Disclaimer: Inuyasha y compañía no me pertenecen, son de la magnífica Rumiko Takahashi, sin embargo la trama es completamente mía y está hecha sin fines de lucro.

Capítulo beteado por Breen Martínez.

Seduciendo al Conde

Capítulo 1

Japón 2015

—Cuando digo que deberías preocuparte más por la ropa interior que llevarás puesta que por el vestido. Lo digo en serio —Ayame, levantó otra copa y apuró la bebida de un solo trago. Hizo gestos cuando el licor le abrazó la garganta y dejó caer de nuevo con fuerza el vaso sobre la mesa—. A los hombres lo menos que les interesa es eso, primero, porque nunca ven lo que llevas arriba, lo único importante para ellos es tu vag—

—Ya, ya, ya entendí Ayame —Kagome se tapó los oídos con ambas manos antes de dejar que su amiga continuara con los consejos sobre el matrimonio.

—Es cierto Kagome —dijo Sango sirviendo otro trago a su amiga, mientras Ayame hablaba.

—Deja de hablar y concéntrate en lo que haces —la reprendió.

—Que importa, aún más importante, por muy romántico que éste sea siempre tiene pensamientos sobre el cuerpo desnudo de su chica.

—Chicas, chicas, entiendo los lindos consejos que me quieran dar, pero Bankotsu es diferente y me ha respetado, así que no tienen de qué preocuparse.

—¿No has tenido relaciones con él? —Esta vez fue Ayame la que volvió a hablar y Kagome negó lentamente con la cabeza—. Kagome, eso es aún peor. Si tú no le das a un hombre lo que quiere, lo estás orillando a la infidelidad.

—Ayame, ya estuvo bueno, estas un poco pasada de copas y esto que estamos hablando con Kagome es serio. —Sango le quitó la botella de la mano a Ayame que estaba tratando de servirse un poco más—. Hay de hombres a hombres. Lo que dice Ayame tiene sentido cuando tienes un novio hijo de put—.

—¡Basta las dos! —Ambas chicas dejaron de hablar y Kagome se levantó del mueble tambaleándose—. Chicas, sé que un matrimonio no es fácil y que la infidelidad es una amenaza latente, pero debo recordarles que Bankotsu me ha demostrado su amor respetándome y eso solo puede significar que me ama, así que deseo confiar en él.

Ambas chicas la miraron y luego se miraron ambas, a continuación miraron sus copas y bebieron fervientemente el whisky.

Eran las tres de la mañana y habían empezado a tomar saliendo del trabajo. La boda de Kagome se encontraba a solo tres días y estaba nerviosa, bueno, nerviosa no era la manera más correcta de describirlo. Estaba horrorizada por el hecho de ser una inexperta. Bankotsu era su cuarto novio y con el que más lejos había llegado. No era un remilgada ni nada de eso, pero esperaba conservarse virgen hasta el matrimonio y hasta ese momento sus amigas le habían estado hablando del sexo para empezar a prepararla, pero lo único que estaban logrando era ponerla más nerviosa de lo que ya estaba.

Ayame era la más experimentada de las tres. Con su cabello rojo despampanante, sus ojos verdes, su piel blanca y su cuerpo delgado, atraía la mirada de los caballeros por donde pasaba. Sango era un poco más recatada, pero sólo un poco, pues no era una santa. Su mayor atributo era su seguridad al andar. Era morena, de cabello negro, lacio y sedoso. Era de buenas proporciones y aparentaba más edad de la que tenía.

Eran sus mejores amigas y por quienes ponía las manos al fuego. Sin embargo en ese momento no estaban siendo de gran ayuda.

Se giró sobre sus talones para ir al baño y perdió el equilibrio, se detuvo con el brazo del mueble y después soltó ambas manos para comprobar que estaba todo en orden. Consciente de que ya podía seguir caminando, avanzó lentamente por el pasillo hasta llegar al sanitario. En el transcurso estuvo a punto de llevarse varios jarrones caros que le habían costado casi una quincena de trabajo, pero para su buena suerte los detuvo antes de que fueran a dar al suelo.

