N/A: Te recomiendo leer este capítulo con la música más triste que encuentres, así fue como lo escribí.
Reino de Sangre
Capítulo IX: Sangre de mi sangre
La cena estaba servida para cuando Paragus la escoltó al comedor. El aspecto desintegrado y descolorido de sus paredes la hizo preguntarse por un instante si ese era el mismo castillo en el que había crecido. Se preguntó también, cuánto tiempo habrían tardado en limpiar la sangre de los mosaicos, después del día de su boda, en la que Broly había asesinado a más de la mitad de los lugareños, incluyendo a sus padres. Tomó asiento, justo en donde Paragus le indicó de manera cordial. Su caballerosidad no parecía tan fingida como en sus encuentros anteriores, sin embargo no lograba calmar sus nervios.
Bulma miró los cubiertos, meticulosamente posicionados en un orden específico, pulcro. Miró con especial atención el cuchillo para cortar carne y se preguntó cuánto tardaría en desangrarse si se lo clavaba directamente en el cuello. Atravesaría la arteria principal y tal vez en diez minutos estaría estrechando los brazos de su padre. Cabía la posibilidad de que el mismo cuchillo le funcionara de torniquete y detuviera el torrente de sangre que debía escaparse de su cuerpo. Lo más sensato entonces, sería remover el cuchillo luego de apuñalarse. Aunque no estaba segura si tendría la fuerza suficiente para hacerlo, si sus miembros responderían cuando la sangre dejara de fluir hasta su cerebro. Tal vez sería más sencillo apuñalarse en las entrañas. Pensó en la ubicación de sus órganos y en cuál sería el sitio más propio para retorcer su cuchillo y morir más rápido.
La Princesa ahogó una media sonrisa que luchaba por cruzarse en sus labios, la idea de destruir en un instante todos los planes de Paragus le resultaba hilarante. Pero al sentir la presencia de su mirada sobre ella, alzó el cristalino de sus ojos y se encontró con su maliciosa y oscura mirada.
Él le sonrió. Le sonrió de esa manera mezquina que le era propia, que le infundía un tremendo rechazo. Se colocó una servilleta de tela sobre el regazo y tomó sus cubiertos.
Broly permanecía en la otra punta de la mesa, mirando a Bulma como si esperara el momento en el que ella intentara escapar, para atraparla y terminar con ella.
Paragus vio cierto temor en los ojos de Bulma, al encontrarse con la sombría y perturbadora mirada de su único hijo. Se volvió a él y luego a ella otra vez.
—No debe preocuparse por él —le dijo mientras cortaba un trozo de cerdo en su amplio plato—. Tenemos algo pensado para ti, niña. No podemos darnos el lujo de permitir que te mueras.
Inconscientemente, Bulma miró su cuchillo una vez más, pero Paragus se sonrió con más amplitud que antes.
—El tiempo que tardes en llegar a ese cubierto, ya habré sacado mi daga y te la habré clavado la muñeca a la mesa. No creo que quieras que eso pase, ¿verdad?
—Si no van a matarme, ¿qué quieren de mí? —cuestionó sin probar bocado, ni moverse un centímetro de su asiento.
Paragus tragó y alzó su copa por sobre su hombro, un joven tembloroso se acercó a él, cargando una jarra de vino entre sus manos y llenó la copa de su Rey.
—Verás, en este tiempo en el que has estado ausente… hemos sufrido algunos inconvenientes, Broly y yo. Para algunos lugareños testarudos, el influirles terror no ha bastado. Unos pobres diablos se han enfrentado a nosotros. Parecen no entender que el trono en el que me siento ahora, me pertenece de forma legítima. Es absurdo… Quemamos todas las banderas y estandartes de tu familia, pero esas lacras siguen apareciendo, sigo escuchando su nombre susurrado en los rincones. ¡Como si no se hubiera muerto! —sintió la sangre arremolinarse en su cuello con furia, entonces se aclaró la garganta, respiró profundamente y volvió a enfrentarse a la imponente mirada de Bulma—. He llegado a la conclusión de que la única manera de que esto termine es, dándole un heredero legítimo a Broly. Los lugareños lo seguirán, porque es tu hijo, y ya nadie podrá poner en duda que Broly sea el señor de estas tierras. Arreglaremos una boda, la cual se llevará a cabo en diez días, será una ceremonia simple, no habrán muchos invitados ya que esta guerra que tú y Vegeta provocaron le ha costado muchos recursos a esta nación. Luego de ello ustedes dos consumarán su matrimonio, como es propio, y le darás un hijo varón a Broly —miró el plato intacto de Bulma y continuó—. Será mejor que te alimentes, de lo contrario no sobrevivirás a tu noche de bodas. Y por tu bien y del hijo que cargarás en tu vientre, es mejor que tengas un varón, de lo contrario no sólo tu hijo nacerá muerto… suele pasar, las madres no lo saben pero sus hijos se estrangulan con el cordón que irónicamente les da la vida. Y si eso pasa tendrás que volver a engendrar otro, hasta que tengas un hijo varón que sea heredero de Broly. Luego de eso, tal vez mueras durante el parto y tendremos que buscar a otra mujer que le de pecho a la criatura.
—Me ahorcaré con mis sábanas de ser necesario, con las cortinas o con mi propia ropa. Yo jamás le daré un hijo a Broly.
—Eso lo supuse. Por ello he designado a un grupo de escoltas —tomó otro sorbo de vino y alzó el mentón para que lo escucharan del otro lado de la puerta—, ¡que entren las mozas!
La puerta del salón se abrió y un grupo de cinco señoritas apareció detrás de un guardia que a Bulma le resultó conocido. Sin embargo no pudo observarlo bien, debajo del casco con detalles dorados que traía puesto.
—Ellas te acompañarán día y noche. No dormirán para verte dormir, te verán comer, te verán orinar y defecar. No podrás ni pestañear porque ellas vendrán a mí a contarme lo que hagas. Y si a ti te pasa algo, si intentas huir o comunicarte con alguien, ellas me lo dirán y se te impondrá el castigo que resulte conveniente. Y si pones en riesgo el bienestar de mi futuro heredero, o si haces algo para estropear tu cuerpo de modo que no puedas concebir, todas ellas morirán, y las mataré frente a tus ojos para hacerte entender que estarás aquí el tiempo que yo así lo desee. Ahora mira sus rostros. Míralas a todas con atención… todas tienen familias, tienen hijos y esposos que las esperan aterrorizados en sus hogares, familias que ruegan porque no hagas nada estúpido que las ponga en riesgo. ¿Realmente crees que tu vida vale más que las de ellas?
Bulma contuvo el aliento, mientras observaba los rostros petrificados de las jovencitas paradas frente a ella. Luego, Paragus hizo un además para que se retirasen y las cinco mujeres salieron por la misma puerta por la que entraron.
La pregunta del que usurpó el trono de su padre se le había hincado en las entrañas. ¿Su vida valía las cinco vidas de esas mujeres? Y junto con ellas, las vidas de otras cinco familias. Las madres de al menos cinco niños, y las esposas de cinco esposos. Acongojada, miró su plato y contuvo las lágrimas que le quemaban el iris. Tragó saliva y tomó los cubiertos sobre la mesa. Paragus la miró con atención, esperando la dirección en que la porcelana de sus manos se moviera. Bulma cortó débilmente el trozo de carne frente a ella y probó un bocado. Su aspecto derrotado le infundió tanta seguridad de Paragus que se sonrió con fuerza.
—Siempre has sido una niña inteligente.
Los siguientes días que permaneció cautiva en su propio castillo, transcurrieron exactamente como Paragus los había descrito. Las mozas jamás le quitaban la mirada de encima y, cuando una se retiraba, llegaba otra más. Todas las noches tomaban una silla que colocaban frente a su cama y la observaban dormir.
Su más grande temor era que Broly se apresurara sobre su recamara y la tomara antes de su boda, que sería dentro de pocos días. Para su fortuna, Paragus lo mantenía al margen y lo alejaba de ella. Había escuchado algunos gritos durante la noche, e imaginaba que Broly descargaba toda su bestialidad en otras desafortunadas, pero no hacía más que infundirle un temor mayor al nefasto día en el que compartirían lecho.
