mesa que contenía algunas armas, con absoluta calma las comenzó a analizar y a estudiar con sus manos. Fue entonces que la pelirroja se percató del detalle de su brazo izquierdo, tragó saliva, ahora comprendía a qué se refería la instructora. El brazo de ese hombre era completamente metálico.

A los breves segundos, uno de los agentes que se encargaban de supervisar los entrenamientos se adentró a la habitación y se dirigió directamente hacia donde estaba ella. Cargaba una soga en las manos y Natalia sabía a la perfección lo que aquello significaba; la harían entrenar maniatada.

—La primera parte del entrenamiento será con algunas dificultades —musitó el supervisor, para luego extender la soga hacia la pelirroja—. Tus manos.

—Definitivamente no...

El ruso le dedicó una sola mirada fulminante y eso fue suficiente para la muchacha. No tuvo más opciones que extenderle sus manos y permitir que las atase. Notó que el soldado le dedicaba una mirada de reojo y su nerviosismo aumentó al triple.

—No seas tan drástico, esta chica es buena, pero aún está aprendiendo —le dijo el instructor al hombre que mantenía su atención fija en el armamento, este en respuesta simplemente asintió con la cabeza—. Pero... si quieres puedes divertirte con ella, yo no diré nada.

Romanova sintió un escalofrío y unas ganas horribles de escupir la cara de ese estúpido pervertido, pero afortunadamente el soldado no pareció prestar atención a esas palabras y continuó concentrado en sus asuntos, cosa que la joven agradeció desde lo más profundo de su corazón.

El ruso forzó con exageración el último nudo, eso provocó que Natalia formase una mueca de dolor, de seguro aquello iba a dejarle una marca.

El instructor terminó de atarle las muñecas, no argumentó nada más y simplemente se dirigió a la salida del lugar.

La estancia se sumió en un silencio aterrador, la muchacha vio con pánico como ese hombre comenzaba a despojarse de sus prendas superiores, por inercia retrocedió un paso y apartó su vista en dirección contraria. ¿Acaso ese tipo sí tomaría en cuenta la sugerencia del instructor e intentaría abusar de ella? Su corazón comenzó a latir con fuerza, esperaba que él no fuese esa clase de sujetos... porque si en verdad lo fuera, estaría total y completamente jodida, no tenía posibilidades de enfrentarse a un hombre con un brazo como ese, mucho menos estando atada.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó de repente. Natalia se sorprendió ante eso, le miró durante algunos segundos, pero apartó sus pupilas en otra dirección tan rápido como pudo. Se estaba poniendo una camiseta sin mangas y la pelirroja pudo apreciar en todo su esplendor su torso desnudo—. ¿No me has oído?

El soldado terminó de acomodarse dicha prenda para luego proceder a mirarla con fijeza. Natalia se animó a enfrentarlo con la vista y le sostuvo la mirada sin mostrar un ápice de miedo, pero él no era ningún idiota, sabía muy bien que en el fondo esa pelirroja estaba aterrada.

—¿Es una trampa, verdad? —refutó, convencida. El castaño, sin entender a qué se estaba refiriendo, frunció el ceño—. ¿Te enviaron a matarme?

—No sé de qué demonios estás hablando.

—Es demasiado sospechoso que solo yo tenga que entrenar contigo. —En señal de respaldo a lo que estaba diciendo, alzó sus manos atadas. Sin mencionar esto.

—Supongo que «eso» es porque eres superior a las demás... o al menos eso fue lo que ellos me dijeron.

Trató de no distraerse con la penetrante mirada de ese hombre, pero aquello era imposible de realizar cuando estaba en frente de los ojos más azules y enigmáticos que había visto en su vida. Mentiría si no reconociera que aquel soldado le resultaba atractivo. Poseía un rostro varonil y unos orbes particularmente incitadores, sin mencionar la forma agradable en que las prendas de vestir se ceñían a la musculatura detallada de su cuerpo. Su voz era gruesa y marcada por un evidente acento americano, acento que a la joven le parecía inquietante, pero exageradamente atrayente. Como la forma en que se movía, o la manera sencilla con la cual era capaz de intimidarla con el simple hecho de observarle. Pero lo que más intrigaba a Natalia era ese brazo metálico... esa extremidad exclamaba y denotaba a gritos la palabra muerte.

De hecho, la sola presencia de ese hombre inspiraba peligro.

