Bienvenidos, los personajes de twilight no me pertenecen, tampoco la historia, la cual es de Tatyperry, solo traduzco con su autorización.
Recomiendo que escuchen las canciones que están señaladas en medio del capítulo, dejé el link, agreguen el youtube ;) son hermosas y ambientan la lectura.
¡DISFRÚTENLO!
In Fate's Hands
Edward's POV
Aún no podía creer que íbamos a pasar las vacaciones en Forks. Mis padres solo podían estar bromeando. Hasta el último momento creí que estaban planeando alguna sorpresa para nosotros; algo que solo sería revelado cuando estuviéramos en el aeropuerto, rumbo a nuestro destino. Pero no. Cuando el vuelo fue llamado tuve que aceptar que estábamos yendo rumbo a la ciudad que vi, por última vez, hace 13 años.
La fina lluvia insistía en seguir cayendo y, por lo visto, sería así por el resto del día. Definitivamente no era un clima muy afín a las vacaciones de verano, y mucho menos con lo que tenía planeado para las fechas. Si hubiese sido por mí, hubiera tomado el primer vuelo a Barcelona, la meca actual del mono patinaje, y aprovechado mis últimas vacaciones antes de entrar a la facultad. Pero no podía hacer eso en este momento. Carlisle quedaría devastado, y ya había demasiado dolor en nuestra familia para que yo lo empeorara todo y, pensándolo bien, el ambiente del fin del mundo era similar al de nuestra casa en los últimos años, principalmente en los últimos dos meses, cuando Elizabeth, mi abuela paterna, empeoró considerablemente.
Me di cuenta que estaba entrando en un terreno peligroso y no queriendo pensar en cosas tristes corrí hasta mi cuarto, agarré mi monopatín y bajé nuevamente, encaminándome a la puerta pero, apenas coloqué una mano en el pomo, fui detenido por la voz de Esme.
―¿A dónde vas, Edward?
―A dar una vuelta por la ciudad, mamá. No me demoro, y cualquier cosa solo llámame al celular. No es como si aquí pudiera perderme.
―La verdad, corres el riesgo de dar dos pasos y ya estar en otra ciudad ―Emmett, mi hermano, gritó desde el sofá donde miraba un partido cualquiera de futbol americano.
―Muy gracioso, Emmett ―respondió nuestra madre, mirándonos con una mueca―. No se olviden que todos nacieron aquí, y si mal no recuerdo, Edward armó un verdadero escándalo cuando supo que nos mudaríamos a New York.
―¿Yo? ―pregunté, sintiendo cómo mis ojos se ampliaban―. ¿Y por qué no iba a querer irme de este pueblo del fin del mundo?
―Sí, tú, chico. "No, mamá, no puedo irme ahora. ¡No puedo dejar a Bella!" ―respondió ella, haciendo una voz infantil.
―¡Me acuerdo de eso! ―gritó Emmett, haciéndose presente una vez más.
―¿Quién es Bella? ―pregunté, intentando forzar algún recuerdo de mi infancia en ese lugar.
La verdad, si mi abuela no estuviera tan enferma y no hubiera insistido en que aprovecháramos las vacaciones de verano para que la trajéramos a la ciudad donde vivió la mayor parte de su vida, ni siquiera me acordaría que Forks existía y que un día viví en ese lugar lluvioso y demasiado verde para mi gusto. Para mí, Forks era solo una parada más en mi camino.
―Era una chica que vivía en nuestro barrio. Ustedes parecían gustarse, no se separaban durante todo el día y la noche, a su papá y yo nos costaba lograr que ustedes entraran en sus respectivas casas. ¡Era una verdadera gracia! ―Esme volvió a responder.
―Creo que me acuerdo de ella. Era una niña totalmente torpe, ¿verdad? ―preguntó Emmett, girándose para mirarnos―. Recuerdo que encontraba gracioso cómo alguien lograba tropezarse con sus propios pies.
―¿Recordando los viejos tiempos y hablando de esa chica que era amiga de Edward? ―preguntó papá, bajando las escaleras, probablemente volviendo del cuarto de mi abuela.
Reí con ellos pero por dentro me sentía incómodo porque todos recordaban a la chica mientras yo no tenía ni idea de quién podía ser. Estaba comenzando a irritarme con toda esa charla y, antes de que se dieran cuenta, decidí hacer lo que estaba por hacer antes de que esa conversa extraña comenzara, que era ir con mi monopatín por la ciudad.
Elizabeth ―o abuela Lizzy, como la llamábamos― nunca olvidó la ciudad donde vivió la mayor parte de su vida. Y a medida que la Esclerosis Múltiple (1) avanzaba, solo hablaba de regresar. Lo más irónico es que mi familia se mudó a New York precisamente para que ella pudiera recibir más asistencia médica, pero de acuerdo con el Dr. Garfield ―neurólogo que la atendía― la falta que Elizabeth sentía de su casa de cierta manera perjudicaba a su tratamiento, así como el hecho de que su enfermedad ya había sido diagnosticada en un estado avanzado. Por eso, Carlisle y Esme, decidieron traerla para atender a su último deseo: morir en Forks. A pesar de que ninguno lo dijimos en voz alta, sabíamos que ya no se podía hacer nada. La enfermedad ya había afectado a su sistema respiratorio, y de ahí en adelante era solo cuestión de tiempo.
