Lamento la tardanza, espero que aún recuerden el contexto de esta historia, créanme que nunca la dejare a medias estando a nada de terminar, ¡Ya falta poco! Espero puedan dejar un comentario.

Capitulo 55. Sobre el cielo.

Tenerla entre sus brazos, tan hermosa como siempre, pero con una palidez tan nívea por la pérdida de sangre, su piel gélida como todo el ambiente a su alrededor, pero sabía que ella se había sacrificado por un motivo, conseguir el cofre donde los dioses se encontraban aprisionados para entregárselo Athena y que ella pudiera ganar.

Recorrió con sus pulpejos la tersa piel de la joven, en una suave caricia que ella no logro percibir y aunque en esos momentos su rostro mostrara una profunda paz, se imagino el sufrimiento y el dolor que su alma guardo durante toda su vida, después de todo Aldana nunca había conocido la libertad, pero había luchado férreamente por ella y fue en ese momento que entendió que no importaba el bando por el que estuvieran peleando, había un poco de justicia en la historia de todos y que la razón les acompañaba hasta cierto punto en aferrarse a sus deseos y obtener su meta, desde los titanes hasta simples humanos como ellos.

-Aldana. – Susurro quedamente, beso la frente de la joven y la deposito con cuidado sobre aquel manto gélido escarlata, ella pareció quedarse reposando, aunque en ese momento su alma marchara directamente al Yomotsu.

Se irguió con un gran pesar, sin poder apartar la vista de aquella imagen tan contrastada, un cuerpo desbaratado por las heridas y un rostro sumido en la paz. El vaho de su respiración le recordó que aún tenía una misión que completar, por lo que obligo a sus músculos a tensarse entre el frio extremo y la descarga de su sangre, mientras corría en dirección hacia los restos donde quedaba el cuerpo de Tifón.

-Maestro. – Hyoga se detuvo a su lado y ambos frenaron en seco para apreciar el panorama, aquel parecía ser un área inhóspita de Siberia y no una de las playas griegas. El rubio miro de reojo a su maestro, impresionado de que aquel lugar había sido completamente deformado por el cosmos de su maestro. El cero absoluto del onceavo guardia parecía no tener un límite.

-¿Dónde está Isaac? – Espeto, para evitar que el ruso preguntara acerca de la escocesa.

-Más adelante, se ha adelantado a buscar el cofre, sin embargo el poder de los dioses que contenía la flecha, fue extremadamente abrumador y despedazo por completo el cuerpo de Tifón. – Hyoga comenzó a rebuscar con su mirada entre los escombros algún indicio del mítico cofre.

Camus avanzo al lado de su alumno y agradeció mentalmente al rubio por evitarse preguntar acerca del paradero de la peli azul, pero en aquella marcha silenciosa entre ambos, comprendió un poco el sufrimiento que Hyoga experimento hacia su madre durante tantos años. – Es imposible detectarlo mediante nuestros cosmos…

-Para nosotros sí. – Acoto. – Pero Isaac aún mantiene un lazo con uno de ellos. – Camus observo a la lejanía a su ex discípulo, el cual miraba muy a lo lejos el vaivén del mar, carcomiendo entre su embravecido oleaje los icebergs y témpanos de hielo que se habían formado por el desplante de su cosmos.

-El emperador de los mares, el dios Poseidón. –

-Así es. Isaac puede percibir aún el cosmos de Poseidón, tanto como tú y yo podemos percibir el cosmos de Athena. – Camus observo en silencio a su alumno, esperando que el mismo se diera cuenta que aquella misión al final había recaído en él.

Su único ojo volteo a ver a Hyoga y su maestro, quienes estaban detenidos unos cuantos metros tras él y tan solo el cruzar su mirada con la de su maestro le hizo comprender que estaba ocurriendo, entonces llevo sus ojos hacia donde antiguamente la berserkers había estado parada, desde ese sitio la peli azul había lanzado con furia una flecha que surco los cielos como un fénix, derritiendo las columnas de hielo a su alrededor y dejando un mar negro de cenizas a su paso, esa flecha había golpeado directamente el torso de Tifón, el cual se despedazo desde su interior, los restos de su cuerpo se habían dispersado por toda la playa, las plataformas de hielo y el mar.

-Emperador… - Su cosmos opalescente comenzó a resplandor a su alrededor, mientras cerraba su ojo y dejaba que prolongaciones de su cosmos se expandieran por todos lados, en espera de alguna señal de su dios. – Muéstreme el camino hacia usted, como en el pasado me llevo al fondo submarino…

Un ligero y escueto destello se formo dentro de su mente, mostrándole aquel remolino submarino que le había arrastrado hacia las profundidades del océano y que estuvo a punto de acabar con su vida, siguió con atención aquella visión, como si la estuviera experimentando en carne propia una vez más, la falta de aire, la presión dentro de sus pulmones y el sabor salado en su boca, pero de repente y tal como sucedió aquel día una inmensa fuerza le halo hacia el único lugar con aire, pero así como miro a los ojos el Kraken aquel día, en esta ocasión sintió el destello de cosmos del emperador de los mares.

Abrió el ojo emocionado y se desplazo hacia el lugar, entre saltos, se deslizo por el hielo y se detuvo frente a un gigantesco montículo de nieve ceniza, estaba seguro que el cosmos de Poseidón se encontraba enterrado bajo ese montículo de hielo, así que canalizo su cosmos y separo cada copo de hielo en el aire.

-Le has encontrado. – Hyoga observo el arcón negro, que en el pasado produjo tanta fascinación en Scatha, al sentir aquella inmensidad de cosmos se ondulaban en su interior llamándole a ser liberado.

-Debemos llevarlo con Athena ahora mismo. – Camus poso de forma paternal su mano sobre el hombro de Isaac que sonrió.

-¿Por qué no le abrimos de una vez? – Hyoga tomo con sus manos el cofre azabache y le sostuvo frente a sus ojos. El poder contenido en ese cofre era magnánimo, quien lo sostuviera entre sus manos sin duda era el ganador de aquella guerra y era por ello que dioses y titanes se habían enfrentado por él.

-Porque ese cofre solo puede ser abierto, por alguien que posea sangre divina. – Camus miro la destrucción a su alrededor y supo que aquel panorama plasmaba a la perfección lo que se estaba dispuesto a sacrificar para obtenerlo. Sus ojos vibraron en torno a la nieve esparcida en el suelo, en busca una vez más de la escocesa, pero la niebla oculto su cuerpo.

-¿Maestro? – Hyoga volvió a llamarlo.

-Permanezcan aquí, yo lo entregare personalmente a Athena. – Camus intercambio una mirada severa con Hyoga e Isaac, dejándoles claro que no planeaba discutir su decisión, pues sabía que en cuanto Cronos sintiera la presencia de aquel cofre en tierras atenienses trataría de impedir que él se acercase a Athena y ese era un riesgo al que no expondría a sus alumnos.

-¡Excalibur! – El silbido que produjo el desgarrador sablazo del español desbarato la tierra y obligo a ambos gigantes a replegarse. - ¡Ban! ¡Asterion! ¡Vayan por Aioria y Radamanthys. – Ordeno.

Sus orbes ópalos se clavaron con cuidado sobre ambos gigantes que se erguían orgullosos frente a él, pero se mantenían quietos por la misma causa que él, ambos bandos se estaban analizando, Shura desconocía por completo las habilidades de ambos gigantes, pero estaba confiado que su espada acababa de ser bendecida por un titán y suponía que ellos también estaban al tanto de la situación, pues ambos estaban detenidos cautelosamente observándolo.

-Orfeo. – Le fue tan raro verlo usando la armadura de escorpio, aunque físicamente se pareciera a Milo, el ex plateado carecía por completo de la jovialidad del griego y era como tener a Camus a su lado. – Dime, lo que hayan averiguado de ambos gigantes.

-Porfirion es la antítesis de Zeus, es inmune al rayo, su sangre como viste; es veneno puro, como si fuese el señor Afrodita y además puede revivir a cualquier soldado o gigante a su alrededor. Por su parte Alcioneo… - Shura clavo la mirada en el gigante más alto, que acaban de describirle, mientras escuchaba la descripción del otro gigante en silencio, no intentaría nada contra el segundo, hasta que el primero hubiera caído, eso ya estaba decidido.

