¿Qué hago escribiendo este fic? Sencillo, quizás ya han leído mi anterior fic, Como Si Fuéramos Adolescentes, el punto es que pensé que ya lo había terminado, hasta que luffy550 me dio la idea de hacer una segunda parte. Me encantó la idea, y acá esta. Así que luffy550, te lo dedicó a vos.

Espero que les guste.

Se despertó con el sonar de la alarma. ¡Maldición! Justo cuando había logrado dormirse, la alarma esa lo despertó para informarle que debía, una vez más, pasar 6 horas en su trabajo. Se sentó en su cama, y mientras se fregaba los ojos, contempló a la mujer que yacía durmiendo a su lado. Al menos uno de los dos la estaba pasando bien. Se puso de pie y luego de vestirse, bajó por las escaleras hacía la cocina.

Mantener una familia no era tarea fácil, y menos con la cantidad de personas que vivían en aquella casa. Repasó mentalmente a cada miembro de su familia, para empezar, se encontraban sus hijos, los tres niños que había tenido con su difunta mujer. Katsu que ahora tenía unos 17 años, y las pequeñas Takara, de 12, y Mizuki, de 10. ¿Pequeñas? Ya no eran para nada unas pequeñas. Por otro lado, los hijos de Nami, que desde que habían contraído matrimonio, hacía dos años, pasaron a ser parte de su familia oficialmente, la niña que ya era una señorita Hanako, de 15 años, y el pequeño muchacho que ahora tenía 11 años, Taro. Y bueno… a eso había que agregarle a la pequeña Akira, que solo tenía dos años de vida, y Souta cuya edad rondaba los 6 meses. ¿Qué quiénes eran? ¡Sus dos nuevos hijos! Los años habían pasado y la felicidad de unir a sus familias había brindado dos frutos hermosos.

Pero ahora que lo pensaba mejor, ninguno de los dos tenía la edad como para criar niños tan pequeños. ¡No es que fueran viejos! Pero tener un hijo que está por terminar el instituto y tener un bebe recién nacido, lo habían hecho darse cuenta, de que el más chico de todos los hijos, había llegado un poco tarde.

¡En fin! ¿Qué importaba? Lo hecho, hecho estaba, Souta ya había nacido y ya no se podía hacer nada más que criarlo como lo había hecho con todos los demás.

Se acercó a la heladera y luego de bostezar, sacó una jarra llena con jugo de mandarinas y, un tarro con miel, lista para untar en el pan. Se sentó alrededor de la mesa y comenzó a desayunar, ese… desayuno improvisado.

Recordó todas las cosas que debía hacer ese día y suspiró cuando recordó que pronto sería su aniversario de casado. ¡Debía planificar algo! Miró la agenda de su celular cuando una figura apareció en el marco de la puerta.

¡Hijo! ¿Qué haces despierto? – Preguntó al ver que el mayor de la familia lo contemplaba fijo

Tengo hambre – Murmuró y se sentó frente a él - ¿Qué es esta porquería de desayuno? – Tomó pedazo de pan y luego de untarlo en la miel, le dio una mordida

Es lo que encontré, si Nami no se levanta ¿Cómo quieres que haga? – Se estiró y le sacudió los cabellos, esos negros cabellos idénticos a los suyos

No sé… - Bostezó. Era idéntico a su padre – Pero esto está horrendo –

Tú no eres como tu hermana Mizuki, ella si come cualquier cosa – Murmuró con una sonrisa, era divertido tener una conversación con su hijo a esa hora, sobre todo por lo cansado que parecía - ¿Por qué no vuelves a la cama? –

Es lo mismo, en menos de media hora me levantaría –

Siguieron hablando de padre a hijo como si el horario no importara. De vez en cuando Luffy recordaba como era su vida antes, pequeños destellos que se fugaban en su memoria, le hacía creer que nada había pasado, que aquella mujer nunca había muerto y que aún eran una feliz familia de cinco.

Se encontraba en su burbuja, concentrado en lo que el morocho menor le decía, hasta que el llanto inesperado de un bebe, lo hizo caer a la realidad. Tardó en reaccionar, pero cuando por fin se puso de pie, ya era tarde. La pelirroja, que ahora era su mujer, se encontraba al pie de la cocina con un pequeño en sus brazos.

¡Maldición! Me volviste a ganar – Exclamó, pero aun así se arrimó hacía ella y luego de acariciarle dulcemente la mejilla al niño, le dio un rápido y discreto beso a la mujer

Siempre lo hago – Bromeó con una sonrisa. Caminó hacía la mesada y luego abrazar al mayor murmuró en su oído - ¿Tu padre, otra vez está comiendo esto? ¿Qué no se da cuenta que pan es más rico si lo tuestas? –

Supongo que no – Soltó una carcajada que dejó al hombre mirándolos, curioso - ¿Qué? –

Nada – Bufó cansado mientras se volvía a sentar – Bueno… - Se estiró en su asientos – No sé ustedes pero yo tengo que ir a despertar a los niños –

Se puso de pie y veloz como un rayo solar, desapareció por las escaleras. La mujer y el que ya casi era un adulto se miraron sorprendidos, era increíble la energía que Luffy poseía, aun con la vida rutinaria que llevaba, y esa energía la habían heredado Takara y, por increíble que parezca, el pequeño Souta.