Se impactó de sus propios pensamientos y se quedó viéndole en silencio. ¿Qué rayos estaba haciendo? No tenía por qué estar pensado en ese tipo de esa forma.

—De hecho... sí, aparentemente soy la de mejor rendimiento —prosiguió, aún aturdida por los recientes pensamientos que había tenido—, pero también soy la que más problemas les da, no me sorprendería que quisieran asesinarme. Lo siento, pero tengo muchos motivos para sospechar y desconfiar de ti en estos momentos.

—Entonces no eres la única que tiene ciertas sospechas, yo también tengo algunas. —Avanzó hacia donde estaba ella y sin descaro procedió a mirarla de pies a cabeza—. ¿Qué hace una mujer como tú en una pocilga como esta?

—¿Una mujer como yo? —replicó, con cierta cuota de molestia—, ¿a qué te refieres con eso?

Ahora fue él quien desvió la mirada.

—Bueno... las chicas bonitas suelen dedicarse a otras cosas, son actrices, modelos, bailan ballet o simplemente se casan con un tipo de buena situación económica. —Con eso la pelirroja perdió la poca seguridad emocional con la que contaba. No sabía si sentía así de desconcertada por lo que él había mencionado sobre el ballet, su antigua profesión, o si se debía a que le había dicho indirectamente que era linda—. Por lo general, las chicas como tú no se dedican a entrenar para ser asesinas.

—No deberías juzgarme por mi apariencia.

El de cabellera castaña no contestó, Natalia lo vio caminar en dirección a la mesa que contenía las armas, extrajo desde ahí una cuchilla de proporciones considerables y ante eso ella solo fue capaz de tensar sus músculos. El soldado regresó en sus pasos y de nueva cuenta se detuvo muy cerca de la rusa.

—¿Cuál es tu nombre? —insistió. La futura espía continuó empecinada en ignorar esa pregunta y solo se dedicó a mirar con recelo la cuchilla que él sostenía entre los dedos. Pero su desconfianza y actitud de pocos amigos cambió radicalmente en cuanto sintió como él comenzaba a romper la soga que ataba sus manos. Ante ello, la muchacha gesticuló una leve mueca de asombro, pero se sintió incapaz de decir algo al respecto, solo pudo mirarle con perplejidad y un leve ápice de gratitud—. Descuida, no importa si no quieres decirme tu nombre, de todos modos no soy bueno recordándolos, siempre termino olvidándolos...

—Me llamo Natalia... —contestó finalmente. El soldado la miró fijamente—. Natalia Romanova.

—¿Tienes miedo, Natalia?

—No, ¿acaso debería tenerlo?

—Eso tendrás que responderlo después de terminar el entrenamiento.

...

Wakanda

Natasha deslizó la palma de su mano izquierda sobre el cristal de aquella cámara que contenía el cuerpo congelado de Bucky. Era increíble que después de todo lo ocurrido continuase sintiéndose nerviosa e inquieta ante su presencia, habían pasado demasiadas cosas durante los últimos años, pero el efecto que producía ese hombre sobre ella parecía no cambiar en lo absoluto.

Le había costado muchísimo trabajo disimular el pasado oscuro que compartía con él, era un secreto que jamás se había permitido revelar, Bucky representaba una parte importante de su vida, era un pedazo de su historia demasiado íntimo y no estaba interesada en compartirlo con nadie, ni siquiera con Clint, que era la persona en quien más confiaba.

En varias ocasiones consideró la posibilidad de revelar dicho secreto a Steve, pero descartaba la idea rápidamente, estaba segura de que el rubio se enfadaría muchísimo y probablemente no vería con buenos ojos que le hubiese ocultado dicha información durante tanto tiempo, sin mencionar que no le agradaría en lo absoluto saber que su mejor amigo se involucró sentimentalmente con ella, pero Natasha también sabía que con el tiempo el capitán lo entendería, incluso la perdonaría, después de todo, Steve Rogers era el hombre más bueno y comprensivo que cualquier persona pudiese conocer.

Natasha admiraba su increíble historia de esfuerzo y superación personal, admiraba sus valores éticos y su capacidad de liderazgo. Simplemente lo admiraba y lo quería por ser Steve. A final de cuentas, él era justo eso que ella jamás llegaría a ser. Rogers era una persona intachable que no le debía nada a nadie. Ella era todo lo contrario a eso, tenía un pasado del cual no se sentía orgullosa en lo más mínimo, y tal cual como se lo había dicho Loki, sus números estaban en rojo. Tenía muchas cuentas que saldar.

