Creí que jamás volvería a actualizar este fic, pero gracias a un mensaje me recordó porque amo escribir para este fandom. Espero que les guste el capítulo y si quieren pueden dejarme un review.

Hasta el siguiente capítulo


Sin duda nunca más lo iba a ver sin importar el precio…

Por culpa de la tormenta estaba empapada, temblaba de frío o de furia, no tenía idea; él me había engañado de la forma más cruel; debe ser alguien de Londres que descubrió mi verdadera identidad. La espera por el tren se me hizo eterna, justo cuando estaba llegando escuché su voz llamándome.

Tan pronto las puertas se abrieron, corrí hacia dentro. Me asomé y pude verlo, él estaba incluso más mojado que yo, sus ojos dorados brillaban más de lo normal, pero a pesar de su sonrisa, sabía que lo había herido.

Al llegar a mi casa me percaté de que había estado llorando, suavemente limpié mi cara con ayuda de mi pañuelo, me cambié de ropa y me dejé caer sobre mi cama. La situación me estaba frustrando demasiado, las dudas inundaban mis pensamientos al grado tal de que sentía que me quedaba sin aire, todo me daba vueltas, mi cuerpo temblaba; me levanté para dirigirme a la ventana, tal vez un poco de aire fresco me haría sentir mejor.

Mis recuerdos comenzaron a reproducirse en mi mente, cada batalla en la que él me ofrecía su consejo, las veces en las que me sacaba de quicio o me brindaba consuelo. Cheshire había sido de los pocos que nunca me habían traicionado por lo que la idea de que alguien tratara de engañarme mediante la figura más leal que había conocido era suficiente para enfurecer.

Me quedé mirando a la luna, su resplandor me ayudaba a sentirme a salvo. Aprovechando mi insomnio y mis constantes recuerdos de Wonderland proseguí a sentarme para escribir el siguiente capítulo de mi libro, era curioso lo fácil que era para mí el plasmar mi sentir en las hojas blancas, pero el hacerlo frente a frente me resultaba complicado; estaba tan concentrada en mis ideas que sin evitarlo ya había terminado un borrador, no obstante, sentía que alguien me observaba, algo imposible pues vivía en el último piso de aquel edificio.

Sin darme cuenta ya había amanecido, vi mi reloj y horrorizada me di cuenta de que solo tenía 15 minutos para llegar a mi trabajo, me cambié el vestido, ya seco, por un vestido morado, tomé el manuscrito y me marché corriendo, sabía que si no me apuraba perdería el tren que me dejaría justo a tiempo. Cuando logré subirme en él pude regularizar mi respiración, al llegar a la estación salí corriendo, en mi camino por poco atropello a una pareja. Me escabullí en la puerta trasera y comencé a trabajar como siempre.

El día estaba transcurriendo normalmente, así que cuando fue la hora de mi descanso subí con el bibliotecario para enseñarle los avances y que me ayudara a revisarlos, él decía que no era la persona indicada para ese deber, pero yo le tenía mucho cariño y confianza. Tal vez físicamente no se pareciera a mi padre, sin embargo, me transmitía esa sensación de admiración y tranquilidad, estuvimos conversando e ideando nuevas opiniones con respecto del desarrollo del libro.

Regresé a mi puesto cuando escuché unos gritos, mis instintos actuaron de inmediato al impulsarme a salir hacia la zona en la que los había oído. Frente a mí había una horrible escena, un desquiciado estaba golpeando a una señorita frente a un menor, la furia corrió por mis venas, dándome la infusión de energía necesaria para hacerle frente, me abalancé sobre él para alejarlo de la chica, tan pronto la soltó su mirada se dirigió hacia mí, intentó golpearme, pero mis reflejos se lo hacían imposible, su frustración me ayudaba a seguir en la delantera.

Esquivé un intento de patada, mismo que provocó su caída al haber resbalado debido a la humedad de la calle, me giré para auxiliar a la chica; mi mirada periférica detectó un movimiento detrás de mí, esta vez fui lenta y sentí el golpe en mi mejilla derecha. Mi mano se dirigió a la zona del impacto; una sonrisa burlona se dibujó en mis labios en el instante en el que vi un trozo de madera, corrí hacia él, lo sujeté como si de mí Espada Vorpal se tratara y lo golpeé en el estómago, al ver que estaba inconsciente me acerqué a la señorita para ayudarla a reincorporarse.

– Gra…gracias –su voz quebrada por las lágrimas.

– No es nada –le dije tratando de sonar tranquila, pero mis puños seguían fuertemente encrespados –ahora vaya con cuidado –miré a la chiquilla que no dejaba de llorar –tranquila, ya están a salvo –le sonreí.

– Era su –tragó ligeramente saliva –su padre –la cargó entre sus brazos –no puedo entender cómo nos encontró –su rostro perdió el poco color que tenía, tembló con tanta fuerza que temí que tirara a la niña.