—¡Kagome, Ayame ya se quedó dormida! —Escuchó que le gritaba Sango. Soltó una risilla mientras se lavaba las manos. Ayame era terca, testaruda, boca floja, pero era una de sus mejores amigas. Las tres habían estudiado juntas la universidad.

Había conocido a Sango primero y después a Ayame en una conferencia para los de nuevo ingreso. Luego con el tiempo se dio cuenta de que aquellas dos mujeres eran indispensables para su vida. Ambas la apoyaban en los momentos difíciles y desde que se conocían nunca la habían dejado sola.

Los años de instituto les habían servido para forjar una amistad que mantenían hasta la fecha.

Cuando salió del baño, Sango estaba aconchada en la pared que estaba frente al baño. Tenía las mejillas sonrosadas por el alcohol y reía como una loca. Kagome no estaba en mejores condiciones y tampoco tenía el equilibrio suficiente para seguir de pie. Así que por su seguridad se agarró de la pared y caminó de regreso hasta la sala. Escuchó la puerta del baño cerrarse y continuó caminando.

Cuando llegó a la sala se dio cuenta de que estaba echa un desastre. Había botellas de whisky encima de los muebles y en la pequeña mesa del centro había tres vasos de vidrio vacíos. Y en una esquina de la alfombra, Ayame estaba tirada y roncaba fuertemente contradiciendo su pequeña y delicada figura, ¿cómo una belleza podía roncar de esa manera?

Evitó reírse con sorna y se dejó caer sobre uno de los muebles de cuero. No sentía ni los pellizcos que se daba en el brazo para reanimarse y mucho menos controlaba los movimientos de su cuerpo. Dejó caer la cabeza hacia atrás mientras dejaba que el cansancio y el alcohol la fuesen sometiendo hasta quedar dormida.

Pero no logró pegar un ojo porque las inmensas ganas de vomitar se apoderaron de ella en ese preciso momento, «Santo Dios, ahora no, por favor», se dijo mientras se levantaba corriendo hacia la cocina. Tiró unos platos del desayunador y llegó corriendo hasta el lavaplatos. Vació el estómago y todo lo que había tomado y luego le abrió al grifo. Se enjuagó la boca y regresó a la sala.

Los músculos del estómago le dolieron por el esfuerzo que hizo. Necesitaba dormir, pero no quería, los nervios no la dejarían, necesitaba hablar con Bankotsu. Apenas había recibido un mensaje en la mañana de él y era porque ella le había texteado dándole los buenos días.

Estiró el brazo y tomó el teléfono que estaba a su lado. Tecleó unos números y esperó mientras sonaba el teléfono del otro lado. Sin embargo no hubo respuesta. Volvió a intentarlo y nada.

—¿Qué haces? —Sango venia del pasillo y venia agarrándose de la misma forma que ella de la pared. Llegó hasta su lado y se dejó caer en el mueble—. Amiga, si quieres hablar con él lo mejor es que vayamos por él. —Sango se carcajeó por su solución.

—¿Estás loca? —Miró a Sango y el brillo de sus ojos indicaba que en efecto, estaba loca.

—En este momento soy tu cupido, así que —agarró la botella de whisky que estaba sobre el mueble y un vaso de la mesita—, vamos a por él.

—Son las tres de la mañana, y tú y yo estamos demasiado bebidas como para ir. Yo no me siento capaz de ponerme al volante —Sango se sirvió más whisky y lo tomó de un solo trago. Hizo un par de gestos y luego dejó escapar un pequeño grito.

—Vamos, yo manejo.

—Ni loca dejaré que hagas eso.

Después de discutirlo, Kagome llegó a la solución de pedir un taxi. Si dejaba que Sango manejara en esas condiciones se ponían en peligro ambas, y como no había forma de hacer que Sango olvidara la idea de ir a buscar a Bankotsu, era mejor eso que nada. Además ella estaba ahora impaciente por ir a casa de su prometido, sería una sorpresa y lo besaría. Le encantaba la idea de verlo con cara de sueño. Nunca había dormido con él, así que no sabía cómo debía despertar el por las mañanas o en la madrugada.