Podría estar hablando y enumerando durante todo el día las virtudes del Capitán América, pero prefería no hacerlo. Su mente tendía a confundir la admiración y amistad que sentía por él con otros sentimientos que últimamente le costaba bastante trabajo disimular.

La espía quitó su mano del cristal en tanto dejaba escapar un suspiro. Parecía tener un don especial para decepcionar a sus seres queridos, no haberle dicho la verdad a Steve desde un principio había sido un error grave y muy estúpido de su parte. Le había costado bastante trabajo ganarse la confianza del capitán y ahora estaba a pocos minutos de perderla para siempre, pero arrepentirse de lo que haría a continuación ya no era una opción.

Necesitaba despertar a Bucky para que esa pesadilla terminara cuanto antes. Él era la única persona que podría ayudarle a concretar sus planes.

—¿Estás segura de hacer esto? —le preguntó T'Challa.

Natasha lo miró con distracción, había olvidado por completo la presencia del actual gobernante de Wakanda.

—Sí, estoy segura. Es arriesgado, pero hacer esto es la única salida que tenemos. —Dio un largo suspiro antes de continuar—. El primer paso es comenzar a limpiar nuestros nombres, para ello necesitaremos testigos y muchas pruebas que respalden nuestros argumentos.

—¿Y de dónde saldrán esos supuestos testigos y la información?

—De bases secretas de Hydra —La pelirroja enfocó la vista sobre el cuerpo inerte de Barnes—, él es la única persona que puede ayudarme a desmantelarlas y obtener la información necesaria, las conoce mejor que nadie.

—Él pidió estar aquí y en ese estado para no perjudicar a más personas, porque no se considera capaz de dominar su inestabilidad psicológica, ¿qué te hace pensar que es buena idea despertarlo?

—Han pasado seis meses desde que Jame... —se interrumpió a sí misma y guardó silencio abruptamente, llamarlo «James» era algo que actualmente no se permitía hacer frente a los demás—. Perdón, como decía, han pasado varios meses desde que Barnes se encuentra en aquel estado, yo creo que ha tenido suficiente descanso, además, aquí nadie le somete a torturas que borren sus recuerdos y que lo confundan o lo obliguen a realizar malas acciones. El punto es, su majestad, que él le debe un favor grande a Steve, y esta es su mejor oportunidad para retribuirlo.

Durante algunos segundos Pantera negra realizó una mueca pensativa, aún no lograba convencerse del todo, nadie les podía garantizar que despertar al soldado fuese una buena idea, la mente de ese hombre se encontraba demasiado vulnerable antes de someterlo a congelación criogénica, sin mencionar que se había comprometido con el capitán Rogers a cuidarlo y a mantenerlo fuera de peligro.

—T'Challa, sé que no confías en mí, y no te culpo por eso, te pido perdón si no fui honesta o si te engañé, pero...

—No tienes que disculparte —la interrumpió—, yo... en parte agradezco que me detuvieras, sé que Barnes no es un santo, pero no podemos culparlo, él es una víctima más en todo esto y yo... yo quise hacerle daño, quería vengarme y hacerlo pagar por algo que él no había hecho.

—Me gustaría que Tony lo apreciara de la misma forma.

—La venganza es la peor emoción que puede dominar a un hombre. Lamentablemente el señor Stark aún no lo comprende.

—De hecho, Stark será una pieza molesta en todo esto —puntualizó la espía. Sentía una jaqueca infernal con el sólo hecho de pensar en eso—, según tengo entendido él todavía sigue buscando a Bucky, no sé cómo, pero sabe que no está con los Vengadores Secretos.

—Eso de los Vengadores Secretos no le funcionará por mucho tiempo al capitán, tarde o temprano van a capturarlos.

Natasha no pensaba igual, Steve era un excelente estratega, un excelente líder y una excelente persona, un hombre con dichas cualidades podía hacer lo que quisiera. Aunque actualmente las circunstancias no estuviesen a su favor, Steve jamás se dejaría vencer, siempre encontraría algo que le permitiese continuar en pie. Para él no existían problemas sin soluciones, mucho menos cuando contaba con un importante grupo de personas apoyándole.

—No subestimes a Steve, tiene a Clint, a Sam, a Scott, a Wanda, y ahora Sharon Carter también está con él. —Su estómago se contrajo al decir lo último, pero procuró ignorarlo—. Además, si estoy haciendo esto es precisamente para ayudarlos a que eso no pase.

