Continuamos con la lista con esta historia =)


ºMadre olvidadaº

Madre perdonada


Sakura había despertado con una terrible jaqueca y no por alcohol. No pudo contener el llanto desde que Itachi la dejase en su casa esa noche. No consiguió dormir y ahora sentía las consecuencias en todo su cuerpo.

Hinata iba a matarla cuando la viera.

Intentó darse una ducha para relajar la tensión de su cuerpo y sólo consiguió llenar su mente con más y más recuerdos.

No podía haber vuelto a besarle. No. ¿Cómo podía ser tan estúpida de repetir de nuevo aquel pasado? ¿Cómo podía su cuerpo reaccionar a él cuando tantos hombres le habían dado asco? Debía de reconocer que con Itachi algo estaba cambiando, lentamente, pero jamás pensó que de nuevo con Sasuke.

Se miró a sí misma al salir de la ducha, con las gotas resbalando por su piel y de su cabello. La sensación insípida de su cuerpo de siempre. Los hombres se morían por ella. Otras mujeres la envidiaban y ella en esos momentos quería arrancarse la piel y maldecirse.

Se recogió el cabello y enrolló una toalla sin poder hacer más. Hinata podría hacer un milagro, esperaba.

Pero cuando se asomó a su habitación no estaba.

Quizás gracias a su falta de sueño no la había visto levantada, aunque era extraño porque generalmente solía seguirla y regañarla durante un largo rato por su descuido.

Al final, por más que la llamó y buscó por la casa no la encontró. Cuando estaba a punto de coger su móvil para llamar, la puerta se abrió.

Hinata aparecía, con el mismo vestido de esa noche, el cabello suelto y una sonrisa en los labios.

Se cruzó de brazos y enarcó una ceja.

—Bienvenida.

Hinata dio un respingo y los zapatos y su bolso salieron volando de sus manos. Se quedaron mirándose un buen rato hasta que Sakura no pudo más y se echó a reír.

—¡Esto tendría que enmarcarlo! ¡Acabas de llegar a estas horas de una fiesta!

Hinata se sonrojó y se subió con torpeza el tirante del vestido. Sakura se acercó a ella, dudosa.

—No habrás… quiero decir, eres adulta, pero… —comenzó a entrar en pánico.

—No, no —negó ella asiéndola de los hombros—. Sólo he dormido. Lo juro. No me he… acostado con él.

Sakura suspiró aliviada, llevándose una mano al pecho.

—Lo siento, Hinata, debo de parecerte egoísta y estúpida por preguntarte algo así.

—No, no —negó ella abrazándola—. Me siento importante para ti, Sakura. Sé que te preocupas porque me quieres y porque tuviste una mala experiencia. Es normal.

Le sonrió al separarse.

—¿Estás feliz?

Sus mejillas se cubrieron de un hermoso color.

—Ha sido como un sueño maravilloso —confesó—. Primero no me lo creía cuando me lo dijiste y luego, cuando vi que era real… no podía dejar de gritar por dentro. Naruto estuvo toda la noche conmigo. No me dejó ni para ir a hablar con sus contactos. ¡Bailamos en el jardín de rosas! —exclamó emocionada. Sakura tuvo que ignorar aquel recuerdo momentáneamente—. Y después, cuando la fiesta acabó, fuimos hasta lo alto de la ciudad para ver el amanecer. Dormimos encima del capó del coche —bromeó riéndose—. Y luego me ha traído a casa.

Sólo de verla emocionada ya era maravilloso. La estrechó entre sus brazos, besándola repetidas veces en la mejilla.

—¡Te adoro! —exclamó. Hinata se echó a reír—. Si has sido feliz, puede que le da una pequeña palmadita a Naruto en la espalda.

—He sido tan feliz que he colmado toda la felicidad de lo que sigue de mi vida.

—¿De qué hablas? —cuestionó Sakura separándose—. ¿Por qué? ¿Naruto ha dicho algo malo?

—Oh, no, qué va —negó ella sonriéndole—. Prometió llamarme cuando despierte más tarde. Pero ambas sabemos cómo son los hombres y Naruto es un hombre importante. Un modelo. No llamará.