Tres mañanas antes del día de su matrimonio, Bulma se sentía devastada. No había oído el nombre de Vegeta ser mencionado otra vez, después de esa conversación con Paragus. Y, de un modo, aunque la hacía sentir una profunda tristeza que él no haya vuelto por ella, la tranquilizaba saber que estaría lejos y seguro de todo ese infortunio. Cada hora que pasaba, sentía una fatiga más grande. El nauseabundo pensamiento de ser la esposa de Broly la perseguía constantemente.
Se sentó sobre el taburete, en el mismo que se había sentado el día en el que lo conoció, y peinó su cabello mientras miraba por la ventana a los desolados jardines del palacio. La moza, inmutable, se encontraba sentada junto a la puerta sin dirigirle palabra alguna, desde hacía cuatro horas.
Repetinamente, el corazón se le saltó del pecho al ver el rostro del mozo que caminaba entre los jardines, quitando las malas hierbas del sendero. Reconoció las marcas sobre su mejilla y su cabello azabache, aunque le había crecido hasta la cintura. Sintió como se le entibiaba el pecho cuando sus miradas se cruzaron y aunque moría de ganas por sonreírle, por abrir la ventana y gritar su nombre, no lo hizo. No se movió un milímetro de su asiento ni un ápice sus labios, sin embargo no pudo ocultar el rubor repentino de sus mejillas. Yamcha la miró, y un instante se miraron fijamente, pero él se dio vuelta como si no hubiese visto nada y continuó trabajando.
Por supuesto, si ella era la muerte misma, hecha humano. Todo lo que ella tocaba terminaba muerto o mutilado. Todo lo que alguna vez había amado se había desvanecido entre sus manos. ¿Por qué querría él involucrarse con ella cuando no lo llevaría a nada más que el dolor más profundo?
Se preguntó entonces cuándo fue la última vez en la que se sintió feliz, y no hubo ninguna duda. La última vez en la que había visto a Vegeta y lo había vuelto su único hombre. El amor más grande e intenso de su vida. Entonces una débil sonrisa se le dibujó, junto a sus mejillas coloradas. Una lágrima se coló en su mirada, ya que jamás volvería a sentir una felicidad tan plena y pura como aquella.
—Ya ha pasado más de un mes… —se dijo a sí misma y luego de formar esa oración en sus cavilaciones, abrió sus ojos presa de una idea inconcebible. Automáticamente dejó de cepillarse el cabello y volvió a calcularlo—. No, no, no puede ser posible —Contó los días dos o tres veces más, ocultando pobremente la histeria que la estaba consumiendo. Finalmente entendió que sin importar cuántas veces calculara el tiempo que había transcurrido, la respuesta sería la misma. Ya debería de haber sangrado y no lo había hecho en mucho tiempo. Trató de concentrarse en su vientre, como si hubiera una forma de sentir si algo se formaba allí, pero tal vez, si se tocara con una mano la moza se daría cuenta y le contaría a Paragus.
Tal vez las náuseas no eran provocadas por Broly, sino que eran un síntoma de que su cuerpo estaba formando, desde hacía tiempo, la vida del hijo de Vegeta.
¿Qué pasaría si lo supieran? Las ideas atroces que se le vinieron encima la estremecieron. Si Paragus supiera que Bulma ya gestaba un hijo, buscaría las formas más bestiales para quitárselo, inclusive si eso significara que no pudiera volver a cargar un niño en su vientre.
Bulma se mantuvo despierta durante toda la noche, pensando en qué debía hacer de ahora en más ya que no sólo su vida estaba en riesgo, sino que también el legítimo heredero de Vegeta. Si intentaba escapar las mozas morirían, pero ahora esa idea ya no sonaba tan descabellada. Bulma estaba segura de que sería capaz de arriesgar la vida de cualquiera para salvar la de su propio hijo. Pero debía llevar ese embarazo a término para que funcionara. Si huía, la cazarían día y noche, y ella no podría soportar mucho cuando ese niño creciera dentro de ella.
Cuando todas las ideas que se le ocurrían llegaban a un punto en el que terminaba muriendo junto con su hijo, entendió que no habría nada más seguro para ambos, que quedarse en el castillo. Haría pasar a ese indefenso bebé como hijo de Broly y, llegado el momento oportuno, huiría con él. Si los Dioses estaban con ella, quizás su embarazo pudiera tardarse y las fechas no serían tan dispares…
Esa noche, Bulma se prometió soportar todo lo que los próximos días le trajeran con tal del salvaguardar la vida de su hijo. Sería la esposa de Broly y compartiría su lecho, y le haría creer a Paragus que se había vuelto sumisa, que la batalla que habían mantenido había terminado definitivamente. Y quizás, llegado el día, podría clavarle en la yugular a Broly, la daga que había sacado de uno de los cajones de Vegeta.
Los siguientes días transcurrieron bajo la misma monotonía. El día de su boda finalmente había llegado, sin embargo la nación no parecía festejarlo. Como bien había mencionado Paragus, el país había empobrecido notablemente, por lo cual celebrarían una ceremonia austera con la única finalidad de que Bulma y Broly consumaran el hecho.
Con fuerza, ajustó su vestido. Le pidió disculpas a su pequeño niño, o niña, pero sabía que no debía suscitarse en la mente de nadie la idea de que ella ya se encontrara en cinta. Observó su vestido de bodas, y recordó el sentimiento inocente que la recorrió aquella vez, extremadamente diferente a lo que sentía ahora. Estaba decidida, debía ser fuerte, no dejaría que ninguna de las perversiones a las que la sometieran quebrantara su espíritu. Lo haría por él, por su pequeño bebé.
Llegada la hora, bajó junto con dos mozas al salón donde se celebraría su unión, entonces vio por las ventanas los carruajes acercándose al castillo desde el horizonte. Reconoció inmediatamente los estandartes de Upa y supo que su hermana Tights había venido a acompañarla.
—No me pareció propio no invitar a su hermana a la ceremonia —escuchó a sus espaldas.
Bulma se había apoyado contra el marco de la ventana, a ver la llegada de unas pocas caballerizas. Ella se volteó a Paragus y aunque lo aborrecía con cada fibra de su ser, pensó que quizás debía comenzar a comportarse de manera que su vida no corriera más riesgos de los necesarios.
—Gracias, mi señor —contestó y volvió la mirada a los portaestandartes que bajaban de sus corceles a las afueras del castillo.
Paragus se extrañó ante el cordial comportamiento de Bulma. Aunque se sentía reticente a verla cooperar, quizás sus métodos habían surtido el efecto que esperaba tan ansiosamente.
Las mesas aún estaban siendo preparadas para el discreto banquete, cuando la puerta principal se abrió e hicieron entrada Upa y Tights. Bulma se sonrió y sin poder contener la emoción corrió a los brazos de su hermana. Upa se desprendió del brazo de su esposa y observó con cierta devoción aquel encuentro. Bulma la estrechó con fuerza, inhaló el aroma floreado de su rubia cabellera y viajó por un instante, a un día del pasado, de su infancia, cuando era feliz.
Tights la tomó por los hombros y en su mirada canela se percibía la complicidad. Quería decirle tantas cosas que no pudo, y se sonrió. Limpió la comisura de los cristalinos ojos de su hermana menor y le habló:
—Has crecido mucho, hermanita —le dijo y entonces notó la repugnante presencia de Paragus—. Mi señor, agradecemos mucho por su invitación.
—La esperábamos la primera vez que celebramos esta boda, afortunadamente estaba indispuesta, todos sabemos cómo terminó eso —comentó con cinismo.
Tights en cambio, no se inmutó. Le sonrió con cordialidad y asintió.
—Afortunadamente.
Luego de estrechar la mano de Upa, quien imponentemente le superaba en altura, les pidió que lo acompañaran a lo que serían sus aposentos.
—No quisiera ser irrespetuosa con usted, milord. Pero quisiera pasar un momento a solas con mi hermana, luego podrán indicarme mis aposentos.
—Lamento informarle, debido a… los inconvenientes a los que nos hemos enfrentado con su hermana, ella no tiene permitido estar a solas. Pueden conversar siempre que una moza los acompañe.
