ADVERTENCIA: Lo que se cuenta en este capítulo no quiero que lo malinterpretéis a lo que sucede en la realidad, por favor. Es sólo la trama del fic y en ningún momento es usado para crear polémica.
Amor vendido
Otra realidad
Te amo pero el cambio hace que me odies
Sonreí para no llorar
Dejé de amarte para que no sufrieras.
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—Puede tener libremente relaciones sexuales. Está sana y capacitada para ello. Felicidades por el hombre que ha comprado. Le recomiendo encarecidamente que ambos mantengan un aseo óptimo y que, si va a someter a su macho a ciertos eventos, ya sea exposición al sol, fluidos contaminantes o demás, mantenga una higiene y cuidado.
Sakura había asentido y mirado su nueva tarjeta de visita con la siguiente cita. Seguía preguntándose por qué todo debía de estar tan organizado en esos casos. Quizás Hinata tuviera la respuesta a su pregunta mucho mejor, pero dudaba que en antaño las mujeres fueran tan sometidas con esos temas.
Se preguntó si a Hinata estaría yéndole mejor. Su timidez a veces era un problema para darse entender. Mientras que a ella le parecía algo adorable, muchas otras personas no solían tener paciencia con ello.
—¿Puede indicarme el tamaño del hombre? —cuestionó su doctora repentinamente.
Sakura enarcó una ceja.
—¿Su tamaño? Creo que metro ochenta.
La mujer esbozó una sonrisa divertida.
—Ese tamaño no, jovencita.
—¡Oh! —exclamó al caer. Lo ponía en su ficha, así que fue sencillo de responder.
—Vaya, interesante. ¿Un clase S?
—Sí —respondió intrigada—. ¿Por qué?
La mujer suspiró.
—Bueno, cada mujer es un mundo y desde luego, el tema de los tamaños ha influido siempre entre las relaciones humanas. Existen mujeres que no pueden con un gran tamaño, así como otras lo valoran. En muchos otros casos, es cosa del grosor también. Pero la base principal siempre estará en lo bien educado que esté. Y los S suelen estarlo.
Sakura lo sopesó.
—Es lo mismo que con un consolador. Hay de diferentes tamaños —explicó la mujer—. Una primeriza puede ir teniendo miedo acerca de cuál comprar porque no se conoce a sí misma. Puedes, a la larga cambiarlo, desde luego, e ir buscando lo que sea más acorde a ti misma. Sin embargo, un hombre no se puede cambiar. Aunque existen operaciones para esas cosas, claro.
Arrugó la nariz, molesta.
—No lo necesito —gruñó—. Estoy bien servida.
Aunque no lo hubiera probado todavía conservaba la sensación de su mano rodeándole y le había visto completamente erecto para ella.
La mujer iba a abrir la boca cuando la puerta se abrió. Una enfermera entró bufando y dejó unos documentos sobre la mesa.
—¿Qué ocurre? —cuestionó la doctora.
—Hay caos en la guardería —explicó—. Un hombre está dando problemas.
Sakura se puso en pie. Miró a la mujer desesperada y ésta hizo una señal de asentimiento. Tomó sus cosas y salió. Justo entonces, Hinata también salía de su consulta. Su cara enrojecida que cambió a una de preocupación cuando la vio correr.
—¿Qué sucede?
—Algo pasa en la guardería —respondió.
Ambas bajaron las escaleras y se detuvieron en seco antes de descender todos los escalones. Dos enormes hombres cargaban consigo a un tercero. Uno de ellos rodeaba su cuello para evitar que gritara más fuerte con sus manos y el segundo había metido un bastón enganchado a un gancho en forma de mano por entre sus piernas para levantarlo. Su pene colgaba entre los huecos y orinaba mientras caminaba. Su rostro estaba descompuesto.
Hinata cubrió su rostro contra ella, sollozando aterrada.
Sakura la abrazó, temblando.
Una mujer gruesa firmaba unos documentos sobre el mostrador, riéndose a carcajadas y acusándolo de despojo humano. Apretó el puño pero antes de que diera un paso, Hinata la retuvo, negando.
—No puedes… —le susurró—. Sasuke, Naruto.
Asintió, pálida. De sólo pensar que ellos vieran eso, que de nuevo los recuerdos los acosara en pesadillas, le revolvía el estómago.
Cuando los hombres salieron, ambas bajaron para preguntar por ellos. La mujer regordeta las miró con curiosidad.
—¿Son vuestros esos dos adonis bien cuidados? —preguntó—. ¿Por qué no me los vendéis? Acabo de tener que mandar al mío al matadero. Al muy… cerdo que ni era capaz de lavarse en condiciones.
Sakura se esforzó por ignorarla, apretando la mandíbula.
—¿No queréis? Vaya, no me extraña. En fin, me marcho. Iré a ver si queda algo bueno en las tiendas.
Sakura apretó los puños. Hinata temblaba a su lado.
—Aquí tenéis la llave —indicó la mujer tras el mostrador—. Que tengáis un buen día.
Hinata y ella apenas lograron gesticular algo, nerviosas, acercándose hasta la puerta. El panorama fue horrible. Los hombres estaban aterrados, pálidos y más de uno no parecía haber aguantado sus necesidades dentro de su cuerpo del mismo miedo.
Naruto y Sasuke estaban pegados contra una de las paredes. Cuando las vieron caminaron hacia ellas con el cuerpo tenso y pálidos.
Sakura dio un rápido vistazo al lugar. Al salir para entregar las llaves, aferró la mano de la mujer con la llave clavándose en su palma.
—¿A eso llamáis guardería? —cuestionó—. No es otra cosa que una jaula de mierda.
La mujer parpadeó confusa y dolida. Hinata tuvo que aferrarse de sus hombros para evitar que la golpeara.
Al final, Sasuke fue quien la asió del codo en un repentino intento de evitar que se lanzase contra ella. Pensando que se había sobrepasado, él la soltó pero Sakura se aferró, necesitando por un momento ese punto de apoyo y pensando que Sasuke, con su rostro aún más pálido, necesitaba más ayuda que ella. Incluso el activo Naruto estaba agotado.
Hinata le sostenía la mano mientras caminaban y no había hecho ningún acto que acelerase el corazón de la chica.
—Lo siento —se disculpó cuando finalmente lograron llegar al ascensor de su casa—. No sabíamos que esa guardería sería algo así o que pasaría algo… tan horrible.
Hinata pestañeó y algunas lágrimas escaparon de sus ojos. Sakura iba a acariciarle la cabeza cuando la manaza de Naruto se adelantó.