Tecleó un par de números y cinco minutos después un taxi estaba pitando afuera de su casa. Bajaron a tientas las escaleras y llegaron hasta la puerta del taxi. Después de indicarle la dirección el auto se puso en movimiento.

El nerviosismo le afloraba por los poros. Observó que Sango se había traído la botella. En un impulso por tomar más valor del que ya tenía, se la empinó.

Sintió el ardor rodearle la garganta y recorrer todo su cuerpo. Oh, sí, era eso lo que necesitaba. Necesitaba valor para ver a Bankotsu y decirle cuanto deseaba estar esa noche con él, cuanto quería que la hiciera su mujer de una buena vez por todas, que la luna de miel y las vírgenes hasta el matrimonio se fueran al demonio. Ella necesitaba sentirse amada y tener entera certeza de que no lo estaría orillando a la infidelidad.

El auto se detuvo frente a un edificio y ambas bajaron del auto tambaleándose.

—Kagome, necesito… —ella se dio cuenta en el instante, que Sango quería volver el estómago. «Demonios, la hubiese hecho vomitar en casa», pensó.

Cuando Sango se recuperó, emprendieron su camino hacia el interior del edificio.

Entraron en el elevador y Kagome marcó el número de piso de su prometido. Los números se le borraban de la vista. Y cuando el elevador comenzó a moverse y poco después se detuvo, el estómago comenzó a revolvérsele de nuevo.

Trastabillaron cuando salieron pero pudo detenerse de la pared.

—Shh —Sango se puso un dedo en los labios y luego sonrió—. No hagas ruido.

Kagome asintió y caminó despacio hasta la puerta de Bankotsu. Había dos macetas flanqueando la puerta y un tapete a los pies de esta. Se quedó mirando la puerta largo rato. ¿Debería tocar o entrar sin avisar para que la sorpresa fuera más grande?

—¿Qué esperas? —La apuró Sango.

—Tranquila, estoy pensando. —Buscó con la mirada ambas macetas a su lado. Si bien recordaba, Bankotsu siempre dejaba una llave de emergencia en alguna de ellas. El problema estaba en que no sabía en cuál de las dos. ¿Derecha o izquierda? Tal vez derecha. Se agachó manteniendo el equilibrio y empezó a hurgar el macetero.

—¿Qué demonios haces?

—Estoy buscando la llave. —Se giró a ver a Sango y con la cabeza le indicó la otra maceta—. Busca tú en esa.

Sango se agachó y empezó a buscar. Removieron las hojas de la planta, que en ese momento Kagome ni siquiera sabía de qué tipo era. Luego escuchó que Sango gritaba con satisfacción. Se giró a verla y vio que tenía entre sus manos una triunfante llave.

—Dámela, dámela. —Se la quitó de las manos y la metió en la cerradura de la puerta. Dio un par de vueltas a la llave y sintió que su corazón palpitó con fuerza cuando la perilla cedió con un suave "clic"

—Tu puedes Kag. —Kagome se giró a verla mientras retenía la puerta con una mano para que no se abriera de golpe.

—¿No vienes conmigo? —Sango negó con la cabeza.

Sintió la sangre agolpársele en los oídos y luego dejó escapar un largo suspiro antes de entrar.

El pasillo de la entrada principal estaba iluminado por una pequeña luz proveniente de la cocina. Kagome era consciente de que Bankotsu no podía dormir por completo a oscuras y siempre dejaba una luz de la casa encendida. Era un trauma de pequeño, así que ella le restaba importancia a eso.

Caminó y se detuvo frente a la puerta de la habitación de Bankotsu y casi sintió que el corazón se le aceleró. Oh, sí, era lo más loco que hacía en toda su vida. Entrar a hurtadillas a la casa de su prometido a media noche. Ni siquiera los desvelos contaban como algo más excitante que escabullirse y sorprenderlo en su cama. Durmiendo.

—¡Ah! —escuchó ruidos provenientes del interior de la recamara de su prometido. ¿Esos eran gemidos?