En condiciones normales, la autorización médica para el viaje tan largo no habría sido concedida, finalmente era algo muy desgastante, no solo para ella, que había pasado la mayor parte de su tiempo acostada y no lograba ni siquiera comer sin ayuda de una sonda, sino también para nosotros. Pero el Dr. Garfield hizo una excepción, sabiendo que probablemente ese sería el último deseo de su paciente. Deseo pedido hace algunos meses, poco antes de que dejara de hablar completamente. Además de eso, papá también era médico y sabría cómo actuar en caso de alguna emergencia.
* Rosie and Me ― Bonfires ( /watch?v=UCToKMzu060 )
Me sentía extraño caminando entre esos terrenos y casas sin que algún recuerdo viniera a mí. Mi vida fue hecha en New York y, de cierta manera, era como si los cinco años vividos en Forks no representaran nada.
¿Habíamos ido a Jack in the Box (2) con mis padres y hermanos para aprovechar sus grandiosos desayunos? Sé bien que Esme siempre pensó que esa comida debía ser hecha en casa, todos juntos alrededor de la mesa y, lo más importante, con alimentos nutritivos.
No, no debíamos desayunar ahí. ¿Pero quién sabe un refrigerio después de buscar a Emmett en la escuela?
Forks Elementary School, con sus ladrillos rojos, apareció frente a mí al final de la calle, y podía imaginar que, así como pasaba en New York, debía acabar con la paciencia de Esme pidiendo ir también a la escuela. Eso lo recuerdo, mi escuela y la de Emmett quedaban una al frente de la otra, y más de una vez intenté huir y entrar en la imponente construcción de enfrente. No quería quedarme con los niños pequeños, pero siempre era cargado de regreso, gritando que ya era un hombrecito y podía ir a la escuela mayor. Me largué a reír ante esos recuerdos y de cómo las cosas cambiaron a medida que crecimos. Hoy daría todo por volver al jardín infantil, sin demasiadas preocupaciones, con tiempo de sobra para divertirme.
Y entonces me encontré pensando en la tal Bella mientras seguía bajando por la calle en mi monopatín, sintiendo cómo la llovizna, que había dado una tregua, volvía caer en mi rostro. Por lo visto debía haber sido mi primera amiga, y eso me inquietaba. ¿Yo, Edward Cullen, amigo de una chica? Nunca tuve paciencia para sus vanidades y futilidades. Por eso mismo, nunca tuve el ánimo para mantener una relación duradera; no aguantaba a ninguna mujer a mi lado sintiéndose mi dueña, ya bastaba con tener a Alice de hermana. Y entonces, por algunos momentos, me encontré deseando que ella aún viviera en la ciudad. ¿Nos reconoceríamos en el caso de encontrarnos?
―Recuerda, Edward, ni siquiera te acordabas del nombre de la chica y ahora quieres reconocerla si aparece caminando por la calle…
Estaba perdido en mis pensamientos cuando una melodía captó mi atención, haciendo que rápidamente dejara mis divagaciones a un lado para seguir su rastro. Cuando me di cuenta, estaba en frente a una enorme casa, pintada de blanco, con las ventanas azules y un enorme patio de enfrente, donde una placa indicaba: Estudio de Ballet Anna Pavlova. Me acerqué a una de las ventanas laterales de la casa de dónde provenía la música, y me paralicé al ver que dentro bailaba una linda chica.
Su cabello castaño estaba recogido en un moño, dejando libre su rostro en forma de corazón. Sus ojos, de un marrón profundo, parecían lejanos mientras giraba por el salón, perdida en sus movimientos y alejada de todo lo que pasaba fuera de ese cuarto. No lograba quitar mis ojos de esa imagen casi angelical y, cuando me di cuenta, la música llegó a su fin y la chica, sentándose a un lado, comenzó a quitarse las zapatillas de ballet. Sus dedos parecían arrugados e hinchados, y aún desde lejos se podía ver las ampollas.
―¿Cómo alguien logra ponerse en pie metido en esas pequeñas zapatillas de ballet y aun así bailar tan grácilmente? ―pensé para mí. ―Debe doler horrores.
Rápidamente guardó sus zapatillas en una mochila y salió del cuarto. Un tiempo después dejó la casa, con su rostro cubierto por el gorro de la chaqueta. Mientras bajaba por la calle, permanecí mirando su silueta hasta que se perdió de mi vista, y entonces decidí regresar a casa.
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Ir a ver a la chica bailar, desde lejos, pasó a ser mi rutina diaria. Lloviera o estuviera soleado ―una manera de decirlo, ya que el sol parecía ser algo desconocido en Forks―, agarraba mi monopatín, salía de casa y me iba directo al estudio de ballet, haciendo el mismo trayecto de mi primer día en la ciudad. Ella parecía estar entrenando para algo, ya que todos los días repetía incesantemente la misma coreografía.
Era viernes y estaba ansioso.
―¿Será que la chica entrena también los fines de semana? ¿Cómo hago para verla en esos dos días?―. Estaba en el jardín, listo para irme a mi compromiso diario, cuando desde la baranda, la voz de Alice me hizo parar.
―¿A dónde vas?
―Hum… yo… voy a caminar por ahí.
―Voy contigo ―dijo ella, acercándose.