-Muy bien. – Shura supuso que enfrentarlo él solo, únicamente le llevaría a estar como Milo y Aioria se encontraban en esos momentos.

-¿Por qué no se mueven? – Ban dejo a Aioria tras Shura y miro como ambos gigantes les observaban con sus grandes ojos inyectados en sangre.

-Porque ellos también están cansados y quieren terminar todo de una vez. – Refuto el castaño, mirando de reojo el cuerpo ensangrentado de Milo, sabía que de no haber llegado Shura a su rescate, prácticamente él se encontraría en las mismas condiciones que el escorpión. - ¿Qué planeas, Shura?

-Aioria lo lamento– Se disculpo el español y por unos segundos, el caballero de leo creyó que el español se disculpaba por la tardanza, pero cuando intercambiaron una rápida mirada de soslayo, supo que se equivocaba, Shura miraba sin despegar su mirada amenazante de los gigantes. – Pero sabes lo que tenemos que hacer…

-Sí, lo sé… - Balbuceo lentamente el león, se apoyo en el brazo de Ban para levantarse al tiempo que se colocaba a un lado del español. – Esto va a ser más difícil sin Milo, pero tenemos que intentarlo de todos modos…

-No pensaran hacerlo… - Albiore intuyo velozmente hacia donde iba el plan de ambos santos dorados y rápidamente entendió el porqué Milo había decidido darle su armadura a Orfeo.

-Ya nos vamos haciendo expertos en usarla. – Contesto con cierta desesperación Shura, mientras sus ojos y los del quinto guardián se posaban dudosos en Orfeo, sabían que ambos estaban desde hace mucho preparados para realizarla tanto en cosmos como emocionalmente, pero no sabían si el santo de plata lo estaba y tampoco conocían que tan lejano estaba el cosmos de este al suyo, lo que podría llevar a desbalancear su próximo ataque.

-Orfeo, necesitamos… - Aioria no quería comprometer al santo de plata, así que su vista volvió hacia Milo, quien se encontraba en un charco de sangre y luego busco el cosmos de Aldebarán, pero la respuesta fue negativa para ambos casos, su última opción era Orfeo.

-¡Excalibur! – Shura lanzo su impresionante haz al tiempo que Porfirion comenzaba a correr hacia ellos, sospechando de la estrategia que los santos dorados planeaban usar, después de todo, la exclamación de Athena había sido utilizada varias veces en aquella guerra. - ¡Aioria!

-¡Ya entendí! – Aioria tomo del brazo a Orfeo y se hizo hacia un lado, mientras Shura soltaba el filo desbocado de Excalibur contra ambos gigantes, que a pesar de perder sus extremidades, continuaban avanzando hacia ellos, mientras sus cuerpos se regeneraban cada vez a mayor velocidad. – Albiore, Radamanthys y el resto necesitamos que se encarguen de Alcioneo.

-Hasta crees que te voy a obedecer. – Refuto Radamanthys, mientras el resto de caballeros pasaban a su lado, acatando la orden del dorado.

El león se giro abruptamente, sorprendiendo al juez con su agilidad y le tomo por la armadura acercándolo a su cara, mientras sus miradas se clavaban una en la otra y el espectro sonreía con sorna.

-No sé porque estás aquí. – Aioria se veía bastante estresado en ese momento. – Si es para ayudarnos, entonces te exijo que cumplas con lo que viniste hacer, pero si tu intención es otra, te prometo que cuanto termine con esos gigantes, me encargare de ti. – Aioria soltó de mala gana al espectro que amplio aun más su sonrisa.

-Es la primera vez que te veo desesperado, león. – Su voz sonó sumamente burlona, pero solo le respondió con un gruñido, mientras se alejaba llevando a Orfeo apresuradamente del brazo. – ¿Eso fue una advertencia?

-No, es una amenaza. – Aioria estaba fuera de sí, su espíritu era el que lo motivaba a continuar aún de pie, mientras la mayoría de sus sentidos estaban cegados por el veneno de Porfirion, estaba al borde del colapso, no tenía tiempo, ni ganas para continuar prolongando ese combate.

-Esperare ansioso. – Contesto el espectro antes de correr hacia Alcioneo.

-Aioria… - Orfeo iba a advertirlo de la clase de alimaña que era Wyvern, pero el león negó.

-Orfeo, lamentamos pedirte esto. – Aioria apretó los puños, sin poderle sostener la mirada.

-Cumpliré con cualquier misión que Milo haría. – Refuto Orfeo, mostrándole a Aioria que no necesitaba explicaciones, ni disculpas. El era un caballero e iba a cumplir con cualquier misión, con tal de salvar a las personas del refugio.

-Gracias, Orfeo. – Aioria se doblo por una descarga de dolor y comenzó a toser una gran cantidad de sangre. – Maldita sea… ¿Por qué mi cosmos… no frena el sangrado?

-Aioria. – Orfeo comprendió en ese momento por que Aioria estaba apurado y no quería perder más tiempo, las heridas internas eran tan extensas que estaban escapando al control de su cosmos.

-¡Shura, estamos listos! – Aioria decidió no decirle los riesgos a Orfeo de tratar de hacer la exclamación de Athena, entre ellos tres, después de todo no había necesidad de preocuparlo más. Era bien conocido que la técnica prohibida por Athena en la época mitológica consistía en la concentración de cosmos de tres caballeros dorados en un solo punto, sin embargo para lograr hacer que esta se dirigiera en una sola dirección se debía a la coordinación perfecta y el equilibrio de cosmos de los tres caballeros y para ese momento sabían que tal vez Orfeo, pudiera alcanzar su cosmos en cierto punto, lo preocupante era que el santo pudiese mantenerlo, de lo contrario la exclamación de Athena les explotaría en las manos, dañando a todos a su alrededor.

Shura fue atrapado por la mano de Porfirion, quien lo estrello contra el suelo, su cuerpo crujió, mientras sus músculos y sus huesos comenzaban a sentir la magnánima presión sobre ellos y la opresión dentro de su pecho, le hacía imposible respirar, sin embargo uno de sus brazos había quedado libre, así que fácilmente tenia la opción de lanzar Excalibur, pero de repente su extremidad fue apresada por grandes bloques de tierra.

-Podría arrancarte el brazo si tiro de tu cuerpo. – Porfirion aplasto aun más el cuerpo del capricorniano, quien lanzo una bocanada de sangre. – El cuerpo humano es tan frágil. – Se burlo.

-El único que va a despedazarte soy yo. ¡Danza Excalibur! – Shura fragmento las piedras que atrapaban su brazo, rebanando incluso entre los dedos la palma del gran gigante, la cual se extendió hasta su hombro, separando en dos su extremidad, entonces lanzo un nuevo haz horizontal hacia las piernas del gigante, amputándole ambas, el cuerpo del titán cayó pesadamente al suelo.

-¿Estás bien? – Aioria observo a Shura aterrizar de un salto a su lado y le vio limpiarse con el dorso de la mano la sangre que resbalaba por su mandíbula.

-Sí. – Shura miro a Orfeo solo para estar seguro que el santo estaba decidido. – Aioria colócate en el centro, dudo que puedas mantenerte en pie en tus condiciones.

-Yo no soy el que acaba de ser aplastado. –

-Orfeo imita mis movimientos y trata de seguir mi cosmos. – Shura cerró los ojos e hizo un movimiento negativo, mientras sonreía cansinamente a su compañero. Se coloco detrás de Aioria quien se agacho mientras juntaba sus manos a nivel de su pecho, una contra otra, en dirección hacia donde Porfirion se retorcía en el suelo.

Shura se posiciono de espaldas a Orfeo, quien le imito en todo momento, alzo su mano derecha sobre su hombro mientras la izquierda permanecía a nivel de tórax y su cosmos dorado comenzaba a rodearlo, para ese momento Porfirion se arrastraba peligrosamente hacia ellos entendiendo lo que se avecinaba, abrió sus gigantescas fauces y lanzo un chorro de fuego hacia ellos.

