Bueno, hace tan poquito que lo publiqué que no tuve ni que releer mucho para poder continuar xD Y no, no ando mareando la perdiz, son muuuchos secretos e intrigas Para fics cortos pasen por otro xD
Igualmente os dejo un resumen:
Con la masacre del clan Uchiha se descubre que Sasuke Uchiha estaba liado con Izumi. ¿Qué ocurrirá con él ahora? Ha traicionado la confianza de Sakura y en su mundo es algo imperdonable. ¿Qué decisión tomará Sakura? Shikamaru y Temari están ajenos en su isla, descubriendo que quizás les sea imposible mantener la mentira y conociendo algo más de ellos. Gaara y Matsuri van avanzando más, aunque esta última se da cuenta de que es un Yakuza no le tiene miedo. ¿Tendrá Gaara miedo al compromiso que ha esquivado hasta ahora? Naruto sigue buscando a la mujer del hotel, ajeno que es Hinata Hyûga, la que está embarazada y tiene que tomar una decisión importante y vieja a cambio de sostener su clan con la pérdida que le ocasiona tener que entregar la parte de Tenten. Tenten sigue inmersa en su locura sin poder perdonar a los demás por haber vivido felices. ¿Qué fue lo que le pasó? Y Sai y Ino, quienes claramente se atraen, ¿Podrán romper esa barrera entre policía y Yakuza? Sai se percató que no podría usar a Ino para los planes de Danzo, el cual, descubre, tiene cierto fetiche por un lazo rojo.
ºPacto de sangreº
Muertes y secretos
El aire podría cortar como un cuchillo de la tensión que les rodeaba. No era para menos, desde luego. El clan Hyûga estaba sometiéndose a las exigencias de una mujer a la que habían dado por muerta, perdiendo parte de su patrimonio y terrenos como líderes de la Yakuza. Los consejeros estaban pálidos, refugiados tras los cristales de la mansión antibalas.
Cobardes como ratas desde siempre. Salvarían su culo, expondrían al líder y de salir mal, huirían. Así es como funcionaban.
Hinata ni siquiera le miró mientras extendía sobre la mesa frente a ellos los papeles y cartillas. Tenten había arrugado la frente mientras la miraba hacerlo, dándose golpecitos en el brazo con los dedos.
—Está todo. También los Hyûga pertenecientes a la segunda rama ya han ido a sus casas.
Tenten alargó la mano hasta coger una de las cartillas. Tras abrirla por dos páginas diferentes, se la tiró a la cara.
—¿Me estás tomando el pelo? —cuestionó apoyándose contra la mesa. Alargó la mano rápidamente hasta asirla del cabello.
Al instante, las manos de Hinata reaccionaron, desenfundando. Neji y Lee hicieron lo propio, aunque no le hiciera demasiada gracia apuntar a su prima.
—Quietos —ordenó Hinata.
Tenten sonrió mientras los miraba con la locura brillando en sus ojos. Lee y él se miraron antes de cambiar la postura pero no relajarla.
—¿Por qué iba a tomarte el pelo? —cuestionó Hinata con tranquilidad—. Está todo lo que absorbimos, ni más ni menos.
Tenten chirrió los dientes y tiró más de la cabeza de Hinata. Notó que tensaba la mandíbula, pero continuó manteniendo la mano extendida hacia sus hombres. Por supuesto, sus manos no eran los únicos que estaban tensos.
¿Acaso Tenten no era consciente de que los superaban en número?
—¿Por qué está todo puesto a nombre de Neji y no al mío? —Exclamó—. ¿Me quieres tomar el pelo?
—No —repitió Hinata—. Dado que no reclamaste tu poder y te dieron por muerta, decidí que tus derechos pasarían a tu única mano viva y ése es Neji. Por eso lo puse a su nombre. También, porque era padre y quería que viviera una vida feliz con sus hijos y…
Tenten la interrumpió con una carcajada.
—Más mentiras y mentiras y mentiras y mentiras. ¡Una y otra vez!
Tenten empujó a Hinata hacia atrás. Kiba actuó reteniéndola de la cintura antes de que se diera contra la pared.
—¡Deteneos! —gritó Hinata al ver que las armas volvían a levantarse—. Eso es todo lo que tengo que decirte, Tenten. El resto has de cambiarlo tú para ti. No estoy diciendo ningún tipo de mentira. Neji es tu mano, habla con él y haz las cosas bien.
Tenten apretó los labios, mirándola desde su altura. Se había subido a la mesa y la señalaba con el índice.
—¿Me estás dando consejos? ¿Tú? Vives aplastada por el viejo poder de un consejo, moviéndote como una marioneta y estáis atrapadas todas bajo las leyes antiguas. Dime, Hinata. ¿Con cuántos tipos has tenido que acostarte para que tu hermoso consejo esté feliz? Eres la zorra de un clan que ni siquiera gobiernas realmente. No quieras darme consejos.
Saltó de la mesa y tomó los papeles.
—Nos vamos, perros.
Neji enfundó el arma a la par que Lee. Este último se giró rápidamente para seguirla. Neji se detuvo, buscando la mirada de Hinata. Se inclinó para recoger una hoja que había resbalado, demorándose de más.
—Gracias, Hinata-dono.
Ella desvió la mirada.
Puede que realmente él fuera el podrido de todo aquello. Si Tenten no hubiera regresado se había dejado gobernar por el consejo que estaba tras aquel cristal y habría traicionado a Hinata. Ella, quien había pensado en su felicidad dejándole algo que ni siquiera era suyo.
—He de ir a un sitio.
Se detuvo en la salida. Tenten miró a su alrededor hasta dar con un taxi. Le entregó las hojas y clavó su mirada en él.
—Quiero la casa lista para nosotros. Traeré hombres nuevos. Así que deshazte de cualquier Hyûga que sea sospechoso. No, deshaceros de todos. No los quiero. Y ves preparando todo para cambiar de nombre los bienes. Son míos por derecho. No tuyos.
Neji se lamió los labios, dudoso.
—¿Qué hacemos con los Hyûgas? —cuestionó.
Tenten parpadeó inocente mientras Lee le abría la puerta del taxi que finalmente se detuvo.
—Matarlos, por supuesto.
Atónito buscó la mirada de Lee. Éste no se inmutó hasta que Tenten desapareció en el coche. Se remangó.
—Bien, pongámonos en marcha.
—Lee —llamó—. Esto es…
—Mejor no intentes luchar contra ella, Neji —aconsejó con las cejas fruncidas en una mueca triste—. Tú no tienes idea por las cosas que hemos pasado. Por las mentiras que han contado de nosotros. Todo eso ha hecho más mella en Tenten, sí. Y puede que su locura sea extraña, pero es nuestra ama. Tú ama.
Le dio una palmada en el hombro y después echó a caminar en dirección a la parte secundaria de los Hyûga.
Llevó la mano hasta su cartuchera.
Empezaba a sentirse como una mierda.
.
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Se sentó frente a la mesa y suspiró. Tomó una de las uvas peladas y cortadas del plato y le miró. Shikamaru estaba recostado contra la silla mientras el sol le daba de pleno. Con los ojos cerrados y el cabello recogido en su característica piña. El periódico que había pedido estaba sobre la mesa junto a la taza de café que apenas había probado.