―¡No! ―grité―. Quiero decir, no, Alice... es mejor que te quedes. La abuela puede necesitar de alguna cosa ―intenté acordar rápidamente.
―Emmett, mamá y papá están en casa, imagino que ellos pueden cuidar tan bien de la abuela como yo ―respondió ella, mirándome sospechosamente―. A no ser que no quieras que vaya contigo. Pero… ¿por qué? ¿Acaso vas a hacer algo que tu hermana preferida no puede saber? ―preguntó, alzando las cejas.
―Claro que no ―traté de responder rápidamente antes de que su desconfianza aumentara. Alice siempre tuvo una especie de sexto sentido y prefería no alimentarlo―. Es que solo… ah, está bien, vámonos ―dije, pasándome la mano por el cabello.
Durante el tiempo que caminamos lado a lado, Alice no paró de hablar sobre como la abuela Lizzie parecía saber dónde estábamos y parecía estar mejor, aun cuando su diagnóstico era irreversible. Eso realmente me preocupaba. Por más que todos supieran el final que todo eso tendría, Alice parecía ser la menos preparada o la que más arduamente luchaba para no aceptar la enfermedad y lo cerca que estaba la muerte de nuestra abuela. Me dolía verla intentando hacer de todo para no enfrentar la verdad. Tal vez hasta por eso es que me aparté en los últimos tiempos.
Pero toda esa preocupación acabó siendo echada al fondo de mi mente cuando la ya conocida melodía llegó a mis oídos, haciéndome sonreír instantáneamente. Como no me podía acercar a la ventana porque Alice se daría cuenta del por qué estaba ahí e inventaría mil y una imágenes en su cabecita fértil, solo me senté en mi monopatín, en la acera frente al estudio, esperando la hora en la que la morena saliera de allí.
―¿Por qué estamos frente a esa casa, Edward? ―Alice preguntó, sentándose a mi lado, pareciendo confundida.
―Me gusta la música.
―Claro… ―respondió con una risita.
Podía sentir su mirada sobre mí todo el tiempo que estuvimos ahí, la melodía llegando a su fin y reiniciándose varias veces. Quería poder acercarme, ver si la chica estaba bailando tan grácilmente como todas las demás veces o si incorporó algo nuevo a su coreografía, pero simplemente no podía. ¿Cómo le explicaba a Alice que toda esa semana, desde que llegamos a Forks, ver a esa chica bailar era mi más nuevo vicio, ganándole incluso a mi afición por el monopatín?
De reojo vi a Alice balancear la cabeza, riéndose sola, antes de colocarse de pie frente a mí.
―Está bien, Edward. Ya me di cuenta que te estoy interrumpiendo en algo, y sea lo que sea lo que esté dentro de esa casa te ha hecho bien. No te voy a interrumpir más.
―Gracias, Ali ―me limité a responder sin saber bien qué más podría decir, ya que ni yo mismo podía explicar el por qué estaba yendo a ese estudio todos los días.
Ella solo asintió cortamente con la cabeza.
―No te preocupes en acompañarme hasta casa, hermanito. Conozco el camino ―dijo, girándose y comenzando a bajar por la calle―. ¡Juicio! ―pude escuchar que decía antes de girar en la esquina, mientras yo me levantaba y corría en dirección a mi ventana, a tiempo de ver la misma escena de todos los días. La morena sentándose en el centro del salón pareciendo cansada, comenzando a desamarrar sus zapatillas de ballet antes de agarrar su mochila y salir.
Mientras corría al frente de la casa a fin de verla salir y desaparecer por la calle, me pregunté hasta cuándo me quedaría allí, observándola desde lejos, sin tener el coraje de decir nada. Y entonces, el destino pareció decidir actuar por mí. Apenas me recosté en el árbol donde siempre me quedaba observándola descender por la calle, acurrucada en su sudadera de capucha, ella salió de la casa, pero esta vez, al lado de una chica. Las dos conversaban y sonreían. Y si creía que bailaba hermoso, era porque nunca la había visto riendo. ¡Era realmente linda!
―Chao, Bella ―oí a la otra chica decir, esas palabras parecieron sacarme del trance.
―Chao, Ang ―la morena respondió antes de girarse en dirección a su camino de todos los días.
¿Sería posible? ¿Ella podría ser la Bella de quien mi mamá había hablado? ¿La Bella a quien no quería dejar aquí en Forks cuando nos mudamos a New York? Sin pensar en lo que estaba haciendo salí de detrás del árbol, me subí en mi monopatín y di un leve impulso hasta estar cerca de ella.
―¿Bella?
La morena se giró y rápidamente sus ojos se concentraron en mí. Ellos me parecieron asustados al principio, pero después pude ver el reconocimiento en esas iris castañas.
―No es posible ―la oí susurrar, como si estuviese hablando consigo misma―. ¿S… si? ―respondió, mordiéndose el labio inferior, un gesto que aunque no la conocía bien, podía reconocer como nerviosismo.
―Hola ―dije, pasando las manos por mi cabello, sintiéndome un completo idiota. Muy bien, me había descubierto para ella ¿y ahora qué diría o qué? "Hola, según mi mamá éramos amigos de pequeños. ¿Te acuerdas de mí?" Ella saldría corriendo calle abajo, creyéndome un completo loco. Y, dada la situación en la que me encontraba en esa última semana, tal vez lo fuera.
