Disclaimer: Los personajes de Twilight pertenecen a Stephenie Meyer y esta trama a GeekChic12. Yo solo traduzco con su autorización.

.

Plowed

Capítulo uno

Centímetros

—Oh, púdrete —murmuro a mi alarma. La apago por un rato trayendo un alivio dulce, y vuelvo a la calidez y suavidad de mi cama.

Después de que sonara por tercera vez, finalmente salgo debajo de las mantas, temblando mientras me arrastraba hacia el baño.

La alarma era mi mejor amiga hace media hora atrás, ahora estaba apurada por salir. Llegaré justo a tiempo a trabajar mientras que pueda encontrar algo limpio que vestir y no pase mucho tiempo en la ducha.

Sé que hace un frío de mierda afuera, así que me pongo un abrigo grueso y un gorro, envolviendo mi bufanda alrededor de mi cuello justo antes de salir por la puerta…

Y encontrarme con veinte centímetros de nieve.

—Noooo —me quejo. Girando, vuelvo a mi habitación y tomo un par extra de jeans, metiéndolo dentro de mi abrigo. Busco por mi armario un par de botas que no son lo suficiente altas para mantener la nieve afuera. Levantando mi bufanda hasta mi nariz, tomo mi quita-nieve del armario de la entrada y abro la puerta otra vez con un suspiro resignado. Ni siquiera me voy a molestar a llamar al trabajo. Sé que estará abierto. Otra vez.

Los novios de mis dos compañeras de cuarto pasaron la noche aquí, así que estacioné en la calle, no queriendo bloquearlos.

—Mierda. —Pasando entre la nieve, murmuro bajo mi aliento, maldiciendo a mis compañeras y sus saludables vidas sexuales. Mayoritariamente por el coche, pero también porque ha pasado mucho tiempo para mí, que estoy convencida que mi himen volvió a crecer.

Una vez que estoy a mitad de la cochera, escucho el rugir de un motor de camión venir por la calle.

—No, no, no, no. —Una barredora. Y va a enterrar a mi pobre coche.

Y claramente, mientras miro en horror, el camión rojo pasa, apilando una montaña de nieve contra el lado del conductor de mi pequeño Honda.

Con un grito frustrado, le lanzo mi saca-nieve al camión, esperando fallar y estando tan enojada que no me importa tener que buscarla entre la montaña de nieve. Mis ojos se abren en asombro cuando golpea la ventana trasera y la luz de freno se ilumina en la poca luz matutina.

—Oh, mierda —murmuro, buscando un lugar donde esconderme, cosa… que sí, no va a pasar. Estoy a la altura de los coches de los chicos, y el conductor ya está fuera de su camión y mirándome, o mejor dicho fulminándome con la mirada. Inspecciona el lado de su camión y entonces sacude su cabeza, mirando alrededor por un momento antes de agacharse para recoger el misil que le lancé.

Mientras camina hacia mí, me hago hacia atrás. Él es alto y grande, con una barba cubriéndole la mitad de su rostro. Intimidante.

—¿Creo que esto te pertenece? —Ahora está tan cerca como para devolverme mi saca-nieve, pero sigue acercándose. Su voz es brusca, y tomo otro paso hacia atrás, chotando mi culo contra el baúl del coche de Ben, que estaba lleno de nieve.

Gracias a Dios tomé otros jeans.

—S-Sí. —Diablos. No quería que mi voz temblara así, pero hace diez grados bajo cero aquí, así que supongo que era inevitable.

—¿Me vas a decir por qué lo tiraste contra mi camión?

—Eh… —Podía ver sus ojos ahora. No podía ubicarlo, pero parecía muy familiar. Verde bosque. Furiosos.

—Rayaste la pintura.

—Lo… siento. —Estoy perdida en sus ojos por unos segundos. Rodeados por unas pestañas largas y oscuras, se entrecierran un poco mientras él se rasca la barba de su rostro y aclara su garganta, rompiendo mi aturdimiento—. No, espera. No lo siento, joder. Necesito ir a trabajar, y tu estúpido camión acaba de enterrar mi coche bajo dos mil metros de nieve.

Su voz es más suave cuando vuelve a hablar, y alza sus cejas.

—No deberías haber estacionado en la calle con tanta nieve cayendo. —Se encoje de hombros.

Ajustando mi bufanda para mantener mi rostro medio oculto, pongo los ojos en blanco.

—Bueno, obviamente. Pero el estúpido meteorólogo casi siempre está equivocado. Parece que cada vez que dicen que serán de veinte a veinticinco centímetros, todo lo que obtenemos son cinco o siete.

Una sonrisa socarrona aparece en su rostro.

—¿Qué?

Luce divertido.

—Nada. Solo… pareces decepcionada por la falta de… centímetros.

Entrecerrándole los ojos, lucho contra una sonrisa o mi respuesta mala, la cual es "eso es lo que ella dijo", y en cambio dije:

—¿Estás hablando en serio? No tengo tiempo para esto. Ya llego tarde de por sí.

—¿En serio ibas a conducir así? —me pregunta.

Voy a conducir así. Si puedo desenterrar mi coche, por supuesto.

Estábamos a medio metro de distancia en la entrada cubierta de nieve, y un temblor pasa por mi espalda. Ya sea por la manera en que me estudian sus ojos o mis jeans fríos y mojados, no estoy segura.

—Deberías volver adentro. Te quitaré la nieve. —Se vuelve a su camión, ajustando su gorro húmedo y sacando unos guantes de sus bolsillos.

Inclino mi cabeza a un lado mientras se aleja.

Su trasero no luce nada mal en esos jeans.