—No esperarías que saliera en las noticias. ¿Verdad?
Él abrió un ojo para mirarla que después cerró.
—No, claro que no. De salir sería sólo si alguno de los jefes hubiera caído.
Y eso era un alivio. Tanto para él como para ella. Que ni Gaara ni su hermano fueran personajes públicos en las esquelas era un verdadero alivio. Imaginaba que para Shikamaru lo sería Ino. Era natural. Seguí siendo su mano. Que se casaran no iba a significar que lo dejara, por supuesto, como ella tampoco pensaba dejar su trabajo. La única diferencia es que ya no viviría en su pequeño y acogedor piso entre el de sus hermanos.
Iba a mudarse a casa del Nara para seguir la pantomima. Con lo cual, imaginaba, tendría que estar más consciente de Ino y lo importante que sería para él.
Si lo resumía, era tan simple como imaginar que Ino y ella estaban dentro de un coche en llamas. Shikamaru salvaría siempre a Ino antes que a ella.
—¿Te acostabas con ella?
Shikamaru dio un respingo y abrió ambos ojos para mirarla esa vez.
Temari estaba tranquila, con los codos apoyados sobre la mesa y mirándole con curiosidad. Tomó una uva para jugar con ella, chupándose los dedos cuando se manchaba.
—No lo pregunto por los rumores ni intriga. Tendré que fingir que no conozco ese detalle y soportar las miradas. Al menos entender por qué.
Él cambió de postura, incómodo.
—Las manos hacemos de todo. Deberías de saberlo —respondió finalmente.
Temari asintió lentamente.
—Aunque mi hermano no es tan perverso —puntualizó—. He sido libre de estar con quien quisiera. Hasta hoy.
Shikamaru enarcó una ceja.
—Eres libre de…
—No —negó antes de continuase—. Puede que tenga pinta de ser una zorra algunas veces, un pitbull si lo prefieres. Pero no voy a marchar tu nombre de ese modo.
De nuevo, aquel gesto de sorpresa que cubría después con uno de fastidio resaltó en su cara.
—Por supuesto, eso no quiere decir que esté para ti —recalcó antes de que hubiera alguna equivocación.
—Por supuesto —aceptó él volviendo a recostarse.
Temari se lamió los labios. No entendía por qué, pero eso pareció molestarle de algún modo. Más bien, si lo pensaba, Shikamaru siempre estaba más en la luna y no reaccionaba a ella como hombre. Ni siquiera durante la noche había intentado atacarla. Durmió todo el tiempo de espaldas a ella.
Le irritaba. Mucho.
Y lo más irritante era no saber por qué.
Así que lo pagó con él y le tiró una uva. Dio de lleno contra su nariz.
—¿Qué…? —masculló mirándola y tomando la uva entre sus dedos.
—¡Y yo qué sé! —espetó para marcharse.
Buscaría el dichoso bikini y se daría un baño en el mar. Absorbería algo de sol. Que al menos valiera la pena el dichoso viaje.
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Shikamaru jamás entendería a las mujeres. De eso estaba completamente seguro. Llevaba desde que era niño sirviendo a una y seguía sin comprenderla. Esperaba momentos silencios con su recién esposa, pero jamás que las preguntas lejos de lo que estaba sucediendo fueran de ese tipo.
Temari era una mujer de armas tomar, así que cuando preguntaba algo tan privado como su relación íntima con Ino sabía que mentirle era estúpido. Aunque Ino había prometido entre lágrimas no volver a tirar de él, respetando su matrimonio, Shikamaru no podía prometer que fuera cierto.
Por eso no había esperado esas palabras por parte de Temari.
No le había pedido fidelidad, aunque participaron en sus votos por tal de quedar bien. Y ella se lo ofrecía por respeto. Desde luego, había sido educada de esa forma.
Aunque continuaba sin comprender por qué de su enfado después. Le había negado la posibilidad de estar con ella sexualmente y era algo que ya se había hecho a la idea desde antes de casarse. No necesitaba recalcar.
Más bien, aunque se alegraba de poder hacer el vago con total libertad, quería regresar. Estaba bien el tema de estar en la tumbona, sólo en calzonas, sin que nadie dijera nada sobre sus tatuajes o los señalasen con el dedo. Unas vistas geniales, sol y nubes.
Y hablando de vistas…
Temari acaba de salir del interior de la casa con un pareo enrollado en su cintura y la parte superior de un bikini morado a cuadros. Se quitó el pareo lentamente, dejándolo caer sobre la arena. El bikini era condenadamente estrecho en la parte inferior. Sí, también morado y con cuadros.
Debía de admitir que poseía unas preciosas nalgas esa condenada mujer de hierro.
Desde su posición se dio un momento en observarla mientras se adentraba entre las olas antes de hundirse totalmente en un salto. Cambió de postura, algo incómodo. No tenía una erección pero tampoco podría ser inmune.
Estaba a punto de desviar la mirada cuando notó algo raro.
Quieta en medio del oleaje, Temari parecía asustada, mirando alrededor. Lo primero que pensó que hubiera visto alguna sombra y pensara que había un tiburón. Se incorporó y corrió hasta la orilla.
—¿Temari? —gritó.
Ella dio un respingo, mirándole. Estaba de espaldas y no se fijó demasiado, pero mantenía sus manos apretadas contra su pecho. Quizás por miedo.
Hasta que notó algo contra sus pies enredarse. Retrocedió al pensar que se tratara de una medusa, pero lo reconoció. Se inclinó para cogerlo y levantarlo y escuchó su grito.
—¿El sujetador del bikini? —cuestionó incrédulo—. ¿En serio? Pensé que esas cosas sólo pasaban en las novelas que le gustan ver a Ino.
—¡Deja de mirarlo y lánzalo! —exigió ella.
Lo hizo. La pasó por encima y aunque extendió una mano y dio un salto no llegó. Le gruñó una palabrota pero la prenda escapó y regresó una vez más a sus pies.
—¿En serio eres capaz de disparar una pistola? —gruñó.
Shikamaru levantó el sujetador.
—¿Eres capaz de abrocharte sola uno? —devolvió.
Ella enrojeció y no supo bien si por enfado o por sorpresa. Le dio la espalda y golpeó el agua, levantando una cortina frente a ella.
—¡Vale! —exclamó volviendo a cubrirse y señalarle—. Iré hasta allí. Date la vuelta.
Shikamaru estuvo muy tentado a negarse, sin embargo, sabía que llevarle la contraria a las mujeres a veces era más problemático que haber metido la pata una vez.
La escuchó chapotear en el agua hasta llegar a su altura, a su espalda. Esperó y ella no habló. Repentinamente, algo golpeó su trasero y le hizo perder el equilibrio. Extendió una mano para aferrarse a cualquier cosa y terminó por encontrarla, llevándosela con él.
Emitió un gritito muy femenino que jamás esperó de ella y, cuando abrió los ojos, estaba justo contra su costado, con sus piernas enredadas y su cuerpo desnudo contra el suyo. Podía notar ambos senos contra su piel. Cuando sus ojos se encontraron, brillaban de furia.