―Hola ―respondió ella, pareciendo un poco desconfiada.
Un silencio incómodo se acomodó sobre nosotros. Sabía que tenía que decir algo, finalmente fui quien la llamó, era yo el desconocido, pero no podía encontrar nada para explicar quién era yo y qué estaba haciendo ahí. ¿Y si ella no era la Bella correcta? Pero de pronto el silencio fue interrumpido por un grito que hizo que la morena ampliara los ojos y diera dos pasos hacia atrás.
―¡Isabella!
Me giré en dirección a la voz, encontrándome de frente con un tipo rubio, de más o menos 1,80 de altura, grandes ojos azules y cabello arreglado cuidadosamente con gel para parecer desordenado.
―¿No me vas a presentar a tu nuevo amigo? ―preguntó él, agarrando el brazo de la morena con fuerza, halándola junto a él, como si fuese una muñeca de trapo.
―Él no es mi amigo, Mike.
―¿Ah, no? ―respondió con sarcasmo. Apretando aún más el brazo de ella―. Muy gracioso todo esto. Nunca tienes tiempo para mí, pero para conversar con cualquier aparecido si lo tienes, ¿verdad?
―Suéltame, Mike, me estas lastimando el brazo.
―No Mike, no puedo verte hoy porque debo ensayar. No Mike, no puedo ir a la playa con ustedes porque tengo que ir al estudio. No Mike, no quiero cenar contigo porque tengo que estar en forma para la presentación… ―dijo el rubio, haciendo una voz fina―. ¿Una estupidez, verdad Isabella? ¿Vas a tener realmente una prueba a fin de mes? ¿Estuviste ensayando todo este tempo o el ballet era solo una excusa para estar viéndote con otros por ahí?
No podía creer que ese idiota le estuviera diciendo a ella todas esas cosas. ¿Quién pensaba que era? Podía ver las lágrimas formándose en los ojos de Bella mientras intentaba soltarse, en vano, del torniquete del tipo que solo podía ser su novio.
―Hey, compañero, ¿no la escuchaste decir que la estás lastimando? Suéltala ―grité, acercándome lo suficiente para darle un empujón en el pecho mientras agarraba el otro brazo de la morena, intentando llevarla junto a mí.
―¡Mira que gracioso, Isabella! ―el rubio dijo con desdén―. Él va a defender a la doncella en peligro. Cuidado, amigo, solo para advertirte, ésta dejó de ser doncella hace mucho tiempo.
Antes de que me pudiera dar cuenta de lo que estaba haciendo ya estaba sobre el rubio, soltando golpes seguidos en su rostro, la sangre salía por su nariz y boca mientras él intentaba inútilmente golpearme con una de sus piernas. No acostumbraba a ser un tipo violento, pero no me podía quedar ahí, viendo como insultaba a la chica sin hacer nada. Sentía una necesidad inexplicable de defenderla.
―¡Basta! ¡No aguanto más!
El grito asustado de Isabella me hizo parar e inmediatamente me giré en su dirección intentando entender su reacción. La estaba defendiendo ¿no es cierto?
―Para de golpearlo. Ya entendió lo que quisiste decir ―dijo ella, halándome del brazo, de la misma manera como habíamos hecho con ella instantes atrás. Ella evitó mirarme y solo pude entender su gesto como enojo. Tal vez ella fuese del tipo "mujer de malandro", que le gusta que la golpeen―. Y en cuanto a ti, Mike ¡basta! Si piensas todo eso de mí entonces no sé realmente lo que estamos haciendo juntos. Vamos a adelantar lo que pasaría después de las vacaciones si paso la prueba. Acabó.
Y con eso ella se giró, comenzando a caminar en la misma dirección que seguía antes de que la llamara y que terminara en todo aquello. Como había hecho antes, me subí a mi monopatín y me impulsé hasta estar nuevamente a su lado.
―Hey, espera. Sube, te llevo hasta tu casa.
―No… no es necesario ―dijo ella, sin detenerse, pero dejándome ver que una lagrima rodaba por su rostro.
―¿Estás llorando? No, por favor, no llores. No quería lastimarte, en serio. Ni hacer que te pelearas con tu novio ―dije, realmente sintiéndome mal por verla de esa forma.
―No hiciste nada malo. Es mucho decir que estoy llorando por algo que hiciste ―dijo ella, brindándome algo que imagine una sonrisa fingida.
―¿Entonces por qué lloras? No me gusta verte llorando.
Ella alzó una ceja, casi desafiándome a explicarle, antes de secarse las nuevas lágrimas que habían caído por su rostro.
―Acabo de terminar una relación de tres años. Es mucho tiempo para terminar de esa forma. ¿Es un motivo suficiente para ti?
―Discúlpame ―susurré nuevamente―. Pero si me permites decirlo, él no parecía merecerte.
Me brindó una media sonrisa mientras seguía caminando, y tuve la impresión de oírla susurrar algo sobre "promesas no cumplidas", pero no le di mucha importancia.
―Ven, súbete, te llevo.
―No me voy a subir en eso, no puedo correr el riesgo de partirme un pie o una pierna a menos de un mes de mi examen.
―Deja de ser absurda, chica. No te vas a caer.
―No me conoces. Si lo hicieras, sabrías con seguridad que me caería. ―Y esta vez su sonrisa fue genuina.
―Entonces déjame al menos acompañarte.