—No tenéis la culpa de eso.
—No, pero…
Naruto pasó su brazo por sus hombros para acercarla más a sí mismo y cuando el ascensor llegó, ambos entraron antes. Hinata se disculpó con ella y los dos se adentraron en el dormitorio. Sakura no abrió la boca. No podía.
—Sakura.
Se detuvo para mirarle.
Sasuke avanzó lentamente hacia ella, con sus ojos fijos en sus brazos. La tomó con cuidado del codo que había sujetado antes.
—Siento eso.
Sakura le tomó la mano en una de las suyas.
—No, no necesitas disculparte. Hinata no hubiera podido pararme y habría terminado haciendo una locura. No puedo imaginarme cómo os habéis sentido ahí dentro y ver eso…
Apretó los labios con fuerza. No podía sacarse de la cabeza las imágenes. Ahora comprendía por qué Naruto había tenido tanto miedo.
Se soltó de él para abrazarle. Pegó su mejilla a su pecho.
—Nunca, escúchame bien, nunca llamaré para algo así. Nunca.
Sintió su mano sobre su nuca, su aliento en su oreja. Levantó la cabeza para poder mirarle y fueron sus labios los que la buscaron. Cálidos y suaves. Un beso delicado, lleno de sentimiento.
—Nunca —juró contra su boca.
Y él aprovechó su juramento para hundirse más en ella, lograr hacerla suspirar. Fue más intenso incluso que su primer beso, más especial incluso, más profundo.
Lo asió de las mejillas y le miró.
Sasuke jadeaba, con los ojos brillantes y los labios húmedos por sus besos. Sakura los besó una vez más, los chupó y se hundió entre ellos.
—Aquí no —susurró dándole unas palmadas en los hombros.
Se soltó de él para darle la espalda sin esperar que él actuase. La aferró de la cadera y metió un brazo bajo sus piernas, cargándola. Con un pie cerró la puerta y lentamente, se sentó en la cama sin soltarla.
—¿Quieres que pare? —cuestionó él dejando su mano sobre su muslo.
Ella estudió la mano por un instante, mordiéndose los labios.
—¿Quieres tú parar? —preguntó—. Vas a necesitar mucha paciencia y voy a preguntar mucho —advirtió.
Él esbozó una sonrisa extraña, una mueca suya más bien.
—No esperaba menos.
Sakura le tomó el rostro entre sus manos y él enarcó una ceja.
—Sasuke. Lo digo en serio. Después de lo que habéis visto, no tienes por qué forzarte a esto. Entenderé si no quieres tocar a una mujer.
Él suspiró y movió sus caderas de forma que sintiera lo excitado que estaba. Pero eso realmente no quería decir mucho dado quien era. No obstante, su mirada sí.
Esa mirada que quería comérsela, que brillaba por anhelo y que le calentaba todo el cuerpo. Volví a sentirse perdida, confusa y su voz temblaba de la cantidad de preguntas que quería hacerle.
Él miró hacia los libros de reojo.
—Lo del otro día fue intenso para ti —le recordó—. Será mucho más. Más veces.
Ella abrió mucho los ojos.
—¿Más veces?
¡Si una vez casi la vuelve loca! ¿Cómo podría? Ni siquiera ella misma había logrado su satisfacción tantas veces con su juguete. Más bien, la primera y era suficiente, debía de reconocer, algo frustrada.
Él asintió y volvió a mirarla. Su mano se movió hasta su labio y presionó con el pulgar.
—Nos enseñaron que las mujeres pueden tener muchos tipos de orgasmos y los puntos adecuados para conseguirlos. Sus labios, por ejemplo —citó. Su mano bajó algo más, por su cuello—. El cuello, encontrar el punto es curioso, ya que no todas tienen esa capacidad —. Bajó más, pasando la palma por encima de sus senos, deteniéndose en el centro—. Sus senos.
Sakura notó sus senos reaccionar contra el sujetador, el agradable cosquilleo excitante contra su palma. Él bajó más la mano por su vientre y justo cuando creía que iba a tocarla, ahí, donde parecía que más lo ansiaba, se desvió hasta su trasero, atrapando una de sus nalgas con facilidad.
—El trasero —continuó masajeando suavemente—. Y…
Se desvió finalmente hasta su entrepierna, lento, torturándola. Su dedo corazón rozó el centro por encima de la ropa y Sakura se descubrió dando un bote contra él, suspirando.
—Pero ahí hay varias formas —continuó él frunciendo el ceño—. Tres.
Levantó los ojos hacia ella, lleno de promesas.
—¿Sólo has disfrutado de un orgasmo? —cuestionó con el ceño fruncido.
Ella asintió casi con la mente en blanco. ¿Cómo era capaz de ponerla de ese modo sólo hablando y pasando su mano?
—¿No es así…? —cuestionó sin poder controlar su voz.
Sasuke pareció satisfecho de sus resultados y negó con la cabeza.
—Las mujeres tenéis el don del multiorgasmo —explicó.
—Vale, eso sí lo conocía —recordó—. Pero no sabía que el hombre era capaz de hacerlo.
Sasuke negó.
—Nosotros no. A lo sumo podemos retrasarlo hasta que el ama quiera. A veces es doloroso y otras… muy placentero.
El tono final le indicó que jamás había sentido ese tipo de placer. Quizás fuera un rumor especulado entre ellos.
—Imagino que… también os han entrenado para que no lo hagáis cuando no quieren.
—Sí —confirmó él—. No todas las mujeres quieren que un hombre lo haga dentro de ella cuando no usan el condón.
—Condón… —repitió pensativa—. ¡Ay, Dios! ¿Dónde los he puesto?
Sasuke le quitó las manos de encima para que pudiera buscarlos. Sakura empezaba a frustrarse con ello.
—Puedo aguantar —le dijo.
—Ni hablar —negó ella—. Además, el presemen también puede embarazada.
Cuando él la miró sorprendido, ella enrojeció.
—Hay cosas que no sé, pero otras me dejan aprenderlas.
Continuó rebuscando entre los cajones, maldiciendo por su torpeza. No sabía cuánto tiempo podría un hombre enfriarse y tampoco quería que pasase consigo misma. Había comenzado ese paso y quería terminarlo, aunque fuera, con algo nuevo aprendido. Y sí, había aprendido cosas nuevas que ni ella misma conocía de su propio cuerpo, pero quería algo más… de práctica.
Repentinamente, Sasuke le aferró el trasero con sus manos y dio un respingo sin poder controlar el grito de su boca, cubriéndose. Al mirarle por encima de su hombro, lo vio con el ceño fruncido y fijándose en esa parte en concreto de su anatomía. ¿Quizás tuviera un fetiche con los culos que desconocía?