—Disculpe, mi hermana es su futura nuera o su prisionera, ¿podría explicarme?
—Veo que es tan osada como lo es su hermana —contestó risueño—. Bulma ha expresado su deseo de quitarse la vida con sus propias cortinas, así que espero que entienda que aquí lo único que nos preocupa es su integridad.
—Por supuesto, pero usted debería saber que quién más se preocupa por su integridad en esta tierra, soy yo. Yo la vi nacer, jamás permitiría que se quitara la vida. Además, esta noche compartirá el lecho con su hijo, es propio de una madre tener una conversación previa a las nupcias, para explicarle todo lo que ocurrirá hoy. Y ya que su hijo se encargó de que Bulma y yo no tengamos madre, me parece lo más propio y respetuoso de su parte que me permita explicarle a mi hermana lo que es aceptable en todo matrimonio.
—No quisiera menospreciar la virtud de su hermana, pero habiendo pasado tanto tiempo prófuga podría creer que ya está al tanto de lo que es propio del lecho de un hombre.
—Le pediré que no insulte a mi hermana, si no quiere que esta ceremonia termine como la anterior. Le prometo que la virtud de Bulma está intacta.
—¿Debo interpretar esto como una amenaza?
—Por supuesto que no, Paragus. Pero dado que Broly asesinó a nuestros padres y esta noche Bulma será su esposa, me parece lo más cordial de su parte permitirme unos minutos a solas con mi hermana. No creo que sea mucho pedir ya que gracias a esta unión usted ha terminado como lord y señor de las tierras que yo debía heredar.
—Tiene razón, miladi —contestó a regañadientes—, una moza las escoltará a los aposentos de su hermana, les daremos unos minutos para conversar y más tarde nos reuniremos aquí mismo, a celebrar el matrimonio.
—Sabía que usted era un hombre comprensivo —contestó sonriente.
Cordialmente, un par de señoritas las acompañaron a la alcoba de Bulma. Una vez que la puerta se cerró detrás de ellas, Tights se apresuró a cerrar las cortinas del dormitorio y se acercó a Bulma precipitadamente. A pocos milímetros de su rostro le susurró.
—Nos iremos de aquí en unos minutos, no tenemos muchos hombres pero encontraremos la forma de escabullirnos. Upa puede contra varios guardias y los portaestandartes están armados. Si lo hacemos rápido podremos huir con vida. Una vez en las tierras de Karin no podrán atraparte.
—Tights, no puedo…
—No tengas miedo —le dijo, tomándola de las manos—, te prometo que saldrás de aquí con vida o moriré en el intento. No puedo permitir que sigan ultrajándote de esta manera, manchándote con sus perversiones. Estamos hablando del monstruo que asesinó a nuestros padres, ¿qué crees que pasará esta noche?
—No puedo irme, no entiendes. Él no descansará. Me mira como si fuera su posesión, ha estado esperando este día desde que llegué, puedo sentirlo en su mirada. Cuando se dé cuenta de que no estoy aquí me perseguirá y me asesinará, y a ti y todos los que estén en el medio.
—Prefiero morir a saberte aquí encerrada, prisionera de esos animales. ¿En qué te han convertido, Bulma? ¡Tú no eras así!
—No… —contestó con firmeza y posó las manos de su hermana sobre su vientre—, he cambiado, Tights, pues mi vida ya no es solo mía. Ahora mismo estoy compartiendo mi cuerpo con el hijo de Vegeta. Y si huimos y me matan, de cierta forma sería también responsable de su muerte y eso no me lo perdonaría jamás. Voy a traer a este hijo al mundo y luego, cuando tenga la fuerza suficiente, voy a encargarme personalmente de que ni Broly ni Paragus le pongan un dedo encima.
Tights acarició el abdomen de Bulma, sintió el terror arremolinarse en su interior.
—Se darán cuenta… Este hijo nacerá antes de tiempo. Van a matarlos a ambos… —dijo en un tono de súplica.
—No te preocupes, veré la forma de que eso no suceda…
—Creí que te había perdido… si me voy y tú te quedas aquí, sólo estaré esperando el momento en el que una ave llegue con la noticia de que has muerto.
—Si un día ese mensaje llega, asegúrate de que mi hijo esté bien…
Pocas palabras quedaron por cruzar entre ellas. La fatídica noche nupcial no fue objeto de conversación, pues Tights no deseaba martirizar aún más la mente de su hermana. Sin embargo, Bulma se veía firme en sus convicciones, estaba serena y dispuesta a continuar con toda esa puesta en escena con la única finalidad de que su hijo pudiera nacer.
Luego de que los pocos presentes se congregaran en la capilla, Upa escoltó a Bulma hasta el altar en el que los Dioses se harían presentes en su unión con aquel monstruo miserable. Ella caminó con firmeza y con la frente en alto. Cuando lo tuvo en frente lo observó mirándola como ausente, una vez más. Escuchó las palabras del maestre, evocando a figuras divinas que supuestamente colmarían sus vidas de fortuna, salud y fidelidad hasta la muerte, para que luego sus almas se reencontraran en el otro mundo. Pero esas palabras no significaron nada para ella, y él parecía sordo, totalmente absorto el rostro de ella. Aunque extrañamente parecía no verla en realidad. Se le hacía difícil de explicar.
Una vez que el discurso terminó, Broly se inclinó, incómodo y la besó en los labios. Bulma cerró los ojos, su alma le ardía de dolor.
Unos pocos aplausos vacíos se escucharon alrededor de ellos y todos los allí congregados se dirigieron a la sala en la que disfrutarían del festín de bodas. No se oyeron muchas risas jubilas, no más de las de Paragus. Broly comía sin dejar de mirar a su ahora esposa, sentada junto a él. Bulma apenas probó bocado, y sorbió y escupió disimuladamente de su copa de vino. Terminada la cena, Paragus se puso de pie y caminó hasta quedar frente a la mesa principal. Alzó su copa en el aire y volcó unas gotas de vino.
—Es un honor, tenerlos aquí… en nuestro hogar —comenzó y miró a Bulma a los ojos—. Este matrimonio es la unión de nuestras naciones. Es el nacimiento… de una nueva generación. Y habiendo ya llenado nuestras barrigas de comida y vino, propongo que… mi hijo, Broly, consume su matrimonio, como debió hacerlo hace tanto tiempo.
La sala se manchó de un silencio sepulcral, incómodo y lastimoso. Broly se puso de pie y, como un animal entrenado, le extendió la mano a Bulma. Ella incómoda, decidió tomarla y juntos caminaron a la que sería ahora, su recamara nupcial.
Bulma sintió el frío de la habitación recorrerle la piel, una vez que entró. La cama apenas podía vislumbrarse por la luz casi azul de la luna. Sintió entonces a la frondosa puerta cerrarse detrás de sus espaldas. No escuchó nada más que silencio y la turbia respiración de Broly, que lentamente se acercaba. Sintió sus enormes manos posarse sobre sus hombros y tragó saliva.
Percibió cierto temblor ansioso en sus manos luego sintió como desgarraba salvajemente la tela de su vestido. Sintió más frío cuando toda su espalda estuvo descubierta. Después lo sintió, despedazando su falda para luego tirarla al suelo. Esperaba, con los ojos cerrados, cubriéndose el pecho con los jirones que le quedaban de vestido, a Broly abalanzarse sobre su cuerpo. Pero él se quedó quieto y la observó por un momento. Analizó su figura semidenuda y luego, con una mano helada le tocó la espalda. Acarició su piel mientras respiraba de forma entrecortada.