Un grito ahogado de ella fue lo último que escuché; abrí mis ojos sintiéndome aturdida, mi mano derecha se dirigió a mi sien. Intenté levantarme, pero mi estado actual me lo impedía, frente a mí había un doctor que me había ayudado a reaccionar, miré a mi alrededor buscando a la chica, por suerte ambas estaban seguras mientras hablaban con el oficial.

Quería volver a cerrar mis ojos cuando vi al bibliotecario quien me miraba con preocupación, le hice una pequeña seña para que supiera que estaba consciente. El doctor terminó de examinarme, vendó mi cabeza y para posteriormente hablar con el bibliotecario y con alguien más.

Me sujeté de la camilla para levantarme, el bibliotecario me vio y corrió hacia mí.

– ¿Qué estabas pensando Alice? –su voz, aunque sonaba preocupada también demostraba su molestia.

– Lo lamento mucho señor Lachlan, pero no pude evitarlo… esa bestia pudo haber matado no solo a la señorita, también a la niña.

– Estos impulsos de heroína pueden costarte caro –suspiró –te pudo haber matado si es que ese joven no llegaba a tiempo.

Miré a la otra persona que hablaba con el médico, a los pocos segundos la chica se acercó, entre lágrimas le agradeció por haberla socorrido, le dio algunas monedas, mismas que ella intentó rechazar, pero al ver la reacción de la chica, las aceptó un poco a regañadientes.

– Pobre chica –dije al verla marcharse en el carruaje.

– Pobre no es la palabra que usaría –comentó uno de los oficiales que presidían la escena –trágica tal vez –lo miré con desagrado –con todo el dinero del mundo y decidió juntarse con ese animal –explicó al ver mi reacción.

Le dediqué una última mirada, me levanté lentamente auxiliada del señor Lachlan, justo cuando estábamos por irnos una voz muy familiar me llamó.

– Alice…

– Es Charlotte, ahora déjeme en paz –contesté con frialdad.

– Gracias por auxiliarla –le dijo antes de marcharnos.

Los dos caminamos en silencio hacia el carruaje del bibliotecario, me ayudó a sentarme, una vez acomodados me cuestionó sobre Ches, yo le expliqué que no tenía idea de la manera en la que sabía mi verdadero nombre, incluso le conté sobre su vano intento de hacerse pasar por un viejo amigo mío.

– Desde este momento queda vetado de nuestra biblioteca –me prometió.

– Gracias señor Lachlan.

El resto del camino fue en total calma, fue tal que me quedé dormida. Al despertar me di cuenta que estaba en el pequeño cuarto en el que solía dormir cuando llegué a Australia. Tenía mucho que agradecerle, él me había auxiliado a llegar a ese país, después me había revelado que era un viejo amigo de mi padre, pasamos horas hablando de mi familia, incluso me mostró una foto de mis padres el día de su boda.

Los recuerdos dibujaron una sonrisa en mis labios, ahora que lo pensaba me sentía mucho mejor desde que había llegado a aquí, desde el primer día había logrado sentirme mejor, incluso esperanzada de poder seguir adelante y estaba segura que lo estaba consiguiendo, sin embargo, con la llegada de Ches parecía que todo estaba por desmoronarse.

Toqué la venda que cubría mi cabeza al hacerlo el temor me embargó, el miedo a perder otra vez la memoria y sin la ayuda de Wonderland para recuperarme… eso sería lo peor que podría pasarme ahora; cansada de torturarme con esa posibilidad opté por salir al balcón.

El frío viento de la tarde parecía llevarse todas mis preocupaciones, suspiré al escuchar unos sonidos detrás de mí, me giré con precaución para no marearme; enorme fue mi sorpresa al ver a un gato blanco.

– Hola minino –le hablé con cuidado de no asustarlo – ¿vienes a llevarme a Wonderland? –los ojos azules me miraban con curiosidad hasta que algo más llamó su atención y se marchó –es raro que no quisiera seguirlo –pensé.

Me sentí algo débil así que regresé a la pequeña cama del lugar, estaba por conciliar el sueño cuando escuché que alguien golpeaba mi puerta, al levantarme pude apreciar que alguien había dejado una carta deslizándola de bajo de la puerta, la levanté, sintiendo punzadas en mi sien que me dejaron algo atolondrada por varios segundos, la dejé sobre la mesa de noche y volví a recostarme.

Al despertar me encontré cara a cara con el bibliotecario quien estaba dejando algo de comida para cuando despertara.

– Alice, veo que ya despertaste ¿cómo te sientes?

– Señor Lachlan sabe que no me gusta que me llame por mi verdadero nombre –espeté algo molesta.

– Lo sé, pero debía confirmar que el estado de tus memorias fueran el mismo, dentro de unas horas vendrá a visitarte el médico.

– No tiene que incurrir en gastos por mi culpa, solo unas horas de descanso y podré retirarme a mi casa.

– Eso sí que no, debes recibir atención médica, además el doctor lo manda un amigo –me sonrió algo travieso.