—¡Serás…!
—¡Fuiste tú la que me golpeó! —se defendió.
—¡Y tú no me lo dabas, así que pensé que…!
Shikamaru se llevó una mano al rostro, echándose a reír. Acababan de comportarse como dos niños pequeños en vez de como dos personas maduras. Era completamente increíble.
Así como que ella se terminara uniendo a su risa.
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El funeral era silencioso. Para él fue fácil colarse entre las personas que asistían. Las líderes también estaban allí y Gaara, destacando por sus cabellos rojos y mirada fría. Por supuesto, diseminados en diferentes puntos para protegerse. No iban a volver a cometer el mismo error.
Era curioso que Hinata Hyûga estuviera allí con todo lo que su clan estaba pasando. Pero llamaba más la atención que Sasuke Uchiha, la mano derecha de Sakura Haruno no estuviera presente. No era extraño que las manos desaparecieran para hacer los trabajos sucios mientras todos tenían los ojos sobre su líder, pero presentía que era algo relacionado con el clan Uchiha y su repentina destrucción.
Los Uchiha, como muchos clanes, solían ser bastante evasivos en cuanto a su intimidad, así que no le extrañaba que decidieran hacer un funeral privado. Lo extraño es que Haruno no estuviera presente siendo la líder. Aunque no podía partirse por la mitad y estar en dos sitios a la vez.
Se encontró con la mirada de Ino Yamanaka y le sonrió. Ella frunció los labios, desviando la mirada con un gesto de hastío. Por supuesto. Las sonrisas falsas empezaban a no hacer efecto en ella.
Cuando se acercó a ella al finalizar, su gesto no mejoró.
—Realmente se fue temprano —dijo sin dejar de caminar hacia la salida del cementerio.
—Sí —confirmó—. Sería complicado si un policía sale de la casa de una líder de la Yakuza cuando todos los ojos miran.
—Por supuesto —confirmó ella—. Aunque igualmente no dudó en ofrecerme sus servicios como hombre.
Disfrutó de la mueca de su boca; burlona, sensual.
—Cuando quiera —recalcó.
Ella tuvo que cubrirse la boca para no reír. No sería lo correcto saliendo de un funeral.
—Es usted la espina de mi pescado, Sai.
Él se encogió de hombros.
—¿Para qué ha venido? —cuestionó deteniéndose junto a su coche—. ¿Por morbo? Apuesto lo que quieras que ahora irás a investigar lo que ha ocurrido en el clan Uchiha. A los de Raíz os encanta meter el dedo en la llaga.
—Soy detective y sí, iré. Pero este no ha sido por eso sólo. Yo estuve ahí y vi los cadáveres. Siguen siendo personas.
Ino miró en dirección a los familiares que abandonaban también los sepulcros.
—Lo sé… Pero ambos sabemos que el problema no tiene nada que ver con La raíz, así que le aconsejo, querido… —Metió sus manos por debajo de las solapas de su chaqueta, arreglándole el cuello—… que no te inmiscuyas. El poli muerto, muerto queda.
Su perfume le llenó la nariz.
—¿Le pondría triste?
Ella se retiró levantando los ojos hacia él de su cuello.
—¿El qué?
—Si yo muriera.
Ino le dio la espalda, esperó a que Choûji le abriese la puerta y finalmente le miró.
—Que sea la líder de un clan de la Yakuza no quiere decir que ame ver la sangre derramándose a mis pies, Sai. Ni la tuya. Los hombres siempre pensáis que derramar sangre es lo que hay que hacer. Ingenuos.
—Gaara no —recalcó—. Por eso has vendido a tu mano. ¿Verdad?
Ino abrió mucho los ojos por la sorpresa. Apretó los labios para formar una sonrisa.
—Por supuesto que hay hombres que salen de ese encasillado segmento.
Luego entró tras despedirse con un gesto en el coche. Chouji pasó a su lado sin molestarse siquiera en evitar que su cuerpo lo empujase. Esperó a que el coche desapareciera para fijarse en el de Haruno. Su otra mano, Uzumaki, la ayudó a subirse en el coche. Se dio cuenta de que la mujer tenía ojeras y que parecía más abatida de lo normal.
Decidió seguirles a una distancia prudencial hasta que llegaron a los terrenos Uchiha. Sakura descendió y caminó hasta su coche, altiva.
—¿Siente curiosidad por algo, detective? —cuestionó nada más que bajara la ventanilla.
Naruto tiró de Sakura para interponer una distancia prudencial, pero ella forcejeó y finalmente le ladró una orden. Uzumaki se tensó y se colocó tras ella con las manos en la espalda.
—No ha respondido mi pregunta.
—Sí —confirmó—. Pienso que este caso podría estar relacionado con el mismo que Sarutobi. E igualmente, quería aprovechar para dar mis respetos.
Sakura entrecerró los ojos.
—Gracias por sus respetos —aceptó—. En cuanto a lo otro, es un tema familiar. Si de un casual estuviera relacionado, nos encargaríamos.
—¿Está impidiendo que busque pruebas? ¿He de pedir una orden?
Haruno sonrió. De una forma extraña que le puso los pelos de punta. Cuando el arma se clavó contra su cuello, Sai apenas pudo tragar.
—Le estoy invitado a conservar su vida un poco más, policía —susurró—. Los Uchiha son personas muy reservadas y también rencorosas. No olvidan lo de Raíz y yo tampoco. No puedo garantizar su seguridad y creo que tenemos suficientes cadáveres. Pero no tengo problema con añadir uno más. Siempre hay sitio en la morgue.
Sai negó y levantó las manos del volante.
—No, indirecta captada —aseguró.
Sakura retrocedió y rápidamente guardó el arma. Después se abrió paso por el interior de los terrenos de los Uchiha. Naruto se quedó atrás, maldiciendo y le miró.
—Lárgate, policía —recomendó.
—¿Y Uchiha Sasuke? —preguntó sin obedecer—. ¿Acaso se ha fugado?
—No.
Su voz sonó tensa.
—Está clausurado.
Sai frunció el ceño intentando comprender. Según los términos que conocía y había aprendido significaba que estaba castigado. Una mano castigada.
Eso era muy interesante.
Demasiado.
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Pasó una mano por sus cabellos, irritado. Quería atravesar la dichosa puerta y acompañar a Sakura. No se sentía seguro con ella sola entre tanto lobo. Sí, hombres de confianza estaban allí, pero Sasuke y él eran los mejores cubriéndola. No se podía negar. Continuaba vetado para entrar y ya muchos de los pocos Uchiha que quedaban con vida le habían mirado amenazadoramente. No quería complicarle las cosas a Sakura, así que reprimió las ganas de mandarlos a la mierda.
Al fin y al cabo, todo estaba fatal y por culpa de ese imbécil.
¿Cómo podía Sasuke estar metido en todo aquel lío? ¿Por qué no le había contado nada? Tenía que existir una razón para todo, pero las cosas estaban demasiado tensas como para pensar que se lo contaría de buenas.
Todavía sentía la tensión en el cuerpo de aquel momento.
—Él. Sasuke Uchiha.