Todavía me cuesta comprenderlo – Sonrió la mujer mientras sentaba al bebe en su silla especial – Pero aun así, lo aprecio –

Y no mentía, de hecho ese hombre, era la persona que amaba, era el hombre que había elegido para rehacer su vida, para continuar con la familia que había empezado con alguien y que, por esas cosas de la vida, no había podido seguir.

Recordó ese momento de su vida, ese momento de luchas. Toda su vida había sido un fiasco, había sido adoptada por la persona que considero madre toda su vida, y luego de ésta muriese cuando ella tenía 10 años, había sobrevivido con su hermana hasta adultas. Se había casado joven con esa persona, y había tenido a Hanako y a Taro de un momento para el otro. Con una casa, dos hijos y una rutina saludable, cualquiera diría que es una vida perfecta, pero cuando ese hombre comenzó a olvidarse de sus hijos y a salir con otras mujeres en secreto, cuando él se había puesto violento y cuando dejó de aportar dinero a la familia, fue en ese momento, cuando Nami cayó en la cuenta del error que no se había visto venir. La vida la había golpeado y, nuevamente, se encontraba frente a frente con la injusticia y con el odio. El divorcio había sido imposible, y las múltiples peleas por la tendencia de sus hijos, había traído sus ventajas. No había luchado en vano. Y ahora, después de mucho tiempo de eso, se encontraba feliz, casada de nuevo, con un hombre perfecto y con una enorme familia bajo su cargo.

Cuando el morocho llegó al piso donde se encontraban las habitaciones de las niñas, se dirigió a la pequeña habitación que la rubia de la familia poseía para ella sola. Ingresó, y luego de prender la luz, sacudió suavemente a la niña, digo… señorita para despertarla.

Oi, tienes que vestirte para ir al colegio, Hanako, vamos – Susurró suevamente y la muchacha abrió sus ojos con la misma delicadeza que su voz

Luego de que su hija (Si, ahora era su hija) se sentara sobre su cama, salió de la habitación para dirigirse a la de sus otras dos hijas, Takara y Mizuki ¡Eso sí sería una batalla campal! Pero como padre no podía permitir que las niñas hicieran lo que querían. Confiado se dirigió a la recamara rosa que pertenecía a las pequeñas.

Bien… - Suspiró para sí mismo luego de prender la luz – Es hora – Se arrimó a las camas que se encontraban una al lado de la otra – Despierten angelitos – Susurró

Al cabo de casi media hora todos se encontraban vestidos, desayunados y listos para asistir a sus respectivos colegios. La madre saludo a cada uno de sus hijos, yendo en fila, de mayor a menor, desde Katsu a Mizuki, y luego de que cada uno recibiera su beso de despedida, incluyendo el padre, salieron por la puerta hacía el nuevo auto que habían comprado entre los dos. Uno más amplió para que quepa toda la familia junta.

Una vez sola, no literalmente puesto que su hijito se encontraba a su lado, Nami se dejó caer en una silla. Era agotador. Ser ama de casa era aburrido y frustrante, pero era una responsabilidad, ella quería quedarse, debía quedarse, sus hijos más pequeños no asistían a ninguna guardería y por ende, ella debía cuidarlos todo el día. Al menos, eso había acordado por el momento.

Se sacudió los brazos para entrar en calor y decidió ir a echar un vistazo al correo. Salió y rápidamente cruzó el patio hacía el buzón, donde, al abrirlo, encontró varías cartas y recibos. Eso le recordaba la vez que había encontrado la invitación a la anterior boda de Luffy ¡Qué momento más horroroso! Pasado pisado, se recordó. Volvió corriendo a su hogar, no quería dejar el pequeño solo, comiendo su papilla, y luego de sentarse, chequeó las cartas.

La boleta de la luz, del gas, una carta de su hermana, de su antigua amiga de trabajo y de… ¿¡Que?! ¿Qué hacía una carta de ese tipo en su buzón? Abrió temerosa el sobre y extrajo el papel. Estaba perfectamente doblado en cuatro partes. Abrió una por una, y con la mirada y las manos temblorosas, se puso a leer la carta:

Querida Nami:

He reabierto el caso de la tenencia de Hanako y Taro. Pronto nos reuniremos con el juez. Pasaré pronto a ver a MIS hijos.

Jamás se lo vio venir. Tiró la carta por puro reflejo, y luego de sujetarse los cabellos histéricamente, comenzó a llorar.

Bueno, hasta aquí he llegado ¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado y estaré ansiosa por sus opiniones. ¡Nos leemos!