-¡Ahora! – Aioria incremento su cosmos de golpe, mientras Shura le imitaba en una sincronía perfecta, pero Orfeo estaba teniendo dificultades para mantener su nivel de cosmos, una cosa era que lograse alcanzar a un caballero dorado por fracción de milisegundos su cosmos rugiera como el de uno de ellos, pero mantenerlo era completamente diferente.

-¡Aioria espera! – Shura le alerto viendo la marejada de fuego acercarse a ellos.

-¡Es ahora o nunca! – Aioria estallo su cosmos el cual bramo entre sus manos.

-¡Maldición! – Orfeo atronó la mayor cantidad de cosmos entre sus manos, aún sin alcanzar por completo el cosmos que Aioria y Shura estaban manteniendo.

-¡Tenemos que lanzarlo ahora! – Alerto Shura sintiendo como su propio cosmos quemaba sus manos y la columna de fuego de Porfirion se abalanzaba sobre ellos.

-¡Exclamacion de Athena! – El fuego de Porfirion estaba prácticamente a dos metros de Aioria, cuando la luz dorada atronó como un rayo que devoro en un instante aquella llamarada, el suelo comenzó a vibrar y despedazarse, mientras parte de la exclamación de Athena se fugaba por el subsuelo debido al desequilibrio de cosmos que le generaban.

-¡Aioria! – Shura observo como una parte de la exclamación de Athena paso a su lado y fue a impactarse directo contra un montículo de piedras el cual estallo en mil pedazos, entonces el español disminuyo su cosmos ligeramente al nivel que estaba manteniendo Orfeo, lo cual inestabilizo más la exclamación, ya que Aioria no estaba haciendo lo mismo. - ¡Aioria!

-Lo siento. – El león dorado se sincronizo con el cosmos de Orfeo, que no estaba nada mal para considerarse un recién santo de oro. Poco a poco a la exclamación de Athena fue estabilizándose en dirección hacia donde estaba Porfirion y cada vez su poder destructivo aumentaba más, pues el cosmos del trió se elevaba de un instante a otro.

Un grito atronador resonó dentro de la exclamación y los tres pares de ojos vislumbraron el cuerpo de Porfirion aun arrastrándose contra ellos, lo que sin duda alguna alarmo a los tres, quienes le observaron atónitos verlo golpear el suelo, desequilibrando parte de su ataque y redirigiéndolo hacia otra dirección, al tiempo que lanzaba una roca que golpeo de lleno a Shura.

-¡Shura! – El español fue lanzado de espaldas contra el suelo, mientras la roca se despedazaba al chocar contra su cuerpo, la sangre del peliverde salpico los cuerpos anonadados de Aioria y Orfeo quienes recibieron parte de la explosión de la exclamación de Athena, al perder por completo su equilibrio.

-¡Aioria, Orfeo! – Asterion observo como la esfera de cosmos dorado estallo en las manos de sus compañeros y como produjo una onda de choque que lanzo a la mayoría de guerreros contra el suelo.

-¡Hermano! – Alcioneo vislumbro el cuerpo del otro gigante y camino hacia el dispuesto a ayudarlo, pero las cadenas y los ataques del resto de caballeros se lo impidieron.

-¡Mal…ditos… voy a matar…los! – Porfirion se arrastro a brazadas hacia donde estaban tendidos los cuerpos de los santos.

-Shura… - El español prácticamente había recibido un cerro estrellarse contra él, podía vislumbrar la espalda del decimo guardián quien estaba tendido en un charco de sangre, su respiración apenas era superficial. – Aioria… - Orfeo observo el cuerpo boca abajo de Aioria, quien reposaba sobre su propia sangre que manaba sin parar, pues cuando la exclamación de Athena se desequilibro el quinto guardián interpuso su cuerpo para defenderlo del mayor impacto de la explosión. – Lo lamento… No pude proteger a mi amada, tampoco a mis compañeros…no merezco ser un santo dorado…siempre he…fracasado

El peli azul golpeo con su puño el suelo, estaba desesperado de que servía tanto entrenamiento y poder, de que servía haber sido reconocido por Milo y nombrarse su discípulo.

Trato de incorporarse pero sus piernas le fallaron y cayó estrepitosamente sobre su propio charco de sangre, sin embargo volvió a apoyarse sobre sus extremidades para obligarse a levantar, su cuerpo se balanceo peligrosamente de volver a caer, pero se las arreglo para mantenerse de pie, sus ojos vislumbraron a Porfirion su piel estaba calcinada y algunos de sus músculos podían observarse al rojo vivo.

-No…dejare que los lastimes… - Orfeo anhelo tener su arpa entre sus manos, sin embargo Milo prácticamente se la había regresado solo para que continuara como un entretenimiento únicamente, ya que los planes del escorpión dorado, siempre fueron otros. – Milo… gracias por confiar en mí…

-¡Pinchazo de fuego! – Orfeo extendió su dedo índice del cual broto el aguijón de el escorpión, su brillo escarlata destello, mientras el cosmos dorado manaba de él, desprendiéndose como un aura, proyecto un fino hilo de fuego que golpeo la frente de Porfirion la cual estallo en una inmensa llamarada, hasta desintegrar cualquier rastro de su cuerpo, el fuego quemo y fundió todo lo que toco, era una técnica, que sería temible para las futuras generaciones, una técnica que intimidara a los santos de acuario y que retara a las llamas del infierno de los santos de cáncer, al menos eso le había dicho Milo cuando se la enseño durante un entrenamiento, porque era el fervor oculto en el corazón de los santos del octavo templo hacia Athena.

Alcioneo lanzo su puño hacia Orfeo, mientras una descarga de hielo luchaba embravecida contra el fuego, produciendo una densa niebla, el ex santo de la lira le esquivo a duras penas, tropezó y cayó de espaldas al suelo, su cuerpo estaba temblando y de repente su cosmos prácticamente había desaparecido, su vista se nublo por unos segundos y volvió abrirlos cuando sintió la cadena de Albiore atizarse alrededor de su muñeca y jalar de él.

-¿Qué estás haciendo? – Gruño el maestro de la isla Andrómeda.

-Estoy completamente agotado. – Orfeo se apoyo sobre su rodilla para medio incorporarse mientras el resto de santos luchaban por entretener a Albiore.

-Sabes que Milo lo golpeo varias veces ¿No? –

-Lo sé, solo le falta Antares. –

-Pues eres el único que puede lanzarlo, aunque la técnica de hace un rato…fue el mismo infierno.

-Dudo poder repetirla, incluso Antares… - Sus manos temblaron y le fu imposible volver a pararse. – Ahora entiendo porque Milo dijo que la usase en una emergencia.

-Acabaste con Porfirion. – Albiore sabía que eso era lo único que importaba y ahora que tenia a Orfeo a su lado, observaba la capacidad oculta que el escorpión dorado había encontrado en su amigo aquel día en que el peli azul enfrento a Hipolito a los pies de la casa de Aries, Orfeo era una brasa quien solo ocupaba de viento a favor para transformarse en un incendio. – Debes lanzar Antares.

-No podre hacerlo, ni si quiera puedo levantarme. –

-Milo ¿Te enseño la diferencia de un santo de plata y un dorado? –

-De que hablas… -

-Ya veo. – Albiore enrollo su cadena alrededor del cuello de Porfirion. – Los santos dorados lo han demostrado en esta guerra a la perfección, te pregunto Orfeo ¿Cuántos santos de plata y bronce han muerto en esta batalla? – El peli azul abrió los ojos asombrado de la respuesta que vino inmediatamente a su mente. – Así es, un santo dorado se permite caer hasta haber derrotado a su enemigo o favorecer el campo de batalla para sus aliados ¿No es así como Aldebarán, Aioria, Milo y Shura han actuado?

Cada acción, cada palabra había sido en una sincronización milagrosa, los santos dorados uno a uno había estado cayendo no sin antes voltear la partida a favor de ellos, desde que Aldebarán había lanzado su primer ataque contra la antítesis de Poseidón, hasta la protección que Aioria había ofrecido con su propio cuerpo, confiando en la decisión de Milo, todos y cada una de sus decisiones culminaban en darle la oportunidad de enfrentar al último gigante en pie.

-Eres un santo dorado, fuiste reconocido por tus iguales como tal y no hay mayor reconocimiento que dominar una técnica de tu signo. Un santo dorado se diferencia del resto por su habilidad para quemar cada fibra de su cuerpo, por salvar lo más preciado para Athena.