No dijo nada, solo se encogió de hombros y siguió caminando a mi lado. El silencio se instaló sobre nosotros, y diferente de lo que pude imaginar, no había necesidad de decir alguna cosa. El silencio era cómodo. Aproveché para colocar mi cabeza en su sitio. No quería dejarla en la puerta de su casa y volver a verla solo a través de una ventana en el estudio de ballet. Quería saber si era la Bella de mi niñez, y si es posible, quería descubrir todo lo que pudiera sobre ella. Cuando estábamos llegando al final de la calle ella se echó a correr, tropezando levemente, casi se cae, antes de girar en la esquina y desaparecer de mi vista.
** Day too soon ― Sia ( /watch?v=34i0yUomjbY)
Comencé a creer que quizá estuviese loca o se cansó de mi compañía silenciosa, sin embargo seguí en el mismo ritmo y, al girar en la esquina por la cual había desaparecido, me quede estático ante la imagen que tenía frente a mis ojos. Había un pequeño parque y Bella estaba sentada en un columpio, impulsándose tranquilamente con los ojos cerrados, riéndose sola.
―¿Puedo saber qué es tan gracioso? ―pregunte, sentándome en el columpio a su lado, comenzando a balancearme también.
―¡Tú! ―respondió, mordiéndose los labios, aun con los ojos cerrados.
―¿Yo?
―Sí. Siempre acostumbrabas a defenderme así cuando los niños de la cuadra se reían de mi falta de coordinación y de los golpes que me daba.
Sabía que mis ojos estaban como platos, pero simplemente no lo podía creer.
―Quiero decir, claro que en esa época no salías distribuyendo goles por ahí, pero aun así siempre los espantabas y después me consolabas con cosas del tipo: "eres desastrosa, pero me gustas así, Bells". Pero igual, consolar continua no siendo tu fuerte ―continuo riendo.
No sabía con lo que estaba más sorprendido: con el hecho de saber que ella sabía quién era y ser capaz de acordarse de cosas bobas como esas o con el hecho de no acordarme de nada.
―Espera, ¿estás diciendo que sabes quién soy? ―pregunte, decidiendo exponer en voz alta mis dudas o por lo menos una parte de ellas.
―Claro que lo sé, Edward. Desde la primera vez que te vi escondido, viéndome bailar por la ventana del estudio. El primer día creí que estaba teniendo algún tipo de alucinación, pero el día siguiente estabas de nuevo, y al otro día…
―¿Y por qué no hablaste conmigo entonces? ―pregunte, ésta vez nuestros ojos se mantuvieron fijos en el otro.
―Mira, eras tú quien me espiaba. Además, eres quien se fue ―respondió encogiéndose de hombros―. Aparte, ¿Por qué no hablaste conmigo antes?
―Yo… no sabía ―respondí casi en un susurro―. Estaba caminando por la ciudad cuando la música llamo mi atención, entonces te vi bailando, y solo sé que me sentí hipnotizado, no lograba estar un solo día sin verte, pero no tengo muchos recuerdos…
―No te acordabas de mi ―me interrumpió, y eso no era una pregunta.
―No ―respondí, decidiendo ser sincero―. Como te decía, no tengo muchos recuerdos del tiempo que viví en Forks. Para mí, mi vida siempre fue en New York, y nunca habría regresado si mi abuela no hubiese insistido.
Pude ver la tristeza en sus ojos, pero no dijo nada sobre eso. El silencio comenzó a caer nuevamente sobre nosotros, pero esta vez era diferente al anterior, y estaba ansioso por cortarlo. Sabía que ahora había sido responsable de su tristeza. Pero fu ella la primera en volver a hablar.
―Me acuerdo de ella.
―¿De mi abuela?
―Sí, siempre nos daba dulces a escondidas de tu madre, antes del almuerzo.
Y esta vez reí junto con ella. Podía no tener exactamente el mismo recuerdo, pero me acordaba perfectamente de las peleas de mamá con la abuela por culpa de los chicles, biscochos y chocolates antes de la comida.
―¿Cómo está?
―Mal. Venir para acá en estas vacaciones fue para cumplir su último deseo, que es morir en Forks. No hay nada más que podamos hacer. ―dije, parándome del columpio y pasándome las manos por el cabello. Por más que intentara no demostrarlo, eso era doloroso para mí también.
―Lo siento mucho.
Solo asentí con la cabeza, sabiendo que no había más que decir.
―Por lo visto, éste parque continuara marcado por las malas noticias ―dijo de pronto, volviendo a balancearse.
―¿Cómo así? ―pregunte, volviendo a mirarla, hermosa, dejándose llevar por el movimiento del columpio. De una cierta manera, allí parecía poseer la misma entrega de cuando hacia su coreografía.
―Fue aquí, en este parque, que nos vimos por última vez.
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Flashback
―¡Bells! Qué bueno que te encontré ―dijo el chico de cabello bronce, corriendo por la puerta del carro apenas éste estaciono frente al parque―. Creí que me iba a ir sin despedirme de ti.
―Te dije que no quería despedirme, Edward ―la chica de largas trenzas respondió, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado. No quería que su amigo viera cuán herida estaba.
―Por favor, Bells. Tampoco me quiero ir. Pero mamá dice que la abuela está enferma y en New York va a tener médicos para cuidar de ella ―respondió Edward, implorante, deseando solo que su amiga fijara una vez más aquellas orbes chocolate en él.