– Muy bien –respondí algo extrañada por aquella sonrisa.

Conversamos por bastante tiempo, solo nos interrumpió la llegada del doctor, él me examinó e hizo algunas preguntas, me cambió las vendas y me recetó algunas medicinas. Cuando terminé escuché una voz familiar, esa voz sonaba exactamente igual que la del Grifo, sentía que estaba perdiendo la cabeza otra vez así que me forcé a dejar de escuchar aquella conversación.

Era imposible que estuvieran en este mundo, ellos eran fragmentos de su imaginación, lo más probable es que el golpe activara otra vez sus alucinaciones, se alegró un poco al pensar que podría regresar a su amado refugio, aunque por el otro lado sentía que regresaba a un estado inestable hablando en todos los aspectos. Sin poder evitarlo unas lágrimas comenzaron a deslizarse en mis mejillas.

– Creí que había dejado todo eso atrás –susurré, me sentía algo frustrada ante mi debilidad, pero aquel nudo en mi garganta me estaba ahogando, necesitaba liberarlo de cualquier modo.

Así pasaron los días, ayudaba en lo más mínimo en la biblioteca pues el señor Lachman no quería que me esforzara de más y terminara en una recaída. Lo único bueno de toda esa situación es que ya iba a hacer dos semanas sin ver a Ches, me alegraba el no encontrármelo.

Pensé que ya se había rendido en el momento en el que se percató que no había caído en su trampa, pero, gracias a mi pésima suerte, lo vi durante uno de mis turnos, estaba escondido entre los pasillos de la biblioteca, algunas veces leía algo, otras veces solo me observaba. Lo ignoraba, algo muy difícil ya que su mirada era muy penetrante, era como si pudiera ver cada detalle que buscaba ocultar, harta de la situación decidí confrontarlo.

– ¡Creí que había dejado muy claro que lo quería lejos de mí! –reclamé molesta por su presencia –váyase ahora o llamaré al guardia.

– Ay Alice siempre tan impulsiva, aunque no puedo negar que el brillo que le da la furia a tus ojos te sienta muy bien –su voz sonaba tan grave y suave que podía jurar que lo escuchaba ronronear.

– Ya le dije que no me llame por ese nombre, soy Charlotte Thomas y fin de esta discusión. Hasta nunca Ches…

– No lo creo –me sujetó de la mano con fuerza e hizo el gesto de silencio – ¿haciendo amigos como antes? –me preguntó al señalar al grupo de hombre que acababan de entrar, normalmente hubiera pensado que eran clientes, pero al ver al que los encabezaba sabía que estaba en problemas –sigues siendo muy letal –su sonrisa burlona reapareció.

– Suélteme ahora mismo –ordené sacudiendo al mismo tiempo mi brazo –tendré que llamar a seguridad si piensan que pueden amedrentarme en mi centro de trabajo.

Al zafarme del agarre de Ches me enfrenté a los sujetos, ellos se rieron ante mi amenaza de llamar al oficial; se abalanzaron hacia mí, pero alguien los detuvo. Ches sostenía fuertemente del cuello a uno de ellos, otro sujeto de cabello blanco con aspecto algo parecido al conejo blanco también participaba en la riña, aunque el que más me sorprendió fue el tercer sujeto, él me recordaba al Grifo, no es que fuera su viva imagen, sin embargo, algo en él me daba esa impresión.

Lograron inmovilizar a todos los atacantes, cuando la policía se los llevó y tomaron nuestro testimonio los invité a tomar un poco de té como recompensa por ayudarnos.

La charla era simple, me comentaron sobre su recién llegada para ayudar a Ches en su nuevo negocio, yo los analizaba en sus gestos, forma de comportarse e incluso en su vestimenta. No importaba la razón, pero sabía que ya los conocía.

Estaba por interrogarlos cuando el señor Lachman llegó, él saludó efusivamente a los presentes, como si los conociera desde siempre, ahora entendía cómo es que Ches había logrado regresar a la biblioteca

– Ya era tiempo de que todos ustedes llegaran.

– Disculpe señor Lachan ¿qué acaso usted conoce a estos caballeros?

– Cómo olvidaría a mis amigos

– ¿Qué está diciendo? –no supe el por qué pero comencé a analizar a mi amigo bibliotecario, ¿cómo es que no lo había notado? Se parecía tanto a la Oruga que me guiaba y daba consejos.

– Tranquila Alice, sabíamos que este momento llegaría –dijo el sujeto que se parecía al Conejo Blanco.

– Te dije que había regresado por una amiga –me sonrió Cheshire.

– Solo tienes que escucharnos…

– Creo que es hora de que todos me digan la verdad –interrumpí, me sentía traicionada y confundida, no podía comprender la razón de que ellos regresaran, especialmente en aquella forma.

Mi corazón latía con tanta rapidez que me dejaba sin aire, mi cabeza comenzó a dar vueltas hasta que todo fue negro.