Cuando sus dedos se acercaron más al interior, tuvo que aferrarse al escritorio y morderse los labios. Sasuke continuó acariciándola, jugando con su trasero y estimulado su sexo. Su respiración empezó a ser errática y apenas podía ver lo que había frente a sus ojos.
—Sasuke… —suplicó—. No puedo…
—No importa —negó levantándole el jersey por la espalda. Su lengua acarició su piel y se arqueó como respuesta—. Siempre puedo usar mi boca. ¿Alguien te ha chupado alguna vez, Sakura? ¿Hinata?
Negó y las palpitaciones en su sexo de anticipo la estremecieron.
Entendía por qué su pregunta, al fin y al cabo, no era raro que eso sucediera entre dos mujeres. Pero ella jamás había hecho algo así con una. Lo máximo había sido probar un beso.
—Dímelo —demandó ronco.
Su voz sonó demasiado delatadora.
—No… nunca. Sólo he sido yo y…
Miró de reojo el cajón sobre la mesilla. Él pareció seguir su mirada pero sus dedos continuaron torturándola en ritmos lentos y circulares.
Cuando se detuvo no logró evitar un gruñido de molestia. Quería llegar a esa libertad que le bullía en el vientre.
Pero Sasuke no se detuvo porque sí. Sus dedos se desviaron hasta la cinturilla de su pantalón y hábilmente, se movió hasta desabrocharlo. Lentamente, dio varios tirones para descender la prenda junto a la ropa interior.
Sakura suspiró, sorprendida y se miró los pies. Todo, le había quitado todo. Sólo su jersey continuaba en su puesto. Se preguntó si habría algún tipo de orden especial cuando estabas con un hombre. Generalmente, ella solía fantasear y aunque lo había intentado muchas veces, no se había excitado cuando se acariciaba a sí misma los senos. Sin embargo, cuando Sasuke la había tocado estos habían reaccionado como nunca.
Así que sospechaba que se sentía tan caliente a causa de él, a la anticipación.
—Voy a probarte, Sakura.
Tragó y asintió.
Sus dedos estaban de nuevo sobre ella. Se había echado más hacia abajo y levantado su trasero más hacia él. Aferró con sus manos el escritorio entre sus dedos y cuando sintió su lengua sobre ella, no pudo mantener la boca cerrada.
—¡Oh, joder! —exclamó.
Sasuke no se detuvo y por todo lo viable, no deseaba que lo hiciera. Quería más y aunque estaba preguntándose cómo era capaz de encontrar los lugares que más la encendía, no podía. Su mente iba quedándose en blanco cada vez más y aunque le proporcionaba un subido de vergüenza el hecho de que sólo sus gemidos y los de succión de su boca sobre ella inundaban la habitación, no tenía tiempo para pensar en ello.
Cuando el orgasmo la venció cayó de rodillas, flácida, completamente vencida. Sasuke parpadeó, sorprendido y la observó desde lo alto, lamiéndose los labios brillantes.
Sakura intentó recobrarse, mirándole de reojo.
—¿Cómo puede ser… con solo tu boca? —masculló.
Sasuke torció el gesto.
—¿Tan malo ha sido?
—¡No, ni hablar! —negó. Logró ponerse en pie, aunque las piernas continuaban temblando y posó sus manos sobre sus hombros—. ¡Necesito más! ¿Puedes dármelo?
Perplejo, asintió.
Movió su rodilla hacia él, percatándose de la erección. Sus ojos bajaron y recordó aquel momento en que había visto por primera vez un orgasmo masculino. Aunque con el bote de por medio y el siguiente fue entre sus piernas.
—¿Qué se hace con vosotros? —preguntó—. ¿También podemos usar la boca?
—Sí —respondió. Su voz sonó extraña y hasta le escuchó carraspear, como si estuviera corrigiéndose a sí mismo por el tono. A Sakura le pareció sexy, necesitado.
—¿Podría hacerlo? —cuestionó.
Sus ojos se desviaron de la habitación a ella. Se lamió los labios antes de responder.
—Sí.
Ella se lamió los labios esa vez y llevó sus manos hasta su cintura, arrodillándose frente a él.
—Si no te gusta, pararé.
Él asintió y levantó las caderas para facilitar que le quitara el pantalón y la ropa interior. Sakura tragó. No estaba segura de ello, pero juraría que esa vez, Sasuke estaba más grande, más hinchado.
Y la boca se le hizo agua por alguna razón.
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Sasuke, por primera vez en toda su vida, no quería una mujer se detuviera.
Con su sabor en su boca y aunque sabía que no había terminado con ella, le había sorprendido que Sakura perdiera las fuerzas de ese modo y que se olvidara de su propio placer para preguntar por el de él.
Hasta ahora les habían educado para no ponerlo por encima del placer de ellas, así que no entendía por qué su cuerpo estaba tan cambiado en esos momentos. El porqué de la necesidad de que ella le diera placer por una vez.
Sabía que eso también que eso movía más la curiosidad de esa mujer que otra cosa, pero por algún motivo, le parecía que estaba siendo increíble y sexy educarla.
Ella miraba su cuerpo como algo nuevo, maravilloso y también como si fuera algo delicado que tratara. No quería tocar todo a fuerza bruta o al menos, con la ansiedad de ella primero. Se preguntó cómo sería el punto exacto de sus acciones. Naruto le había contado la torpeza de su ama y lo que había dolido, pero Sakura en ese momento estaba haciéndole de todo menos daño, quitando el hecho de que estaba llevándolo hasta un punto final.
Sakura acariciaba con sus uñas con cuidado, un ligero cosquilleo que no ayudaba demasiado y cuando apretó con el índice la punta, ver cómo su dedo se marchaba con el présemen fue más erótico que nunca. Incluso se lo llevó a la boca, curiosa y lamió. La vio hacer un gesto extraño y luego mirarle.
—¿Estás bien?
Asintió y acomodó mejor su postura para que ella tuviera completa facilidad sobre él. Exponerse de ese modo siempre le había revuelto el estómago y esa vez, no.
Ella le sonrió pero volvió a concentrarse en su sexo.
Sus dedos comenzaron a explorar más, con torpeza, desde la punta hasta bajar a la base y tantear sus testículos.
—Madre Santa, están…
No terminó la frase y le miró con cejo fruncido.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí —repitió—. Recuerdas lo que pasó entre tus piernas.