―Aquí también hay médicos. Tu papá es médico. ¿Por qué deben irse? ―ella volvió a preguntar, frunciendo el ceño, aún sin mirarlo.
―No lo sé, Bells. Papá y mamá lo decidieron. No tengo elección, no puedo estar lejos de ellos.
―Pero vas a estar lejos de mí ―y, en ese momento, quien estuviese prestando atención podría ver las lágrimas que se acumulaban en los ojos de la pequeña niña, su labio inferior temblaba levemente.
En un impulso, Edward la abrazo fuerte. Le estaba doliendo, tanto como a ella.
―Le voy a pedir a mamá y a Emmett que escriban una carta para ti todos los días, Bells ―susurró en medio del abrazo.
―¿Lo prometes? ―la niña pregunto, apartándose un poco para poder ver a su amigo, queriendo tener la seguridad de que él no le estaba mintiendo.
―¡Lo prometo!
Fin flashback
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―Lo siento mucho... Bells. ―El sonido de su apodo saliendo de mis labios hizo que mi corazón se disparara. Como si él reconociera la importancia detrás de aquello. Me puse de rodillas frene a su columpio, agarrando su mano. Necesitaba que ella pusiera sus ojos una vez más sobre los míos, asegurándome que todo estaba bien.
―No seas tonto, Edward. Éramos niños, ni siquiera sabíamos qué significaba una promesa ―respondió, desviando la mirada.
Pero una vez más la había hecho entristecer. Por lo visto, esa era una de mis especialidades. Podía ver que estaba luchando contra las lágrimas y que su labio inferior temblaba, y sentí el deseo inmenso de besarla, de probar el sabor que sus labios tenían, de qué manera encajaban con los míos… pero no podía. Sabía que sería algo apresurado, y no podía hacerlo. No ahora. No con ella.
―¡No es verdad! Siento haber roto mi promesa. ¿Me perdonas? ―pregunté finalmente, recobrando la razón.
Solo asintió con la cabeza antes de mirar el reloj en su muñeca y levantarse rápidamente.
―Debo irme. Dentro de poco papá llega y aún debo preparar la cena.
No sabía bien que hacer ahora. Solo sabía que no quería despedirme así, una vez más en ese parque. Quería conversar más con ella, conocerla mejor…
―¿Bella?
―¿Hum? ―preguntó, girándose.
―¿Puedo buscarte mañana? ¿En el ballet?
Solo sonrió y asintió con la cabeza antes de girar e irse, dejándome allí, pensando en lo que el destino nos tenía preparado.
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Y así fueron las dos semanas siguientes. Todos los días a las 16 horas me encontraba con Bella en la puerta del estudio de ballet y caminábamos hasta el parque. Seguía intentando convencerla de subir a mi monopatín, pero ella siempre repetía que "si la conociera bien, sabría que se iba a caer". Conversábamos por unas dos horas hasta que se despedía para irse a preparar la cena.
En esas dos semanas, Bella me contó sobre algunos recuerdos más de nuestra infancia, como cuando Emmett nos encerró en la despensa de nuestra casa, dejándonos más de una hora atrapados hasta que mamá fue a buscar algún ingrediente para el almuerzo; o cómo acostumbrábamos a robar la mamila de Alice cuando mamá no estaba mirando, o esconder las esposas de su papá.
Pero nuestras charlas no se limitaban al pasado. Le conté que iría a Yale dentro de pocos días y que quería estudiar derecho para volverme un abogado criminalista. Ella, por su parte, me conto que esa coreografía que venía ensayando hacia parte de un ballet llamado: Griselle (3), y que lo presentaría a fin de mes para obtener una beca en el Royal Academy of Dance (4) que estaría allí para escoger a algunos alumnos para que ingresaran a la compañía en Londres. Sus ojos brillaban al hablar del ballet de Londres, y era fácil ver que ese era realmente su sueño. Yo no tenía la menor duda de que lograría alcanzarlo.
Aún sentía el mismo impulso de besarla, como lo sentí el primer día en el parque, arrodillado frente a ella en el columpio, pero el momento apropiado no parecía surgir y temía estropear todo.
Ese era mi último día en Forks. Al día siguiente, a la hora del almuerzo, estaría yendo directo al aeropuerto, rumbo a Yale. La inducción para los nuevos estudiantes comenzaba en dos días y no podía perdérmelo. El examen de Bella también era el mismo día y mi idea era ir a ver su presentación antes de irme al aeropuerto. Quería estar a su lado para celebrar el acontecimiento.
Y, aún más, quería aprovechar al máximo nuestra última tarde juntos. Pasé por el estudio para recogerla y Bella parecía extraña mientras caminábamos rumbo a nuestro parque. Estaba más callada de lo normal y sus ojos precian cargar toda la tristeza del mundo.
―¿Qué pasa, Bells? ―pegunté, pasando por detrás de su oreja un mechón de cabello que había escapado de su moño.
Inmediatamente las lágrimas inundaron sus ojos y me abrazó con fuerza mientras ellas caían, mojándome la camisa. La dejé llorar, solo acariciando su espalda, intentando tranquilizarla hasta que se apartó y se sentó en uno de los columpios del parque.