-Milo… - miro su mano izquierda la cual temblaba intensamente y supo que debía seguir el camino de sangre dejado por sus predecesores, se incorporo torpemente y cuando estuvo a punto de caer Albiore le tomo por el costado para ayudarlo.

-Acabalo, yo estaré aquí para apoyarte. – El rubio halo con fuerza de su cadena apretando el agarre alrededor del cuello de Alcioneo, quien lucho torpemente por desprenderse de la cadena, hasta que sus grandes ojos se fijaron sobre ellos y fue entonces que se lanzo hacia ellos.

Orfeo sintió sus piernas temblar pero su compañero evito que cayera al suelo, miro desconcertado su rostro, como era posible que se mantuviera tan tranquilo después de todo la mano de un gigante iba contra ellos y fue ahí que reconoció que su amigo o estaba muy loco o fue tan temerario desde su juventud como para alzarse contra el santuario a pesar que enviaran a los santos de oro en su búsqueda. Era por ello que los dorados le guardaban respeto y cierta admiración, Albiore era un digno maestro.

-Eunice, pronto nos veremos. – Orfeo se soltó de Albiore y uso toda la fuerza de voluntad que le quedaba para mantenerse en pie. – Atráelo hasta aquí y aléjate cuando este demasiado cerca, yo me encargare de él.

-¡Antares! – El destello de luz de su primer Antares, fue como si un rayo escarlata acabase de impactar contra el suelo, su cosmos dorado se entremezclo a la perfección con el aura de su aguijón, su cosmos resurgió desde su interior como una llamarada acrecentándose y cuando menos lo pensó su uña golpeo el puño de Alcioneo, quien inmediatamente se detuvo y comenzó a pegar de alaridos embravecidos.

-¡Me estoy quemando! ¡Hay fuego en mi interior! – Alcioneo comenzó a desangrarse por sus heridas, al tiempo que el liquido que manaba desde su ser, salía hirviendo y desprendiendo torrentes de vapor. Mientras sus alaridos resonaban por todo el santuario.

Su cuerpo se desvaneció, sin embargo unos fuertes brazos le atraparon a media caída, abrió sus ojos celestes mientras su garganta estaba inundada de un sabor escarlata, el dolor iba desde la abertura de su ceja hasta su estomago recorriendo cada fibra de su ser, sin embargo a pesar del dolor en su interior se entremezclaba con una inmensa paz.

-Aún no debes morir, Scatha. – Ares se arrodillo y la deposito con suavidad, mientras colocaba su mano en el abdomen de la joven, hizo compresión en su abdomen, evitando que la hemorragia persistiera. Se inclino hacia ella, mientras la joven y Athena le miraban de forma desconcertada.

-Mi señor… - Scatha reprimió el grito de dolor que quiso soltar cuando Ares apretó su abdomen, pero su voz le traiciono al ver a Ares acercarse a su rostro, cerró los ojos con fuerza y entonces sintió como el dios la tomo con fuerza por la nuca y unió su frente a la de ella.

-No vas a morir. – La voz de Ares resonó en su interior con fuerza lo cual le asombro. – Gracias por confiar en mí, eres exactamente como ella…

-Yo… -

Ares pensó inmediatamente en Harmonía y el odio que se despertó en su interior en la época del mito cuando fue ultrajada, el odio y la ira se manifestaron sin igual en su ser, que fue cejado por completo hasta que de sus manos se derramo la sangre del agresor de su pequeña, eso le convirtió en el primer asesino de la historia, pero también fue el primero en obtener justicia por su propia mano y ahora que Scatha había confiado en él, le recordaba el dios que había sido en aquella época, cualquier guerra iniciaba por un sentido de justicia.

-Gracias. –

Ares la dejo con cuidado y se incorporo ante la mirada atónita de Athena, empuño su espada con ambas manos y clavo sus ojos sobre Cronos.

-¿Qué decías sobre el modo Berserkers? – La tensión que liberaba sobre la espada era tanta que temblaba el arma entre sus manos.

-Resaltaba su peor defecto… -

-Vas a comprobar por ti mismo el verdadero estado de un berserkers. – Ares estallo en un instante su cosmos y al mismo tiempo su espada impacto contra uno de los brazos de Cronos el cual cayó al suelo, el titán se vio sorprendido por el ataque del dios, por lo que retrocedió, sin embargo Ares fue tras él.

-¿Estás haciendo todo esto por una humana? – Se burlo, tomo con su mano la espada del dios, sin importarle la sangre que manó de su mano. Sin embargo como respuesta obtuvo un cabezazo del dios, que le hizo retroceder.

Cronos sintió como una buena cantidad de sangre salía de su frente y bañaba sus ojos, limpio esta con el dorso de su mano y genero una esfera obscura la cual lanzo hacia el dios de la guerra para alejarlo de él, después de todo Ares era una maquina de batalla y tenerlo cerca era una amenaza.

Athena observo muda la acción de Ares, lo observo esquivar con agilidad el ataque de cosmos del titán y después de ello ambos se enrollaron en una ida y venida de ataques y contraataques colosales, que destruían todo a su alrededor, ver al dios de la guerra pelear en su modo Berserkers le hizo entender porque el primer asesinato de la historia dejo impactado a Zeus, por la brutalidad con la que se había manifestado a manos de su hijo y a su vez le hizo temer.

-Ares. – Entonces comprendió todo. Ella era la represalia y garantía que Zeus había creado para controlar los ataques de ira de su hermano mayor, así como Apolo y Artemisa servían de escudo en caso de su propia rebelión.

Ares corto el brazo que comenzaba a regenerarse de Cronos y lo arrojo a lo lejos, se detuvo unos segundos para que sus ojos observaran la incertidumbre que sus movimientos y ataques generaban en Cronos, tal vez un poco de miedo, entonces lanzo su espada hacia el tórax de Cronos quien interpuso una materia oscura que debilito el avance del arma, sin embargo estaba tan ensimismado viendo al hijo de Zeus que olvido su habilidad de transportarse hacia donde estaba su arma, Ares apareció frente a él, su mano estaba rodeada de una materia oscura con la que logro impactar al titán en el hombro, el cual estallo en cientos de cenizas, Ares rodeo su pierna de fuego e impacto su torso.

Su cuerpo salió expedido varios kilómetros fragmentando todo objeto con el que pudo chocar, dejando tras de sí una estela de fuego, cuando al fin se detuvo observo con cierto pánico a Ares corriendo hacia él de nuevo con su espada en mano de forma iracunda.

-Maldición. – Espero con cierto temor que el dios se acerca y cuando estuvo a escasos metros de él golpeo con su puño la tierra y literalmente un cerro broto de la tierra golpeando a un Ares desprotegido. Si quería combatir a esos dos caprichosos dioses debía hacerlo con los poderes titánicos, cuerpo a cuerpo estaría siempre en desventaja.

-Athena. – Scatha trato de incorporarse pero sentía que su mente comenzaba a dispersarse como si una fuerza mayor estuviera oprimiendo su cosmos, inclusive robándolo. – Si desea ganar, usted y mi señor deben pelear hombro a hombro.

-¿Qué estás diciendo? – Sus ojos grises sintieron el cosmos de Cronos estaba afectando a la chica y que poco a poco, el cosmos del dios de los titanes estaba absorbiendo no solo el cosmos, sino también la energía vital de cada ser vivo no divino que se encontraba dentro del santuario.

-Ustedes dos han experimentado el mismo dolor después de todo. Ambos han sido engañados y traicionados por los dioses, ambos han sido usados por los titanes, son los dioses de la guerra. – sintió como su cosmos seguía siendo extraído por Cronos.

-¿Te has sentido solo tanto tiempo Ares? ¿Fuiste creado y temido? – Athena vio a Ares surgir entre las piedras que le habían golpeado, su cuerpo estaba bañado en su propia sangre, sin embargo aún temblaba de ira. – Al igual que yo.