—Bien, antes de hacer esta locura, puedo hacerte una pregunta. —Romanoff asintió—. ¿Esto lo haces por Rogers o por Barnes?

¿Acaso era tan evidente su interés personal por ambos? Posiblemente sí, lo era, o quizás T'Challa simplemente era un hombre demasiado astuto y observador.

—Lo hago por los dos, pero también lo hago por mí y por todas las consecuencias que dejó esta especie de guerra civil.

—¿Y qué pasa si él no te quiere ayudar?

Sin mostrarse realmente preocupada por eso, Natasha se encogió de hombros.

—Eso no es una opción que esté en discusión —El rey arqueó una ceja. Ella parecía estar muy segura de sí misma—. Tendrá que hacerlo...

—¿Y si se descontrola? ¿Si pierde los estribos e intenta atacarte? —La pelirroja no se inmutó ante esas palabras, por el contrario, sonrió ladina como si acabase de escuchar algo gracioso—. Lo siento, Natasha, pero es demasiado arriesgado, no puedo exponerte así, ni a él tampoco, le prometí al cap...

—Tranquilo —le interrumpió, mientras le dedicaba un gesto con las manos—. No sería la primera vez que intentase atacarme.

.


.

Si alguien le hubiese dicho que su vida cambiaría radicalmente en menos de seis meses, Sharon jamás lo hubiese creído. Aun no podía convencerse, todo había ocurrido demasiado rápido, la muerte de su tía Peggy, el conflicto del acta, su relación con Steve y todas las consecuencias que acarreó el hecho de haberle ayudado. Una de esas consecuencias fue perder nuevamente su empleo, la CIA estaba empecinada en encontrar al capitán Rogers y a sus secuaces, constantemente perseguían cualquier pista que los pudiese llevar hacia Steve y compañía. Sin mencionar que habían puesto especial vigilancia a cada uno de sus movimientos, ellos eran astutos y no tuvieron que atar demasiados cabos sueltos para comenzar a sospechar de su persona. Sharon pensó seriamente en confesar haber ayudado al capitán, ya no tenía miedo y estaba dispuesta a afrontar las consecuencias, no se arrepentía de lo que había hecho.

Pero antes de confesar cualquier cosa, el rubio se contactó con ella a los pocos días de haber dejado a Bucky en Wakanda. La llamó para despedirse ya que ni él ni sus compañeros podían permanecer por más tiempo en los Estados Unidos, Sharon le informó que la CIA estaba sospechando de ella y que probablemente tomarían acciones legales en su contra. Bastó con que dijera eso para que el soldado fuese a su encuentro y le ofreciera irse con él. Sharon ni siquiera advirtió el momento exacto en que le dio un «sí» como respuesta, cuando se percató de lo que estaba ocurriendo, ya se encontraba arriba de un avión clandestino viajando a un pequeño pueblo de Alemania.

Ahora era parte de los Vengadores Secretos, era parte de ese pequeño y reconfortante grupo de personas, todos habían sido muy amables con ella, la acogieron como una miembro más del clan y cada día que pasaba se sentía como si estuviese en casa. Su relación con Steve se había dado bastante rápido, en un comienzo existieron ciertas dudas al respecto. Sharon continuaba sintiéndose extraña cuando reflexionaba sobre su noviazgo con él, pues cada vez que comprendía la magnitud de los hechos, se debatía mentalmente qué tan malo era estar en una relación con el primer gran amor de su tía, el hombre del que tantas veces escuchó historias cuando apenas era una niña... sentía que de algún modo extraño y bizarro traicionaba a su tía cada vez que besaba a Steve o pensaba en lo mucho que lo amaba, pero él mismo le había hecho entender que no estaban haciendo nada malo, ambos tenían derecho a seguir con sus vidas.

—¿Qué haces aquí tan sola? —inquirió Wanda, adentrándose a la cocina.

Sharon le dedicó una sonrisa en tanto se encogía de hombros.

—Vine a cocinar algo —explicó, mientras apuntaba una tabla sobre la cual estaba picando algunas verduras—, pero me distraje pensando...

La castaña se aproximó a ella y comenzó a ayudarla al tiempo en que cogía otros ingredientes de la alacena.

—Lo único que extraño de Stark eran sus lujos... En la torre raramente cocinábamos o hacíamos alguna labor doméstica.