Naruto había esperado que Sakura explotase. Que hiciera una escena más como mujer que como ama. Aunque estaba tan sorprendido como ella de aquella acusación.
—No es verdad, Teme —suplicó.
Pero Sasuke tenía la mandíbula apretada y miraba a Sakura fijamente. Naruto no podía entender si era súplica o la misma frialdad de siempre. Joder, no era el momento de hacerse el superior delante de quien tenía tus huevos cogidos.
Sakura se apartó de la cama como si le quemase y tras recomponerse un momento, caminó en su dirección. Naruto extendió una mano con intenciones de retenerla, pero Sakura le hizo retroceder al levantar la suya propia.
Cuando llegó a la altura del Uchiha esperó una bofetada, un grito. Que las lágrimas que estaba reteniendo escaparan. Sin embargo, su voz fue fría, lejana.
—Sasuke Uchiha, mi perro. Como tu dueña te castigo. Quedarás clausurado hasta nueva orden. Sin comida, con sólo derecho de baño. Vete.
Sasuke pareció dudar por un instante pero inclinó la cabeza obediente y se marchó. Sakura se llevó una mano a la frente, jadeando. Estaba seguro de que, si el jefe del bar no continuase ahí, se habría echado a llorar.
Pero Sakura no lloró. Sasuke se recluyó en una habitación vacía sin nada y Sakura todavía no había ido a hablar con él, demasiado ocupada con el entierro y las muertes de parte de su clan. Claro que la ausencia de una mano era tan notable hasta para un dichoso policía que estaba metiendo demasiado la nariz en asuntos que no le importaban.
Porque estaba seguro que pese a que Sasuke se había acostado con Izumi, no había matado a su gente. Pese a que razones no le faltaban. De pequeño intentaron matarle y eso era algo que nadie olvidaba. Si fuera así, ninguno de ellos tendría aquel estigma encima desde hacía catorce años.
Una limusina llamó su atención. Reconocía el logotipo significativo del clan Hyûga. Cuando avanzó interesado para abrir la puerta, Hinata Hyûga apareció.
Se puso tenso al instante.
No era extraño que Hinata decidiera acudir para dar sus respetos, al fin y al cabo, los Hyûga y los Uchiha eran clanes muy antiguos y en antaño, incluso usaban a sus descendientes como moneda de cambio.
Se detuvo antes de ofrecerle la mano.
Espero que no se desmaye…
Hinata se la aceptó y tembló.
Valee… no la mires a los ojos, no la mires a los ojos. Igual así no se desmaya…
—Bienvenida, Hinata-dono. Sakura-dono ya está dentro —informó.
—G-gracias —murmuró ella. Se hizo a un lado para esperar.
Naruto esperaba ver salir a Kiba o Shino del interior pero fue otro hombre quien lo hizo. Distinguido, de buen porte, que le miró con una ceja alzada.
—Uzumaki —nombró—. Extintos.
Naruto frunció el ceño en advertencia.
—¿Te ofendí? Mis disculpas. Tiendo a pensar en voz alta. Es que verte me permite reconocer el tiempo que ha pasado.
—¿Nos conocemos? —cuestionó incómodo.
—No —negó.
Naruto empezaba a molestarse con que no se presentase.
—Esta bien. Tenemos un funeral al que asistir.
Extendió su brazo a Hinata, quien lo aceptó algo incómoda y tomaron rumbo al interior. Kiba le puso una mano en el hombro antes de seguirles y Shino se quedó a su lado.
—¿Quién mierdas es?
—¿Recuerdas los viejos pactos que hicieron los antecesores? —preguntó Shino. Cuando Naruto asintió, continuó—. Así como tu ama estaba prometida a Sasori, Hinata-dono está prometida con él. Dado lo ocurrido con Tenten, tomó esa decisión. Sin consultarnos y sin consultar al consejo. Es algo que Hinata-dono ha hecho por sí misma.
Naruto frunció el ceño, incrédulo.
—¿En qué diablos está pensado?
—En el declive de su clan. Tenten se ha llevado parte de su potencia numérica y monetaria. Imagino que tomó la parte arriesgada y anticuada. El clan de él también es un clan casi extinto pero con buena importancia en bienes. Además, su padre firmó como que no obtendría poder por encima de Hinata, pero…
Naruto chasqueó la lengua.
—Existen las muertes accidentales.
Shino asintió lentamente.
—En este caso, creo que se esperaría hasta tener un descendiente.
Dio un respingo.
—¿Hinata-dono con ese tipo? —Se abrazó a sí mismo, frotándose los labios—. De sólo pensarlo me dan escalofríos y ni siquiera soy su mano.
Shino asintió.
—Si te da a ti, imagínate a nosotros.
Naruto suspiró. Se alegraba de que Sakura pudiera romper ese contrato con Sasori, pero también tenían sus problemas. La caída del clan Uchiha continuaba dándole terrenos pero menos manos. E implicaba que el líder del clan volviera a tomar esposa. Al estar Sakura libre de compromisos, los pocos consejeros que quedaban eran capaces de pedir la unión con tal de… No, no quería ni pensarlo. Si lo hiciera, significaría tener que pelear con Itachi.
—Oye, una cosa Shino —recordó—. ¿Qué ha pasado con los Hyûga? ¿Se han separado por ramas?
—Sí. La rama secundaria pertenecía a Neji, así que hemos tenido que separarlos. Ha sido terrible, teniendo en cuenta que muchos se casaron con otros de la primera casa. Incluso uno de los consejeros se había casado con otro consejero de la segunda rama.
—Mierda —masculló.
—¿Por qué?
Naruto negó sin dar explicaciones. No podía contarle a Shino que eso le complicaba más buscar a la mujer del hotel por la que seguía bebiendo los vientos.
Odiaba que fuera tan difícil. Se moría de ganas por volver a tenerla entre sus brazos. Incluso se arriesgaría a que Hinata se desmayase con tal de reclamarla para él.
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—Dos veces en un día. Estoy por empezar a acostumbrarme, policía.
Sai le sonrió como respuesta. Continuaba llevando el mismo traje, con las manos en los bolsillos y mirándola desde su altura.
—Me sorprende que no estés en el funeral de los Uchiha —dijo.
Ino golpeó la pipa contra el cenicero sin quitarle la vista de encima. Los Uchiha eran reservados y ninguna otra persona que no fuera cercana o tuviera algo que ver con el clan le permitirían entrada. Si hubiera ido sólo habría sido avergonzada y ofendida por los Uchiha, cosa que pondría a Sakura en un aprieto.
—No fui invitada —respondió encogiéndose de hombros—. ¿Y? ¿A qué ha venido? ¿Quiere acaso cumplir su oferta nocturna?
Él pareció tan tentado a aceptar que Ino no pudo evitar soltar una carcajada.
—No soy tan fácil, señor.
—Sai —recordó.
—Claro. Sai.
Pronunció su nombre lentamente, maravillándose de cómo tragaba y sus ojos brillaban. Estaba pasando de un policía con una careta a un hombre con un fuego dentro que ardía por ella. Y eso le gustaba.
—¿Y bien? Supongo que no le dejaron entrar en el clan Uchiha y vino aquí esperando que yo pudiera darle una solución. ¿Verdad?