Bulma se preguntó cuánto tardaría esa tortura en terminar, pero sólo cerró los ojos con fuerza y esperó. No los abrió sino hasta que Broly le arrebató el último trozo de tela que tenía para cubrirse y le quitó con fuerza las manos de los pechos. Luego caminó a su alrededor, observando cada centímetro de su piel, vestida nada más que de resignación. Volvió a ponerse a su espalda y con un leve empujón la echó sobre la cama, le separó las piernas y sin previo aviso se introdujo en ella. Bulma sintió un dolor inmenso, como si su cuerpo fuera a despedazarse en cada bestial penetración. Sin embargo contuvo las lágrimas, los gritos y se aferró con fuerza a las sábanas esperando que aquel castigo terminara. Cuanto más se aceleraba él sobre ella, más sentía que él mismo se perdía de la escena que compartían. Disimuladamente se mordió la muñeca, con tanta fuerza como le fue necesario, y manchó las sábanas con su propia sangre. Ocultó luego su muñeca, con temor a que él lo notara, pero no parecía prestarle demasiada atención. Luego de unas horas más, habiéndose venido un par de veces, Broly se levantó y se retiró sin decirle palabra alguna. Entonces una moza entró y sin que ella lo notara, cubrió su desnudez con una bata.
Bulma limpió las lágrimas que no pudo contener, ocultó sus heridas y con las piernas temblorosas caminó hasta su lecho para ocultarse entre las sábanas. La moza se sentó con cierta pena frente a ella, aunque no cruzaron palabras.
Al día siguiente, cuando Bulma llegó a compartir el desayuno con Paragus y Broly, el humor del Rey Usurpador era excepcional. La miró eufórico y levantó su copa en su dirección. Bulma se abstuvo de mencionar palabra alguna, sin embargo Paragus parecía deseoso de compartir una conversación con ella.
—Fue una grata sorpresa la de esta mañana. Lamento mucho haber dudado de su virtud, miladi. Esta mañana una de sus doncellas se ha encargado de traerme las sábanas de su lecho nupcial y fue muy, muy grato para mi descubrir que Broly fue su primer hombre. Es esplendido, lamento haber dudado de usted. Pero he de preguntarle, ¿por qué no lo consumó con el Príncipe Vegeta?
Escuchar su nombre pronunciado una vez más, fuera de su propia mente, lo revivió por un instante. Lo hizo palpable una vez más. Bulma trató de no ofuscarse, tragó saliva y pensó con cautela sus palabras.
—El dueño de una casa del placer… me tuvo prisionera, intentaron ultrajarme pero el ejército de los saiyajin logró rescatarme. Podrá entender usted a las circunstancias tan inapropiadas a las que me vi enfrentada, lo cual me produjo cierto temor al tacto de los hombres… por ello no me entregué a él.
—Es comprensible… Y muy conveniente, al menos para mí —concluyó riéndose entre dientes.
Había logrado ocultar bien la marca de su muñeca, y esperaba que desapareciera rápido. Por momentos pensaba que se disimulaba entre el resto de moretones que tenía esparcidos por todo el cuerpo, debido al brusco agarre de su esposo.
Al cabo de dos semanas parecía que Broly se había aburrido de ella, probablemente porque tenía prohibido desquitarse con su cuerpo y hacer con ella todo lo que tenía permitido con otras. Paragus no podía darse el lujo de que Broly la asesinara antes de darle un heredero, de modo que luego de consumar el acto con ella, se dirigía a otra habitación donde lo esperaban otras desafortunadas herejes.
Pasado un mes, Paragus fue informado que Bulma no había sangrado. Por lo cual lo más seguro era que estuviera esperando a su futuro heredero. Su abdomen había crecido ligeramente y así también sus pechos. A partir de ese momento, esperó tan sólo un mes más para estar seguro y envió aves a todos los reinos para informar la gran noticia del futuro nacimiento del hijo de Broly. Bulma cada vez compartía menos el lecho con su esposo, mientras su estado avanzaba se hacía más difícil que consumaran el acto sin lastimarla, o a su hijo, hasta llegar un punto en el que Paragus le prohibió tocarla.
Entrando al octavo mes de gestación, Bulma rezaba cada día porque su parto se atrase, sin embargo se sentía tan fatigada que presentía que no faltaría mucho para que su hijo naciera. Rezaba también porque esa criatura naciera varón, y que pudiera seguir con vida después de darlo a luz. Se consolaba al sentir sus movimientos dentro de ella, le daban sentido a cada día que pasaba aprisionada en su propio hogar. Por momentos se sonreía acariciando su abdomen y se preguntaba cómo sería él y se el parecido con su padre sería tan evidente que despierte más dudas de lo que esperaba. Ojalá se pareciera más a ella, pensaba.
Un mes después, casi llegando al término de su embarazo, su bolsa se rompió al levantarse de la mesa, después de desayunar. Paragus observó el charco junto a los pies de Bulma, que alzó su vestido al sentir la humedad entre sus piernas, y luego llamó a las mozas y al maestre para que asistiera el parto. Las doncellas que a diario habían escoltado a Bulma durante todo ese tiempo, la tomaron de los brazos y la ayudaron a llegar a su habitación, la asistieron en cada contracción y limpiaron su frente de sudor cuando comenzó a sentir que su bebé saldría de sí en cualquier momento.
Cuando el maestre llegó, lo vio por el umbral de la puerta. Le dijo algo a Paragus que no pudo escuchar y luego de entrar, le pidió un par de cosas a las mozas, que se retiraron apresuradas.
—Estás adelantada, mi niña —le dijo en voz baja mientras le separaba las piernas para revisar su dilatación.
—No… no es así, yo —balbuceó preocupada pero el maestre le pidió silencio.
—Eso no importa ahora, quiero que te concentres en traer a este pequeño al mundo, es lo primordial…
Luego de unas seis horas de un dolor intenso, Bulma pudo dar a luz a su pequeño niño. El maestre le permitió sostenerlo por un momento y luego de revisarlo, se lo entregó a las doncellas para que lo limpiaran y vistieran.
Cuando la puerta se cerró, el maestre miró a Bulma con complicidad.
—No es lo que cree —aseguró, levantándose débilmente sobre sus codos.
—Ese niño parece totalmente desarrollado…
—Es prematuro, ¡se lo juro!
—Tú descansa, ha sido un parto largo…
Bulma no podía hacer más que continuar suplicándoles a los Dioses que le regalaran más tiempo de vida. Al cabo de unos minutos, escuchó por los corredores el llanto estruendoso de su hijo. Una doncella entró y lo colocó en su regazo, después le explicó cómo debía amamantarlo.
Para cuando Paragus regresó a su alcoba, el maestre se había cambiado de ropas. Se encontraba parado junto a la cama de Bulma, observándola con cierta añoranza. Paragus observó al niño con orgullo y se le infló el pecho.
—Hay algo que debo informarle, excelencia… —Paragus se extrañó y se giró al anciano—, el niño ha nacido prematuramente… por lo cual la leche materna le será primordial estos meses, no debe separarlo de la madre o podría no desarrollarse correctamente.
El Rey asintió y sin mucho que agregar el maestre se retiró. Bulma lo observó dedicarle una ligera sonrisa, desde el umbral de la puerta, antes de marcharse. Respiró ya más calmada, el maestre había logrado disipar cualquier tipo de duda que pudiera albergar la grotesca mente de Paragus.
—Debemos mantenerlo alejado de Broly… —le dijo a Bulma en un tono muy serio—. Le desagradan los llantos, lo ponen sumamente nervioso. Tú más que nadie sabes lo que puede pasar —Ella se limitó a asentir obedientemente, y volvió su rostro regocijado al del pequeño niño prendido de su pecho. Sin embargo, continuó percibiendo la mirada fija del Rey sobre ella y alzó ligeramente la mirada. Se veía un tanto sorprendido—. Esperaba que lo rechazaras, dadas las condiciones en las que fue concebido…
Trató de mantener la calma, tal vez estaba siendo acusada de lo que más temía. Con compostura lo miró a los ojos y le contestó:
—No le deseo a ninguna otra las noches que he compartido con Broly. La forma en la que él ha impuesto su voluntad sobre la mía, cómo me ha humillado, me ha despojado de todo… Pero este pequeño niño no tiene la culpa de nada, él no eligió al padre que tiene, ni es como él. Es inocente de todo pecado que cualquiera de nosotros hayamos cometido. Y es mi hijo, lo he cargado conmigo durante mucho tiempo como para no amarlo. Es la única familia que tengo aquí.
—¿Es él el que te ha hecho tan cooperativa?