—Hinata…

—No, tranquila. No voy a ilusionarme. Ha sido la mejor noche de mi vida. Un recuerdo que le contaré a mis hijos en el futuro —prometió dando una vuelta para que el vestido volara a su alrededor—. Y te lo agradezco.

Sakura iba a protestar cuando el timbre la interrumpió.

Hinata y ella intercambiaron una mirada de intriga y Hinata, que estaba más cerca de la puerta, abrió.

Itachi Uchiha estaba detrás de esta. Saludó a Hinata casi sin poder creerse que fuera ella la mágica cenicienta y luego clavó la mirada en ella, enarcando una ceja. Sakura se cruzó de brazos.

—Creo que mi jefe se está acostumbrado mucho a llamar a mi puerta —ironizó.

—Podría acostumbrarme a ello si siempre me vas a recibir así —dijo él mirándola de arriba abajo.

Y esa vez, no fue una mirada profesional, sino la mirada de un hombre hambriento.

Sakura miró a Hinata, quien se llevó la mano a la boca y luego hizo señales hasta que comprendió. Continuaba en toalla.

—Ah —exclamó lo más impasible que pudo—. No será nada que no haya visto ya. Igualmente, iré a vestirme.

Le dio la espalda, deteniéndose antes de entrar al pasillo.

—Pase y póngase cómodo, por favor.

Luego casi corrió arrastrando a Hinata hasta su habitación, gesticulando ambas y sonrojándose como si fuera la primera vez que la vieran desnuda.

Al final, Hinata logró adecentarla lo suficiente como para poder presentarse frente a él. Itachi estaba inclinado sobre su pecera, con la coleta casi entrando dentro del agua mientras con su dedo seguía al pez, que lo ignoraba en un nado constante.

—¿Pensaba que era mentira lo de mi pez?

—No, sólo es curiosidad —dijo volviéndose hacia ella—. Vaya, prefería la toalla.

—Yo no —espetó incómoda y calurosa a la vez.

Itachi recorrió la distancia que los separaba en silencio. Se detuvo a escasos pasos de ella, obligándola a tener que levantar la cabeza un poco para poder mirarle pese a los tacones. Mantenía una pose seria, con las manos en los bolsillos y los labios tensos.

Eran atractivos, masculinos y suaves al tacto. Lo sabía bien porque en su cabeza también se había repetido una y otra vez esa sensación. Primero era Itachi, sorprendiéndola y después era Sasuke, doblegándola con su crueldad.

—Quiero ofrecerte algo —dijo cuando Sakura pensaba que no iba a hablar más.

—¿El qué? ¿Un contrato con más dinero? —bromeó.

Él sacudió la cabeza negativamente.

—Que vengas conmigo a un sitio.

Sakura frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Eres mi jefe, así que puedes manejar mi agenda a tu placer. No es la primera vez que lo haces.

Itachi no captó la ironía o simplemente la ignoró. Le ofreció el brazo. Sakura dudó.

—¿Es suficiente lo que llevo puesto?

—Te aseguro que lo es —garantizó.

Sakura no le dio más vueltas. Tomó su bolso y su móvil y salió. Hinata ya había deducido que saldría, así que no necesitó despedirse de más. Incluso le pareció escuchar la ducha al salir.

Itachi no volvió a hablar en todo el trayecto, por más que le miró o preguntó. Su silencio comenzaba a incomodarla.

Se detuvieron justo frente su casa.

Sakura sintió la angustia subir por su garganta. El recuerdo era tormentoso y apenas pudo soportar un sollozo cuando le miró. Llevó la mano hasta la puerta, bajando, tomando una gran cantidad de aire fresco mientras intentaba alejarse.

Itachi salió del coche para asirla del brazo y detenerla.

Se vió a sí misma, más joven, asustada, corriendo calle abajo y empapándose con la lluvia.

Su boca tembló cuando le miró.

—¿No te parece suficiente explotarme mentalmente? ¿También tienes que traerme aquí? —acusó. La vana esperanza de que empezase a comprenderla estaba esfumándose—. Esto es el límite que no soportaré.

Itachi bajó la mirada hasta su mano aferrándole el codo.