—¿Fue pensar demasiado de mi parte? —cuestionó él a su vez.
—Sí —afirmó severa—. ¿Acaso me ve como una estúpida capaz de crear una guerra con los demás sólo para abrirle las puertas y saciar su curiosidad? No, gracias.
—En realidad vine por otra cosa —confesó metiendo la mano dentro de su chaqueta.
Al instante, sus hombres se prepararon para un posible ataque. Sai levantó la mano para demandar permiso y ella cabeceó la cabeza, curiosa. Entre sus dedos percibió algo arrugado y rojo.
—¿Qué es eso? —indagó mandando con un gesto que bajasen las armas.
—Algo que creo que tiene una pista importante y que quizás pudiera recordarle algo.
Extendió la palma frente a ella.
—Eso es…
—Sí —afirmó él—. ¿Le suena de algo?
Ino se mordió la uña, sopesándolo.
—Quizás me equivoque, pero sólo recuerde a alguien que llevaría eso puesto en su cabeza.
—¿Quién y por qué? —se animó Sai.
Ino usó la pipa al revés para levantar el trozo de tela. Una cinta roja resbaló por ella.
—Sakura. ¿El por qué? Porque yo se lo regalé. Hace catorce años atrás. Aunque esto es una imitación. ¿Verdad?
Sai sonrió al ser pillado. Una sonrisa avergonzada de verdad.
—Sí. Soy bueno con el arte. Solo lo plagié. Igualmente, usted lo ha reconocido. ¿Por qué? Aparte de que usted se lo regalase.
Había cosas que a una no le gustaba pensar, ni recordar. Aquel día catorce años atrás era una de ellas. Pero si echaba la vista un poco más atrás, sí recordaba las risas y los días alegres en que eran ajenos a todo.
—Se la regalé como señal de amistad y confianza. Sakura siempre se ha menospreciado, especialmente porque muchos se metían con su frente. —Se señaló el lugar y sonrió—. Le entregué unos lazos rojo sangre para que resaltasen más que su frente. Después del atentado, dejó de llevarlos y cada vez que ve un lazo palidece y vomita. Y estoy segura de que ese lazo es el suyo, porque esa marca que tienen ahí que usted ha calcado, es la marca de nuestra amistad. Nadie más la conoce.
Sai miró el lazo fijamente y asintió, guardándolo en el bolsillo. Ino se inclinó más hacia delante para poder susurrar.
—¿De dónde lo ha sacado, Sai?
Sai clavó la mirada en ella antes de responder.
—No creo que deba de contar todos mis secretos tan pronto… belleza. Si no, te aburrirás muy pronto de mí.
Ino abrió la boca con sorpresa.
Mientras él se marchaba no pudo evitar soltar una carcajada.
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No podía darle más vueltas pese a que una parte de ella tenía el corazón roto. Estuvo distrayéndose demasiado con los funerales, órdenes, soportar el peso de la culpa de que tantos hubieran muerto y las miradas de ira y odio que no dudaban en darle, todavía más frecuentes y dolorosas que antes. Incluso tuvo que soportar las miradas de los pocos consejeros que quedaban, quienes no tardarían en mover sus hilos entre las sombras y a saber de qué modo.
Pero nada de eso servía para quitarle de la cabeza algo que le rompía el corazón como mujer. Como mujer enamorada que era, aunque no quisiera aceptarlo.
No era tonta. Sabía que Naruto y Sasuke tenían sus necesidades como hombres. Naruto había llegado a acostarse con Hinata. ¡Hinata! Que eso también era una lagartija mordiéndole el culo, porque estaba segura de que Naruto continuaría queriendo conocer a la Hyûga que le había robado el corazón y ella tendría que seguir dándole evasivas. Mejor que viviera con la esperanza a que viviera con el corazón roto.
Como estaba ella.
Porque de toda la gente jamás se habría esperado que Sasuke estuviera con Izumi. ¿Cuántas veces había dado la cara por él exigiendo que lo excluyeran de esa patética necesidad de natalidad entre miembros? ¡Miles! Y el muy idiota lo había hecho a sus espaldas. ¿De qué habían servido sus esfuerzos entonces? ¡Si hasta su propia mano se pasaba su poder donde no le daba el sol!
—Sakura-dono.
Levantó la mirada para posarla sobre Naruto. Le había estado tratando mal sin poder evitarlo del mismo malestar que sentía. Y lo sentía, muchísimo.
Se acercó para apoyar su frente en su pecho y él la rodeó suavemente con los brazos.
—Lo sé, ttebayo. Lo sé. ¿Quiere que haga algo referente a él?
—No —negó frotándose los ojos—. Hablaré a solas con él.
—Tiene que existir un motivo para lo que hizo —insistió Naruto.
Llevaba diciéndole eso desde que se enteraron que Sasuke era el único al que Izumi invitaba a su camarote. Sakura no había querido escuchar más.
—Espero que sea cierto —refunfuñó—. Soy consciente de que ambos necesitáis una mujer. No podéis estar todas las horas cuidando de mí. Pero que todo esto esté enlazado… me da mucha rabia de que me dejara atrás. Siempre protegiéndome de tal forma que olvida quién soy…
—Sakura-dono…
Sakura retrocedió y levantó las manos para acallarle.
—No, es suficiente. Quiero respuestas.
Naruto asintió y abrió la puerta cerrada. Ella entró y después cerró, dejándolos a solas.
Sasuke estaba en el centro sentado, con las manos posadas bocarriba sobre sus muslos y mirando al frente. Sus ojos estaban vendados.
Caminó hacia él de puntillas y antes de que le quitara la venda, habló.
—Sakura-dono.
Ella se detuvo un instante. Se mordió los labios y finalmente, tiró de la venda. Lo vio parpadear y luego levantar los ojos hacia ella.
Tomó aire antes de hablar.
—Las manos fueron creadas para que un líder absorbiera más poder, para que resguardara a sus clanes y un acto de fidelidad. Son catalogadas bajo el nombre de perro, animales fieles a sus amos y cuya mano jamás deben de morder. Para mí no sois perros, no me gusta trataros como tal. Sois hombres. Mis hombres. A cambio, espero lealtad.
Caminó a su alrededor, sin mirarle.
—Durante todos estos años mi mano derecha se encargó de cuidarme, protegerme y gobernarme incluso por encima de mis deseos. Odio los kimonos y me los pongo. Odio llevar el cabello recogido y lo hago. Odio que se crean que soy menos por ser mujer y que se burlen de mí, que crean que pueden engañarme y traicionarme… y lo has hecho.
Se detuvo a su espalda.
—Batalle contra consejeros, rompí mi alma y mi voz para evitar que el clan Uchiha continuara haciendo contigo lo que les venía en gana. Negué ofrecerte para seguir la tan clandestina causa de sus relaciones de procreación.
Retomó sus andares hasta para delante de él.
—Y tú… tú… Sasuke Uchiha, mi mano, me has traicionado. ¿Por quién estaba luchando entonces? ¿A quién intentaba proteger? —Sacudió la cabeza, mirándole en súplica—. ¿Por qué? ¿Tanto me odias?