—Es él, de hecho…
—En unos meses celebraremos su nombramiento. El reino se ha recuperado bastante después de la guerra que tu estúpido Vegeta ocasionó. Invitaremos a los demás reinos, como es propio, pero como precaución sólo podrán venir sin escoltas. Con un máximo de cinco invitados por casa… Serás debidamente notificada.
Paragus no agregó más a lo que acababa de informarle a Bulma. Se retiró, dejándola sola por primera vez. Al parecer esos meses había logrado convencerlo de que ya no intentaría escapar, ni mutilarse o suicidarse. Ella respiró profundamente y miró a su hijo, reconoció el ceño de su padre y se sonrió, mientras una lágrima le recorría la mejilla. El niño abrió los ojos al sentir la gota romperse en su mejilla y reconoció su propia mirada en él.
Con un nudo en la garganta, tomó el brazo de su esposo. Él sintió el fuerte agarre sobre su traje, percibió de inmediato la descompostura de su mujer, mientras abandonaban sus tierras. Le acomodó su rubio cabello detrás de la oreja y le acongojó ver el rostro petrificado de su esposa. El mismo rostro que tenía cuando les llegó la noticia del asesinato de su familia entera. Le acarició la espalda, impotente. Estaba frustrado de sólo ver a Paragus parado frente a su esposa, de ver como Bulma era desposada por el déspota de Broly.
—Sabes que haría cualquier cosa, tu familia es mi familia… —le dijo Upa a Tights.
Ella vio directo a su esposo, acarició su cincelado mentón y se enroscó en su cuello canela.
—Debemos ir a Vegetasei…
Upa la tomó entre sus brazos.
—¿Estás segura? Esto puede poner nuestras vidas en riesgo.
—Si no vas a acompañarme, iré sola.
—Mujer testaruda… por supuesto que te acompañaré.
A pesar de verse más sereno, es su pupila se percibía esa sed que no había podido saciar. No sentía angustia, ni tristeza, sólo más profunda ira, arraigada muy dentro. Mientras el tiempo pasaba, el cólera aumentaba. Ya no pronunciaba muchas palabras, no como aquel día en que lo arrastraron fuera del castillo de Briefs, luego de entregarle a Bulma a Paragus. Había maldecido y golpeado los guardias, había escapado de su agarre para que otros fueran por él y lo detuvieran. Debieron dejarlo inconsciente, atarlo y mantenerlo vigilado hasta que llegaron al castillo de Vegetasei. Sólo para volver a inmovilizarlo hasta que la desesperación que sentía por escapar se desvaneciera.
Ya no gritaba, ni se removía sobre su silla. En su mente sabía que para ese momento Bulma debía haber muerto a manos de Paragus o peor aún, Broly. A diario, Tarble se acercaba a él, le pedía que comiera, que le hablara. Pero Vegeta lo consideraba cómplice de la más inaceptable traición. Lo veía con resentimiento, al igual que a su padre.
No fue hasta que Tarble llegó a él con un mensaje entre las manos, cabizbajo, que llamó verdaderamente su atención. Ese día le dijo que Bulma se había casado con Broly. Vegeta se dio cuenta entonces que todos esos días cautivo de su propio padre, ella estaba viva, y ahora que la noticia había llegado, ese matrimonio debió haber sido consumado.
La sola idea de Broly forzándose sobre ella le revolvió las entrañas. Deseaba derribar las paredes con sus puños, romper las cadenas que lo aprisionaban y matar a todo el que se interpusiera entre él y el bastardo de Broly.
Una vez a solas, dejó un par de lágrimas caer al suelo. Se sentía impotente por no haber podido evitarle tal destino. No podía dejar de imaginar los más crueles escenarios entre Bulma y Broly. Las cosas más horrendas se le vinieron a la mente y, sin darse cuenta, mermó su odio. Quería matarlo ahora más que nunca.
Su padre era consciente del daño irreparable en su relación, que ese intercambio había ocasionado. No estaba seguro de cuánto tiempo de claustro debería tener su hijo para recomponerse mínimamente. Temía soltarlo y que exacerbado los matara a todos para ir por Paragus otra vez.
Pasaba día y noche pensando en su hijo, a sabiendas de que jamás podría recomponer aquel daño. No fue hasta que sus guardias le notificaron de una visita, que lo quitó de sus pensamientos por primera vez.
Se dirigió a la sala del trono, para cuando llegó Tarble ya se encontraba sentado a su lado y junto con ellos una pequeña corte de bienvenida. Luego de unos minutos, las puertas se abrieron y una mujer hermosa, de piel de porcelana y largos cabellos rubios, entro escoltada de un gigantesco caballero de piel oscura y aspecto tosco.
Él se puso de pie junto con Tarble y, la pareja que acababa de ingresar hizo una cortés reverencia.
—Me temo que no hemos tenido el honor de conocernos anteriormente, milord.
—Me temo que no —le contestó el Rey.
—Mi nombre es Tights Briefs —el sólo escuchar el apellido de la doncella, lo hizo voltearse a su hijo menor, quien a juzgar por su expresión desconocía los motivos de esa visita—. Él es mi esposo, Upa, de las tierras de Karin. Hemos venido de muy lejos por un asunto que nos compete a ambos y temo, que deberíamos hablarlo en privado, si me lo permite.
—No es mi deseo ser descortés, pero todo asunto que uniera a su casa con la mía se ha dado por terminada hace cierto tiempo atrás.
—Me temo que no, milord. Y si no me concede una audiencia privada temo que perderá más de lo que usted imagina.
Luego de analizar la expresión decidida de la joven dama, el Rey, a regañadientes, hizo un ademán para que su corte se retirara y pudieran estar los cuatro a solas.
—¿Puedo preguntar dónde está su hijo, Vegeta?
—Está… indispuesto. Espero que no me haga perder el tiempo. Acabamos de librar una guerra, no toleraré impertinencias en mi castillo.
—Para este momento usted debe saber que mi hermana, Bulma, a quien usted tan solemnemente entregó a Paragus, ha sido desposada con Broly —hizo una pausa, mirando de forma mezquina al rey Vegeta—. El día de su boda pude comprobar que ella estaba embarazada. En este momento ella está esperando al hijo de Vegeta. El legítimo heredero de Vegetasei.
—Lo que estás diciendo es muy grave.
—Lo sé, estas palabras me pueden costar la vida, la de mi esposo, mis hijos y por supuesto, la vida de mi propia hermana y de su hijo. Pero es cierto, de no serlo no arriesgaría tanto en decírselo. Ahora entenderá por qué es tan primordial para su casa como para la mía, tomar cartas en el asunto. Y si aún alberga duda sobre mis palabras, sólo espere, dentro de un tiempo le llegará la noticia del embarazo de mi hermana, el cual culminará antes de término. Ella traerá ese hijo al mundo haciéndolo pasar por hijo de Broly, para asegurar su nacimiento. Después de ello no puedo asegurar que ninguno de los dos continúe con vida.
—No puedo arriesgar a mi nación por los rumores de una desconocida. ¿Sabe por todo lo que esta casa ha pasado por su hermana?
—¿Qué acaso su hijo no es igual de responsable? Usted libró una guerra por él, ¿qué pasará cuando sepa que su hijo murió a manos de Paragus o Broly y usted no hizo nada por detenerlo? ¡Es sangre de su sangre! Es su heredero, tanto como lo es Vegeta.
—Les pediré que se retiren ahora.
—Pero…
—¡AHORA!
Tights retrocedió sobre sus pasos, al escuchar la voz del Rey como un estruendo en el salón. Su esposo se posicionó territorialmente junto a ella y volvió a dirigirse a él.
—Lamentamos haberlo incordiado, su majestad —le dijo, y luego de excusarse, ambos se retiraron del recinto.
Tarble observó el rostro perturbado de su padre. Tights había elegido sabiamente sus palabras, y éstas habían logrado meterse debajo de cada fibra del Rey. Pasó su mano enguantada por su frente y divagó entre varios pensamientos hasta que la voz de su hijo menor lo interrumpió.
—Vegeta no puede saberlo, no si no piensas que debemos actuar. Ha estado muy tranquilo, tanto que es tétrico… Si no necesitaba más motivos para vengarse de Broly, ahora los tiene.