—Ella quiere conocerte y Sasuke está de acuerdo.

Sakura dejó ir todo el aire que había retenido sin darse cuenta. Miró a sus ojos en busca de una mentira, una mueca burlona y sin embargo, había algo muy distinto. Desvió su atención hacia la casa que no parecía cambiar con el paso del tiempo. Recordaba cómo había entrado a hurtadillas, el terror que le había dado aquella noche y el dolor que ocasionaba.

—¿No quieres conocer a tu hija, Sakura?

Que no la llamase por el apellido no era nuevo, pero sí la forma suplicante en que lo dijo. Era un deje leve que podría pasar por desapercibido, al fin y al cabo, siempre era seguridad lo que podían encontrar en él, esa forma altiva de ver el mundo.

Recordaba que le había dicho que Sarada era especial para él. Quizás no imaginaba cuanto.

—¿Ella quiere? —cuestionó sin apenas salirle la voz.

Itachi asintió y aflojó el agarre resultando una caricia hasta su mano.

—Ella fue la que me pidió que te buscase. Por eso fue a verte cuando estabas modelando para Sasori. Sarada quería conocer a su madre antes de que la olvidase por completo.

—¿Olvidase?

Itachi asintió.

—Hay algo que recuerda de ti. Un olor. Dice que era el olor de los cerezos y pude comprobarlo cuando me acerqué a ti la primera vez: hueles de ese modo. Es el aroma que recuerda de su madre.

Sakura sintió que el llanto volvía a sus ojos. Se cubrió la boca para evitar el sollozo y parpadeó, intentando sacar la fortaleza que hasta ahora había adquirido.

Hasta ahora, pensaba que esta oportunidad le estaría vetada. Y aunque el deseo estaba ahí y había jurado no dejarse pisotear por Sasuke, ahora estaba aterrorizada. Porque le daba más miedo su hija que Sasuke o Itachi Uchiha.

—Iré.

Itachi asintió lentamente y empezó a caminar con ella de la mano.

Sakura sentía el corazón en la boca y a medida que subió los peldaños de la entrada, se detuvo, mirando al suelo. Podía ver a la pequeña envuelta en la ropa, con su chaqueta rosa para cubrirla.

—Sakura, el presente está aquí —animó Itachi, sorprendiéndola.

Asintió y le siguió. No se había fijado bien en la inmensa casa y si desde fuera era increíble, el interior más. El suelo crujió bajo sus tacones y olía a madera. Pero ya podría tener en medio de la casa un árbol clavado que Sakura lo habría ignorado.

Su ansiedad sólo la estaba llevando a fijarse en una sola cosa.

Itachi la guió sin soltar hasta el interior de un salón. Sasuke estaba sentado en uno de los sillones, con los codos sobre las rodillas y las manos colgando entre sus piernas. Sólo la miró una vez antes de desviar su atención a la otra parte de la habitación. Justo frente a una gran estantería, Sarada se ponía en pie.

Sostenía un libro entre sus brazos y se subía las gafas por el puente de la nariz. Desvió su atención de su padre hacia ellos. Primero se fijó en su tío y sonrió cuando él la soltó para avanzar algo más y extender sus manos. Dejó el libro sobre las piernas de su padre y luego, echó a correr hacia él, acurrucándose al dar con su mirada.

Sakura estaba muerta de miedo. Más que nunca en toda su vida. Incluso más que cuando la dejó abandonada.

—Sarada —nombró Itachi con una dulzura inesperada—. Ella es Sakura, tu mamá.

La niña desvió la mirada de ella hacia su padre. Sakura la siguió, preguntándose hasta qué punto serían capaces de comprenderse tan bien. Sasuke asintió lentamente y ella suspiró, dando un toque a su tío para que se acercarse más. Itachi obedeció y fue enternecedor.

Esa niña podría hacer lo que le diera la gana con su tío. Lo que ninguna otra mujer sería capaz de hacer jamás, Sarada lo haría con sólo parpadear.

Cuando estuvo tan cerca Sakura no supo qué hacer. No podía cogerla, no podía tocarla. No podía estrecharla entre sus brazos, llorar porque la perdonase y darle todos los besos que jamás le dio. Temblaba como un flan y no pudo soportar que sus labios dejaran escapar un sollozo.