Cronos utilizo su cosmos para regenerar su cuerpo, sus ojos destellaron como dos brazas y la tierra comenzó a temblar, enormes grietas se forjaron en la tierra como inmensas cicatrices engullendo templos, casas, montañas y tragándose ríos, la lava comenzó a manar del suelo, trasformando aquellas grietas en arroyos de fuego, entonces ocurrió de nueva cuenta el encontronazo entre titán y dios, el pelinegro detuvo las muñecas del pelirrojo que soltó un grito gutural para tratar de librarse, sin embargo en ese mismo momento cientos de raíces brotaron de la tierra y comenzaron a apresar el cuerpo de Ares, quien quemaba las mismas tratándose de liberar.

-Voy a mostrarles la fuerza de los titanes. – Los ojos del titán se volvieron por completo negros y entonces ambos dioses comprendieron, que no solo estaba robando la fuerza de los seres humanos, sino también el cosmos de los titanes que habían caído en aquella guerra.

-¡Alto! No os permitiré que destruyan mi santuario. – El cosmos de Athena comenzó a manar con fuerza de su interior, en un halo dorado mientras múltiples haces blancos comenzaban a manar del suelo, su cabello revoloteaba a su alrededor y sus ojos grises se tornaban de un inmenso brillo dorado. – Si deseas finalizar esto Cronos, será ante los ojos de vuestros antepasados, los cielos cimbraran ante nuestros cosmos y la tierra te contemplara.

La pelinegra comenzó a teletrasportar toda aquella inmensa masa de tierra donde se encontraban, como si se tratase de una plataforma gigante, la cual comenzó elevarse hacia los cielos, mientras aprisionaba por unos segundos el cosmos de los otros dos para llevarlos junto con ella a aquel lugar.

-Mis santos…mis amados amigos…os agradezco el sacrificio y el honor que han hecho por mí, yo terminare con esto. – Su cosmos comenzó a elevarse, no sin antes despedirse de cada uno de sus guerreros.

El aire gélido golpeo con fuerza su rostro y supuso que su fina piel blanquecina estaría sonrojada, sus ojos miraron con ternura la tierra que estaba bajo ella, sabía que aunque en ese momento la destrucción se hubiese asentado sobre su santuario, dándole un aspecto tan desolador que no había visto en siglos, la esperanza y las personas que tanto amaban aún estaban ahí para volver a reconstruir sobre aquellos escombros.

-¿Estas lista, Athena? – Ares continuaba parado frente a Cronos dándole la espalda, pero tan solo por un segundo ambos dioses de la guerra se miraron con una sonrisa cómplice.

-Sí. – Tomo la empuñadura de Nike una vez más y se coloco al lado del pelirrojo. – Volveré hacer que Gea y Urano contemplen tu caída al tártaro de nuevo. – Sentencio.

-¡Saga! – El grito de cosmos en su interior le hizo reaccionar abruptamente, abrió los ojos, sintiendo dificultad para respirar, incluso sentía que estaba sofocado, sin embargo se vio sumido en la oscuridad y su pecho resintió el peso de varios kilos encima de él, empujo con fuerza las rocas y vislumbro una inmensa luz rojiza que brotaba a su lado, para su sorpresa aquello era un inmenso rio de lava que burbujeaba.

- ¿Dónde está Athena? –Su mente trabajo velozmente tratando de recordar los últimos minutos antes de perder la conciencia, cuando la exclamación de Athena detono sobre el titán. - ¿Cuánto tiempo ha pasado de aquello? ¿Dónde está el patriarca, Aioros y los demás? – Tosió un par de veces, mientras se intentaba levantar torpemente pero cayó de nuevo al suelo, su pierna estaba fracturada y era imposible volver a ponerse de pie, entonces se alejo lo más que pudo de aquel torrente ardiente, arrastrándose.

Saga! – La voz de Camus resonó en su interior con fuerza.

Camus! – Le fue imposible ocultar la felicidad que sintió cuando sus cosmos conectaron una vez más, reconociéndose uno al otro a la perfección.

-Me da gusto que estés bien. – Admitió el francés. – Saga, tengo el cofre donde los dioses han sido sellados, no puedo sentir a Athena desde hace un rato, sin embargo sospecho que ella está en esa plataforma en el cielo.

Inmediatamente miro hacia arriba y vislumbro aquello que el acuariano mencionaba, también confirmo que Athena había escondido su cosmos. –¿Qué ha pasado? – Pensó para sí mismo, justo cuando observo como el cielo se teñía de un inmenso color rojo a causa del único cosmos que podía sentir en ese lugar. - ¿Ares?

-Saga necesito que me teletrasportes hasta ese lugar. Tenemos que entregarle a Athena este cofre. – Acoto Camus.

-Estas aún lejos de este lugar. – Acoto, sin embargo casi en ese mismo instante un inmenso cosmos broto de la tierra muy cercano a la dirección donde el onceavo guardián se encontraba, era tan grande que parecía manar sin control del subsuelo, pero así como broto de forma tan improvista desapareció, junto al cosmos del onceavo guardián del zodiaco. - ¡Camus! ¡Camus! ¡Respóndeme!

Sin embargo un terrible silencio le rodeo, ¿Qué demonios estaba pasando?, junto todas sus fuerzas y logro ponerse de pie, recargándose sobre unos escombros, entonces dio dos pasos torpes escarmentando una descarga de dolor y llamo el cosmos de su compañero, pero este parecía que había sido tragado por la tierra, no había siquiera rastro del mismo.

-¡Saga! – El oji verde reconoció inmediatamente la voz de Pegaso y miro al terco japonés acercarse caminando hasta él. - ¿Dónde está Athena? Esta guerra aún continúa.

-¿Y tendrá un fin? – Saga alzo su rostro hacia el cielo, implorando una respuesta, al tiempo que una gota de lluvia golpeaba su frente como si el manto celestial estuviese llorando.

-Mascara…de la…muerte. – Aioros se arrastro hacia su compañero que se encontraba inconsciente, estaba tendido boca arriba, las piedras y escombros que recubrían su cuerpo estaban manchados de sangre, sin embargo aun respiraba débilmente.

No pudo evitar sonreír a medias al verlo, desde que eran unos niños sabia que Afrodita, Shura y Mascara de la muerte se esforzaban y crecían a pasos agigantados con la finalidad de alcanzarlos a Saga y él. Y aunque en esa época Shura fuera el que se aproximara más a realizarlo, porque su maestro era más tranquilo, siempre observo el deseo escondido en la timidez de Piscis y en la soberbia de Cáncer.

Siempre les animo y trato de impulsarlos cada vez más, pero en el fondo siempre noto una brecha de cosmos entre el nivel que manejaban Saga y él, a comparación de ellos, tal vez por la diferencia de edad, la seriedad con la que se lo tomaban o los problemas con los que tenían que lidiar Mascara y Afrodita con sus maestros.

Pero ahora que habían renacido había comprobado que el cosmos de ese trió en especial había crecido descomunalmente y se acercaba mucho a los de ellos, incluso no dudaba que en una batalla seria sus cosmos se igualaran. Mascara de la muerte había recorrido un camino por demás penoso según a palabras de Saga, se había corrompido por la ambición y el sadismo tal y como su maestro lo había hecho en el pasado, Seiya y el resto de santos de bronce le habían mencionado algo similar, pero la sensación que experimento cuando observo los cientos de calaveras que adornaban Cáncer le hizo estremecerse, era una cantidad desmesurable. Y en ese momento no supo ni que decirle al guardián que le observaba desde sus espaldas.

-Fue demasiado. – Las tétricas palabras del italiano resonaron todo el camino hacia Sagitario ¿Demasiadas personas? Pero luego lo comprendió, cuando vio mirar fijamente la fila eterna en el monte Yomotsu supo que fue demasiado lejos, se desvió de su camino como santo, guerrero y ahora estaba arrepentido.

Mascara de la muerte le mostro un santo sumamente diferente en su trayecto en el inframundo y cuando lo vio salvarlos a los pies del muro de los lamentos, supo que aún no se conocía el potencial escondido en el signo de cáncer, la acción en las tierras de Hades que le narro a Athena y al patriarca hicieron que este último se interesara en el cuarto guardián y cuando menos lo pensó, el patriarca había adoptado a cáncer como alumno de aquella técnica.

A pesar de estar sintiendo la inmensidad de cosmos generado por la exclamación de Athena, la explosión de cosmos de Mascara de la muerte tuvo tal inmensidad que le asombro, había destruido la barrera entre la vida y la muerte de forma abrupta, fue como ver el diablo salir del fondo de la tierra como un dios.