—¿Y si lo que dijo es cierto? —le preguntó a su hijo, en voz baja—, ¿y si es mi nieto? Es sangre de mi sangre… qué clase de Rey sería si no puedo proteger a esta familia…
—Sólo estás protegiendo el patrimonio de nuestra nación.
—No seas condescendiente conmigo. Eres más inteligente que eso —Tarble guardó silencio—. La realidad es que, estúpidamente creí que Vegeta sería capaz de olvidarse de todo esto. Pero no lo hará, quizás sea capaz de ocultarlo pero un día, cuando creamos que se ha repuesto de este daño, irá por él y morirá intentando quitarle la vida. Jamás estará tranquilo, probablemente ahora mismo está pensando en cómo escapar. No logrará nada más que morir, y lograr que maten a esa joven y a su hijo.
—Entonces, Vegeta sólo está atrapado posponiendo su propia muerte, ¿no es así? Él jamás se desposará, ni tendrá hijos. Probablemente el único heredero que tenga sea ese niño que Bulma lleva en su vientre. Y si él no lo sabe, sólo pasaran los años y un día él heredará el trono en el que te sientas, y volverá a llevar a nuestras tropas a la batalla —se sonrió tímidamente—, y bien sabes que yo no podría impedírselo aunque quisiera. Todo habrá terminado, el día que no puedas vigilarlo más. El día que él tenga el poder, no habrá quién lo detenga, y nuestra casa caerá… En el peor de los casos.
—No hay forma de salir de esto en una pieza. ¿Verdad?
Tarble observó la duda nublar la mirada de su padre, por primera vez. Asintió, era un pensamiento que le había dado vueltas por mucho tiempo. Pero no había tenido el valor de pronunciarlo en voz alta.
Poco tiempo después, tal y como Tights Briefs había prometido, llegó un ave a Vegetasei con un mensaje para el Rey. Cuando posó sus manos en ese mensaje, incluso antes de abrirlo, sabía qué contenían esas palabras. Se mantuvo meditabundo unos días, hasta que finalmente aceptó el inevitable destino de su casa. Caminó a solas hasta llegar a la habitación en la que habían enclaustrado a Vegeta y, luego de abrir la puerta, encontró a su figura sombría sentada frente a él. Hacía días no lo veía, ya que él le negaba la palabra. Además le revolvía el estómago el parche que tenía sobre su ojo ciego, el que Paragus había mutilado.
Luego de saludarlo sin respuesta, se sentó frente a él, aún con el mensaje entre las manos. Lo meditó por unos minutos, sabía que no habría vuelta atrás después de que escuchara lo siguiente.
—Llegó un mensaje… es de Paragus —Vegeta miró fijamente a su padre—. Dice aquí que Bulma… está esperando un hijo —El Rey percibió una ligera convulsión dentro de su hijo, pero no dijo nada—, está esperando a tu hijo, Vegeta.
—¿De qué hablas? —le cuestionó en un tono que raspaba.
—Su hermana vino aquí, hace un tiempo. Me dijo que el día de su boda, ella estaba embarazada, y que ese hijo era tuyo. Si eso es cierto, el niño nacerá antes de tiempo.
—¿Qué ganas con decirme esto?
El Rey medio sonrió, miró al suelo y se preguntó lo mismo.
—Le juré lealtad a Paragus, sin saber que le estaba entregando a nuestro heredero. Prefiero ser el Rey que rompió su juramento, antes que el Rey que dejó morir a su legado —alzó la vista y miró la expresión de su hijo—, tú eres mi legado… y ese niño también lo es. Tal vez el único que concibas en tu vida. Te digo esto para que no actúes con ímpetu y termines muerto, tal vez esta vez me hagas caso, ahora que sabes el riesgo que corren esa muchacha y tu hijo. Quiero que te levantes de aquí y seas paciente, aunque sea difícil. No quiero que seas impertinente, sólo tendremos una oportunidad para matarlos y no podemos desaprovecharla, o levantar sospechas. A partir de hoy te levantarás de esa silla y volverás a ser el que fuiste, y si no puedes, pretenderás serlo. Nadie debe creer que aún quieres asesinar a Paragus, ni a Broly. Y, cuando ellos estén confiados, cuando crean que han logrado todo lo que se propusieron, es cuando se los arrebataremos.
El Príncipe medio sonrió y acomodó sus codos sobre sus rodillas.
—Tienes mi palabra.
El pequeño niño que Bulma había dado a luz creció con rapidez los siguientes tres meses. Ya comenzaba a esbozar sonrisas y aferrarse con fuerza de sus cabellos. Las doncellas no podían evitar enternecerse, atrapadas en su mirada cristalina. La Princesa y su pequeño habían logrado sobrevivir todo ese tiempo, evitando a Broly en los pasillos y sobre todo por las noches, que era el momento en el que lloraba con más fuerza, para su fortuna. Ella había recuperado su vigor, su niño se alimentaba bien, y para ese momento, su vida ya no corría ningún riesgo, por ello había llegado el día de su nombramiento.
Cariñosamente lo llamaba Trunks, aunque sabía que Paragus tendría otros planes para él. Hacía poco el Rey le había informado que debería presentarse junto con el niño a la ceremonia que había organizado. Tal y como había dicho, las invitaciones se repartieron por todos los reinos. Paragus se sentía revitalizado por la repentina suba de la moral que se respiraba por las calles, la presencia de Bulma en el castillo, y de su hijo, le daba fuerzas al pueblo.
Bulma se vistió un vestido pálido con brocados dorados y envolvió a su niño en las más finas telas del reino. Parecía muy tranquila, a pesar de pensar constantemente el modo de escaparse. Por momentos pensaba que sería imposible. La mirada de su hijo, sus cabellos lilas, serían imposibles de olvidar. Quien quiera que lo vea sabría quién era y eso la desanimaba. Acarició el ceño fruncido de su hijo y se preguntó qué debía hacer. Se preguntó si llegaría viva a Vegetasei para entregarle ese niño a Vegeta y decirle la verdad, pero descartó la idea rápidamente ya que no había vuelto a saber de él desde hacía casi un año.
Con paciencia, esperó en su alcoba el momento en el que arribaran todos los invitados, mirando los vistosos carruajes y colores distintivos de cada casa. Llegada la hora, sus doncellas la escoltaron hasta la sala en la que festejó su matrimonio. La cantidad de invitados era notable y las mesas no tan austeras como lo habían sido antes, los sirvientes se habían triplicado, como en la época en la que su padre reinaba ese castillo. Ella caminó, con su hijo entre brazos, calmando su incipiente llanto, cuando repentinamente lo vio, sentado junto a su padre en uno de los rincones de aquel recinto. Se quedó estática al verlo, cruzado de brazos. Sus miradas se cruzaron por menos de un segundo y él se volteó despreocupadamente, rompiendo su conexión.
Bulma sintió un dolor intenso en el pecho, pero el llanto histérico de Trunks la obligó a desviar su atención y, tras susurrarle dulces palabras al niño, continuó caminando desorientada hasta su asiento. Luego de sentarse, se hamacó tratando de dormir al pequeño. Entonces volvió a buscarlo con la mirada una vez más, parecía tener una conversación muy discreta con su padre, pero no se volvió a mirarla otra vez.
—No me pareció propio negarle la invitación —dijo Paragus, quien no había notado, pero permanecía sentado a su lado—. Su casa nos juró lealtad, y parece que el muchacho ya entendió quién manda aquí. Hay rumores que dicen que está prometido, parece ser que su joven hermano no pudo asistir —se giró a ver la expresión desencajada de Bulma—. Tal vez pensaste que no volverías a verlo, pero quién sabe. Tal vez tengas más hijos con Broly y este tipo de celebraciones se te harán algo común.
—Tal vez —contestó intentando no dejar que sus palabras se sumergieran en su mente.
Poco tiempo pasó hasta que su hermana se acomodara en su asiento, y los últimos invitados se sentaran en el salón. Paragus estaba estático, todo su plan finalmente había tomado forma y ese sería el día en el que su heredero sería reconocido como tal. Había pensado en darle su nombre al niño, para perdurar su legado y, con suerte, ese niño no sería el animal incontrolable que era Broly.