Ella asintió y comprendió. No había dejado de tocarle, subiendo, rodeando su miembro. Lo asió con cuidado y se inclinó. Primero lo olió, con curiosidad, antes de sacar su lengua. Una tímida lamida que bastó para que estuviera cerca de empujar sus caderas.
Sabía que no podría esperar algo fabuloso, Sakura estaba investigando su cuerpo, explorando su propia sexualidad y buscando qué le gustaba y qué no. Pero igualmente, estaba tan cerca de lo que había tenido que reprimir siempre que no sabía bien cómo actuar.
—¿Lo hago bien? —preguntó sorprendiéndole.
—Para ser tu primera vez.
Ella frunció el ceño.
—¿Acaso he de usar mis dientes? ¿Morder?
Sasuke se estremeció. No era la primera vez que alguien le mordía. Había oscuros secretos que Sakura no podía ni imaginarse. ¿Cómo podían ellos aprender también lo que gustaban de otros hombres? No quería ni recordarlo. No quería imaginarse a otra persona entre sus piernas en ese momento que no fuera Sakura.
—Nunca fuerte —recomendó—. A menos que desees herirme, castigarme, o disfrutes de ello.
Ella negó y retomó con suavidad su trabajo. Sasuke llevó una mano hasta sus cabellos y le miró.
—También querré que sea fuerte y duro a veces. Especialmente, cuando esté cerca de correrme —explicó—. Y no podré contener mis caderas entonces. Podrías sentir que te ahogas.
—Está bien. Quiero que lo hagas.
Él dudó pero ella tenía el mástil de su placer entre sus manos y en su boca.
Hizo oídos sordos por completo a los recuerdos. Olvidó todas las vejaciones, todas las cosas tabús que le habían prohibido y se dejó llevar. Por primera vez en su vida, lo hizo.
Se centró en Sakura, en su boca alrededor de su miembro con torpeza, esforzándose por lograr algo que no comprendía pero que ansiaba. Esa inteligencia brillando en sus ojos. Su pequeña lengua rosada saliendo de sus labios y acariciando su hinchazón y sus dedos, lentos y firmes.
Sus caderas reaccionaron como se temía pero para su sorpresa, ella se mantuvo firme, aunque tuvo que retroceder una vez cuando casi se ahoga. Sasuke se preguntó si debía de pedirle que se detuviera pero no podía. Por primera vez, era egoísta.
—Sakura —nombró cuando ya no pudo controlarse más.
Ella no se apartó y su simiente estalló en su boca, resbaló por su barbilla y los manchó a ambos. Jadeante, se recostó sobre sus palmas hacia atrás y la observó.
Se había llevado una mano hasta su boca, con los ojos muy abiertos. Tragó, movió sus dedos por sus restos, curiosa y luego levantó la mirada hacia él, azorada.
—Debes de pensar que soy patética —dijo—. Es todo tan nuevo que…
Sasuke ignoró su perorata y se inclinó. La acalló con sus labios. ¿Disculparse por haberle dado algo que jamás nadie se molestó? Era imposible que aceptara una disculpa de ese modo.
Sakura se asió de sus hombros y la levantó, sentándola sobre sus piernas.
—Gracias, Sakura —susurró contra su oído.
Ella parpadeó y enrojeció.
—Es difícil para mí creer que nadie haya hecho esto por ti —murmuró sorprendida—. Es… increíble.
—Nuestros mundos son muy diferentes, Sakura —recalcó—. Mi vida fue diferente a la tuya.
—Lo sé, pero… por más que os miro encuentro que sois maravillosos, un mundo intrigante. De lo único que me arrepiento es de haber fomentado esto comprándote —reconoció.
—Para evitar fomentarlo se tendría que prohibir que nos arrebataran a nuestras madres cuando somos niños, evitar el odio al hombre porque simplemente respire y otras cosas…
Apretó los labios pensando que había hablado demasiado, pero Sakura asintió.
—El comportamiento de arrebataros tan pronto de vuestras madres es para fomentar su odio, para que comprendan que no deben de amaros y porque también os pueden educar desde más jóvenes.
No sabía cuánto.
Desde que entraban, aún llorando la ausencia de su madre, los guiaban para convertirlos en lo que eran ahora. Y ellos tenían suerte. Si, Sakura no podía dejar de culparse por haberle comprado, pero él y Naruto no podían estar menos agradecidos de la suerte que tuvieron en ese momento. Si ella no se hubiera detenido en aquel escaparate a mirarle o Hinata descubierto a Naruto entre tantos, no estarían ahí.
La estrechó más contra él sin poder evitarlo. Sakura se acurrucó para su sorpresa.
—He recordado donde tengo los condones —dijo cerrando los ojos—. Peor ahora mismo no los quiero. Déjame quedarme un poco así, Sasuke.
Sasuke cerró los ojos también.
—Sí.
Iba a proponer algo más, pero un golpe interrumpió sus intentos.
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Hinata no podía dejar de llorar y él no sabía qué hacer. Sólo se había quedado ahí, como un apoyo más para ella y como si de un paño de lágrimas se tratase. Ella hipaba y él sacaba un pañuelo de la caja que había junto a la mesilla para que se limpiara. A la larga ya tenían un buen motón de clínex.
—Hinata, tú eres muy sensible —dijo tras suspirar—. Eres muy susceptible a esas cosas y creo que ver lo que nos ocurre… te puede destruir, así que no pienses en eso mejor.
—¿Cómo no voy a pensar en ello? —exclamó ofendida—. ¡Estoy estudiando para ser profesora de historia! Amo la historia. O eso creía. Ahora… ahora me aterra. Cuanto más me acerco a ella más aterradora es.
Naruto no sabía qué decir o hacer para consolarla. Si cada vez que iba a abrir la boca ella se ofendería, no iba por el buen camino. Repentinamente, Hinata se puso en pie, alejándose de él como si acabaran de pincharle el trasero.
—¿Qué ocurre? —cuestionó siguiéndola con la mirada—. Sé que sido malo, pero…
—No, no. Más bien me has hecho recordar algo que mi padre me diera cuando era niña, a escondidas de mi madre.
Se arrodilló para buscar dentro de los cajones de su escritorio, sacando cuadernos, utensilios de escritura y cajas. Finalmente, un viejo libro se dejó ver. Lo tomó con sumo cuidado.
—Me dijo que no lo leyera hasta que terminase mi carrera o… tuviera algún hombre conmigo.
Le miró tímidamente. Naruto se acercó, curioso. ¿Quizás se tratase de algún libro con posturas desconocidas? Lo dudaba, pero el interés estaba ahí.