Mascara de la muerte había rehusado someterse al oscuro destino de su signo, mostrando su voluntad por encima y plantándose con decisión a su lado.

-Ese último ataque fue magnífico. – Empujo una piedra que recubría el tórax de su compañero y le vio respirar con mayor libertad. – En toda esta guerra nos has dejado de sorprenderme con tu crecimiento.

-Es lo…mínimo…que…puedo…hacer…por ella. – El peli azul abrió levemente los ojos y miro hacia el ennegrecido cielo. – Aioros, tienes que hacer algo.

-Las alas de mi armadura están rotas… -

-Hay dos formas de seguirla… - Mascara de la muerte alzo su mano ensangrentada frente a su rostro, no tenía fuerzas ni siquiera para continuar hablando, su nariz estaba inundada de sangre, por lo que tenía que respirar con la boca. – Teletrasportarse o volar…Saga y el patriarca pueden hacer la primera, de lo contrario, toma mi sangre y que el patriarca sane tu armadura.

-Mascara tú… -

-No ha sido mi idea… es solo que no dejo de escucharlos…- Aioros miro asombrado a su compañero, ¿Acaso Mascara de la muerte no había roto su conexión con los demás santos fallecidos? – Tienes que salvarla.

-Entiendo. – Aioros se puso de pie y le dio la espalda al tiempo que miraba sobre su hombro a su compañero. – No vayas a morir. – A pesar de estar débil, escucho la socarrona risilla del italiano y le vio ampliar su sonrisa en sus labios.

-¿Sabes lo que estas pidiendo? –

-No vayas a morir, porque quiero pelear contra ti. – La risa del italiano se corto, sus ojos buscaron a su compañero y no pudo evitar sentirse orgulloso de recibir la aprobación y reconocimiento del santo de sagitario.

-Está bien, trata que no te maten allá arriba. –

-Voy a salvarla. – Aioros rebusco el cosmos de Saga o el patriarca cualquiera de los dos podría enviarlo hasta con Athena y una vez ahí, acabaría con todo.

...

El aire golpeaba despiadadamente sus cuerpos, deslizándose con fuerza entre las piedras del lugar, la lluvia humedecía sus cuerpos tratando de manguar la sangre que hervía por dentro, mientras las miradas afiladas de los dos dioses de la guerra se impactaban contra aquellos vórtices oscuros en el rostro de Cronos.

-Es la última vez que se los diré algo Athena y Ares. – El titán se sacudió la tierra y la sangre del cuerpo. – Aquí entre el límite de la tierra y el cielo, ante los ojos de Gea y Urano inicie con todo, fui maldecido por derrocar a mi padre y tendría que enfrentar a mi propio linaje, parece que estoy a punto de cerrar este ciclo. – Cronos incendio su cosmos negro que le rodeo embravecidamente mientras ardía con mayor fuerza, cuando parecía que alcanzaría su límite se incrementaba cada vez más. – Ambos son dioses incomprendidos, suplíquenme y considerare perdonarlos.

Ares no respondió, aumento la fuerza sobre su espada al tiempo que recordaba cuanto había sufrido en esa guerra y lo que le había sido arrancado por los errores de su pasado, su madre, sus hijos, el amor de su vida, sus aliados y su ejército arrebatado por dioses y titanes, usado y pisoteado por ellos sin consideración.

-Te voy a encerrar en la prisión de la que nunca debiste salir. – Siseo enfurecido.

-¿Olvidas que fue tu madre quien me saco de ahí? Ella vino a mí, deseosa por liberarte del sello de Athena. – Ares observo de reojo a Athena, nada de lo que había pasado en esa guerra se le había olvidado, estaba dispuesto a pagar sus crímenes una vez que la guerra terminara, pero también estaba dispuesto a hacer que sus iguales pagaran por los suyos desde, Hades hasta Zeus, nadie iba a quedar impune, pero en ese momento incendiaria su vida para detener al titán.

-No. – Ares se acerco hacia Cronos e impacto su espada contra la del titán, acerco su rostro y sus ojos se clavaron sobre los de su oponente. – Pero iniciare la expiación de este mundo contigo.

El choque de ambas espadas resonó en todo el lugar como si fuera un rayo, el poder y filo de sus armas eran equiparables, aunque el cosmos de Cronos parecía superar al del dios. El despliegue de ambos filos, uno contra el otro hicieron que ambos retrocedieran, mientras la lluvia los golpeaba, el cosmos escarlata de rAes se incendiaba como una antorcha.

El cielo se ilumino en una densa bruma escarlata que recubría con destellos la profunda noche y de repente las nubes se separaron para dejar avanzar un torrente de fuego que impacto a Cronos como una supernova que arraso todo a su paso.

Sin embargo el agua proveniente de la lluvia se a conglomero en un segundo en torno al titán como si fuera un inmenso océano que sacudió con fuerza la columna de fuego, siguiéndola hasta que la consumió en su interior, desprendiendo una inmensidad de vapor ardiente que rodeo a las divinidades.

-Maldición… - Ares se agazapo esperando con atención cualquier sonido proveniente de su enemigo, pero el aguacero sobre él y la creciente fuerza eléctrica se manifestaba en el cielo, ocultaban cualquier sonido.

-¡Ares! – Athena choco contra le espalda de su hermano a tiempo que frenaba con Nike la espada del titán.

-Siempre has sido un estorbo, Athena. – Cronos extendió su mano horizontalmente y se formo un aura oscura de aproximadamente un metro que propicio una descarga de energía que lanzo tanto Ares, como Athena al suelo.

Cronos se teletrasporto hasta Ares y clavo su espada en su pecho y casi al instante un inmenso torbellino cayó del cielo contra el dios, destruyendo la plataforma y derribándolo hasta la tierra, entonces se giro a Athena quien ya se encontraba de pie, mantenía a Nike con sus dos manos y le miraba agitada.

-Deberías estar acostumbrada a la soledad. – Cronos se aproximo a Athena y tomo a Nike con su mano derecha. – Un arma te hace débil, sus manos son las que proyectan el cosmos. –

-Suéltalo, Cronos. – Athena deslizo una descarga eléctrica, que quemo el brazo del titán tratando de alejarlo pero fue inútil, entonces envolvió su puño derecho con su cosmos al tiempo que liberaba un polvo dorado y golpeo su rostro, enseguida impacto la cara del pelinegro, la cual se torno purpura en un instante.

-¿Veneno? – Cronos trato de recuperarse pero le fue imposible, el veneno que Athena había dejado en sus tejidos impedía aquella acción, lo cual lo hizo enfurecer, golpeo la rodilla de la deidad la cual se doblo ante el impacto, entonces remato su ataque pateando el rostro de Athena el cual se baño de sangre, en media caída la tomo por el cuello con una de sus manos y comenzó a asfixiarla al tiempo que arrancaba a Nike de sus manos y lo tiraba al vacio.

-¡Aléjate… de mi! – Athena rodeo su mano de un aura violácea y tomo ambos antebrazos del titán los cuales comenzaron a cambiar de tonalidad como si estuvieran pudriéndose, su piel comenzó a irritarse y sus tejidos se desprendieron, al tiempo que el titán afianzaba más su agarre en torno a ella.

-No sabes el placer que siento al deshacerme de ti. – Cronos incendio sus manos como si de hierro ardiente se tratara, marcando sus manos en el fino cuello de la diosa de la sabiduría quien luchaba ferozmente por soltarse, entonces Athena coloco su mano en la mandíbula del titán y lanzo una descarga de cosmos que empujo al dios hacia atrás, pero este no la soltó. – Esto es por mis hermanos.

-Lo mismo digo. – Ares apareció a su lado y rebano con su espada ambos brazos de Cronos y le dio un rodillazo en la cara, que lanzo al titán fuera de la plataforma, pero Ares acompaño la caída del titan, golpeándolo con una inmenso meteoro de fuego.

-A…re…s- Athena comenzó a jadear de forma desenfrenada, se llevo sus dedos níveos, hacia el cuello, aun sintiendo la presión en torno a él, sintió las quemaduras, que habían chamuscado su piel y el inmenso ardor dentro de su garganta, que le hacían imposible casi hablar.