El Rey se aseguró de que todas las copas estuvieran llenas, pues esperaba ese brindis con mucho ahínco. Llamó a una doncella a llenar la copa de Bulma y la joven, luego de una reverencia cordial, se acercó a ella con una jarra del más exquisito vino de la región. La Princesa estaba tan ensimismada en darle el pecho a su pequeño que casi no se dio cuenta de la presencia de aquella mujer, no hasta ver un mechón rubio caer sobre su rostro. Para cuando se giró a verla ella ya se había retirado. Extrañamente había algo familiar en ella, pero no estaba segura, y aunque esa sensación la seguía molestando, trató de olvidarlo y atender a su hambriento hijo.
Una vez que todas las copas estuvieron colmadas, Paragus alzó la suya en el aire. Su ostentosa copa se levantó, cubierta de piedras preciosas y detalles minúsculos. Se sonrió ampliamente y miró a sus invitados.
—Hoy es el día en el que celebraremos la vida que Broly ha traído al mundo. Los he invitado aquí a compartir la riqueza de nuestras tierras, y celebrar el nombramiento del joven Paragus Segundo. En un día muy grato, por lo que los invito a alzar sus copas y disfrutar de este excelente vino, en nuestro honor.
Todas se alzaron al unísono, incluyendo la de Vegeta y su padre, las copas de Tights y Upa, las de los soldados de Paragus y la de Broly, las de todas las casas de todos los reinos. Bulma, temblorosa alzó su copa. Pero, cuando tragaron del vino el horror se volvió a escuchar en los pasillos.
Bulma apenas había posado el vino sobre sus labios cuando escuchó el primer grito, miró a la rubia que había llenado su copa degollar un solado que bebía desprevenido. Reconoció el verde intenso de su pupila instantáneamente, y la vio saltar sobre la mesa a apuñalar un segundo con la misma daga. Al mismo tiempo todos los sirvientes la imitaron, ensuciando las mesas de carmesí. Los mosaicos se bañaron una vez más, pero esta vez de la sangre de sus enemigos.
Paragus miró el horroroso escenario, perplejo. Su copa cayó al suelo y el vino se perdió entre la sangre de sus soldados. Instintivamente se giró al joven Vegeta, que medio sonreía aún con su copa entre las manos, posándola ligeramente sobre sus labios. Tights se levantó de la mesa y Upa embistió dos soldados, para luego quitarles la vida. Los pocos soldados que se atrevieron a tomar la empuñadura de sus espadas fueron acorralados por los lugareños, quienes no tuvieron piedad al momento de quitarles la vida.
En ese momento Trunks comenzó a llorar con tanta fuerza que pudo percibir la mirada colérica de Broly sobre ambos. No estaba segura si él la creía responsable de lo que estaba sucediendo o si era el sólo llanto de su hijo lo que lo enfurecía, pero sintió la urgente necesidad de salir corriendo cuando lo vio levantarse de su silla. Apretó a Trunks con fuerza sobre su pecho y corrió fuera de la sala tan rápido como pudo.
—Tú… —pronunció Paragus cuando vio a Vegeta y su hijo acercarse a él—. Tengo más soldados fuera de este castillo, nunca podrán vencerlos a todos.
—Nosotros también, Paragus —le dijo el Rey, ladeando una sonrisa—, dentro de unos segundos escucharás una señal, y vendrán los ejércitos de Vegetasei por el norte, y los de Karin por el sur. Esta vez no podrán escapar.
Paragus observó con satisfacción como un soldado se interponía entre ambos y luego de retirarse el casco, se enfrentó al Rey Vegeta.
—Resultaste ser un cobarde, Nappa. Cuando desapareciste supimos que fuiste quien nos traicionó, ni siquiera tuviste las agallas de enfrentarme.
—Lo estoy haciendo ahora —contestó desenvainando su espada.
—Vegeta, ve por tu hijo y tu mujer. Yo me encargo de Paragus.
El Príncipe no aguardó un instante para ir tras Broly, y sintió detrás de sí el choque del acero que iba dirigido a él. Pocos segundos después, entre la historia que habitaba nuevamente el castillo, escuchó las campanas sonando con fuerza, en ese mismo momento Tarble debía estar cabalgando hacia el castillo junto con todos sus soldados. Mientras tanto él sólo prestaba atención al fino llanto del niño que apenas retumbaba en las paredes y le servía de guía para encontrarlos.
Bulma trataba desesperadamente de hacer callar a su hijo, mientras corría con desesperación. Para cuando llegó a la cocina, Trunks apenas balbuceaba. Lo envolvió entre los trapos con los que cubrían el pan y escondió las finas telas en las que lo estaba cargando. Sabía perfectamente que Broly estaba a pocos pasos de ella y que enfrentarlo sería inevitable. Cuando escuchó la puerta abrirse detrás de ella, se giró temblando. Vio su mirada enceguecida, el rostro retorcido por la fuerza con la que presionaba sus dientes. Bulma alzó una mano contra él como si pudiera detenerlo, pero antes de poder pronunciar una sola palabra que le salvara la vida, sintió un calor intenso debajo del ombligo y sus extremidades temblaron. Escuchó el chirrido del acero, cuando la espada de broly salió de su cuerpo bañada del bermellón de su sangre y ella cayó contra el suelo, sobre sus rodillas. Se abrazó a sí misma, incrédula y miró sus manos teñidas de rojo. Entonces alzó la mirada y se encontró con la sonrisa maquiavélica de Broly cayó desplomada sobre su espalda.
Verla caer, inerte, no era lo que él esperaba de todo ese encuentro que celosamente habían planeado con su padre. No después de que las piezas fueran cayendo una a una a su favor. Después del mensaje del mozo de cuadra, que le abriría las puertas a sus tropas, no después de la doncella rubia que llegó busca de Vegeta para informarle que había sido escolta de Bulma. No después de saber que los mismos aldeanos se amotinaban día a día contra los soldados de Paragus.
Su vestido crudo se manchó de escarlata, al igual que su cabello y que la comisura de sus labios.
La derrota lo sacudió, sentía que se caería sobre sí mismo al verla fallecer de esa manera. Pero antes de sumergirse en la misma miseria, volvió la mirada al culpable de ese despreciable acto y arremetió contra él. Afortunadamente, había tirado al suelo su espada después de atravesar el cuerpo de Bulma, pero cuando alzó el acero de la suya contra él lo observó tomarla con ambas manos. Miró de frente como sus dedos escurrían sangre pero a juzgar por su amplia sonrisa, poco le importaba. Alzó la espada entre los dos y pateó a Vegeta en las entrañas. El Principe se salpicó de la sangre de Bulma al caer al suelo, junto a su cuerpo, entonces Broly se apresuró sobre él y con las mismas manos que había tomado el filo de la espada, tomó el cuello de Vegeta hasta dejarlo sin aire.
La vista de Vegeta se turbaba, al sentir la semejante presión del agarre de Broly sobre su cuello. No podía creer que una vez más iba a ser derrotado por Broly, y que junto a él perecería la mujer que había amado.
—Vegeta… —escuchó cerca de él y por un momento creyó que estaba muriendo. Vio de soslayo como las blancas manos de bulma se levantaban con dificultad y entre ellas, la daga que había perdido. Sin dudarlo un instante, tomó la daga de entre las manos moribundas de Bulma y la clavó en el grueso cuello de Broly.
Cuando el filo penetró su piel, que parecía cuero, el agarre sobre el cuello de Vegeta se debilitó. La expresión de su mirada cambió, parecía confundido. De su garganta brotó una toz, escupiendo su sangre sobre el rostro de Vegeta. El Príncipe de Vegetasei retiró la daga y la sangre de aquel monstruo brotó con violencia hasta bañarlo. Con un empujón logró quitárselo de encima y, él en vano intentó contener con sus amplias manos el torrente que se escapaba de su cuerpo. No pasó mucho tiempo hasta que Broly cayera inerte, pálido, con la mirada desvanecida.
Vegeta, tembloroso, volvió a mirar la daga que tenía sobre la palma y corroboró nuevamente que era la suya. Entonces se giró al cuerpo de Bulma, que aún respiraba con dificultad y se apresuró a levantarla y abrazarla contra su cuerpo. Tapó la herida con su mano e hizo presión. Apretó los dientes y contuvo las lágrimas.