—Bueno, ahora no tenemos más alternativa que hacerlo nosotras. A menos de que quieras arriesgarte a que Scott y Clint cocinen otra vez.

Aquello sacó una carcajada por parte de ambas.

—Todavía recuerdo las caras de asco que tenían Sam y Steve —complementó Wanda sin parar de reír—. Si Natasha hubiese estado aquí, esos dos se habrían ganado una paliza.

—Se ve que la extrañan mucho... —comentó Carter, dejando el cuchillo que tenía en sus manos a un lado—. ¿Por qué ella no está aquí? Tengo entendido que el gobierno también está tras sus pasos, lo natural sería que estuviese junto a sus amigos, ¿no?

Wanda tragó saliva sin saber exactamente qué responderle. Ella sabía muy bien por qué razón la pelirroja no estaba ahí, pues pocos días antes de que Steve fuese a buscar a Sharon para llevársela con ellos, Natasha y él habían tenido una discusión. No fue nada grave, pero habían sostenido un leve intercambio de opiniones. La espía quería comenzar un plan para demostrar que ellos no merecían ser arrestados por simplemente no estar de acuerdo con el registro, quería intentar solucionar las consecuencias que la guerra civil había dejado. Steve estaba de acuerdo, pero él argumentaba que no podían actuar de forma tan impulsiva y que debían tener un plan certero antes de intentar hacer algo... ella le reclamó aquello e incluso lo acusó de «quedarse de brazos cruzados» Steve replicó diciéndole que de momento sólo debían mantenerse alejados y actuar desde las sombras, cosa con la cual la mayoría estuvo de acuerdo. Luego de eso, Natasha se enteró de que Steve pretendía llevarlos a todos hacia un pequeño pueblo del noroeste de Alemania, lugar en el que actualmente se encontraban refugiados.

La pelirroja en un principio se mostró entusiasmada con acompañarlos, pero en cuanto se enteró de que Sharon también iría, cambió de actitud radicalmente y ya no quiso unirse. Argumentó que tenía algunos asuntos pendientes, pero que pronto se les sumaría. Habían pasado seis meses desde aquellos sucesos y aún no veían a la rusa. Wanda sabía que los sentimientos de Natasha hacia Steve iban más allá de simple compañerismo o amistad, Clint también lo sabía, ellos no se habían tragado ni por un segundo aquella excusa de resolver algunos asuntos pendientes, pero no tenían más alternativas que aceptar la decisión de la pelirroja. Después de todo, no les correspondía intervenir en nada.

—Ella dijo que tenía asuntos por resolver y que pronto se nos uniría. De todos modos, Natasha siempre está en contacto con nosotros.

—Sí, lo he notado.

—¿Y... cómo va la vida en pareja? —La castaña trató de cambiar de tema radicalmente, se sentía demasiado incómoda.

—Genial, he tenido varias relaciones, pero jamás me había sentido así de plena y feliz.

Wanda esbozó una sonrisa.

—Me encantaría decir que entiendo el sentimiento, pero nunca he tenido novio —confesó con un poco de melancolía.

—¿En serio? —La chica asintió—. No te preocupes, pronto llegará el hombre indicado.

—Natasha dice que el amor te hace débil...

—Bueno, Natasha tiene razón, pero te sientes débil de una forma agradable.

Steve iba a entrar en la cocina, pero se arrepintió de hacerlo en cuanto vio como Wanda y Sharon se reían de algo, no quiso interrumpirlas, parecían estar charlando de forma muy amena, se veían entretenidas, incluso alegres, y sinceramente, no quería ser el culpable de arruinar dicho momento.

Se dirigió hacia un sector más alejado de la casa que él y sus amigos estaban compartiendo. De hace días que no tenía noticias de Natasha y empezaba a preocuparse, temía que hiciera una locura que pudiese poner en riesgo su vida.

Sacó su celular del bolsillo izquierdo de su jeans y comenzó a buscar a la espía en el listado de los contactos. Esbozó una pequeña sonrisa ante eso, aún recordaba esos días en que no sabía cómo demonios utilizar un móvil, había sido precisamente la pelirroja quien le enseñó cómo hacerlo, no era la maestra más dócil del mundo, pero había conseguido que él, —un anciano de la segunda guerra mundial—, pudiese utilizar un smartphone, aquello merecía mucho mérito, la paciencia no era una virtud que la espía tuviera, pero con él se había esforzado muchísimo y no se rindió hasta que lo vio manejar aquel aparato a la perfección. Suspiró con debilidad, la extrañaba bastante...