-Levántate. – Ares se mantenía atento en la espera que Cronos volviera a aparecer, pero de vez en cuando miraba de reojo a su hermana. – No trates de hablar, no al menos hasta que tu cosmos pueda curar esas heridas. ¿Puedes llamar a Nike?

-Sí. – Asintió, se incorporo torpemente, aun dando grandes bocanadas de aire, pero incluso el hacer eso producía un gran dolor.

-Hemos sacrificado demasiado en esta guerra Athena, no es momento de dudar. – Ares lanzo su espada frente a él y le lanzo una mirada llena de decisión.

-¿A qué te refieres? –

-Tienes que sellar a Cronos, no hay forma de derrotarlo, su poder de regeneración supera por mucho al de nosotros, nuestros ataques físicos o de cosmos, lo dañan parcialmente… -

-No. – Athena extendió su mano hacia un lado, mientras su cosmos blanco llamaba a Nike. Ambos hermanos fijaron la vista uno en el otro, tenían tantos siglos sin mirarse, como lo estaban haciendo, siempre envueltos en disputas, peleas o guerra y por primera vez en muchos siglos, volverse a ver como al inicio de la era, fue tan entrañable para los dos. – Ares, no sé qué ocurrió para que te tornaras un ser cruel… pero…

Cronos voló sobre la plataforma y cayo justo en medio de ambos dioses, su cuerpo se había regenerado como Ares había mencionado previamente y parecía que nada de aquella batalla le había herido, incluso el veneno que Athena había esparcido en su cuerpo había desaparecido, era como si fuese imposible destruirle.

En la era del mito un rayo proveniente de los cielos de Urano y dirigido por las manos de Zeus habían logrado impactar al titán arrastrándolo con su propulsión, hasta lo más profundo del tártaro, Cronos nunca había sido destruido, su cosmos y cuerpo habían sido sellados de un golpe, sin embargo ni Ares, ni ella eran capaces de recrear dicha acción, a menos que…

-El sexto templo… Virgo. – Athena giro su rostro hacia el destruido camino de las doce casas, las cuales expedían columnas de humo y fuego, sus ojos grises repararon en la sexta casa colapsada casi hasta los cimientos, sin embargo su fachada se mantenía de pie, abriéndose como una esperanza para poner fin a aquella guerra.

Saga continua caminando entre los ríos de lava, trataba de conectar su cosmos al de Camus, pero ahora incluso era imperceptible ponerse en contacto con el francés era como si hubiese desaparecido del planeta. Su andar era errático, su mente estaba distraída y su cuerpo estaba severamente lesionado, continuaba caminando solo por su voluntad de ayudar a su diosa, pero si trataba de teletrasportarse…

-¡Saga! – Giro su rostro manchado de polvo y sangre para toparse con la cara seria de Aioros, pero aún ante la situación su compañero no podía reprimir la sonrisa de felicidad que significaba el verle.

-Aioros, estas bien. – Acoto.

-Saga, necesito de tu ayuda. – Aioros redirigió su mirada a la plataforma pero su compañero inmediatamente negó. - ¿Qué? ¿Por qué?

-Hace unos momentos el cosmos de Camus desapareció súbitamente, entonces trate de teletrasportarme hasta el lugar donde le había percibido y me fue imposible, por lo que intente subir a esa plataforma, pero el resultado fue el mismo. – Saga clavo sus orbes esmeraldas en los celestes de su compañero. – Athena está bloqueando mi cosmos, nos quiere lejos de esa batalla.

-¿Y el patriarca? ¿Y Seiya? - Saga apunto desganado hacia atrás donde Pegaso se encontraba arrodillado a un lado del sumo pontífice quien estaba gravemente herido y fue ahí donde comprendió que Shion había utilizado el muro de cristal al final para protegerlos de la explosión de la exclamación de Athena absorbiendo la mayor parte posible del impacto.

-Patriarca. - Aioros camino en silencio hacia quien consideraba un padre y se arrodillo a su lado, no pudo evitar sentir que su alma se rompía al verlo en ese estado y para ese momento le fue imposible sostener las lagrimas de impotencia, comenzó a sollozar cual niño, golpeo el suelo repetibles veces desesperado, sin importarle que su puño sangrara, al final no dolía tanto como su alma, esa inmensa desesperación agolpada en su garganta, la falta de aire y el inmensurable dolor en su interior, no era nada comparado al escaso dolor físico.

-Aioros. – Ver llorar al noveno guardián, sumido en la desesperación, con el espíritu roto y las fuerzas sucumbidas le mostraban cuán grande era la fuerza que debían tener los santos dorados, habían pasado por grandes calamidades sin romperse y verles desesperarse al final, dándose cuenta que todos sus sacrificios no servían, le partió a él también el corazón, busco la mirada de Saga y pudo contemplar al gemelo mayor llorando con el mismo dolor que su compañero, pero en silencio.

-¡¿Cuánto más, Cuanto más…debemos soportar, Saga?! – Aioros busco el apoyo de su amigo, pero la respuesta jamás llego, ambos estaban destrozados. El castaño miro sus manos con impotencia y sus lágrimas surcaron con mayor fuerza su rostro hasta desprenderse como el roció sobre la tierra, entonces alzo su rostro, empalmando sus lagrimas hacia su piel y miro hacia la enorme plataforma en la que peleaba Athena sola.

-¿Por qué no quiere que la ayudemos? – Seiya sabía que aún podía dar más, sus lesiones eran menores a las de Saga o Aioros, su espíritu aún continuaba conectado a Athena, como si ella esperase que fuera a ayudarle como siempre lo había hecho.

Saga y Aioros se miraron en silencio, no había respuestas solo preguntas, miles de ellas que deberían esperar la resolución de aquel conflicto para ser contestadas, pero de momento solo existía ese gran vacío, esa desolación.

-Saga, tengo una idea. – Seiya les tomo por sorpresa a ambos, le vieron incorporarse entusiasmado y comenzó a buscar ansioso entre los escombros sin dirigirles una palabra, entonces ambos dorados resoplaron agotados, sin embargo le siguieron curiosos con la mirada. – Ares esta con Athena y…

-Ya no tengo conexión con él. – Saga suspiro cansado y se dejo caer en una piedra.

-Tú no, pero ella… -

Al escuchar "ella" su corazón dio un vuelco, no sabía mucho de lo que había ocurrido después de que estallara la exclamación de Athena, pero si ese "ella" se refería a su escocesa, significaba una oportunidad y no solo eso, aclaraba el por qué Ares se encontraba en libertad.

-¿A quién te refieres? – Acoto Aioros medio incorporándose.

-A la subcomandante de los berserkers. Antes de alejarme de Athena por la explosión pude comprobar que ella se encontraba aquí. –

-Scatha. – Saga se levanto de golpe, casi al mismo tiempo que Pegaso la encontraba, cuando sus ojos se fijaron en la herida del abdomen de la joven supo que se había ofrecido como el sacrificio que Ares requería para renacer pues este no solamente incluía la ruptura del sello, si no la sangre de un guerrero para volver, su piel estaba pálida y fría, su respiración era entrecortada, pero aún estaba viva. – Scatha. – Volvió a llamarla. Los ojos de la pelirroja se abrieron con lentitud, a penas y estaba consciente, sin embargo sonrió al verlo.

-Saga. – Scatha llevo su mano hacia su abdomen para comprimir las punzadas de dolor que sentía en ese momento y pudo sentir la calidez de la mano del geminiano sobre la suya. – No es tan malo como parece. – Murmuro quedamente, por unos segundos pensó que se refería a su herida, pero pronto entendió era a su dios a quien se refería.

-Scatha, tengo que pedirte un favor. – Saga la ayudo a medio reincorporarse, ofreciendo su brazo como apoyo a la espalda de la joven, al tiempo que servía como soporte para detener su espalda. – Aún estas unida a Ares, ustedes pueden utilizar las dimensiones para moverse hasta donde está el arma o un berserkers o su dios ¿No es así?

-¿Así que Athena les ha dejado varados acá? – Scatha sonrió divertida de ver la frustración de Saga. –Puedo llevar solo a uno de ustedes, no tengo la fuerza para teletrasportalos a todos, tampoco podre hacer mucho si voy allá.