Sarada extendió su mano hacia ella y su pequeña mano se posó sobre su mejilla. No pudo contener el llanto más y tampoco su estabilidad. Cayó de rodillas, llevándose la mano a la boca para retener los sonidos.

—Lo siento… lo siento… lo siento…

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Sasuke desvió la mirada al escucharla, apretando los puños. Cerró los ojos por un instante. Escuchó a su hija pedirle a su hermano que la bajara y cuando volvió a mirar, Sarada estaba abrazándola, acariciándole el cabello con ternura. Como ella debería de haber hecho con su hija.

Sakura extendió sus manos, temblorosas y la rodeó. Sarada se contagió del llanto y terminó pegando su mejilla a la suya.

—¡Mamá! ¡Mi mamá!

Itachi le miró con las cejas fruncidas. Probablemente, ambos pensaron en lo mismo. En Sarada, negándose la noche anterior a conocer a su madre para protegerle. Un esfuerzo que se quedaba en nada pues Sarada había necesitado siempre a su madre.

La niña estaba sufriendo también por el egoísmo de los adultos, lo reconocía.

Y también existía algo más que quería verificar. Si Itachi tenía razón… ambos eran unos idiotas.

Sarada estuvo pegada a su madre durante horas. Haciendo preguntas, buscando su tacto, mirándola todo lo que no la había visto en diez años. Sakura respondió a todas, con la voz rota por el llanto.

Itachi les había dado espacio y se acercó a él.

—Necesitáis hablar —recomendó Itachi—. Sasuke, no podéis seguir así. Tenéis una hija en común y ya te dije anoche las cosas. Tú mismo te diste cuenta de que no concuerda nada.

Se frotó el pecho incómodo.

La conversación con Itachi no sólo le había quitado un peso de encima, sino que descubrió la otra cara de la moneda que se había empeñado en no ver. Demasiado dolido, demasiado furioso.

Asintió y miró de nuevo hacia ellas.

—Ahora no hay quien las despegue —gruñó.

Itachi se encogió de hombros.

—Haré de malo —sentenció—. Recuérdame como un héroe trágico que se sacrifica.

—Cállate —gruñó mientras se alejaba.

Sarada, tan sólo con que Itachi la nombrara una vez, abandonó a Sakura para echarse a sus brazos. Sasuke aprovechó para salir y cerrar la puerta tras él. Sakura se limpió los restos de lágrimas y le miró desde su altura, sentada en la escalera. Sus cejas se fruncieron y su cuerpo mostraba que se preparaba para otro ataque.

—No te acerques a mí —advirtió—. Esta vez te meteré el tacón por el trasero de hacer falta.

Sasuke gruñó.

—Ni ganas de hacerte nada —respondió sin poder evitarlo—. Ya tuve bastante con una vez y mira qué pasó.

—¡No necesito que me lo recuerdes! —espetó ella levantándose. Con tanta rabia que se atrevió incluso a empujarlo del hombro.

Sasuke apretó su mano bajo la suya levemente y tiró de ella escaleras arriba, ignorando sus protestas o la forma en que el escalón viejo crujió.

—¿¡Qué estás haciendo!? —acusó cuando entró en su viejo dormitorio. La empujó contra la cama, cerrando la puerta tras ellos.

Sakura se incorporó rápidamente, apartándose el cabello que se soltó del pasador hacia atrás. Él caminó hacia ella, quedándose en pie frente a la cama y Sakura. Y estaba seguro de que ambos tuvieron el mismo recuerdo. Ese pasado oscuro que no les dejaba en paz.

—Te apartaste —dijo antes de que ella abriera la boca—. ¿Tan asqueroso fue?

—Sí —escupió ella, hasta que parpadeó, confusa—. ¿Qué? ¿Qué me aparté?

Asintió metiendo las manos dentro de sus bolsillos. Sakura pasó la mirada por su alrededor. La habitación estaba vacía exceptuando los viejos muebles de cuando era un adolescente y que abandonó cuando se compró su propia casa.