―Siempre lidié las críticas, pero no aguanto escuchar que mi profesora me diga que no logro transmitir ninguna emoción en mi danza ―dijo ella, volviendo a llorar.
―Shhh Bells, calma ―dije, sentándome a su lado, tomando su mano con la mía―. Tu profesora debe haber estado de mal humor hoy. Para mí tú bailas hermoso.
Rió levemente, pero el gesto no llegó a los ojos.
―Pero la prueba es mañana, Edward. Solo los mejores entran. Tengo que estar perfecta.
―Y lo vas a estar. Lo prometo.
―No eres la mejor persona para prometer algo.
Sus palabras me dolieron, pero sabía que tenía razón. Niños o no, la había lastimado.
―¡Pues lo prometo!
No sé quién hizo el primer movimiento, pero al momento siguiente mis labios estaban sobre los de ella, encajando perfectamente. Sus labios tenían sabor a fresas, y si pudiera, me quedaría mordisqueándolos para siempre. No fue un beso furioso, pero si algo que podría ser descrito como un beso de reconocimiento. Los labios permanecieron unidos por unos instantes hasta que mordisquee su labio inferior, haciendo que abriera ligeramente la boca. Su lengua pasó suavemente por mi labio y no lo pensé dos veces para darle entrada. Y entonces, nuestras lenguas se acariciaron, como dos amantes reencontrándose después de una larga separación.
Deposité varios besitos en sus labios antes de apartarme, observándola con cuidado. Si era posible, estaba aún más linda así, con los labios enrojecidos e hinchados y las mejillas coloradas. Todo lo que quería era congelar ese momento y cargarlo conmigo para siempre.
Pero Bella parecía tener otros planes, pues al momento siguiente estaba en pie, halándome de la mano para que la siguiera. Se agachó para coger mi monopatín y me haló hasta la calle.
―Estoy lista ―dijo, brindándome una sonrisa como nunca la había visto antes.
―¿Lista para qué? ―pregunté, sin entender sobre qué estaba hablando.
―Para ir en el monopatín contigo.
―Pero Bella, tu prueba es mañana.
―Lo sé, pero confío en ti y sé que nunca dejarías que algo malo me pase hoy. Necesito vivir emociones diferentes para poder incorporarlas a mi baile, Edward. Y quiero experimentar esto.
Me reí un poco, incómodo, sin poder creer que me estaba pidiendo eso, pero no le podía negar nada. No hoy. Esa tristeza que había visto en sus ojos cuando la busqué en el ballet había desaparecido y, esta vez, yo era el responsable de esa desaparición. Volver no era una opción.
―Está bien entonces ―dije, colocando la monopatín en la calle―. Siéntate con las rodillas dobladas y los pies sobre el monopatín ―dije, sosteniendo el monopatín para que se pudiese sentar.
―¿Sentada? ―preguntó, mostrándose confundida.
―Claro que sí, no te voy a hacer ir de pié encima de eso. En tu caso, eso puede ser mortal ―respondí, robándole un rápido beso.
Bella parecía nerviosa al principio, pero poco a poco se fue relajando a medida que el monopatín ganaba velocidad y el viento nos golpeaba, desordenando nuestro cabello. Un poco antes de cruzar en la próxima esquina, detuve el monopatín, sacando un puchero de Bella.
Pasamos el resto de la tarde entre besos y vueltas en el monopatín hasta que llegó la hora de que se fuera a casa para preparar la cena.
―Mañana a las nueve estaré ahí para verte ganar esa beca ―dije, dándole un último beso.
―Voy a estar nerviosa si estás allá.
―¿Y por qué? ¿Olvidas que pasé toda la semana viéndote bailar todos los días?
―Pero era diferente.
―Bells, quiero estar presente en ese momento tan importante para ti. Si no quieres que esté está bien, lo entenderé, ¿pero recuerdas el monopatín? No dejes que miedos tan simples te detengan.
―¿Lo prometes? ―preguntó, abrazándome.
―¿Qué?
―¿Que estarás allá?
―Lo prometo ―respondí, inspirando el aroma que salía de su cabello.
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Pero a veces, a la vida parece gustarle gastar bromas a la gente. Esa noche, apenas llegué a casa, vi que las cosas iban mal. Mamá no estaba ocupada con la cena en la cocina y Emmett no estaba frente al TV mirando algún canal de deporte. Corrí al segundo piso y apenas llegué al principio de las escaleras, el llanto de Alice se escuchó. No necesité pensar mucho para entender lo que estaba pasando. Apenas llegué al cuarto de mi abuela estaba papá, arrodillado a su lado en la cama y mamá a su lado, abrazándolo. Alice estaba arrodillada al otro lado y Emmett estaba de pié, junto a los pies de la cama. Y era como si la abuela Lizzie estuviese esperándome para morir.
La madrugada fue de telefonazos y con todos caminando de un lado para el otro, cuidando de una y otra cosa de la ceremonia fúnebre que se llevaría a cabo la mañana siguiente.
El viernes amaneció en Forks y, bajo la fina lluvia, nos dirigimos al único cementerio de la ciudad donde el pastor diría algunas palabras, así como Carlisle, para presentar nuestros homenajes a Elizabeth.
―¿Qué tienes, Edward? ―preguntó Alice, sentándose a mi lado un poco alejado de donde el cajón acababa de ser puesto y las personas se preparaban para el entierro.