Oprimió el nombre de su compañera y la llamada rápidamente comenzó a ejecutarse.

...

La muchacha corrió hacia donde estaba el soldado, se subió encima de él y lo envolvió con sus piernas, intentó dejarlo sin aire mientras lo apretaba con sus muslos, pero como lo esperó, él no tuvo que esforzarse demasiado para sacársela de encima. Natalia jadeó en cuanto la derribó en el suelo y la inmovilizó colocándole ambas piernas alrededor de las caderas, el soldado utilizó su brazo metálico para atrapar su cuello y comenzar a estrangularla.

La chica lo miró y él le regresó una mirada vacía y carente de emociones, sus ojos no expresaban absolutamente nada, era un verdadero cuerpo sin alma y sin vida, era alguien que parecía estar acostumbrado a realizar esa clase de labores. Natalia llevó ambas manos hacia el brazo cibernético de su oponente y se aferró a este con las pocas fuerzas que aún conservaba.

—¿Qué esperas? Termina con esto y mátame...

Eso claramente desconcertó a su adversario, él simplemente no pudo disimular lo mucho que le había sorprendido esa frase, pues inmediatamente disminuyó la fuerza de su ataque y en breve apartó su mano de ahí.

Entre jadeos e intentos por recuperar el aire, Natalia se llevó una mano hacia su lastimado cuello, no entendía qué demonios acababa de suceder. El de cabellera castaña le dedicó una mirada repleta de culpabilidad, se apartó bruscamente de ella y simplemente orientó sus pasos hacia la salida más cercana.

...

—¿Steve? —contestó la espía. Sinceramente no esperaba que el rubio se animase a llamarla.

¿Cómo estás, Nat?

—Bien —mintió. En realidad, desde hace muchísimo tiempo que la pelirroja no se sentía bien—, ¿qué tal todo por allá?

Estamos bien, pero nos sentimos un poco preocupados por ti y te extrañamos... sobre todo yo.

Natasha formó una sonrisa boba en el rostro. Si Steve le hubiese dicho eso en persona, probablemente habría optado por fingir indiferencia, pero en esos momentos no se estaban viendo las caras, así que no tenía necesidad de fingir ser fría y desconsiderada.

—Yo... también los extraño.

¿Entonces por qué no vienes?

—Estoy en medio de algo importante —respondió, a medida en que le echaba un vistazo al cuerpo inconsciente de Bucky.

¿Me estás ocultando algo, verdad? Escucha, si estás en problemas sólo tienes que...

—¿Cómo vas con Sharon? —le preguntó, mientras lo ignoraba e interrumpía por completo sus palabras.

Natasha... —musitó con reproche—. Si me estás mintiendo...

—Ni se te ocurra amenazarme, Rogers. Y no te estoy mintiendo. Ahora responde lo que te pregunté.

¿Por qué tienes tanto interés en mi vida amorosa?

—Porque yo te la sugerí como novia, sólo quiero saber qué tal va mi candidata.

—Bueno, Sharon es maravillosa, me ha dado la seguridad y estabilidad que siempre estuve buscando, en realidad... creo que nos complementamos bien.

Esa respuesta le había dolido, no podía negarlo. Trató de ignorar ese estúpido sentimiento de celos, pero fue inevitable. Sabía que Sharon era la mujer perfecta para Steve, la rubia podía ofrecerle todo lo que ella jamás podría: estabilidad, seguridad y proyección. Con ella podría formar una familia... casarse y tener hijos.

Esos eran complementos que Natasha simplemente no podía poseer. Ser feliz parecía ser una opción que jamás tendría a su alcance.

—¿Te proyectas con ella? —No sabía por qué insistía con aquel tema, comenzaba a creer que era masoquista.

No lo sé... apenas llevamos seis meses de relación. Pero no te llamé para hablar de mí, quiero que me digas dónde estás...

Los parpados de Bucky comenzaron a moverse y Natasha se percató de que en breve comenzaría a despertarse.

—Tengo que irme, Steve. Cuídate mucho.

Nat, espera...

—¿Qué? —preguntó con un poco de ansiedad.

Tú también cuídate mucho.

La pelirroja no contestó y solo se limitó a poner fin a esa llamada. No estaba bien pensar en Steve del modo en que lo hacía, no era correcto. Él no era para ella, estaba en una relación con Sharon Carter y ya era hora de asumirlo. Liberó una bocanada de aire mientras se pasaba ambas manos por el rostro, tenía que concentrarse y dejar de distraerse.