—¿Hablas de esa noche? —cuestionó. Él asintió—. ¡Yo no me aparté! —exclamó irónica con la boca muy abierta—. ¡Tú terminaste, ni te preocupaste por mí y te marchaste! ¡Me usaste como si fuera una basura, Sasuke Uchiha! Lo único bueno de esa condenada noche es la niña que está ahí abajo.

Se llevó una mano al rostro. La carcajada le subió del estómago y explotó en su boca ante la atónita mirada de ella. Se río con todas sus ganas.

—Joder, Itachi tenía razón —soltó cuando se hubo calmado—. Fue una mierda de equivocación.

La boca femenina temblaba.

—¿De qué hablas?

—Yo no me quería marchar —espetó—. Pensaba ayudarte nada más cerrarme la cremallera. Largarnos a otro sitio o yo qué mierda sé. Pero tú te hiciste a un lado y desviado la mirada, como si acabara de ser asqueroso tener sexo conmigo.

La risa regresó y se pasó ambas manos por los cabellos, echándolos hacia atrás.

—No puede… ser —farfulló ella cubriéndose la boca con la mano. Temblaba nuevamente. Sus ojos temblaban en pánico—. No puede… ser. Es mentira.

—No lo es —aseveró.

Hubo un momento de silencio donde Sakura claramente estaba poniendo en orden sus pensamientos. Sasuke se lo permitió porque él mismo se sentía de la misma manera. Cuando Itachi le contó la versión de Sakura no podía creerse que fuera cierto. Su lado más furioso, el que la odiaba, no podía aceptarlo.

—Igualmente, eso no cambia nuestros problemas —puntualizó—. El hecho de que no puedo ni verte.

Ella parpadeó y le miró, como si acabase de disipar una cortina de humo frente a sus ojos. Levantó el mentón con orgullo.

—Lo mismo te digo.

Se levantó de sopetón, enfrentándolo.

—Sin embargo, para odiarme tanto, bien que no dudas en meterme la lengua hasta la garganta —acusó.

Sasuke frunció el ceño.

—¿En serio vamos a estar así? —cuestionó.

—Tú has empezado —recordó señalándole—. Fuiste tú quien me acorraló en el balcón. El que siempre me ha mirado como si fuera mejor que yo. ¡Por tu culpa mi cuerpo generó terror a los hombres!

Sasuke le asió la mano en un arrebato de furia, llevándola hasta sus partes.

—¿Mi culpa? Es tu condenada culpa que esto no reaccione con otra mujer.

Ambos se quedaron en silencio, con sus respiraciones agitadas. Se estudiaron con la mirada por un segundo antes de que sus cuerpos actuaran con inercia. Sus bocas chocaron con torpeza. La aferró de la nuca con la otra mano, afirmando mejor el beso. Se tragó su nombre y sus suspiros y sintió sus manos adentrarse bajo su chaqueta.

—Chicos, Sarada quiere más tiempo con su madre.

Se separaron, mirándose con frustración y asco. Sakura se tiró de ropa que se había levantado por el roce y lo empujó, ahuecándose el cabello.

—Haz algo con tu frustración, pero no conmigo, imbécil.

Sasuke la retuvo del brazo.

—¿Cómo tú vas a hacer con mi hermano?

Sakura soltó una carcajada.

—Itachi es mil veces mejor que tú y no tengo porqué darte explicaciones.

—Eres la madre de mi hija, aunque no me guste, tienes que estar presente en mi vida —escupió.

Ella le miró con sorpresa y cierta esperanza.

—¿Vas a dejar que…?

—Sí —asintió—. Una cosa no quita la otra. Pero jamás te perdonaré que la abandonaste.

Sakura apretó los labios y abrió la puerta con brusquedad. Sasuke se quedó mirando la puerta abierta un momento, intentando calmarse. Miró a su alrededor, intentando volver a absorber el odio que sintió cuando era adolescente, cuando continuaba creyendo que ella era la única culpable de todo. Se percató de que el pasador que sujetaba el cabello de Sakura estaba sobre la cama. Lo tomó entre sus dedos para devolvérselo.

Se detuvo al verla en la escalera.