―Nada, ¿por qué?
―No paras de mirar el reloj.
―Por si te olvidas, tengo un avión que coger ―dije, intentando sonar lo más indiferente posible.
―Oh, Edward, te conozco y en éste momento no estarías dándole la más mínima importancia a ese avión. Mi intuición me dice que eso tiene que ver con la misma cosa que te arrastró ese día al estudio de ballet, y que te sacó de casa todas las tardes en estas vacaciones. ¿Estoy equivocada?
―No ―dije, sabiendo que era inútil mentirle a Alice―. Ella tiene un compromiso importante hoy y prometí que estaría ahí para apoyarla, y una vez más le fallé.
Alice me miró con una ceja alzada, como esperando que el explicara de qué estaba hablando, pero viendo que no sacaría nada más de mí, se limitó a reír.
―Ve por ella, Edward. No has perdido nada, aún tienes tiempo de explicarte. Tu abuela murió, estoy segura que ella entenderá.
―No puedo salir en mitad del entierro de la abuela, Alice ―dije, pasando la mano por mi cabello, nervioso con la situación. Mi familia estaba ahí; mi papá necesitaba de mi apoyo, pero al mismo tiempo no quería irme sabiendo que, una vez más, había decepcionado a Bella.
―La abuela está muerta, Edward. Lo importante es lo que hiciste por ella mientras aún estaba viva. Y con lo que hiciste, hermano, no tienes de qué arrepentirte. ¡Corre atrás de lo que está vivo y aún tiene solución!
Solo le di una sonrisa en agradecimiento mientras corría fuera del cementerio, rumbo al estudio. Sabía que el examen ya había terminado, o estaría finalizando. Solo esperaba que Bella aún estuviese ahí. Pero al llegar, me informaron que fue la primera en bailar y se fue inmediatamente. Agradecí a la chica que me dio la información, la reconocí como la misma que salía con ella el día que hablamos por primera vez, y fui por el camino que hacíamos todos los días hasta el parque, pero tampoco estaba ahí. Di algunas vueltas por la ciudad, intentando encontrar algunos de los lugares que me contó a lo largo de esas semanas, pero en ninguno de ellos pude encontrarla.
No pudiendo hacer más nada y necesitando correr si no quería perder el avión, me dirigí a casa, prestando atención a cada persona que me cruzaba por el camino; mi corazón estaba disparado ante la expectativa de que pudiera ser Bella. Pero no volví a verla.
Me fui a Yale, rumbo a mi futuro, pero mi corazón permaneció en la ciudad de Forks. Ahora solo me restaba rogar para que un día el destino nos reencontrara, como había hecho en esas vacaciones de verano, y que si había una próxima vez, fuera capaz de cumplir las promesas hechas a ella.
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1. Diferente de lo que mucha gente cree, la Esclerosis múltiple no tiene nada que ver con la demencia o la senilidad. La verdad, es una enfermedad crónica del sistema nervioso central que afecta el cerebro y la médula espinal, y que interfiere en la capacidad del cerebro y de la médula de controlar las funciones como caminar, ver, hablar, orinar y otras. No tiene cura y su tratamiento consiste en atenuar los efectos y desacelerar la progresión de la enfermedad.
2. Jack in the Box es una red norteamericana de restaurantes del tipo fast-food, cuyos principales competidores son McDonald's y Burger King.
3. Griselle es una pieza de ballet francés de 1840. En el primer acto, la campesina Griselle está enamorada de Albrecht, un noble disfrazado de campesino. Cuando Griselle descubre el engaño, ella queda inconsolable y muere. En el segundo acto, el amor eterno de Griselle por Albrecht, que va por las noches a visitar su tumba, lo salva de que su espíritu sea tomado por los espectros de Willis, los fantasmas vampíricos de novias jóvenes que murieron antes del día de su matrimonio, y su reina. Siempre que un hombre se acerca ellas lo obligan a bailar hasta la muerte. Griselle baila en lugar de Albrecht y, de esa manera, impide que él se agote, rompiendo así el encanto de Willis.
Esta es la coreografía que Bella baila (agreguen el youtube) min. 3:37 al 5:35:
/watch?v=EQX1a87YV78&playnext=1&list=PL90445DA73FA66BB1
4. El Royal Academy of Dance (RAD) de Londres, fue fundada en 1920 por un grupo de artistas profesionales de danza, reunidos por Philip Richardson. La academia combina métodos de técnicas de danza francesas, italianas y rusas, para crear un estilo único de ballet. Con más de mil miembros en 82 países diferentes, la Academia es una de las mayores y más influyentes organizaciones de enseñanza y práctica de danza en el mundo. Tiene la mayor junta de exámenes de ballet clásico del mundo, a los que alrededor de dos mil aspirantes prestan exámenes durante todo el año para ser admitidos a los cursos suministrados.
Muito obrigada, Taty :D
Hasta aquí el primer capítulo, es uno más y termina, el otro es más cortito, un poco más de la mitad de éste, lo subiré pronto :3
Gracias por leer.
¿Les gustó? ¿Qué opinan, qué creen que pasará? Como dice Edward, la vida te lleva por caminos que ni imaginas…
Recuerden que tengo un grupo en Facebook, cordialmente invitados a unirse.
Este es el tercer OS que eligieron en el grupo, Gracias por participar.
Beijos
Merce