Hinata regresó lo abrió con sumo cuidado. Sus ojos se movieron mientras leía las letras y a la larga, llevó una mano hasta su boca para cubrirla.
—Dios mío, este libro es…
Lo cerró antes de que pudiera espiar. Se volvió hacia la puerta y la abrió.
—¿Qué ocurre? —indagó siguiéndola.
—Este libro tiene que ser escuchado también por Sakura y Sasuke —explicó golpeando la puerta.
Naruto no comprendía bien por qué, pero Hinata sí parecía segura de ser necesario.
Sakura y Sasuke tardaron un buen rato en aparecer. Sakura despeinada y los labios hinchados y Sasuke, con la piel resplandeciente de sudor. Parecía haberse puesto la ropa muy deprisa y cuando sus ojos se encontraron, Sasuke sólo se encogió de hombros.
—¿Qué ocurre, Hinata?
—Sakura. ¿Recuerdas el libro que me dio mi padre hace tiempo? Del que te hablé.
—Sí, lo recuerdo —asintió esta con curiosidad.
—Bueno, me acordé de él y lo saqué. Mi padre dijo que era bueno que lo guardase hasta que… estuviera con un hombre.
Sakura miró hacia él y luego de nuevo a Hinata, asintiendo.
—Bien, creo que será bueno que los dos escuchéis lo que está escrito en él.
Sakura y Sasuke intercambiaron una mirada que bastó para dar por finalizado lo que estuvieran haciendo antes. Y Naruto no era tan inocente ni tonto como Hinata para no entenderlo.
—Vale, mejor esperamos en el salón, ttebayo —dijo pasando un brazo por los hombros de Hinata, que le miró sin comprender mientras la arrastraba—. Hinata. ¿Eres consciente de que los hemos interrumpido?
Lo preguntó más para una broma, pero el sonrojo apareció y el pánico también.
—¡Oh, no! —exclamó sorprendida.
Naruto se inclinó rápidamente, robándole un beso. El gesto de preocupación se cambió a uno de sorpresa.
—Cuando quieras, yo estaré encantado de hacer lo mismo contigo.
Hinata boqueó.
—Soy tuyo.
Levantó una mano para cubrirle los labios, mirando hacia los lados. Sakura y Sasuke continuaban aseándose. Se puso de puntillas y le besó tímidamente. Naruto la asió del talle para pegarla más contra él y buscó más contacto de sus labios, profundizando y buscando sus suspiros. Se detuvo antes que lo del día anterior sucediera.
Pero Hinata volvió a tirar de él y su lengua se movió por sus labios, tímida.
—Hinata —nombró ronco—. Calentar el horno para nada es cruel, pero si es lo que quieres, lo haré.
Ella se retiró, negando y se sintió tan frustrado que sintió ganas de golpear algo. Se detuvo y la sostuvo del talle una vez más.
—Déjame que esta noche te pruebe —suplicó.
Ella se sonrojó aún más, abriendo muchos los ojos.
—¿Cómo es eso? —exclamó perdida.
Amaba su inocencia, aunque le creaba muchos problemas.
—Mi boca, sobre ti. Mi lengua sobre ti.
Hinata retrocedió hasta caer sentada sobre el sofá. Naruto la observó desde su altura, frotándose el pecho hasta casi llegar a su ingle. Para su disfrute, ella la siguió con la mirada.
—Y más sobre ti.
—¿Más? —tartamudeó.
Él asintió.
Y se detuvo.
Escuchó las voces de los otros dos y carraspeó para recomponerse. Hinata tardó algo más teniendo que abanicarse con el libro y suspirar repetidas veces.
Sasuke y Sakura se sentaron en el sofá de enfrente, más refrescados. Naruto se sentó junto a ella.
—¿De qué trata? —cuestionó Sakura.
Hinata asintió y lo abrió de forma que todos pudieran ver mejor su interior.
—Hombres —explicó—. No está impreso, está escrito a mano. Es un diario. Cuando me lo entregó me extrañó que fuera tan viejo y descuidado, pero obedecí y no lo miré. Con lo de hoy y hablando con Naruto lo recordé. He leído un poco de la primera página y… considero que vosotros también tenéis que escuchar.
Naruto estaba más intrigado que antes, incluso Sasuke.
Sakura se abrazó las piernas y asintió.
—Por favor, lee.
Hinata asintió y pasó la primera hoja. Su voz llenó la habitación.
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Hoy es el último día en que podré ser libre. Puedo notarlo. Como hombre he temido por esto durante toda mi vida y a causa de los motivos de otras personas. Hay una frase muy idónea para este caso y es que pagamos justos por pecadores.
Pero antes de contar mi situación he de rememorar a tiempos pasados. Un pasado donde mujeres y hombres convivían. No puedo decir que por igual porque sería injusto y una mentira. La gran mayoría de mujeres asesinadas eran superiores a las tasas de muertes de hombres. Antes de que alguien me diga que a nosotros también nos matan, sí, es correcto. Somos tan violentos que no rechazamos la oportunidad de matar a nuestros semejantes.
Celos, rechazo, odio fomentado desde niños o de ideologías diferentes. Guerras, sacrificios. Suicidios. Extorsión, maltrato, asesinatos y un sinfín de problemas que han ocasionado este declive.
¿Es culpa nuestra? No de todos. No seamos injustos y acusemos con el dedo a inocentes. Sí había padres bondadosos que no atacaban a sus hijas y sí había madres que disfrutaban del uso del cinturón. Sí había mujeres inocentes que sólo querían pasear libremente y hombres que no comprendían el concepto no de tocar lo ajeno.
Y la suma de muertes seguían aumentando cada vez más.
Se tomaron medidas más drásticas, más firmes. Las familias más adineradas que habían perdido hijos e hijas fomentaron esta clase de nueva vida gracias a sus insanas donaciones de dinero. El poder fue usurpado por una mujer Mito Uzumaki.
Apoyada por familias de gran importancia y dinero construyó una nueva jerarquía que conlleva a pequeños cambios.
Para conocer a la creadora de este nuevo cambio deberían de retomarse a otros tiempos. Mito Uzumaki era una niña cuando fue vendida por su padre a un jefe importante de la familia Senju. Este, después de abusar de ella durante la mitad de su infancia, la obligó a casarse con uno de sus hijos. Pese a eso, Mito no perdió esa chispa amable suya y comprensiva.
Esperaban que el mundo fuera a mejor bajo su mando.
Sin embargo, los cambios hicieron pensar a muchos que no era así y que sólo fomentaba bajo sonrisas cálidas el odio hacia el hombre.