Los oscuros ojos se abrieron en sorpresa.
—No es eso.
—¡Pues dame un motivo para que no mande que te maten por traición! —exigió aferrándolo de los hombros, sacudiéndolo—¡ Sasuke-kun!
Las lágrimas estaban por escapar a su control. Incluso su voz se rompió.
—Por favor…
Cayó de rodillas frente a él, apoyando su frente contra sus hombros.
Sintió su aliento en su mejilla.
—No fue por la natalidad del clan —aseguró—. Por protegerte.
Sakura parpadeó para disipar las lágrimas y le miró.
—¿Protegerme? ¿De Izumi? Si ella era muy buena conmigo…
—Fingía.
Sakura se acomodó sobre sus piernas y apoyó las manos en sus muslos.
—Te escucho.
Sasuke no abrió la boca.
—Sasuke-kun. ¿He de ordenarlo de verdad?
—Tsk.
Sakura le miró atónita.
—¿En serio me has chasqueado igual que si fuera Naruto? —cuestionó sorprendida.
Él cambió ligeramente el gesto.
—Izumi estaba dejándose gobernar por el consejo. Demasiado. Quería ganarse tu confianza para asesinarte. Estuvo jugando con el consejo para ir aplazando tu muerte a cambio de que me acostara con ella.
Sakura estaba aterrorizada. ¿Hasta qué punto el clan la odiaba?
—¿Por qué Izumi se dejó corromper así? Era dulce, buena… Dios, estaba embarazada —recordó pasándose una mano por el rostro—. Ibas a ser padre, Sasuke-kun.
Sasuke no se inmutó. No, más bien no tenía ningún sentimiento acerca de ese detalle.
—Izumi quería un vástago para cubrir la pena de que Itachi estuviera lejos. Si ella tenía un hijo podría reclamar el clan según los mandatos antiguos, si era varón. Tu perderías todo el poder sobre el clan Uchiha y no dudarían en matarte.
Sakura cerró los ojos. Se había leído los tratados miles de veces y cada vez le parecían estar escritos más en su contra que a su favor.
—No sabía que estaba embarazada —recalcó.
—Tampoco hiciste mucho por evitarlo —espetó sin poder contenerse—. Guardarte la bragueta, por ejemplo.
Sasuke enarcó las cejas cuando escuchó sus palabras y ella se cubrió la boca, avergonzada y sorprendida. Carraspeó y se puso en pie.
—¿He de asumir que todo fue por protegerme?
Sasuke tardó en responder, observándola.
—Siempre.
Sakura sintió que temblaba. Se inclinó y le echó los cabellos hacia atrás.
—A Partir de ahora me contarás las cosas. Hasta las más secretas, las que puedan hacerme daño y las más tontas que tengan que ver con el clan, con nosotros o lo que sea. No quiero más secretos. Durante dos meses no probarás a otra mujer y… —Acarició el pulgar su párpado—. Vas a llevar un tatuaje nuevo que marque tu error hacia mí. Es mejor eso que la muerte.
Se tensó al notar que la miraba. Que se rendía a ella. No pudo evitarlo y se inclinó. Sus labios sobre los suyos. Él se tensó pero no correspondió y ella se separó, agridulce. Mil veces mejor que si nunca lo hubiera hecho.
—Esta noche seguirás confinado. Mandaré que vengan a tatuarte. Mañana te quiero en tu puesto.
Se echó hacia atrás para mirarlo por última vez.
—Sí, Sakura-dono.
Con el corazón a los pies salió. El llanto escapó de sus ojos. Por la frialdad, por el dolor de que aún besándolo continuaba sin sentir nada por ella y, sin embargo, era capaz de acostarse con Izumi. Sasuke no lo entendía, el dolor que representaba para ella el hecho de que Izumi sí estuviera embarazada de él o que compartiera su cama. Aunque ella ansiaba algo que Sasuke no podía entregarle: su corazón.
Antes de que el llanto se le desbordara más, fue hacia su dormitorio. Naruto estaba esperándola, sentado junto a la puerta. Al verla se puso en pie.
—¿Sakura-dono?
—Llama al tatuador —ordenó—. Sasuke será marcado en vez de asesinado.
Naruto suspiró aliviado y le hizo una reverencia. Ella entró, cerrando tras él. No pudo contenerse más.
Cubrió su rostro con sus manos y sollozó.
Hasta que no escuchó un ruido raro no reaccionó, pero era tarde. La figura estaba a su espalda cubriendo su boca. Buscó a tientas su arma, pero la sombra la aferró antes, arrebatándosela y clavándola en la pared de su derecha.
—No grites.
Parpadeó. Conocía esa voz. Fue relajando el agarre y él se separó. Tiró algo a sus pies que chapoteó en un sonido húmedo.
—¿Por qué entras así?
—Porque no me gusta que me sigan —respondió—. Pediste hablar conmigo. Aquí estoy, Sakura-dono.
Hizo una inclinación de cabeza, algo que fue terrorífico con sus ojos brillantes que casi parecían rojos.
—Itachi-nii-chan —suspiró—. ¿Qué es esto?
Él miró lo que había tirado con desinterés.
—Las manos del consejo que estaban planeando asesinarla a sus espaldas. Los que me faltaban. Gracias al funeral las he conseguido.
Sakura intentó no mirar hacia lo que había a sus pies. Tensa.
—¿Por qué Izumi? Era tu esposa.
Itachi pareció dudar.
—¿Realmente he de quedarme de brazos cruzados cuando mi propia esposa abusa de mi hermano para beneficio de los mismos que querían asesinarte?
Sakura se lamió los labios mientras le escuchaba hablar.
—Entonces. Lo has hecho más por Sasuke que por mí.
—Lo reconozco. Y pediré algo, Sakura-dono.
—¿Que no te entregue y te cubra? —propuso.
—Sólo con mi hermano, por ahora. No le diga la verdad sobre por qué lo hice, pero sí que lo hice.
—¿Qué? —masculló demasiado fuerte. Se cubrió los labios, bajando la voz—. ¿Quieres que cubra la realidad?
—Sí. Porque hay algo peor que yo ahí fuera y mi hermano necesita tener la fuerza necesaria para enfrentar el mundo. No puede seguir escudándose en una aceptación que nunca llegará por parte de gente a la que no le importaba usarle. Es mejor que me odie y crezca. Su crianza fue dura y recibió muchas palabras inadecuadas y ha crecido con ellas.
—¿Por qué tiene que ser tan complicado?
—Porque los Uchiha somos así de complicados.
Itachi le dio la espalda. Sakura se acercó, atrapándolo del brazo.
—Izumi estaba embarazada de Sasuke —confesó—. Ella…
—Lo sé. Fue lo último que me dijo. Ese bebé podría haberte asesinado. Recuérdalo. Crea un nuevo y mejor clan con Sasuke, Sakura-dono.
Se soltó y antes de que pudiera retenerle de nuevo, desapareció. Se quedó sola en la oscuridad y el terror volvió a recorrerle, encendiendo las luces con tanta premura que no recordó el regalo de Itachi.
Sus ojos dieron con ello.
Gritó.
.
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Sasuke empujó al tatuador y desobedeció las órdenes.