—Estarás bien, debo detener la hemorragia. ¿Dónde tienen esas flores, de las que me hablaste en el bosque?
Ella sólo pudo sonreírle, y con todas sus fueras posó su mano para acariciarle el rostro.
—No… —le dijo con suavidad y lo observó cerrar con fuerza los ojos y esconder el rostro entre su cuello.
—Tiene que haber una forma —le rogó.
—Mi príncipe, viniste por mí…
—Quédate conmigo…
—No creo que pueda —contestó esforzando otra sonrisa—. Cuida de nuestro hijo, Trunks…
—No, tú lo cuidarás. Traeremos un maestre y cuidarán de ti. ¡No vas a morir!
Bulma hizo una ligera presión en su mejilla, invitándolo a besarla por última vez. Vegeta la tomó del rostro y se acercó a ella, la besó en los labios con fuerza y la abrazó contra su pecho. Sintió una lágrima caer con fuerza, desde su mejilla hasta la de ella, para luego perderse en la laguna escarlata que los unía.
El suave roce de sus labios se fue apagando lentamente, y la mano nívea que lo acariciaba cayó inerte al suelo, manchándose de carmesí.
Con desesperación, Vegeta se alejó de su rostro y se encontró con su mirada sin vida. El dolor más intenso lo desgarró. Abrazó su cuerpo inerte con fuerza y lloró amargamente. Se volvió incrédulo, le acarició las mejillas aún cálidas y le volvió a suplicar que regresara a él. Que no lo dejara, pero esta vez no era una pesadilla.
Vegeta sintió su pecho desgarrarse, sintió como la carne dentro de su tórax se removía, sintió cómo se descomponía.
Lo único que logró sacarlo de aquel horrendo transe en el que se sumergía fue el intenso llanto tan cercano, alzó la vista y observó algo removerse debajo de unos trapos, sobre la mesa, dentro de una canasta. Tragó saliva y miró a Bulma por última vez. Entonces cerró sus hermosos ojos perlados, y la depositó en el suelo, prometiéndose que volvería por ella. Caminó hasta el niño y lo descubrió de aquellos harapos. Al verlo encontró la pupila de Bulma, replicada en la mirada del pequeño varón.
—Trunks… —pronunció con la voz entrecortada.
La puerta por la que había ingresado permanecía abierta. Tarble ingresó con su espada en alto, hasta que vio el cadáver de Broly junto al de Bulma, y del otro lado vio a su hermano observando fijantemente al niño. Lo vio limpiarse el rostro para después voltearse a él.
—Creo que jamás en esta vida te he pedido nada realmente importante… —comenzó—. Debo ir por Paragus, que es el verdadero responsable de todo esto… pero necesito que tú te encargues de cuidar a este niño, pase lo que pase. Así te cueste la vida, quédate con él. Y no sólo hoy, todos los días por venir.
—Tienes mi palabra, Vegeta.
El príncipe alzó su espada del suelo y se retiró.
Observó por el amplio ventanal de sus aposentos, los estragos que sufría el castillo. Vio a las tropas de jinetes arremetiendo contra sus desprevenidos soldados. Vio como los aldeanos abrían las puertas a los soldados de Vegetasei. Contempló sus estandartes caer, prendidos en llamas, y luego escuchó la puerta abrirse detrás de él. Sabía bien el destino que le esperaba, llegado ese punto. Broly era imponente, monstruoso, pero también era un mortal y cabía la posibilidad de que, sumergido en su ceguera, lograran derrotarlo.
—¿Es momento? —le preguntó a aquel que había entrado por su puesta.
—Lo es —dijo Vegeta con firmeza.
—¿Broly está muerto?
—Sí, yo lo maté.
—Vaya… sobreviviste a tres encuentros con él, debo reconocértelo, eres el primero.
—No he venido a conversar.
—¿Terminarás con mi vida, me torturarás, me encarcelarás?
—Debería torturarte el resto de tu vida. Debería hacerte pagar en carne todo lo que me has ocasionado. Todo lo que me has arrebatado.
—¿Y qué harás? —le cuestionó girándose a él.
Vegeta medio sonrió y miró el filo de su espada, manchado de la sangre de Broly. Volvió su mirada gélida a Paragus y recordó el día en el que le quitó la vista de uno de sus ojos.
—No te preocupes, te prometo que te dolerá toda la vida. Todo lo poco que dure tu vida…
Paragus, torpemente se alzó sobre él con una daga y el Príncipe logró esquivarlo y tirarlo al suelo. Luego pateó lejos de él aquella daga insulsa y se paró a su lado. Lo miró con atención, el pavor, el sudor que le chorreaba de la frente, la forma en la que temblaba. Vegeta alzó su espada y logró desprenderle un brazo al Rey Usurpador. Él, despojado de su extremidad, alzó el muñón, comprobando con horror aquella calamidad. Sus gritos se perdieron entre los sonidos del sitio que se llevaba a cabo en todo el castillo.
—¿No es eso lo que me dijiste? ¿Que debiste haberme cortado el brazo? —Comenzó mirando su propia extremidad—. Me equivoqué, tú querías cortarme la mano con la que estoy blandiendo esta espada… yo te acabo de quitar la otra. Déjame corregir el error —sin más, le rebanó el brazo derecho. El Rey se retorció en el suelo, maldiciendo el nombre de Vegeta, de su padre y de toda su nación.
—Si no fuera por esa zorra esto… —No pudo continuar, al sentir el filo cortante de la espada de Vegeta ponerse contra su cuello. Observó a Vegeta, con la mirada ensombrecida, sosteniendo la empuñadura de su espada con ambas manos.
—Nunca volverás a hablar de ella —le dijo finalmente y atravesó su cuello con aquella espada.
Paragus murió instantáneamente, luego de que su cuerpo se convulsionara. Vegeta limpió la hoja de su espada y, luego de observarse en el reflejo, con la mayor parte de su cuerpo cubierto de sangre.
La victoria de Vegeta no supo más que a amargura. Una vez que terminó con la vida de Paragus, la nefasta realidad en la que se veía atrapado recayó sobre sus hombros una vez más.
El dolor incesante de su pecho volvió a mermar y cayó sobre sus rodillas. Sólo pudo sostenerse del mismo filo de esa espada que lo había acompañado en incontables batallas. Lo único que lo hizo levantarse de ese miserable estado en el que se encontraba, era la presencia del hijo de ambos en ese mismo castillo. Ensimismado, sordo, confundido, caminó hacia su encuentro nuevamente. El Rey se encontraba en esa fatídica habitación, recién descubriendo los cadáveres que aún se desangraban frente a sus pies. Tarble cargaba en sus brazos al pequeño infante, y al ver a Vegeta entrar y dejar su espada caer al suelo, supo que todo había terminado.
Vegeta tomó al inquieto niño, con amargura. Lo miró a los ojos y supo que debía cumplir esa última promesa que le había hecho a Bulma.
—El nuevo Príncipe de Vegetasei —le dijo al niño, que extendió su diminuta mano hasta tocar la mejilla ensangrentada de Vegeta.
Fin
Notas finales: Ya sé, muchas deben odiarme ahora. Otras dirán que no puede terminar así, pero no me culpen si desde el principio supimos que esta no era una historia feliz. Gracias a todas/os por sus comentarios en esta historia, saben que me ayudan a continuar, y esta vez me ayudaron a llegar al final. Espero que este fic, a pesar de ser tan... ¿triste?, les haya gustado y quede en su recuerdo. No se esperancen con una continuación con Trunks como príncipe de Vegetasei, porque no la habrá. Si hay dedazos, sepan disculparme, escribí todo de corrido y no pude revisarlo mucho. Sólo quiero dejárselos lo antes posible en vista del tiempo que me tarde. Quiero agradecer de antemano los comentarios que quieran dejar sobre la historia, la verdad que un review que refleje lo que ustedes sienten siempre es lo mejor. Espero encontrarlos en un próximo fic. Los quiero con mi sangriento corazón.
Adiós, Nade.