Los cambios que comentaba antes fueron sucediendo silenciosamente. Muy pocas personas fueron conscientes hasta que aparecieron más firmes y menos controlados.
Muchos hombres comenzaron a desaparecer, especialmente vagabundos, operarios, médicos. Las mujeres con tasas altas en enfermedades contagiosas e incurables, también. Llegado a un punto comenzó a controlarse la natalidad. Establecieron una edad exacta para ser madre. Ninguna niña de menos de dieciséis años tenía permitido el contacto sexual con ningún hombre.
Una vez bromeaba con mi amada esposa que los hombres dejaríamos de ser necesarios hasta para eso y, es gracioso, mi broma se convirtió en realidad. Para nuestra sorpresa, las relaciones sexuales pasaron a ser un eco más tabú y el uso de esperma aumento, llegando los embarazos in vitro con más fuerza. El hombre pasó simplemente a ser un utensilio para ordeñar.
Las casas de prostitución femenina fueron derruidas y cualquier organización de venta infantil condenada con la muerte. Hasta la Yakuza pasó a manos de mujeres (1).
Con el paso del tiempo, la policía, la política y medicina fueron cubiertas también por ellas y los hombres terminaban más y más al fondo.
Con tanto varón sin empleo, regresaron las subidas de muertes por asesinatos, maltrato doméstico y violaciones.
La medida más aterradora apareció.
Todo varón no nacido en una casa adinerada sería detenido. La detención comenzó a globalizarse como el estudio del hombre y, finalmente, a convertirse en lo que en un futuro será, muy a mi pesar y el de otros, una fomentación aterradora.
Han comenzado a crear tiendas de venta de hombres. Explotación sexual con ellos.
Dado que el margen de error de este invento, que no puedo considerar nuevo pues anteriormente se usaba con las mujeres, es tan alto decidieron crear un matadero. Sólo diré que la silla eléctrica se queda en pañales con ese lugar. Por supuesto, sólo he escuchado rumores. Mi mujer es la que tiene que encargarse de todo. Yo no puedo ni salir.
Por suerte he nacido en una casa adinerada y puedo seguir mis días con naturalidad. Eso sí, encerrado. No quiero ir a ese lugar y tampoco quiero que mi mujer pase por la tortura de tener que enviarme allí.
Ella me ama. Nos casamos por amor y no por tradición o por fecundación.
Tristemente, sé que el matadero recibe cada vez más hombres completamente negados a acceder bajar la cabeza ante las mujeres, a soportar la humillación de ser vendidos sexualmente y explotados.
Esto ha subido en un porcentaje tan alto que el gobierno ideó otra forma para mantener este negocio y la contención masculina.
Los hombres serían reclusos y sólo utilizados por su esperma. Al principio se pensaba que esta medida ayudaría a evitar más muertes, pero cuando otro por ciento de hijos nacidos hombre superó a los hombres vivos mayores de treinta, estos desaparecieron misteriosamente y, entonces, llegó las consecuencias.
Es aterrador, horrible. De sólo pensarlo me dan ganas de arrancarme la piel.
Cada hijo nacido sería entregado a la edad de diez años si la madre no moría durante el parto. De suceder, sería entregado desde entonces y el cónyuge, de haberlo, no se responsabilizará de él.
¿Por qué diez años? Sencillo. Todavía son manipulables, fáciles de enseñar y habían aprendido a amar a una mujer el tiempo suficiente como para comprender la empatía del amor.
Los llevan a centros de entrenamiento y desde esa temprana edad los educan sexualmente como muñecos de trapo. Dependiendo del estatus de su familia, serán catalogados por letras. Sé que los chicos de familia importante les entregan una S como letra y son sumamente codiciados.
Mi mujer y yo estamos aterrados. Nuestro hijo nacerá pronto. Mi mujer quiere huir pero está demasiado embarazada para eso y tampoco hay lugar. Otras culturas han aceptado este tipo de vida creado y ya no hay lugar seguro.
Sólo me queda esperar el tiempo y ver con dolor cómo se llevarán a mi hijo.
Me he ofrecido a mí mismo como intercambio. No ha funcionado. Me han escupido en mi propia cara la suerte que tengo de pertenecer a la familia de mi mujer y no ir al matadero.
No me importaría ir para salvar a mi hijo. Ellas se niegan. Mi mujer no puede ni hablar.
Las noticias se han actualizado. Los niños que se llevan cuando tengan una edad considerable para tener relaciones serán vendidos en tiendas. Eso me lleva a preguntarme por qué prohibieron que las niñas de menos de dieciséis tuvieran sexo pero a los niños de doce o incluso diez no hay problema.
¿Qué clase de sociedad están implementando?
Hoy ha venido una mujer policía a colocarme un chip en el cuello. Se supone que les dirá mi localización en todo momento, si vivo o muero y me hace parecer un ciudadano responsable. Mi mujer ya no es mi mujer, según la policía, es mi ama.
Han acristalado mi hogar de forma que no pueda ver a ninguna otra mujer. Sólo mi esposa puede entrar a verme, traerme la comida o pasar un rato conmigo. La pobre no puede apenas con su cuerpo y el vientre está cada vez más hinchado.
Hemos discutido un poco porque sospecha que ella está intentando mantener a nuestro hijo más tiempo dentro de sí misma. No quiero perderla porque la amo.
Después de la disputa, que no ha sido más que unas frases algo altas entre ambos, han entrado dos hombres con collares de perro.
Nunca me habían dado una paliza. Hoy fue la primera vez.
Soy acusado de violencia machista.
Mi mujer me ha defendido, pero no ha servido de nada. Los hombres que me han golpeado se han marchado con lágrimas en los ojos. Creo que les ha dolido más a ellos que a mí.
Tardé varios días en recuperarme. Las medicinas no eran las adecuadas y a mi esposa se le partía el alma porque no le permitieran traerme más. Además, con el historial que me abrieron acusándome de violento, las doctoras se negaban a visitarme.
Días después, mi mujer ha tenido a nuestro hijo. No me han dejado verla y he estado esperando, con impaciencia y sufrimiento, para saber si ambos estaban bien.
Un mes después ella pudo acercarse a mí. Ha sido un niño como nos temíamos. Un varón. Mi esposa lo ha abrazado como si así pudiera protegerlo. Sabemos que no.
Especialmente, porque han añadido una nueva regla.
El primer primogénito debe de ser entregado cuando nazca varón.
Sé de otras familias que no han tenido que hacerlo. Seguramente, el Clan Uchiha que son tantos se vean perdonados de este pecado. Nosotros, pese a que somos tantos pero como una sola rama es la que gobierna no tenemos ese derecho.