Cuando llegó a la habitación Sakura estaba en brazos de Naruto, quien miraba algo en el suelo con los ojos entrecerrados. Sakura jadeaba, con los ojos muy abiertos del terror. En el suelo había un montón de manos atadas con un mismo cordel y la marca de su clan en ellas.
—Sasuke —aseveró Naruto al verle.
Sasuke lo ignoró y se agachó frente a ellas.
—¿Quién ha entrado? ¿Quién ha sido?
—Nadie. Sakura-dono estaba sola —respondió Naruto incrédulo—. Yo mismo revisé su habitación antes de que entrara.
Sasuke frunció el ceño y la miró. Sakura desvió la mirada de él.
—Sakura-dono —nombró.
Ella levantó un brazo.
—Sacad esa asquerosidad de mi cuarto —ordenó—. Y tú, vuelve a terminar tu castigo.
Sasuke entrecerró los ojos pero tras hacer una venia, salió. Estaba seguro de que Sakura sabía algo que no contaba y que el terco de Naruto no quería darse cuenta. Como siempre. Ese necio nunca se percataba de las cosas que pasaban a su alrededor o de que la dichosa Hyûga que buscaba era la misma líder del clan.
—Continuaré —informó el tatuador.
Sasuke asintió y, una vez más, sintió la agua clavarse en su piel.
Alguien había entrado en esa habitación. Estaba seguro por la espalda clavada en la pared, el fardo de manos y que Sakura no lo quisiera ahí. Sabía que era más perceptivo que Naruto.
Pero la la había fallado y eso no lo perdonaba tan fácilmente. Que no le hubiera puesto una espada en el cuello ya era algo. Aunque que pusiera sus labios sobre los suyos fue inesperado. No supo cómo reaccionar ni qué esperaba de él en ese momento.
Sabía que estaba enfadada por muchas cosas y que como todas las mujeres los ataques de rabia podían ser sorpresivos.
—Terminé.
Abrió el ojo con cierta molestia.
—Te he tatuado la rama y la primera flor. Cuando tengas cinco flores, sabes lo que pasará.
Sasuke gruñó afirmativamente.
—Y no necesitas una clase de cómo tratar el tatuaje.
Lo vio recoger las cosas.
—Dile a Naruto que venga —ordenó.
El tatuador asintió algo dudoso. Al fin y al cabo, debería de estar confinado hasta el día siguiente. Naruto apareció unos minutos después, rascándose la barriga y bostezando.
—Sabes que no puedo estar aquí —dijo tras mirar su tatuaje—. Bonita adquisición, Teme.
—Olvida eso —gruñó—. Espero que no estés tan ciego como para no darte cuenta de que esa mano no ha llegado sola y que Sakura ha estado hablando con la persona que estuviera ahí.
Que bien mirado, empezaba a tocarle las pelotas que ella reclamara antes sinceridad y a la primera de cambio escondiera algo tan importante.
—La espada en la pared. Sí.
—Quien fuera conoce la casa, además —recalcó—. Sakura no hablará conmigo. Intenta sonsacarle información.
Naruto bufó.
—Tú quédate echando raíces, castigado y después habla.
Naruto le dio la espalda y gruñó.
No podía hacer otra cosa que cumplir su noche de condena. Si quería sonsacarle información a Sakura tendría que ser al día siguiente. Y aunque no le gustaba jugar con esa baza, quizás tuviera que usarla.
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Matsuri le vio entrar con gesto cansado. Nada más abrirse las puertas del ascensor entendió que necesitaría café y más sueño. Imaginaba que el funeral debió de ser algo duro. No le permitió ir, por supuesto. Aunque se ofreció volvió a recordarle su prohibición a cuenta de meterse en esos asuntos.
Podía imaginarse a las familias exigiendo una explicación por la muerte de sus seres queridos. Echándole la culpa como si él mismo hubiera puesto la bomba. Sintió mucha pena por eso.
—Matsuri. ¿Me estás escuchando?
Dio un respingo al escuchar la voz del secretario de sexta planta. Se llamaba Ebisu. Muchas veces solía subir cuando estaba encargándose de Temari y ahora que había ascendido para trabajar con el jefe, también. Pareciera que no le importase dejar su puesto de trabajo sólo para cotillear un poco. Ni siquiera le traía informes seguido, pero sí invitaciones que claramente tenían un contenido oculto al que no deseaba entrar.
Empezaba a incomodarla.
—No, sí —respondió sin poder ocultar su incomodidad.
Quizás fueron sus palabras las que hizo detenerse a Gaara frente a la puerta y mirar hacia ellos con interés. Ebisu parecía ajeno a ello y alargó una mano para tocarle el cabello. Algo que siempre la hacía retroceder y suspirar, invitarlo a marcharse y dar por zanjado algo que no iba a continuar.
—¿No tienes trabajo?
Ebisu dio un respingo y miró por encima del hombro. Se puso en pie, subiéndose las gafas.
—Sí, señor. Ahora mismo iba a ello. Justo le estaba diciendo eso a Matsuri.
Inclinó la cabeza y corrió hacia las escaleras de emergencia para bajar de tres en tres los escalones. Matsuri no pudo evitar suspirar aliviada.
—¿Quién demonios es? —cuestionó Gaara metiendo las manos en los bolsillos.
—Ebisu. Es secretario de…
Gaara levantó una mano para detenerla.
—Para ti.
Matsuri lo sopesó. ¿Llamarle acosador sería demasiado? Tampoco quería que perdiera su trabajo por su culpa.
—Matsuri.
Giró el rostro hacia él, saliendo de la ensoñación. Y la respiración se le cortó.
Aquello no podía ser coincidencia. ¿Uno? Podría ser. Pero, ¿dos veces? ¡Imposible! Porque su jefe estaba volviendo a besarla de imprevisto y moviendo por completo todo su mundo a él. La mente se le quedó en blanco antes de llenarse por completo de él.
Cuando se separó, Gaara la estudió con la mirada y parecía conforme.
—Ahora sí está llena de mí y no de otro hombre.
Matsuri sintió que su boca se abría completamente. Él le dio la espalda, bostezando.
—Café, Matsuri —ordenó antes de meterse dentro de su despacho.
Tardó varios minutos en arrancar.
—¡El café!
Pero ya era demasiado tarde para ese día: su mente era de él.
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Temari iba a matarle por jugar con su secretaria de ese modo. Pero es que era tan divertido ver cómo se tensaba como un gato. Hasta los cabellos se le ponían de punta.
Era lo más divertido de lo que llevaba de día.
El entierro había sido tedioso, agotador. Escuchar gritos, llantos y acusaciones que nunca terminaban. Muchas familias les costaba comprender que sus hijos o hermanos tomaran ese camino. Nadie los invitaba a terminar en la Yakuza, a menos que les debieras dinero, claro. Pero daban por hecho que había sido culpa suya.
Y sí, una gran parte de su dinero había ido a parar a esas familias, gastos funerarios y arreglos del restaurante donde estaban celebrando la fiesta de Temari y Shikamaru.
Matsuri apareció con dos cafés en sus manos y tras ella, una silueta. Gaara frunció el ceño al verle y esperó a que la chica desapareciera.