Enfocó la mirada en el castaño y advirtió como él comenzaba a abrir los ojos. Se acercó un par de pasos hacia la cama y se quedó viéndolo expectante. Bucky se llevó una mano hacia los ojos, pero la apartó rápidamente de ahí, se incorporó con violencia y fijó la vista sobre el nuevo brazo de vibranium que tenía en su cuerpo.

—Te será de utilidad...

La voz de Natasha lo hizo reaccionar, la miró con confusión y aturdimiento, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué le habían despertado? ¿Por qué esa mujer estaba junto a él?

—¿Sabes quién soy, verdad? —Natasha no pretendía que recordase cada uno de los instantes que compartieron juntos en el pasado, eso claramente no ocurriría, pero se conformaba con que al menos él supiera quién era. Bucky permaneció en silencio y absolutamente inmerso en sus cavilaciones. Se sentía incapaz de articular algún monosílabo, no podía entender por qué le habían despertado y por qué demonios le habían reconstruido ese brazo que automáticamente lo hacía ser un asesino. La pelirroja se cruzó de brazos y adoptó una postura un tanto desafiante—. ¿Lo sabes o no?

—La agente Romanoff es demasiado famosa para no saber quién es —respondió con determinación—, ¿qué demonios están haciendo? ¿Por qué me descongelaron?

—«Están» me suena a muchas personas. Lo de despertarte fue idea mía.

Barnes juntó el entrecejo.

—Y esto —alzó el brazo construido con vibranium—, ¿cómo lo explicas?

—T'Challa cree que te mereces una nueva oportunidad...

Esa respuesta no se la esperó, aún no lograba entender por qué existían personas que tenían fe en él.

—Steve no sabe que estás aquí, ¿verdad?

—No, no sabe... él jamás habría permitido que viniese hasta aquí a interrumpir tu siesta.

—¿Y T'Challa sí lo permitió? —refutó, usando el mismo tono sarcástico que ella estaba empleando.

—No del todo, él solo me dio la posibilidad de hablar contigo y explicarte los verdaderos motivos por los cuales estoy aquí. El resto depende de ti.

—Entonces ve al grano.

—Quiero que me ayudes a desmantelar algunas bases de Hydra. —Bucky la miró como si hubiese escuchado un chiste de mal gusto—. Estoy hablando en serio. Durante los últimos meses he seguido el rastro de cuatro bases, cada una de ellas solamente tienen quince funcionarios dentro, no debería costarnos trabajo neutralizarlos. Tú sabes la forma en que operan, sabes dónde guardan información importante y los conoces mejor que nadie... James, eres el único que puede ayudarme.

—¿Desde cuándo me llamas «James»? —indagó con interés. Natasha descendió la mirada en tanto procuraba no desconcertarse. A veces olvidaba que él no recordaba nada de lo ocurrido en el cuarto rojo—. No sabía que teníamos tanta confianza.

—Necesitamos reunir pruebas y demostrar que Hydra te utilizó —prosiguió, en tanto lo ignoraba—, necesitamos tener evidencias de que Steve solo trataba de protegerte... necesitamos demostrar que no somos unos criminales y que tenemos derecho a tener un juicio justo. El gobierno no sabe lo que hace y Hydra se está aprovechando. Atacarán cuando menos lo esperemos y temo por eso. Ellos siempre han querido acabar con Steve y ahora tienen una buena oportunidad para hacerlo.

—Entiendo, pero... no creo ser el más indicado para ayudar. Mis recuerdos aún son confusos. Es cierto que me mantuvieron en muchísimas de sus bases, pero después de cada misión se encargaban de freír mi cerebro y hacían que olvidase casi todo lo que había hecho. Sé que hay un lugar específico en donde tienen muchísima información importante, pero no recuerdo cómo llegar a él.

—Wanda puede ayudar con eso.

—¿Quién? ¿La niña que aún no sabe controlar sus poderes? —expresó en tono mordaz—, por favor...

—Puede que aún no controle todo su poder, pero sabe incursionar muy bien en los recuerdos... conmigo ya lo hizo una vez.

—Podemos discutir eso más adelante...

—¿Entonces es un «sí»? ¿Vas a ayudarme? —le cuestionó, incrédula.

—Voy a intentarlo.