-¿Puedes llevarme? – Pegaso se abrió paso hasta ella y la miro con seriedad. – Teletrasportame hasta esa plataforma y te juro que peleare tanto por Athena como por Ares, voy a encerrar a Cronos de una vez por todas y frenare esto.

-Eres… -

-Esta vez hablo en serio. – Seiya miro a Saga y Aioros. – Ustedes dos están demasiado heridos como para ser de ayuda allá arriba, incluso sus cosmos están mermados, lo saben bien de otra forma Aioros podrías reanimar a tu armadura o tu Saga podrías desobedecer a Athena y teletransportarte hasta allá, pero apenas y tienen fuerzas para continuar de pie, han peleado bien y me han dejado en la trinchera todo este tiempo, protegiéndome para este momento, es mi turno de ayudar a Athena y necesito que depositen su confianza en mí como en el pasado, prometo no defraudarlos, daré todo de mi, os lo prometo de caballero a caballero. –

-Para mí eso es suficiente. – Scatha no espero ni siquiera la respuesta de Aioros o Saga, se desprendió con decisión del agarre del geminiano, tomo la mano del Pegaso de Athena y sus ojos se tornaron azabache, mientras su cosmos escarlata se trasformaba en cenizas y se conectaba con el de su señor, en cuanto volvió a parpadear se encontraban sobre la plataforma entre sus señores y Cronos.

-¡Seiya! – Athena no pudo evitar sentir la felicidad de ver a su Pegaso.

-Te lo prometí hace mucho tiempo, siempre voy a defenderte. – Seiya miro fijamente a Cronos mientras su cosmos estallaba con inmensidad. Saga y Aioros habían mantenido intacto a Seiya y Mascara de la muerte no había roto el vinculo con el infierno, con un objetivo en particular, de que el Pegaso mitológico permaneciera en la tierra para ayudar a Athena.

Escuchaba el goteo constante de agua de forma tan dispersa, que parecía venir de todas direcciones, no sabía exactamente del lugar que provenía, abrió levemente los ojos para encontrarse en penumbras, únicamente ríos de lava que bajaban por los muros de aquel sitio iluminaban aquel lugar, sin embargo no había calor, incluso se encontraba en un ambiente frívolo, casi bajo sus pies se encontraba un enorme lago de agua cristalina de la que provenía una luz blanquecina desde su interior y en la que llovía gotas de agua desde el techo, formando delicadas hondonadas cada vez que lo hacían.

Su cuerpo se mantenía sujetado dentro de aquel lugar por gruesas de ramas cargadas de un cosmos abrazador e inmesurable que aprisionaban sus extremidades y que prácticamente neutralizaban incluso cualquier movimiento de su cuerpo. En vano tenso sus músculos pues estas ni siquiera se movieron o crujieron ante una amenaza de su fuerza física por romperlas, por lo que desistió momentáneamente de hacerlo.

-Has despertado. – Acoto un voz que resonó en todo aquel lugar, incluso el agua cimbro bajo el.

-¿Quién eres? – Su cosmos trato de buscar el lugar proveniente de aquella presencia, sin embargo esta era omnipotente, estaba esparcida por todo el lugar, como si el agua, la tierra o aquellas raíces formaran parte de aquella energía.

-No puedo permitir que lleves ese cofre hasta la diosa Athena, es demasiado poder acumulado en las manos imprudentes de un simple humano. – Camus trato de identificar el cosmos que generaba aquella voz, con la finalidad de descubrir el causante de aquella ilusión, que parecía paralizar todo su sistema nervioso. – ¿Crees que la diosa Athena tiene la sabiduría para conducirlos a todos hacia la paz? ¿No estás corrompido por tu fidelidad hacia ella?

-¿Quién eres? – Camus observo que el cofre donde estaban contenido las almas de los dioses brotaba de en medio de aquel lago subterráneo, manteniéndose a flote como si se tratara de una hoja suspendida en el agua.

-Cronos se hundió en la culpa y temió a la maldición impuesta por Urano, hundiéndose en la tiranía hasta que el dios Zeus le derroco en compañía de las demás deidades, ni siquiera la ayuda de los gigantes pudo salvarlo. Y fue el mismo Zeus, quien trato de repartir el poder de forma errónea pues fue tan desigual que incentivo el odio entre su descendencia. ¿Acaso no todos han errado? ¿Qué acaso no aprendió ninguno de ellos de su pasado?

-Es demasiado triste contemplarlos. – El agua cristalina bajo sus pies comenzó a resplandecer y a revolverse dando origen a una silueta que adquirió la forma esbelta y el contorno femenino, sin embargo ningún rasgo físico se formo, el cosmos que produjo fue abrumador, incluso toda aquella dimensión vibro al sentirla.

-Pudiera intervenir en esta guerra y los titanes aplastarían sin igual a Athena y al resto de los dioses, pero no deseo hacerlo; por su parte te dejaría marchar y entregarías ese cofre a tu diosa y Cronos sería derrotado y lanzado de nuevo al tártaro, el poder sobrepasaría a uno o el otro, no deseo absolutamente que ocurra un desbalance, santo. – La silueta tomo el cofre entre sus manos y lo introdujo en su interior. – La convicción más fuerte será la que gane, el cosmos de Athena y Ares juntos pueden derrotar a Cronos o este vencerlos a ellos; ganara quien realmente crea en su objetivo.

-Prometo liberarles una vez que esa batalla llegue a su fin, santo. Mientras reposa en la tranquilidad del interior de la tierra. – Camus sintió que aquel cosmos estaba oprimiendo al suyo, bajo la vista hacia el lago a sus pies, mientras iba siendo poco a poco introducido en el mismo y se asombro de ver a la diosa Persefone y varios semidioses en su interior. Su conciencia fue diluyéndose poco a poco en un profundo sueño y su mente se sumió entre tinieblas. - No luches, serás libre, te doy mi palabra, como la primera divinidad, mi nombre es Gea.

Continuara…

Comentarios:

Mugetsu-chanxd: Gracias por toda la muestra de sentimientos que te genera mi historia. Ares es alguien muy temperamental, en quien definitivamente Athena debe ir con cuidado, pues al final de cuentas el simplemente está luchando por sus intereses, que son los mismos que la deidad de la sabiduría. El trió Rada-Aioria-Milo, resulto ser todo un éxito, sin embargo sus cosmos son tan diametralmente opuestos que fue inútil poder llevarlos a pelear hasta el final.

Lamentablemente nuestro Camus quedo muy afuera de la batalla y no solo él, si no también Persefone y aquellos semidioses dispuestos a ayudar a Athena, pero no cabe duda que la batalla está en el punto más álgido. Lamento haberme ausentado tanto pero he aquí un nuevo capítulo.

ShadowKeyGhost: Perdóname la tardanza pero aquí está casi el penúltimo capítulo de esta historia, espero que todavía le agarres el hilo, pero deje plasmada cada emoción que me da al escribirlo, lo que siento de casi llegar al final.

Artemiss90: Gracias por tu comentario, siempre me alegra leerte y saber que estas al tanto de la historia.

Lilith71: Milo trato de llevar a Orfeo de forma apresurada su entrenamiento, recuerda que ellos para convertirse en caballeros dorados al menos necesitaron unos 6 años, pero sin duda Orfeo dio una batalla digna. Por otro lado enfrentar a Athena y Ares aunque despertó sorpresa y cierto temor en Cronos, no le intimido ya que él es el rey de los titanes, aquel que venció a Urano, asi que nadie tiene la batalla ganada. Sin duda mi historia a servido para redimir a los santos que fueron humillados en la obra de Kuramada; Aldebaran, DM y Afrodita, todos merecían un final digno.

Camilo navas: En una guerra nadie tiene su bando asegurado, Ares no está ayudando a Athena, si no peleando por sus propios intereses. Orfeo sin duda dio e hizo su mayor esfuerzo para mantenerse a nivel de los caballeros dorados, cuando tuvo un entrenamiento tan escaso y súper apresurado. Y te daré la tan esperada batalla de Seiya vs. Cronos, únicamente que gracias a DM, quien verdaderamente peleara será el Pegaso mitológico.

Atte: ddmanzanita.