Negó. Eso no podría ser un gemido. A menos que Bankotsu estuviese viendo algún tipo de película extraña.

De nuevo volvió a escuchar y en ese momento supo que él no estaba viendo ningún tipo de película perversa. Porque eran los propios sonidos de la boca de su prometido.

Giró la perilla de la puerta y cuando la abrió de golpe vio el interior y luego de vagos cinco segundos lo vio ponerse de pie de un brinco y cubrirse con ambas manos su masculinidad. Él estaba desnudo y tenía la cara como un papel aun cuando no podía verlo bien.

Kagome se fijó en que su cuerpo estaba sudado y toda la habitación estaba iluminada solo por una luz proveniente del exterior de la ventana. Y aun cuando la iluminación era escasa era imposible no mirar a la mujer acostada en la cama de su prometido.

—Kagome, ¿qué haces aquí? —¿Qué haces aquí? La voz de Bankotsu retumbó en sus oídos, pero era un sonido lejano, distante. No estaba ni siquiera consciente de si en verdad había él hablado.

Se giró a ver a la mujer en la cama de Bankotsu. Estaba tapada hasta el cuello con una sábana. ¡El juego de sabanas que ella le había regalado!

En ese momento se dio cuenta que ya ni siquiera estaba mareada, ni un poquito. Ya tenía control de su cuerpo y si alguien la pellizcaba, claramente sentiría el pellizco. Pero si en ese momento alguien la pellizcaba o al menos la tocaba, era capaz de desgarrarle la cara con sus propias uñas.

—Kagome, cariño yo… —Él se acercó a ella y la tomó de los hombros. Fue sacada de su ensueño y la escena no podría haber sido más explícita. Como si el roce de Bankotsu la quemara se alejó de él hecha una furia.

—¿Qué demonios significa esto?

—Déjame explicarte cariño.

—No me llames cariño y no me expliques nada. —Kagome se giró dispuesta a irse de aquel maldito lugar, pero Bankotsu la tomó del brazo.

—No te puedes ir así, déjame explicarte. —Se giró y le enterró las uñas en la mano con la que la estaba sosteniendo. Él la soltó por el dolor, pero la sostuvo de nuevo con la otra mano. Ella forcejeó otra vez y le dio una patada en la espinilla.

—Suéltame, eres un bastardo, un canalla, te odio.

Caminó de regreso por el pasillo y Sango ya venía hacia ella.

—¿Qué pasó? —La obligó a hacer a un lado con un manoteo y Sango tuvo que hacerse a un lado antes de que Kagome la tirara al suelo. Escuchó que Bankotsu venía detrás de ella blasfemando algo. Pero ella ni siquiera escuchaba lo que le estaba diciendo. No quería saber nada de él.

¡Con un demonio!

Ni siquiera sabía porque se iba de esa manera, cuando en realidad quería cortarle los huevos con un cuchillo y a ella despellejarla viva. Pero Kagome, gracias al cielo, nunca hacia lo que pensaba.

Salió del departamento siendo seguida por Sango. Cuando las dos estuvieron dentro, Kagome sintió el cuerpo lleno de cólera. Antes de que las puertas del elevador se cerraran lo vio venir por el pasillo. Se obligó a que las lágrimas no salieran antes de que las puertas se cerraran. Al menos se ahorraría las lágrimas para cuando no estuviera frente a él. Sin embargo lo vio detenerse en la puerta. Él no pensaba seguirla.

Continuará.

Llegué viva, sí, y vengo con la nueva historia. Espero les haya gustado éste primer capítulo y me dejen sus comentarios.

Gracias a las niñas hermosas que siguieron la historia de Una nueva vida, ¿un nuevo amor? Y a las que seguirán ésta. Es muy importante para mí que sigan mis novelas y les guste lo que hago. Mil gracias preciosas.

El primer capítulo y dos más estarán ambientados en la época actual. A partir del cuatro en la época victoriana. Es una simple aclaración.

Bien, sin más que agregar paso a retirarme. Besos y nos leemos la próxima semana.