Su hermano estaba también, con Sarada en su brazo derecho, quien reía a algo que Sakura le decía, y su mano izquierda rodeando la cintura de Sakura.

Guardó el pasador dentro del bolsillo, apretándolo con fuerza.

—¿Te parece bien, Sasuke? —cuestionó su hermano despertándolo.

—¿Qué?

—Vamos a llevar a Sarada a comer algo a la hamburguesería —explicó Itachi frunciendo el ceño—. Siempre puedes venir, pero imagino que no.

Se fijó en que Sakura no le miraba. Fingía estar más concentrada en Sarada, con los hombros tensos.

—Haced lo que querías —gruñó como respuesta.

Los tres abandonaron la casa tiempo después.

Sasuke todavía tenía la mano alrededor del pasador.

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Itachi le ofreció el coletero que siempre llevaba de respuesta en su muñeca y ella lo aceptó. Se recogió el cabello en un moño caído y volvió a enfocarse en Sarada. Las chicas no habían cesado de hablar, de sonreírse o tocarse.

Lejos de lo que había esperado tras que esa noche se negara a conocerla por el dolor que vio en su padre, Sarada estaba encantada con ella. Al menos, se alegraba, no había heredado el odio de sus padres.

Itachi esperaba que las cosas se arreglaran entre ellos, lo suficiente como para que no continuaran en tensión delante de ella pero por la cara de Sakura cuando se acercó a ellos en la escalera comprendía que no. Sí, puede que la vieja rencilla a cuenta del error que cometieron cuando eran adolescentes estuviera arreglada, pero el odio continuaba entre ellos.

Sarada le sonrió desde el otro lado de la mesa y él le devolvió la sonrisa, inclinándose para ver qué quería. La niña casi le trepó hasta llegar a su oído. Sakura les miraba fascinada.

—Mi papá y mi mamá quedarían bien juntos —le dijo—, pero creo que al tío Itachi le gusta mi mamá.

Itachi no pudo evitar la sorpresa y Sarada se rio, alejándose para morder su hamburguesa. Sakura le miró intrigada.

—Parece que es mucho más inteligente de lo que creía —le respondió, obviando lo que había susurrado.

Porque era algo que se ha dado cuenta y por lo que no podía luchar. ¿Cómo podía ser alguien capaz de desear destruir a una persona y terminar queriendo sostenerla con sumo cuidado entre sus manos? No lo sabía. Pero si lo pensaba, también existía otro lado inverso: ¿Cómo podían dos personas haberse sentido muy atraídos y odiarse a causa de una confusión que continuaba fomentando más odio con el paso del tiempo?

—Los Uchiha somos complicado —terminó por decir.

—Lo confirmo —gruñó Sakura encogiéndose de hombros—. Pero si esta niña se hubiera criado conmigo, no podría ser tan feliz como es. Os envidio. Sé que fue mi causa, pero envidio lo que poseéis.

—¿A qué te refieres? —cuestionó abriéndole el paquete de plástico que salía con el pedido de Sarada cuando se lo extendió.

—A que os basta una sola mirada para comprenderos. Antes con Sasuke ha bastado sólo eso para que ella y su padre se comprendieran. Y contigo es igual. Siento envidia de ello.

Itachi se llevó una mano a la barbilla, pensativo.

—Puede que sea algo Uchiha más bien —relacionó—. Con Sasuke pasaba lo mismo cuando era pequeño. Nos entendíamos mejor con la mirada que con las palabras. El problema es que creemos que sucede igual con las demás personas y por eso no sabemos relacionarnos.

Sakura asintió tras rumiarlo.

—Puede que sí.

Sarada se entretuvo en jugar un rato con el juguete y luego levantó los ojos hacia el parque de juegos infantil. Le miró interrogante y él asintió, cambiándose de sitio para poder vigilarla mejor, quedando frente a Sakura.

—¿No ha ido bien? —cuestionó cuando notó que suspiraba.

—¿La reunión con tu hermano? —preguntó a su vez. Él asintió—. No. Sí, hemos descubierto que ambos tuvimos una idea equivocada de lo que sucedió aquella noche, pero es inevitable que nos odiemos, al parecer. Al menos… —sus mejillas se sonrojaron—, puedo ver a mi hija.