Así que mi hijo se marchará cuando cumpla sus diez años o antes. No estamos seguros.
De lo que sí estoy seguro es que el tiempo pasa muy deprisa. Mi confinamiento no ha ayudado a mi mujer, quien se enfocó en el niño y sólo acudía a mí por las noches. Ha vuelto a quedarse embarazada.
Dado que han implantado un nuevo sistema de regulación de salud para las mujeres, sabemos que es una niña. Mi mujer había respirado tranquila y yo también, no pude evitarlo. Sabía que ella tendría más oportunidades que mi pobre retoño mayor.
Le hemos dado un nombre finalmente pero no importa. En su ficha de nacimiento ya le han dado un número que es lo que le llamarán desde ahora.
No sé si desear que viva o no.
Mi hija nació.
Y así como a mi hijo sí me permitieron sostenerle, a ella no. Solo puedo verla a través de un cristal. Mis manos no pueden atravesarlo para sostenerla, para besarle su frente. Ella me mira con la curiosidad de un bebé, pero sé que a la larga no sabrá quién soy.
Mi mujer ya se ha asegurado de que ella herede y que conserve la importancia de su clan sobre sus hombros.
Sentí curiosidad y le pregunté a mi mujer qué pasaría de que mi hija no tuviera hijas o que sólo diera a luz varones. Ella me respondió que entonces podría adoptar a alguna otra hija de las demás mujeres del clan.
Durante el tiempo que me hijo crecía y que yo sentía como una cuenta atrás, mi mujer tuvo que comprar más hombres para las tareas más pesadas del hogar. Juraba y lloraba cada vez que tenía que hacerlo para proteger a algún amante o hijo de otra de la familia. Le rompía el alma saber que no podría hacerlo con su hijo.
Y finalmente, ese tiempo llegó.
Mi niño, mirándome desde el otro lado del cristal y preguntando por qué. Jamás olvidaré su llanto, sus berridos, sus porqués. Mi mujer, parecer inalterada mientras se lo llevaban para que finalmente cayera de rodillas, llorando por días y noches.
Y mientras, mi hija pegaba su cara al frío cristal en busca de un consuelo que no puedo darle. Antes, las niñas podían refugiarse en las piernas de sus padres por miedo. Ahora ya no.
Y tengo que ver cómo arrastran a mi hijo con el alma rota en pedazos.
Mi mujer dejó de ser la misma. Se enfocó tanto en nuestra hija que ni siquiera venía a verme más que para satisfacerse sexualmente. Me culpó por haberle engendrado un hijo varón y por el dolor que eso conllevaba.
Yo le sonreí. No por burla ni por creerme mejor. Simplemente no supe hacer otra cosa.
Estaba encerrado entre paredes de cristal. Sólo me permitían escribir esto que tengo entre mis manos. He perdido a mi hijo y sé que estará sufriendo en alguna parte del mundo. Mi hija ya no pega su mejilla contra el cristal ni me suplica porque la coja en brazos. Y ni siquiera soy ya el hombre al que mi esposa amó.
Sólo me queda ver el tiempo pasar y esperar a ser lo suficientemente viejo como para que me envien al matadero y pueda finalmente respirar al morir. No es que crea que será así, pues no soy tan idiota como para creer que un muerto respira, sino la necesidad de sentirme libre y no asfixiado.
Quizás después de todo esto sigo siendo un hombre egoísta.
¿Por qué hemos caído en esto? ¿Qué fue lo que hicimos mal?
Probablemente fue el primer momento en que un hombre osó levantar su mano contra una mujer. El momento en que otro hombre decidió asesinar a otro por cualquier motivo. En que alguien decidió que estaría bien violar a una niña. Vender a una criatura por comida.
Hay tantos errores y comenzó hace tanto que ahora tenemos que cargar con esos pecados.
La pregunta es: ¿Ha sido para bien realmente? ¿Era sólo el hombre el corrupto?
De lo único que puedo alegrarme es que hoy mi mujer ha aparecido con otros dos. Tenía el vientre hinchado. Me han puesto un collar en el cuello y uno de los hombres se ha sentado donde estaba yo.
Ella me ha acariciado la cabeza.
"Es un varón" dijo "y no es tuyo".
Sólo alcancé a sonreír.
Más tarde van a venir por mí. Voy a ir al matadero. El collar que me han puesto tiene púas que se están clavando en mi carne cada vez que trago.
Le he pedido al hombre a mi lado que por favor guarde mi diario y que pase de generación en generación entre los hombres de esta casa. Puede que algún día termine en las manos de una mujer más sabia y más buena que las que han corrompido este mundo.
Con una sonrisa, voy a despedirme.
Finalmente seré libre.
Hansho Hyûga.
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Hinata estaba sobrecogida con lo que acababa de leer y por lo que pudo ver, los demás también. Sakura se frotó los ojos con disimulo y se inclinó hacia delante. Sasuke y Naruto no se movían. Más bien, parecían haberse desconectado.
—Esto da miedo —murmuró finalmente Sakura—. Eso lo escribió un antepasado tuyo. También se nombra a los Uchiha y los Uzumaki.
—Creo que ahora entiendo por qué tuvieron tanta paciencia contigo —puntualizó Sasuke mirando a Naruto, quien levantó el labio como respuesta—. Eres descendiente de Mito.
—Y Hinata de ese hombre —recalcó Sakura—. ¿O no es posible?
Intentó hacer memoria. Algo que inculcaban desde pequeñas en su casa era aprender sobre sus antepasados. Claro que los hombres quedaban excluidos.
—Creo que en mi caso sí provenimos de este hombre. Su hija llegó a tener herederas femeninas y su hermanastro tuvo una también, que sería la rama de Neji. Es un poco complicado. Pero… que esta persona fuese mi familiar es… increíble. Ahora entiendo por qué mi padre me lo entregó.
—Claro, con Neji fuera de camino solo vosotras dos podéis heredar y él no tiene ningún hombre para pasarlo —dedujo Sakura.
—Sí… —sopesó.
—O, como dice ahí, una mujer más buena y sabia —puntualizó Naruto mirándola.
Hinata se sintió enrojecer. Sabía que no era el momento pero aún así, no podía evitar reaccionar cada vez más a él. A sus palabras, sus actos y las promesas. Su cuerpo despertaba por sí mismo y la cargaba de una energía y atrevimiento capaz de ser ella quien robara un beso.