—¿Qué noticias tienes? —cuestionó.
Su espía asintió.
—El clan Hyûga ha sido separado y como respuesta, Hinata Hyûga ha tirado del viejo contrato pactado para prometerse con el líder de otro clan. Tenten es escurridiza pero seguimos investigando. Por ahora sabemos que se ha separado de sus manos para irse sola. Perdimos el rastro al poco tiempo. En cuanto al clan Uchiha han muerto más personas esta noche después de los funerales. Los consejeros antiguos, para ser más exactos. Así que imagino que continuará el caos. Se desconoce quién ha sido todavía. Su hermana y su marido continúan en la isla sin percances y su hermano mayor está con sus hija y esposa a seguro.
—¿Qué hay de Yamanaka? —se interesó—. ¿Ha roto el pacto?
—No. Lo único extraño es que cada vez fomenta más su amistad con el policía que estuvo hace poco aquí. ¿Deberíamos de darle un susto?
—No —negó—. No vamos a actuar precipitadamente sin tener todos los datos.
El móvil del espía vibró. Gaara esperó.
—Noticia de última hora, jefe.
—¿Qué ocurre?
—Al parecer, todos los integrantes del clan Hyûga que fueron enviados por Hinata Hyûga como correspondía a Tenten, han sido masacrados.
Gaara levantó la cabeza del café que había tomado para él.
—¿Por quién?
—Por sus propias Manos, Neji Hyûga y Rock Lee.
No podía creérselo. Debían de ser una gran e importante suma de personas. ¿Qué demonios tenía en la cabeza Tenten? ¿Hasta qué punto llegaba su locura? ¿Por qué tomaba esa clase de desprecio por la vida humana?
—Fomentar la investigación sobre ella —ordenó—. ¿Hay pistas sobre lo de Sarutobi?
—No muchas —negó—. Hemos conseguido exhumar su cuerpo sin que se enterasen. También sus pruebas. Su bala no es marcada, así que es de un Yakuza o un asesino. No sabemos si estaba reunido ahí con alguien o no. Y encima, que ese policía este indagando no ayuda.
Gaara lo rumió.
—¿Dices que el policía molesta?
—Sí. ¿Lo eliminamos? Pertenece a Raíz.
—No —negó—. Sé cómo distraerlo. No os preocupéis por él.
Hizo una señal para que saliera y después presionó el botón. La voz de Matsuri llegó tímidamente y por un instante el sabor de sus labios regresó.
—Matsuri, llama a Ino Yamanaka. Necesito hablar con ella.
—Enseguida, señor.
Pese a que su voz sonó trémula, la llamada llegó momentos después. Quizás fuera algo alocado, pero si iban a hacer eso juntos, tenía también que poner de su parte.
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Hinata estaba incómoda pero era la decisión que había tomado. Cuando él se marchó en su coche sintió un terrible alivio. No estaba preparada para esto pero no le quedaba más remedio. Los consejeros habían aceptado de buen agrado su decisión y al menos, había logrado tenerlos más contentos dentro de la oscuridad que existía en sus vidas en esos tiempos. Es como si la felicidad empezara a romperse después de haber probado aquel pequeño bocado en aquel hotel. ¿Sería acaso su castigo por actuar tan alocadamente?
Se llevó las manos al rostro al recordar que le había visto.
Naruto Uzumaki, al lado de su coche, ofreciéndole su mano. Aunque no la había mirado a los ojos, lo agradecía. Porque nada más verle había estado a punto de desmayarse de la sorpresa. Claro que esperaba encontrárselo, pero no estaba preparada para hacerlo tan de cerca.
Se llevó una mano al estómago.
—Quiero comer una hamburguesa.
Kiba dio un respingo.
—¿Qué?
Hinata estaba tan sorprendida como él.
—Quiero hamburguesa —repitió—. No sé por qué, pero quiero comerla.
Shino y Kiba intercambiaron una mirada de duda. Aunque lo extraño era que Kiba actuara antes que Shino.
—Vale, iré a pedir que te traigan una.
Hinata le sonrió feliz.
—Muchas gracias, Kiba.
El chico se alejó móvil en mano. Shino se acercó a ella, observándola con interés. Hinata enrojeció, sorprendida.
—¿Qué ocurre? No me digas que he estado todo el día con algo raro en la cara.
—No. Sólo quería comprobar que no hubieran quedado marcas en tu rostro.
Hinata se llevó la mano hasta la mejilla. Cuando Tenten la había tomado de los cabellos casi se desata el caos. Se preguntó si no era consciente de que la superaban en número. Era como si no le importara nada perder las vidas de sus manos o ella misma.
Hinata no podía imaginarse matando a su primo por algo así. De sólo pensarlo se le saltaban las lágrimas. Y por un instante le había parecido ver un trocito de ternura en él, esa clase de amor que sólo mostraba muy de vez en cuando y era intensa.
Por eso no podía comprender a Tenten. ¿Qué clase de Yakuza quería hacer? ¿Autodestruirse? Además, sus palabras eran incorrectas y sin sentido alguno, como si los demás fueran los equivocados y no ella.
—¡Hinata-dono! —exclamó Kiba repentinamente. Hinata abrió mucho los ojos al notar su palidez.
—¡No me digas que no tengo hamburguesas! —exclamó sin pensar.
Se cubrió la boca, avergonzada.
—No sé por qué dije eso, olvídalo. ¿Qué ocurre?
Kiba carraspeó.
—Tenemos noticias. Y no son buenas.
Mientras Kiba hablaba fue como si el mundo estuviera a cámara lenta. Sus labios se movían pesadamente mientras gesticulaba. Todo giraba muy lento, como si las hojas marcaran el lento movimiento de un reloj.
Cuando se quiso dar cuenta, Shino la sujetaba por las axilas.
—¿¡Hinata-dono!? —exclamó Shino—. Por favor, resista.
—Todos… todos los que…
Miró a su alrededor. Los gritos de Kiba habían llamado la atención de muchos Hyûga. Algunos seguramente tendrían familia en la segunda rama. Primos, hermanos… padres y mujeres.
¿Cómo iban a soportarlo? ¿Cómo podía Tenten esa sangre fría?
No. ¿Cómo Neji podía haberlo hecho?
Sintió que el dolor crecía por dentro. Un ramalazo de furia marcó su mirada. Kiba y Shino tragaron.
—Hinata, cálmate —ordenó Kiba—. Tu salud sigue delicada, no puedes alterarte así.
Hinata negó, incorporándose y tirándose del kimono.
—Esto sólo ha comenzado.
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Tenten estalló en carcajadas mientras veía cómo sacaban los cuerpos al exterior. Lee la observó danzar por encima de la sangre, levantándola con sus pies y salpicando.
Neji temblaba a su lado. A él le temblaban las manos.
Ella reía.
Su locura crecía.
Continuará…
Han pasado muchas cosas y todas tienen enlace.
Hay cuatro puntos importantes: El clan Uchiha, la locura de Tenten, la cinta de Sakura y el asesinato de Sarutobi.
¿Y quién será el prometido de Hinata? ¿La vieja confiable de siempre? (Los que me siguen en face entenderán esto xD)