Itachi atrapó un trozo de pan para moldearlo entre sus dedos mientras la escuchaba hablar. Que Sasuke hubiera cedido al menos para permitir su cercanía hacia Sarada cuando hasta ahora se había negado rotundamente era un gran paso. Por supuesto, había pecado al creer que harían las paces sólo con saber que fue un error de entendimiento.

No quería que estuvieran juntos, no como pareja de nuevo. Eso era algo que no deseaba más bien. Peor sí una estabilidad para Sarada. Sin embargo, eran como dos bombas que con solo rozarse se encendían.

—Al menos, creo que tu hermano está más abierto a darme esta oportunidad que no merezco. Podría morir ahora si me lo impidiera, pese a saber que no tengo derecho.

—Estabas asustada y sola, Sakura —le recordó.

Ella miró.

—Eso no justificará jamás lo que hice.

—Lo hace —aseguró.

—Hace poco no pensabas así, Itachi —regañó saltándose el rango—. Tú mismo querías destrozarme por lo que le hice a Sarada.

Itachi alargó su mano hasta aferrar la de ella. Sus largos y delgados dedos bajo los suyos. Sakura miró hacia sus manos enlazadas con el ceño fruncido.

—¿Por qué nunca puedo soltarme cuando me tocas? ¿Por qué no me molesta? —cuestionó levantando la mirada hacia él.

Itachi se encogió de hombros y no la soltó.

—Probablemente, porque no deseas soltarte. Has estado durante mucho tiempo ignorando y alejando a los hombres. Después de mucho tiempo, hay uno que no quiere soltarte y tú tampoco.

Sakura soltó una carcajada irónica.

—Sasuke se enfurecerá con esto.

Itachi se encogió de hombros, sin importarle.

—Tendrá que lidiar con eso.

—¿Y eso dónde nos pone? —preguntó ella echando hacia atrás un mechón rosado.

Itachi iba a responder cuando la carita de Sarada se entrometió entre ellos, sonriendo.

—¿Están saliendo? Porque se toman de las manos cuando salen. ¿Verdad?

Sakura dio un respingo pero él evitó que se soltara. Itachi rodeó la cintura de su sobrina con el otro brazo y la sentó sobre su pierna, sin dejar de mirar a Sakura.

—Estoy intentando cortejarla —le dijo a Sarada de forma que Sakura también pudiera escuchar—. ¿Crees que podrías darle buenas referencias de mí?

A Sarada le brillaron los ojos.

—¡Sí! El tío Itachi es mil veces que mi papá —explicó—. Aunque papá es guapo, es mi papá. Así que mamá, a ti te dejo el tío Itachi. Se lava mucho, siempre tiene historias que contar y hace cosas preciosas. Estas cadenas de mis gafas las hizo él.

Sakura se echó a reír, alargando su otra mano para acariciar a la niña.

—Bueno, si me lo vendes así…

—Ninguna otra mejor podrá decírtelo —aseguró.

Sakura no se soltó de su mano y él descubrió que no quería soltarla. Ahora menos que nunca.

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Sarada se acostó con una sonrisa en la cama. Su padre se sentó a sus pies y estaba por coger uno de los libros que a veces le gustaba que le leyese.

—Papá —dijo bostezando. Él la miró—. Mamá me gusta mucho y sigue oliendo igual que la recordaba. Gracias por dejar que la pueda ver. Mamá es muy guapa… y creo que al tío Itachi le gusta. Me gusta que le guste aunque sea mi mamá y tú mi papá.

Bostezó una vez más, parpadeando.

Su padre había sacado de su bolsillo algo brillante que no relacionó. Lo apretaba con fuerza entre sus dedos, pero aún así, le acarició la cabeza.

—Duerme, Sarada —susurró.

Ella lo hizo y soñó.

Soñó con su madre, con su aroma, con su calor. Y le gustó.

Continuará…

Me preguntó si ha sido malo para Sasuke confesar que no se le levanta con otra…

¡Y la cenicienta reapareció a las tantas de la mañana! Se nos aloca la estilista xD.

Itachi va a por todas, pero Sasuke…