—¿Y de qué sirve que tenga esto? —cuestionó—. No puedo hacer nada. Si lo fomento, me llevarán presa, tú irás al matadero y no habremos solucionado nada. Sí, conocemos ahora la historia tras todo, pero es inútil.
—¿Qué ocurre con las mujeres que se niegan a ceder? —cuestionó Sasuke repentinamente.
Ambas miraron hacia él. Hinata fue quien respondió.
—Las detienen por ir en contra del sistema.
—Mi madre tuvo dos hijos y mi hermano mayor llegó a los catorce años —explicó con la voz tensa. Sakura metió una mano bajo de la de él para apretarla—. Él fue quien los mató. Y no consiguió nada. Nada cambió.
—Escuché rumores —confesó—. Pero no pensaba que formaras parte de esa rama.
—Sí, lo es —confirmó Sakura—. Creeis que esto no ha servido de nada, pero para que nosotras abramos nuestros ojos sí ha servido. Hinata, tú ves la historia de otro modo distinto y yo pediré que me dejen estudiar ambos géneros. Son pequeños pasos pero se harán grande algún día. Eso no quiere decir que vaya a ser ya mismo y que mañana se acepte la igualdad como si nada.
—Es imposible hacerlo en un abrir de ojos —asintió—. La historia se ha empeñado en fomentar el odio hacia el hombre y creo que las mujeres se sienten demasiado cómodas con el tema de sentirse superiores a ellos. Disfrazaron en falsas palabras la igualdad y se han olvidado de ella a la larga.
—Pero tampoco podemos hacer todo de golpe. Así como a nosotras nos fomentaron el odio hacia el hombre, ellos crecen también con ese odio —recalcó Sakura—. Y después de lo que hemos visto hoy, no me extraña. ¿Por qué diablos llevaba a ese hombre al matadero?
—Al parecer no tuvo suficiente higiene y su ama tenía infección —respondió Naruto encogiéndose de hombros.
—Pero por menos cosas se han llevado al matadero —recordó Sasuke.
Todos suspiraron agotados, frustrados e impotentes. Conocían otra cara de la historia que no les servía para mucho. Sí, quizás ellas pudieran fomentar por lo bajo algunos cambios, pero eso no servía de nada. Sasuke y Naruto continuarán teniendo que agachar la cabeza, no disfrutarán de la igualdad y siempre se les tacharía de violentos.
—Si hubiera sido a la inversa… —murmuró Naruto rascándose la mejilla.
—Seguiría siendo horrible —terminó por él Sakura—. Porque se sigue fomentando cosas que se desearon cambiar. No querían que las mujeres fueran vendidas para esclavitud sexual, pero como dice en el libro, si es el hombre quien lo hace, el gobierno de ahora se lava las manos. Y así hay una larga lista interminable.
Hinata tuvo que darle la razón.
—No lo cambiaron para mejor, lo invirtieron a peor.
—Desgraciadamente, sí —reconoció Sakura—. Ahora mismo siento como si tuviera la mente repleta de información.
—Es que la tenemos —bromeó Hinata mostrándole el libro.
Algo captó su interés detrás de Sakura cuando se recostó contra el sillón, abrumada. Hinata se puso en pie para acercarse a la ventana, curiosa. Un vigilante oscilaba enfrente. La escaneó de arriba abajo y después, se alejó. Había algo distinto que no lograba comprender.
Aferró el libro con más fuerza y miró hacia los demás.
—Creo que será mejor que descansemos un poco —propuso.
Quizás fueran imaginaciones suyas.
—Me parece bien —aceptó Sakura—. Pero voy a coger algo de comer antes. ¿Queréis alguno?
Sasuke asintió pero Naruto negó mirando hacia ella. Le sonrió y comenzó a caminar hacia su dormitorio. No había terminado de dejar el libro sobre el escritorio cuando él la abrazó por detrás.
El recuerdo de la conversación provocó que se le subieran los colores.
—Ahora. ¿Puedo comerte, Hinata?
Ella titubeó.
—No tienes que hacerlo porque sí, Naruto —reflexionó—. Ni porque ellos lo hayan hecho. Cosa que no sé ni cómo lo sabes.
—El olor, la forma de caminar, sus gestos. Nos educan para entender esas cosas.
Sus manos le acariciaban los hombros, bajaron por sus brazos lentamente. Se quedaron en su cintura.
—Y… realmente quiero hacerlo —dijo sorprendiéndola—. Quiero probarte desde esa vez.
Rememoró la vez en que le viera masturbarse, no, en que ella incluso lo masturbó. El calor le subió de las entrañas hasta la cara. No comprendía por qué y tampoco quería comprenderlo demasiado. Naruto tampoco iba a dejarla pensar demasiado, porque una de sus manos comenzó a surcar un sendero hacia abajo y la otra hacia arriba, aferrando con suavidad uno de sus senos.
Echó la cabeza hacia atrás cuando sintió sus dedos sobre ella, aferrando sus manos en un fallido intento de detenerle. Incluso se sorprendió de abrir sus piernas más para él.
Su boca se posó en su cuello y su lengua surcó un sendero hasta su oreja.
—Hinata —nombró ronco.
Ella parpadeó.
Repentinamente se sentía mareada. La sensación no era la misma que cuando la besó, desmontando por completo sus sentidos. Este era más suave, subiendo por su cuerpo como una toxina.
Naruto retrocedió repentinamente, cubriéndose su boca y haciendo lo mismo con ella, maldiciendo. Hinata buscó su mirada, aterrada.
—¿Qué ocurre? —logró preguntar.
—¡Hinata!
La voz de Sakura llegó desde el salón. Ignorando la advertencia de Naruto abrió la puerta. Cuando una humareda le dio de lleno, Naruto la cerró, colocando su espalda contra la puerta. Parecía estar en pánico.
—¡Espera, Sakura esta…!
—Sakura y Sasuke habrán perdido el sentido ya —dijo con voz nerviosa. Incluso su muletilla se repitió varias veces—. Mierda… mierda…
—¡Naruto! —nombró.
Él estaba en shock, asustado y Hinata sólo encontró una forma de detenerle. Lo abofeteó. Él parpadeó, mirándola.
—Este… humo… es el que usan cuando van a llevarnos al va adormeciendo y… siempre huele igual. Es nauseabundo.
Hinata tuvo que parpadear, sacudir la cabeza para intentar comprender qué estaba diciendo. Antes de que tuviera tiempo de responder, el mundo comenzó a volverse oscuro. Naruto la aferró antes de disiparse por completo.
Y después, no hubo nada más.
Continuará…
(1): Como en cierto fic mio, cof, cof.